AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Deshechos del querer [Jerarld]
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Deshechos del querer [Jerarld]
Treinta y cuatro días, ocho horas, dieciocho minutos, cincuenta y cuatro segundos. Y al fin… su aroma volvió a mis pulmones para recordarme cuán viva estaba pese a la inmortalidad que acarreaba a mi espalda.
Y me alcé de aquella butaca en la que había transcurrido todo ese tiempo desde la última vez que le vi tras aquella fuerte discusión. Aquél sillón se había convertido en mi particular sarcófago en el que me dejé marchitar minuto a minuto envuelta todavía en el desgarrado camisón de seda con el que aquella noche salí entre la tormenta en busca de mi hija y tropecé con la dolorosa verdad de saber que el hombre al que amaba, mi vida le traía sin cuidado. Y aun ahora, con el corazón en carne viva, sequé las lágrimas que emanaban todavía de mis ojos vacíos sin su luz, pues no deseaba mostrar esa fragilidad ante él. Y recordé, mientras arrastraba los pies camino a la puerta de casa, aquél lema que siempre defendí y que ahora me pellizcaba por desobedecerle en cuanto conocí a Jerarld: “El amor da a los demás el poder para destruirte”. Y cuánta razón… ¿Cómo había podido permitir que se burlase de aquél modo de mí? ¿Por qué, después de todo lo vivido? La alianza me pesaba en la mano como si llevara encima una tonelada de piedras. Y no es que fuera realmente ficticio, puesto que tras su marcha, me había jurado y perjurado que jamás volvería a entregar ni un resquicio de mi alma a ningún ser que se me acercara. Nadie nunca sería merecedor de semejante tesoro. Nadie ya merecía ni un simple roce de mis labios o una caricia de mi piel. Ya no. Ahora mi alma era tan pétrea como mi corazón.
La puerta cedió tras quejarse sonoramente y fuera, la figura casi fantasmagórica del que todavía era mi marido, me aguardaba dándome la espalda. Tragué saliva y contuve el aliento para intentar controlar así, las emociones que se revolucionaban en mi interior. Antes de dar el primer paso hacia él, me percaté de que había venido solo. ¿Por qué no traer a los niños? Quizás era mejor así, al fin y al cabo, ellos habían sido el motivo de nuestro distanciamiento. ¿O había sido una simple excusa? ¿Y si simplemente… ya no me amaba? Aquella idea me hizo soltar un jadeo que, gracias a la incesante tormenta que descargaba fuera, apenas fue audible. Jerarld parecía firme en su postura de darme la espalda, escondido bajo una extensa capa negra y su sombrero de copa. Cerré los ojos un momento y aspiré el aroma de la noche con la esperanza de que el olor a tierra húmeda despertara los sentidos anestesiados tras comprobar que se trataba de él, pero… ¿quién me iba a decir que con ese gesto inocente, hallaría la esencia de otra mujer? Instintivamente, retrocedí un paso y una de mis manos se agarró al marco de la puerta, escrutando mis ojos desencajados aquella figura negra tan lejos y a la vez tan cerca de mí. Así que se trataba de eso… de otra.
- Hace mucho viento aquí afuera, por lo que voy a usarlo para hacerte llegar todo aquello que dejaste a mi vera porque no es su sitio y ya no lo quiero guardar.
Sí, mi voz me había traicionado y ahora resonaba en el jardín ya sin razonamiento que controlara siquiera el tono de voz que quisiera usar. Ya no me importaba si me veía flaquear, caer incluso arrodillada frente a él. Otra...
- Llévate tus palabras de ensueño, tus bañeras de sal, tus perfumes de enero. Llévate tu alianza de amar.- prosiguió aquella Eyra lastimada hasta agonizar, despegándome ya de la puerta para intentar arrancar aquél anillo con el que había jurado amor eterno a Jerarld, lanzándolo al césped que cubría el jardín en el que ambos nos hallábamos, ya empapados bajo la tormenta.- Llevo mucho tiempo pensando que no pudo ser más de lo que fue, Jerarld, y saben bien los vientos que soplan que lo hago por no saber cómo pedirte…- balbuceé, sintiendo cómo mis lágrimas se mezclaban ya con la lluvia y mi alma se desquebrajaba a cada palabra que pronunciaba y él callaba.- Déjame tus abrazos desnudos, préstame tus te quiero al dormir…
Y él se giró, quizás alertado por mi voz desgarrada, probablemente porque se sentía incómodo bajo la tempestad, supuestamente porque le suscité algo con mis palabras. De cualquier forma, Jerarld se giró y me miró con un semblante que no pude identificar, viendo en sus ojos… en aquellos ojos… que mi reflejo ya no centelleaba en su mirada.
- Déjame tus inicios sinceros, tus maneras de amar, tus rencores sin dueño… déjame que te pueda decir que por momentos te echo de menos, que sin tus besos no sé vivir, que cuento los días en que no hablamos… Permíteme que te pida que si tus besos rondan mi cama aunque sea en sueños, no te olvides de mí.- supliqué, cayendo de rodillas para apoyar luego las manos y repartir así el peso de mi cuerpo y aquella carga que me asfixiaba el pecho y no me dejaba respirar mientras el llanto emanaba de mí con la facilidad de un niño, sin tener siquiera la cortesía de resistirse por el simple hecho de la tardanza, pues en siete siglos… nunca antes había llorado.
Y me alcé de aquella butaca en la que había transcurrido todo ese tiempo desde la última vez que le vi tras aquella fuerte discusión. Aquél sillón se había convertido en mi particular sarcófago en el que me dejé marchitar minuto a minuto envuelta todavía en el desgarrado camisón de seda con el que aquella noche salí entre la tormenta en busca de mi hija y tropecé con la dolorosa verdad de saber que el hombre al que amaba, mi vida le traía sin cuidado. Y aun ahora, con el corazón en carne viva, sequé las lágrimas que emanaban todavía de mis ojos vacíos sin su luz, pues no deseaba mostrar esa fragilidad ante él. Y recordé, mientras arrastraba los pies camino a la puerta de casa, aquél lema que siempre defendí y que ahora me pellizcaba por desobedecerle en cuanto conocí a Jerarld: “El amor da a los demás el poder para destruirte”. Y cuánta razón… ¿Cómo había podido permitir que se burlase de aquél modo de mí? ¿Por qué, después de todo lo vivido? La alianza me pesaba en la mano como si llevara encima una tonelada de piedras. Y no es que fuera realmente ficticio, puesto que tras su marcha, me había jurado y perjurado que jamás volvería a entregar ni un resquicio de mi alma a ningún ser que se me acercara. Nadie nunca sería merecedor de semejante tesoro. Nadie ya merecía ni un simple roce de mis labios o una caricia de mi piel. Ya no. Ahora mi alma era tan pétrea como mi corazón.
La puerta cedió tras quejarse sonoramente y fuera, la figura casi fantasmagórica del que todavía era mi marido, me aguardaba dándome la espalda. Tragué saliva y contuve el aliento para intentar controlar así, las emociones que se revolucionaban en mi interior. Antes de dar el primer paso hacia él, me percaté de que había venido solo. ¿Por qué no traer a los niños? Quizás era mejor así, al fin y al cabo, ellos habían sido el motivo de nuestro distanciamiento. ¿O había sido una simple excusa? ¿Y si simplemente… ya no me amaba? Aquella idea me hizo soltar un jadeo que, gracias a la incesante tormenta que descargaba fuera, apenas fue audible. Jerarld parecía firme en su postura de darme la espalda, escondido bajo una extensa capa negra y su sombrero de copa. Cerré los ojos un momento y aspiré el aroma de la noche con la esperanza de que el olor a tierra húmeda despertara los sentidos anestesiados tras comprobar que se trataba de él, pero… ¿quién me iba a decir que con ese gesto inocente, hallaría la esencia de otra mujer? Instintivamente, retrocedí un paso y una de mis manos se agarró al marco de la puerta, escrutando mis ojos desencajados aquella figura negra tan lejos y a la vez tan cerca de mí. Así que se trataba de eso… de otra.
- Hace mucho viento aquí afuera, por lo que voy a usarlo para hacerte llegar todo aquello que dejaste a mi vera porque no es su sitio y ya no lo quiero guardar.
Sí, mi voz me había traicionado y ahora resonaba en el jardín ya sin razonamiento que controlara siquiera el tono de voz que quisiera usar. Ya no me importaba si me veía flaquear, caer incluso arrodillada frente a él. Otra...
- Llévate tus palabras de ensueño, tus bañeras de sal, tus perfumes de enero. Llévate tu alianza de amar.- prosiguió aquella Eyra lastimada hasta agonizar, despegándome ya de la puerta para intentar arrancar aquél anillo con el que había jurado amor eterno a Jerarld, lanzándolo al césped que cubría el jardín en el que ambos nos hallábamos, ya empapados bajo la tormenta.- Llevo mucho tiempo pensando que no pudo ser más de lo que fue, Jerarld, y saben bien los vientos que soplan que lo hago por no saber cómo pedirte…- balbuceé, sintiendo cómo mis lágrimas se mezclaban ya con la lluvia y mi alma se desquebrajaba a cada palabra que pronunciaba y él callaba.- Déjame tus abrazos desnudos, préstame tus te quiero al dormir…
Y él se giró, quizás alertado por mi voz desgarrada, probablemente porque se sentía incómodo bajo la tempestad, supuestamente porque le suscité algo con mis palabras. De cualquier forma, Jerarld se giró y me miró con un semblante que no pude identificar, viendo en sus ojos… en aquellos ojos… que mi reflejo ya no centelleaba en su mirada.
- Déjame tus inicios sinceros, tus maneras de amar, tus rencores sin dueño… déjame que te pueda decir que por momentos te echo de menos, que sin tus besos no sé vivir, que cuento los días en que no hablamos… Permíteme que te pida que si tus besos rondan mi cama aunque sea en sueños, no te olvides de mí.- supliqué, cayendo de rodillas para apoyar luego las manos y repartir así el peso de mi cuerpo y aquella carga que me asfixiaba el pecho y no me dejaba respirar mientras el llanto emanaba de mí con la facilidad de un niño, sin tener siquiera la cortesía de resistirse por el simple hecho de la tardanza, pues en siete siglos… nunca antes había llorado.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Dicen que nada es totalmente blanco o totalmente negro…Pero aquella noche, yo no podía ver nada con claridad…Pues aquella noche, todo era negro para mí.
El silencio parecía guiar mis pasos. La lluvia indicaba el camino, y la oscuridad me conducía a través de su jardín…
Mientras caminaba hacia la mansión de Eyra, la lluvia caía incesante sobre la noche de Paris. Aunque ni siquiera era consciente de ello. Había tantas cosas dando vueltas en mi cabeza que apenas me di cuenta de cómo mis pasos me condujeron hacia su puerta, puesto que ni siquiera miraba el camino por donde iba, solo me dejaba conducir por el rastro de su aroma.
Pare frente a la puerta, como había hecho hacia tantos años atrás. Cuando había venido por primera vez a su casa, con la duda y la incertidumbre de llamar a o no a su portal, como si fuese un jovencito asustadizo en busca de su amada...
Aquel pensamiento me robo una débil sonrisa, pues nunca habría imaginado que aquella mujer se convertiría en mi esposa, ni mucho menos que me daría la familia y todos aquellos momentos de felicidad con su sola presencia… Fue entonces cuando me gire para contemplar el camino por donde había venido, y cuando sentí que ella abría la puerta de su residencia.
De espaldas hacia ella saque mi reloj de bolsillo y lo contemple un momento, intentando mantener la cabeza fría, pues tenía que hablar con ella de muchas cosas… habían sido pocos días…Treinta y cuatro días, ocho horas, y ahora mismo veinte minutos y diez segundos precisamente desde nuestra última charla… Y en todos aquellos días me había enterado de muchas cosas. Cosas que ahora alteraban totalmente el eje de mi vida.
Pero entonces, sin que yo lo imaginase jamás, el sonido de su voz llego hasta mi de una forma que no esperaba en lo mas mínimo. Sentí que mi respiración paraba completamente y que se me tensaban cada uno de mis músculos, pues de todo lo que esperaba oír aquella noche, jamás pensé su voz me angustiase tanto por aquellas notas de dolor y de angustia que desprendían cada una de sus palabras.
Aquellas palabras sonaban desgarradoras, acusadoras…Pero también desesperadas, desarmándome completamente. Pues jamás espere que ella me dijera algo así…Eyra no lloraba, Eyra no era frágil, ni nunca mostraba ninguna cosa que pudiese hacerle parecer débil. Quizás por eso me gire confuso, alarmado y preocupado...Fue entonces cuando vi que la lluvia se llevaba un llanto ahogado que yo nunca había visto en ella, pues en todos aquellos años ella jamás se había mostrado tan desgarrada y tan dolida delante de mi.
Contemple como sus manos se ensuciaban por el barro del suelo, mientras sus cabellos empapados tapaban un rostro que lleno de dolor derramaba lagrimas que se mesclaban con la lluvia. Aquella imagen me conmociono profundamente. Y yo camine hacia ella poniéndome de cuclillas delante suyo.
-Eyra…oh Eyra no…no…Allí frente a ella, sentí incertidumbre incluso a tocarle…Pues a mi mente venían todos aquellos recuerdos, todas las cosas que nos habían distanciado. No solo se trataba de haber elegido a mis hijos, sino que también me sentía herido...Enrabiado y dolido por sus “hábitos”…Hábitos como Súcubus… ella siempre pensó que yo no lo sospechaba…¿Pero como no lo iba a saber?...Podía ver cada recuerdo de su mente…Sintiendo como cada una de aquellas imágenes se clavaban como si fuesen espinas en mi corazón. Y aun así, aun a pesar de aquellas cosas…Me hallaba delante de ella incapaz de soportar verle así. Quizás yo era un completo idiota…Pero no podía dejar de lado todo lo que aquella mujer significaba para mí.
