AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Secretos revelados [Amelié Nottingham]
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Secretos revelados [Amelié Nottingham]
Si tan solo fuera fácil para ella leer la mente de su madre, al menos ahora sabría lo que sea traía entre manos. Lynnette comenzaba a desesperarse con la falta de información, quería, no, más bien necesitaba, saber qué era eso que le ocultaban. Era algo importante, podía verlo en los ojos de su madre cada vez que sus miradas se encontraban. Si fuera fácil leer la mente de su madre, ya no habría secretos rondándola, pero era la mujer que le había traído al mundo como una humana y luego le había regalado la inmortalidad. La amaba por sobre todas las cosas y la respetaba como a nadie más. Esos eran motivos suficientes para ella, esos eran los motivos por los cuales no se metía en su cabeza.
La antigua vampiresa con aspecto de niña sostenía sobre sus manos un fino papel con una escritura curvilínea e inclinada. Era la letra de su madre. Lynnette había estado ausente dos días, lejos del lugar donde ahora residían. Había encontrado su propio refugio, rodeada de gitanos que la hacían pensar en una vida de la que tantos años atrás había tenido que olvidar. Al llegar a casa esa noche, se había encontrado con ese claro recado. Amelié había ido al castillo Windsor a reunirse con Stephen, Lynnette no sabía las razones, pero ahí la esperaba su madre, lo decía la nota.
Confundida no dudó en partir. Sabía donde quedaba la residencia de la realeza Inglesa, pero jamás había puesto un pie dentro. De todas formas se subió a un carruaje y no pasó mucho tiempo hasta que ya estaba en la entrada de dicho lugar. Deslumbrante lugar, fue lo primero que pensó. Su mirada divagó por cada torre, cada ventana, cada pared que quedaba a su vista, maravillándose completamente. Lo mismo ocurrió al entrar, mientras la dirigían hasta donde su madre la estaba esperando. Algo extraño se apoderó de ella, un presentimiento, uno que aun no decidía si era bueno o malo. Sentía una conexión con este lugar, sintió temor y confusión y solo volvió en si cuando entró a un gran salón y su madre estaba ahí, dándole la espalda.
- Madre – dijo en un casi inaudible susurro justo antes de ser atrapada por un enorme retrato del hombre más apuesto que hubiese visto en su vida. Ahí en ese lienzo pintado estaba un hombre con una presencia imponente, una mirada altiva y todo el aire de un rey. Sus ojos, los ojos de ese hombre pintado parecieron hechizarla unos segundos. Conocía esa mirada, la había visto antes en algún lugar, lo que ella no lograba comprender era que la había visto en ella misma. La mirada y el brillo en los ojos de ese hombre, eran casi exactamente igual a los de ella. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué su madre estaba aquí? ¿Por qué había elegido este lugar para revelar lo que tanto quería oír?
Pero ya nada importaba, había llegado el momento de la verdad.
La antigua vampiresa con aspecto de niña sostenía sobre sus manos un fino papel con una escritura curvilínea e inclinada. Era la letra de su madre. Lynnette había estado ausente dos días, lejos del lugar donde ahora residían. Había encontrado su propio refugio, rodeada de gitanos que la hacían pensar en una vida de la que tantos años atrás había tenido que olvidar. Al llegar a casa esa noche, se había encontrado con ese claro recado. Amelié había ido al castillo Windsor a reunirse con Stephen, Lynnette no sabía las razones, pero ahí la esperaba su madre, lo decía la nota.
Confundida no dudó en partir. Sabía donde quedaba la residencia de la realeza Inglesa, pero jamás había puesto un pie dentro. De todas formas se subió a un carruaje y no pasó mucho tiempo hasta que ya estaba en la entrada de dicho lugar. Deslumbrante lugar, fue lo primero que pensó. Su mirada divagó por cada torre, cada ventana, cada pared que quedaba a su vista, maravillándose completamente. Lo mismo ocurrió al entrar, mientras la dirigían hasta donde su madre la estaba esperando. Algo extraño se apoderó de ella, un presentimiento, uno que aun no decidía si era bueno o malo. Sentía una conexión con este lugar, sintió temor y confusión y solo volvió en si cuando entró a un gran salón y su madre estaba ahí, dándole la espalda.
- Madre – dijo en un casi inaudible susurro justo antes de ser atrapada por un enorme retrato del hombre más apuesto que hubiese visto en su vida. Ahí en ese lienzo pintado estaba un hombre con una presencia imponente, una mirada altiva y todo el aire de un rey. Sus ojos, los ojos de ese hombre pintado parecieron hechizarla unos segundos. Conocía esa mirada, la había visto antes en algún lugar, lo que ella no lograba comprender era que la había visto en ella misma. La mirada y el brillo en los ojos de ese hombre, eran casi exactamente igual a los de ella. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué su madre estaba aquí? ¿Por qué había elegido este lugar para revelar lo que tanto quería oír?
