AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No Future/No Past [Stea Iordache]
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No Future/No Past [Stea Iordache]
«Give up,
come to know,
we’re through.
No future, no past.»
-Cloud Nothings, "No Future/No Past"
Tenía un día de descanso a la semana, era más de lo que muchos en su posición podían aspirar. El día variaba y era básicamente cuando a sus superiores les daba la gana, así que casi nunca podía hacer grandes planes, un día antes le decían simplemente: «Bártok, mañana descansas» y así se iba a alguna taberna a embriagarse, como todos los demás días, sólo que en lugar de salirse a las 3 am, lo hacía a las 5 am y pasaba el día entero descansando en el cuchitril en el que ahora vivía solo, reposando la resaca que parecía la única constante real en su vida.
Ese día, sin embargo, abrió los ojos pues un rayo de luz se colaba por las tablas maltrechas de su habitación y le daba directo en la cara. Se removió sin tener idea de qué hora podía ser, lo que sí recordó con claridad es que ese era su día libre. Por la posición de la luz también supo que no era tan temprano como acostumbraba a levantarse para ir a trabajar al hotel. Se removió en el colchón mullido y viejo en el que dormía, se giró para que la luz no le diera más sobre el rostro y trató de seguir durmiendo pero simplemente ya no pudo.
Se puso de pie con pesadez y luego caminó arrastrando los pies por el poco espacio que tenía. Ahí junto a la cama estaba la cocina y sólo en un cuarto aparte estaba el baño, tenía otro colchón sin usar en otra esquina y eso era básicamente todo. Eso sí, tenía una ventana que daba a la calle y la que le servía de mayor entretenimiento cuando estaba aburrido. Ver a la gente ir y venir le quitaba el aburrimiento, se sentaba frente a esa misma ventana en los pocos momentos de paz que tenía a escribir, porque seguía escribiendo. Versos subversivos, incendiarios, provocativos, esa era su especialidad.
Olió el contenido de una cacerola para saber si su contenido seguía comestible, decidió que sí, prendió fuego y puso a calentar aquella sopa de hongos que había preparado noches atrás. La comió directo del recipiente y bebió un poco de absenta que tenía ahí a la mano. Miró a su alrededor cuando terminó de comer y el sitio le pareció de pronto inconmensurablemente tedioso, torció la boca y caminó hasta el baño donde se lavó la cara para luego salir.
Casi nunca salía, a menos que fuese al hotel o a alguna taberna, nunca así, de día, sin preocupaciones así que, el desconocimiento del procedimiento a seguir lo mantuvo anclado largo rato a mitad de la calle mirando a ambos lados, se movió sólo cuando un carruaje pasó y los cascos de los caballos casi le pisan los pies. Entonces decidió caminar, el sol golpeándolo con tanta inclemencia fue una sensación poco agradable y apresuró el paso buscando algo de sombra. Por fin vio un lugar para refugiarse del calor pero antes de llegar a su derecha observó el circo gitano, había escuchado hablar de él, algunos compañeros de trabajo aseguraban que ahí podías saber tu futuro, Marek no era un escéptico del todo, pero tenía sus reservas y dirigió sus pasos a ese sitio. Era temprano y no había tanta gente como seguramente había durante las noches. Muchas tiendas estaban cerradas y él caminó por el sendero de tierra buscando a alguien quien fuera. Más adentro había más cosas y un poco más de gente, caminó en línea recta a una tienda de tela verde olivo, ahí había una mesa circular con un mantel de terciopelo azul. Tocó con los nudillos la superficie del mueble.
-¿Hay alguien? –dijo en voz alta, esperando ser atendido. Lucía como un sitio de esos que sus colegas le habían dicho, los gitanos usaban para leerte la mano, el tarot o el café.
Ese día, sin embargo, abrió los ojos pues un rayo de luz se colaba por las tablas maltrechas de su habitación y le daba directo en la cara. Se removió sin tener idea de qué hora podía ser, lo que sí recordó con claridad es que ese era su día libre. Por la posición de la luz también supo que no era tan temprano como acostumbraba a levantarse para ir a trabajar al hotel. Se removió en el colchón mullido y viejo en el que dormía, se giró para que la luz no le diera más sobre el rostro y trató de seguir durmiendo pero simplemente ya no pudo.
Se puso de pie con pesadez y luego caminó arrastrando los pies por el poco espacio que tenía. Ahí junto a la cama estaba la cocina y sólo en un cuarto aparte estaba el baño, tenía otro colchón sin usar en otra esquina y eso era básicamente todo. Eso sí, tenía una ventana que daba a la calle y la que le servía de mayor entretenimiento cuando estaba aburrido. Ver a la gente ir y venir le quitaba el aburrimiento, se sentaba frente a esa misma ventana en los pocos momentos de paz que tenía a escribir, porque seguía escribiendo. Versos subversivos, incendiarios, provocativos, esa era su especialidad.
Olió el contenido de una cacerola para saber si su contenido seguía comestible, decidió que sí, prendió fuego y puso a calentar aquella sopa de hongos que había preparado noches atrás. La comió directo del recipiente y bebió un poco de absenta que tenía ahí a la mano. Miró a su alrededor cuando terminó de comer y el sitio le pareció de pronto inconmensurablemente tedioso, torció la boca y caminó hasta el baño donde se lavó la cara para luego salir.