Eleve el rostro al cielo y deje que la lluvia empapase mi rostro, mientras buscaba en la oscuridad de la noche algo que me ayudase a aclarar mi mente. Pero parecía que mientras más miraba el cielo oscuro, mas perdido me hallaba entre mi mismo tormento.
Me quite el sombrero dejándolo a un lado sobre la misma hierba. En el suelo a pocos pasos míos el anillo de Isis descansaba brillando en el humedecido césped, su brillo siempre le había hecho parecer un objeto vivo, pero ahora mismo quizás mis ojos me engañaban, pues parecía que incluso su tonalidad era algo diferente. Lo tome entre mis dedos y entonces volví a mirar a Eyra. Acerque mis dedos a su mentón y subí su rostro con extrema sutileza, pues una parte de mi incluso temía tocarle, sin saber como podría ser su reacción. Fue entonces cuando encontré sus ojos y me vi reflejados en aquel semblante…
No sé cuánto tiempo paso sin que ninguno de los dos dijese nada. Pero finalmente cuando el primer rayo quebró la noche desperté de aquella ensoñación, y tome de sus brazos para levantarle y conducirle junto a mí dentro de aquella misma casa, que como una oyente silenciosa nos esperaba para darnos refugio.
El interior de la residencia se mantenía a oscuras, pero los rayos lo iluminaban todo en fracciones de segundo.
Camine hacia una de las ventanas y aparte con cuidado las gruesas cortinas rojas.
-Oh Eyra…Han pasado tantas cosas…He descubierto tanto en tan poco tiempo…negué con la cabeza y desvié la mirada hacia un lado. Yo…Ni siquiera sé como comenzar…De mis labios escapo una sonrisa triste, y entonces le mire, pues ella parecía tan angustiada y confusa como yo…Ni siquiera sabía si venir esta noche o no…Pues temía interrumpirte o encontrarte acompañada…Se que tienes hábitos…que siempre has llevado a mis espaldas. Comente con serenidad, aunque pronunciar aquellas palabras fuese como clavarme un puñal a mí mismo. Sin embargo le hable sin echárselo en cara, en mi voz no había reproche, ni tampoco acusación. Simplemente quería que supiese que yo…Siempre lo había sabido.
Mire por la ventana una vez más, cruzándome de brazos y apretando en una de mis manos aquel anillo…El anillo que ella me había lanzado y ahora estaba atrapado entre mis dedos, un objeto tan frágil y que significaba tanto para los dos…
El susurro del viento agito el ramaje seco de los arboles, y la lluvia nos acompaño como telón de fondo en una noche oscura. Una noche que sin que lo sospechásemos...Traería consigo mas de una verdad.
El silencio parecía guiar mis pasos. La lluvia indicaba el camino, y la oscuridad me conducía a través de su jardín…
Mientras caminaba hacia la mansión de Eyra, la lluvia caía incesante sobre la noche de Paris. Aunque ni siquiera era consciente de ello. Había tantas cosas dando vueltas en mi cabeza que apenas me di cuenta de cómo mis pasos me condujeron hacia su puerta, puesto que ni siquiera miraba el camino por donde iba, solo me dejaba conducir por el rastro de su aroma.
Pare frente a la puerta, como había hecho hacia tantos años atrás. Cuando había venido por primera vez a su casa, con la duda y la incertidumbre de llamar a o no a su portal, como si fuese un jovencito asustadizo en busca de su amada...
Aquel pensamiento me robo una débil sonrisa, pues nunca habría imaginado que aquella mujer se convertiría en mi esposa, ni mucho menos que me daría la familia y todos aquellos momentos de felicidad con su sola presencia… Fue entonces cuando me gire para contemplar el camino por donde había venido, y cuando sentí que ella abría la puerta de su residencia.
De espaldas hacia ella saque mi reloj de bolsillo y lo contemple un momento, intentando mantener la cabeza fría, pues tenía que hablar con ella de muchas cosas… habían sido pocos días…Treinta y cuatro días, ocho horas, y ahora mismo veinte minutos y diez segundos precisamente desde nuestra última charla… Y en todos aquellos días me había enterado de muchas cosas. Cosas que ahora alteraban totalmente el eje de mi vida.
Pero entonces, sin que yo lo imaginase jamás, el sonido de su voz llego hasta mi de una forma que no esperaba en lo mas mínimo. Sentí que mi respiración paraba completamente y que se me tensaban cada uno de mis músculos, pues de todo lo que esperaba oír aquella noche, jamás pensé su voz me angustiase tanto por aquellas notas de dolor y de angustia que desprendían cada una de sus palabras.
Aquellas palabras sonaban desgarradoras, acusadoras…Pero también desesperadas, desarmándome completamente. Pues jamás espere que ella me dijera algo así…Eyra no lloraba, Eyra no era frágil, ni nunca mostraba ninguna cosa que pudiese hacerle parecer débil. Quizás por eso me gire confuso, alarmado y preocupado...Fue entonces cuando vi que la lluvia se llevaba un llanto ahogado que yo nunca había visto en ella, pues en todos aquellos años ella jamás se había mostrado tan desgarrada y tan dolida delante de mi.
Contemple como sus manos se ensuciaban por el barro del suelo, mientras sus cabellos empapados tapaban un rostro que lleno de dolor derramaba lagrimas que se mesclaban con la lluvia. Aquella imagen me conmociono profundamente. Y yo camine hacia ella poniéndome de cuclillas delante suyo.
-Eyra…oh Eyra no…no…Allí frente a ella, sentí incertidumbre incluso a tocarle…Pues a mi mente venían todos aquellos recuerdos, todas las cosas que nos habían distanciado. No solo se trataba de haber elegido a mis hijos, sino que también me sentía herido...Enrabiado y dolido por sus “hábitos”…Hábitos como Súcubus… ella siempre pensó que yo no lo sospechaba…¿Pero como no lo iba a saber?...Podía ver cada recuerdo de su mente…Sintiendo como cada una de aquellas imágenes se clavaban como si fuesen espinas en mi corazón. Y aun así, aun a pesar de aquellas cosas…Me hallaba delante de ella incapaz de soportar verle así. Quizás yo era un completo idiota…Pero no podía dejar de lado todo lo que aquella mujer significaba para mí.
Eleve el rostro al cielo y deje que la lluvia empapase mi rostro, mientras buscaba en la oscuridad de la noche algo que me ayudase a aclarar mi mente. Pero parecía que mientras más miraba el cielo oscuro, mas perdido me hallaba entre mi mismo tormento.
Me quite el sombrero dejándolo a un lado sobre la misma hierba. En el suelo a pocos pasos míos el anillo de Isis descansaba brillando en el humedecido césped, su brillo siempre le había hecho parecer un objeto vivo, pero ahora mismo quizás mis ojos me engañaban, pues parecía que incluso su tonalidad era algo diferente. Lo tome entre mis dedos y entonces volví a mirar a Eyra. Acerque mis dedos a su mentón y subí su rostro con extrema sutileza, pues una parte de mi incluso temía tocarle, sin saber como podría ser su reacción. Fue entonces cuando encontré sus ojos y me vi reflejados en aquel semblante…
No sé cuánto tiempo paso sin que ninguno de los dos dijese nada. Pero finalmente cuando el primer rayo quebró la noche desperté de aquella ensoñación, y tome de sus brazos para levantarle y conducirle junto a mí dentro de aquella misma casa, que como una oyente silenciosa nos esperaba para darnos refugio.
El interior de la residencia se mantenía a oscuras, pero los rayos lo iluminaban todo en fracciones de segundo.
Camine hacia una de las ventanas y aparte con cuidado las gruesas cortinas rojas.
-Oh Eyra…Han pasado tantas cosas…He descubierto tanto en tan poco tiempo…negué con la cabeza y desvié la mirada hacia un lado. Yo…Ni siquiera sé como comenzar…De mis labios escapo una sonrisa triste, y entonces le mire, pues ella parecía tan angustiada y confusa como yo…Ni siquiera sabía si venir esta noche o no…Pues temía interrumpirte o encontrarte acompañada…Se que tienes hábitos…que siempre has llevado a mis espaldas. Comente con serenidad, aunque pronunciar aquellas palabras fuese como clavarme un puñal a mí mismo. Sin embargo le hable sin echárselo en cara, en mi voz no había reproche, ni tampoco acusación. Simplemente quería que supiese que yo…Siempre lo había sabido.
Mire por la ventana una vez más, cruzándome de brazos y apretando en una de mis manos aquel anillo…El anillo que ella me había lanzado y ahora estaba atrapado entre mis dedos, un objeto tan frágil y que significaba tanto para los dos…
El susurro del viento agito el ramaje seco de los arboles, y la lluvia nos acompaño como telón de fondo en una noche oscura. Una noche que sin que lo sospechásemos...Traería consigo mas de una verdad.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
La ropa húmeda se apegaba a mi piel casi como si quisiera oprimir mi cuerpo para empequeñecerlo lo suficiente para que un suspiro bastase para su completo desmoronamiento. En realidad, no necesitaba dicho suspiro, pues mi corazón se había desprendido de mi pecho y mi alma, hecha añicos, se clavaba en mis entrañas hasta hacerme agonizar.
Tomé asiento retirando una de las sillas de la cocina que nunca usaba, sintiéndome cansada tras largos siglos en auge físico. Eché mi cabeza hacia atrás, buscando con ese movimiento, que mis cabellos se alejaran de mi rostro entumecido todavía por las lágrimas que aun emanaban de mis tristes ojos. Unos ojos que se centraron en la figura de mi marido, atento a lo que sucediera tras la ventana del salón, hablándome sin tan siquiera mirarme, sin alzar la vos ni inmutarse tras haberme visto humillada a sus pies. ¿Se avergonzaría de mí? ¿Se preguntaría qué había sucedido con su idolatrada esposa? ¿A caso no esperaba aquella reacción por mi parte tras descubrir que sólo le había bastado un mes… para rencontrar el amor en brazos ajenos? Meneé la cabeza, tozuda ante la idea de que él me pertenecía, así como su corazón polvoriento. Él no podía amar a nadie más que a mí… No podría permitir que… ¿o si?
- Nunca te mentí.- concluí ante sus palabras, un comienzo de conversación que me sorprendió, pues no esperaba que el asunto de mis hábitos y rituales ante mis presas, supusiera un problema real para Jerarld.- Sabías quién era yo cuando prometiste amarme por siempre. Sólo te has engañado a ti mismo.
Las palabras, ya sin llanto, salían fluidas por entre mis labios, escapándoseme un suspiro mientras mis manos tomaban una caja de cerillas y prendían fuego a una vela que deposité en el centro de la mesa frente a la que permanecía en penumbra. Algo me decía que aquella noche... sería muy larga.
Tomé asiento retirando una de las sillas de la cocina que nunca usaba, sintiéndome cansada tras largos siglos en auge físico. Eché mi cabeza hacia atrás, buscando con ese movimiento, que mis cabellos se alejaran de mi rostro entumecido todavía por las lágrimas que aun emanaban de mis tristes ojos. Unos ojos que se centraron en la figura de mi marido, atento a lo que sucediera tras la ventana del salón, hablándome sin tan siquiera mirarme, sin alzar la vos ni inmutarse tras haberme visto humillada a sus pies. ¿Se avergonzaría de mí? ¿Se preguntaría qué había sucedido con su idolatrada esposa? ¿A caso no esperaba aquella reacción por mi parte tras descubrir que sólo le había bastado un mes… para rencontrar el amor en brazos ajenos? Meneé la cabeza, tozuda ante la idea de que él me pertenecía, así como su corazón polvoriento. Él no podía amar a nadie más que a mí… No podría permitir que… ¿o si?
- Nunca te mentí.- concluí ante sus palabras, un comienzo de conversación que me sorprendió, pues no esperaba que el asunto de mis hábitos y rituales ante mis presas, supusiera un problema real para Jerarld.- Sabías quién era yo cuando prometiste amarme por siempre. Sólo te has engañado a ti mismo.
Las palabras, ya sin llanto, salían fluidas por entre mis labios, escapándoseme un suspiro mientras mis manos tomaban una caja de cerillas y prendían fuego a una vela que deposité en el centro de la mesa frente a la que permanecía en penumbra. Algo me decía que aquella noche... sería muy larga.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Camine hasta acercarme a ella, quitándome la capa que empapada se apegaba a mi. Me senté cerca de ella y le mire un instante, simplemente contemplando su semblante.
Engañarme a mí mismo…repetí mientras miraba aquellos labios carnosos que se dirigían a mí.
Sabia quien eras…y sabía perfectamente lo que te prometía, y también lo que tú me prometías…Pensé que ello incluía que me amases solo a mi. Una sonrisa torcida salió de mis labios y entonces extendí mis cabellos empapados hacia atrás soltando un suspiro.
...Pero seria un hipócrita si no te dijese que aquello no me dolió…¿Es que buscabas algo que yo no te daba? ¿o es todo que era un simple juego para ti?
Sea como sea….Supongo que ya nada de eso importa, ¿verdad? Me mordí los labios, aun herido en mi orgullo.
Apreté el anillo que aun descansaba en mi mano, notando como el metal se clavaba en mi carne, pero intente relajarme, despues de todo la noche era joven. y ambos estábamos ahí...
Tenía que continuar…
Tome aire y me acomode en el asiento. Los segundos pasaron y yo continué con toda la calma que podía reunir.
Eyra, no he venido aquí para discutir contigo. Yo tampoco soy un santo...Supongo que eso ya lo sabes.Me acaricie la frente extendiendo algunos mechones que aun se resistian, viniéndose a mi rostro. Me sentía algo cansado, como si de pronto se me hubiese acabado el aliento que llevaba conmigo. ¿Seria que por fin los años comenzaban a pesarme?
Espere en silencio que ella dijese algo, pues a pesar de todos aquellos años aun no sabia que era lo que iba a encontrarme, me hallaba delante de una caja de sorpresas...
