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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Alexandre Croÿ-Roeulx Miér Abr 18, 2012 11:08 pm

Hace dos años, un poco mas desde que me marche ¿Qué son dos años?, 24 meses, 104 semanas, 730 días, es eso, pero es mucho mas, Salí de Francia como un joven torturado, pero era al menos un humano, no lo que soy ahora mismo. Mis pensamientos me torturaban mientras el carruaje entraba presuroso en medio de la oscuridad iluminada por los cientos de velas por la Verja de Apolo, la verdadera entrada del Palacio de Versalles, solo los miembros de la familia real teníamos el derecho de que nuestros carruajes cruzaran el patio de los ministros, lugar donde todos los demas carruajes debian por tradición detenerse, yo sin embargo podia avanzar hasta las entrañas mismas de la maravilla del Rey Sol, todo seguía igual, tan majestuoso como lo deje hacia dos años cuando sali rumbo a Alemania, huyendo de mi mismo, los bosques, los estanques, las fuentes maravillosas. Siempre he pensado que Versalles es el Centro de Europa, pero no es el palacio, sino sus jardines los que son como un nuevo Edén, mas maravilloso seguramente que aquellos jardines colgantes de Babilonia que tanto capturaron la atención de Drine cuando recibimos esa lección Alexandrine, mi hermana, mi otro yo, la parte mas dulce y hermosa de mi mismo, espero algún llegue a perdonarme por haberla dejado, sin embargo nada mas podía haber hecho que alejarme lo mas posible de ella, ya no me era posible resistir el sentimiento que me torturaba al tenerla cerca, unos dias mas, unas semanas y seguramente hubiera cometido una locura al tenerla cerca y si ser un inmortal torturado, un no muerto, pero mucho menos vivo, era el precio por que ella estuviera segura, lo habria pagado una y mil veces. Y sin embargo apesar de todo mi esfuerzo y voluntad no estaba seguro de como reaccionaria al verla de nuevo, algo que inevitablemente pasaria en apenas unos minutos … y no solo era ella, podría ver de nuevo a Jean mi primo, el heredero de la corona, el único chico al que verdaderamente respetaba en el mundo, podría ver a mi tía quien era como una madre para mi, a Dominique, mi prima, aquella tormenta de orgullo a quien sin embargo no podía evitar querer con el alma y podría estar frente al rey Cristianísimo, el heredero mismo de Louis XIV mi tío, Abelard, no dabia olvidar mi misión, pues si bien muchos sentimientos se agolpaban en donde había estado alguna vez mi corazón, me era imposible olvidar que tenia una encomienda de importancia que transmitirle al rey de parte del Emperador y de mi mismo.

Sin darme cuenta el carruaje se abrió y un capital de la guardia francesa me recibió con el saludo y la reverencia correspondiente, lo conocía desde hacia tiempo, de mis días en la Ecole Militaire, por lo que lo salude con afecto y le pedí que me condujera hacia el salón de los Espejos, era para mi una bendición que el rey sol estableciera hacia mas de un siglo que las grandes recepciones en Versalles fueran realizadas de noche por lo que no tendría que exponer incómodos pretextos para no aparecer de día, jamás podre ver de nuevo un amanecer pensé torturado y nervioso sin poder evitarlo, finalmente mi única familia directa estaba a solo unos pasos de mi. Escoltado como dictaba el protocolo por cuatro guardias de Corps camine a lo largo de las estancias de los ministros y me detuve apenas afuera del salón de la Paz, esperando que mi presencia le fuera anunciada a la familia real por un heraldo, cosa que no tardo en suceder, a lo lejos escuche la petición oficial de recepción –Su alteza Real Alexadre Louis Fontaine, príncipe Real de Prusia e hijo de Francia solicita audiencia a su Cristianísima Majestad el rey Abelard I, a su augusta esposa la reina Geraldine, a su Alteza real Madeimoselle Royal Dominique Fontaine y a su alteza Real Alexandrine, Duquesa de Aquitania- Me llamo poderosamente la atención que el nombre de mi primo no fuera mencionado, pero apenas tuve tiempo de reflexioanr en eso pues justo al termino de la petición debia por protocolo caminar directo hacia ellos, esperando con ansia apenas contenida estar junto a mi familia de nuevo.
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Mensaje por Abélard Fontaine Vie Abr 20, 2012 7:19 pm


