3...2...1[Libre]

por **Røthgar Sbjören** Mar Abr 24, 2012 2:22 pm

¿Miedo?
- risas con tono grave, varonil -
¿acaso pretendes que me crea ese chiste?

Las cosas ocurrían sin previo aviso, pero eso a él no le importaba en lo absotluto. Con la sola compañía que su vaso, su sombra y aquel camarero en aquella taberna.
Miles de almas vagando por aquel mundo terrenal a expensas de volver a la vida que muy lejos se les había quedado ya, parecía la cosa más triste de todas. Pero por suerte, él y su gemelo tuvieron la suerte de hacer el hechizo correcto en el momento mas indicado.
De no haber podido, sus cuerpos se hubiesen descompuesto bajo aquella losa en el mausoleo. Gracia a aquella bruja fueron devueltos a la vida, y no gracias a ella solamente, sino a a magia que ambos consiguieron canalizar en el último instante.

Todo era perfecto. Tras ello consiguieron servir a la corte, como verdugos del rey, con una reputación impecable y el miedo en los rostros de quienes les miraban pasar por las calles parisinas.

Todo era "ideal" pero eso no bastaba. El quería algo que nadie le supo dar y era un buen drama, una buena pelea o lucha en el que con esfuerzo saliese victorioso de ello.
Tomó un sorbo de aquel vaso de whisky, esperando a aquel o aquella que le acompañase aquella noche. El, al ser brujo, tenía ciertos presentimientos que la gente normal carecía. Sabía que alguien aparecería, muy lejos de saber su sexo o edad.

por Esmeralda**** Miér Abr 25, 2012 4:33 pm

Había sido un día agotador como todos los demás, pero realmente gratificante, los parisinos eran gente descuidada y ostentosa fácil de engañar y fácil de robar, y aunque es cierto que tambien me ganaba el pan de forma honrada, la cartera de un rico era una tentación pecaminosa irresistible. Desde que llegué a París no había tenido problemas ya pensaba que la guardia había olvidado mi cara pero el hecho de ser un gitano ya implica que eres un criminal para ellos.

Había estado bailando en la plaza y leyendo alguna que otra mano, y para una vez que no robaba me acusaban de ladrona, bueno, gajes del oficio. Corrí por los callejones y cuando creí que los había perdido de vista tomé el chal de una señora y seguí corriendo hasta meterme en una taberna el azar. Me senté en donde vi un hueco con el chal cubriéndome la cabeza como una vieja jorobada. Entraron unos guardias y le hice un gesto al hombre que tenía enfrente, posando un dedo sobre los labios y guiñando un ojo con picardía. No tardaron mucho en irse, son unos incompetentes. Me giré para comprobar que no había rastro de ellos y me quité aquel trozo de tela molesto.

-Gracias por el silencio- comenté con mi tono coqueto levantándome del lugar haciendo tintinear las tobilleras con cascabeles hasta la barra donde con el pretexto de pedir una jarra de cerveza robé la cartera a un hombre rechoncho, lo que me vino muy bien para pagar con discreción. Mis manos se movían expertas como las de un mago.

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