AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hola muñequita, deja que te cosa la locura [Lodewijk]
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Hola muñequita, deja que te cosa la locura [Lodewijk]
Lodewijk, lodewijk.....¿Que le paso al pobre Lodewijk?
Plaf plaf, un niño corria por el pasillo, pidiendo una galleta. Su brazo ensangrentado se deslizaba manchando su uniforme blanco de hospital ¿Que podria haberlo pasado? ¿Victima de un incendio? ¿Victima de algun loco? No, ¿Victima de algun depravado pederasta con sed de alimentarse despues de niños inocentes? No lo sé...¿quien en este mundo no estaba tan loco para pensar por si solo que pensar, que hacer o quizas que mirar u oler por todos lados.Plof plof...no miraba mas que hacia delante, a oscuras del pasillo por la noche, el dia y la tarde se abrieron paso ante mis ojos y yo seguia quieto en el pasillo. En una de eestas habitaciones, cerca de un lugar llamado deposito de cadaveres cosa que los medicos tenian bien oculto. Ahi estaba mi cuerpo, personas se acercaban, me hice invisible. Nadie me veia. Nadie podia sentirme, olerme o tocarme ¿Por que? ¿Por que? Ja ja jaja, no estaba ahi en realidad, no puedo estar aqui ¿Porque? ¿como? Estoy muerto. Si, cosa que me llevo a solucionar la vida que llevaba a mis espaldas, que a mi pecho era un peso que me llevaba hacia el suelo.
Ah bien pues tenia a alguien que buscar ¿El que? ¿O a quien? Oh, pequeña Alicia, ¿Donde vas? Oh, pequeño Lodewijk ¿Donde vas? ¿Era el? Vi a alguien conocido a Lodewijk ¿seria el? Repeti en mi mente una y otra vez, pensando en que quizas tuviera otra oportunidad. Bien, que podia hacer...No lo sabía en absoluto, yo en un limbo entre el cielo y el infierno. Aquel dia, con la idea descabellada que Lodewijk tuvo de obligarme sin dejarme luchar por ello. Edward, otro igual, todos eran iguales, parecia a una despechada que le habia dejado su primer novio por otra con muchas mas aptitudes ¿Pero cual fiel eran esas aptitudes? ¿Quien es el que miente?. . . . . .
Pensé que hacer ¿Que hago? No lo sé...Pense y pense que hacer ¿que hare? No lo sabia-¡AAAAAAAAAAAGHHHHH!-Grité, grité, grité y grité más a mas no poder haciendo sonidos chirriantes sonidos por la sala donde cada cuerpo se guardaba dentro de unos cajones. Un hombre de blanco entro ¿Un angel? No, llevaba dientes afilados en las manos, tijeras, sangre y una mascarilla, abria el cajon de donde mi cuerpo estaba dentro. Mi cabeza iba en circulos, para ¡Oh Dios mio! Bravo, bravo ¿En verdad estaba aqui? No me iba a quedar tan pancho viendole como observaba mi cuerpo. ¿Era el? -Jujujujajajejejusjusjsuajajajajaja......-Una risa mas que apetecible para el momento, quise explotar en una mas aguda, pero por diós, que temblase los cimientos, que temblase L-O-D-E-W-I-J-K por lo que venia a continuacion.
No iba a ser un final.
Sino....Un principio del final....
Sino....Un principio del final....
Élie Debussy- Fantasma
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 13/05/2012
Re: Hola muñequita, deja que te cosa la locura [Lodewijk]
Sí, lamentable. La pérdida de una vida humana siempre lo era, ¿lo era? Para el médico van Otterloo no tanto, no siempre. Creía con convicción que una vida que se iba era en aras del avance de la ciencia, su dios, en cualquiera que la víctima creyera ya se lo recompensaría y si no creía en ninguno, era una lástima. Las condolencias eran más grandes cuando se trataba de alguien tan joven, joven como Élie Debussy, ese chiquillo a ojos del psiquiatra, al que se acercó y trató de ayudar, que se negó una y otra vez a recibir su ayuda, con el que batalló un año completo y terminó en aquel desastroso desenlace. No, no había que confundirse, a Lodewijk no le pesaba la muerte del joven, le pesaba su propio fracaso, perfeccionista como era, que las cosas se salieran de control era algo que no toleraba, y ahí estaba su respuesta; que ese niño muriera, era un fracaso en su historial. Que ese niño muriera era el luto de otros, no de él.
Había ido al hospital, a pesar de que ya no lo visitaba a menudo pues había dejado la praxis médica, había acudido al lugar ante el llamado de un colega, médico general y no especializado como él. Que hiciera los brutales experimentos que solía hacer no era algo privativo del holandés, todos los doctores los hacían, eran parte de la profesión; que los disfrutara como él lo hacía, eso sí era personal, era algo íntimo, era un deleite sólo para él, los gritos de dolor, la agonía, la tortura. Caminó por los pasillos del sórdido lugar, aspiró los aromas putrefactos ahí contenidos gracias a su habilidad de cambiaformas, y acudió con el colega que había solicitado su ayuda.
Por un par de horas se entretuvo como un niño que quema hormigas con una lupa, sólo que no era un niño, era un hombre, un médico, desamado y despiadado, no eran hormigas, eran seres humanos agónicos, y no era una lupa, era un escalpelo y una jeringa, eran guantes quirúrgicos y una risa reprimida al abrir la carne, al destruir una vida (que quedaría maltrecha después de eso) en pos del avance médico. Anotó todo lo sucedido con sumo detalle, su colega le agradeció, era casi como si hubiese solicitado a Lodewijk porque carecía de las agallas de hacer algo tan atroz él sólo y él mismo. El psiquiatra agradeció tener ese tipo de encuentros con la medicina aun cuando se encontraba encerrado en la Universidad, dando clases. Esa tibieza de vida no era para él.
Se aseó una vez que el experimento hubo terminado, ante todo era un hombre correcto, siempre gallardo y limpio, se quitó la bata, los guantes y regresó el saco del que se había desprendido, a su lugar. Se despidió del camarada doctor y caminó por los pasillos de regreso, satisfecho, cosas, detalles como ese le hacían mantener los pies en la tierra y no dejarse llevar por la demencia. Ese que se marchaba no parecía un hombre que acababa de lisiar una vida humana sólo para “saber los resultados”; de movimientos resueltos, se le notaba incluso orgulloso.
Entonces detuvo el paso al escuchar una risotada, giró sobre sus talones 180 grados y miró al otro lado del pasillo, su rostro cambió, de ese semblante descomunalmente seguro, vino un rasgo de consternación. No vio a nadie, pero se quedó quieto en su lugar, mirando a un lado y a otro y aguzando el oído, eran las ventajas de convertirse en perro y en lobo, podía escuchar cosas que un humano promedio no.
