Élie Debussy.

Yo herede los ojos azules de mi madre. De mi padre herede los cabellos rubios tirando para castaño claro. Mido un metro y mucho, deberías averiguarlo, no te lo voy...a decir. No, tienes que averiguarlo tú mismo/a. Mi piel es pálida, aunque ahora es más pálida de lo normal, no sé el motivo de ello, pero lo averiguare pronto...

Mis labios siguen siendo rosados, mis mejillas aun están hinchadas como dos canicas. Mi mirada penetrante aun la veo reflejado en el espejo, pero bien seria de tontos no saber el porqué de la falta de mis pies. Los veía la mayoría del tiempo, translucidos y a veces se hacían presente sobre el suelo.

¿Qué hay de mi ropa? Mi ropa está siempre limpia, sin ninguna mota de polvo. Me gusta llevar, cambiar de ropa diariamente, aunque me gusta ir con la camisa abierta y los pantalones de estar por la habitación, no siento frio y parece que voy o soy más seductor. No debo decir esas palabras pues me sonrojo al instante y entonces no haría juego con mis prendas.

Todo hay que decirlo.

Me gustan los hombres. De ahí a que me suicidara o bueno. Podría decir que me cuesta expresar un poco mis sentimientos con respecto al ámbito amoroso, no soy lo bastante bueno en decir algo bonito. Seguramente deberé ser un patoso, pero aun no he tenido un momento en el que demostrar...otra vez esa parte de mi. Soy bastante tímido, lento, cariñoso, egoísta, posesivo, pulcro, protector, detallista, amable, romántico, dulce, imaginativo, creativo, empático, curioso, cuidadoso, tranquilo, miedoso, incrédulo, confiado, serio, tímido, desafiante para defender lo que es mío y lo haría hasta que mi corazón deje de latir... ¿Ya paro de latir? Bien me gusta leer bastante, me he leído todo lo de la biblioteca de mi padre, algunos libros más de una vez, pero tanta lectura ya siendo la misma, me aburría.

Ahora he descubierto que soy silencioso, cuidadoso, menos cariñoso y algo frio. Soy más calculador que hace unos años, me gusta calcular la caída de un inocente gato desde un quinto piso, pensar en que pasara al llegar al choque del animal contra el suelo de piedra. ¿Se formaría un agujero negro? ¿Se formaría un espacio tridimensional? No lo sabía, para aquello tenía que experimentar para saber los resultados. Pero después de haber tirado a tres gatos sin que se dieran cuenta, nada pasaba y me aburría. Lodewijk. Mi próximo experimento será con él y su cerebro, el cual me gustaría saber cómo funciona.

El hecho de que me dejara en mitad de la calle y que de casualidad varios niños de mi edad con tirachinas me estuvieran lanzando tomates, piedras y huevos podridos...A mama le había costado comprarme aquel conjunto bonito de color celeste que había llevado aquel día en el que me dejo en la calle. Mi madre y mi padre trabajaban duro para mantenerme satisfecho y que no me faltase de nada, pero era un traje muy bonito.

Ahora que aun seguía despierto, intentaba dormir. No podía. El insomnio ahora era parte de mí día a día, los “tics” actuaban con más frecuencia. Lodewijk... Lodewijk... Lodewijk... Lodewijk... Lodewijk...

¡Maldito seas!

No era tan desequilibrado como... ¡Lodewijk...! ¡¿Por qué tuve que enamorarme de esa persona?! ¡Si estuve en la calle fue por mantenerle la dichosa boca cerrada de una puñetera vez! ¡Si hacia todo lo que él decía, era por mantenerle satisfecho!, pero ¿Qué paso entonces? No captaba mis indirectas, era un viejo que estaba fuera de sí. Si tengo miedo es al desequilibrio que pudiera mostrar, pero desistí. No lo captaría ni en un millón de estelas luz. Solamente me quede más en mi cuarto, cogiendo más ansiedad, si soy además ansioso y tengo varios ataques con los que me los quito dándole golpes a un muñeco de goma.