Engañarme a mí mismo…repetí mientras miraba aquellos labios carnosos que se dirigían a mí.
Sabia quien eras…y sabía perfectamente lo que te prometía, y también lo que tú me prometías…Pensé que ello incluía que me amases solo a mi. Una sonrisa torcida salió de mis labios y entonces extendí mis cabellos empapados hacia atrás soltando un suspiro.
...Pero seria un hipócrita si no te dijese que aquello no me dolió…¿Es que buscabas algo que yo no te daba? ¿o es todo que era un simple juego para ti?
Sea como sea….Supongo que ya nada de eso importa, ¿verdad? Me mordí los labios, aun herido en mi orgullo.
Apreté el anillo que aun descansaba en mi mano, notando como el metal se clavaba en mi carne, pero intente relajarme, despues de todo la noche era joven. y ambos estábamos ahí...
Tenía que continuar…
Tome aire y me acomode en el asiento. Los segundos pasaron y yo continué con toda la calma que podía reunir.
Eyra, no he venido aquí para discutir contigo. Yo tampoco soy un santo...Supongo que eso ya lo sabes.Me acaricie la frente extendiendo algunos mechones que aun se resistian, viniéndose a mi rostro. Me sentía algo cansado, como si de pronto se me hubiese acabado el aliento que llevaba conmigo. ¿Seria que por fin los años comenzaban a pesarme?
Espere en silencio que ella dijese algo, pues a pesar de todos aquellos años aun no sabia que era lo que iba a encontrarme, me hallaba delante de una caja de sorpresas...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Una sonrisa triste arrancó de mis labios el único deje vital desde hacía un mes.
- Y cumplí mi promesa… aquí me tienes, llorando ante tu decisión de abandonarme por otra.- susurré con la vista fija en el fuego que devoraba la cera como aquella frialdad consumía mi vida inmortal.
Sus palabras, aunque no fuesen bajo el antifaz del reproche, eran el reflejo de su orgullo malherido, sus dudas y desconfianza a cerca de mi fidelidad, sin comprender del todo por qué ahora me decía todo aquello, del por qué hasta entonces, él no me había hecho saber cuán amargos eran mis besos tras los rituales que ejercía sobre mis presas. Clavé mis codos sobre la madera de la mesa y entrelacé los dedos de mis manos, apoyando finalmente mi mentón sobre el hueco que mis manos formaban. Cerré los ojos momentáneamente.
- El súcubus era una forma de diversión, de juego hacia la comida, un entretenimiento para mí antes de beber de mi presa. Nunca creí que el sexo y el amor fueran de la mano… pensé que confiabas en mí, que sabías que todo cuanto soy te pertenecía sólo a ti.
Alcé los ojos, ahora dolida, mirándole, buscando en su mirada un atisbo, un centello que me indicara que algo dentro de él se conmovía ante mis palabras, que me creía, que podía ver en mi mente y en mi boca que no mentía. Que le amaba profundamente. ¿Sería capaz de verlo en mi?
Jerarld prosiguió como si leyese un manifiesto ya premeditado, sin opción a flaquear ante mi. Yo me removí en el asiento, conteniendo el aliento cuando aseguró no ser un santo y ser yo conocedora de tal verdad. Mis labios se agrietaron como si no reconocieran a su dueño, como si ahora, mi marido no fuese mi poseedor, como si su saliva ya no pudiera sanar mis heridas ni revitalizar mis sentidos. Como si de pronto, algo entre ambos se quebrara en millones de trocitos de hielo que caían sobre la escarcha de mi piel. Asentí levemente una vez con la cabeza, con la mirada fija en sus ojos, sin respirar. Tragué saliva. Mantuve la firmeza. Y caí, desviando la mirada hacia mis manos, ahora nerviosas y juguetonas entre ellas. Temblaba y no era de frío.
- ¿Es ahora cuando debo renunciar a ti?- le pedí, alzando unas octavas mi voz, frunciendo el ceño y sintiendo cómo mis ojos volvían a empañarse en lágrimas, ésta vez, amargas y llenas de impotencia.
- Y cumplí mi promesa… aquí me tienes, llorando ante tu decisión de abandonarme por otra.- susurré con la vista fija en el fuego que devoraba la cera como aquella frialdad consumía mi vida inmortal.
Sus palabras, aunque no fuesen bajo el antifaz del reproche, eran el reflejo de su orgullo malherido, sus dudas y desconfianza a cerca de mi fidelidad, sin comprender del todo por qué ahora me decía todo aquello, del por qué hasta entonces, él no me había hecho saber cuán amargos eran mis besos tras los rituales que ejercía sobre mis presas. Clavé mis codos sobre la madera de la mesa y entrelacé los dedos de mis manos, apoyando finalmente mi mentón sobre el hueco que mis manos formaban. Cerré los ojos momentáneamente.
- El súcubus era una forma de diversión, de juego hacia la comida, un entretenimiento para mí antes de beber de mi presa. Nunca creí que el sexo y el amor fueran de la mano… pensé que confiabas en mí, que sabías que todo cuanto soy te pertenecía sólo a ti.
Alcé los ojos, ahora dolida, mirándole, buscando en su mirada un atisbo, un centello que me indicara que algo dentro de él se conmovía ante mis palabras, que me creía, que podía ver en mi mente y en mi boca que no mentía. Que le amaba profundamente. ¿Sería capaz de verlo en mi?
Jerarld prosiguió como si leyese un manifiesto ya premeditado, sin opción a flaquear ante mi. Yo me removí en el asiento, conteniendo el aliento cuando aseguró no ser un santo y ser yo conocedora de tal verdad. Mis labios se agrietaron como si no reconocieran a su dueño, como si ahora, mi marido no fuese mi poseedor, como si su saliva ya no pudiera sanar mis heridas ni revitalizar mis sentidos. Como si de pronto, algo entre ambos se quebrara en millones de trocitos de hielo que caían sobre la escarcha de mi piel. Asentí levemente una vez con la cabeza, con la mirada fija en sus ojos, sin respirar. Tragué saliva. Mantuve la firmeza. Y caí, desviando la mirada hacia mis manos, ahora nerviosas y juguetonas entre ellas. Temblaba y no era de frío.
- ¿Es ahora cuando debo renunciar a ti?- le pedí, alzando unas octavas mi voz, frunciendo el ceño y sintiendo cómo mis ojos volvían a empañarse en lágrimas, ésta vez, amargas y llenas de impotencia.
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Le contemple con atención después de sus últimas palabras. Y baje la mirada reflexionando sobre lo que había dicho sobre los súcubus.
-Yo no sabía que solo fuese un juego para ti…Cuando llegabas, cuando te contemplaba, y veía tus recuerdos y a aquellos extraños…Aquellos hombres, teniendo la osadía de aspirar tu aroma o de tocar tu piel…Me maldecía mil veces por no saber que te empujaba a otros brazos que no fuesen los míos… Aun así, nunca te dije nada…Espere que algún día quisieras hablar de ello conmigo, pero ese día no llego hasta ahora...
Fue entonces cuando ella menciono la renuncia. Y mis ojos se clavaron otra vez en los suyos. Si habia algo que me angustiase mas en aquel momento, era ver lo que estaba causando con mis palabras, y es que por mucho que intentase tratar aquel asunto de forma fría y lógica, no lo lograba… no frente a ella.
Eyra yo…Note que mi respiración se entrecortaba, intente tragar saliva, y apoye uno de mis codos sobre la mesa, apoyando mi frente sobre la palma de mi mano. Comenzaba a sentir que el mundo se me derrumbaba encima, sin que pudiese hacer nada por evitarlo.
No creo que tu desearas continuar con alguien como yo.
Nada puede ser lo mismo ahora, pues he descubierto algo que no puedo pasar por alto. Cerré los ojos con gran pesar e intente respirar pero no podía, asi que desisti totalmente.
Todo lo que rodeaba nuestro mundo parece haberse desmoronado…Tu…aquel insidente con May, no puedo pasar aquello por alto, no después de descubrir que May y Neph no son mis únicos hijos.
Levante la mirada para contemplarle y continué sabiendo que con aquello le partiría el corazón.
He descubierto hace pocos días, que tengo dos hijos mas Eyra...Ellos nacieron antes de que yo te conociera. Yo desconocía totalmente su existencia…Y ahora debo hacerme cargo de ellos, pues no les voy a dejar.
Deje mis manos sobre la mesa, depositando el anillo sobre ella, mientras mis ojos se clavaban en el brillo de aquel rubí. Como si intentaran encontrar algo en su color que me diera alguna respuesta, o que me ayudase a salir del tormentoso momento que estaba viviendo.
-Yo no sabía que solo fuese un juego para ti…Cuando llegabas, cuando te contemplaba, y veía tus recuerdos y a aquellos extraños…Aquellos hombres, teniendo la osadía de aspirar tu aroma o de tocar tu piel…Me maldecía mil veces por no saber que te empujaba a otros brazos que no fuesen los míos… Aun así, nunca te dije nada…Espere que algún día quisieras hablar de ello conmigo, pero ese día no llego hasta ahora...
Fue entonces cuando ella menciono la renuncia. Y mis ojos se clavaron otra vez en los suyos. Si habia algo que me angustiase mas en aquel momento, era ver lo que estaba causando con mis palabras, y es que por mucho que intentase tratar aquel asunto de forma fría y lógica, no lo lograba… no frente a ella.
Eyra yo…Note que mi respiración se entrecortaba, intente tragar saliva, y apoye uno de mis codos sobre la mesa, apoyando mi frente sobre la palma de mi mano. Comenzaba a sentir que el mundo se me derrumbaba encima, sin que pudiese hacer nada por evitarlo.
No creo que tu desearas continuar con alguien como yo.
Nada puede ser lo mismo ahora, pues he descubierto algo que no puedo pasar por alto. Cerré los ojos con gran pesar e intente respirar pero no podía, asi que desisti totalmente.
Todo lo que rodeaba nuestro mundo parece haberse desmoronado…Tu…aquel insidente con May, no puedo pasar aquello por alto, no después de descubrir que May y Neph no son mis únicos hijos.
Levante la mirada para contemplarle y continué sabiendo que con aquello le partiría el corazón.
He descubierto hace pocos días, que tengo dos hijos mas Eyra...Ellos nacieron antes de que yo te conociera. Yo desconocía totalmente su existencia…Y ahora debo hacerme cargo de ellos, pues no les voy a dejar.
Deje mis manos sobre la mesa, depositando el anillo sobre ella, mientras mis ojos se clavaban en el brillo de aquel rubí. Como si intentaran encontrar algo en su color que me diera alguna respuesta, o que me ayudase a salir del tormentoso momento que estaba viviendo.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Las mandíbulas se tensaron y me maldije. Suspiré profundamente y agaché la mirada, ahora avergonzada.
- Gabriél y Elle… los gemelos de Roxanne, la prostituta del burdel.- comenté sin tono amargo en mi voz.- Conocía de su existencia, lo supe al poco tiempo de rencontrarme contigo en la Catedral, cuando investigué tu linaje y tu pasado antes de decidir dejar todo atrás y arriesgarme contigo de nuevo.- expliqué con cierta nostalgia, volviendo mis recuerdos de aquella época en la que ambos éramos felices, pese a la mentira en la que había envuelto nuestra historia, decidiéndome ahora a revelarle la verdad para que él decidiera finalmente si dejar marchitar mi corazón entre sus manos… o volver a mis brazos.- Pero callé.- admití con el ceño fruncido.- Callé por temor a que me abandonaras por ellos y su madre… tal y como estás dispuesto a hacer ahora. Al fin y al cabo, no me equivoqué en mis predicciones y no, no te mentiré, no me arrepiento de mi silencio.
De pronto, retiré la silla hacia atrás y me puse en pie, dándole la espalda para dirigirme hacia la ventana de la cocina, contemplando cómo la tormenta seguía descargando con ira sobre el techo bajo el que nos encontrábamos. Dejé caer mi cabeza por su propio peso y apoyé mis manos en la encimera, sosteniendo el llanto traicionero.
- Así que no inventes más excusas, Jerarld, y dime… ¿qué te impide dejarme ahora en la más absoluta y desgarradora soledad?-insistí con voz trémula, dándole todavía la espalda, no queriendo enfrentarme a su mirada… aquella que ahora, ya no me pertenecía, aquella que ahora… sembraba mi alma de dudas y temores. Y por la que, sin embargo, todavía me desvivía.
- Gabriél y Elle… los gemelos de Roxanne, la prostituta del burdel.- comenté sin tono amargo en mi voz.- Conocía de su existencia, lo supe al poco tiempo de rencontrarme contigo en la Catedral, cuando investigué tu linaje y tu pasado antes de decidir dejar todo atrás y arriesgarme contigo de nuevo.- expliqué con cierta nostalgia, volviendo mis recuerdos de aquella época en la que ambos éramos felices, pese a la mentira en la que había envuelto nuestra historia, decidiéndome ahora a revelarle la verdad para que él decidiera finalmente si dejar marchitar mi corazón entre sus manos… o volver a mis brazos.- Pero callé.- admití con el ceño fruncido.- Callé por temor a que me abandonaras por ellos y su madre… tal y como estás dispuesto a hacer ahora. Al fin y al cabo, no me equivoqué en mis predicciones y no, no te mentiré, no me arrepiento de mi silencio.
De pronto, retiré la silla hacia atrás y me puse en pie, dándole la espalda para dirigirme hacia la ventana de la cocina, contemplando cómo la tormenta seguía descargando con ira sobre el techo bajo el que nos encontrábamos. Dejé caer mi cabeza por su propio peso y apoyé mis manos en la encimera, sosteniendo el llanto traicionero.
- Así que no inventes más excusas, Jerarld, y dime… ¿qué te impide dejarme ahora en la más absoluta y desgarradora soledad?-insistí con voz trémula, dándole todavía la espalda, no queriendo enfrentarme a su mirada… aquella que ahora, ya no me pertenecía, aquella que ahora… sembraba mi alma de dudas y temores. Y por la que, sin embargo, todavía me desvivía.