El salón de los espejos, algo más que solo reflejo. La superficie cristalina que bañaba todo entre el oro y los ventanales relucía como cristales diamantinos al medio día y como estrellas de plata por la noche. Situabanse los ventanales frente a los espejos a lo largo del gran salón, en invitación para observar la realidad desde ángulo distinto al que se acostumbra. Era el Rey Sol quién introdujo manto de estrellas después del crepúsculo, luz de Apolo en cada aurora, dentro del recinto de fiestas y recepciones. Iluminando así los interiores del Palacio, calentando el corazón de quienes en él moran. Porque estar entre sedas y joyas y oro y plata y exquisitos platillos y fiestas interminables embelesa a veces en demasía, haciendo olvidar la belleza de las cosas sencillas y de las cosas vivas. Entonces los seres humanos coronados por gemas pasan de ser agradecidos a demandar el esplendor y brillo que creen merecer por derecho de nacimiento. Envueltos en sus tesoros y sus mantos de oro se vuelven incapaces de tocar lo verde, lo que palpita incluso en ellos mismos. Alejados ahora del calor del día y la tranquilidad oscura de la noche, pasan a un estado de sueño en el que la gloria es relegada a estatuas que imitan la vida y que son admiradas en recuerdo de lo perdido. Singular combate de las criaturas dormidas comienza, esforzándose cada una por adquirir el mayor rango, destacar entre las otras y llegar a la cima del montículo de las ahora piedras frías, de las cuales ya ni si quiera perciben su brillo, tan solo su tamaño y peso. Como dragones dormidos que custodian su botín perdiéndose de la vida fuera de la cueva, olvidando la luz dorada con la que no se puede comerciar ni tocar ni poseer y de la calidez de rojo palpitar bajo el pecho de otro ente viviente. Si la inmortalidad hubiese obsequiadose a los hombres desde el comienzo de sus tiempos, muchos de ellos aún podrían encontrarse dentro de las cuevas, sin ser capaces de repetir en voz alta porque estan allí, pero encadenados en cuerpo y mente por el resto de la eternidad o hasta que algún benevolente rayo de astro rey o princesa decidiesen conceder con un toque nueva vida. Más de carne mortal fueron hechos los seres humanos y algunos sintiendo la próximidad del fin se obligan a salir de su cueva aunque la luz resulte ser cruel para con los ojos débiles, el clima poco compasivo con el cuervo viejo y decrépito que les mueve entonces y el basto mundo más ancho y profundo de lo que recordaban. Así conocedor de la debilidad humana fue llamado el equilibrio al corazón de Versalles. En ingeniosa arquitectura se convino la piedra con la piel y las sedas con las hojas y las velas con las estrellas, para que los seres que le habitarán jamás olvidaran el calor humano. Pues es de suma importancia es para los Altos Señores tener presente el exterior tanto como el interior de sus reinos.

Ahora el equilibrio interno estaba alterado por la falta de uno de sus miembros, pero los espejos del gran salón no reflejaban más que tranquilidad y quietud, porque existen espejos ocultos de la visión exterior que solo pertenecen a las personas bajo las coronas y títulos y estos deben permanecer siempre discretos pero nunca pasivos.