Casi nunca salía, a menos que fuese al hotel o a alguna taberna, nunca así, de día, sin preocupaciones así que, el desconocimiento del procedimiento a seguir lo mantuvo anclado largo rato a mitad de la calle mirando a ambos lados, se movió sólo cuando un carruaje pasó y los cascos de los caballos casi le pisan los pies. Entonces decidió caminar, el sol golpeándolo con tanta inclemencia fue una sensación poco agradable y apresuró el paso buscando algo de sombra. Por fin vio un lugar para refugiarse del calor pero antes de llegar a su derecha observó el circo gitano, había escuchado hablar de él, algunos compañeros de trabajo aseguraban que ahí podías saber tu futuro, Marek no era un escéptico del todo, pero tenía sus reservas y dirigió sus pasos a ese sitio. Era temprano y no había tanta gente como seguramente había durante las noches. Muchas tiendas estaban cerradas y él caminó por el sendero de tierra buscando a alguien quien fuera. Más adentro había más cosas y un poco más de gente, caminó en línea recta a una tienda de tela verde olivo, ahí había una mesa circular con un mantel de terciopelo azul. Tocó con los nudillos la superficie del mueble.
-¿Hay alguien? –dijo en voz alta, esperando ser atendido. Lucía como un sitio de esos que sus colegas le habían dicho, los gitanos usaban para leerte la mano, el tarot o el café.
Última edición por Marek Bártok el Mar Mayo 22, 2012 4:26 pm, editado 1 vez
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Re: No Future/No Past [Stea Iordache]
La gente del circo gitano le había acogido como una más pero no podía evitar sentirse incomoda, su caravana no solía dejar los territorios ya establecidos y desde que ella tenía memoria nunca habían viajado a París, aun así la posibilidad de que alguien que la conociese la encontrara le aterraba. No debían saber de ella, jamás. Lo lamentaba con todo el alma, extrañaba a su madre y a su hermana, las necesitaba pero sabía que alejarse para siempre era lo mejor.
A aquella mañana había despertado antes del alba y como muchas otras noches había despertado cubierta en sudor y con la respiración agitada. Enseguida se había levantado y había salido de la carpa a asearse. El sudor secándose contra su cuerpo, aquella delgada capa pegajosa no hacia otra cosa que recordarle que estaba irremediablemente sucia. Con un paño húmedo se encargó de tallar su piel, lo hacía con movimientos enérgicos y torpes. Si algo detestaba y no soportaba era el sudor pegándose a su piel, le hacía recordar… le hacía recordar malos momentos. Sus compañeras no preguntaban y ella agradecía aquel gesto, no estaba dispuesta a compartir sus terrores nocturnos con nadie aunque no dudaba que alguna de ellas hubiera intuido el dolor que cargaba a cuestas, ella no podía leerse a si misma pero estaba segura que un aura de colores opacos se cernía sobre su cuerpo. No regresó a la carpa que ocupaba hasta el medio día y no había nadie. Pocas personas visitaban aquel lugar en la mañana, la verdadera vida del circo gitano surgía al ocultarse el sol, las noches solían ser atareadas y si había algo de suerte uno conseguía cuatro o cinco clientes. Aquel día era su responsabilidad atender aquella carpa pero en realidad no esperaba que nadie fuera a aquel lugar a esas horas. Se metió detrás de la carpa, dejando vació el espacio donde se supondría debería estar, pero los rayos del medio día, su propia vestimenta, lo hacían sofocante. Se recargó en uno de los postes de la carga, un gran árbol le proporcionaba sombra y el viento era refrescante.
Creyó quedarse dormida unos minutos, cuando una voz le despertó abruptamente. La voz no era violenta pero el no estar no debería era lo que le provocaba tal sobresalto. Al parecer era un cliente quien había llegado.
-Claro ¿En que puedo servirle?- preguntó apenas al poner un pie dentro de la carpa, se acercó a la pequeña mesa circular puesta en el centro, sin embargo no se sentó en el banquillo detrás de ella. Evitaba observar al hombre directamente a la cara y en ese momento se concentró en acomodarse el puño de la blusa que llevaba, tenía un pequeño hilo suelto. -¿Tiene mucho tiempo esperando? Disculpa, pero aquí dentro es un infierno- señaló la carpa entera con un movimiento un tanto exasperado, luego levantó la vista hacia su dirección y le sonrió tímidamente. No podía prolongar mucho tiempo el momento de dedicarle alguna mirada, aunque en realidad no deseaba enfocarlo del todo –Si así lo desea puedo leerle la mano-
Se había adelantado al hombre, desde que había llegado a París se sentía inútil para realizar otras lecturas, si él deseaba una lectura de cartas o de aura, tendría que regresar más tarde. Se sentía inútil y la verdad es que para la lectura de la mano tampoco era muy buena pero sabía actuar y mentir. Por supuesto que no pretendía mentirle a toda esa gente pero tenía que sobrevivir y desde su secuestro y su posterior liberación no podía hacer una lectura en condiciones. Había charlatanes en el circo y ella, claro esta, se consideraba uno de ellos.
A aquella mañana había despertado antes del alba y como muchas otras noches había despertado cubierta en sudor y con la respiración agitada. Enseguida se había levantado y había salido de la carpa a asearse. El sudor secándose contra su cuerpo, aquella delgada capa pegajosa no hacia otra cosa que recordarle que estaba irremediablemente sucia. Con un paño húmedo se encargó de tallar su piel, lo hacía con movimientos enérgicos y torpes. Si algo detestaba y no soportaba era el sudor pegándose a su piel, le hacía recordar… le hacía recordar malos momentos. Sus compañeras no preguntaban y ella agradecía aquel gesto, no estaba dispuesta a compartir sus terrores nocturnos con nadie aunque no dudaba que alguna de ellas hubiera intuido el dolor que cargaba a cuestas, ella no podía leerse a si misma pero estaba segura que un aura de colores opacos se cernía sobre su cuerpo. No regresó a la carpa que ocupaba hasta el medio día y no había nadie. Pocas personas visitaban aquel lugar en la mañana, la verdadera vida del circo gitano surgía al ocultarse el sol, las noches solían ser atareadas y si había algo de suerte uno conseguía cuatro o cinco clientes. Aquel día era su responsabilidad atender aquella carpa pero en realidad no esperaba que nadie fuera a aquel lugar a esas horas. Se metió detrás de la carpa, dejando vació el espacio donde se supondría debería estar, pero los rayos del medio día, su propia vestimenta, lo hacían sofocante. Se recargó en uno de los postes de la carga, un gran árbol le proporcionaba sombra y el viento era refrescante.
