AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Máscara del Fantasma || Privado
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La Máscara del Fantasma || Privado
Tarde, tarde, ¡tarde! Los reclamos en la mente crecían más y más. Las enredaderas no crecen suficientemente rápido en comparación. Mis pies sin prisa obedecían vagamente los regaños. Floto. Las calles, una y otra, pasan. Dos, izquierda, tres derecha, luego recto. Cuento, un hábito ahora silencioso, antes expresado en susurro. Dos líneas en mi entrecejo, confusión, la sonrisa a la mitad en mi gesto, oscura y divina complacencia. Un Ángel. El Ángel de la Música es el temido fantasma del teatro. Es mi voz, yo su máscara. Ni orgullo ni pretensión, él mismo lo dijo. El peso del bolso en mi hombro, inexistente, el trozo de terciopelo vuelto rosa roja, entre mis dedos acariciándolos.
Una briza fría traída del final de la calle estremece mi piel. Despierto del sueño y vuelvo a la realidad despacio. Mejor la rosa vuelve al bolso, oculta ya del clima helado. Deslizándome sobre las piedras grises, el vestido de suave violeta ondea al ritmo del viento, los cabellos sueltos le hacen compañía. La puerta dónde se prometen joyas al fin al alcance. No necesito la palabra mágica, soy una de las joyas que se trabajan noche a noche. Más reclamos luego, miradas de reproche, esta vez no están en mi cabeza. El regaño se resbala como la lluvia por las curvas de mis labios, la sonrisa responde al saludo de los amantes que aguardan dispersos entre entre los valles y montes de Venus de las otras mujeres.
Las instrucciones de estar lista cuanto antes me llevan al espejo. Largo minuto pasa. Exigentes mis dedos pellizcan las mejillas para el rubor, el polvo, las sombras, en conjunto adornan y afinan los rasgos de Baby Doll, la muñequita de porcelana. La cama mira con sus sábanas de hilo egipcio, aguardando servir a la lujuria. Paso de largo hasta el armario. Sencillo resulta quitar el vestido, reemplazarlo con uno más extravagante es ligeramente mas complicado. Caída larga, con abertura arriba de la rodilla, corsé convenientemente modificado para desabrocharse por delante. Las finas cuerdas negras aprisionan mi respiración para dejar un vientre plano, un busto más visible. Las medias a medio muslo sujetas con liga de encaje. Una mirada más al espejo, el verde jade del vestido combina con el color de mis cabellos. Hoy sería una noche larga, los amantes más demandantes me habrían sido reservados. Río en voz queda, la satisfacción es para todos. Llaman a la puerta, un cliente espera. Acomodo mi cabello y salgo, buscándole con la mirada entre las copas, el humo del cigarro y las risas burlonas.
Una briza fría traída del final de la calle estremece mi piel. Despierto del sueño y vuelvo a la realidad despacio. Mejor la rosa vuelve al bolso, oculta ya del clima helado. Deslizándome sobre las piedras grises, el vestido de suave violeta ondea al ritmo del viento, los cabellos sueltos le hacen compañía. La puerta dónde se prometen joyas al fin al alcance. No necesito la palabra mágica, soy una de las joyas que se trabajan noche a noche. Más reclamos luego, miradas de reproche, esta vez no están en mi cabeza. El regaño se resbala como la lluvia por las curvas de mis labios, la sonrisa responde al saludo de los amantes que aguardan dispersos entre entre los valles y montes de Venus de las otras mujeres.
Las instrucciones de estar lista cuanto antes me llevan al espejo. Largo minuto pasa. Exigentes mis dedos pellizcan las mejillas para el rubor, el polvo, las sombras, en conjunto adornan y afinan los rasgos de Baby Doll, la muñequita de porcelana. La cama mira con sus sábanas de hilo egipcio, aguardando servir a la lujuria. Paso de largo hasta el armario. Sencillo resulta quitar el vestido, reemplazarlo con uno más extravagante es ligeramente mas complicado. Caída larga, con abertura arriba de la rodilla, corsé convenientemente modificado para desabrocharse por delante. Las finas cuerdas negras aprisionan mi respiración para dejar un vientre plano, un busto más visible. Las medias a medio muslo sujetas con liga de encaje. Una mirada más al espejo, el verde jade del vestido combina con el color de mis cabellos. Hoy sería una noche larga, los amantes más demandantes me habrían sido reservados. Río en voz queda, la satisfacción es para todos. Llaman a la puerta, un cliente espera. Acomodo mi cabello y salgo, buscándole con la mirada entre las copas, el humo del cigarro y las risas burlonas.
Baby Doll*- Prostituta Clase Alta
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
Esa noche – su malhumor – se encontraba naufragando libremente, sin destino aparente, sobre los ríos del Infierno. Ni siquiera Caronte podría haber evitado su osadía. El cazador lo habría tirado de su barca antes de que éste hubiese podido decir una sola palabra. Un maldito esqueleto no habría representado un obstáculo. ¿Molesto? ¿Irritado? ¿Enojado? No existía – aún – una palabra lo suficientemente fuerte para describir su constante estado de ánimo. El líder de su facción, un estúpido inquisidor con aires de grandeza – sí, podía fácilmente verse reflejado en él y eso le molestaba hasta la médula – le había enviado a ese sitio. Un burdel o una “joyería burdel”. ¡Que diablos! ¿A quién le importaba cómo debía llamársele? Definitivamente, no a él. Estaba seguro que tampoco a sus clientes si obtenían lo que querían. Cualquier otro habría aceptado, de muy buena gana, formar parte de esa misión. Traian no. El vampiro que lo había mantenido como su esclavo desde los diez años, había esperado a que creciera para torturarlo llevando a mujeres hasta su celda. Había sido obligado a hacer cosas atroces. Los gritos de esas víctimas aún hacían eco en sus oídos, en sus pensamientos, formaban parte de sus pesadillas las pocas horas que dormía. Morfeo tampoco lo quería en su reino. “Tu vida o la de ella. Escoge.” Era demasiado joven. Había esperado escapar y buscar a su hermano. Así que no había titubeado en su elección. Nunca. Encontrarse ahora entre tantas mujeres semidesnudas… Maldijo. Internamente. Sonoramente. Si lo escucharon, nadie dijo nada. Su mirada los amenazaba. Su tamaño los intimidaba.
