AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuando se ve lo que se cree.. (Libre)
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Cuando se ve lo que se cree.. (Libre)
Me aseguraba bien de no levantar ninguna sospecha entre el aroma del ambiente para no incitar a nada extraño, de hecho yo tampoco me soportaba mucho, en fin, eran gajes de haber regresado a París. Los olanes del residuo vestimental arremetiendo contra mi piel se ondeaba mientras andaba por uno de los caminos que ya tan bien conocía hacia el cementerio, dónde era el sitio que utilizaba antes para lamentarme ahora lo buscaba como en algún son de paz sin saber qué encontrar.
Las huellas se plasmaban sobre el piso lodeado, buscaba algún indicio de alguna cripta algo reciente que me pudiese decir cuál había sido el desenlace de ese día, si es que era posible, ya no importaba realmente, estaba viva y necesitaba tomar conciencia sobre lo patético de mi existencia. Miré la fila número tres de lado izquierdo a derecho, el ángel que sobresalía era inconfundible. Sentí cómo se detenía mi corazón en un sólo golpe, respiré con dificultad pues entre un sitio tan grande había dado precisamente allí, sonreí de lado caminando a traspiés; sobre la inscripción se leía ya con dificultad "Tu hija Zaskya y tu esposo te aman", me hinqué mirando la lápida de mi madre sin derramar una sola lágrima. El cielo estaba bastante estrellado, esperaba que andaría algún vampiro u hombre lobo rondando por algún tipo de caza pero no me interesaba en el momento pues estaba concentrada en recordar a mi madre, su hermosura y la admiración que poseía ya que había aguantado muchos años a lado de un semihombre o un hombre muerto porque le amaba a morir, literalmente hablando.
Abrí el bolso que llevaba cargando con las pocas reliquias personales dónde un pequeño relicario se abría paso de plata, el rostro de mi madre se reflejaba en una imagen pintada conmigo en sus brazos, acaricié levemente éste empezando a contarle mi vida como si jamás se hubiese ido ni yo tampoco.
En uno de los traspasos del aire hizo que un polvorón se levantara del suelo entrándome en los ojos dejándome inmóvil, cuando logré tocarlo descubri que era demasiado fino para serlo pues tampoco era de tierra cualquiera, eran cenizas marchándose con el canto imperial, me levanté pues parecían dirigir un camino en específico; me mostré curiosa pues no era nada común aquello, se dibujaban ondas en forma recta sin perder forma, conforme me acercaba entonces de desmoronaban.
-Vaya curiosidad- murmuré cuando me percaté que hasta cierto punto casi no tocaba el suelo, suspiré algo sorprendida al ver un mausoleo tirado ya con residuos en pie, me acerqué intrigada alzando bien la cabeza para verificar si algún ocupante estaba allí, tal vez podia pasar la noche sin que me molestasen. Mi plan cambió rápidamente al ver unos pequeños destellos de luz saliendo de allí, no eran deslumbrantes, eran como pequeñas bolitas blancas saltando de un sitio a otro bailando entre sí, junto con el juego de sombras a la par; por un momento me quedé estupefacta mirando eso, sacudí la cabeza después de minutos caminando hacia allí.
-¿Hay alguien aquí?- pregunté con cautela sin obtener respuesta por supuesto, bajé los hombros algo desilusionada pues esperaba algo más interesante, me acomodé en una de las partes internas y descubrí unas escaleras que por supuesto no me atrevía bajar estando completamente a obscuras, me retiré de allí y entonces una sombra pasó a rapidez despertando ese sentimiento de vigilancia.
-Por un demonio, ¿Quién anda allí?, vamos que no os comeré o si tu pensáis comerme terminad de una vez- dije según yo atiborrada de valor quebrándoseme la voz al final de la oración, las lucecitas de nuevo comenzaron a saltar de un lado hacia otro ésta vez formando una silueta que comenzaba a reconocer.
-¿Madre?- pregunté toda atarantada, me llevé la mano a la cabeza, oficialmente me estaba volviendo loca...