-Será mejor que regrese a su habitación –dijo con autoritarismo, caminando de regreso por el pasillo, tratando de detectar de dónde había provenido esa risa –o se meterá en problemas –le hablaba a la nada. El corredor estaba vacío.
Había ido al hospital, a pesar de que ya no lo visitaba a menudo pues había dejado la praxis médica, había acudido al lugar ante el llamado de un colega, médico general y no especializado como él. Que hiciera los brutales experimentos que solía hacer no era algo privativo del holandés, todos los doctores los hacían, eran parte de la profesión; que los disfrutara como él lo hacía, eso sí era personal, era algo íntimo, era un deleite sólo para él, los gritos de dolor, la agonía, la tortura. Caminó por los pasillos del sórdido lugar, aspiró los aromas putrefactos ahí contenidos gracias a su habilidad de cambiaformas, y acudió con el colega que había solicitado su ayuda.
Por un par de horas se entretuvo como un niño que quema hormigas con una lupa, sólo que no era un niño, era un hombre, un médico, desamado y despiadado, no eran hormigas, eran seres humanos agónicos, y no era una lupa, era un escalpelo y una jeringa, eran guantes quirúrgicos y una risa reprimida al abrir la carne, al destruir una vida (que quedaría maltrecha después de eso) en pos del avance médico. Anotó todo lo sucedido con sumo detalle, su colega le agradeció, era casi como si hubiese solicitado a Lodewijk porque carecía de las agallas de hacer algo tan atroz él sólo y él mismo. El psiquiatra agradeció tener ese tipo de encuentros con la medicina aun cuando se encontraba encerrado en la Universidad, dando clases. Esa tibieza de vida no era para él.
Se aseó una vez que el experimento hubo terminado, ante todo era un hombre correcto, siempre gallardo y limpio, se quitó la bata, los guantes y regresó el saco del que se había desprendido, a su lugar. Se despidió del camarada doctor y caminó por los pasillos de regreso, satisfecho, cosas, detalles como ese le hacían mantener los pies en la tierra y no dejarse llevar por la demencia. Ese que se marchaba no parecía un hombre que acababa de lisiar una vida humana sólo para “saber los resultados”; de movimientos resueltos, se le notaba incluso orgulloso.
Entonces detuvo el paso al escuchar una risotada, giró sobre sus talones 180 grados y miró al otro lado del pasillo, su rostro cambió, de ese semblante descomunalmente seguro, vino un rasgo de consternación. No vio a nadie, pero se quedó quieto en su lugar, mirando a un lado y a otro y aguzando el oído, eran las ventajas de convertirse en perro y en lobo, podía escuchar cosas que un humano promedio no.
-Será mejor que regrese a su habitación –dijo con autoritarismo, caminando de regreso por el pasillo, tratando de detectar de dónde había provenido esa risa –o se meterá en problemas –le hablaba a la nada. El corredor estaba vacío.
Invitado- Invitado
Re: Hola muñequita, deja que te cosa la locura [Lodewijk]
Pues ahora que lo pienso, voy, voy y voy a por Lodewijk, iré a por él y le montare la fiesta de bienvenida del infierno que adonde podría llegar. ¿Quién se creía que era? Él era un monstruo, con mi mirada fija en él, le seguí por donde sus pies caminaban hacia un sitio que yo no sabía que era ¿Un despacho? ¿Una habitación privada? No lo sabía, yo, con la mirada puesta en su cogote, con mi invisibilidad que había adquirido recientemente, pensé y así hice, seguirlo hacia donde se suponía que se disponía a llegar-¿Doctor?-Una bella inocente muchacha de ojos azules se acercaba a Lodewijk, la vi, se parecía increíblemente a la mujer por la que aquel malcriado de Edward del cual me encapriche y que no lucho por ser el mismo, se dejo manipular por las palabras paternales y por su propia vergüenza.
Se caso y posible tenía alguna paternidad que yo ¿Quizás? No podría tener, pero por Dios, miré como se acercaba, me acerque más a Lodewijk, me acerque hasta tenerlo contra mi pecho, pase los brazos alrededor de su cuello, mirando con ojos claros como los que tenía desde que nací, mi invisibilidad podía mantenerla, la mantenía aun cuando rodeaba a Lodewijk con mis brazos su grueso cuello, miraba con odio ya reciente a la mujer de ojos azules-...No creí verlo por el hospital...Escuché que se retiró de la medicina....-
Las palabras de la mujer no eran agradables, si no, me sentaban como si me estuvieran clavando clavos en los oídos, me estaba haciendo muchísimo daño y como no se callaba un bisturí que aguardaba dentro de uno de los bolsillos de su uniforme blanco puro, fue directo levitando lentamente hasta que finalmente fue atravesado por la delicada garganta de la muchacha.
Oh pobrecita.
Un pequeño corderito se había escapado del rebaño, para encontrarse con mi corderito, pero quien se acerca al lobo es degustado como un plato bastante delicioso, y así lo era para mis ojos, mi piel, mis brazos ahora rodeaban mis rodillas al estar agachado, cerca del cuerpo sin vida de la muchacha con el bisturí a través del cuello pequeño, pálido de la muchacha. Ahora que veía de más de cerca a la joven, era ella o al menos se le parecía-Dime que no eres ella...-Algo brillante, una cadena de oro quizás, la cogí, haciendo contacto con mi pálida y gélida mano y en efecto era de oro, con grabados florales y algún que otro ave en miniatura.
Probé a ver si era de esos colgantes que ahora se abrían, pero no pude abrirlo, era solamente un colgante nada mas, un ovalo sin más. Ahora era mío-...Ahora...Duerme...-Con suavidad le tape los ojos, que descansara en paz, ahora si me levantaría. De pie estando frente a una habitación, gire mi cuerpo y me quede mirándole...Su cuerpo extenso y ancho, su pelo castaño oscuro y con mechas grisáceas, mirada perdida, rostro cansado-....¿Me echaste de menos?-Cuanto tiempo sin verle cara a cara.
Se caso y posible tenía alguna paternidad que yo ¿Quizás? No podría tener, pero por Dios, miré como se acercaba, me acerque más a Lodewijk, me acerque hasta tenerlo contra mi pecho, pase los brazos alrededor de su cuello, mirando con ojos claros como los que tenía desde que nací, mi invisibilidad podía mantenerla, la mantenía aun cuando rodeaba a Lodewijk con mis brazos su grueso cuello, miraba con odio ya reciente a la mujer de ojos azules-...No creí verlo por el hospital...Escuché que se retiró de la medicina....-
Las palabras de la mujer no eran agradables, si no, me sentaban como si me estuvieran clavando clavos en los oídos, me estaba haciendo muchísimo daño y como no se callaba un bisturí que aguardaba dentro de uno de los bolsillos de su uniforme blanco puro, fue directo levitando lentamente hasta que finalmente fue atravesado por la delicada garganta de la muchacha.
Oh pobrecita.