Lynnette Nottingham- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/11/2011
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Re: Secretos revelados [Amelié Nottingham]
Esa noche era tal vez una de las más difíciles para Amelié, los nervios la carcomían por dentro mientras paseaba de un lado a otro en uno de los grandes salones del castillo Windsor, había llegado la hora de la verdad y hasta lo había conversado ya con Stephen, quién se había ofrecido a ayudarle amablemente, ella aceptó explicándole que en un principio las dejara solas, a lo que este asintió. Ya no quedaba demasiado para que su querida hija llegara por lo que Stephen fue a una habitación continua para no interrumpir. Los nervios volvían a apoderarse de aquella vampira.
Había ocurrido hace ya tanto tiempo, cuando aún era una humana hermosa, sin aquél color pálido y enamorada. Nada había sido planeado, ni las mentiras, ni nada, ni siquiera su propia hija, criatura que le “había salvado la vida”. Había pasado ya tanto tiempo de todo aquella trágica historia y más aún, ya había pasado demasiado ocultándole la verdad a su pequeña hija, que a pesar que solo tenía 23 años menos que ella, la sentía aún como solo una niña, bien sabía que ya no era así y era aquella misma razón la que ahora la tenía tan nerviosa ¿La culparía por mantenerle por tanto tiempo aquél secreto? ¿Se alejaría de ella por un tiempo? ¿Lo buscaría?. Cada vez era peor la espera.
Tantos recuerdos asaltaban ahora su cabeza, tanto como cuando estaba con Dorian como humanos, como cuando se vieron obligados a ser separados, la mentira, el juicio…habían sucedido tantas cosas y su pequeña pocas sabía por lo que de cierta forma Amelié estaba lista que ella se indignara con su madre y le saltara encima reclamándole mil cosas, después de todo era una gran verdad la que le había ocultado pero ya se había hartado, ahora se había propuesto contarle toda la verdad a Lyn sin omitir detalle alguno, tenía el derecho a saber todo lo que había pasado y por qué había reaccionado así, ella solo esperaba que la comprendiera.
Había dejado una nota donde ella pudiera verlo con facilidad mientras aún esperaba ansiosa en aquél castillo ajeno, al escuchar ya ruido de pisadas se giró ante la entrada quedando de espaldas a la puerta, una vez que sintió como se abrían suspiró hondo, tan hondo como pudo para intentar calmarse pero las ansias nuevamente le jugaron una mala pasada al escuchar “madre”. Se volteó para mirarle de frente, intentando parecer lo más serena posible pero ella que la conocía hace ya tanto tiempo se daría cuenta en apenas unos segundos.
Amelié notó como su hija había desviado la mirada por lo que la siguió y sonrió apenas al notar que se había quedado fija en un retrato de Dorian, tomo aire y resopló para dirigirse donde ella, tomando sus cabellos con suavidad - ¿Se te hace conocido, Lyn? - Susurró apenas para luego tomar una de sus manos para llevarla a unos sillones próximos, una vez que se sentó su hija ella se sentó a su lado – Para mi no será fácil contarte todo esto, pero quiero disculparme contigo, mi pequeña…- Sus ojos estaban clavados en los de ella, aún con los nervios de punta – De verdad espero que sepas escucharme y comprenderme…- Llevó un mechón del cabello de Lyn atrás de su oreja, acomodándolo y luego juntó sus manos por sobre sus piernas, mirándolas, no sabía muy bien por donde partir ni como explicarle de alguna forma en que ella no la odiara.
Había ocurrido hace ya tanto tiempo, cuando aún era una humana hermosa, sin aquél color pálido y enamorada. Nada había sido planeado, ni las mentiras, ni nada, ni siquiera su propia hija, criatura que le “había salvado la vida”. Había pasado ya tanto tiempo de todo aquella trágica historia y más aún, ya había pasado demasiado ocultándole la verdad a su pequeña hija, que a pesar que solo tenía 23 años menos que ella, la sentía aún como solo una niña, bien sabía que ya no era así y era aquella misma razón la que ahora la tenía tan nerviosa ¿La culparía por mantenerle por tanto tiempo aquél secreto? ¿Se alejaría de ella por un tiempo? ¿Lo buscaría?. Cada vez era peor la espera.
Tantos recuerdos asaltaban ahora su cabeza, tanto como cuando estaba con Dorian como humanos, como cuando se vieron obligados a ser separados, la mentira, el juicio…habían sucedido tantas cosas y su pequeña pocas sabía por lo que de cierta forma Amelié estaba lista que ella se indignara con su madre y le saltara encima reclamándole mil cosas, después de todo era una gran verdad la que le había ocultado pero ya se había hartado, ahora se había propuesto contarle toda la verdad a Lyn sin omitir detalle alguno, tenía el derecho a saber todo lo que había pasado y por qué había reaccionado así, ella solo esperaba que la comprendiera.