Siempre alerta y desconfiado, echó a un par de mujeres que se le acercaron. Ninguna era ella, así que no necesitaban correr riesgos cruzándose en su camino. Estaba claro que pasaría por encima de quien sea, sin titubear, sin pensar. Primero golpeaba, después preguntaba. Esa era, - quizás -, la única “cualidad” que compartía con sus enemigos. Los métodos no importaban si se obtenían resultados. Baby Doll – como hacía llamarse la cortesana que había estado observando desde hacía varias noches – era culpable. No había porqué ponerse melancólicos. La mujer había cavado su propia tumba desde que había decidido servir a un vampiro. Aquello solo provocaba que él estallara en regocijo. Su actitud indiferente hacia la vida de terceros, hacia la propia, lo había hecho letal, cruel y brutal. La divisó en cuanto apareció. Su sonrisa seductora prometía noches escandalosas. Ironía o no. Su noche lo sería. Se acercó con sigilo. Así era como se había ganado el apodo de “La Cobra”. Nadie lo veía venir hasta que atacaba. Apareció tras ella. Esa sonrisa socarrona se perdió tras el lóbulo de la cortesana. “Es tu enemigo” Se recordó. Tenía que hacerlo. Aborrecía el contacto físico, excepto en un combate cuerpo a cuerpo. Su brazo la aprisionó de la cintura. – Busquemos un cuarto. Requiero. No. Exijo tus servicios. El tono gruñón de su voz podía dar pie a una mala interpretación, lo cual era su completa intención.
Siempre alerta y desconfiado, echó a un par de mujeres que se le acercaron. Ninguna era ella, así que no necesitaban correr riesgos cruzándose en su camino. Estaba claro que pasaría por encima de quien sea, sin titubear, sin pensar. Primero golpeaba, después preguntaba. Esa era, - quizás -, la única “cualidad” que compartía con sus enemigos. Los métodos no importaban si se obtenían resultados. Baby Doll – como hacía llamarse la cortesana que había estado observando desde hacía varias noches – era culpable. No había porqué ponerse melancólicos. La mujer había cavado su propia tumba desde que había decidido servir a un vampiro. Aquello solo provocaba que él estallara en regocijo. Su actitud indiferente hacia la vida de terceros, hacia la propia, lo había hecho letal, cruel y brutal. La divisó en cuanto apareció. Su sonrisa seductora prometía noches escandalosas. Ironía o no. Su noche lo sería. Se acercó con sigilo. Así era como se había ganado el apodo de “La Cobra”. Nadie lo veía venir hasta que atacaba. Apareció tras ella. Esa sonrisa socarrona se perdió tras el lóbulo de la cortesana. “Es tu enemigo” Se recordó. Tenía que hacerlo. Aborrecía el contacto físico, excepto en un combate cuerpo a cuerpo. Su brazo la aprisionó de la cintura. – Busquemos un cuarto. Requiero. No. Exijo tus servicios. El tono gruñón de su voz podía dar pie a una mala interpretación, lo cual era su completa intención.
Miklós Valborg- Vampiro Clase Media
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
La noche es el descanso de muchos, también para los hombres que se pierden ante mis ojos entre los perfumes, la piel bien maquillada y los vestidos que dejan poco a la imaginación. Este es el mundo de la fantasía. Cualquier cosa que se piense se vuelve realidad, sin miradas de reproche, mas bien al contrario, dispuestas a cumplir, servir, seducir. Baby Doll entre todo este mundo de colores no encuentra la mirada que le han susurrado satisfacer. La sonrisa dulce responde a los otros ojos que se fijan en la muñequita de porcelana con lujuria. Los sillones de terciopelo, las pieles desnudas, camino entre ellos despacio, como felino que se pasea tranquilo en la barandilla de un balcón. De pronto un escalofrío recorre mi columna. Arrugo el entrecejo. Aquí no hay ventanas para que entre la briza a jugar con los nervios de mi cuerpo. Cindhy se pasea con la charola, las bebida encima se agitan impacientes por llegar a sus destinos. Son de tintes diferentes, de mezclas alucinógenas. Algunos amantes arden con la misma impaciencia por derramarse dentro del caliz femenino, sus ojos llamean. Nada fuera de lugar. La imaginación entonces es la que se divierte con mis nervios. Mi amante juega a ser misterioso. Mi sonrisa la invita a revelarse dirigiéndose a él entre los demás. Más un cosquilleo junto mi a oído y después un brazo cálido me atrapa por detrás. En completo silencio llega hasta a mi. Respingo. Mis dedos acarician los masculinos reconociéndolos sin éxito. Las palabras grabes acarician el cuello apenas cubierto por los rizos, leo el carácter fuerte en su tono, su gusto por el control.
Giro mi rostro para contemplarle sobre mi hombro, la sonrisa traviesa borra cualquier rastro de sorpresa en el gesto. Acaricio su mentón con los labios, apenas un roce.
-Te estaba esperando.
El cuarto aguarda ya, el deseo también-
Con suaves movimientos me libero de su abrazo, retengo sus dedos entre los míos. Le guío a la habitación que acabo de abandonar, apenas un paso por delante de los suyos. Su andar es silencioso, como un fantasma. Midnight esta sentada en el aparador, el espejo replica su figura blanca y esponjada. El reflejo del amante y el mío, entrando en la habitación, también los copia a la perfección. Me retraso, el amante se adelanta. La puerta se cierra con un leve empujón del pie. Descanzo mi espalda contra esta, nos oculto de un inexistente buscador. Como niños traviesos. Flexiono la rodilla izquierda, el tacón acaricia la madera blanca. La tela del vestido se resvala con el movimiento, revela el contorno del muslo a medias y deja ver la piel de la pantorrilla y el liguero. Los zapatos de tacón ayudan a definir cada pequeña curva. Dejo al amante observar. Los dedos se conducen al cordón que aprisiona mis pechos en el corsé. Desato el primer nudo lentamente, doy unos pasos hacia él, caminando en linea, contoneando la cadera. Sonrío dulcemente. -¿Se le antoja...
un trago?-
el ofrecimiento del líquiedo cálido. Un paso antes de llegar al amante desvió el gesto al mueble a su lado. Allí me conducen mis pasos ahora. Uno, dos. Destapo la botella de cristal con medio contenido rojizo, se escurre por el cuello hasta caer en la boca de la copa, luego la otra.