Creyó quedarse dormida unos minutos, cuando una voz le despertó abruptamente. La voz no era violenta pero el no estar no debería era lo que le provocaba tal sobresalto. Al parecer era un cliente quien había llegado.
-Claro ¿En que puedo servirle?- preguntó apenas al poner un pie dentro de la carpa, se acercó a la pequeña mesa circular puesta en el centro, sin embargo no se sentó en el banquillo detrás de ella. Evitaba observar al hombre directamente a la cara y en ese momento se concentró en acomodarse el puño de la blusa que llevaba, tenía un pequeño hilo suelto. -¿Tiene mucho tiempo esperando? Disculpa, pero aquí dentro es un infierno- señaló la carpa entera con un movimiento un tanto exasperado, luego levantó la vista hacia su dirección y le sonrió tímidamente. No podía prolongar mucho tiempo el momento de dedicarle alguna mirada, aunque en realidad no deseaba enfocarlo del todo –Si así lo desea puedo leerle la mano-
Se había adelantado al hombre, desde que había llegado a París se sentía inútil para realizar otras lecturas, si él deseaba una lectura de cartas o de aura, tendría que regresar más tarde. Se sentía inútil y la verdad es que para la lectura de la mano tampoco era muy buena pero sabía actuar y mentir. Por supuesto que no pretendía mentirle a toda esa gente pero tenía que sobrevivir y desde su secuestro y su posterior liberación no podía hacer una lectura en condiciones. Había charlatanes en el circo y ella, claro esta, se consideraba uno de ellos.
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Re: No Future/No Past [Stea Iordache]
Los motivos de Marek para estar en ese lugar eran inciertos y todo apuntaba a que se trataba del más puro ocio. Por primera vez en años, desde su estrepitosa caída, tenía un momento para él, para hacer lo que él quisiera, porque las noches eran para embriagarse, y los días para trabajar y pagar el alcohol de la noche y así hasta el infinito; esa era su vida, su rutina, su ciclo, y por una vez, podía hacer lo que se le viniera en gana, extrañamente su decisión, causa de los compañeros de trabajo y camaradas de juerga, fue ir a ese sitio, echarse un volado, jugar a los albures con la suerte, un juego en el que nadie perdía, pero tampoco nadie ganaba. Tampoco esperaba eso, sólo era curioso, como cualquier hombre, y sobre todo, cualquier hombre dedicado al arte, porque el polaco no dejaba de escribir, aunque ahora eso no le diera de comer.
Se giró en dirección a la fuente de la voz y se topó con una jovencita, de cabello azabache como casi toda su gente, piel blanca, delgada y pequeña en comparación a su propia figura que era más bien robusta y grande, alzó ambas cejas y luego esbozo una sonrisa. Negó con la cabeza.
-No, en realidad acabo de llegar –soltó con ese desenfado que lo caracterizaba, extendió la mano y la posó en su totalidad en aquella mesa y no despegó la mirada de la gitana. Era bonita, bonita así nada más, tenía un encanto especial, o así lo sintió él al menos, también era esquiva como un animal que ha sido herido. Dejó de pensar en eso y observó la palma de su mano, esa misma que antes estuvo sobre la mesa y rio –no sé si deba creer en esto –se encogió de hombros aun observando la palma y luego la miró a ella-, dime, ¿debo creer en esto? –era una pregunta tramposa, y aun así sabía la respuesta. Ella tenía que hacer su trabajo, conseguir algunos francos (que viniendo de Marek no serían demasiados) y dejar la tarea de creer o no al cliente; no podía culparla, él mejor que nadie sabía que se tenía que hacer lo que fuese necesario para ganarse la vida, por ejemplo él había sacrificado la vida bohemia en pos de sobrevivir, fregado pisos y limpiando ventanas en un lugar que en otro tiempo mejor, pudo albergarlo y no emplearlo.
-Sí, eso creo –rio luego y miró a su alrededor, no se había percatado del calor que hacía porque él estaba acostumbrado al infierno que eran las cocinas del hotel donde laboraba, también trabajó una temporada en un barco de carga, en el cuarto de máquinas y eso sí que era calor, el cuartucho de las escobas donde tomaba sus siestas no tenía ventilación... su propia casa era calurosa por las noches antes del alba. Sonrió de nuevo, tomó asiento sin ser invitado con gesto desfachatado –supongo que es la época y en un lugar como este debe ser sofocante –estiró la mano sobre el mantel azul, con la palma hacía arriba –hagamos que el sacrificio de estar aquí valga la pena, dime que ves, prometo que será rápido –entonces dibujó esa sonrisa franca pero pendenciera también, la más común en él, un gesto de lado, retador pero que sabías, era sincero y no provocativo.
Comenzó a remangar la camisa para darle más libertad y luego la miró expectante. No sabía qué esperar de todo eso, quizá lo mejor y más correcto era no esperar nada, Marek era experto en la materia, no tenía expectativas en casi nada. Su vida, su ascenso y su caída, a la larga simplemente lo habían hecho cínico, la versión más ácida de la apatía por absolutamente todo. ¿Cómo no hacerlo? Vivió en el lujo, como el títere de otro, y ahora en la miseria, títere de muchos, era mejor eso a flagelarse por el vaivén de su vida, eso no iba con él, la autocomposición no le sentaba bien.