Un pequeño corderito se había escapado del rebaño, para encontrarse con mi corderito, pero quien se acerca al lobo es degustado como un plato bastante delicioso, y así lo era para mis ojos, mi piel, mis brazos ahora rodeaban mis rodillas al estar agachado, cerca del cuerpo sin vida de la muchacha con el bisturí a través del cuello pequeño, pálido de la muchacha. Ahora que veía de más de cerca a la joven, era ella o al menos se le parecía-Dime que no eres ella...-Algo brillante, una cadena de oro quizás, la cogí, haciendo contacto con mi pálida y gélida mano y en efecto era de oro, con grabados florales y algún que otro ave en miniatura.
Probé a ver si era de esos colgantes que ahora se abrían, pero no pude abrirlo, era solamente un colgante nada mas, un ovalo sin más. Ahora era mío-...Ahora...Duerme...-Con suavidad le tape los ojos, que descansara en paz, ahora si me levantaría. De pie estando frente a una habitación, gire mi cuerpo y me quede mirándole...Su cuerpo extenso y ancho, su pelo castaño oscuro y con mechas grisáceas, mirada perdida, rostro cansado-....¿Me echaste de menos?-Cuanto tiempo sin verle cara a cara.
Élie Debussy- Fantasma
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 13/05/2012
Re: Hola muñequita, deja que te cosa la locura [Lodewijk]
Sintió alivio, esa era la palabra, un peso que lo comenzaba a asfixiar al experimentar la desconocida angustia desapareció como por arte de magia, una curiosa expresión para un hombre de ciencia como él, por eso quizá podía entender al complicado Gregor a ese nivel, porque ambos eran escépticos incluso cuando sabían que el neerlandés podía transformarse en dos formas caninas, o el tercero de ellos, el italiano Nicola, poseía poderes que manipulaban la realidad. Al observar a aquella joven sonrió con educación aunque no pudo reconocerla, simplemente hizo gala de sus magníficos dotes de actor social; eso era él, un monstruo que vestía disfraz de humano en aquel entorno civil. Parpadeó como si no entendiera lo que aquella bella mujer le decía, entendía perfectamente sus palabras y el contexto de las mismas, a quien no lograba identificar era a ella.
-Sí –dijo con voz conciliadora-, pero siempre que mis servicios sean requeridos… -no terminó la frase, de pronto y de la nada sintió frío y un peso ajeno a él nuevamente, pero era diferente, esto no era angustia. O quizá sí, pero más terrible aun porque no sabía el origen de la misma y cómo iba a poder darle explicación y respuesta a los comportamientos de los demás si no podía dárselos a los propios. Quiso moverse, culminar su frase pero no pudo, algo lo jalaba, lo anclaba al suelo y le impedía moverse, jamás había experimentado algo igual y estuvo seguro que, descorazonado como era, incluso así, una sensación como esa no se la deseaba ni al peor de sus enemigos. Logró articular un leve quejido como si el simple hecho de respirar le implicara un terrible esfuerzo y dolor.
Entonces todo le pareció una alucinación, un jodido sueño, veía objetos inanimados moverse por si solos y quiso detener el trayecto de aquel escalpelo, pero aun moverse era una imposibilidad para la repentina catatonia que lo maniataba y lo obligaba, como una especie de tortura, ver como el instrumento médico cortaba finalmente la yugular ajena. La muerte, cosa con la que estaba acostumbrado a lidiar, no representaba shock alguno en él incluso en una situación tan extraña a como esa, sino el entorno, el cómo se había dado aquel extraño incidente. Una vez que la mujer estuvo en el suelo inerte la sensación de pesadez volvió a esfumarse así como había venido, sin razón alguna, dio un paso hacia atrás para contemplar a la mujer desconocida tendida en un charco de sangre sobre aquel piso mugriento.
Una figura se fue formando como si tomara cuerpo del aire y las partículas de polvo, ahí junto a la recién fallecida mujer y Lodewijk sabía que lo mejor y más prudente era salir de ahí, olvidarse de aquel suceso, pero no podía, sus ojos eran atraídos como imanes por el metal a lo que acontecía y sus pies estaban clavados como viejos sauces a un suelo húmedo. Tragó saliva al encontrarle rostro a la nueva figura. ¡Era imposible!
-No –rio, rio con absurdo afán –no puedes ser tú –lo señaló con la mano extendida pues ahora volvía a tener la capacidad de moverse-, ¡tú estás muerto! –exclamó con voz firme y una convicción que no dejaba lugar a dudas, era una lástima que la aparición frente a él difiriera con lo que él creía era la realidad. Negó con la cabeza, se llevó las manos a las sienes y siguió riendo –no creí que regresar a este lugar me afectaría tanto –hablaba para sí mismo, claro, lo que veía era sólo un juego de su imaginación, de su mente agotada. Quizá había disfrutado del experimento de la tarde pero había perdido práctica y ya no estaba acostumbrado estar bajo tanta presión porque ¿en la Universidad dando clases que estrés podía tener? Sí, eso debía ser. Alzó el rostro esperándose encontrar nada donde el cuerpo muerto de la mujer y la visión de Élie estuvieron antes, pero ahí seguían, ella con esa expresión abstraída de quien no entiende lo que ha pasado y él… él con esos mismos ojos que recordaba.
-¿Extrañarte? –Decidió entonces hablar con su propio sueño, porque eso era para él, algo ilusorio, algo que no existe en realidad, tal vez conocería cosas que su subconsciente intentaba ocultarle –tú quisiste irte, ¿y aun así preguntas si alguien te extraña? ¿No crees que es egoísta de tu parte pretender ser extrañado? –Y a pesar de todo, no dejaba de ser Lodewijk, analítico y agudo. Para él aquello era una ofuscación hasta que se demostrara lo contrario.
-Sí –dijo con voz conciliadora-, pero siempre que mis servicios sean requeridos… -no terminó la frase, de pronto y de la nada sintió frío y un peso ajeno a él nuevamente, pero era diferente, esto no era angustia. O quizá sí, pero más terrible aun porque no sabía el origen de la misma y cómo iba a poder darle explicación y respuesta a los comportamientos de los demás si no podía dárselos a los propios. Quiso moverse, culminar su frase pero no pudo, algo lo jalaba, lo anclaba al suelo y le impedía moverse, jamás había experimentado algo igual y estuvo seguro que, descorazonado como era, incluso así, una sensación como esa no se la deseaba ni al peor de sus enemigos. Logró articular un leve quejido como si el simple hecho de respirar le implicara un terrible esfuerzo y dolor.
Entonces todo le pareció una alucinación, un jodido sueño, veía objetos inanimados moverse por si solos y quiso detener el trayecto de aquel escalpelo, pero aun moverse era una imposibilidad para la repentina catatonia que lo maniataba y lo obligaba, como una especie de tortura, ver como el instrumento médico cortaba finalmente la yugular ajena. La muerte, cosa con la que estaba acostumbrado a lidiar, no representaba shock alguno en él incluso en una situación tan extraña a como esa, sino el entorno, el cómo se había dado aquel extraño incidente. Una vez que la mujer estuvo en el suelo inerte la sensación de pesadez volvió a esfumarse así como había venido, sin razón alguna, dio un paso hacia atrás para contemplar a la mujer desconocida tendida en un charco de sangre sobre aquel piso mugriento.