-Mi nombre es Baby Doll. Bienvenido a sus fantasías. Puede tener
el cielo
o el infierno-
la copa entre mis dedos pálidos. Se la extiendo -Tan sólo con decir "yo deseo..."-
Baby Doll*- Prostituta Clase Alta
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
Siguió los fluidos movimientos de su presa, sin ningún interés de por medio. Su semblante no titubeó ni un instante, permaneció impertérrito. Muchos de sus camaradas le habían acusado de no gustarle las mujeres y él había hecho el ‘cerrarles el hocico con los puños’ su pasatiempo. Su frialdad se extendía hacia cualquier ser en ese jodido mundo. Actuaba y luchaba por instinto, siempre necesitado de encontrarse metido hasta el fango en algo, para evitar ser esclavo del pasado. Las pesadillas podían copular con él las pocas horas que se dejaba vencer por el cansancio, esa era toda la mierda que iban a obtener antes de que despertara exhausto. Al final de la noche, regresaba a su pequeña casa con nada más que sus armas y las heridas de la batalla, esperando a que el sol volviera a ocultarse para seguir haciendo su maldito trabajo. Era bueno, excelente en ello. No era arrogancia ni orgullo los que dictaban esas palabras. Sus acciones lo habían confirmado. Se metía en la línea de fuego con un entumecimiento en el cuerpo, como si nada de lo que le hicieran sus enemigos fuese nuevo. En realidad no lo era. Vlad le había preparado para ello. Todos esos malditos años que habían dejado cicatrices permanentes en sus muñecas e incluso en su cuello, eran solo un pequeño suvenir de su permanencia en el infierno. Si supiese cómo sonreír, lo habría hecho, excepto que sabía que todo él destilaba sarcasmo. Cualquier intento de la cortesana por seducirlo no les iba a llevar a ningún sitio. Su voz de sirena no funcionaba con ese capitán a bordo.
La atención del cazador se desvió rápidamente ante la botella que abría. Ese maldito líquido sí que podía captar su atención. No había tomado lo suficiente esa noche y aún le quedaba un largo camino por recorrer. Recordó con una sonrisa torcida que la absenta también le esperaba en casa. Esas botellas eran las amantes que le aguardaban desnudas en la cama. Bien. Mejor ir a los negocios. Mientras más rápido terminase su trabajo, más rápido su mente se uniría a ese entumecimiento de su cuerpo. – Soy un hombre de acción, no de juegos previos. Eso no era totalmente cierto, pensó inmediatamente después. Siempre le daba por jugar con sus enemigos antes de dar la última estocada, aquél golpe que les llevaría de nuevo a las garras de la muerte, de donde se aseguraría que no volverían a escapar. Baby Doll ignoraba que estaba ante uno de los tipos más peligrosos de la Santa Inquisición. Alguien que no se detendría solo porque se trataba de una hembra. Señaló hacia la cama que se encontraba en el centro con apenas un perceptible movimiento en su cabeza. – Aunque esta noche, podría intentarlo. A pasos grandes, cruzó la distancia y arrancó la primera sábana. ¿Desesperado? Sí. Por iniciar el maldito interrogatorio. ¿Y qué mejor forma de hacerlo con la cortesana indefensa, amarrada a la cama? – Solo para que nos entendamos, déjame aclararte que yo estoy al mando. Rasgó la tela como si se tratase de un maldito pedazo de papel, sus orbes recorriéndolo todo, desde la cortesana hasta el mobiliario.
La atención del cazador se desvió rápidamente ante la botella que abría. Ese maldito líquido sí que podía captar su atención. No había tomado lo suficiente esa noche y aún le quedaba un largo camino por recorrer. Recordó con una sonrisa torcida que la absenta también le esperaba en casa. Esas botellas eran las amantes que le aguardaban desnudas en la cama. Bien. Mejor ir a los negocios. Mientras más rápido terminase su trabajo, más rápido su mente se uniría a ese entumecimiento de su cuerpo. – Soy un hombre de acción, no de juegos previos. Eso no era totalmente cierto, pensó inmediatamente después. Siempre le daba por jugar con sus enemigos antes de dar la última estocada, aquél golpe que les llevaría de nuevo a las garras de la muerte, de donde se aseguraría que no volverían a escapar. Baby Doll ignoraba que estaba ante uno de los tipos más peligrosos de la Santa Inquisición. Alguien que no se detendría solo porque se trataba de una hembra. Señaló hacia la cama que se encontraba en el centro con apenas un perceptible movimiento en su cabeza. – Aunque esta noche, podría intentarlo. A pasos grandes, cruzó la distancia y arrancó la primera sábana. ¿Desesperado? Sí. Por iniciar el maldito interrogatorio. ¿Y qué mejor forma de hacerlo con la cortesana indefensa, amarrada a la cama? – Solo para que nos entendamos, déjame aclararte que yo estoy al mando. Rasgó la tela como si se tratase de un maldito pedazo de papel, sus orbes recorriéndolo todo, desde la cortesana hasta el mobiliario.
Lamento mucho la demora.
Miklós Valborg- Vampiro Clase Media
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
Las sombras de la noche no se desvanecen, al llegar el día, de algunos rostros. Los labios del amante sueltan unas pocas palabras que marcan el ritmo del juego más sus ojos, adornados con fría oscuridad, desnudan la botella entre mis manos. Saborean cada gota roja a la distancia. Vuelven enseguida al manto de sombras que les cubre cuando sus ojos atrapan nuevamente los míos. Un gesto indica el camino a seguir, señala las sedas azules que asemejan las olas en calma del mar más profundo, con sus curvas y sus secretos.