Había dejado una nota donde ella pudiera verlo con facilidad mientras aún esperaba ansiosa en aquél castillo ajeno, al escuchar ya ruido de pisadas se giró ante la entrada quedando de espaldas a la puerta, una vez que sintió como se abrían suspiró hondo, tan hondo como pudo para intentar calmarse pero las ansias nuevamente le jugaron una mala pasada al escuchar “madre”. Se volteó para mirarle de frente, intentando parecer lo más serena posible pero ella que la conocía hace ya tanto tiempo se daría cuenta en apenas unos segundos.
Amelié notó como su hija había desviado la mirada por lo que la siguió y sonrió apenas al notar que se había quedado fija en un retrato de Dorian, tomo aire y resopló para dirigirse donde ella, tomando sus cabellos con suavidad - ¿Se te hace conocido, Lyn? - Susurró apenas para luego tomar una de sus manos para llevarla a unos sillones próximos, una vez que se sentó su hija ella se sentó a su lado – Para mi no será fácil contarte todo esto, pero quiero disculparme contigo, mi pequeña…- Sus ojos estaban clavados en los de ella, aún con los nervios de punta – De verdad espero que sepas escucharme y comprenderme…- Llevó un mechón del cabello de Lyn atrás de su oreja, acomodándolo y luego juntó sus manos por sobre sus piernas, mirándolas, no sabía muy bien por donde partir ni como explicarle de alguna forma en que ella no la odiara.
Invitado- Invitado
Re: Secretos revelados [Amelié Nottingham]
Las paredes ya no ocultaban secretos para mi, quizá cuando el sire y Eliz se movían por los pasillos en secreto, yo y los demás Windsor solo éramos fichas pero la rebelión no había tardado en llegar y sin pedir permiso a nadie decidí que no quería tener más invitados obligatorios. Entre lo que quedo de mi pasado había algo inconcluso, Amelié. El juicio entre ambos había terminado en el momento en que muchas preguntas tenían que ser respondidas. La Amelié que amé de humano había muerto la misma noche en la que la dejé, la Amelié con la que me había casado solo hace unas semanas, en extremo secreto gracias a las órdenes de Abaddon, que en paz descanse, no era más que una desconocida en mi vida, aun estaba molesto con ella. Stephen tampoco se libraría del ajuste de cuentas, Aidan la había pagado caro cuando intento traicionarme, pero descansaba en paz también así que pago el precio. Me ocultaron que tenía una hija y conocerla era cuestión de tiempo, después de todo teníamos que regresar como una familia feliz a Inglaterra, no teníamos más que hacer en Paris.
-Su majestad, me dijo que le…- la voz del sirviente fue interrumpida cuando levante la mano haciendo una señal para que se callara, sabía a que se refería porque había dado la orden de que me mantuvieran constantemente informado de todo movimiento en el castillo. De modo que era el momento que esperaba para tener un encuentro con mi hija, que raro sonaba para alguien como yo pero no era más que una realidad, tenía una hija y tenía que conocerla aunque cualquier sentimiento de padre fuera nada más que una ilusión después de todo lo que había sucedido en las últimas noches vampíricas. salí de mi habitación y me dirigí al ala opuesta del castillo, lugar donde residía mi flamante esposa, la misma con la que no hablaba desde el juicio ya que la boda solo consto de una aceptación por ambas partes para luego retirarnos sin siquiera mirarnos. Amelié me odiaba porque pensaba que nunca me había importado y que la deje incluso sabiendo de su existencia, quizá en algún momento llegara a aclararle que nunca se me había hecho conocer de que seguía viva y mucho menos del hecho de que teníamos una hija. Abaddon y Eliz se encargaron de guardar bien ese secreto para moldearme según sus intereses, cual títere, Stephen y Aidan contribuyeron en el engaño, pero no más, la venda se había caído de mis ojos y cobre el engaño con sus vidas, como correspondía.
Escuchaba voces, la de Amelié estaba clara, decidí detenerme un momento y esperar a que Lynnette apareciera, cuando la vi me quede observándola detenidamente. Tenía los rasgos de una Windsor aunque también tenia características propias de Amelié, sin duda era nuestra hija. Sonreí y negué con la cabeza por lo que acababa de pensar, no podía sentirme culpable por no preocuparme de una niña de la que hace poco me entere que existía pero quizá a ella le habían dicho que estaba muerto y era hora de que supiera la verdad. -Lamento interrumpir en este momento que parece tan tierno y lleno de revelaciones, pero creo que tambien me incumbe- dije en un tono un tanto burlón finalmente interrumpiendo, sabía que Amelié me odiaría por aparecer de la nada en ese momento.