Las huellas se plasmaban sobre el piso lodeado, buscaba algún indicio de alguna cripta algo reciente que me pudiese decir cuál había sido el desenlace de ese día, si es que era posible, ya no importaba realmente, estaba viva y necesitaba tomar conciencia sobre lo patético de mi existencia. Miré la fila número tres de lado izquierdo a derecho, el ángel que sobresalía era inconfundible. Sentí cómo se detenía mi corazón en un sólo golpe, respiré con dificultad pues entre un sitio tan grande había dado precisamente allí, sonreí de lado caminando a traspiés; sobre la inscripción se leía ya con dificultad "Tu hija Zaskya y tu esposo te aman", me hinqué mirando la lápida de mi madre sin derramar una sola lágrima. El cielo estaba bastante estrellado, esperaba que andaría algún vampiro u hombre lobo rondando por algún tipo de caza pero no me interesaba en el momento pues estaba concentrada en recordar a mi madre, su hermosura y la admiración que poseía ya que había aguantado muchos años a lado de un semihombre o un hombre muerto porque le amaba a morir, literalmente hablando.
Abrí el bolso que llevaba cargando con las pocas reliquias personales dónde un pequeño relicario se abría paso de plata, el rostro de mi madre se reflejaba en una imagen pintada conmigo en sus brazos, acaricié levemente éste empezando a contarle mi vida como si jamás se hubiese ido ni yo tampoco.
En uno de los traspasos del aire hizo que un polvorón se levantara del suelo entrándome en los ojos dejándome inmóvil, cuando logré tocarlo descubri que era demasiado fino para serlo pues tampoco era de tierra cualquiera, eran cenizas marchándose con el canto imperial, me levanté pues parecían dirigir un camino en específico; me mostré curiosa pues no era nada común aquello, se dibujaban ondas en forma recta sin perder forma, conforme me acercaba entonces de desmoronaban.
-Vaya curiosidad- murmuré cuando me percaté que hasta cierto punto casi no tocaba el suelo, suspiré algo sorprendida al ver un mausoleo tirado ya con residuos en pie, me acerqué intrigada alzando bien la cabeza para verificar si algún ocupante estaba allí, tal vez podia pasar la noche sin que me molestasen. Mi plan cambió rápidamente al ver unos pequeños destellos de luz saliendo de allí, no eran deslumbrantes, eran como pequeñas bolitas blancas saltando de un sitio a otro bailando entre sí, junto con el juego de sombras a la par; por un momento me quedé estupefacta mirando eso, sacudí la cabeza después de minutos caminando hacia allí.
-¿Hay alguien aquí?- pregunté con cautela sin obtener respuesta por supuesto, bajé los hombros algo desilusionada pues esperaba algo más interesante, me acomodé en una de las partes internas y descubrí unas escaleras que por supuesto no me atrevía bajar estando completamente a obscuras, me retiré de allí y entonces una sombra pasó a rapidez despertando ese sentimiento de vigilancia.
-Por un demonio, ¿Quién anda allí?, vamos que no os comeré o si tu pensáis comerme terminad de una vez- dije según yo atiborrada de valor quebrándoseme la voz al final de la oración, las lucecitas de nuevo comenzaron a saltar de un lado hacia otro ésta vez formando una silueta que comenzaba a reconocer.
-¿Madre?- pregunté toda atarantada, me llevé la mano a la cabeza, oficialmente me estaba volviendo loca...