El vino se apresura a los labios de la muñequita de porcelana tornándolos de un color rojo húmedo, suavizándolos con fuego al tacto. Dos rubíes líquidos resbalan por el mentón, el cuello y se abren camino hasta el escote, perdiéndose lejos del alcance de la vista. El líquido carmesí desaparece trago a trago, también la última gota entre mis labios. La copa es regresada a su lugar, la otra sigue posada entre mis dedos, esperando la lengua que saboree su calidez. Una sonrisa que no se desvanece, cinco, seis pasos me conducen junto a la cama. La tela susurra llamando cuando el amante la aparta, la rasga manejándola a placer.
Cuidando de no derramar ni una gota rojiza sobre el mar azul, me inclino sobre la cama. Hinco una rodilla en el colchón de plumas, la mano después y luego la otra rodilla. A gatas recorro el estrecho que nos separa. El cáliz en alto. La cintura de la muñequita se contonea, el camino trazado por los rubíes líquidos deja ver un poco más la huella que dejó entre las curvas de sus pechos. Los pálidos omóplatos se mueven conforme me acerco cual felino al amante que espera del otro lado. Frente a él, de rodillas sobre la cama, le extiendo la copa. Pinto una sonrisa tímida en mi rostro.
-Toda suya-
- Spoiler:
- La impaciencia. La demora... ¿no es un juego de lo más dulce?
Baby Doll*- Prostituta Clase Alta
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
Enarcó una ceja burlesca – gesto que a menudo hacia compañía a sus mezquinas sonrisas – mientras se limitaba a observar los sensuales movimientos de la fémina. Siguió arrancando tiras de la sábana sin prestarle demasiada atención. No se contonearía más cuando pusiera la afilada hoja de su daga contra su hermoso rostro. Hacerle hablar iba a ser tan condenadamente fácil. Si quería mantener su piel inmaculada para seguir trabajando en el burdel, tendría que satisfacer su curiosidad. La Cobra no era conocido por ser un charlatán. Cada vez que hacía una amenaza la llevaba a cabo sin titubear. Esa era la forma en que se había ganado su jodida reputación entre cazadores e inquisidores. La clave para lograrlo era simple, sencilla. A las presas no se les complacía, se les enseñaba a mostrar respeto por sus carceleros. La sanguijuela que lo había visitado todas las malditas noches se había ganado el suyo. Le debía al demonio esa lección. Ahora sabía que había cosas peores que la muerte. Quebrar la mente requería más esfuerzo y, ¿quién le mentía? Esa era su parte favorita. Una media sonrisa falsa se plantó en su boca. Era tal que sabía que no le había engañado. Pero él no estaba para complacer, sino para que le complacieran; excepto que, no como creía ella. Tomó la copa con rudeza. No tenía porqué ser maleducado – aún –. Vació el contenido y un gruñido casi animal surgió de sus fauces. Se limpió con el dorso de la mano cualquier residuo. Las gotas que se habían deslizado sobre el mentón y cuello de la hembra, no le había pasado desapercibido. Sin embargo, no estaba duro. ¿Lo lograría cuando le sometiera? No estaba deseándolo. Había violado incontables veces en incontables ocasiones por órdenes de su amo. Amo. Aborrecía con tanto ímpetu esa palabra que le servía para hacerse recordar – como si lo necesitara – qué era. No era un hombre, era un cazador. Matar era su vocación. Asesinar su pasatiempo. Mentiras su compañero de juegos.
- Acuéstate. La orden era brusca, como todos sus movimientos. Tomó todas las tiras y caminó hasta el buró para dejar la copa vacía, lo que le situó a un lado de la cama. Las sábanas parecían crujir ante los deslices de la hembra. Su mano se cerró sobre su muñeca y tiró hacia sí para amarrar uno de los extremos de la improvisada tira. La ató inmediatamente al cabezal de madera. Trabajó rápida y silenciosamente. Sentía el peso de su mirada, incluso su sonrisa traviesa. Ella era buena, jodidamente buena. Excepto que él era mejor y eso le dejaba pocas – en realidad ninguna – posibilidad de ganar. – Tienes que demostrarme porqué vales tanto, Baby Doll. Pronunció el nombre con que se le conocía con sorna, como quien esconde un secreto y ansía encontrar el momento perfecto para desvelarlo. – Si me complaces, duplicaré tu pago. Se encontraba parado al otro extremo de la cama. Había amarrado sus muñecas, pero estaba libre de los tobillos. Había decidido que no era necesario. Si lo enfurecía, pronto lo lamentaría. Recurriría a ese sucio truco si volvía un completo fastidio. – Tu dueño no lo sabrá. No tendrás que compartir tus francos. Sacó de entre su gabardina y sus múltiples armas, su favorita: una daga negra que llevaba viajando con él desde sus inicios como inquisidor. Ser la mano derecha del líder de su facción tenía sus privilegios. Traian abusaba de su posición. ¿Por qué otra razón – sino esa – seguiría trabajando con y para ellos? – Y es en esta parte – arrastró sus pies hasta uno de los lados de la cama – donde hago las preguntas y tú, me respondes. Acariciaba la empuñadura del arma con aire ausente, pero todo ello era falsedad. Estaba muy concentrado en ella, en su alrededor e incluso en los gemidos que provenían del otro lado del pasillo. - ¿Para quién trabajas? No. No. No. Advirtió. – No estoy hablando del humano que recibe parte de tus ganancias. Humano, esa era la palabra que daba indicio de sus planes.