La noche trajo consigo un invitado, un familiar alejado de la Madre Francia durante dos años. Llamó a la puerta como lo hacen los hijos de las Casas Señoriales, con voz fuerte y precedido de respetuoso silencio. Estaba la cena por ser servida para los miembros de la Real Familia cuando se hizo el anuncio. Abélard ya vestido apropiadamente para la merienda, con traje azul y bordes blancos semejando el cielo nocturno había ordenado que el banquete se celebrase en el salón de los espejos, conocedor de la próxima llegada del príncipe Alexandré desde hacía dos días. La familia se encontraba en la mesa de manteles blancos mientras los sirvientes desfilaban trayendo este plato y el otro cuando entró el sobrino del hijo de la noche, encontrándose con que era ahora de naturaleza semejante a la suya. Se levantó en esto de saludo y sonrió.

-Sea bienvenido de vuelta a Francia y a nuestro hogar, príncipe Alexandré. Le invito a deleitarse de nuevo con los manjares dispuestos y a conversar sobre las nuevas que traiga y las que podamos nosotros referirle.-

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Mensaje por Alexandre Croÿ-Roeulx Mar Mayo 01, 2012 11:36 pm

No cabía duda ninguna pues el sonido era familiar a mis oidos desde la cuna misma, al ir caminando, a medida que me iba desplazando en la galeria, observado los altos techos, pintados con las muestras mas orgullosas del arte frances, sentia la mirada de los cortesanos, pero apenas me importaba, escuchaba el sonido inconfundible de pisadas en el mármol retumbando en mis oidos y sin embargo, apenas era consiente que era yo quien me deslizaba hacia mi sangre, mi familia, lo mas importante de vida, o de lo que había sido y si como humano los había querido, como esta criatura por cuyo capricho del destino me he convertido, estoy determinado a defenderlos con mi existencia o lo que quede de ella, al irme acercando hacia ellos quede sorprendo a la par de maravillado y confundido, no podría decirlo con certeza pues eran muchas los sentimientos que me embargaban al divisar a los Fontaine, a mis seres mas queridos y cercanos, en lo profundo, al final de la galería podía ver que la familia se había congregado en un banquete de estado, eso no era anormal, decenas de veces yo mismo había comido en esta misma estancia, sentado junto a mis tíos y a mis primos, recibiendo embajadores y dignatarios de otros reinos, sin embargo esta vez la sensación era diferente, una parte de mi se sentía como extraño, como cuando, después de un largo viaje apenas y reconoces a aquellos con quienes has compartido la vida a pesar de que los has añorado con lastimosa consistencia.

Lo primero que mis nuevos sentidos, agudizados por mi condición de inmortal, me permitieron detectar fue la visión de Alexandrine sentada majestuosa a lo lejos, en ese momento sentí como si un golpe macizo de una estructura de granito puro me golpeara con una fuerza tan terrible como un terremoto y tan brutal como una erupción, yo siempre había sido consiente de la belleza casi sobrenatural de mi hermana, me había ido de Francia huyendo del sentimiento que me embargaba el mirarla, el sentirla, pero ni la muerte que estuvo apunto de abrazarme me había preparado para mirarla de nuevo, su belleza se había incrementado cien, mil, diez mil veces y era para mi casi doloroso verla, admirarla, quererla y adorarla sabiendo con la certeza de la muerte que jamás podría tocarla, que jamás podría llamarla nada mas que mi hermana cuando desearía nombrarla con otros mil adjetivos que me llevarían directo al infierno, si no es claro que ya estoy en él, atrapado, sabiendo que no podre ver de nuevo la luz, que no sentiré de nuevo la briza de una mañana, en estos meses me había sentido tan solitario, tan alejado de aquellos quienes podrían gozar con la salida del Sol y su grandiosa luz.