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Le observe atónito, realmente atónito al escuchar aquello. Y me levante de la silla haciendo que esta se cayese por la violencia y la rapidez de mis movimientos.
-Eyra porque!? Porque no me lo dijiste!...Porque callaste algo asi!...Comente alzando la voz sin darme cuenta, pues aquello era inaudito para mi.
Camine de un lado a otro notando como la desesperación, la impotencia y la ansiedad se mesclaban en mi, haciéndome sentir como si mi propia vida no fuese mas que mentiras y traiciones. Tape mis labios realmente desgarrado por aquella revelación. Me gire hacia ella para hablarle a su espalda, puesto que ella no quería mirarme.
-…Puedo entender que pensaras que aquello podía suponer una amenaza…Pero después de tanto tiempo, después de tantos años. ¿Por qué Eyra? ¿Cómo pudiste ocultarme algo así…ellos tienen mi sangre!...Que pensarías si te ocultaran una cosa semejante?
Me mordí los labios, notando como mi mandíbula se tensaba, notando como mi agonia crecía por momentos, sobre todo al ver que ella no se dignaba a mirarme. Camine hacia ella, y le obliga a girarse hacia mi mientras sujetaba sus brazos.
-Mírame…Mírame Eyra…Me acusas de que no confió en ti…y tú? Has confiado alguna vez en mi?...cuantas cosas me has ocultado en todo este tiempo? Dímelo! Me dices que invento excusas…Me preguntas que me impide marchar…Crees que soportaría todo esto si tu no me importaras?...Crees que estaría aquí si no sintiese algo por ti?...
Solte sus brazos controlándome un poco y le mire esperando cualquier cosa, menos el silencio...Pues el silencio me mataba. Porque parecia que ella no solo habia sido la dueña mi corazón, sino que también había sido dueña de mi vida, de mi pasado, de mi presente....y de mi futuro.
-No tengo que leer tu mente para saber que hay mas cosas que no me quieres contar...
Fue entonces cuando la imagen de aquel bebe vino a mi mente. Pero no dije nada, espere en silencio a que ella quisiera pronunciarse.
-Eyra porque!? Porque no me lo dijiste!...Porque callaste algo asi!...Comente alzando la voz sin darme cuenta, pues aquello era inaudito para mi.
Camine de un lado a otro notando como la desesperación, la impotencia y la ansiedad se mesclaban en mi, haciéndome sentir como si mi propia vida no fuese mas que mentiras y traiciones. Tape mis labios realmente desgarrado por aquella revelación. Me gire hacia ella para hablarle a su espalda, puesto que ella no quería mirarme.
-…Puedo entender que pensaras que aquello podía suponer una amenaza…Pero después de tanto tiempo, después de tantos años. ¿Por qué Eyra? ¿Cómo pudiste ocultarme algo así…ellos tienen mi sangre!...Que pensarías si te ocultaran una cosa semejante?
Me mordí los labios, notando como mi mandíbula se tensaba, notando como mi agonia crecía por momentos, sobre todo al ver que ella no se dignaba a mirarme. Camine hacia ella, y le obliga a girarse hacia mi mientras sujetaba sus brazos.
-Mírame…Mírame Eyra…Me acusas de que no confió en ti…y tú? Has confiado alguna vez en mi?...cuantas cosas me has ocultado en todo este tiempo? Dímelo! Me dices que invento excusas…Me preguntas que me impide marchar…Crees que soportaría todo esto si tu no me importaras?...Crees que estaría aquí si no sintiese algo por ti?...
Solte sus brazos controlándome un poco y le mire esperando cualquier cosa, menos el silencio...Pues el silencio me mataba. Porque parecia que ella no solo habia sido la dueña mi corazón, sino que también había sido dueña de mi vida, de mi pasado, de mi presente....y de mi futuro.
-No tengo que leer tu mente para saber que hay mas cosas que no me quieres contar...
Fue entonces cuando la imagen de aquel bebe vino a mi mente. Pero no dije nada, espere en silencio a que ella quisiera pronunciarse.
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Mantuve mi rostro sereno, casi inexpresivo tras su zarandeo. Tenía motivos para odiarme, para querer incluso arrancarme la cabeza para que adornara su mesita de noche. Pero no lo hizo, Jerarld se limitó a pedirme explicaciones. ¿Qué menos? Tenía derecho.
- La Catedral no fue la primera vez en la que nos vimos… -empecé con voz dulce y sosegada, dejando que mis recuerdos acudiesen a sus retinas, sin más secretos que quisiera o pudiera ya ocultarle.- Fue en una taberna islandesa, siendo ambos humanos y tú, títere de Démian.-llevé mi mano a uno de mis mechones y lo aparté de mi rostro, alzando mis ojos hacia los suyos, deseando que viese en mi mirada la sinceridad de mi relato.- Nos emborrachamos tras una persecución, terminamos en mi alcoba y… -tragué saliva ruidosamente y sonreí.- Quedé embarazada de ti.- concluí, no pudiendo evitar el acariciar la mejilla de mi esposo, un simple roce, que devolvió la vida a las células de mi piel con su solo contacto.- Pero Démian te arrebató de mis brazos y el bebé… murió al nacer… aunque… tengo sospechas, Jerarld… Zephyr podría haber vivido…
Mis ojos se iluminaron y centellearon ilusionados, esperanzados de que mi teoría fuese cierta. Pero Jerarld no dijo nada, no por unos momentos. Ni siquiera cuando mis manos estrecharon el cuello de su blanca camisa, casi oprimiéndole el cuello. Recordé entonces, que aquello debía ser una noticia que no esperaba escuchar de mis labios. Retrocedí, apegándome al mobiliario, esperando impaciente su reacción. Esperando que me estrechara de nuevo entre sus brazos y me susurrara al oído cuánto me amaba. No necesitaba nada más en ese mundo, que ese pedacito de él.
- La Catedral no fue la primera vez en la que nos vimos… -empecé con voz dulce y sosegada, dejando que mis recuerdos acudiesen a sus retinas, sin más secretos que quisiera o pudiera ya ocultarle.- Fue en una taberna islandesa, siendo ambos humanos y tú, títere de Démian.-llevé mi mano a uno de mis mechones y lo aparté de mi rostro, alzando mis ojos hacia los suyos, deseando que viese en mi mirada la sinceridad de mi relato.- Nos emborrachamos tras una persecución, terminamos en mi alcoba y… -tragué saliva ruidosamente y sonreí.- Quedé embarazada de ti.- concluí, no pudiendo evitar el acariciar la mejilla de mi esposo, un simple roce, que devolvió la vida a las células de mi piel con su solo contacto.- Pero Démian te arrebató de mis brazos y el bebé… murió al nacer… aunque… tengo sospechas, Jerarld… Zephyr podría haber vivido…
Mis ojos se iluminaron y centellearon ilusionados, esperanzados de que mi teoría fuese cierta. Pero Jerarld no dijo nada, no por unos momentos. Ni siquiera cuando mis manos estrecharon el cuello de su blanca camisa, casi oprimiéndole el cuello. Recordé entonces, que aquello debía ser una noticia que no esperaba escuchar de mis labios. Retrocedí, apegándome al mobiliario, esperando impaciente su reacción. Esperando que me estrechara de nuevo entre sus brazos y me susurrara al oído cuánto me amaba. No necesitaba nada más en ese mundo, que ese pedacito de él.
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Mis ojos se clavaron en los suyos por un momento. Me quede quieto mientras ella me miraba con algo distinto, pues sus ojos brillaban, como si la esperanza aun fuese parte de ellos. Pero mi mente vagaba muy lejos de allí en aquel instante. Ya que en mi cabeza los recuerdos de Démian vinieron todos de golpe. Como si sus palabras hubiesen destapado la caja de pandora que tanto tiempo llevaba oculta y en secreto bajo mi memoria.
Démian….Le conocí cuando solo tenía veinte años…No solo convirtió mi vida en un infierno…Sino que también me arrebato…Todo esto…Comente como si más que hablar, pensara en voz alta. Pues aun se me hacía demasiado extraño descubrir tantísima información en una sola noche.
Fruncí el ceño y desvié la mirada, pues aquel desgraciado parecía seguir jugando conmigo desde la tumba. Pero entonces la imagen, el recuerdo de Eyra vino a mi mente cuando ella solo era una jovencita.
Eras tan dulce…tan cándida…y te veías tan frágil que incluso temí tocarte aquella noche…La primera vez que te vi. Baje la mirada negando, pues al fin podía visualizar aquel recuerdo borrado. Aquella noche decidí que cuidaría de ti, y que si tu lo aceptabas, te acompañaría por tu camino. Quería llevarte conmigo, quería compartir contigo toda mi vida…Todo parecía tan fácil, tan simple…
Gire nuevamente el rostro para encontrarme con sus ojos y tome su rostro entre mis manos con cuidado.
Eyra…Tu…Baje la mirada sin darme cuenta a su abdomen y parpadee aun demasiado confuso para sentirme alegre, enfadado o simplemente destrozado. En mi mente habían otras cosas que se morían por salir.
Zhepyr…Ese bebe era nuestro....mirando sus ojos me quede algo extrañado. Néph?...Solté poco a poco el rostro de Eyra. Por eso estabas tan empeñada con que aceptara adoptar a Néph, crees que es…Nuestro descendiente. Aquella teoría parecía más solida cuanto más la pensaba, pues como si no habría obtenido el colgante de Eyra?...Como si no explicar su aroma inconfundible, tan extrañamente familiar desde el principio? Todo parecía cobrar sentido.
Tenemos que encontrarle…Si Zhepyr no murió cuando era un bebe tenemos que saber que fue de él, que hizo con su vida…de que murió…¿Que ocurrió cuando tu y yo nos separamos?...¿A donde fuiste?...¿Con quien? Yo aquella noche partí desde Islandia hacia Alemania junto a Démian...
Démian….Le conocí cuando solo tenía veinte años…No solo convirtió mi vida en un infierno…Sino que también me arrebato…Todo esto…Comente como si más que hablar, pensara en voz alta. Pues aun se me hacía demasiado extraño descubrir tantísima información en una sola noche.
Fruncí el ceño y desvié la mirada, pues aquel desgraciado parecía seguir jugando conmigo desde la tumba. Pero entonces la imagen, el recuerdo de Eyra vino a mi mente cuando ella solo era una jovencita.
Eras tan dulce…tan cándida…y te veías tan frágil que incluso temí tocarte aquella noche…La primera vez que te vi. Baje la mirada negando, pues al fin podía visualizar aquel recuerdo borrado. Aquella noche decidí que cuidaría de ti, y que si tu lo aceptabas, te acompañaría por tu camino. Quería llevarte conmigo, quería compartir contigo toda mi vida…Todo parecía tan fácil, tan simple…
Gire nuevamente el rostro para encontrarme con sus ojos y tome su rostro entre mis manos con cuidado.
Eyra…Tu…Baje la mirada sin darme cuenta a su abdomen y parpadee aun demasiado confuso para sentirme alegre, enfadado o simplemente destrozado. En mi mente habían otras cosas que se morían por salir.
Zhepyr…Ese bebe era nuestro....mirando sus ojos me quede algo extrañado. Néph?...Solté poco a poco el rostro de Eyra. Por eso estabas tan empeñada con que aceptara adoptar a Néph, crees que es…Nuestro descendiente. Aquella teoría parecía más solida cuanto más la pensaba, pues como si no habría obtenido el colgante de Eyra?...Como si no explicar su aroma inconfundible, tan extrañamente familiar desde el principio? Todo parecía cobrar sentido.
Tenemos que encontrarle…Si Zhepyr no murió cuando era un bebe tenemos que saber que fue de él, que hizo con su vida…de que murió…¿Que ocurrió cuando tu y yo nos separamos?...¿A donde fuiste?...¿Con quien? Yo aquella noche partí desde Islandia hacia Alemania junto a Démian...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Al fin, el alivio había vuelto a mi alma, sintiéndome más ligera y casi como si hubiese purificado aquellos remordimientos que a menudo me asaltaban en silencio y me torturaban. Jerarld, frente a mí, empezaba a captar todos los actos extraños que había llevado a cabo en los últimos años. Es más, juraría que ahora me comprendía. Tomé sus manos con las mías y mis ojos fieros contrastaron una sonrisa casi maternal, aunque con un deje pícaro ante la idea que me rondaba la mente.
- Sí, tenemos que encontrar su tumba.- concluí.- Tras tu marcha, y movida por los problemas que me habían empujado a abandonar mi aldea islandesa, embarqué hacia París, lugar en el supe de mi embarazo y viví feliz con la ilusión de ver pronto el rostro de aquél pequeño que se alimentaba de mí…- me mordí el labio inferior, intentando controlar mis emociones.- Cuando di a luz, mi mayordomo me aseguró que el niño había nacido muerto, que no respiraba, que no escuchaba sus latidos. Destrozada, no quise verle, pidiéndole que se lo llevara y lo enterrara decentemente junto al collar que mi madre me regaló antes de morir…- los músculos de mi cuerpo volvieron a tensarse y mi ceño se frunció.- Pero el mayordomo nunca regresó a casa y jamás supe dónde lo había enterrado, ni siquiera qué paso con aquél bebé… Hasta que setecientos años después, aquél collar lo llevaba Néphtys como si de un tesoro se tratara, sin saber realmente que aquella era la prueba de que Zephyr había vivido, que de un modo u otro, mi pequeño había sobrevivido.
Callé un momento, pues mi piel temblaba levemente por todo lo que estaba expresando aquella noche y que tanto había silenciado en el charco de mi razonamiento. Pero debía confiar en Jerarld, pese a su traición, debía confiar en él. Así que fui más allá de la verdad.