- Acuéstate. La orden era brusca, como todos sus movimientos. Tomó todas las tiras y caminó hasta el buró para dejar la copa vacía, lo que le situó a un lado de la cama. Las sábanas parecían crujir ante los deslices de la hembra. Su mano se cerró sobre su muñeca y tiró hacia sí para amarrar uno de los extremos de la improvisada tira. La ató inmediatamente al cabezal de madera. Trabajó rápida y silenciosamente. Sentía el peso de su mirada, incluso su sonrisa traviesa. Ella era buena, jodidamente buena. Excepto que él era mejor y eso le dejaba pocas – en realidad ninguna – posibilidad de ganar. – Tienes que demostrarme porqué vales tanto, Baby Doll. Pronunció el nombre con que se le conocía con sorna, como quien esconde un secreto y ansía encontrar el momento perfecto para desvelarlo. – Si me complaces, duplicaré tu pago. Se encontraba parado al otro extremo de la cama. Había amarrado sus muñecas, pero estaba libre de los tobillos. Había decidido que no era necesario. Si lo enfurecía, pronto lo lamentaría. Recurriría a ese sucio truco si volvía un completo fastidio. – Tu dueño no lo sabrá. No tendrás que compartir tus francos. Sacó de entre su gabardina y sus múltiples armas, su favorita: una daga negra que llevaba viajando con él desde sus inicios como inquisidor. Ser la mano derecha del líder de su facción tenía sus privilegios. Traian abusaba de su posición. ¿Por qué otra razón – sino esa – seguiría trabajando con y para ellos? – Y es en esta parte – arrastró sus pies hasta uno de los lados de la cama – donde hago las preguntas y tú, me respondes. Acariciaba la empuñadura del arma con aire ausente, pero todo ello era falsedad. Estaba muy concentrado en ella, en su alrededor e incluso en los gemidos que provenían del otro lado del pasillo. - ¿Para quién trabajas? No. No. No. Advirtió. – No estoy hablando del humano que recibe parte de tus ganancias. Humano, esa era la palabra que daba indicio de sus planes.
Miklós Valborg- Vampiro Clase Media
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
Las sonrisas hablan, lloran, gimen, estremecen, identifican. La sonrisa del amante susurra secretos que apenas contiene. Otra orden de sus labios brota, flota hasta el cuerpo de la muñequita de porcelana y se deshace sobre la piel en impetuoso mandato. El alcohol enardece la mirada. El cáliz relegado a un lado ahora que su contenido fue mancillado. El amante es un tejedor diestro, ha desprendido los hilos de la tela de océano, ha formado una red que atrapa cada parte de mí. Primero una muñeca, luego la otra. Mis ojos le siguen atenta en cada movimiento, la sonrisa en mi rostro se vuelve tímida, la picardía aún asoma en las mejillas sonrosadas.
Pronuncia mi nombre jugando con sus letras en la lengua, entre los dientes. Un trato, una promesa.
-Los desafíos nocturnos son mi especialidad-
Recojo las piernas hacia mi. Mi posición indefensa. El reto de abrir el botón en flor, el placer del juego. El amante se detiene a los pies de la cama, la escena completa acomodada para su deleite, el perfume para seducir su olfato, las curvas de los senos que suben y bajan con cada respiración están para tentar su tacto. El hombre habla sobre la posibilidad de ocultar monedas del Amo de las joyas. Se dibujan dos líneas en el entrecejo blanquecino. Se revela un tercer jugador de fría vestimenta, sin dientes más de lengua afilada. Entre abro los labios al verlo. El título de la obra de esta noche ya la ha dictado el deseo que excita la sangre del amante. Un paso, dos, tres, cuatro y a mi lado está. Algunos cabellos rojos cubren las mejillas de mi rostro en sutil y único velo que separa su piel de la propia. Lo escucho, atiendo cada palabra. El gesto calmo, el adjetivo del miedo hace la respiración más apresurada. El corazón sigue su propio paso rítmico, tranquilo. La otra amante reposa cómodamente entre las manos de su señor quién le prodiga un vago calor con caricias posesivas. El silencio grita sangre.
La pregunta en la mirada del hombre se vuelve tangible, nace al mundo para mis oídos. Frágil, de palabras muy delicadas, hace cosquillear mis labios. Quiere el calor de mi lengua, la sinceridad de mi alma.
La pregunta en la mirada del hombre se vuelve tangible, nace al mundo para mis oídos. Frágil, de palabras muy delicadas, hace cosquillear mis labios. Quiere el calor de mi lengua, la sinceridad de mi alma.
-...Trabajo para los que como usted,
como yo, amamos la noche- ladeo apenas la cabeza. Bajo la mirada.
-Quizá me haya portado mal y merezca ser castigada por ello.
Usted tiene la última palabra. Tú tienes el poder-
Una oración, un susurro, casi una plegaria. Misma devoción, misma entrega. Busco su mirada a la espera de su fantasía.
Baby Doll*- Prostituta Clase Alta
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
El cazador sonrió fríamente ante el juego de palabras de la cortesana. ¿Y sus compañeros le acusaban de no tener sentido del humor? ¡Pero si él sabía cómo divertirse! Su mano se cerró rudamente sobre la empuñadura de la daga. Las provocaciones de la fémina tenían más efecto en su arma. Ésta parecía palpitar con júbilo con sus melodiosas y falsas palabras. Pero por supuesto, era una extensión más de su cuerpo, compartía su excitación por el juego. Uno que era completamente diferente al que la hembra tenía pensado. Su odio por encontrarse en ese maldito lugar se fue apaciguando. La muñequita de porcelana no tenía ni idea del peligro en que se hallaba. Era momento de enseñar sus cartas. Se puso en cuchillas para quedar al nivel de la cama. La mano que no cargaba con el arma se enredó en sus cabellos color fuego. Tiró con fuerza de ella, obligándola a sostener su mirada, para que viese a la crudeza y a la determinación instalarse en sus cristalinos orbes. – Voy a matarte. No creas, ni por un equívoco segundo, que estoy jugando. Arrastró la hoja sobre la mejilla de la hembra. Zigzagueó su tersa piel con la afilada punta, apreciando la línea carmesí que brotaba al compás de sus movimientos. - ¿Crees que él vendrá a salvarte? ¿Que podrá protegerte? Casi parecía que Traian hablaba del tiempo. Solo la rabia que destilaban sus cuestiones aseveraba que no era ese el tema de conversación. Descendió aún más hasta llegar a su yugular. La vena palpitaba con sorna bajo la hoja. – ¿Tu vida por la de él? ¿Es eso? Soltó un fingido suspiro, como si le doliera tener que ser el verdugo. – Eres humana, Baby Doll. Cualquier cosa que te haga dolerá. Tus heridas simplemente no se desvanecerán y Dios sabe –bufó, dado que no creía en la existencia de ese ser – que tus respuestas podrían llegar demasiado tarde. ¿Crees que los hombres pagarán por coger a una mujer desfigurada? ¿Mutilada? Su sonrisa se ensanchó en cuanto el reconocimiento llameó en los orbes de su compañera. - Así que, una vez más te pregunto y… Te advierto. Si me jodes una vez más, lo pagarás. No necesito señalar que estás en una posición muy vulnerable. Enarcó una ceja, paseando su mirada por todo su cuerpo. - ¿Para quién demonios trabajas? Si la paciencia fuese una de sus cualidades…
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
En los ojos del amante hay una calma recien alcanzada al momento que acarició a su amante plateada. Hay algo acechando debajo de su sonrisa, algo que desea lo que hay debajo de la piel de porcelana y no la piel misma, anhela los suspiros profundos, los latidos presurosos escondidos entre las sedas de mi ser. Con esa nueva sonrisa se inclina hacia mi, sus dedos se extienden decididos tomando los rizos rojos y demandando la rendicón total de mi cuerpo y espíritu, la disolución de la identidad en los colores de la fantasía compartida.