Hay niños que no les gusta crecer. A mí en cambio no me dejaron crecer. Solamente sé que hay personas... que te marcan para toda la vida.
-Élie Debussy. . .o sea, yo.

1776, 21 de Diciembre:

• Mi madre dio a luz. Yo salí de su vientre, me acurruco sobre sus brazos, después pase a los de mi padre, le miraba, tenía el pelo castaño. Cinco segundos después, mi madre comenzó a tener ataques de pánico. Comenzó a decir que estaba viendo a mi difunta abuela, yo era solamente un recién nacido en los brazos de mi padre. Al cabo de la noche, mi madre fue trasladada a un centro psiquiátrico en el que fue atendida tras el parto.

1779, 21 de Diciembre:

• Comencé a caminar de la mano de mi padre. Íbamos cada día de mi cumpleaños a visitar a mi madre a aquel centro psiquiátrico. Yo era muy pequeño, solo sonreía, veía a mi madre feliz en aquel lugar, mi padre me cogía en brazos y yo me agarraba a su cuello viendo la sonrisa continua de mi madre. Parecía un caso de terror, la sonrisa de mi madre parecía dulce al principio, pero después de verla tan continúa, comenzaba a darme repelús. Fue la primera vez que me puse a llorar, mi madre entonces, seguía sonriendo. ¿Quién sonríe cuando tu propio hijo lo está pasando mal con una madre que estaba loca? Fue la última vez que la vi.

1785, 21 de diciembre:

• ¡Por fin! Tenía mi propia fiesta de cumpleaños. Como un niño normal del mundo. Mi padre, desde que habíamos visto por última vez a mi madre en aquel lugar, había comenzado a verse con una mujer muy hermosa, tanto de rostro como en su interior. Ella, había tenido un problema similar, pero con su hijo, el cual se había colgado de una de las vigas y al parecer me había cogido mucho cariño. Aquello me agradaba y si a mí me agradaba, a mi padre pues le agradaba el doble.
* Abro un paréntesis, comentando estas palabras en alto, parece como si hubiera visto mi futuro en la historia de la mujer...*

1790, 03 de Septiembre:

• Entro en la escuela, conoceré a mucha gente que quiera jugar conmigo, pero me había ilusionado demasiado. En cuanto entre en aquella escuela, todo lo había visto negro, un montón de chicos, las chicas intercambiaban cartas con otros chicos u otras miraban y se reían como subnormales, chillando “Oh, que Freduard me miro” Panolis, tontas, egocéntricas que solo piensan en vestidos ceñidos y en el matrimonio cuando se convierten en mayores. Yo seguía en mi mundo, aprobando en todas las asignaturas, esforzándome cada día. Con el paso de los días dentro de la escuela, conocí a un chico que tenía el mismo problema, que era diferente. Solo y siempre con un libro bajo el brazo. Una vez me acerque y le dije “Eh, ¿Quieres jugar?” y me respondió: “No, prefiero leer...” “Si me mancho de tierra, mi madre después me regaña...” En realidad me había decepcionado, pero en cuanto me gire para volver a mi sitio, su voz llamo mi nombre. Entonces, pare de mover mis pies, paré de seguir el camino hacia delante y me di la vuelta para mirar al niño, que me dijo lo siguiente: “Leo a Jean-Jacques Rousseau... ¿Qué opinas de que El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado? “ Y con una sonrisa, le dije:
Seamos amigos...creo que nos llevaremos muy bien.

1797, 15 de Noviembre:

• Solo dentro de un mes y unos pocos días, nos daban las vacaciones de Navidad. Que ganas tenia de llevar a Edward a casa, a que pasara las vacaciones conmigo por Navidad, en serio estaba eufórico, pensar que me vería con quien había mantenido una relación amistosa y que ahora era más que eso, solamente lo manteníamos en secreto, que no lo supiera nadie. Yo estaba feliz y él también, pero justo cuando íbamos a cumplir ¿Cuánto ya desde que le conozco? ¿Siete años entre amistad y rollo fruto prohibido?