- En unas semanas será luna llena.- comenté como si no viniese al caso, alzando la vista más allá de su hombro.- Sólo entonces podré llevar a cabo un ritual que me devuelva a Zephyr. Y estoy dispuesta a hacerlo con la ayuda de dos hechiceros.- Torcí una sonrisa victoriosa.- ¿Cuento contigo?
¿Me ayudaría Jerarld a devolverle la vida a nuestro hijo? Sólo él conocía esa respuesta.
- Sí, tenemos que encontrar su tumba.- concluí.- Tras tu marcha, y movida por los problemas que me habían empujado a abandonar mi aldea islandesa, embarqué hacia París, lugar en el supe de mi embarazo y viví feliz con la ilusión de ver pronto el rostro de aquél pequeño que se alimentaba de mí…- me mordí el labio inferior, intentando controlar mis emociones.- Cuando di a luz, mi mayordomo me aseguró que el niño había nacido muerto, que no respiraba, que no escuchaba sus latidos. Destrozada, no quise verle, pidiéndole que se lo llevara y lo enterrara decentemente junto al collar que mi madre me regaló antes de morir…- los músculos de mi cuerpo volvieron a tensarse y mi ceño se frunció.- Pero el mayordomo nunca regresó a casa y jamás supe dónde lo había enterrado, ni siquiera qué paso con aquél bebé… Hasta que setecientos años después, aquél collar lo llevaba Néphtys como si de un tesoro se tratara, sin saber realmente que aquella era la prueba de que Zephyr había vivido, que de un modo u otro, mi pequeño había sobrevivido.
Callé un momento, pues mi piel temblaba levemente por todo lo que estaba expresando aquella noche y que tanto había silenciado en el charco de mi razonamiento. Pero debía confiar en Jerarld, pese a su traición, debía confiar en él. Así que fui más allá de la verdad.
- En unas semanas será luna llena.- comenté como si no viniese al caso, alzando la vista más allá de su hombro.- Sólo entonces podré llevar a cabo un ritual que me devuelva a Zephyr. Y estoy dispuesta a hacerlo con la ayuda de dos hechiceros.- Torcí una sonrisa victoriosa.- ¿Cuento contigo?
¿Me ayudaría Jerarld a devolverle la vida a nuestro hijo? Sólo él conocía esa respuesta.
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Escuche con atención como Eyra me contaba su historia sobre aquel embarazo, sobre su estancia en París, sobre lo que le hicieron creer.
-Lamento que tuvieses que vivir todo aquello sola...Si hubiese estado a tu lado no habría permitido que ocurriese nada de eso...Coloque mi mano sobre su mejilla y le acaricie con el pulgar. Parpadee intentando aclarar los recuerdos que poco a poco parecían venir a mi mente. Yo habria estado contigo...Pero mientras todo aquello ocurría, yo seguía siendo su marioneta...
El silencio se hizo hasta que ella me indico sobre aquellos hechiceros. Le mire algo extrañado, sin saber si le habia entendido bien del todo.Pero si habia una cosa clara en todo esto, es que si o si debíamos investigar.
La lluvia incesante seguía cayendo sin interrupción, como si la misma noche llorase sumida en la oscuridad. Contemple un momento aquellas gotas que caian chocando contra la misma ventana.
-Iremos a buscar aquella tumba. Puesto que tiene que estar en París. Removeremos toda la ciudad si hace falta, pero daremos con él...Aunque no muriese debe de existir algún lugar donde fingieron dejar su cuerpo. Ellos sabrían que tu podrías querer investigar, tendrían que haber echo algo asi como medida seguridad...¿Pero quien?... Mire aquellos ojos castaños intentando enteder algo que sonaba completamente absurdo.
¿Quien y porque?....¿Es que alguien te seguía? alguien tenia algo contra ti?...No tiene sentido que te hicieran algo así sin mas motivo que el robo...Si solo se hubiese tratado de eso, le habrian sacado de un orfanato...Creeme eso esta lleno de bebes abandonados...Comente con cierto disgusto, pues habia podido percatarme de eso hacia pocos dias cuando habia encontrado a mis hijos.
-Oh Zephyr...Me habría gustado tanto conocerte...Solte un suspiro. Pues parecia que nunca iba a dejar de encontrar sorpresas sobre mi propia vida. Pero no me permití aquel sentimiento, no podía angustiarme, tenia que saber donde estaba. Mire a mi esposa totalmente decidido.
Eyra...Tenemos que encontrarle.
-Lamento que tuvieses que vivir todo aquello sola...Si hubiese estado a tu lado no habría permitido que ocurriese nada de eso...Coloque mi mano sobre su mejilla y le acaricie con el pulgar. Parpadee intentando aclarar los recuerdos que poco a poco parecían venir a mi mente. Yo habria estado contigo...Pero mientras todo aquello ocurría, yo seguía siendo su marioneta...
El silencio se hizo hasta que ella me indico sobre aquellos hechiceros. Le mire algo extrañado, sin saber si le habia entendido bien del todo.Pero si habia una cosa clara en todo esto, es que si o si debíamos investigar.
La lluvia incesante seguía cayendo sin interrupción, como si la misma noche llorase sumida en la oscuridad. Contemple un momento aquellas gotas que caian chocando contra la misma ventana.
-Iremos a buscar aquella tumba. Puesto que tiene que estar en París. Removeremos toda la ciudad si hace falta, pero daremos con él...Aunque no muriese debe de existir algún lugar donde fingieron dejar su cuerpo. Ellos sabrían que tu podrías querer investigar, tendrían que haber echo algo asi como medida seguridad...¿Pero quien?... Mire aquellos ojos castaños intentando enteder algo que sonaba completamente absurdo.
¿Quien y porque?....¿Es que alguien te seguía? alguien tenia algo contra ti?...No tiene sentido que te hicieran algo así sin mas motivo que el robo...Si solo se hubiese tratado de eso, le habrian sacado de un orfanato...Creeme eso esta lleno de bebes abandonados...Comente con cierto disgusto, pues habia podido percatarme de eso hacia pocos dias cuando habia encontrado a mis hijos.
-Oh Zephyr...Me habría gustado tanto conocerte...Solte un suspiro. Pues parecia que nunca iba a dejar de encontrar sorpresas sobre mi propia vida. Pero no me permití aquel sentimiento, no podía angustiarme, tenia que saber donde estaba. Mire a mi esposa totalmente decidido.
Eyra...Tenemos que encontrarle.
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Sonreí ampliamente, sin poder evitar el abrazarle con fuerza, lanzándome a su cuello para besar su mandíbula inferior con desesperación y alegría, deteniéndome en seco cuando no recibí el mismo gesto cariñoso, recordando que aquello no era más que una tregua con fecha de caducidad y que ahora, sus besos no me pertenecían ya. Aunque no creyera posible que él ya no me amase, y ni siquiera se me pasara por la cabeza la idea de perderle por ella, decidí comportarme por aquella noche, alejándome entonces de su cuerpo, soltando el cuello de su camisa, carraspeando nerviosa, incluso, y desviando la mirada hasta el suelo. Mi rostro se enfrió y la serenidad volvió a mí como siempre había permanecido, como mi mejor antifaz.
- Busquémosle entonces.- concluí sin mirarle, zafándome de su cuerpo que seguía interponiéndose en mi camino.- Deberíamos empezar por el cementerio de París, el lugar más idóneo, aunque dado que mi mayordomo era jardinero también, no me extrañaría que le hubiese enterrado en mi jardín.- seguí hablando mientras me paseaba por la cocina con la mirada gacha y con el ceño fruncido.- Pero por las últimas noticias que tuve, juraría que se encuentra en el antiguo cementerio, no el actual. En mi época se dice que estaba situado en el actual bosque fronterizo, pero que la vegetación se tragó aquél rincón y por ello desplazaron el cementerio a dónde se encuentra hoy en día.- proseguí ensimismada en mis pensamientos.- Llevo años buscándolo, pero todavía no he dado con su localización exacta. Otros dicen, que sólo fue una leyenda.
Alcé el mentón y miré a Jerarld un momento. Sólo un segundo en el que le sonreí, pues recordé todas aquellas noches en las que, enredados entre las sábanas, tramamos misiones, siempre con el objetivo de ampliar quizás nuestras colecciones, aunque lo cierto era, que nos movía la diversión, la adrenalina, los peligros. Aquella ocasión, no obstante, era distinta al resto. Y no sólo escaseaban las sábanas envolviendo nuestros cuerpos desnudos. Aquella complicidad, aquella chispa que surgía al mirarnos o al tocarnos… estaba prácticamente desaparecida.
No me permití la idea de flaquear de nuevo ante él, suficiente había visto ya de mí aquella noche y nada había cambiado entre ambos. Esperaba, no obstante, que quizás el revivir a nuestro hijo, aquellos vínculos que nos unían se fortalecieran más que nunca, que aquél anillo que aun él guardaba en su puño, tendría más sentido que nunca para ambos. Anhelaba fervientemente, que Zephyr fuese de nuevo, nuestro lazo más inquebrantable.
Salí de la cocina y me acerqué al gran ventanal del salón, contemplando la tormenta mientras mis manos tomaban la capa roja que me dispuse sobre los hombros, dejando que su capucha ocultara parte de mi rostro y mis cabellos. Hice un nudo a la altura de mi garganta y busqué a Jerarld con la mirada.
- Vamos.- le invité, abriendo ya la puerta de la residencia sin importarme siquiera el continuar con aquél camisón ya empapado y sin más zapatos que mi propia piel desnuda.
- Busquémosle entonces.- concluí sin mirarle, zafándome de su cuerpo que seguía interponiéndose en mi camino.- Deberíamos empezar por el cementerio de París, el lugar más idóneo, aunque dado que mi mayordomo era jardinero también, no me extrañaría que le hubiese enterrado en mi jardín.- seguí hablando mientras me paseaba por la cocina con la mirada gacha y con el ceño fruncido.- Pero por las últimas noticias que tuve, juraría que se encuentra en el antiguo cementerio, no el actual. En mi época se dice que estaba situado en el actual bosque fronterizo, pero que la vegetación se tragó aquél rincón y por ello desplazaron el cementerio a dónde se encuentra hoy en día.- proseguí ensimismada en mis pensamientos.- Llevo años buscándolo, pero todavía no he dado con su localización exacta. Otros dicen, que sólo fue una leyenda.
Alcé el mentón y miré a Jerarld un momento. Sólo un segundo en el que le sonreí, pues recordé todas aquellas noches en las que, enredados entre las sábanas, tramamos misiones, siempre con el objetivo de ampliar quizás nuestras colecciones, aunque lo cierto era, que nos movía la diversión, la adrenalina, los peligros. Aquella ocasión, no obstante, era distinta al resto. Y no sólo escaseaban las sábanas envolviendo nuestros cuerpos desnudos. Aquella complicidad, aquella chispa que surgía al mirarnos o al tocarnos… estaba prácticamente desaparecida.
No me permití la idea de flaquear de nuevo ante él, suficiente había visto ya de mí aquella noche y nada había cambiado entre ambos. Esperaba, no obstante, que quizás el revivir a nuestro hijo, aquellos vínculos que nos unían se fortalecieran más que nunca, que aquél anillo que aun él guardaba en su puño, tendría más sentido que nunca para ambos. Anhelaba fervientemente, que Zephyr fuese de nuevo, nuestro lazo más inquebrantable.
Salí de la cocina y me acerqué al gran ventanal del salón, contemplando la tormenta mientras mis manos tomaban la capa roja que me dispuse sobre los hombros, dejando que su capucha ocultara parte de mi rostro y mis cabellos. Hice un nudo a la altura de mi garganta y busqué a Jerarld con la mirada.
- Vamos.- le invité, abriendo ya la puerta de la residencia sin importarme siquiera el continuar con aquél camisón ya empapado y sin más zapatos que mi propia piel desnuda.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Avance hacia ella y antes de salir le obligue a sentarse.
Levante un poco aquella capa y el camison, tomando sus pies sucios por el barro del jardín, mire hacia un lado y tome aquellos zapatos que dejados en total descuido descansaban a un lado. colocándole con cuidado los mismos que se hallaban ahí cerca.
Subí la mirada para encontrarme con sus ojos algo sorprendidos, que parpadeaban al mirarme. Sin poder evitar que una sonrisa escapase de mis labios.
Ya se que no puedes enfermar…Pero tampoco desearía que tuvieses que recorrer la ciudad descalza. Tenemos toda la noche por delante. Comente mientras me erguía delante suyo, tomando la capa que había dejado a un lado y que aunque empapada me serviría de abrigo bajo la lluvia.
Parecía que de una forma u otra, yo también seguía sorprendiéndole.
Mientras caminábamos bajo la lluvia torrencial nuestros pasos nos condujeron con rapidez hacia el cementerio.
Aunque en realidad nos diriajiamos por la maleza, donde antes antiguamente habia existido un cementerio.
El paisaje parecía sacado de un libro de terror. El bosque denso, oscuro, y lleno de lapidas desperdigadas estaba lleno de árboles secos cuyas raíces salían de la tierra mientras la lluvia y los rayos de fondo iluminaban aquel escenario.
Nos miramos con Eyra y asentimos a la vez. Nos separamos sin decir nada puesto que como solíamos hacer, si alguno encontraba algo, llamaría al otro mentalmente para investigar lo descubierto.
Mientras nos separábamos ambos comenzamos a contemplar las envejecidas rocas llenas de grabados que apenas se podían vislumbrar, pues eran ocultas por las hierbas y la suciedad.
-Es posible que no tenga ninguna inscripción…o que tenga algún símbolo que a ti te sea familiar. Jamás pensé que junto a ti buscase la tumba de nuestro hijo…¿Sabes lo mucho que lo deseaba?...Habría dado cualquier cosa por poder estar con ambos… Refunfufuñe en soledad palabras ininteligibles en noruego mientras continuaba aquella caminata. Has visto algo por ahí?...¿sabes si hay algún símbolo que buscar?