Sostengo su mirada. El amante habla sobre el juego de apuetas de esta noche. El precio es mi vida, él dice. Su amada afilada a corrompido su voz, la ha vuelto fria, a tornado la oscuridad en su rostro más tangible. Pronto ella reclama a la mano de su amo quebrar la porcelana en un beso frío sobre la mejilla. El roce se vuelve tibio en seguida al calor de la lagrimas que llora la piel tersa a su tacto, conforme pinta una linea desigual por mi rostro. De pronto habla del posible sueño de una salvación y parece que lee mi mente, tal vez o mi imaginación juega conmigo cuando escucho que habla de él. Los pensamientos se desvancen en un suspiro entrecortado cuando su amada posa su delgado cuerpo sobre el pulso de mi vida. En un arrebato de pasión sus besos podrían ser mortales.
El suave terciopelo de la compasión se mezcla con cierta ironía en las palabras del amante. Le recuerda a la muñequita de porcelana su humanidad y fragilidad. Entonces la verdad nace en sus ojos, una malicia que acaricia un deseo en mi que yo desconozco. Cierro los puños tensando los hilos de seda con los que me hayo sujeta, mis labios se entre abren al reconocimiento de sus intenciones. Mi vista se mantiene fija en su rostro, no retrocede aunque de reojo observo la rosa que él me dio. Su mundo es ageno al mortal.
Las mujeres que jugamos por las noches tenemos muchos a quienes servir,
Sostengo su mirada. El amante habla sobre el juego de apuetas de esta noche. El precio es mi vida, él dice. Su amada afilada a corrompido su voz, la ha vuelto fria, a tornado la oscuridad en su rostro más tangible. Pronto ella reclama a la mano de su amo quebrar la porcelana en un beso frío sobre la mejilla. El roce se vuelve tibio en seguida al calor de la lagrimas que llora la piel tersa a su tacto, conforme pinta una linea desigual por mi rostro. De pronto habla del posible sueño de una salvación y parece que lee mi mente, tal vez o mi imaginación juega conmigo cuando escucho que habla de él. Los pensamientos se desvancen en un suspiro entrecortado cuando su amada posa su delgado cuerpo sobre el pulso de mi vida. En un arrebato de pasión sus besos podrían ser mortales.
El suave terciopelo de la compasión se mezcla con cierta ironía en las palabras del amante. Le recuerda a la muñequita de porcelana su humanidad y fragilidad. Entonces la verdad nace en sus ojos, una malicia que acaricia un deseo en mi que yo desconozco. Cierro los puños tensando los hilos de seda con los que me hayo sujeta, mis labios se entre abren al reconocimiento de sus intenciones. Mi vista se mantiene fija en su rostro, no retrocede aunque de reojo observo la rosa que él me dio. Su mundo es ageno al mortal.
-No hay nada que desee más que complacerte-
la sumisión y la dulzura engarzados en el tono de mi voz.
-Dime un nombre o una seña particular de aquel al que buscas. Las mujeres que jugamos por las noches tenemos muchos a quienes servir,
pero estoy segura que con una pequeña ayuda a mi memoria,
seré capaz de recordar y confesarte cuanto sepa sobre él-
seré capaz de recordar y confesarte cuanto sepa sobre él-
La afirmación segura, devota. Mi corazón tiembla, aunque la respiración es acompasada. La fácilidad que da la práctica.
Un nuevo juego esta noche, es difícil escapar de él. Nadie cerca, sólo dos jugadores. La tentación y la suerte van de la mano, tal vez esta noche no sea la exepción. Tal vez...
Un nuevo juego esta noche, es difícil escapar de él. Nadie cerca, sólo dos jugadores. La tentación y la suerte van de la mano, tal vez esta noche no sea la exepción. Tal vez...
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
¡Ahora sí que estaba excitado! Se había metido en ese maldito lugar que hacía a sus recuerdos más vívidos para obtener información sobre el vampiro. Era una jodida buena cosa que la mujer a su merced, empezara a tomarse en serio su papel. Él no era uno más de sus clientes. Era el cazador, ella la presa y; si bien a Traian le gustaba jugar antes de ir por el banquete, prefería terminar el trabajo que le había sido ‘encomendado’ para cazar el verdadero manjar. Su odio hacia las sanguijuelas era tan feroz y primitivo. Un tatuaje grabado en sus huesos. Imborrable. Imperecedero. Cada noche que pasaba, el sentimiento solo se acentuaba. Maldecía a la Luna por mantenerlos seguros bajo su ala, pero algunas veces – como esa – solo podía agradecerle que sirviese a sus propósitos. Las cicatrices sobre su piel, obtenidas tanto en batallas como en ese oscuro y frío pasaje de su pasado que le hacían diferente del resto; eran las pruebas físicas – que no necesitaba – que contaban sobre sus andanzas. Los fantasmas se paseaban en sus orbes, mirando tras los cristales con cautela y curiosidad. El cambio en la voz de la fémina le satisfizo. La Cobra estiró su cuello. Los tendones se revelaron. Todo en él era brusco. Su comportamiento, animalesco. Pasó el grueso de la hoja – no el filo – a través de su mejilla. Un témpano había tenido el mismo efecto. La adrenalina se disparó por su torrente sanguíneo. Su respiración se hizo más profunda, como si el mismo aire actuase como atizador, avivando su voraz odio. – Este ser… La mordacidad y el sarcasmo bañaron sus palabras. – Solo sale durante las noches. Necesita sangre humana para existir y, seguramente, ha hecho un jodido gran trabajo lavándote el cerebro con sus habilidades para que trabajes para él. ¿O es que acaso te gusta follar con los muertos? Frunció el ceño al final de la cuestión, barajeando un sinfín de posibilidades. - ¿Sueles tener muchos clientes vampiros? La avaricia se hizo con el mando. – Esta será una larga noche. Y no una buena, al menos para ti. La señaló con la daga. – Empieza por hablarme del ‘fantasma’ que se aparece en el teatro. Es por él quien estás en esta posición. El juego tendría que esperar. La cortesana tenía todo su interés ahora. Conseguiría nombres y direcciones. Seguramente algún idiota y arrogante chupasangre, la habría citado en su lugar de descanso. Si ella actuaba con inteligencia, saldría bien varada, con él pisándole los talones. O sí. Ser el enemigo de Traian Valborg apestaba.