Una figura se fue formando como si tomara cuerpo del aire y las partículas de polvo, ahí junto a la recién fallecida mujer y Lodewijk sabía que lo mejor y más prudente era salir de ahí, olvidarse de aquel suceso, pero no podía, sus ojos eran atraídos como imanes por el metal a lo que acontecía y sus pies estaban clavados como viejos sauces a un suelo húmedo. Tragó saliva al encontrarle rostro a la nueva figura. ¡Era imposible!
-No –rio, rio con absurdo afán –no puedes ser tú –lo señaló con la mano extendida pues ahora volvía a tener la capacidad de moverse-, ¡tú estás muerto! –exclamó con voz firme y una convicción que no dejaba lugar a dudas, era una lástima que la aparición frente a él difiriera con lo que él creía era la realidad. Negó con la cabeza, se llevó las manos a las sienes y siguió riendo –no creí que regresar a este lugar me afectaría tanto –hablaba para sí mismo, claro, lo que veía era sólo un juego de su imaginación, de su mente agotada. Quizá había disfrutado del experimento de la tarde pero había perdido práctica y ya no estaba acostumbrado estar bajo tanta presión porque ¿en la Universidad dando clases que estrés podía tener? Sí, eso debía ser. Alzó el rostro esperándose encontrar nada donde el cuerpo muerto de la mujer y la visión de Élie estuvieron antes, pero ahí seguían, ella con esa expresión abstraída de quien no entiende lo que ha pasado y él… él con esos mismos ojos que recordaba.
-¿Extrañarte? –Decidió entonces hablar con su propio sueño, porque eso era para él, algo ilusorio, algo que no existe en realidad, tal vez conocería cosas que su subconsciente intentaba ocultarle –tú quisiste irte, ¿y aun así preguntas si alguien te extraña? ¿No crees que es egoísta de tu parte pretender ser extrañado? –Y a pesar de todo, no dejaba de ser Lodewijk, analítico y agudo. Para él aquello era una ofuscación hasta que se demostrara lo contrario.
Invitado- Invitado
Re: Hola muñequita, deja que te cosa la locura [Lodewijk]
-Claro...egoísta...me dices eso para no admitir lo que eres en realidad Lodewijk...-Lo miraba con aquella sonrisa en la cara-...No me sigas amenazando Lodewijk... tú te crees que eres muy grande, que ya estás cerquita del cielo debido a tu retiro del campo de la medicina aunque ya...creo que debas de volver....-Le miraba con el ojo del lince, suspiraba por lo que en cualquier caso Lodewijk estallase en mil pedazos debido a lo que me hizo. En cualquier caso, demente y yo mi estado psicológico en el que me dejo a empeorar-Siempre te preguntaste el porqué de mi “suicidio” ¿Pues bien quieres saberlo? –Sí, le iba a decir el porqué de mi suicidio bomba que nunca le dije a nadie, pero ¿era por amor? ¿Rabia? ¿Por qué me apeteció ver que había en el otro lado?
Ah, bueno, de eso solo era la primera parte de la batalla contra Dios solo que no sabía que tenía aquí para hacer, leí, sí, leí en libros antiguos de mis días de vivo en la tierra que un fantasma tenía asuntos pendientes consigo mismo, peeeero la verdad no me apetecía, no quería interrumpir el juego, el hilo, que había empezado a enhebrarse en el jersey del que se forman o juntan muchos misterios-....Me suicide.....Pooor queeee.....-Hice con las manos un redoble, moviendo con mis poderes “psíquicos” instrumentos que rechinaban en el pasillo, contra las paredes, me hice humo al instante para desaparecer y aparecer detrás de Lodewijk-¡BOOO!-Grite, sorprendiéndole al pobre atormentado.
-....¡No te lo diré! –Dije divertido, demente que mi mente estaba hirviente de locura inminente- Jajajajaja Lodewijk es un conejito asustado ¡Buuuu!-Le señale finalmente, saliéndome de la pared del pasillo, haciendo que los objetos chirriantes dejaran de resonar para acercarme finalmente con silencio de tumba, caminando por el pasillo, mostrándome ante y solamente ante Lodewijk-....-No dije nada pues solamente me acerque hasta rodearle la cintura, colocar mi mejilla contra su pecho-Mmmm....-Murmuré, lamiéndome los labios, mirándole fijamente con estos ojos azules que ¡MI MADRE ME HABÍA DADO! – Lo...De...Wijk....BUUU-Burlaba con frecuencia el estado mental de Lodewijk...pero ¿Y el mío? ¿De qué se trataba mi demencia?
Ah, bueno, de eso solo era la primera parte de la batalla contra Dios solo que no sabía que tenía aquí para hacer, leí, sí, leí en libros antiguos de mis días de vivo en la tierra que un fantasma tenía asuntos pendientes consigo mismo, peeeero la verdad no me apetecía, no quería interrumpir el juego, el hilo, que había empezado a enhebrarse en el jersey del que se forman o juntan muchos misterios-....Me suicide.....Pooor queeee.....-Hice con las manos un redoble, moviendo con mis poderes “psíquicos” instrumentos que rechinaban en el pasillo, contra las paredes, me hice humo al instante para desaparecer y aparecer detrás de Lodewijk-¡BOOO!-Grite, sorprendiéndole al pobre atormentado.
-....¡No te lo diré! –Dije divertido, demente que mi mente estaba hirviente de locura inminente- Jajajajaja Lodewijk es un conejito asustado ¡Buuuu!-Le señale finalmente, saliéndome de la pared del pasillo, haciendo que los objetos chirriantes dejaran de resonar para acercarme finalmente con silencio de tumba, caminando por el pasillo, mostrándome ante y solamente ante Lodewijk-....-No dije nada pues solamente me acerque hasta rodearle la cintura, colocar mi mejilla contra su pecho-Mmmm....-Murmuré, lamiéndome los labios, mirándole fijamente con estos ojos azules que ¡MI MADRE ME HABÍA DADO! – Lo...De...Wijk....BUUU-Burlaba con frecuencia el estado mental de Lodewijk...pero ¿Y el mío? ¿De qué se trataba mi demencia?
