El pecado de la carne, más presente que nunca en las almas de los hombres insatisfechos. [Libre]

por **Chàrlotte Marchessault** Dom Abr 22, 2012 12:17 pm

Lujosa era la vida de una cortesana de alta clase, no como aquellas que residían en un mísero burdel abriendo sus piernas para cualquiera que llegase dado el momento, ella sin embargo al pertenecer a aquella clase se permitía el lujo de poder elegir a sus clientes, no más por su dinero y satisfacción aparente, aunque algunos más aparentaban de lo que eran... una verdadera lástima...
Sus trabajos iban desde lo más sofisticado y lujosos hasta lo más sádico y terrenal ¿qué se puede decir de alguien que ha disfrutado de la carne durante toda su vida?
Cierto era que sus pensamientos la llevaban a lujares lejanos en aquellos momentos cuando necesitaba estar lo más alejada posible de cualquier piel masculina, pero lo realmente cierto era que manteniendo relaciones era cuando una se olvidaba de todo lo pasado lo presente y lo futuro, quizás su vida se basase en ello, dejarlo todo, huir de todo pensamiento negativo o que fuese a variar sus formas de actuar para vivir el momento, justamente como y cuando ella pretendía hacerlo.

Portaba un vestido color blanco, sus hermosos y finos rasgos bién podrían confundirse con los de una vampiresa entregada a la noche, pero en lo absoluto era así. Se trataba de una cortesana, ferviente de deseos y profesando lujuriosamente el pecado de la carne tal y como siempre había deseado hacer ya que le impedía seguir con parlamentos estúpidos sobre la cualificación de la mujer o ridiculeces como casarse y mantener el resto de su vida encerrada entre cuatro paredes. ESA era su vida, y siempre la disfrutaba al máximo.
Su cabello, bien peinado con una trenza enroscada a la cabeza le daban aquel toque de distinción que ningún hombre se resistía a felicitar. Su piel bronceada, le daba aquel toque distinto a la de las demás damas que con su tersa y blanca piel daban a conocer su alta cuna con maquillajes y estupideces.

Varias horas llevaba la muchacha bajo el manto de la fresca tarde-noche. Allí caminando por uno de los lustrosos parques se sentó en un banco de madera, para descansar sus doloridos pies de aquella larga caminata.