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
Terrores acerca de sombras nocturnas que arrebatan la inocencia de los más pequeños, sombras que hacen caer en vértigo de exitación y lujuria a los incautos caminantes nocturnos. Polvo de estrellas, blanco marfil de huesos pulidos por el tiempo y las llamadas brujas para conjurar tales demonios. Seres de otro mundo, de un mundo de fantasía sí, pero aún asi suficientemente verosímil para hacer callar su nombre en voz alta a los seguidores de la fe.
La sorpresa abre los ojos de la muñequita de forma desmesurada. "Vampiros" decía el amante sin el menor atizbo de duda. Tal vez la locura y el amante jugaran demasiadas noche haciendose compañía, manteniendo su corazón caliente. Muchas explicaciones para delirios de niños que se escogen bajo la cama.
La sorpresa abre los ojos de la muñequita de forma desmesurada. "Vampiros" decía el amante sin el menor atizbo de duda. Tal vez la locura y el amante jugaran demasiadas noche haciendose compañía, manteniendo su corazón caliente. Muchas explicaciones para delirios de niños que se escogen bajo la cama.
-Numerosos son mis pecados- bajo la mirada
-La necrofilia nunca ha sido ni será uno de ellos-
replico suavemente, sinceramente. Las palabras que manan de sus labios serpentean con amenazadora delicadeza atando mi voluntad a la suya. Jugar su juego para ser libre del embrujo. Mis ojos buscan los del amante cuando me pregunta por él, por mi propio sueño ¿Cómo lo sabe? ¿Existe fuera del teatro, de mi mente? Me quedo sin palabras un segundo, después asoma una sonrisa tímida. -Muchas cosas dicen de Fantasma de la Opera, si hace os referís- Un dejo de misteriosa travesura en mi voz
-Dicen que ha matado tras bambalinas
y también que es quién escribe algunas de las obras- frunció el ceño -Yo fui una vez a la Opera de Paris y lo único que se es que no hay fantasmas allí, al menos no uno que se dejara ver por mí- Respiro profundo
-Me quedé dormida al final de la obra-
La confesión en un álito de mi perfume al exalar. -Soñé cosas hermosas, sin pesadillas... Sé quién puede ayudarte mejor que yo: Darren Ralph-
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
Darren. Darren Ralph. El nombre desciende por su garganta con la misma frialdad que caracteriza al alcohol que noche tras noche ingiere. La mirada del inquisidor se ha convertido – de pronto – en la más apasionada. La promesa de una dura batalla suele tener siempre ese efecto en él. Es como si la muñequita le acabase de dar la pista que le llevará a la olla de oro al final del arcoíris. Pero así como el brillo se ha instalado en sus orbes, desaparece. ¡Alakazam! No está más ahí. No es nada nuevo lo que la cortesana le está contando. Él ha oído hablar de los Ralph. ¿Quién en Paris no los ha visto pasearse por sus calles? Uno es el conde de Inglaterra y el otro, el propietario del Orfanato. Hay algo alrededor de ellos que a la Iglesia no le ha pasado desapercibido, especialmente el último, quien tiene a su cuidado a los desamparados. – Te estoy escuchando. Agrega con sarna. – Y no me siento, en absoluto, tentado por tus palabras. Mentía. Por supuesto que lo hacía. Sí que estaba malditamente atraído por los secretos que le eran susurrados a la fémina en la cama. Las mujeres como Baby Doll eran sumamente peligrosas. Tenían el poder – al parecer – de tentar y jugar con la muerte e incluso, salir ilesas. El hecho de que aún estuviese con vida hablaba de sus favores. – Sé perfectamente quién es Darren. Guardo una estaca con su nombre, pero mis superiores aún no han dado la orden. ¿Y desde cuándo seguía al pie de la letra todo lo que le pedían? Jáh. Uno de sus peores defectos y, al parecer tenía cientos, era no saber escuchar. Si la cortesana confirmaba dichas sospechas, él no se lo pensaría dos veces antes de continuar. - ¿Quién eres tú? ¿Su sirviente? Afirmar las cuestiones siempre le permitía obtener la mejor y fiable información. - ¿Has bebido de su sangre? Él, un ex esclavo de un poderoso vampiro, sabía cuán adicto podía volverse uno a la sangre inmortal. Quitarse tal adicción había casi acabado con su vida. Solo su convicción y su deseo de venganza le habían motivado a deshacerse de ese vínculo que el demonio había forjado. – No me fío de ti, muñequita. ¿Creéis que he hecho todo este sucio trabajo sin estar seguro? ¿Por quién demonios me estás tomando? No soy ningún inexperto. ¡Te hemos visto! ¡Te he visto! He seguido cada uno de tus movimientos. ¿Vas a volver a mentirme? Se subió sobre ella, como haría un amante. Sus rodillas a cada lado de su cuerpo, hundiendo el colchón bajo ellos. Solo el arma hacía ver la gravedad de la situación en la que se encontraban.