Zaskya Cassabel- Humano Clase Alta
- Mensajes : 263
Fecha de inscripción : 22/02/2011
Re: Cuando se ve lo que se cree.. (Libre)
Sus ojos estaban fijos en el papel, estaba volviendo a trabajar en lo que más le apasionaba, los números… ¿Pero qué…? Un ser humano que le llama los números, si, a Dam le encanta mucho los números, las matemáticas, todo relacionado con cuentas, le apisona hacer eso, aunque a veces es estresante, porque no le salía algunos numero, pero después de eso, siempre, siempre da lo mejor en si, para que ese resultado sea excelente, su trabajo que tiene siempre le agradecen porque desde que el está ahí, es raro que falte dinero, Dam es muy paciente, resuelve cada cuenta como si fuera única, como si fuera especial, por eso siempre le sale, aunque pues tiene que hacerla como cinco o diez veces para que salga a él no importa si se queda toda la noche despierto o no duerme en días, solo él quiere cumplir con su trabajo y sobre todo algo que a él le gusta que se le olvida que es un humano y tiene que dormir.
Cerro el libro que estaba realizando las cuentas, había acabado, no había dormido en una semana por realizar ese trabajo que era para el Luna, apenas era Viernes, pero él no dejaba las cosas atrás, porque puede pasar muchas cosas en esos tres día que deben trascurrir. Era muy responsable con sus cosas Dam, siempre le gustaba que todo fuera correcto, que todo fuera a su tiempo y mucho mejor si terminaba a temprana hora, o día, asi tendrá los días libres y mañana mismo lo iba a entregar o hasta el Lunes, solo el sabrá cuando lo hará, el día y la hora correcta. Corrió hacia atrás su silla de madera, haciendo ruido rápidamente, se sostuvo en el borde de la mesa para poder levantarse, sentía todo su cuerpo pesado como si fuera un anciano ya, pero después de unos movimientos, estuvo como nuevo aquel cuerpo, se encamino hacia la ventana mirando que pronto iba a hacer de noche que pronto muchos seres saldría, atacarían. Suspiro hondo y lo dejo escapar, observando cómo su aliento chocaba contra el vidrio de la ventana y como se empañaba este-Hace mucho tiempo que no hago esto-Menciono el brujo, pasando su dedo índice por el vapor de su propio aliento y escribiendo su nombre, era corto, una letra, tres palabras y una vocal.
-Estás loco Dam, pero te diviertes ¿No?-El mismo se hablo, era un chico que no salía, que no socializaba con la gente, simplemente su rutina era, salía de su casa a temprana hora, ir a la oficina que trabajaba como contador, después se llegaba la hora de comer, iba a un puesto cercano y después regresaba volvía hacer cuenta, cuenta mas cuentas, cuando era la hora de su salida oficial, regresaba a su casa y se ponía a descansar, a pintar o hacer otras cosas, el rara vez salía de su casa para charlar con alguien o interactuar, no iba a fiestas tampoco…nada…se la pasaba en su casa como un viejo que su esposa murió, Dam nisquiera estaba casado, tampoco tenía pareja, era una persona aburrida.
-Dam, no seas un hombre aburrido, tienes veinticuatro años, necesitas tener amigos, amigas, ir a fiesta, vamos chico, tienes que ir-Se volvió hablar el mismo, no tenía a nadie en casa, estaba completamente solo, era pequeña su hogar, para qué tener alguien si el mismo podría hacerlo. Paso su mano por su cabello, desordenándolo más si eso fuera ya posible, el sol estaba ocultándose más y mas, metiéndose por las montañas, una idea se le metió en su cabeza-¿Por qué no ir a visitarlos? Hace mucho tiempo que no voy ni a verlos, esta noche, cuando el sol se oculte iré a verlos, hablar con ustedes aunque no me digan absolutamente nada solo con estar a su lado me siento más liberado-Se acomodo su ropa, era sencilla, un pantalón de negro, su camisa blanca, su chaleco y sus botas, solamente eso traía puesto, no le gustaba estar tan arreglando ¿Para qué? El era asi, nadie, pero nadie lo hará cambiar. Se peino con sus manos y empezó a caminar hacia la puerta de su habitación pero no sin antes guardar seguro aquella carpeta que de eso dependía su trabajo. Cuando termino de guardarlo, salió finalmente y camino por el pequeño pasillo.