Tenía veintiún años, para cuando me lleve la sorpresa más grande de toda mi vida. A esta edad, los jóvenes tenían que casarse con bellas jovencitas casaderas de la ciudad. Los padres de Edward, eran amigos de una familia adinerada, el motivo de porque Edward se quedaría conmigo estas navidades era por el siguiente motivo...

-Élie, te eche de menos...-Edward parecía demasiado nervioso, después de todo yo creía que todo seguía igual, como si nada se hubiera interpuesto entre nosotros, pero su rostro estaba bastante disgustado-No sé cómo empezar...
-Haz lo que te digo siempre, respira y suelta la tensión....-Dije para calmarle, sabía que eso le agradaría, que lo ayudaría a que estuviera mejor, pero cuando fui a tocarle el hombro, una efusiva recibí de él, se echo hacia atrás como si yo tuviera la peste-¿Edward? ¿Estás bien? –Edward negaba de lado a lado, mirándome con los ojos humedecidos.
-No podemos vernos más Élie....-Sería una casta broma, no, no era verdad lo que oía de sus labios.
-¿Por qué no mientes mejor? ¿Eh? –Dije dándole un casto beso sobre sus labios, nadie nos veía, estábamos en aquella capilla abandonada del cementerio que por todo este tiempo, lo habíamos llenado con nuestro amor, y que decir con nuestra primera vez a escondidas una noche de calor en Agosto. Estaba cerca de él, él me respondió al beso con uno mucho más pasional, para después acurrucarse sobre mi pecho, dejando escapar las lágrimas sin más. Yo me estaba hartando de tanto suspense, ¿Qué estaba pasando?-Eddie, dime que ocurre...
-Yo...no quise, pero padre me amenazo en buscarte para matarte el mismo, si me negaba....-Edward lloraba, paraba y volvía a llorar sin preocupaciones de que yo me estaba asustando de su ataque de pánico-Si me negaba a casarme...-Finalmente cerré los ojos yo, para llorar a la par que el. Solo que quien fuera la mujer que desposaría a Edward, no se lo llevaría marcado.
-¿Cuándo te casas? –Quería saber si tenía tiempo de realizar lo que quería hacer con Edward.
-Me caso...-gimoteaba limpiándose las lagrimas con un pañuelo de raso-..Este fin de semana...

Y ¡BUM! Se me cayó el mundo a los pies, eso me pillo desprevenido, no mas solo pude salir corriendo, sin mirar atrás hacia Edward, no mas, no podía creerlo, corrí, corrí y corrí hasta que por fin llegue a la puerta de la pequeña mansión que tenia. Abrí la puerta, ignoraba a mi padre, lloraba, ignoraba a mi madrastra quien andaba embarazada, corría y corría y no me pare hasta llegar a mi habitación. Mi padre y mi madrastra bien sabían de mi relación con Edward, Guillerme, mi madrastra, fue quien entro junto con mi padre a mi habitación a ver “cómo estaba” No respondía, las lagrimas se atragantaban en la garganta, entonces la puerta se cerró dejándome con toda la intimidad del mundo.

1789, en algún día del calendario...

• ¿No me podían dejar en paz? No más de un año que había dejado de querer saber del mundo exterior, vino un tipo raro, demasiado amargado diría yo, necesitaba algún método relajante. Ese hombre, se llamaba Lodewijk, era alguien raro en la manera de hablar, su sola presencia hacia que se me pusieran los nervios de punta. No me acercaba a el por mucho que él se acercase a mí, pero un día accedí a que me tocara, ya no recibía miedo viniendo de mi hacia él, sino ya me sentía cómodo con él conforme el tiempo pasó, pero seguía siendo un bicho raro. No hablaba a no ser que fueran directrices de cómo era la vida, la vida ya sé cómo era, pero me decía que al estar encerrado, me la estaba perdiendo, pero ¿Qué hay de interesante en ella? Mejor era estar en casa, cómodo, con todas las atenciones del mundo al alcance de un movimiento, pero el tío raro me decía que cambiara de parecer.