Levante un poco aquella capa y el camison, tomando sus pies sucios por el barro del jardín, mire hacia un lado y tome aquellos zapatos que dejados en total descuido descansaban a un lado. colocándole con cuidado los mismos que se hallaban ahí cerca.
Subí la mirada para encontrarme con sus ojos algo sorprendidos, que parpadeaban al mirarme. Sin poder evitar que una sonrisa escapase de mis labios.
Ya se que no puedes enfermar…Pero tampoco desearía que tuvieses que recorrer la ciudad descalza. Tenemos toda la noche por delante. Comente mientras me erguía delante suyo, tomando la capa que había dejado a un lado y que aunque empapada me serviría de abrigo bajo la lluvia.
Parecía que de una forma u otra, yo también seguía sorprendiéndole.
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Mientras caminábamos bajo la lluvia torrencial nuestros pasos nos condujeron con rapidez hacia el cementerio.
Aunque en realidad nos diriajiamos por la maleza, donde antes antiguamente habia existido un cementerio.
El paisaje parecía sacado de un libro de terror. El bosque denso, oscuro, y lleno de lapidas desperdigadas estaba lleno de árboles secos cuyas raíces salían de la tierra mientras la lluvia y los rayos de fondo iluminaban aquel escenario.
Nos miramos con Eyra y asentimos a la vez. Nos separamos sin decir nada puesto que como solíamos hacer, si alguno encontraba algo, llamaría al otro mentalmente para investigar lo descubierto.
Mientras nos separábamos ambos comenzamos a contemplar las envejecidas rocas llenas de grabados que apenas se podían vislumbrar, pues eran ocultas por las hierbas y la suciedad.
-Es posible que no tenga ninguna inscripción…o que tenga algún símbolo que a ti te sea familiar. Jamás pensé que junto a ti buscase la tumba de nuestro hijo…¿Sabes lo mucho que lo deseaba?...Habría dado cualquier cosa por poder estar con ambos… Refunfufuñe en soledad palabras ininteligibles en noruego mientras continuaba aquella caminata. Has visto algo por ahí?...¿sabes si hay algún símbolo que buscar?
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
El abrupto bosque, la oscuridad, la tormenta… dificultaba las labores de búsqueda, incordiándome hasta casi desquiciarme. Pero después de horas y horas de caminar, olisquear, trepar, saltar, correr, ensuciarnos la ropa con el barro, arañarnos la piel con los matorrales y perdernos en su laberinto homogéneo, logramos encontrar aquél cementerio perdido, aquél que muchos creyeron que era una leyenda como la Atlántida. Un lugar que ahora, se extendía frente a nosotros como un rincón inexplorado, cubierto por la vegetación, por nidos incluso de algunos pequeños animales como los conejos. La flora se había tragado aquél cementerio fantasma y con un poco de suerte, habría devorado la tumba de mi primogénito.
- ¿Un símbolo…?- repetí con el ceño fruncido mientras intentaba recordar algo que me identificara, algo que…
Melissandre de Castle, Octave Le Pege, Sauveur Masse, Casper Caillaux, Alaric Dufour, Cannelle Constant, Rodolphe Dubois, Kyllian Evan Petit, Boris Cloud, Jean Phillipe, Timothée Mana, Gaïa Ginette Temple, Janelle, Melchior , Grave 1574, Karim Millet, Emmanuelle Deville, Eurydice Bessette, Aymé Chevalier, Marie Aurore Lefevre, Gaël Marchant, Ilhan Trout, Cédric Trout, Guénolé Castrat, Ingrid Joceyline Caillaux, Grave 1112, Grave 1362, Claude Dupont, Joffrey Montagne, Léopold Crochet, Kallisté Noel, Achille Castle, Lancelot Documet, Benoit Fortescue, Chantall Bouvier, Sylvain Deville, Grave 1385, Susanne de Sante, Raymond Sante, Roseline Du Poy, Ophélie Chale, Norbert, Nadège Le Bienvenu, Marc Antoine Molyneux, Grave 1025, Laurence Roux, Théodore Le Blanc, Viviane Arcenau, Xavier Yvan Libert, Grave 1157…
- Un momento…- retrocedí, buscando de nuevo aquella fecha inscrita en una de tantas tumbas sin nombre, pertenecientes en su mayoría de caídos en batalla cuyos cuerpos jamás pudieron ser identificados, perdiéndose sus nombres en el torbellino del tiempo y el olvido.
Sin avisar a Jerarld, me planté frente a la lápida que rezaba Grave 1025, justo el año en que di a luz a Zéphyr. Tragué saliva. Había pocas posibilidades de que aquella fuese su tumba, pero… ¿me había planteado qué hacer si encontraba ahí sus restos mortales? Probablemente me arrancaría los cabellos… pero mi alma recuperaría la paz y la cordura que me abandonaron tras su muerte.
Me acuclillé frente a ella y usando mis manos con sus respectivas uñas, empecé a excavar con ansiedad, creando en los laterales un par de montañas de lodo, tierra y plantas que pronto ocultaron mi cuerpo, sumiéndome en las profundidades de la tumba. Cuando al fin toqué algo duro y contundente, sabía que había encontrado el ataúd. Tomé una bocanada de aire y antes de abrirla, comprobé que se trataba de un ataúd de reducidas dimensiones, expresamente para un recién nacido. Ahí estaba… la respuesta a mis súplicas. La calma y el alivio se encontraban tras aquél caparazón de madera sin nombre que lo identificara...
- ¿Un símbolo…?- repetí con el ceño fruncido mientras intentaba recordar algo que me identificara, algo que…
Melissandre de Castle, Octave Le Pege, Sauveur Masse, Casper Caillaux, Alaric Dufour, Cannelle Constant, Rodolphe Dubois, Kyllian Evan Petit, Boris Cloud, Jean Phillipe, Timothée Mana, Gaïa Ginette Temple, Janelle, Melchior , Grave 1574, Karim Millet, Emmanuelle Deville, Eurydice Bessette, Aymé Chevalier, Marie Aurore Lefevre, Gaël Marchant, Ilhan Trout, Cédric Trout, Guénolé Castrat, Ingrid Joceyline Caillaux, Grave 1112, Grave 1362, Claude Dupont, Joffrey Montagne, Léopold Crochet, Kallisté Noel, Achille Castle, Lancelot Documet, Benoit Fortescue, Chantall Bouvier, Sylvain Deville, Grave 1385, Susanne de Sante, Raymond Sante, Roseline Du Poy, Ophélie Chale, Norbert, Nadège Le Bienvenu, Marc Antoine Molyneux, Grave 1025, Laurence Roux, Théodore Le Blanc, Viviane Arcenau, Xavier Yvan Libert, Grave 1157…
- Un momento…- retrocedí, buscando de nuevo aquella fecha inscrita en una de tantas tumbas sin nombre, pertenecientes en su mayoría de caídos en batalla cuyos cuerpos jamás pudieron ser identificados, perdiéndose sus nombres en el torbellino del tiempo y el olvido.
Sin avisar a Jerarld, me planté frente a la lápida que rezaba Grave 1025, justo el año en que di a luz a Zéphyr. Tragué saliva. Había pocas posibilidades de que aquella fuese su tumba, pero… ¿me había planteado qué hacer si encontraba ahí sus restos mortales? Probablemente me arrancaría los cabellos… pero mi alma recuperaría la paz y la cordura que me abandonaron tras su muerte.
Me acuclillé frente a ella y usando mis manos con sus respectivas uñas, empecé a excavar con ansiedad, creando en los laterales un par de montañas de lodo, tierra y plantas que pronto ocultaron mi cuerpo, sumiéndome en las profundidades de la tumba. Cuando al fin toqué algo duro y contundente, sabía que había encontrado el ataúd. Tomé una bocanada de aire y antes de abrirla, comprobé que se trataba de un ataúd de reducidas dimensiones, expresamente para un recién nacido. Ahí estaba… la respuesta a mis súplicas. La calma y el alivio se encontraban tras aquél caparazón de madera sin nombre que lo identificara...
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Innumerables filas llenas de nombres, interminables piedras cuyas inscripciones parecían demasiado gastadas por el tiempo y el olvido como para siquiera entenderlas..Incontables nombres y apellidos de todos aquellos que eran ahora anónimos...Cuerpos olvidados allí, sin nadie que les llorase, sin nadie que les prestara ni siquiera la mas mínima atención…
Y ahí estaba yo. Hurgando entre aquellas lapidas. Buscando entre la muerte, aquella vida perdida.
Solté un resoplido, pues había perdido la cuenta de cuantas malezas había quitado y de cuantos nombres había descifrado ya. Comenzaba a sentir que la noche pesaba, sobre todo por aquella incesante lluvia que no paraba y que me tenía ya totalmente empapado de pies a cabeza.
Fue entonces cuando tomando un poco de aire recordé a Eyra, llevaba unas cuantas horas sin saber de ella. Así que había decidido ir en su busca para que tomásemos un descanso, pues aun había diversas secciones que visualizar.
Cielo…¿donde estas?...Me mordí los labios, pues sin darme cuenta seguía dirigiéndome a ella de forma afectuosa. Pero me era un tanto complicado aun hacerme a la idea de la “nueva situación”, sobretodo estando allí y trabajando como habíamos hecho siempre…En equipo.
Comencé a caminar, deshaciendo mis pasos, y continuando por el sendero que ella había hecho, hasta que vi aquellas montañas de tierra, me acerque para contemplar su silueta agachada en el suelo, y la pequeña caja que ella desenterraba.
A pesar de que había sido mucho tiempo de todo aquello, y que habia sido aquella misma noche, la que había descubierto su existencia. Senti que se me hacia un nudo en el estomago. Pues en aquella caja…en aquella cajita se habrían de encontrar los restos mortales de mi hijo…Mi primogénito…¿Como encajar una cosa así?...Algo me hacía pensar que ningún padre estaría preparado jamás para una cosa semejante…
Me acerque adentrándome en aquel agujero, notando como mis ropajes se llenaban aun mas de barro. Eyra a mi lado parecía petrificada. Así que fui yo quien tomo aquella pequeña caja y la saque a la superficie, ayudandole a ella a situarse a mi lado.
Fue entonces cuando arrodillado delante de la tumba me quite la capucha, dejando que la lluvia cayese directamente sobre mi. Mire a Eyra y sus ojos me encontraron también. Asentí, respondiendo a una pregunta silenciosa decido a ser yo quien abriría la tumba.
Y así fue. Yo abrí la tapa esperando encontrar lo que tenía que ser obvio…Pero mis ojos contemplaron como aquella caja se hallaba completamente vacía de ningún resto. Salvo por una pequeña carta lacrada que en total reposo descansaba amarillenta en el fondo de la tumba.
La tome mojándola un poco por culpa de mis dedos y la abrí para leerla junto a Eyra con rapidez. Notando como mis ojos se abrían en un gesto desencajado de horror, de ira y de furia al ver aquella letra que conocía tan horriblemente bien...
Y ahí estaba yo. Hurgando entre aquellas lapidas. Buscando entre la muerte, aquella vida perdida.
Solté un resoplido, pues había perdido la cuenta de cuantas malezas había quitado y de cuantos nombres había descifrado ya. Comenzaba a sentir que la noche pesaba, sobre todo por aquella incesante lluvia que no paraba y que me tenía ya totalmente empapado de pies a cabeza.
Fue entonces cuando tomando un poco de aire recordé a Eyra, llevaba unas cuantas horas sin saber de ella. Así que había decidido ir en su busca para que tomásemos un descanso, pues aun había diversas secciones que visualizar.
Cielo…¿donde estas?...Me mordí los labios, pues sin darme cuenta seguía dirigiéndome a ella de forma afectuosa. Pero me era un tanto complicado aun hacerme a la idea de la “nueva situación”, sobretodo estando allí y trabajando como habíamos hecho siempre…En equipo.
Comencé a caminar, deshaciendo mis pasos, y continuando por el sendero que ella había hecho, hasta que vi aquellas montañas de tierra, me acerque para contemplar su silueta agachada en el suelo, y la pequeña caja que ella desenterraba.
A pesar de que había sido mucho tiempo de todo aquello, y que habia sido aquella misma noche, la que había descubierto su existencia. Senti que se me hacia un nudo en el estomago. Pues en aquella caja…en aquella cajita se habrían de encontrar los restos mortales de mi hijo…Mi primogénito…¿Como encajar una cosa así?...Algo me hacía pensar que ningún padre estaría preparado jamás para una cosa semejante…
Me acerque adentrándome en aquel agujero, notando como mis ropajes se llenaban aun mas de barro. Eyra a mi lado parecía petrificada. Así que fui yo quien tomo aquella pequeña caja y la saque a la superficie, ayudandole a ella a situarse a mi lado.
Fue entonces cuando arrodillado delante de la tumba me quite la capucha, dejando que la lluvia cayese directamente sobre mi. Mire a Eyra y sus ojos me encontraron también. Asentí, respondiendo a una pregunta silenciosa decido a ser yo quien abriría la tumba.
Y así fue. Yo abrí la tapa esperando encontrar lo que tenía que ser obvio…Pero mis ojos contemplaron como aquella caja se hallaba completamente vacía de ningún resto. Salvo por una pequeña carta lacrada que en total reposo descansaba amarillenta en el fondo de la tumba.
La tome mojándola un poco por culpa de mis dedos y la abrí para leerla junto a Eyra con rapidez. Notando como mis ojos se abrían en un gesto desencajado de horror, de ira y de furia al ver aquella letra que conocía tan horriblemente bien...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
¡Ding ding ding! ¡Felicidades! ¡Has llegado a la primera prueba de esta fantástica ruleta rusa! No, la verdad es que no hay más juego que éste. ¿Qué se siente al abrir la tumba de tu hijo… y encontrarla vacía? Ah, Dios… ojalá esté ahora contemplando tu rostro desencajado, furioso, iracundo… Oh sí, sería todo un placer para mis ojos.