Cuando llego a la pequeña sala, observo que estaba todo desordenado, armas…porque él estaba aprendiendo a manejar las armas, pero blancas, no de fuego. Los libros de hechicería, se acerco a uno de los libros y entre sus manos tomo uno-Este me servirá para practicar un poco esta noche-Con una mano lo tomo y la otra agarro su saco negro que estaba encima de uno de los sofás que tenía en la sala. Su nana estaba de viaje, había viajado porque una de sus hijas iba a dar a luz, tuvo que aceptar que se fuera por un mes...¡Un mes sin los gritos de su viejita hermosa!, sin ella se sentía solo, se sentía vacio, era como una madre para él, pero tenía que dejarla ir, la hija de ella la necesitaba. Exhalo un poco de aire y se encamino hacia la puerta, la abrió miro por última vez su casa y salió cerrando la puerta, mientras caminaba se ponía su chaqueta y se aferraba aquel libro que ahorita era como su propia vida. Miraba las calles desoladas, con poca gente y eso que era temprano, siguió su caminata, iba ir al cementerio a ver a sus padres, empezó a correr quería llegar ya!, necesitaba verlos, estar un rato con ellos, aunque fuera atreves de una fría y sucia lapida. En unos momento había llegado por fin al cementerio, miro la oscuridad que se presentaba, un poco de neblina, haciendo que el ambiente fuera como una película de terror, una sonrisa apareció en el rostro de Dam, eso le gustaba, le gustaba mucho hacer cosas nuevas…pero ¿solo? Bha! Eso no importaba ahorita, entro al interior del cementerio, yendo a buscar esas dos tumbas que tanto le dolía ver, pero necesitaba estar un rato con ellos. Por fin había encontrado las tumbas de sus padres, estaba atrás de unos árboles, el asi dispuso que las ubicaran, se sentó enfrente de ambas, observándola, estaba viejas, sucias y lo más feo, fría como un tempano de hielo, de seguro sus cuerpos ni polvo eran-Padre, madre-Susurro-Me hacen tanta falta, mi hermano ni sé donde se encuentra-Empezó hablar despacio, esperando que nadie lo escuchara. Ya tenía varias horas ahí, no le importaba el frio que se estaba haciendo presente-Padres, les enseñare un hechizo que aprendí-Se levanto como si de un niño se tratara. Abrió su el libro en ningún momento lo soltó, empezando a realizar el hechizo, en poco segundos se empezaron a mirar lucecitas, era redondas Dam estaba feliz por hacerlas, sin notar que alguien se encaminaba hacia él, pero no le importaba solo lo que estaba haciendo.
Juro que había escuchado una voz…era una voz femenina, de seguro era su imaginación y seguía haciendo eso, parecía un niño con un juguete nuevo-Miren-Susurro yendo a las lapidas y sentándose enfrente de ellas nuevamente, con las luces a su alrededor-Aprendí hacer eso después de su muerte-Ladea su rostro, una pequeña lagrima traicionera se le escapo de sus ojos, pero rápidamente Dam se la quito con el dorso de su mano-me hacen mucha falta-susurra nuevamente, suspirando un poco.
Volvió a escuchar esa misma voz, haciendo voltear, provenía del otro lado de los arboles, se levanto de un salto sin siquiera quitar el hechizo, aferrando el libro a su mano, si era un enemigo pelearía sin importar nada, sus pasos eran lentos, cautelosos por si algo pasara, sonrió un poco eso le gustaba, sentir un fuego en su cuerpo por el peligro que podría pasar cruzando esos árboles, no se iba a mostrar todavía, la sonrisa se alargo mas-Piensa lo que quieras-Pensó el brujo recargándose en el tronco del árbol, la luces eran más intensas, sonrió al escuchar la última palabra de ella, era una mujer, se notaba por su voz
Por fin Dam tuvo el valor de dar la cara, la luces que estaba a su alrededor hicieron luz para que ella viera su rostro-No, no tengo cara de mujer ni mucho menos puedo hacer tu madre-Dice tajante, frio, no era carácter de él, pero le gustaba ser un poco frio, pero no podría, una sonrisa sincera se poso en su rostro-Perdón por hablar asi, discúlpeme por asustarla, no era mi intención, que podría ser yo para que usted me perdonara por aquel susto que le hice pasar-Le dio una reverencia, mirándola de reojo observando las facciones de la mujer.