Me dirigí hacia Lynnette y la tome de la mano para besar sus dedos superficialmente -Creo que no nos han presentado aún, tal vez a tu madre se le ha olvidado durante unos años, no la culpes…siempre ha sido un poco distraída- dije y miré de reojo a Amelié, realmente me satisfacía provocar su enojo, en especial después de haberme engañado durante tantos años, no podía esperar un mejor trato de mi parte, por lo menos seguía con vida y no acompañaba a nuestros sires y a mi hermano en el cementerio familiar de Londres. -Lynnette…hija de Amelié Nottingham, ¿no deberías llevar el apellido de tu padre?- pregunte claramente divertido y mire hacia la pintura que Amelié estuvo observando solo hace minutos, misma en la que me encontraba retratado yo.
-Su majestad, me dijo que le…- la voz del sirviente fue interrumpida cuando levante la mano haciendo una señal para que se callara, sabía a que se refería porque había dado la orden de que me mantuvieran constantemente informado de todo movimiento en el castillo. De modo que era el momento que esperaba para tener un encuentro con mi hija, que raro sonaba para alguien como yo pero no era más que una realidad, tenía una hija y tenía que conocerla aunque cualquier sentimiento de padre fuera nada más que una ilusión después de todo lo que había sucedido en las últimas noches vampíricas. salí de mi habitación y me dirigí al ala opuesta del castillo, lugar donde residía mi flamante esposa, la misma con la que no hablaba desde el juicio ya que la boda solo consto de una aceptación por ambas partes para luego retirarnos sin siquiera mirarnos. Amelié me odiaba porque pensaba que nunca me había importado y que la deje incluso sabiendo de su existencia, quizá en algún momento llegara a aclararle que nunca se me había hecho conocer de que seguía viva y mucho menos del hecho de que teníamos una hija. Abaddon y Eliz se encargaron de guardar bien ese secreto para moldearme según sus intereses, cual títere, Stephen y Aidan contribuyeron en el engaño, pero no más, la venda se había caído de mis ojos y cobre el engaño con sus vidas, como correspondía.
Escuchaba voces, la de Amelié estaba clara, decidí detenerme un momento y esperar a que Lynnette apareciera, cuando la vi me quede observándola detenidamente. Tenía los rasgos de una Windsor aunque también tenia características propias de Amelié, sin duda era nuestra hija. Sonreí y negué con la cabeza por lo que acababa de pensar, no podía sentirme culpable por no preocuparme de una niña de la que hace poco me entere que existía pero quizá a ella le habían dicho que estaba muerto y era hora de que supiera la verdad. -Lamento interrumpir en este momento que parece tan tierno y lleno de revelaciones, pero creo que tambien me incumbe- dije en un tono un tanto burlón finalmente interrumpiendo, sabía que Amelié me odiaría por aparecer de la nada en ese momento.
Me dirigí hacia Lynnette y la tome de la mano para besar sus dedos superficialmente -Creo que no nos han presentado aún, tal vez a tu madre se le ha olvidado durante unos años, no la culpes…siempre ha sido un poco distraída- dije y miré de reojo a Amelié, realmente me satisfacía provocar su enojo, en especial después de haberme engañado durante tantos años, no podía esperar un mejor trato de mi parte, por lo menos seguía con vida y no acompañaba a nuestros sires y a mi hermano en el cementerio familiar de Londres. -Lynnette…hija de Amelié Nottingham, ¿no deberías llevar el apellido de tu padre?- pregunte claramente divertido y mire hacia la pintura que Amelié estuvo observando solo hace minutos, misma en la que me encontraba retratado yo.
Invitado- Invitado
Re: Secretos revelados [Amelié Nottingham]
¿Si se le hacía conocido? Claro que sí. El hombre plasmado en esos retratos parecía tener un rostro tan familia como el de su madre o aquellos con quienes había vivido toda su existencia. ¿No era extraño? Sabía a la perfección que jamás había cruzado miradas con él y aun así sentía un extraño vínculo que la llamaba a querer averiguar más sobre él. ¿Quién era y por que la hacía sentir así? Quería saber más, pero en completo silencio se dejó guiar por su madre y sin negarse se sentó sobre un sofá, esperando a que la acompañara en el mismo. Dejó de observar los impresionantes cuadros para entonces mirar a su madre, quien en ese momento comenzaba a preocuparla. ¿Disculparse? Amelié no era una mujer que cometiera errores por los que después tuviera que pedir perdón. Era preocupante, atemorizante la sola idea de pensar en algo que podría disgustarla a ella y de lo cual su madre fuera culpable – Me asustas, madre – murmuró en un susurro. Tenía esa costumbre de siempre hablar suavemente y que su voz sonara solo como el silencioso murmullo del viento – pero sea lo que sea, no hay nada en este mundo que pudiera hacerme odiarte – amaba a su madre por sobre todas las cosas y a pesar de su repentino miedo no creía jamás llegar a reprocharle algo.