Se giró en dirección a la fuente de la voz y se topó con una jovencita, de cabello azabache como casi toda su gente, piel blanca, delgada y pequeña en comparación a su propia figura que era más bien robusta y grande, alzó ambas cejas y luego esbozo una sonrisa. Negó con la cabeza.
-No, en realidad acabo de llegar –soltó con ese desenfado que lo caracterizaba, extendió la mano y la posó en su totalidad en aquella mesa y no despegó la mirada de la gitana. Era bonita, bonita así nada más, tenía un encanto especial, o así lo sintió él al menos, también era esquiva como un animal que ha sido herido. Dejó de pensar en eso y observó la palma de su mano, esa misma que antes estuvo sobre la mesa y rio –no sé si deba creer en esto –se encogió de hombros aun observando la palma y luego la miró a ella-, dime, ¿debo creer en esto? –era una pregunta tramposa, y aun así sabía la respuesta. Ella tenía que hacer su trabajo, conseguir algunos francos (que viniendo de Marek no serían demasiados) y dejar la tarea de creer o no al cliente; no podía culparla, él mejor que nadie sabía que se tenía que hacer lo que fuese necesario para ganarse la vida, por ejemplo él había sacrificado la vida bohemia en pos de sobrevivir, fregado pisos y limpiando ventanas en un lugar que en otro tiempo mejor, pudo albergarlo y no emplearlo.
-Sí, eso creo –rio luego y miró a su alrededor, no se había percatado del calor que hacía porque él estaba acostumbrado al infierno que eran las cocinas del hotel donde laboraba, también trabajó una temporada en un barco de carga, en el cuarto de máquinas y eso sí que era calor, el cuartucho de las escobas donde tomaba sus siestas no tenía ventilación... su propia casa era calurosa por las noches antes del alba. Sonrió de nuevo, tomó asiento sin ser invitado con gesto desfachatado –supongo que es la época y en un lugar como este debe ser sofocante –estiró la mano sobre el mantel azul, con la palma hacía arriba –hagamos que el sacrificio de estar aquí valga la pena, dime que ves, prometo que será rápido –entonces dibujó esa sonrisa franca pero pendenciera también, la más común en él, un gesto de lado, retador pero que sabías, era sincero y no provocativo.
Comenzó a remangar la camisa para darle más libertad y luego la miró expectante. No sabía qué esperar de todo eso, quizá lo mejor y más correcto era no esperar nada, Marek era experto en la materia, no tenía expectativas en casi nada. Su vida, su ascenso y su caída, a la larga simplemente lo habían hecho cínico, la versión más ácida de la apatía por absolutamente todo. ¿Cómo no hacerlo? Vivió en el lujo, como el títere de otro, y ahora en la miseria, títere de muchos, era mejor eso a flagelarse por el vaivén de su vida, eso no iba con él, la autocomposición no le sentaba bien.
Invitado- Invitado
Re: No Future/No Past [Stea Iordache]
Al menos su descuido no había enfurecido al cliente, el hombre acababa de llegar y no había esperado un largo rato. A veces sucedía así, que les molestaba esperar y aguardaban a que apareciera el encargado descuidado que había dejado sola la tienda, tan sólo para reprenderlo y desquitar su frustración e insolación con palabras altisonantes. Así que cuando él le devolvió la sonrisa, ella no pudo más que corresponder alongando la delgada línea que dibujaban sus labios y acentuando ligeramente la curvatura de los mismos.
-¡Ya lo creo!- exclamó cuando el pregunto si debía o no creer. Deslizó un pequeño banco que estaba oculto por debajo de la pequeña mesa circular, con una mano apartó la tela que a su vez se deslizaba lentamentesobre el mueblecillo y finalmente se sentó. Cuando él hizo lo propio y puso los brazos arremangados sobre la mesa, tomó su mano izquierda por la muñeca y la colocó sobre la mesa. Enseguida lo soltó. –Coloca ambas palmas extendidas sobre la mesa.- Era una invitación, era también casi una orden. -¿En verdad quieres que esto sea rápido? O quieres que te revele los misterios del por qué debes y te aseguro que puedes creer.-
Se notaba que él había venido a pasar el rato, también era evidente que no importaba si ese rato era bueno o malo (seguramente estaba acostumbrado a ambos, podía intuirse observando su actitud y aspecto), él deseaba un poco de entretenimiento y si ella de antemano sabía que tal vez no podría ofrecerle verdades, tal vez debería ofrecerle ese rato de entretenimiento que él buscaba. Ella le brindaría ese rato de charla ociosa, relajación y de coqueteo ligero.
-Yo prometo que todo esto no será ningún sacrificio.- Si bien su voz tintineaba con cierto son amable y alegre, un tanto insinuante, ella había dejado de hacer contacto visual con él en el momento en que el dorso de su mano tocó la superficie de la mesa, concentrando en esta la mirada de sus grandes orbes oscuros.
Con delicadeza y por el dorso de estas, tomó ambas manos del desconocido y aunque eran mucho más largas y anchas que las suyas, las acuno, sopesando su peso. La textura de estas también fue examinada, sus pulgares delinearon el contorno de ambas manos y sus ojos se mantuvieron fijos en la superficie de estas. Fuertes, ásperas, callosas, habían sido testigo de múltiples trabajos; Una cuerda luego de ser halada 10 días, mil veces, dejaba una marca, todo en la vida dejaba una marca, inclusive el cómo se sujetaba una pluma dejaba una huella y en esos dedos era visible una extraña marca de ese tipo, poca gente escribía, escribía tanto cómo para dejarle un callo. Esas marcas eran una ayuda para discernir de donde venía aquel hombre, ¿Acaso no cada experiencia, cada momento no moldea nuestro espíritu y dirige nuestro destino? Algunas de ellas moldeaban e interferían, dándole otro significado a las verdaderas líneas que surcaban la mano de cada ser humano desde el día de su nacimiento.