Cerro el libro que estaba realizando las cuentas, había acabado, no había dormido en una semana por realizar ese trabajo que era para el Luna, apenas era Viernes, pero él no dejaba las cosas atrás, porque puede pasar muchas cosas en esos tres día que deben trascurrir. Era muy responsable con sus cosas Dam, siempre le gustaba que todo fuera correcto, que todo fuera a su tiempo y mucho mejor si terminaba a temprana hora, o día, asi tendrá los días libres y mañana mismo lo iba a entregar o hasta el Lunes, solo el sabrá cuando lo hará, el día y la hora correcta. Corrió hacia atrás su silla de madera, haciendo ruido rápidamente, se sostuvo en el borde de la mesa para poder levantarse, sentía todo su cuerpo pesado como si fuera un anciano ya, pero después de unos movimientos, estuvo como nuevo aquel cuerpo, se encamino hacia la ventana mirando que pronto iba a hacer de noche que pronto muchos seres saldría, atacarían. Suspiro hondo y lo dejo escapar, observando cómo su aliento chocaba contra el vidrio de la ventana y como se empañaba este-Hace mucho tiempo que no hago esto-Menciono el brujo, pasando su dedo índice por el vapor de su propio aliento y escribiendo su nombre, era corto, una letra, tres palabras y una vocal.
-Estás loco Dam, pero te diviertes ¿No?-El mismo se hablo, era un chico que no salía, que no socializaba con la gente, simplemente su rutina era, salía de su casa a temprana hora, ir a la oficina que trabajaba como contador, después se llegaba la hora de comer, iba a un puesto cercano y después regresaba volvía hacer cuenta, cuenta mas cuentas, cuando era la hora de su salida oficial, regresaba a su casa y se ponía a descansar, a pintar o hacer otras cosas, el rara vez salía de su casa para charlar con alguien o interactuar, no iba a fiestas tampoco…nada…se la pasaba en su casa como un viejo que su esposa murió, Dam nisquiera estaba casado, tampoco tenía pareja, era una persona aburrida.
-Dam, no seas un hombre aburrido, tienes veinticuatro años, necesitas tener amigos, amigas, ir a fiesta, vamos chico, tienes que ir-Se volvió hablar el mismo, no tenía a nadie en casa, estaba completamente solo, era pequeña su hogar, para qué tener alguien si el mismo podría hacerlo. Paso su mano por su cabello, desordenándolo más si eso fuera ya posible, el sol estaba ocultándose más y mas, metiéndose por las montañas, una idea se le metió en su cabeza-¿Por qué no ir a visitarlos? Hace mucho tiempo que no voy ni a verlos, esta noche, cuando el sol se oculte iré a verlos, hablar con ustedes aunque no me digan absolutamente nada solo con estar a su lado me siento más liberado-Se acomodo su ropa, era sencilla, un pantalón de negro, su camisa blanca, su chaleco y sus botas, solamente eso traía puesto, no le gustaba estar tan arreglando ¿Para qué? El era asi, nadie, pero nadie lo hará cambiar. Se peino con sus manos y empezó a caminar hacia la puerta de su habitación pero no sin antes guardar seguro aquella carpeta que de eso dependía su trabajo. Cuando termino de guardarlo, salió finalmente y camino por el pequeño pasillo.