Un día que me hice el muerto, se quedo esperando en mi habitación, sentado frente a la cama en una silla hasta que finalmente me di por vencido. Y bien, me obligó a sacarme de la cama, me sacó y me dejó solo en mitad de la calle, llena de gente, de risas, de demonios, salí corriendo de nuevo hasta la puerta de mi habitación y a volver a encerrarme ahi mismo. Esto era demasiado para mí. Necesitaba a Edward conmigo, no podía vivir sin él, pero en cuanto me di cuenta, era demasiado tarde.

De quien de verdad quería y era más dependiente que nadie, era de Lodewijk. No me había pasado nada en la calle, solamente tuve un ataque de histeria en el que Guillerme y mi padre fueron a socorrerme, pero nada, nada, nada fuera de lo normal. Había conseguido tranquilizarme, estaba en la pequeña sala leyendo tranquilamente, había conseguido salir de mi cuarto y cuando oí una puerta, pensé en que era Lodewijk, fui a la entrada, pero solo vi que era Nancy saliendo del comedor con el resto de la cena. Nada, ya volvería. Solo cuando llamaron a la puerta, entonces volví a correr para abrir la puerta y vi a Edward, con un aspecto mucho mas mayor, a pesar de que teníamos la misma edad. No respondía de mi mismo y justo cuando parecía que iba a golpearle en la cara, una bonita chica apareció a su lado e hice como si me rascaba el pelo.

¿Por qué vino? ¿Quién..? Lodewijk...¿Quería guerra? No, seguramente algún que otra conclusión a sus muchas preguntas de varios de sus experimentos.

Sonreí lo que pude. Solo que cuando vi la barriga abombada de la mujer que había al lado de Edward, tras un poco de conversación en la puerta de casa, Edward me respondió por si solo a mi pregunta:

-Está de nueve meses....- ¿Y a mí que narices santos me importaba si estaba de cuatro o mil?
-Edward es un buen marido, hizo bien en dejarte, lo vuestro jamás hubiera sido posible....-¿Seria verdad lo ciego que estaba Edward al haberse casado con esta harpía? Pero tenía razón.
-No le contradigo madame...-Dije con una sonrisa bastante forzada, no me digne a mirar Edward, todo había pasado-...Digamos, que solo me entretuve en complacerle aquel capricho que tenia... ¿eh Eddie?-Dije bien en broma. Estaba aguantándome la rabia por dentro. Maldito Lodewijk, le admiraba por lo listo que era y lo odiaba al mismo tiempo. No hacía falta saber, que había mandado una carta a Edward para que me hiciera una visita, con su esposa, pues le conté lo que tuve con Edward. Hacía falta ser tonto para no saber que quería enseñarme Lodewijk; Que había vida en el mundo exterior.

Solo que toda mi vida la había concentrado en Edward. Mire a Edward y a su harpía que tenía que ponerse zapato plano para no superar la poca estatura de Edward-Buenas noches-No había más que decir. Cerré la puerta y me espere a que las voces o la presencia de Edward se fuera.
-¿Todo bien Élie?-Pregunto mi padre quien estaba al lado de Guillerme, esperando ambos en el umbral de la pequeña sala. Asentí y sonreí mirándoles una vez más.
-Me iré a la cama. Quiero soñar por mucho tiempo...-Mis padres me miraron con extrañeza-...en lo que dura la noche claro....
-¡Ah! Está bien ¿Quieres alguna cosa? –Pregunto Guillerme al verme en dirección a mi alcoba. La mire para después negar.
-Todo está bien...-Y con esas últimas palabras me despedí, hasta que al día siguiente, me colgué de una de las vigas de mi cuarto.