Ella sabía que aquello era verdad, alguna vez había sido capaz de realmente ver más allá de toda piel, de todo ser, de una manera muy atinada, pero ahora poco importaba. Si él le creía o no, si ella deshonraba en ese momento un poco más a su pueblo por no poder hacer una lectura correcta, ¿qué más daba?
-¡Ya lo creo!- exclamó cuando el pregunto si debía o no creer. Deslizó un pequeño banco que estaba oculto por debajo de la pequeña mesa circular, con una mano apartó la tela que a su vez se deslizaba lentamentesobre el mueblecillo y finalmente se sentó. Cuando él hizo lo propio y puso los brazos arremangados sobre la mesa, tomó su mano izquierda por la muñeca y la colocó sobre la mesa. Enseguida lo soltó. –Coloca ambas palmas extendidas sobre la mesa.- Era una invitación, era también casi una orden. -¿En verdad quieres que esto sea rápido? O quieres que te revele los misterios del por qué debes y te aseguro que puedes creer.-
Se notaba que él había venido a pasar el rato, también era evidente que no importaba si ese rato era bueno o malo (seguramente estaba acostumbrado a ambos, podía intuirse observando su actitud y aspecto), él deseaba un poco de entretenimiento y si ella de antemano sabía que tal vez no podría ofrecerle verdades, tal vez debería ofrecerle ese rato de entretenimiento que él buscaba. Ella le brindaría ese rato de charla ociosa, relajación y de coqueteo ligero.
-Yo prometo que todo esto no será ningún sacrificio.- Si bien su voz tintineaba con cierto son amable y alegre, un tanto insinuante, ella había dejado de hacer contacto visual con él en el momento en que el dorso de su mano tocó la superficie de la mesa, concentrando en esta la mirada de sus grandes orbes oscuros.
Con delicadeza y por el dorso de estas, tomó ambas manos del desconocido y aunque eran mucho más largas y anchas que las suyas, las acuno, sopesando su peso. La textura de estas también fue examinada, sus pulgares delinearon el contorno de ambas manos y sus ojos se mantuvieron fijos en la superficie de estas. Fuertes, ásperas, callosas, habían sido testigo de múltiples trabajos; Una cuerda luego de ser halada 10 días, mil veces, dejaba una marca, todo en la vida dejaba una marca, inclusive el cómo se sujetaba una pluma dejaba una huella y en esos dedos era visible una extraña marca de ese tipo, poca gente escribía, escribía tanto cómo para dejarle un callo. Esas marcas eran una ayuda para discernir de donde venía aquel hombre, ¿Acaso no cada experiencia, cada momento no moldea nuestro espíritu y dirige nuestro destino? Algunas de ellas moldeaban e interferían, dándole otro significado a las verdaderas líneas que surcaban la mano de cada ser humano desde el día de su nacimiento.
Ella sabía que aquello era verdad, alguna vez había sido capaz de realmente ver más allá de toda piel, de todo ser, de una manera muy atinada, pero ahora poco importaba. Si él le creía o no, si ella deshonraba en ese momento un poco más a su pueblo por no poder hacer una lectura correcta, ¿qué más daba?
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Re: No Future/No Past [Stea Iordache]
Marek tenía un defecto, bueno, en realidad tenía muchos pero esa calurosa tarde uno era el que salía a relucir. De algún recóndito lugar en su historia o en su personalidad, quizá combinación de ambas, el polaco se había forjado una manía terrible por caer enamorado tan rápido que parecía absurdo. De hecho, era absurdo, pero se entendía porque se trataba de un poeta; se explicaba mas no se justificaba, estaba enamorado empedernidamente de por vida, sólo que la mujer cambiaba, la figura de su ninfa se amoldaba a sus circunstancias, que vaya que habían cambiado con el tiempo, con los años, desde el punto geográfico hasta el estatus económico, todo ello influía en su escritura, y en su fuente de inspiración también. Como fuera, cuando sus adustas y grandes manos, parecidas a las de un orangután hicieron contacto con esas otras manos delgadas, frágiles y gráciles, Marek sonrió satisfecho como si hubiese conquistado a la gitana. No es que estuviera perdidamente enamorado de ella desde ya, sólo que estuvo seguro que sería capaz de escribirle versos a esas manos y a esas palabras cíngaras. La chica era bonita, bonita nada más y eso le bastaba para elevarla ya a ese altar de musa, porque el escritor era así, inmediato y visceral, de otro modo sería incapaz de escribir todo lo que escribía.
Rio y asintió, no agregó más, aguardó a que ella hiciera su trabajo, enfocó su vista en su rostro y en su cabello negro. Negro como la noche a la que su pueblo le bailaba y le cantaba y le prendía fogatas, le gustó mirarla mientras ella se enfocaba en las cuatro manos posadas sobre la mesa de mantel azul.
-Quiero que me reveles todo eso que desconozco –dijo con un tono de voz parecido a la sorna, pero en realidad lo deseaba, no sabía qué tan cierto iba a ser lo que a continuación le dijera, sin embargo, se dispuso a creérselo todo. A tragarse el cuento que ella le inventara, a fingir que se sorprendía y que desde ese momento viviría con la enseñanza y las visiones que la gitana le dijera. ¿Por qué? Porque esa chica, su musa repentina de la tarde, valía la pena. Valía la pena, sacrificio o no, valía la pena decirle que sí. Marek era un esclavo de las mujeres, un amante empedernido destinado a quererlas a todas y no tener a ninguna, y ella, que era bonita, bonita nada más, era merecedora de su inmolación. Soltó una risa áspera que hizo que sus hombros se movieran y como consecuencia las manos sobre la mesa.