Sin embargo otra sorpresa casi tan grande me aguardaba al final de la estancia, posterior al golpe certero de ver a la chica que mas amo en el mundo me encontré con el mas inesperado de los asombros, mi tío, aquel hombre grande, a quien admiraba mas que a ningún soberano era como yo, no podría decir como, pero apenas nuestros ojos se cruzaros supe que el era un no muerto y me aterro ver a través de sus pupilas que el igualmente conocía desde ese segundo, que yo no era ya un mortal, no lo niego, temí por un segundo que él sintiera repulsión hacia mi, que pensara que su familia estaba en peligro al tener frente a ellos a un monstro, condenado a existir, mas no a vivir, sin embargo mi lógica se impuso a mi repentino impulso de temor, pues él era justamente un vampiro y durante años enteros, quizás décadas lo había ocultado con una maestría tal que no lo hubiera imaginado jamás, por tanto con la mayor firmeza de la que fui capaz termine de aproximarme a la mesa regia y tras escuchar su voz y sus palabras, regias como siempre comencé a hablar posterior a realizar la reverencia requerida ante sus majestades, con una voz mas nerviosa de lo que hubiera querido.

Sire, es para mi el mas grande placer y el mas grato de los privilegios poder regresar a mi país y poder saludar de nuevo a mi familia, igualmente sire, deseo expresarle que os traigo los mejores deseos y las mas sinceras muestras de afecto y amistad de un imperio que saluda a través de mi a Francia y a su familia soberana, al mismo tiempo os agradezco majestad la invitación con que me honráis a unirme nuevamente a vosotros mi cara y muy querida familia, sin embargo sire antes desearía mostraros algunos presentes traídos desde Germania para vosotros-

Esa era mi sorpresa, presentes para mis mas cercanos familiares, era costumbre entre los miembros de las grandes familias reales, el intercambiar presentes tras una ausencia y la mía había sido tan prolongada que eso era lo minimo que se esperaba de mi, por tanto tras anunciarlo, pedí a dos ayudantes que me acercaran los obsequios para mi familia, para el rey había traído un mosquete de caza –para vos sire un mosquete de caza, un arma exquisita, con una empuñadura de plata y un mechero labrado de pedernal, fue fabricada en Austria, en la región del Tirol, perfecta para vuestras activadas cinegéticas y digna de vos pues tiene grabadas las armas reales de vuestro reino glorioso-

Spoiler:

Posterior a que el valet de chambre presentara el arma al rey me dirigí a la reina, la mas dulce de las damas y la mas cariñosas de las tías, para mi era como la madre, de cuyo cariño jamás goce en mi vida, conocía la devoción de la reina y su gran piedad por tanto había elegido un objeto de carácter religioso para mostrarle mi amor y mi fidelidad filial eterna –para vos su majestad he elegido una cruz, un pectoral real para ser mas preciso, montado en oro y con una reliquia de san German, fue fabricada hace doscientos años en Roma para su santidad Sixto V y creo firmemente que no puede estar en manos mas devotas y amorosas que las vuestras-

Spoiler:

Mi deseo era poder presentar mi cariño para mi primo, sin embargo al no verlo en la mesa me sentí obligado por el tacto a no preguntar sobre su ausencia ni a mostrar el presente destinado a sus manos, no en publico al menos, frente a la corte siempre dada de forma natural a los rumores que presentia no debia incrementar realizando cuestionamientos inecesarios, por lo que me dirigí hacia mi prima, Mademoiselle Royal, Dominique, el orgullo de los Fontaine, la joven mas discreta y orgullosa que conocia y que era al mismo tiempo, sin duda una de las princesas mas bellas de Europa, la quería casi tanto como a Alexandrine, pues aunque desde pequeños se delimito de forma notoria que su amor y devoción filiales le pertenecían a su hermano, el Delfín, tanto como el mío propio era de Alexandrine enteramente, no dejaba en ningun momento de admirarla y quererla profunda y decididamente, a la par claro que era ella uno de los principales motivos de mi visita al palacio de los sueños–para vos su alteza, me he permitido el atrevimiento de escoger esta tiara, fabricada en Berlín, montada con zafiros y diamantes, para el momento en que vos cumpláis vuestro deber para con Francia podéis lucir una joya apenas merecedora de reposar en vuestra frente adornando vuestros risos y recordéis el profundo afecto que vuestro primo siente por vos-

Spoiler:

El ultimo obsequio que presentaría seria el mas difícil de entregar, pues era el que había destinado para mi hermana, para el lucero que siempre había iluminado sin falta ni duda, la noche constante que había sido mi vida en los años lejanos pero tan cercanos al mismo tiempo de una infancia que solo ella había transformado en un prado ocre, con su alegría y su belleza, me acerque a ella y mirándola directo a sus ojos color turquesa hable aun a pesar de notar su sentimiento de rechazo –en Berlín los embajadores me hablaban de la belleza regia de la reina que es como una estrella que ilumina la corte mas gloriosa de Europa, sin embargo yo agregaba que nuestra soberana es una estrella rodeada de dos soles de belleza maravillosa y para vos hermana, solo he podido pensar en una perla, de una historia lejana y maravillosa, la llaman la peregrina y pertenecía a los Castilla, pasando luego a Alemania, desde donde la traigo para que deslumbre en vuestros hombros a todos los privilegiados de admirar vuestra belleza-

Spoiler:

Termine de presentar mis obsequios para mi familia entre nervioso porque temia que no fueran de su agrado y espectante pues mi interes por conocer y saber que habia sucedido en estos años me estaba carcomiendo casi tanto como aquella mirada en el rostro de mi hermana.
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Mensaje por Geráldine Fontaine Dom Jun 10, 2012 12:00 am

“La vida de una Reina no es fácil. Nunca puede demostrar ningún tipo de sentimiento ¨Verdadero¨ Finge constantemente… y es más fuerte que cualquier criatura. Porque además de eso es mujer. Soporta en silencio: la angustia, el dolor ya sea físico o moral, el amor que enloquece a cualquiera y la culpa que consume a un sabio…”


Su mirada demuestra la seguridad que solo un guerrero posee… Pero es solo el antifaz de un ser caído ante la angustia… Más nunca lo mostro. Porque desde que llego al mundo tuvo que ser fuerte. Más un hijo es suficiente razón para desmoronarse en la batalla. Pero nunca en la guerra.
Respiro lentamente, colocando su mano sobre el pecho y en un movimiento suave arrastro la superficie de su prenda, dejando al fin caer su mano en el costado…

Sus pasos se escucharon esa tarde alrededor de todo el castillo: por el gran salón, las habitaciones, los corredores. Musitando las oraciones del día.Después se dirigió a su habitación, donde tomo un baño antes de cumplir con sus labores como Reina. Aquellas a las cuales siempre se demostraba agradecida; Porque le daban una razón para no sentirse inútil en una sociedad en la cuál la mujer poco tiene voto o importancia. Por lo que a veces tendía a recelar a la especie masculina en secreto. Pero no demasiado; porque era una mujer segura de sí misma, lo suficiente para saber que su papel, no era tan pequeño como otros le querían hacer creer.

Cuando se dispuso a vestirse; observo el traje que había mandado a elaborar Abelard en sus cumpleaños. Era cierto que la mayoría de las Reinas los usaban dos o tres veces y posteriormente los olvidaban en sus armarios y algunas tenían fama de ser derrochadoras. Sin embargo Geráldine no tenía aquella política.
–Suspiro casi ahogada cuando sintió el tirón del corsé, apoyándose contra la pared de su alcoba, frunciendo apenas los ojos. Pero de nuevo se sintió otro tirón y esta ves fue el último -

Minutos después ordeno a sus Damas de compañía que le dejaran sola en su habitación a puerta cerrada. Allí camino lentamente hacia su espejo; aquel que había captado sus mejores sonrisas, tomando una peinilla de bronce y arremetiendo contra su cabello, para formar pequeños rizos que ordeno elegantemente.Sin razón alguna sentía que ese día acabaría más grato que el anterior, por lo cuál quería verse bella. Después se puso de pie, saliendo hacia el pasillo, con los guantes que le había obsequiado su amada Dominique.