Élie Debussy- Fantasma
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Fecha de inscripción : 13/05/2012
Re: Hola muñequita, deja que te cosa la locura [Lodewijk]
Lo más enervante de la situación era no poder explicarla. Sí, aquella aparición, a la que Lodewijk se aferraba en llamar alucinación, en realidad no lo consternaba, lo que lo desesperaba era no saber el origen del hecho, no poder encontrar en su mente el punto desde el que nacía tal y tan terrible visión. Tragó saliva y miró de reojo el cuerpo muerto de la mujer, si todo aquello era un sueño amargo, ¿cómo explicaba aquella muerte? Pero ante las palabras de Élie, el cambiaformas simplemente rio, rio con una amargura que se sintió incluso forzada, rio para ver si con ese sonido tan ajeno a él desaparecía ese espejismo de ultratumba, pero no consiguió nada, después de un rato se escuchó a sí mismo, el eco de su risa sin sentido y calló al notar lo ridículo que sonaba.
-No, no quieras echar esto sobre mi consciencia –advirtió en un acto absurdo, pues si ese que estaba frente a sus ojos era un truco de su imaginación ¿qué hacía rebatiéndole sus argumentos? Sintió la poderosa necesidad de hacerlo, de no quedarse callado, de decirle lo que sentía al respecto. ¿Y si en verdad era todo un producto de su subconsciente? Eso era peor, eso era una condena de muerte porque entonces significaba que muy, muy en el fondo de verdad se sentía culpable de lo sucedido y que merecía pagar; había dos grandes problemas con eso, el primero era básico, elemental para el psiquiatra, odiaría no haberse dado cuenta, odiaría el hecho de no conocerse tan bien y el segundo era más complicado, significaba que no estaba tan roto del alma como creía y eso era, contrario a la creencia popular, una debilidad para él-. Si dejé la medicina fue porque fuiste un caso que no pude resolver, no fuiste el primero, ni serás el último de mis pacientes que llega a esas consecuencias –a pesar de todo, hablaba con esa seguridad desmedida que siempre lo acompañaba, como fuera, no iba a verse débil frente a la aparición de Élie, ya fuese real o una mentira.
Se quedó atento a los movimientos del difunto, dio un respingo ante el súbito susto pero aguardó paciente, claro que su corazón latía a mil por hora y no sabía qué demonios esperar. Escuchaba, se tensaba, se intrigaba y sólo fue hasta que lo sintió tomarlo que supo que era real… o lo que fuera, que no era un producto de su imaginación. Desde luego no correspondió el contacto, sólo miró al chico, lo miró fijamente, tan igual a como lo recordaba y luego se apartó. Dio un paso hacia atrás y negó con la cabeza.
-No sé qué quieres de mí –porque ya estaba convencido que aquello era un fantasma, no una alucinación, no le era complicado creer en tal cosa, no cuando su amigo era brujo y él podía cambiar de forma a voluntad –pero tú fuiste autor de tus propios actos, si te quisiste largas de ese modo, no vengas a echarme la culpa a mí –comenzaba a salirse de sus casillas, algo rato en él y se dio cuenta. Suspiró un par de veces para no perder la compostura-. Acepto que durante algunas noches, la motivación de tu descenso me quitó el sueño, pero ya no más, fuiste un caso perdido, sólo eso –sus palabras sonaron amargas como hiel.
-No, no quieras echar esto sobre mi consciencia –advirtió en un acto absurdo, pues si ese que estaba frente a sus ojos era un truco de su imaginación ¿qué hacía rebatiéndole sus argumentos? Sintió la poderosa necesidad de hacerlo, de no quedarse callado, de decirle lo que sentía al respecto. ¿Y si en verdad era todo un producto de su subconsciente? Eso era peor, eso era una condena de muerte porque entonces significaba que muy, muy en el fondo de verdad se sentía culpable de lo sucedido y que merecía pagar; había dos grandes problemas con eso, el primero era básico, elemental para el psiquiatra, odiaría no haberse dado cuenta, odiaría el hecho de no conocerse tan bien y el segundo era más complicado, significaba que no estaba tan roto del alma como creía y eso era, contrario a la creencia popular, una debilidad para él-. Si dejé la medicina fue porque fuiste un caso que no pude resolver, no fuiste el primero, ni serás el último de mis pacientes que llega a esas consecuencias –a pesar de todo, hablaba con esa seguridad desmedida que siempre lo acompañaba, como fuera, no iba a verse débil frente a la aparición de Élie, ya fuese real o una mentira.
Se quedó atento a los movimientos del difunto, dio un respingo ante el súbito susto pero aguardó paciente, claro que su corazón latía a mil por hora y no sabía qué demonios esperar. Escuchaba, se tensaba, se intrigaba y sólo fue hasta que lo sintió tomarlo que supo que era real… o lo que fuera, que no era un producto de su imaginación. Desde luego no correspondió el contacto, sólo miró al chico, lo miró fijamente, tan igual a como lo recordaba y luego se apartó. Dio un paso hacia atrás y negó con la cabeza.
-No sé qué quieres de mí –porque ya estaba convencido que aquello era un fantasma, no una alucinación, no le era complicado creer en tal cosa, no cuando su amigo era brujo y él podía cambiar de forma a voluntad –pero tú fuiste autor de tus propios actos, si te quisiste largas de ese modo, no vengas a echarme la culpa a mí –comenzaba a salirse de sus casillas, algo rato en él y se dio cuenta. Suspiró un par de veces para no perder la compostura-. Acepto que durante algunas noches, la motivación de tu descenso me quitó el sueño, pero ya no más, fuiste un caso perdido, sólo eso –sus palabras sonaron amargas como hiel.
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Re: Hola muñequita, deja que te cosa la locura [Lodewijk]
En los pisos bajos de los grandes palacios exhibíanse la mayor parte de las veces mercancías lujosas, mientras que en los altos habitaba gente de las clases mencionadas. Las hosterías más elegantes estaban, por lo general, en esta calle y los representantes extranjeros vivían en ella; así podéis suponer que allí había una animación especial y mayor movimiento que en otro lugar de la ciudad, dando la sensación de hallarse más poblada de lo que realmente estaba. El interés por vivir en aquel sitio hacía que muchos se conformasen con una pequeña vivienda, menor de lo que les correspondía, de suerte que muchas familias habitaban en una misma casa, como si ésta fuera una colmena.
Imaginaos una casita baja, con cuatro ventanas, en medio de dos bellos y elevados edificios-Un día, y precisamente a la hora en que el buen tono ordena pasear arriba y abajo por la casa, estaba yo, como de costumbre, absorto en mis pensamientos, contemplando la casa vacía-De pronto, noté sin mirar que alguien se había colocado a mi lado y me observaba fijamente.no me cabe la menor duda de que también estaba interesado en la casa misteriosa. Me sorprendió que, la extraña impresión que me había causado esa casa deshabitada en aquella parte tan frecuentada de la ciudad, sonriese irónicamente, si bien al punto me aclarase todo.