-No me burlo –se apresuró a aclarar –es sólo… -alzó el rostro pero no los ojos, mismos que se mantuvieron pegados a ese cabello ónix y a esa piel de mármol –que se me hace todo tan extraño –confesó con arrojada sinceridad y vaguedad impregnada –además… me haces cosquillas -bromeó, aunque era cierto que el contacto con aquella inmaculada piel le provocaba algo parecido a las cosquillas en la palma de la mano. Se sorprendió sin embargo, creyó que después de tantos trabajos habría perdido la sensibilidad en esa parte de su cuerpo pero ahí estaba, una niña le hacía cosquillas.
-Dime, ¿qué ves? –dijo y su frase fue sencilla, sin embargo, la entonó como cuando recitaba sus versos frente a Ina, la prostituta con la que vivió en Baviera. En su mente se maquinó un poema, uno malísimo, el peor de su repertorio. Claro que eso no debía ser tomado en cuenta, para Marek todos sus poemas eran el peor de su catálogo. ¿Y cómo no escribirle en el aire cuando poseía ese cabello negro noche, como la noche a la que le cantan y le bailan y le prenden fogatas los gitanos, y esa piel blanca que contrasta y esos ojos que tienen mucho que contar pero dicen muy poco y esa actitud de animal herido y que sin embargo consigue una coquetería natural, cómo no escribirle en el aire cuando era bonita, bonita nada más y eso para Marek bastaba?
Rio y asintió, no agregó más, aguardó a que ella hiciera su trabajo, enfocó su vista en su rostro y en su cabello negro. Negro como la noche a la que su pueblo le bailaba y le cantaba y le prendía fogatas, le gustó mirarla mientras ella se enfocaba en las cuatro manos posadas sobre la mesa de mantel azul.
-Quiero que me reveles todo eso que desconozco –dijo con un tono de voz parecido a la sorna, pero en realidad lo deseaba, no sabía qué tan cierto iba a ser lo que a continuación le dijera, sin embargo, se dispuso a creérselo todo. A tragarse el cuento que ella le inventara, a fingir que se sorprendía y que desde ese momento viviría con la enseñanza y las visiones que la gitana le dijera. ¿Por qué? Porque esa chica, su musa repentina de la tarde, valía la pena. Valía la pena, sacrificio o no, valía la pena decirle que sí. Marek era un esclavo de las mujeres, un amante empedernido destinado a quererlas a todas y no tener a ninguna, y ella, que era bonita, bonita nada más, era merecedora de su inmolación. Soltó una risa áspera que hizo que sus hombros se movieran y como consecuencia las manos sobre la mesa.
-No me burlo –se apresuró a aclarar –es sólo… -alzó el rostro pero no los ojos, mismos que se mantuvieron pegados a ese cabello ónix y a esa piel de mármol –que se me hace todo tan extraño –confesó con arrojada sinceridad y vaguedad impregnada –además… me haces cosquillas -bromeó, aunque era cierto que el contacto con aquella inmaculada piel le provocaba algo parecido a las cosquillas en la palma de la mano. Se sorprendió sin embargo, creyó que después de tantos trabajos habría perdido la sensibilidad en esa parte de su cuerpo pero ahí estaba, una niña le hacía cosquillas.
-Dime, ¿qué ves? –dijo y su frase fue sencilla, sin embargo, la entonó como cuando recitaba sus versos frente a Ina, la prostituta con la que vivió en Baviera. En su mente se maquinó un poema, uno malísimo, el peor de su repertorio. Claro que eso no debía ser tomado en cuenta, para Marek todos sus poemas eran el peor de su catálogo. ¿Y cómo no escribirle en el aire cuando poseía ese cabello negro noche, como la noche a la que le cantan y le bailan y le prenden fogatas los gitanos, y esa piel blanca que contrasta y esos ojos que tienen mucho que contar pero dicen muy poco y esa actitud de animal herido y que sin embargo consigue una coquetería natural, cómo no escribirle en el aire cuando era bonita, bonita nada más y eso para Marek bastaba?
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Re: No Future/No Past [Stea Iordache]
¿En realidad se estaría burlando? Tal vez era uno más de los que iba al circo para tratar de dejar en evidencia a algún gitano charlatán, de esos no había claro esta, muchos fingían ser gitanos e iban por ahí estafando gente, bueno ella era la rareza de todos aquellos gitanos, fieles a su tradición, ella era la excepción aquella regla. Lo observó con los ojos entrecerrados, dudando de él pero aquella mirada sólo la mantuvo un instante, luego decidió confiar en él porque su timbre de voz se escuchaba sincero, galante y sincero.
-En realidad te diré un secreto…- se despegó ligeramente del asiento y se acercó un poco a él sobre la mesa, sólo un poco, no violaba su espacio personal ni el suyo propio, por sobre todas las cosas no deseaba sentirse incomoda. - cualquiera puede leer las manos.- dicho esto abrió la boca en una gran “O”, exagerando la expresión de sorpresa, luego se dejó caer sobre su asiento, regresando al mismo sitio donde se encontraba hasta hace pocos segundos. La cabellera negra le cubrió por un momento el rostro, hecho que le pareció divertido y olvidando que estaba aquel hombre enfrente suyo, rio al poner aquella maraña en orden.
Tomó la mano de aquel hombre con ambas manos, las suyas parecían tan diminutas en comparación de las de él, aquella pequeña observación la incomodó, sintió cómo si él tuviera una ventaja, una espantosa ventaja y por un momento recordó aquellos días infernales por los que había pasado y no quiso recordar el tacto de su captor y se obligó a no hacerlo, aquella sensación podía ser la de cualquiera, incluso la de las manos de aquel hombre que en ese momento tenía enfrente. Tensó el agarre y luego de su comentario sobre las cosquillas, le sonrió incomoda y soltó aquella mano que sostenía entre las suyas.