Tomó su mano y le sonrió, con el deseo de entregarle la confianza necesaria para armarse de valor y que confesara aquello de lo que temía hablar – He vivido siglos y cada año he cometido errores por los que luego tú me escuchas y comprendes, ¿Por qué no habría de hacer lo mismo? – continuaría hablando, pero entonces fueron interrumpidas por un tono muy descortés y con el que no se sintió a gusto.
Sin esperar demasiados segundos volvió a ponerse de pie, impresionada al comprobar que el dueño de tan irrespetuosa interrupción era nada más que el mismo por el cual se había visto hipnotizada al observar los cuadros del salón. Un vampiro. Una criatura de la noche y asesino de humanos, como ella y su madre. Debió imaginar que aquella belleza irreal que reflejaba la mirada del hombre retratado en esos lienzos no podía ser humano. Nada con esa mirada podía ser normal. No le gustaban los inmortales, no confiaba en ellos por el solo hecho de ser uno de ellos y saber a la perfección como sentía la mayoría, ella misma tenía que luchar constantemente ante esa bestia interna que le ordenaba simplemente dejarse llevar por sus instintos, los cuales siempre la hacían pensar en ella, en ella y en nadie más que ella. Aun quería sentir una parte humana en su interior, por eso jamás se dejaba llevar por su naturaleza, por eso prefería convivir entre humanos.
Iba a responder ante la interrupción y sus falsas disculpas por la misma, pero una vez más sus palabras fueron detenidas, esta vez por un beso cortés en su mano. No le gustaba esa forma que tenía de hablar, parecía disfrutar por algo que ella no llegaba a comprender – Le rogaría, señor, que no hable así de mi madre – dijo la palabra rogar con cierta ironía, jamás rogaría, ni siquiera por su no-vida – si no nos han presentado aun, solo es por falta de un momento para conocernos – estaba realmente confundida, ese hombre conocía a su madre y además, decía estar involucrado en ese secreto que madre guardaba tan celosamente. La mención de su padre la tensó, no era un tema fácil para ella. Podían haber pasado ya muchos siglos, pero él siempre le había hecho falta. Ni siquiera sabía quién era o si había sido transformado al igual que su madre. Lo más probable es que jamás conociera la inmortalidad y muriera de anciano. – No deseo llevar el apellido de un padre ausente y del que jamás supe nada, señor. Ella me lo dio todo y llevaré su apellido con orgullo, no pretendo cambiar eso, ni ahora, ni nunca – sentenció, como si el hombre frente a ella indirectamente le estuviera diciendo que tendría que hacerlo. No había razones para pensar eso, pero así eran las cosas – Al parecer no necesitó de una presentación para conocer mi nombre. Quisiera saber el suyo, quisiera saber muchas cosas – miró a su madre pidiendo respuestas – quisiera también saber por qué el secreto que quieres revelar lo incumbe a él, madre – el miedo se hizo más latente, algo en el fondo de su cabeza y de su ser le estaba diciendo las respuestas a sus preguntas, pero se negaba a creerlo y también a pensar en ello.
Tomó su mano y le sonrió, con el deseo de entregarle la confianza necesaria para armarse de valor y que confesara aquello de lo que temía hablar – He vivido siglos y cada año he cometido errores por los que luego tú me escuchas y comprendes, ¿Por qué no habría de hacer lo mismo? – continuaría hablando, pero entonces fueron interrumpidas por un tono muy descortés y con el que no se sintió a gusto.
Sin esperar demasiados segundos volvió a ponerse de pie, impresionada al comprobar que el dueño de tan irrespetuosa interrupción era nada más que el mismo por el cual se había visto hipnotizada al observar los cuadros del salón. Un vampiro. Una criatura de la noche y asesino de humanos, como ella y su madre. Debió imaginar que aquella belleza irreal que reflejaba la mirada del hombre retratado en esos lienzos no podía ser humano. Nada con esa mirada podía ser normal. No le gustaban los inmortales, no confiaba en ellos por el solo hecho de ser uno de ellos y saber a la perfección como sentía la mayoría, ella misma tenía que luchar constantemente ante esa bestia interna que le ordenaba simplemente dejarse llevar por sus instintos, los cuales siempre la hacían pensar en ella, en ella y en nadie más que ella. Aun quería sentir una parte humana en su interior, por eso jamás se dejaba llevar por su naturaleza, por eso prefería convivir entre humanos.