Nadie vivio por mucho tiempo en esa casa. Nadie mas que yo y mi familia que no estaba. La casa estaba vacia o ¿donde estaba? Simplemente miraba a Lodewijk con firmeza intentando leerle el pensamiento, pero tan desordenado lo tenía que me era imposible alcanzar alguna frase o recuerdo. La mano metia a traves de su cuerpo, poniendola sobre, entre, cerca del lugar que ocupaba su corazón. Podría decirse que se lo agarre con fuerza ¿Lo sentiría? No lo sé. Sucedió, pues, que un día en que, como de costumbre, mi mirada se fue a detener en las ventanas, justamente junto a la que en cuyo refulgía con desusado destello lanzaba sus destellos a traves de las ventanas.
Sacando la mano del cuerpo de Lodewijk era extraña la sensacion de soledad, pero-No me subestimes....tú has sido el cobarde...-Sonrei y le mire con firmeza a sus ojos claros, ¿O oscuros? -Y el que ha dejado la medicina...-mire a mis pies- Porque no supiste...-le miré-....salir del nudo.
Imaginaos una casita baja, con cuatro ventanas, en medio de dos bellos y elevados edificios-Un día, y precisamente a la hora en que el buen tono ordena pasear arriba y abajo por la casa, estaba yo, como de costumbre, absorto en mis pensamientos, contemplando la casa vacía-De pronto, noté sin mirar que alguien se había colocado a mi lado y me observaba fijamente.no me cabe la menor duda de que también estaba interesado en la casa misteriosa. Me sorprendió que, la extraña impresión que me había causado esa casa deshabitada en aquella parte tan frecuentada de la ciudad, sonriese irónicamente, si bien al punto me aclarase todo.
Nadie vivio por mucho tiempo en esa casa. Nadie mas que yo y mi familia que no estaba. La casa estaba vacia o ¿donde estaba? Simplemente miraba a Lodewijk con firmeza intentando leerle el pensamiento, pero tan desordenado lo tenía que me era imposible alcanzar alguna frase o recuerdo. La mano metia a traves de su cuerpo, poniendola sobre, entre, cerca del lugar que ocupaba su corazón. Podría decirse que se lo agarre con fuerza ¿Lo sentiría? No lo sé. Sucedió, pues, que un día en que, como de costumbre, mi mirada se fue a detener en las ventanas, justamente junto a la que en cuyo refulgía con desusado destello lanzaba sus destellos a traves de las ventanas.
Sacando la mano del cuerpo de Lodewijk era extraña la sensacion de soledad, pero-No me subestimes....tú has sido el cobarde...-Sonrei y le mire con firmeza a sus ojos claros, ¿O oscuros? -Y el que ha dejado la medicina...-mire a mis pies- Porque no supiste...-le miré-....salir del nudo.
Élie Debussy- Fantasma
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Fecha de inscripción : 13/05/2012
Re: Hola muñequita, deja que te cosa la locura [Lodewijk]
Sintió frío, eso fue lo que más sintió, frío en la piel que se ponía de gallina y frío en el interior, que de por sí no era un lugar muy cálido, era un invierno polar, con tormentas de nieve que no permiten ver nada y aun así, a pesar de ese gélido estado perpetuo, Lodewijk alcanzó a sentir una temperatura todavía más baja a la que estaba acostumbrado. Un invierno dentro de su invierno personal. Era esa presencia y el hecho que lo estuviera tocando, pero también, gran parte del efecto procedía del hecho de que se trataba de Élie y nadie más, con ese mismo rostro pueril y esa misma mirada consternada, una que nunca logró descifrar al completo y era ahí donde yacía el origen de su error.
Pero cuando la mano lo abandonó, contrario a lo que se pudiera creer, el frío se volvió más violento, de ese frío que quema la piel y reseca los labios, que asfixia, que produce una zozobra atroz. Abrió los ojos como platos, todo en él se encontraba de algún modo pasmado, su físico claro, imposibilitado para hacer o decir algo, pero su mente también; la lógica había sido rebatida con portentoso desdén por alguien que quizá ni siquiera lo estaba intentando. Su derrota era tan desmesurada frente al único que antes ya lo había conseguido. Élie conseguía abatirlo incluso burlándose de la tumba. Rio de nuevo con esa angustia y ese nerviosismo que ya había mostrado y negó con la cabeza, el chiquillo lo estaba golpeando en el sitio que más le dolía, en el único lugar que verdaderamente podía lacerar a Lodewijk: su ego.
Había hablado con una verdad irrefutable, no podía si quiera negarlo, no tenía agallas para eso, no cuando era una certeza tan enorme que caía con todo su peso para aplastarlo, o aplastarlo a ambos en todo caso. Prefirió callar, tragar el coraje que lo estaba inundando como la lluvia colma una presa.
-No, no –negó con cabeza y manos –fuiste un acertijo que quizá careció de respuesta –lo señaló con el índice derecho –eso es lo que me hizo dejar la medicina, no por cobardía –entonces sacó el pecho y la intranquilidad se transformó en convicción, ahora parecía más bien listo para asestar un puñetazo que atemorizado por la visión del fantasma de su pasado, fantasma en más de un sentido-, yo no conozco la cobardía, ¿cómo te atreves a hablar de tal cosa cuando tú tomaste la salida del pusilánime? –y aquí, a pesar de la extraña situación, Lodewijk hacía gala de sus excelentes dotes histriónicos, pues si bien hablaba con la verdad, desde que había pasado el incidente de Élie y había comenzado a laborar en la Universidad, barajeaba la posibilidad de saltar por la ventana de su oficina cada día y cada vez con más frecuencia. Imitar al acertijo sin respuesta en su imprudente deseo de existir.
Caminó por el lugar sin alejarse demasiado, sin dejar de mirar a la aparición, entrelazó las manos en la espalda. Se encontraba un tanto más tranquilo ahora, recuperando el semblante que siempre solía acompañarlo.
-¿Por qué regresaste? ¿No crees que haz hecho suficiente daño? –jugó la carta del chantaje, y no personal, se refería a sus padres por ejemplo, los padres de ese joven que perdieron a su hijo, o sus amigos –los pocos o muchos que tuviera-, aunque en realidad toda esa gente, no podía importarle menos al psiquiatra.
Pero cuando la mano lo abandonó, contrario a lo que se pudiera creer, el frío se volvió más violento, de ese frío que quema la piel y reseca los labios, que asfixia, que produce una zozobra atroz. Abrió los ojos como platos, todo en él se encontraba de algún modo pasmado, su físico claro, imposibilitado para hacer o decir algo, pero su mente también; la lógica había sido rebatida con portentoso desdén por alguien que quizá ni siquiera lo estaba intentando. Su derrota era tan desmesurada frente al único que antes ya lo había conseguido. Élie conseguía abatirlo incluso burlándose de la tumba. Rio de nuevo con esa angustia y ese nerviosismo que ya había mostrado y negó con la cabeza, el chiquillo lo estaba golpeando en el sitio que más le dolía, en el único lugar que verdaderamente podía lacerar a Lodewijk: su ego.