-Vamos- Musito, caminando hacia el salón de los espejos, mientras veía caer el ardiente sol y este era remplazado por una luminosa luna que adornaba los jardines reales y sus pasillos. Estando allí presente, vio a su Rey, al cuál saludo con una delicada reverencia, Tomando su mano, para dar un suave beso, casi superficial.

-Mi Rey… Se ve sumamente elegante esta noche.- Dijo sutilmente, mientras se daba vuelta para captar su atención en su amadísima Dominique. – Estas hermosa esta noche… Como siempre ha sido.- Poso suavemente su mano sobre el pecho ajeno, para besar repentinamente su coronilla y unas ves termino sus muestras de amor, tomo asiento en la silla.

De pronto escucho la voz de su sobrino… “Alexander…” Inmediatamente vino a su cabeza todo los momentos en los que había pedido volver a verle. Pero apenas reacciono cuando le tuvo cerca, porque mientras él daba sus regalos; a ella venia a la mente la figura de Jean. Pero volvió en sí cuando escucho de sus labios decir su nombre.
-Gracias mi querido Alexander. No sabes como apreció que hayas traído para mi tan majestuoso obsequio- Sus ojos brillaron ante la maravilla del objeto. Pero solo se dispuso a dejarlo en las manos de una de sus Damas de compañía para que lo llevase a tu habitación y lo dejara cerca a su cama.

-Debo admitir que tú regalo me ha gustado mucho… Pero sinceramente. Creo que no debiste tomarte la molestia… Porque… - Callo al creer que sus palabras podrían ser impropias. – Te doy mucho trabajo –Cambio el tema, al notar como observaba el vacío del príncipe y aunque no lo menciono, ella ya sospechaba que él sabia algo.
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Mensaje por Lydia Sforza Sáb Jul 28, 2012 4:28 pm

Misteriosas me parecian las disposiciones de su real majestad al convocarnos en una elegante cena a la luz del fuego de las velas reflejado en el oro y los espejos pulidos, bajo la atencion de los rostros pintados en la cupula y abrazados por la embriaguez del famoso salon. La mesa principal estaba dispuesta justo en el centro, unicamente para la familia soberana, una vez encarando aquel mostrador de blancos manteles con sus cuatro vacantes disponibles... El rey, la reina y sus princesas. Fue inevitable precisar en los confines de mis recuerdos la ausencia del Delfin de Francia. ¿quien habia colocado una quinta mesa?, frunci el ceño en gesto altamente indignando contra quienes habian organizado ¿con que sentido añadir una banca que no seria utilizada? El no vendria a cenar esa noche... Ah, Jean, Al que, pese a todo rumorio, toda la corte y la nacian creian despedido urgentemente en menesteres extranjeros, pocas conciencias comprendian la verdad que se encerraba en esa adornada mentira...

Mi familiar de sangre, la unica hija de Francia despues de mi, la delicada Alexandrine y yo fuimos las primeras Fontaine en llegar puntuales a la cita, junta a nosotras un cortejo aun decoraba con guirnaldas la manteleria y encendia hasta la ultima de las velas... Algunos aristocratas ya estaban colocados en sus respectivos asientos tras las mesas en hilera, trazando un camino hacia nuestros respectivos lugares. Un par de nobles caballeros nos detuvo halagando nuestras gracias, despertando los comentarios entretenidos sobre la curiosa belleza antonima de cada una. Alexandrine, la dulzura de rubios cabellos con sus ropajes florales, casi una caricia de primavera... y en cuanto a mi, como un reflejo de luna en tonalidades de un elegante azul, mas semejante a un invierno. Veladamente entretenida, detuve el discurso del caballero extendiendo mi mano hacia el para que le besara y mientras lo hacia, reparando en la misteriosa costumbre de los guantes perfumados, una costumbre antes tan criticada y ahora una silenciosa ley entre las hijas de Versalles... me preguntaba que tanto podia vociferar desesperado nuestro aspecto, y que tan poco podian reconocer los demas sobre el.