Iba a responder ante la interrupción y sus falsas disculpas por la misma, pero una vez más sus palabras fueron detenidas, esta vez por un beso cortés en su mano. No le gustaba esa forma que tenía de hablar, parecía disfrutar por algo que ella no llegaba a comprender – Le rogaría, señor, que no hable así de mi madre – dijo la palabra rogar con cierta ironía, jamás rogaría, ni siquiera por su no-vida – si no nos han presentado aun, solo es por falta de un momento para conocernos – estaba realmente confundida, ese hombre conocía a su madre y además, decía estar involucrado en ese secreto que madre guardaba tan celosamente. La mención de su padre la tensó, no era un tema fácil para ella. Podían haber pasado ya muchos siglos, pero él siempre le había hecho falta. Ni siquiera sabía quién era o si había sido transformado al igual que su madre. Lo más probable es que jamás conociera la inmortalidad y muriera de anciano. – No deseo llevar el apellido de un padre ausente y del que jamás supe nada, señor. Ella me lo dio todo y llevaré su apellido con orgullo, no pretendo cambiar eso, ni ahora, ni nunca – sentenció, como si el hombre frente a ella indirectamente le estuviera diciendo que tendría que hacerlo. No había razones para pensar eso, pero así eran las cosas – Al parecer no necesitó de una presentación para conocer mi nombre. Quisiera saber el suyo, quisiera saber muchas cosas – miró a su madre pidiendo respuestas – quisiera también saber por qué el secreto que quieres revelar lo incumbe a él, madre – el miedo se hizo más latente, algo en el fondo de su cabeza y de su ser le estaba diciendo las respuestas a sus preguntas, pero se negaba a creerlo y también a pensar en ello.
Lynnette Nottingham- Vampiro Clase Alta
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Re: Secretos revelados [Amelié Nottingham]
Esa situación realmente la ponía ansiosa y nerviosa, ni siquiera era capaz de explicar con palabras todo lo que sentía, tampoco sabía bien por donde comenzar para contarle toda la historia a Lyn ¿cómo podría justificar su actuar? Y más que eso ¿sería realmente capaz de comprenderla? Amelié estaba segura que no se había equivocado en su forma de actuar, menos cuando se había enterado de “la verdad”. Pero Lyn no se merecía eso, no se merecía nada de ello, menos tantos siglos de silencio. Muchas veces ella había acudido a Amelié con intención de preguntar sobre la residencia de su padre, pero jamás había sido capaz de responder ¿qué podía comentarle realmente? Al único que Lyn conocía era a Stephen, quién se había portado siempre tan servicialmente con ambas y eso lo agradeció siempre. Las palabras de su hija la sacaron de todos sus recuerdos y se fijó en sus ojos, demostraban la sorpresa y la intriga, Lyn repetía que fuese lo que fuese nada la haría odiarla ¿qué tan cierto podía ser eso? La vampira estaba realmente confundida.
Respondió ante sus palabras y su sonrisa con una también, le estaba intentando entregar el apoyo y tranquilidad que necesitaba en ese preciso momento y antes de poder contestar ante cualquier pregunta se vieron interrumpidas. Amelié estaba de espalda hacia la entrada principal de la habitación y no necesitó girarse para notar quién era la persona, si es que se podía tratar como tal, que las había interrumpido. El rostro se tornó completamente serio y frío, su ceño se frunció hasta más no poder y se levantó de golpe del sillón, caminó de forma violenta hasta donde estaba él para lanzársele encima, no iba a permitir que arruinara aquél momento, tenía ganas de matarlo como mínimo, tenía sus manos sobre él para pegarle, estaba totalmente descontrolada….pero claro, no sería digno verla realmente así.
Realmente habían pasado segundos en lo que vio toda esa escena en su mente, cerró por unos segundos los ojos y respiró hondo para calmarse, realmente quería matarlo, pero no se comportaría como una idiota frente a su hija como lo estaba haciendo él. Se levantó del gran sillón dirigiéndose hacia él de forma seria, no sonrió en ningún momento pues no tenía motivo alguno y una vez frente a él hizo una pequeña reverencia – Veo que al rey le hacen falta modales – Sonrió de forma irónica y se levantó para mirarle de forma desafiante a los ojos - ¿Distraída yo? Por si no lo has notado jamás me he quejado de tu puesto tan ocupado – Miró de reojo a Lyn, quien de seguro se sentiría incómoda con la situación, por mucho que detestara la reacción de Dorian no podía seguirle el juego…no podía.
Sonrió de forma cínica ante la última pregunta pero luego se sintió orgullosa por la respuesta de Lyn, llevó una de sus manos hasta el hombro de ella y luego fijó la vista en Dorian - ¿Realmente necesitaría un apellido de un hombre que en el primer encuentro se comporta como un idiota? – Sabía que con eso Lyn comprendería un poco más las cosas, pero ya nada importaba. Con su mano señaló los sillones cercanos aún mirando de forma desafiante a Dorian - ¿Por qué no nos acompañas? Realmente se que tampoco te irás de acá, pero al menos alguna vez reacciona racionalmente y conversemos, por el bien de todos – Tomó la mano de su hija y caminó nuevamente hasta los sillones, sin importarle realmente si él las acompañaba, ya se sentía agobiada y sabía que no sería una reunión cómoda, pues además nada había salido como realmente lo había planeado.