Había hablado con una verdad irrefutable, no podía si quiera negarlo, no tenía agallas para eso, no cuando era una certeza tan enorme que caía con todo su peso para aplastarlo, o aplastarlo a ambos en todo caso. Prefirió callar, tragar el coraje que lo estaba inundando como la lluvia colma una presa.
-No, no –negó con cabeza y manos –fuiste un acertijo que quizá careció de respuesta –lo señaló con el índice derecho –eso es lo que me hizo dejar la medicina, no por cobardía –entonces sacó el pecho y la intranquilidad se transformó en convicción, ahora parecía más bien listo para asestar un puñetazo que atemorizado por la visión del fantasma de su pasado, fantasma en más de un sentido-, yo no conozco la cobardía, ¿cómo te atreves a hablar de tal cosa cuando tú tomaste la salida del pusilánime? –y aquí, a pesar de la extraña situación, Lodewijk hacía gala de sus excelentes dotes histriónicos, pues si bien hablaba con la verdad, desde que había pasado el incidente de Élie y había comenzado a laborar en la Universidad, barajeaba la posibilidad de saltar por la ventana de su oficina cada día y cada vez con más frecuencia. Imitar al acertijo sin respuesta en su imprudente deseo de existir.
Caminó por el lugar sin alejarse demasiado, sin dejar de mirar a la aparición, entrelazó las manos en la espalda. Se encontraba un tanto más tranquilo ahora, recuperando el semblante que siempre solía acompañarlo.
-¿Por qué regresaste? ¿No crees que haz hecho suficiente daño? –jugó la carta del chantaje, y no personal, se refería a sus padres por ejemplo, los padres de ese joven que perdieron a su hijo, o sus amigos –los pocos o muchos que tuviera-, aunque en realidad toda esa gente, no podía importarle menos al psiquiatra.
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Re: Hola muñequita, deja que te cosa la locura [Lodewijk]
Ya no puedo aguantar mucho más, iba a comenzar a llorar desconsoladamente y Lodewijk iba a observar como lo hacía. No quería que aquello sucediera, pero las lágrimas salían ya sin previo aviso con cada queja de Lodewijk. No tenía idea de porque estaba aquí. Simplemente estaba ¿me había colgado de una soga no? No debería de estar aquí a no ser...- A lo mejor eres tu el que está muerto y no lo sabes, a lo mejor te tiraste por la ventana, como siempre estas o estabas tan amargado que a lo mejor te tiraste por la ventana y no te acuerdas...-En realidad había desaparecido durante un buen tiempo, dejándome solo. Miraba hacia el suelo ¿Dónde más podría mirar para no herir mi orgullo? Simplemente me quedo suspirando y lentamente secándome las lágrimas pero maldito de mí, salían aun más y mas lagrimas de mis ojos para muy a mi pesar.
-Edward... ¿sigues aquí?-miraba a cualquier lado de aquel pasillo sombrío. Había sido mi imaginación que por un momento le habría escuchado. Bien sabía que iba a estar lejos y mire a Lodewijk-... ¿Por qué regresaste? ¿No crees que has hecho suficiente daño?...-repetí las palabras que me replico Lodewijk hace unos segundos. Lo miraba fijamente a los ojos y enseguida mire al suelo nuevamente-...Me dices cobarde...-le mire a los ojos a la vez que me agachaba-....Hablas de cobardía cuando ni siquiera puedes volver a la medicina...-repetí-...Aquí en el hospital dicen de que eres alguien excepcional, de que ni siquiera tus compañeros de tu promoción pueden superarte...y aun así lo dejas de lado...-Suspire pues volvía a mirar al suelo gris y aburrido- Tu cara podría reflejarse aquí bien...este color gris, es el de tu corazón, el tacto frio y duro de la baldosa es como está ahora tu corazón, cubierto por un escudo similar a la dureza de estas baldosas que componen esta apariencia apagada y muerta...-No sabía cómo hablarle ya.
En cierto modo lograba estar cómodo aquí. Me puse de rodillas y enseguida me agarre a la pierna de Lodewijk para sujetarlo bien fuerte- Lodewijk....¿por qué no a mi? ¡Oh amor poderoso¡ Que a veces hace de una bestia un hombre, y otras, de un hombre una bestia....-Puse mi mejor pose Shakesperiana , imitando a los actores aquellos con la mano en la frente fingiendo un desmayo atroz-Oh...Válgame.. . Que mala suerte de conocer a alguien tan vil y cobarde como tu Lodewijk...-le mire fijamente, tensando la mandíbula y con el bisturí usado con la anterior mujer, lo puse amenazante contra la mejilla de Lodewijk.
-... ¿quién es el cobarde ahora? –El bisturí seguía sobre la mejilla de Lodewijk, pero inmediatamente yo comencé a brincar de lado a lado, mirándolo mientras saltaba en busca de desquitarme estos nervios que tenia encima-Hueles a muchas pacientes....-seguía saltando y finalmente quite el bisturí de Lodewijk-....Además eres cobarde porque aun ni siquiera quizás, conseguiste adaptarte al roce de una mujer...-le mire fijamente, parando de saltar finalmente-...Esas criaturas tan vulgares que desquician al género masculino.....son despreciables, vulgares y furcias que restriegan sus cualidades contra la cara humana de un hombre...podría vomitar...-Decía poco a poco mirando al suelo del pasillo, mirando los pies de Lodewijk.
-Están sucios tus zapatos ¿es que ni siquiera puedes mantenerte limpio? ....Alce una ceja burlón hacia sus zapatos, hacia su mirada, desaparecí d nuevo, vi a una persona que se adentraba en el interior de la sala en donde mi cuerpo estaba, pero el bisturí que lancé fue más rápido incrustándose en la espalda y este cayendo al suelo. Aplaudí y saltando-¿no te parece bonito ver como defiendes lo que es tuyo?-Dije acercándome a Lodewijk para poder abrazarlo contra mi pecho. Oh! Se sentía tan bien . . . .~
-Edward... ¿sigues aquí?-miraba a cualquier lado de aquel pasillo sombrío. Había sido mi imaginación que por un momento le habría escuchado. Bien sabía que iba a estar lejos y mire a Lodewijk-... ¿Por qué regresaste? ¿No crees que has hecho suficiente daño?...-repetí las palabras que me replico Lodewijk hace unos segundos. Lo miraba fijamente a los ojos y enseguida mire al suelo nuevamente-...Me dices cobarde...-le mire a los ojos a la vez que me agachaba-....Hablas de cobardía cuando ni siquiera puedes volver a la medicina...-repetí-...Aquí en el hospital dicen de que eres alguien excepcional, de que ni siquiera tus compañeros de tu promoción pueden superarte...y aun así lo dejas de lado...-Suspire pues volvía a mirar al suelo gris y aburrido- Tu cara podría reflejarse aquí bien...este color gris, es el de tu corazón, el tacto frio y duro de la baldosa es como está ahora tu corazón, cubierto por un escudo similar a la dureza de estas baldosas que componen esta apariencia apagada y muerta...-No sabía cómo hablarle ya.