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
Una chispa se asoma un momento en los ojos del amante, el fantasma de las lenguas de fuego que se esconden en su interior. Esa chispa de cascos ligeros, cuyo tacto alquimista torna el oro en bronce, en polvo, en vacío, ¡en nada!, tiene nombre universal. La muñequita conoce bien este nombre, lo intercambiaba por mieles, besos de azahar agridulces, incienso de sueños y caricias de húmeda lujuria. El amante lo oculta rápidamente, su querida de lengua fría que juega entre sus manos, le recuerdan de su propósito y su posición. Seres nocturnos, cazadores o presas, juego de seducción que puede culminar en un beso letal.
Las palabras del hombre serpentean por mi mente buscando una grieta, un escondrijo de piel expuesta, le gusta el miedo y el placer mezclado, las mordidas traviesas, accidentadas, y probablemente en ocasiones, también venenosas. Me habla del amante de la gran mansión, al parecer Darren no es el único que se cree un espíritu oscuro, sino también el cazador que me ha atrapado en telaraña de seda lo piensa, y más aún él desea su muerte.“¿Has bebido su sangre” la afirmación en una pregunta. Entre abro los labios recordando historias guardadas en el baúlde mis pensamientos que estasellado a la luz del día y a mi propia consciencia. La sangre del misterioso hombre de la mansión, nunca ha sido mi amante. Más permanezco en silencio,sumisa a sus palabras. Él se monta sobre mí, recordándome una vez más quién está debajo. Encuentro su mirada, esbozo una sonrisa que promete secretos, el abanico que oculta una idea.
Las palabras del hombre serpentean por mi mente buscando una grieta, un escondrijo de piel expuesta, le gusta el miedo y el placer mezclado, las mordidas traviesas, accidentadas, y probablemente en ocasiones, también venenosas. Me habla del amante de la gran mansión, al parecer Darren no es el único que se cree un espíritu oscuro, sino también el cazador que me ha atrapado en telaraña de seda lo piensa, y más aún él desea su muerte.“¿Has bebido su sangre” la afirmación en una pregunta. Entre abro los labios recordando historias guardadas en el baúlde mis pensamientos que estasellado a la luz del día y a mi propia consciencia. La sangre del misterioso hombre de la mansión, nunca ha sido mi amante. Más permanezco en silencio,sumisa a sus palabras. Él se monta sobre mí, recordándome una vez más quién está debajo. Encuentro su mirada, esbozo una sonrisa que promete secretos, el abanico que oculta una idea.
-He respondido sinceramente todo lo vos solicitáis. Sólo soy una mujer y nosotras no ponemos atención a los peligros que nos rodean, nos dejamos llevar fácil por las cosas brillantes y por los momentos agradables. Si hay algún ser en elteatro que me sigue, yo no me he dado cuenta y no puedo deciros nada más de lo que ya he dicho. Sin embargo puedo ayudarte con lo que sí sé.Guardas tu estaca porque aún no tienes pruebas suficientes. Igual que vos yo he escuchado muchas historias sobre Darren Ralph, me las han confiado aquellas que conocen cada parte de su cuerpo, las que han compartido sus fantasías de sangre. Le gustan las mujeres, aunque los niños son su debilidades… -
Una pausa, que nazcan ideas para alimentar la chispa en sus ojos –aunque nunca he conocido al llamado Darren, puedo acercarme a él para ti, hacerlo desear mi sangre-
el desliz fugaz de mi cadera contra su entre pierna, la idea que toma cuerpo y alma en la muñequita de porcelana.
–He escuchado que le gustan las niñas pequeñas así que me vestiré como tal. Dejaré la ventana abierta cuando cambie mis atuendos y fácil te será entrar a la mansión sin ser notado. Le entregaré mi cuerpo a Darren, hasta que tengáis las pruebas que requieres y entonces podrás darle muerte, y quizás cuando estés complacido con el resultado quieras pagar mis servicios dejando mi vida intacta. Es todo cuanto pido.-
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Re: La Máscara del Fantasma || Privado
Miente. La maldita mujer miente. Él es un jodido espía. ¡Un adicto a su trabajo! Nunca le ha importado realizar horas extras, mucho menos cuando éstas han sido dedicadas para obtener información de personas como ellas, simpatizantes de chupasangres. No cree ninguna palabra que escupen sus labios. No cuando él la ha visto entrar furtivamente al teatro. Siendo honestos, La Cobra no cree en nadie excepto en el arma que blande. Sus preciosas dagas son quiénes le han salvado el trasero en más de una ocasión. Sin embargo, supone que si ya ha hecho todo el maldecido trayecto hasta el burdel, bien puede terminar con la misión que le fue encomendada. Pero cuando la muñequita menciona que la debilidad del vampiro son los niños, las tornan giran siniestramente. En su mente aparece su hermano, siendo destrozado. Si bien él no presenció dicha escena, lo imaginó ciento de veces en su celda. No había sido difícil. No cuando su captor le había narrado cómo Târsil había suplicado. Molesto consigo mismo por permitirse ser atacado por viejos recuerdos, blasfemó. Una sonrisa encantadoramente falsa estiró sus comisuras un segundo después. No había duda de que era forzada. – Baby, Baby, Baby Doll. Gruñó. – Tal parece que el Señor te ha puesto en mi camino para este propósito. El sarcasmo de sus palabras, para quién lo conozca – y para quien no – se debe a que la mujer tiene esa idea equívoca de que sin su ayuda no podrá proceder. – Necesitamos más personas como tú, dispuestas a sacrificarse en pos del bien. La hoja de su daga, se paseaba ahora entre sus pechos. – Pero te equivocas. El trato no irá así. Tú me entregarás a este hijo de puta y yo a cambio, te daré un par de días para abandonar París. Una vez que se cumpla el plazo, iré tras de ti. Te cazaré, muñequita. Quizás entonces, ya habrás avisado al Fantasma del Teatro sobre tu situación. Mataré dos pájaros de un tiro. Concluyó y, como si de pronto hubiese tenido una idea, cuestionó. - ¿Cuántas noches necesitarás para prepararlo todo? Me gusta mi camastro y no estoy seguro de que estés acostumbrada a dormir en el suelo. Si creía que volvería al burdel a por ella, estaba muy equivocada. En todo caso, él se la llevaría a la fuerza mientras se preparaban para la batalla.
Miklós Valborg- Vampiro Clase Media
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