Cuando llego a la pequeña sala, observo que estaba todo desordenado, armas…porque él estaba aprendiendo a manejar las armas, pero blancas, no de fuego. Los libros de hechicería, se acerco a uno de los libros y entre sus manos tomo uno-Este me servirá para practicar un poco esta noche-Con una mano lo tomo y la otra agarro su saco negro que estaba encima de uno de los sofás que tenía en la sala. Su nana estaba de viaje, había viajado porque una de sus hijas iba a dar a luz, tuvo que aceptar que se fuera por un mes...¡Un mes sin los gritos de su viejita hermosa!, sin ella se sentía solo, se sentía vacio, era como una madre para él, pero tenía que dejarla ir, la hija de ella la necesitaba. Exhalo un poco de aire y se encamino hacia la puerta, la abrió miro por última vez su casa y salió cerrando la puerta, mientras caminaba se ponía su chaqueta y se aferraba aquel libro que ahorita era como su propia vida. Miraba las calles desoladas, con poca gente y eso que era temprano, siguió su caminata, iba ir al cementerio a ver a sus padres, empezó a correr quería llegar ya!, necesitaba verlos, estar un rato con ellos, aunque fuera atreves de una fría y sucia lapida. En unos momento había llegado por fin al cementerio, miro la oscuridad que se presentaba, un poco de neblina, haciendo que el ambiente fuera como una película de terror, una sonrisa apareció en el rostro de Dam, eso le gustaba, le gustaba mucho hacer cosas nuevas…pero ¿solo? Bha! Eso no importaba ahorita, entro al interior del cementerio, yendo a buscar esas dos tumbas que tanto le dolía ver, pero necesitaba estar un rato con ellos. Por fin había encontrado las tumbas de sus padres, estaba atrás de unos árboles, el asi dispuso que las ubicaran, se sentó enfrente de ambas, observándola, estaba viejas, sucias y lo más feo, fría como un tempano de hielo, de seguro sus cuerpos ni polvo eran-Padre, madre-Susurro-Me hacen tanta falta, mi hermano ni sé donde se encuentra-Empezó hablar despacio, esperando que nadie lo escuchara. Ya tenía varias horas ahí, no le importaba el frio que se estaba haciendo presente-Padres, les enseñare un hechizo que aprendí-Se levanto como si de un niño se tratara. Abrió su el libro en ningún momento lo soltó, empezando a realizar el hechizo, en poco segundos se empezaron a mirar lucecitas, era redondas Dam estaba feliz por hacerlas, sin notar que alguien se encaminaba hacia él, pero no le importaba solo lo que estaba haciendo.
Juro que había escuchado una voz…era una voz femenina, de seguro era su imaginación y seguía haciendo eso, parecía un niño con un juguete nuevo-Miren-Susurro yendo a las lapidas y sentándose enfrente de ellas nuevamente, con las luces a su alrededor-Aprendí hacer eso después de su muerte-Ladea su rostro, una pequeña lagrima traicionera se le escapo de sus ojos, pero rápidamente Dam se la quito con el dorso de su mano-me hacen mucha falta-susurra nuevamente, suspirando un poco.
Volvió a escuchar esa misma voz, haciendo voltear, provenía del otro lado de los arboles, se levanto de un salto sin siquiera quitar el hechizo, aferrando el libro a su mano, si era un enemigo pelearía sin importar nada, sus pasos eran lentos, cautelosos por si algo pasara, sonrió un poco eso le gustaba, sentir un fuego en su cuerpo por el peligro que podría pasar cruzando esos árboles, no se iba a mostrar todavía, la sonrisa se alargo mas-Piensa lo que quieras-Pensó el brujo recargándose en el tronco del árbol, la luces eran más intensas, sonrió al escuchar la última palabra de ella, era una mujer, se notaba por su voz
Por fin Dam tuvo el valor de dar la cara, la luces que estaba a su alrededor hicieron luz para que ella viera su rostro-No, no tengo cara de mujer ni mucho menos puedo hacer tu madre-Dice tajante, frio, no era carácter de él, pero le gustaba ser un poco frio, pero no podría, una sonrisa sincera se poso en su rostro-Perdón por hablar asi, discúlpeme por asustarla, no era mi intención, que podría ser yo para que usted me perdonara por aquel susto que le hice pasar-Le dio una reverencia, mirándola de reojo observando las facciones de la mujer.