Supongo, querida Erikdottir, que no estás sola leyendo esta carta. Algo me dice que mi amigo Bernard hará un excelente trabajo con tu mente y a estas horas ya serás una más de nuestra familia. ¡En tal caso, bienvenida! A tu lado tendrás a mi pequeño saltamontes, aquél al que le di el don de la inmortalidad. ¡Hallo, Jerarld! ¿Cómo te trató la vida tras tu abandono? Oh, espero que me eches tanto de menos como yo a ti.
Dejando las formalidades atrás, supongo que ambos buscaréis en esta carta las respuestas que la tumba vacía os ha negado. Lo cierto es, que vuestro engendro pelirrojo esta justo en mi regazo mientras os escribo esta carta, jugueteando con mis cabellos e intentando comérselos. Pobre… ¿tendrá hambre?
Como os habréis dado cuenta, vuestras vidas fueron mis juguetes favoritos. Ah… no sabéis cuánto me divertí manipulando a Eyra siendo ésta una niña para que asesinara a su padre… para conducirla a la taberna dónde os conocisteis, sabiendo que sucedería lo que sucedió, finalmente. ¿Cuándo me lo agradeceréis? Gracias a mí estáis aquí, leyendo esto seguramente tan acaramelados como antes. Oh, y me encantó ver la cara de la vikinga cuando el mayordomo, otro de mis títeres, mintió sobre el mocoso. ¡Casi me conmueves, querida! ¿Y qué decir de Jerarld? Siempre ajeno a esta historia, tan ignorante como siempre. ¿A que vivías más feliz bajo mis embrujos? Yo tuve que cargar con el niño para que Eyra sucumbiera a la eternidad, para que se convirtiera en la adorable vampiresa que es hoy. Todo lo que eres, pequeña, es gracias a mí, no lo olvides. Y sí, recluté a Zéphyr aunque, a decir verdad, le cambié el nombre… ¿qué clase de nombre es ese? ¿tanto le odiabas? Johannes es más musical al oído, ¿verdad, Jerarld? Tranquilos, a mi lado será un chico de provecho, ¡ya lo veréis! Y claro que lo veréis. ¿De veras pensabais que iba a dejarle morir como un simple mortal? ¿Para qué hubiera movido tantas vidas, entonces? No, su cometido irá más allá. Será mi fiel mano derecha, mi servidor, mi aliado, mi escudo. Algún día os lo presentaré, quizás cuando consiga aquello que deseo más allá de la inmortalidad. Pero esas cosas no las entenderíais, sois muy jóvenes todavía.
Y Jerarld… ¿por qué tanto odio? Tu deseo era formar una familia, ¡y te la di! ¡Yo te la entregué! ¿Quién crees que promovió tu encuentro con la vikinga? Algún día te contaré por qué escogí a ella y no a otra. Es una historia fabulosa, a decir verdad.
Vuestro hijo Johannes os saluda babeando en esta hoja, esperando que el reencuentro sea tan emocionante como lo fue escribir esta declaración de intenciones.
Vuestro titiritero,
Démian Von Luttenberg
PD: Bonito colgante; el perro está encantado.
Jamás podría describir las emociones que corrieron por mis venas cuando mis ojos se posaron en aquél nombre, ya habiendo procesado todo cuanto sus amargas palabras habían plasmado en aquél papel ahora humedecido por la tormenta, por mis lágrimas iracundas y arrugado por mis dedos que empezaban a hacer trizas la carta, deteniéndome antes de romperla.
- Él… él me empujó a tus brazos… jugó con mi vida a su antojo… me robó a mi hijo… me convirtió en una sombra de la noche eterna… me esclavizó a ser alguien que nunca fui… él… él y tú… vosotros… hicisteis añicos mi mundo… ¡me matasteis en vida!
Mi voz, trémula, suave como un suspiro, había empezado a subir de volumen, siendo ahora cortante, fría, hiriente, venenosa a los oídos, rabiosa, dolida, humillada. Así, cegada por el odio, odié todo cuanto me rodeaba. Incluso a Jerarld, a quién acusaba ahora de haberme envuelto en su particular tormento, en su juego en el que nadie puede ganar. Yo sólo había sido una de sus casillas por las que debía pasar antes de llegar a su meta. El juego, ideado por el mismísimo diablo personificado, movía la ficha de Jerarld a su antojo, y con él, me arrastró a mí. ¿Cómo perdonarles algo así?
Supongo, querida Erikdottir, que no estás sola leyendo esta carta. Algo me dice que mi amigo Bernard hará un excelente trabajo con tu mente y a estas horas ya serás una más de nuestra familia. ¡En tal caso, bienvenida! A tu lado tendrás a mi pequeño saltamontes, aquél al que le di el don de la inmortalidad. ¡Hallo, Jerarld! ¿Cómo te trató la vida tras tu abandono? Oh, espero que me eches tanto de menos como yo a ti.
Dejando las formalidades atrás, supongo que ambos buscaréis en esta carta las respuestas que la tumba vacía os ha negado. Lo cierto es, que vuestro engendro pelirrojo esta justo en mi regazo mientras os escribo esta carta, jugueteando con mis cabellos e intentando comérselos. Pobre… ¿tendrá hambre?
Como os habréis dado cuenta, vuestras vidas fueron mis juguetes favoritos. Ah… no sabéis cuánto me divertí manipulando a Eyra siendo ésta una niña para que asesinara a su padre… para conducirla a la taberna dónde os conocisteis, sabiendo que sucedería lo que sucedió, finalmente. ¿Cuándo me lo agradeceréis? Gracias a mí estáis aquí, leyendo esto seguramente tan acaramelados como antes. Oh, y me encantó ver la cara de la vikinga cuando el mayordomo, otro de mis títeres, mintió sobre el mocoso. ¡Casi me conmueves, querida! ¿Y qué decir de Jerarld? Siempre ajeno a esta historia, tan ignorante como siempre. ¿A que vivías más feliz bajo mis embrujos? Yo tuve que cargar con el niño para que Eyra sucumbiera a la eternidad, para que se convirtiera en la adorable vampiresa que es hoy. Todo lo que eres, pequeña, es gracias a mí, no lo olvides. Y sí, recluté a Zéphyr aunque, a decir verdad, le cambié el nombre… ¿qué clase de nombre es ese? ¿tanto le odiabas? Johannes es más musical al oído, ¿verdad, Jerarld? Tranquilos, a mi lado será un chico de provecho, ¡ya lo veréis! Y claro que lo veréis. ¿De veras pensabais que iba a dejarle morir como un simple mortal? ¿Para qué hubiera movido tantas vidas, entonces? No, su cometido irá más allá. Será mi fiel mano derecha, mi servidor, mi aliado, mi escudo. Algún día os lo presentaré, quizás cuando consiga aquello que deseo más allá de la inmortalidad. Pero esas cosas no las entenderíais, sois muy jóvenes todavía.
Y Jerarld… ¿por qué tanto odio? Tu deseo era formar una familia, ¡y te la di! ¡Yo te la entregué! ¿Quién crees que promovió tu encuentro con la vikinga? Algún día te contaré por qué escogí a ella y no a otra. Es una historia fabulosa, a decir verdad.
Vuestro hijo Johannes os saluda babeando en esta hoja, esperando que el reencuentro sea tan emocionante como lo fue escribir esta declaración de intenciones.
Vuestro titiritero,
Démian Von Luttenberg
PD: Bonito colgante; el perro está encantado.
Jamás podría describir las emociones que corrieron por mis venas cuando mis ojos se posaron en aquél nombre, ya habiendo procesado todo cuanto sus amargas palabras habían plasmado en aquél papel ahora humedecido por la tormenta, por mis lágrimas iracundas y arrugado por mis dedos que empezaban a hacer trizas la carta, deteniéndome antes de romperla.
- Él… él me empujó a tus brazos… jugó con mi vida a su antojo… me robó a mi hijo… me convirtió en una sombra de la noche eterna… me esclavizó a ser alguien que nunca fui… él… él y tú… vosotros… hicisteis añicos mi mundo… ¡me matasteis en vida!
Mi voz, trémula, suave como un suspiro, había empezado a subir de volumen, siendo ahora cortante, fría, hiriente, venenosa a los oídos, rabiosa, dolida, humillada. Así, cegada por el odio, odié todo cuanto me rodeaba. Incluso a Jerarld, a quién acusaba ahora de haberme envuelto en su particular tormento, en su juego en el que nadie puede ganar. Yo sólo había sido una de sus casillas por las que debía pasar antes de llegar a su meta. El juego, ideado por el mismísimo diablo personificado, movía la ficha de Jerarld a su antojo, y con él, me arrastró a mí. ¿Cómo perdonarles algo así?
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
¿Cómo describir lo que aquellas palabras habían significado para mí?...¿Cómo decir lo que se movió en mi interior? Leer aquello había sido como si algo por dentro me hubiese roído las entrañas, como si me estuviesen devorando y a la vez escupido por dentro...
No era rabia, no era furia…Era el más profundo odio lo que albergaba en mi corazón en aquel instante.
Pues pese a que había sido yo quien le había dado muerte…Me sentía como si incluso aquello… no hubiese sido suficiente.
Me puse en pie, demasiado ensimismado en mis pensamientos para hacer siquiera caso a las palabras dolidas de Eyra.
En mi mente los recuerdos de aquel energúmeno venían sin parar. La lluvia caía incesante por mi rostro, y mis cabellos empapados caian sobre mis facciones impidiendo que se pudiese ver mí mirar ahora sombrío.
Pero entonces vi a una Eyra aun iracunda, acusándome a mí. Como si todo aquello fuese mi culpa. Sentia que mi cuerpo temblaba, apreté los puños intentando calmar aquello que sentía. Pero me estaba costando mantenerme en mis casillas. Así que cerré los ojos y hablé. Intentando usar solo la lógica…Intentando dejar de lado todo, pues lo único que deseaba en aquel momento era destruir todo lo que me rodeaba.
-Cuando llegue a su encuentro…Cuando le tuve frente a mi el sonrió…Habían pasado treinta y cinco años desde la última vez que le había visto. Y aun cuando le tenia de rodillas, me sonrió… “No pudisteis hacer nada…Él es mío…siempre lo ha sido….tu lo fuiste…y el también lo fue…El siempre estuvo conmigo…Siempre…Te lo robe…Te lo robe…” Decía con una sonrisa demencial mientras su cuerpo ensangrentado temblaba antes de que yo me abalanzara con mis dos espadas cegando su cuello con brutalidad, derramando su sangre que empapaba mis manos, mi rostro y las hojas de aquellas dos armas que lance lejos…En aquel momento no entendí de que hablaba, pensaba que se trataba de su delirio…Pero no era así…Si el siempre estuvo con el. Eso significa que el ultimo paradero que sabemos de nuestro hijo, fue Alemania.
Mire a Eyra que aun encolerizada me miraba iracunda. Tome sus hombros e intente sujetarle.
-Eyra!…¿Es que no lo entiendes? Él no logro salirse con la suya, siempre pensó que eramos sus títeres pero las cosas no le funcionaron como pensaba…Él no logro su cometido, fuese cual fuese yo le destruí antes de lograrlo…Y ahora tenemos a Zephyr. El sobrevivió, el vivió…Y si se convirtió en un inmortal…Eso podría significar que aun vive…Que aun puede estar por ahí. Y si es asi le vamos a encontrar.
Porque te lo juro por mi vida Eyra Erikdottir…que aunque sea lo último que haga... tú y yo le vamos a encontrar. Le indique seguro, decidido, y aun furioso con el el mundo, con el destino y con la vida que me había tocado vivir.
Pero aun así, a pesar de todo eso le agarre con firmeza abrazándole, estrechándole contra mi, intentando serenar su tormento,que era el mismo que el mio. Pues pese a que habían muchas cosas que nos habían distanciado, también había una que ahora mismo nos unía. Y aquello era el odio que ambos sentíamos hacia un mismo ser...
El odio y la esperanza, que como la misma lluvia que nos empapaba en aquel instante era intermitente y constate...
No era rabia, no era furia…Era el más profundo odio lo que albergaba en mi corazón en aquel instante.
Pues pese a que había sido yo quien le había dado muerte…Me sentía como si incluso aquello… no hubiese sido suficiente.
Me puse en pie, demasiado ensimismado en mis pensamientos para hacer siquiera caso a las palabras dolidas de Eyra.
En mi mente los recuerdos de aquel energúmeno venían sin parar. La lluvia caía incesante por mi rostro, y mis cabellos empapados caian sobre mis facciones impidiendo que se pudiese ver mí mirar ahora sombrío.
Pero entonces vi a una Eyra aun iracunda, acusándome a mí. Como si todo aquello fuese mi culpa. Sentia que mi cuerpo temblaba, apreté los puños intentando calmar aquello que sentía. Pero me estaba costando mantenerme en mis casillas. Así que cerré los ojos y hablé. Intentando usar solo la lógica…Intentando dejar de lado todo, pues lo único que deseaba en aquel momento era destruir todo lo que me rodeaba.
-Cuando llegue a su encuentro…Cuando le tuve frente a mi el sonrió…Habían pasado treinta y cinco años desde la última vez que le había visto. Y aun cuando le tenia de rodillas, me sonrió… “No pudisteis hacer nada…Él es mío…siempre lo ha sido….tu lo fuiste…y el también lo fue…El siempre estuvo conmigo…Siempre…Te lo robe…Te lo robe…” Decía con una sonrisa demencial mientras su cuerpo ensangrentado temblaba antes de que yo me abalanzara con mis dos espadas cegando su cuello con brutalidad, derramando su sangre que empapaba mis manos, mi rostro y las hojas de aquellas dos armas que lance lejos…En aquel momento no entendí de que hablaba, pensaba que se trataba de su delirio…Pero no era así…Si el siempre estuvo con el. Eso significa que el ultimo paradero que sabemos de nuestro hijo, fue Alemania.