Respondió ante sus palabras y su sonrisa con una también, le estaba intentando entregar el apoyo y tranquilidad que necesitaba en ese preciso momento y antes de poder contestar ante cualquier pregunta se vieron interrumpidas. Amelié estaba de espalda hacia la entrada principal de la habitación y no necesitó girarse para notar quién era la persona, si es que se podía tratar como tal, que las había interrumpido. El rostro se tornó completamente serio y frío, su ceño se frunció hasta más no poder y se levantó de golpe del sillón, caminó de forma violenta hasta donde estaba él para lanzársele encima, no iba a permitir que arruinara aquél momento, tenía ganas de matarlo como mínimo, tenía sus manos sobre él para pegarle, estaba totalmente descontrolada….pero claro, no sería digno verla realmente así.
Realmente habían pasado segundos en lo que vio toda esa escena en su mente, cerró por unos segundos los ojos y respiró hondo para calmarse, realmente quería matarlo, pero no se comportaría como una idiota frente a su hija como lo estaba haciendo él. Se levantó del gran sillón dirigiéndose hacia él de forma seria, no sonrió en ningún momento pues no tenía motivo alguno y una vez frente a él hizo una pequeña reverencia – Veo que al rey le hacen falta modales – Sonrió de forma irónica y se levantó para mirarle de forma desafiante a los ojos - ¿Distraída yo? Por si no lo has notado jamás me he quejado de tu puesto tan ocupado – Miró de reojo a Lyn, quien de seguro se sentiría incómoda con la situación, por mucho que detestara la reacción de Dorian no podía seguirle el juego…no podía.
Sonrió de forma cínica ante la última pregunta pero luego se sintió orgullosa por la respuesta de Lyn, llevó una de sus manos hasta el hombro de ella y luego fijó la vista en Dorian - ¿Realmente necesitaría un apellido de un hombre que en el primer encuentro se comporta como un idiota? – Sabía que con eso Lyn comprendería un poco más las cosas, pero ya nada importaba. Con su mano señaló los sillones cercanos aún mirando de forma desafiante a Dorian - ¿Por qué no nos acompañas? Realmente se que tampoco te irás de acá, pero al menos alguna vez reacciona racionalmente y conversemos, por el bien de todos – Tomó la mano de su hija y caminó nuevamente hasta los sillones, sin importarle realmente si él las acompañaba, ya se sentía agobiada y sabía que no sería una reunión cómoda, pues además nada había salido como realmente lo había planeado.
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Re: Secretos revelados [Amelié Nottingham]
Era situación complicada y…aburrida. El tener dos mujeres más en el castillo que antes era pacífico de pronto le daba al entorno una apariencia ‘familiar’ en la que el padre, la madre y la hija tenían que verse obligados a vivir y fingir la máxima felicidad. Por mi parte no sabía cómo llevar el papel de padre, acababa de enterarme que tenía una hija y prácticamente no la conocía ni ella a mí. Vivíamos bajo el mismo techo y solo ahora nos encontrábamos frente a frente. Gracias a Amelié éramos extraños, algo más que añadir a la lista del porque ella no era la persona más agradable en esos momentos ante mi mirada. Como fuera, me causaba gracia que de la noche a la mañana tuviera que cuidar yo mismo de mis pasos en mi propio castillo, como si planeara cambiar algo…mmm, no, definitivamente no lo haría ya que no merecía la pena así que si Amelié se molestaba por verme no era mi problema. Por esta razón es que me permití aparecer ante ella y mi seudohija, por lo menos hasta que comprobara que realmente era una Windsor, y saludarles como quien va solo por casualidad.
Para agrado mío ambas se pusieron a la defensiva y no, no lamentaba que mi acción tuviera esa reacción, hacia lo que quería cuando quería. El pensar en los demás había terminado hacia unas noches atrás, cuando el mundo de la dichosa Camarilla se hundió en el río, para mi bien personal. –Lo lamento niña, tengo el poder de hablar como quiera de quien quiera y el acceder a tu ruego me tiene sin el mayor cuidado- respondí de forma más bien burlona porque hablaba con una joven que poco entendía de la vida, a pesar de tener tantos años, no podía siquiera adivinar todo lo que su madre y yo habíamos pasado. Amelié me miraba con un odio mordaz que en realidad llegaba a complacerme, ¿no era eso lo que quería de ella?, y de su hija tal vez sería de la misma forma porque aún no podía decir que ella era mía puesto que rechazaba a su padre como si hubiera sido mi elección el alejarla de mi…pero no había tiempo para cursilerías ni remordimientos, ya no.