Dam Bathurst- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 90
Fecha de inscripción : 27/11/2011
Localización : Por las frias calle
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
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Re: Cuando se ve lo que se cree.. (Libre)
Los pequeños rayitos iban haciendo figura humana, por un momento pensé que mi madre mágicamente se había hecho presente tal vez para consolarme o decirme algo, sin embargo mis ilusiones se vieron bastante opacadas cuando la voz masculina cotejó fríamente diciendo que no podría ser ella; tenía toda la razón estaba muy lejos de parecerse en algún punto a ese ser tan maravilloso que me había traído al mundo, sobre todo, con esa contestación después de que casi me provocaba un infarto, pensándome loca junto con alucinaciones en el panteón. A lo que siguieron unas palabras de disculpa bastante sinceras, sonreí de lado al respecto alzando el rostro para poder mirar al caballero ¿De dónde venían esas lucecitas, ¿Qué eran?, ¿Qué estaba sucediendo?, ¿Qué podían hacer?, seguía preguntándome dándole mil vueltas al asunto, pero lo más sorprendente es que él era quien parecía el guiador de éstas, las movía y hacía como quería, un espectáculo realmente bonito.
-Tenéis razón sin duda, no poseéis ni una característica de ser una chica, ya sabe, lo que el dolor puede hacernos imaginar- sentencié con un aroma de tristeza sobre mi voz, bajando la mirada ante la tierra soplando una pequeña lágrima recorriendo sobre mis labios -No os procupéis monsieur, sí me habéis espantado y casi provocado una muerte súbita pero nada del otro mundo- sonreí de oreja a oreja ante tal comentario, -Quizá sería mejor si muriéseis- soltó rápidamente la vocecilla interior fieramente, torcí los labios hacia un lado desdibujando esa expresión alegre, a estas alturas comenzaba a pensar que podía tener razón, al fin, me evitaría algunos problemas tanto familiares como existenciales.
Miré un poco más al joven, su cabello despeinado, su atuendo tan formal pero lo que más me llamó la atención fue mirarlo directamente constatando sus ojos teñidos de un color rojíceo como si llorar sólo fuera para mujeres, todos teníamos derecho por reclamar dolor por aquellos muertos, seguía calándome hasta la médula no tener a mi madre a lado mío, seguía buscándola en sitios sabiendo que no estaría, sólo hacerme a la idea de ella conmigo me daba la mayoría de veces la fuerza necesaria para seguir adelante, ésta idea provocó que recuerdos anidaran en mi cabeza como sin fín, provocando por supuesto que la nostalgia arrebasara con la poca dignidad que me quedaba en ese momento, empecé a llorar como niña chiquita buscando en mis harapos un pañuelo decente para limpiar mi rostro hecho un desastre.
-Disculpadme por favor por todo esto- sentencié a media voz ya pudiendo recuperar el aliento un poco más, miré mi aspecto sintiéndome lo peor, ¿Cómo era posible que tuviese trato con un caballero pareciendo indigente?, eso era hasta el momento, subí los ojos hasta poder concentrarlos con los de él enrojecidos e hinchados de mis llantos.
-Por cierto, mi nombre es Zaskya- murmuré en voz entrecortada haciendo una leve reverencia hacia el caballero, sus modales eran bastante cálidos y refinados, parecía alguien de sociedad que comparado conmigo lucía mucho mejor.
-¿A quién habéis venido a visitar ésta noche?, ¿También consideráis la noche una excelente amiga para venir aquí?- le pregunté comprendiendo quizá el significado de estar allí, dónde no había personas molestias ni tránsito de gente visitando las tumbas, ahora, la noche se despertaba entre la luna, las estrellas juntándose despertándose un ambiente súbito de paz, prestándose para ir a hablar con aquello seres que extrañábamos tanto, platicar aventuras, recordar cosas para al menos que la soledad no pesara tanto. En mi caso, ésta a veces solía pesarme demás, me carcomía no tener con quién compartir mis cosas, platicar de mis días, preocuparme por volver a ser la que había sido, porque ahora mis risas, mis pláticas se habían vuelto un tanto distantes y frías.