-Necesito tu mano izquierda- le dijo y la tomó entre las suyas, acercándola hacía su campo visual. Él no tenía por qué pagar por sus miedos ¿o sí? Sólo era un cliente que escéptico o no estaba ahí para pasar un buen rato y ella por su cuenta trataría de hacer lo mismo - La quiromancía sigue unas cuantas reglas básicas, y así es como aprende uno que esta es la línea de la vida – dijo señalándola para luego recorrer esa línea curva que comenzaba en la base de su mano y terminaba donde comenzaba otra así que en el punto situado entre su dedo pulgar e índice comenzó a recorrer otra, que atravesaba su mano de un lado a otro. –La línea de la cabeza.- y finalmente cambiándose de un dedo a otro, saltó a una línea que se marcaba paralela a esta. - la línea del corazón.- Levantó la vista y mirándolo a la cara más no a los ojos, le sonrió. - Esas son las líneas principales y en las que todo el mundo cree que se basa la quiromancia pero… tus dedos y otras pequeñas líneas también me hablan de ti.- cerró la mano de él en un puño, sus dedos se enrollaron y así cómo estaba ella la observó desde el perfil donde se sitúa el meñique. - No tienes hijos.- luego entrecerró los ojos, tratando de definir una línea muy tenía que parecía marcarse – bueno tal vez alguno no reconocido- rio y volvió a desenvolver la mano para enfocarse en la punta de uno de sus dedos.- eres bastante mujeriego… -[/color] dejó la frase suspendida unos segundos porque aunque deseaba completarla con su nombre ella no se lo había preguntado antes, su mano podía decirle varías cosas sobre él menos aquel detalle .
-En realidad te diré un secreto…- se despegó ligeramente del asiento y se acercó un poco a él sobre la mesa, sólo un poco, no violaba su espacio personal ni el suyo propio, por sobre todas las cosas no deseaba sentirse incomoda. - cualquiera puede leer las manos.- dicho esto abrió la boca en una gran “O”, exagerando la expresión de sorpresa, luego se dejó caer sobre su asiento, regresando al mismo sitio donde se encontraba hasta hace pocos segundos. La cabellera negra le cubrió por un momento el rostro, hecho que le pareció divertido y olvidando que estaba aquel hombre enfrente suyo, rio al poner aquella maraña en orden.
Tomó la mano de aquel hombre con ambas manos, las suyas parecían tan diminutas en comparación de las de él, aquella pequeña observación la incomodó, sintió cómo si él tuviera una ventaja, una espantosa ventaja y por un momento recordó aquellos días infernales por los que había pasado y no quiso recordar el tacto de su captor y se obligó a no hacerlo, aquella sensación podía ser la de cualquiera, incluso la de las manos de aquel hombre que en ese momento tenía enfrente. Tensó el agarre y luego de su comentario sobre las cosquillas, le sonrió incomoda y soltó aquella mano que sostenía entre las suyas.
-Necesito tu mano izquierda- le dijo y la tomó entre las suyas, acercándola hacía su campo visual. Él no tenía por qué pagar por sus miedos ¿o sí? Sólo era un cliente que escéptico o no estaba ahí para pasar un buen rato y ella por su cuenta trataría de hacer lo mismo - La quiromancía sigue unas cuantas reglas básicas, y así es como aprende uno que esta es la línea de la vida – dijo señalándola para luego recorrer esa línea curva que comenzaba en la base de su mano y terminaba donde comenzaba otra así que en el punto situado entre su dedo pulgar e índice comenzó a recorrer otra, que atravesaba su mano de un lado a otro. –La línea de la cabeza.- y finalmente cambiándose de un dedo a otro, saltó a una línea que se marcaba paralela a esta. - la línea del corazón.- Levantó la vista y mirándolo a la cara más no a los ojos, le sonrió. - Esas son las líneas principales y en las que todo el mundo cree que se basa la quiromancia pero… tus dedos y otras pequeñas líneas también me hablan de ti.- cerró la mano de él en un puño, sus dedos se enrollaron y así cómo estaba ella la observó desde el perfil donde se sitúa el meñique. - No tienes hijos.- luego entrecerró los ojos, tratando de definir una línea muy tenía que parecía marcarse – bueno tal vez alguno no reconocido- rio y volvió a desenvolver la mano para enfocarse en la punta de uno de sus dedos.- eres bastante mujeriego… -[/color] dejó la frase suspendida unos segundos porque aunque deseaba completarla con su nombre ella no se lo había preguntado antes, su mano podía decirle varías cosas sobre él menos aquel detalle .
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Re: No Future/No Past [Stea Iordache]
«Asomado a la noche
en la terraza
de un rascacielos altísimo y amargo
pude tocar la bóveda nocturna
y en un acto de amor extraordinario
me apoderé de una celeste estrella.»
-Fragmento de "Oda a una Estrella" de Pablo Neruda.
en la terraza
de un rascacielos altísimo y amargo
pude tocar la bóveda nocturna
y en un acto de amor extraordinario
me apoderé de una celeste estrella.»
-Fragmento de "Oda a una Estrella" de Pablo Neruda.