-La reina no puede saber lo que al rey le hace falta o no puesto que poco sabe de él- respondió retando a Amelié con la mirada. El ambiente estaba claramente tenso entre ambos y en medio estaba Lynnette, la hija ilegítima del rey (como decían los nobles) pero que trataba de ser legitima con un matrimonio apresurado y una madre que a esas alturas de su vida planeaba juntar a la familia ‘feliz’ para que padre e hija se conocieran. No era opcional, con el matrimonio la misma Amelie había sellado el destino de Lynnette, ya que el rey no podía tener una hija que no fuera suya en matrimonio o decidiría disolver el pacto…pero era tan divertido, mejor intentar ir por el camino ‘diplomático’ -¿Y debe llevar el apellido de una mujer que toda su vida le ha mentido a ella y a su padre? Además no tienes opción, es parte del matrimonio mi querida esposa, y lastimosamente para ti en Inglaterra solo manda el rey y tendrás que hacer lo que yo diga o…exiliarte- respondí para callarla porque empezaba a molestarme el que intentara cambiar la situación.
Si yo hubiera sabido antes de la existencia de esa niña la hubiera enviado a traer para que estuviera conmigo. Amelié la alejo de mi por simple egoísmo, ¿para qué me odiara? No lo sabía pero estaba por averiguarlo. Poco o nada podía hacer para cambiar la opinión de Lynn en cuestión de minutos después de que su madre tuvo muchas vidas para borrar mi imagen. Pasé de largo ante la pregunta de Lynnette sobre conocer mi nombre, no tardaría mucho el momento de revelar más que eso, hoce caso del requerimiento de Amelié para acompañarlas y asentí con la cabeza hasta que ellas estuvieron sentadas en el sillón. Tomé un lugar en una butaca frente a ellas y sonreí actuando totalmente mi papel de quien se siente a gusto –Empieza Amelié, dile a tu hija quién soy y por favor, explícanos a ambos por qué nunca ninguno supo de la existencia del otro- dije y espera a que la guerra entre los dos comenzara, para eso estábamos allí y Lynn solo era el detonante.
Para agrado mío ambas se pusieron a la defensiva y no, no lamentaba que mi acción tuviera esa reacción, hacia lo que quería cuando quería. El pensar en los demás había terminado hacia unas noches atrás, cuando el mundo de la dichosa Camarilla se hundió en el río, para mi bien personal. –Lo lamento niña, tengo el poder de hablar como quiera de quien quiera y el acceder a tu ruego me tiene sin el mayor cuidado- respondí de forma más bien burlona porque hablaba con una joven que poco entendía de la vida, a pesar de tener tantos años, no podía siquiera adivinar todo lo que su madre y yo habíamos pasado. Amelié me miraba con un odio mordaz que en realidad llegaba a complacerme, ¿no era eso lo que quería de ella?, y de su hija tal vez sería de la misma forma porque aún no podía decir que ella era mía puesto que rechazaba a su padre como si hubiera sido mi elección el alejarla de mi…pero no había tiempo para cursilerías ni remordimientos, ya no.
-La reina no puede saber lo que al rey le hace falta o no puesto que poco sabe de él- respondió retando a Amelié con la mirada. El ambiente estaba claramente tenso entre ambos y en medio estaba Lynnette, la hija ilegítima del rey (como decían los nobles) pero que trataba de ser legitima con un matrimonio apresurado y una madre que a esas alturas de su vida planeaba juntar a la familia ‘feliz’ para que padre e hija se conocieran. No era opcional, con el matrimonio la misma Amelie había sellado el destino de Lynnette, ya que el rey no podía tener una hija que no fuera suya en matrimonio o decidiría disolver el pacto…pero era tan divertido, mejor intentar ir por el camino ‘diplomático’ -¿Y debe llevar el apellido de una mujer que toda su vida le ha mentido a ella y a su padre? Además no tienes opción, es parte del matrimonio mi querida esposa, y lastimosamente para ti en Inglaterra solo manda el rey y tendrás que hacer lo que yo diga o…exiliarte- respondí para callarla porque empezaba a molestarme el que intentara cambiar la situación.
Si yo hubiera sabido antes de la existencia de esa niña la hubiera enviado a traer para que estuviera conmigo. Amelié la alejo de mi por simple egoísmo, ¿para qué me odiara? No lo sabía pero estaba por averiguarlo. Poco o nada podía hacer para cambiar la opinión de Lynn en cuestión de minutos después de que su madre tuvo muchas vidas para borrar mi imagen. Pasé de largo ante la pregunta de Lynnette sobre conocer mi nombre, no tardaría mucho el momento de revelar más que eso, hoce caso del requerimiento de Amelié para acompañarlas y asentí con la cabeza hasta que ellas estuvieron sentadas en el sillón. Tomé un lugar en una butaca frente a ellas y sonreí actuando totalmente mi papel de quien se siente a gusto –Empieza Amelié, dile a tu hija quién soy y por favor, explícanos a ambos por qué nunca ninguno supo de la existencia del otro- dije y espera a que la guerra entre los dos comenzara, para eso estábamos allí y Lynn solo era el detonante.
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