Teniendo con quién compartir esos instantes mi vida sería diferente, estaba segura, podía ser aprovechado con alguien, a cambio había huído por evitar una muerte preguntándome si alguno de ellos seguía con vida, si era así, ya no estaba dispuesta a buscarlos, ya no estaba dispuesta a regresar al pasado, comenzaba mi presente por eso también había regresado a París, para recuperar una parte de mi vida...o al menos intentarlo.
-Tenéis razón sin duda, no poseéis ni una característica de ser una chica, ya sabe, lo que el dolor puede hacernos imaginar- sentencié con un aroma de tristeza sobre mi voz, bajando la mirada ante la tierra soplando una pequeña lágrima recorriendo sobre mis labios -No os procupéis monsieur, sí me habéis espantado y casi provocado una muerte súbita pero nada del otro mundo- sonreí de oreja a oreja ante tal comentario, -Quizá sería mejor si muriéseis- soltó rápidamente la vocecilla interior fieramente, torcí los labios hacia un lado desdibujando esa expresión alegre, a estas alturas comenzaba a pensar que podía tener razón, al fin, me evitaría algunos problemas tanto familiares como existenciales.
Miré un poco más al joven, su cabello despeinado, su atuendo tan formal pero lo que más me llamó la atención fue mirarlo directamente constatando sus ojos teñidos de un color rojíceo como si llorar sólo fuera para mujeres, todos teníamos derecho por reclamar dolor por aquellos muertos, seguía calándome hasta la médula no tener a mi madre a lado mío, seguía buscándola en sitios sabiendo que no estaría, sólo hacerme a la idea de ella conmigo me daba la mayoría de veces la fuerza necesaria para seguir adelante, ésta idea provocó que recuerdos anidaran en mi cabeza como sin fín, provocando por supuesto que la nostalgia arrebasara con la poca dignidad que me quedaba en ese momento, empecé a llorar como niña chiquita buscando en mis harapos un pañuelo decente para limpiar mi rostro hecho un desastre.
-Disculpadme por favor por todo esto- sentencié a media voz ya pudiendo recuperar el aliento un poco más, miré mi aspecto sintiéndome lo peor, ¿Cómo era posible que tuviese trato con un caballero pareciendo indigente?, eso era hasta el momento, subí los ojos hasta poder concentrarlos con los de él enrojecidos e hinchados de mis llantos.
-Por cierto, mi nombre es Zaskya- murmuré en voz entrecortada haciendo una leve reverencia hacia el caballero, sus modales eran bastante cálidos y refinados, parecía alguien de sociedad que comparado conmigo lucía mucho mejor.
-¿A quién habéis venido a visitar ésta noche?, ¿También consideráis la noche una excelente amiga para venir aquí?- le pregunté comprendiendo quizá el significado de estar allí, dónde no había personas molestias ni tránsito de gente visitando las tumbas, ahora, la noche se despertaba entre la luna, las estrellas juntándose despertándose un ambiente súbito de paz, prestándose para ir a hablar con aquello seres que extrañábamos tanto, platicar aventuras, recordar cosas para al menos que la soledad no pesara tanto. En mi caso, ésta a veces solía pesarme demás, me carcomía no tener con quién compartir mis cosas, platicar de mis días, preocuparme por volver a ser la que había sido, porque ahora mis risas, mis pláticas se habían vuelto un tanto distantes y frías.
Teniendo con quién compartir esos instantes mi vida sería diferente, estaba segura, podía ser aprovechado con alguien, a cambio había huído por evitar una muerte preguntándome si alguno de ellos seguía con vida, si era así, ya no estaba dispuesta a buscarlos, ya no estaba dispuesta a regresar al pasado, comenzaba mi presente por eso también había regresado a París, para recuperar una parte de mi vida...o al menos intentarlo.
Zaskya Cassabel- Humano Clase Alta
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