Durante sus viajes había atravesado lo indecible, era imposible escribir una crónica certera de todo lo que había vivido, era simplemente demasiado, y siempre parecía andar a ciegas, a tientas, dando tumbos como el maldito ebrio que era, parecía abandonarse a las manos del destino, a que la marea de las circunstancias lo condujera a cualquiera que fuese su puerto, su hado. Por lo mismo, nunca antes se había parado en tierra de gitanos, que parecía una nación completamente distinta a la República Francesa, una tierra desconocida para occidente, misteriosa y poco amigable, llena de secretos esperando ser descubiertos, pero cuya cruzada podía resultar mortal. Marek veía en ese pueblo, en esa chica que era bonita, bonita nada más, toda una historia de caballeros y princesas, de magos y dragones, en donde a él le tocaba ser el juglar que canta lo que ve y así esparce las noticias. La labor de un poeta era muy parecida. Le pareció de pronto que era el más forastero de los hombres, un extranjero invadiendo terreno enemigo, pero que había encontrado un cómplice, una cómplice mejor dicho, que lo iba a sacar del atolladero. Sí, todo eso vino a su mente con sólo verla, con sólo tocarla, creó una historia, y poemas, desde luego, versos sueltos, malos y no tan malos, sobre su gente, sobre sus ojos y sobre las estrellas.
Asintió cuando ella comenzó a explicar, se dejó conducir, ella era la experta y en ese instante una convicción inusual anidó en su pecho, la de creer, la de aceptar que eso que ella decía y lo que diría luego era verdad y no cabía lugar a dudas, que no había otra realidad más que esa, no supo por qué si había entrado tan lleno de dudas, más como una corbeta que se deja llevar por el suave viento y el tenue oleaje que por una convicción sincera, y ahora, como algo que hace clic, se sentía de ese otro modo, ¿es que acaso ella había obrado su magia gitana sobre él? Era evidente que sí, es decir, le había gustado (porque a Marek le gustan todas), pero ¿tanto había sido el efecto que ella profería sobre él? Rio sin saber por qué y alzó la mirada para observarla, concentrada en su labor de quiromancia, juguetona a ratos, como esa expresión tierna y actuada que había dibujado de sorpresa al decir que todos podían leer la mano.
-Quizá tu puedas enseñarme a leer las manos–le sonrió de lado, aunque ella no lo vio y calló ara dejarla trabajar, de nuevo paró oreja como si lo que iba a escuchar fuese de vital importancia para salir de ese reino ajeno en el que era intruso, cada vez que ella tocaba una de las líneas de su mano, que hasta ahora habían pasado casi desapercibidas por él, las delineaba mentalmente y anotaba el nombre en un sitio en su memoria, asentía como dándole a entender que comprendía, aunque en realidad no entendía nada de nada. Era un bruto… con corazón de oro. Casi se ahoga cuando ella habló de hijos no reconocidos y rio con nerviosismo.
-No, no, no creo –se apresuró a decir y la lengua se sintió torpe, pero no importaba, si era así, si existía algún vástago Bártok perdido por Europa, era mejor de ese modo, no tenía madera de padre-, ¿qué más dice? Pero sin nuevos sustos por favor –bromeó y la miró de nuevo –no soy mujeriego, vamos, soy un poeta, tengo que escribirle a las mujeres, ¿no? –Luego aclaró ese punto –eso no me hace un mujeriego, de todos modos no me ha ido bien del todo en ese campo, así que… qué importa –se encogió de hombros y buscó la mirada ajena aunque esta le fue negada-. Por cierto, Marek… me puedes llamar así, ese es mi nombre, ¿puedo conocer el tuyo o es parte del misterio de sesiones como esta? –y aquella sonrisa de galán barato no se borró de su rostro un solo instante, sólo quería que ella levantara la mirada y pudiera verlo.
Asintió cuando ella comenzó a explicar, se dejó conducir, ella era la experta y en ese instante una convicción inusual anidó en su pecho, la de creer, la de aceptar que eso que ella decía y lo que diría luego era verdad y no cabía lugar a dudas, que no había otra realidad más que esa, no supo por qué si había entrado tan lleno de dudas, más como una corbeta que se deja llevar por el suave viento y el tenue oleaje que por una convicción sincera, y ahora, como algo que hace clic, se sentía de ese otro modo, ¿es que acaso ella había obrado su magia gitana sobre él? Era evidente que sí, es decir, le había gustado (porque a Marek le gustan todas), pero ¿tanto había sido el efecto que ella profería sobre él? Rio sin saber por qué y alzó la mirada para observarla, concentrada en su labor de quiromancia, juguetona a ratos, como esa expresión tierna y actuada que había dibujado de sorpresa al decir que todos podían leer la mano.
-Quizá tu puedas enseñarme a leer las manos–le sonrió de lado, aunque ella no lo vio y calló ara dejarla trabajar, de nuevo paró oreja como si lo que iba a escuchar fuese de vital importancia para salir de ese reino ajeno en el que era intruso, cada vez que ella tocaba una de las líneas de su mano, que hasta ahora habían pasado casi desapercibidas por él, las delineaba mentalmente y anotaba el nombre en un sitio en su memoria, asentía como dándole a entender que comprendía, aunque en realidad no entendía nada de nada. Era un bruto… con corazón de oro. Casi se ahoga cuando ella habló de hijos no reconocidos y rio con nerviosismo.
-No, no, no creo –se apresuró a decir y la lengua se sintió torpe, pero no importaba, si era así, si existía algún vástago Bártok perdido por Europa, era mejor de ese modo, no tenía madera de padre-, ¿qué más dice? Pero sin nuevos sustos por favor –bromeó y la miró de nuevo –no soy mujeriego, vamos, soy un poeta, tengo que escribirle a las mujeres, ¿no? –Luego aclaró ese punto –eso no me hace un mujeriego, de todos modos no me ha ido bien del todo en ese campo, así que… qué importa –se encogió de hombros y buscó la mirada ajena aunque esta le fue negada-. Por cierto, Marek… me puedes llamar así, ese es mi nombre, ¿puedo conocer el tuyo o es parte del misterio de sesiones como esta? –y aquella sonrisa de galán barato no se borró de su rostro un solo instante, sólo quería que ella levantara la mirada y pudiera verlo.
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