Mire a Eyra que aun encolerizada me miraba iracunda. Tome sus hombros e intente sujetarle.
-Eyra!…¿Es que no lo entiendes? Él no logro salirse con la suya, siempre pensó que eramos sus títeres pero las cosas no le funcionaron como pensaba…Él no logro su cometido, fuese cual fuese yo le destruí antes de lograrlo…Y ahora tenemos a Zephyr. El sobrevivió, el vivió…Y si se convirtió en un inmortal…Eso podría significar que aun vive…Que aun puede estar por ahí. Y si es asi le vamos a encontrar.
Porque te lo juro por mi vida Eyra Erikdottir…que aunque sea lo último que haga... tú y yo le vamos a encontrar. Le indique seguro, decidido, y aun furioso con el el mundo, con el destino y con la vida que me había tocado vivir.
Pero aun así, a pesar de todo eso le agarre con firmeza abrazándole, estrechándole contra mi, intentando serenar su tormento,que era el mismo que el mio. Pues pese a que habían muchas cosas que nos habían distanciado, también había una que ahora mismo nos unía. Y aquello era el odio que ambos sentíamos hacia un mismo ser...
El odio y la esperanza, que como la misma lluvia que nos empapaba en aquel instante era intermitente y constate...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
El abrazo fue suficiente para sosegar el monstruo que trepaba por mi vientre, luchando para arañar mi boca y devorar aquél mundo injusto que me había robado los dos grandes amores de mi vida; mi marido y mi hijo.
Jerarld… contigo porque me matas y ahora sin ti ya no vivo. Sé que faltaron razones y sé que sobraron motivos. Somos polos opuestos, lo sé… Tú dices blanco, yo digo negro. Tan dispares y a la vez tan cercanos. Sabes que esta noche nos une algo más que el odio que ahora nos consume bajo esta lluvia. Sabes que por más que te busco eres tú quién me encuentra. Sé que me odias y me quieres, siempre a contracorriente. Eres tú quién me hace llorar pero sólo tú me puedes consolar, que pese el dolor eres tú quién me devuelve la calma y sacia mi tormento. Dicen que el amor es suficiente pero ahora no tengo el valor de hacerle frente sola y, pese a todos estos obstáculos, yo te regalo mi amor, mi vida, pese a que te ame con fuerza y te odie a momentos, yo te regalo el sol de medianoche… porque eres tú mi mundo y con tu saliva curas mis heridas. ¿Qué no daría si sólo a tu lado puedo llorar y reír al sentir tus caricias?...
Detuve mis pensamientos, mordiéndome el labio inferior con fuerza, sin importarme que una pequeña herida ensuciara de sangre mis labios. Me despegué de mi marido, buscando sus ojos chispeantes entre la oscuridad de la noche. Las yemas de mis dedos recorrieron entonces su mejilla derecha, culminando sobre su boca, acariciando aquellos labios que un día fueron míos. Dejé escapar una sonrisa triste, desvié la mirada y dejé caer mi mano sobre mi regazo.
- Estoy cansada.- susurré con el cuerpo todavía temblando, ya no de ira salvaje, de algo peor y más profundo que eso.- Quiero ir a casa.-concluí, poniéndome entonces de pie sin preocuparme de qué tan sucia iba.
Eché una mirada a Jerarld como si esperara algo de él, pero los segundos transcurrieron y su rostro permanecía inmutable. Suspiré y llevé mi mano hacia sus cabellos, dispuesta a invitarle a pasar la noche junto a mí, pues estaba convencida de que ambos necesitábamos el apoyo del otro en aquellos crudos momentos por los que atravesábamos. Pero no lo hice.
- Buenas noches… Jerarld.-me despedí, alejando la mano sin haberle tocado siquiera.- Intenta dormir.
Le di la espalda, segura de que regresaría a los brazos de aquella que encendía su alma con promesas, saciando su deseo irrefrenable, aunque buscándome en cada uno de sus besos y rincones de su cuerpo, desnudando la verdad que él ya sabía y no quería escuchar.
Caminé sin prisa por aquél bosque, dejando atrás al dueño de aquél veneno que aún recorría mis venas. Aquella ponzoña llamada amor. Y llegué a casa, aquella pequeña residencia que había comprado durante mi soltería, en la que di a luz a mi único lazo real con Jerarld. Aquella casa era el escenario de partida de toda aquella historia. Y ahora, cerrando la puerta tras de mí, ahogándome en la soledad del hogar, caí de rodillas frente a la nada, siendo presa, de nuevo, del llanto más asfixiante de todos: el de una madre que llora a su hijo. El de una mujer sin su hombre.
Jerarld… contigo porque me matas y ahora sin ti ya no vivo. Sé que faltaron razones y sé que sobraron motivos. Somos polos opuestos, lo sé… Tú dices blanco, yo digo negro. Tan dispares y a la vez tan cercanos. Sabes que esta noche nos une algo más que el odio que ahora nos consume bajo esta lluvia. Sabes que por más que te busco eres tú quién me encuentra. Sé que me odias y me quieres, siempre a contracorriente. Eres tú quién me hace llorar pero sólo tú me puedes consolar, que pese el dolor eres tú quién me devuelve la calma y sacia mi tormento. Dicen que el amor es suficiente pero ahora no tengo el valor de hacerle frente sola y, pese a todos estos obstáculos, yo te regalo mi amor, mi vida, pese a que te ame con fuerza y te odie a momentos, yo te regalo el sol de medianoche… porque eres tú mi mundo y con tu saliva curas mis heridas. ¿Qué no daría si sólo a tu lado puedo llorar y reír al sentir tus caricias?...
Detuve mis pensamientos, mordiéndome el labio inferior con fuerza, sin importarme que una pequeña herida ensuciara de sangre mis labios. Me despegué de mi marido, buscando sus ojos chispeantes entre la oscuridad de la noche. Las yemas de mis dedos recorrieron entonces su mejilla derecha, culminando sobre su boca, acariciando aquellos labios que un día fueron míos. Dejé escapar una sonrisa triste, desvié la mirada y dejé caer mi mano sobre mi regazo.
- Estoy cansada.- susurré con el cuerpo todavía temblando, ya no de ira salvaje, de algo peor y más profundo que eso.- Quiero ir a casa.-concluí, poniéndome entonces de pie sin preocuparme de qué tan sucia iba.
Eché una mirada a Jerarld como si esperara algo de él, pero los segundos transcurrieron y su rostro permanecía inmutable. Suspiré y llevé mi mano hacia sus cabellos, dispuesta a invitarle a pasar la noche junto a mí, pues estaba convencida de que ambos necesitábamos el apoyo del otro en aquellos crudos momentos por los que atravesábamos. Pero no lo hice.
- Buenas noches… Jerarld.-me despedí, alejando la mano sin haberle tocado siquiera.- Intenta dormir.
Le di la espalda, segura de que regresaría a los brazos de aquella que encendía su alma con promesas, saciando su deseo irrefrenable, aunque buscándome en cada uno de sus besos y rincones de su cuerpo, desnudando la verdad que él ya sabía y no quería escuchar.
Caminé sin prisa por aquél bosque, dejando atrás al dueño de aquél veneno que aún recorría mis venas. Aquella ponzoña llamada amor. Y llegué a casa, aquella pequeña residencia que había comprado durante mi soltería, en la que di a luz a mi único lazo real con Jerarld. Aquella casa era el escenario de partida de toda aquella historia. Y ahora, cerrando la puerta tras de mí, ahogándome en la soledad del hogar, caí de rodillas frente a la nada, siendo presa, de nuevo, del llanto más asfixiante de todos: el de una madre que llora a su hijo. El de una mujer sin su hombre.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Deshechos del querer [Jerarld]
Contemple bajo la lluvia como ella marchaba empapada y con paso lento, mientras yo sentía que incluso los parpados me pesaban tras aquella noche llena de revelaciones y búsquedas.
Y ahí, en la completa soledad del bosque, dirigi la mirada hacia el cielo, dejando que la lluvia cayese sobre mi rostro recordándome que aunque no tuviese latidos, seguía estando vivo. Aunque en aquel instante no me sintiese así.
Me habría ido en aquel momento, habría marchado en soledad sin ir a ninguna parte, pues algo me decía que no lograría encontrar el descanso que deseaba en ningún lugar.Pero entonces desvié la mirada poco a poco hacia el camino que ella había continuado y supe que a pesar de que ambos habíamos roto las promesas que habíamos hecho al casarnos, había una que no quería tener que destruir.
Camine con calma por aquel senderero, mirando directamente el suelo, pues ni siquiera tenía que ver por dónde iba, solo tenía que seguir su aroma hasta encontrarla, un aroma que poco a poco comenzaba a perderse por culpa del agua y el viento, que se la llevaba con consigo.
Llegue hasta la entrada de su mansión y puse mis dedos sobre la superficie de la puerta. Acerque mi frente hacia ella y desde allí escuche su llanto. Fruncí el ceño, disgustado por aquel dolor que también sentía y del que también era en parte culpable.
Gire el pomo con suavidad para entrar hacia su salón, cerrando y caminando hacia ella que aun desgarrada por el dolor se había girado mirándome con los ojos enrojecidos y las lagrimas bañando su rostro.
Camine hacia ella y le levante con cuidado, ante su sorpresa y su llanto que aun no cesaba. Le sostuve entre mis brazos y camine lentamente con ella hacia sus aposentos, acompañándole con calma y sujetándole bien, pues su piel fría aun temblaba entre mis brazos empapados.
Al llegar tome una de las mantas y deslice mis dedos por sus hombros, moviendo las tiras de aquel camisón mojado y lleno de barro que cubria su cuerpo. Hice que éste cayese a sus pies, le cubrí con aquella manta seca y le conduje a la cama, sentándole como si ella fuese una niña pequeña. Le hice recostarse con cuidado mientras yo me sentaba a su lado.
Le observe en silencio un instante, apreciando aquellos ojos brillantes, tan distintos y a la vez tan parecidos a aquellos ojos que por fin recordaba. Aquellos ojos de la Eyra humana... tan dulces y a la vez tan llenos de dolor.
Hemos roto casi todas nuestras promesas…Y el tiempo se ha ensañado en demostrarnos cuantos errores hemos cometido…Pero ya nada de eso importa, nada de eso importa ya…
Aparte sus cabellos mojados y acaricie su mejilla con mis dedos.
No pienses en nada, no sufras por nada, no ahora. Deja que tus ojos se cierren sin más, pues esta noche yo estaré contigo… Déjame que cuide de ti...Le pedi, mientras apartaba con cuidado aquellos cabellos de su rostro.
Cerré los ojos y suspire notando como su aroma embriagaba mis sentidos como siempre había hecho.
La lluvia incesante de fondo parecía recordarme que de alguna forma, yo nunca encontraría el descanso que tanto anhelaba, quizás ese sería mi castigo. Quizás era mi deuda a saldar con la inmortalidad...
Y ahí, en la completa soledad del bosque, dirigi la mirada hacia el cielo, dejando que la lluvia cayese sobre mi rostro recordándome que aunque no tuviese latidos, seguía estando vivo. Aunque en aquel instante no me sintiese así.
Me habría ido en aquel momento, habría marchado en soledad sin ir a ninguna parte, pues algo me decía que no lograría encontrar el descanso que deseaba en ningún lugar.Pero entonces desvié la mirada poco a poco hacia el camino que ella había continuado y supe que a pesar de que ambos habíamos roto las promesas que habíamos hecho al casarnos, había una que no quería tener que destruir.
Camine con calma por aquel senderero, mirando directamente el suelo, pues ni siquiera tenía que ver por dónde iba, solo tenía que seguir su aroma hasta encontrarla, un aroma que poco a poco comenzaba a perderse por culpa del agua y el viento, que se la llevaba con consigo.
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Llegue hasta la entrada de su mansión y puse mis dedos sobre la superficie de la puerta. Acerque mi frente hacia ella y desde allí escuche su llanto. Fruncí el ceño, disgustado por aquel dolor que también sentía y del que también era en parte culpable.
Gire el pomo con suavidad para entrar hacia su salón, cerrando y caminando hacia ella que aun desgarrada por el dolor se había girado mirándome con los ojos enrojecidos y las lagrimas bañando su rostro.
Camine hacia ella y le levante con cuidado, ante su sorpresa y su llanto que aun no cesaba. Le sostuve entre mis brazos y camine lentamente con ella hacia sus aposentos, acompañándole con calma y sujetándole bien, pues su piel fría aun temblaba entre mis brazos empapados.
Al llegar tome una de las mantas y deslice mis dedos por sus hombros, moviendo las tiras de aquel camisón mojado y lleno de barro que cubria su cuerpo. Hice que éste cayese a sus pies, le cubrí con aquella manta seca y le conduje a la cama, sentándole como si ella fuese una niña pequeña. Le hice recostarse con cuidado mientras yo me sentaba a su lado.
Le observe en silencio un instante, apreciando aquellos ojos brillantes, tan distintos y a la vez tan parecidos a aquellos ojos que por fin recordaba. Aquellos ojos de la Eyra humana... tan dulces y a la vez tan llenos de dolor.
Hemos roto casi todas nuestras promesas…Y el tiempo se ha ensañado en demostrarnos cuantos errores hemos cometido…Pero ya nada de eso importa, nada de eso importa ya…
Aparte sus cabellos mojados y acaricie su mejilla con mis dedos.
No pienses en nada, no sufras por nada, no ahora. Deja que tus ojos se cierren sin más, pues esta noche yo estaré contigo… Déjame que cuide de ti...Le pedi, mientras apartaba con cuidado aquellos cabellos de su rostro.
Cerré los ojos y suspire notando como su aroma embriagaba mis sentidos como siempre había hecho.
La lluvia incesante de fondo parecía recordarme que de alguna forma, yo nunca encontraría el descanso que tanto anhelaba, quizás ese sería mi castigo. Quizás era mi deuda a saldar con la inmortalidad...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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