Es ese momento llego el rey, y en una reverencia todos aguardamos a que tomara asiento para imitarle. El lustro de su presencia cegaba la mirada de todos como el sol de cada mañana ¿Y yo estaba hablando de gritos? No tardabamos en ponernos nuevamente de pie dictaminados en una orden mas a la presencia siguiente de Geraldine, la amada reina. Tuve que reprimir el impulso de entornar la mirada, ¿No era ese el vestidoque habia usado hacia varios veces ya un par de meses?, ¿a que santo tendria que enconmendarme para innovar a mi madre? Acepte sus gestos tiernos con una sonrisa, pero mi mirada se deslizaba al sequito de Duquesas añejas que murmuraba, casi las estaba retando a atreverse a decir algo.

Aun con todo, la velada fue intima y encantadora, nadie podia evitar sentirse mas relajado con las amenas anecdotas de la reina, por mucho que nos envidiarian y odiaban a un tiempo, su fragil voz avivaba a los demas a sonreir. La embajadora de Inglaterra rompio en una risilla, pidiendo su oportunidad de anunciar las novedades extranjeras, el capitan de la armada le parecio exquisito el platilo de venado y salsas madres y no dudo en honrarlo con comentarios mas de una vez, mi institutriz principal no vacilo en intentar atraer la atencion de los reyes explicando en ligero acento los avances de cada clase. Con toda la diplomacia del protocolo, todos peleaban por ser vistos. Y entonces volvio a saltar ese joven poeta, y supe por su mirada e interes insistente en Alexandrine y en mi, que sus intenciones eran bastante claras, y algo pateticas... ¿quien se suponia que era el para pensar en coronas tan altas?

La reservada contemplacion del rey sol, ironicamente guardaba sus atenciones a los encantos nocturnos del jardin apenas y prestando la suficiente atencion para no desmeritar en falta de cortesia al Duque de Orleans y su flamante historia sobre la travesia de los vinos Italianos. Y entonces la sorpresa llego... mi sonrisa se curveo mientras doblaba la servilleta de la mesa en gesto distraido, asi que el hijo prodigo volvia a casa, ¿es que podia ser de otro modo?

De reojo admire la bienvenida de Abelard, comprendiendo el porque de tan agradable esmero especial, despertando un jubilo secreto por volver a ver a un lejano familiar, perdido desde hace tiempo en el deber de los hombres, pero despertando a la vez una preocupacion inevitable... ¿a que habia vuelto Alexandre?, ¿porque ahora? Con la desaparecion de Jean, mi hermano, y la desacreditacion del traidor de Darcy, Alexandre era el siguiente a la corona... mientras entrega en orden los obsequios no pude evitar reparar la elegancia con que ocultaba la ausencia de Jean, ni una pregunta. Tal vez fue fuera solo cortesia pero... ¿que tan enterado estaria mi primo del suceso?, ¿que tanta podria ser la ambicion y no la bondad de su regreso? Le regale una sonrisa amplia, aprobando cada una de sus acciones, su atencion y su regalo, por mucho que su aclaracion "cuando cumplas tu deber a Francia..." me hacia querer fulminarle con la mirada.

---
Nos honras a todos con tu llegada, querido mio--- Asegure con el fervor dulce que poco me caracterizaba mientras un sirviente acercaba la delicada Tiara para que la contemplara mejor --- la sorpresa es tan grande que me azora, me hubiera gustado haberlo sabido en un carta con antelacion, tal vez asi hubiese preparado un obsequio digno de los tuyos, digno de tu llegada. ¿Sera mi afecto y mi agradecimiento suficientes por esta noche? --- Un implicto reto, que tal vez nadie notaria. Extendi mi mano hacia la de mi madre en apoyo a sus palabras, aunque buscando su mirada, preguntandome en verdad como podia pensar con semejante humildad. --- ¿Dar trabajo, mi dulcisima señora? No es un deber, sino un placer complacerte, ¿no es asi, querido principe?
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