En cierto modo lograba estar cómodo aquí. Me puse de rodillas y enseguida me agarre a la pierna de Lodewijk para sujetarlo bien fuerte- Lodewijk....¿por qué no a mi? ¡Oh amor poderoso¡ Que a veces hace de una bestia un hombre, y otras, de un hombre una bestia....-Puse mi mejor pose Shakesperiana , imitando a los actores aquellos con la mano en la frente fingiendo un desmayo atroz-Oh...Válgame.. . Que mala suerte de conocer a alguien tan vil y cobarde como tu Lodewijk...-le mire fijamente, tensando la mandíbula y con el bisturí usado con la anterior mujer, lo puse amenazante contra la mejilla de Lodewijk.
-... ¿quién es el cobarde ahora? –El bisturí seguía sobre la mejilla de Lodewijk, pero inmediatamente yo comencé a brincar de lado a lado, mirándolo mientras saltaba en busca de desquitarme estos nervios que tenia encima-Hueles a muchas pacientes....-seguía saltando y finalmente quite el bisturí de Lodewijk-....Además eres cobarde porque aun ni siquiera quizás, conseguiste adaptarte al roce de una mujer...-le mire fijamente, parando de saltar finalmente-...Esas criaturas tan vulgares que desquician al género masculino.....son despreciables, vulgares y furcias que restriegan sus cualidades contra la cara humana de un hombre...podría vomitar...-Decía poco a poco mirando al suelo del pasillo, mirando los pies de Lodewijk.
-Están sucios tus zapatos ¿es que ni siquiera puedes mantenerte limpio? ....Alce una ceja burlón hacia sus zapatos, hacia su mirada, desaparecí d nuevo, vi a una persona que se adentraba en el interior de la sala en donde mi cuerpo estaba, pero el bisturí que lancé fue más rápido incrustándose en la espalda y este cayendo al suelo. Aplaudí y saltando-¿no te parece bonito ver como defiendes lo que es tuyo?-Dije acercándome a Lodewijk para poder abrazarlo contra mi pecho. Oh! Se sentía tan bien . . . .~
Élie Debussy- Fantasma
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Fecha de inscripción : 13/05/2012
Re: Hola muñequita, deja que te cosa la locura [Lodewijk]
¿A qué jugaba ese chiquillo? De nueva cuenta el doctor van Otterloo, con todos sus años de experiencia, sus reconocimientos, su fama, se veía entre la espada y la pared por ese mismo ser que lo puso en una encrucijada hacía un año, porque incluso a Aquiles una flecha certera de Paris le había dado muerte, todos tenían aquel punto flaco, y aunque Lodewijk se esforzara en que todo fuese perfecto, en ganar siempre a toda costa, Élie, como siempre, lo abofeteaba con el duro guante de la realidad: no era invencible, las cosas a veces se le salían de las manos, la flecha de Paris también podía tocarlo. En las palabras del chico sabía que iba a encontrar significados ulteriores, por eso, a pesar de todo, le prestaba una atención que no a cualquiera le otorgaba, desmenuzando cada cosa que decía, ese discurso vejatorio y de ultratumba, desesperado y arrojado, pero por eso mismo, visceral y real.
-Hablas como si me conocieras, entiende Élie –y era la primera vez que pronunciaba su nombre en un largo tiempo, desde el terrible suceso y con ello concedía el significado, el peso semántico de que ese que estaba frente a él era Élie Debussy, ni más, ni menos, con proferir aquel nombre con su voz de acento neerlandés ya no había lugar a dudas –fuiste un paciente, sólo eso fuiste para mí, no tienes idea de… -se detuvo, ¿en verdad valía la pena explicarle cómo funcionaba la mecánica entre el doctor y el enfermo? Su relación había sido profesional y Lodewijk era un excelente actor que dejaba entrever poco o nada de su personalidad frente a los enfermos que atendía, antes de poder tomar la decisión de si seguir hablando o no, lo tenía ahí tumbado a sus pies y se sintió descolocado, ¿de dónde había venido aquello? Lo miró con el más grande de los desprecios y trató de zafar la pierna que el fantasma había tomado. Pero sus cambios, sus movimientos, todo era rápido y frenético, otra vez estaba junto a él y lo amenazaba con el bisturí, miró la potencial arma y luego al chico.
-¿Qué quieres? –dijo con la más amarga de las voces, entre dientes, molesto a leguas, sintiendo el frío metal rozando su mejilla y sintiendo que esta vez su vida sí peligraba. Una cosa era que la ventana de su oficina lo llamara reiteradamente con siniestro augurio, y otra muy distinta querer morir a manos de ese joven que parecía más confundido que con convicción de hacerle daño. Eran los estragos de su cruel praxis, lo sabía, pero no quería que así acabaran sus días.
-Deja de decir estupideces –con una mano empujó a Élie, empujó su brazo para hacer que alejara la navaja de su rostro -¿tú qué sabes? Moriste siendo un niño, y no te interesa mi vida sentimental, ¿o sí? –Arqueó una ceja y rio –lo que haga de mi vida en ese aspecto te debe tener sin cuidado –no se iba a poner a explicarle que simplemente, tener a una mujer a su lado no le interesaba por una cantidad de razones tan grande que nunca acabaría.
Cuando Élie mencionó los zapatos, de inmediato Lodewijk agachó la mirada sólo para comprobar que era una mentira, aunque sintió pánico por un momento, pulcro e impecable eran dos de las palabras que mejor definían su apariencia física, era un obsesivo en ese aspecto. Cuando alzó el rostro de nuevo fue sólo para ver como ese chiquillo hacía de las suyas de nuevo, un quejido breve a la lejanía fue todo.
-¡Basta ya! –tomó del cuello al fantasma, la sensación muy extraña pero se sobrepuso y lo empujó hasta dejarlo con la espalda pegada a una pared –no me importa cuantos mates –fue claro –pero deja de hacerlo en mi presencia –por alguna razón, le molestaba de sobremanera que lo hiciera tan descaradamente frente a él. Lodewijk había visto mucha muerte, mucha muerte provocada por él miso sobre todo, pero que ese niño la cometiera sólo para demostrar quién sabe qué cosa le provocaba rabia, en realidad eran tan sólo lo extraño y fuera de control de la situación.
-Hablas como si me conocieras, entiende Élie –y era la primera vez que pronunciaba su nombre en un largo tiempo, desde el terrible suceso y con ello concedía el significado, el peso semántico de que ese que estaba frente a él era Élie Debussy, ni más, ni menos, con proferir aquel nombre con su voz de acento neerlandés ya no había lugar a dudas –fuiste un paciente, sólo eso fuiste para mí, no tienes idea de… -se detuvo, ¿en verdad valía la pena explicarle cómo funcionaba la mecánica entre el doctor y el enfermo? Su relación había sido profesional y Lodewijk era un excelente actor que dejaba entrever poco o nada de su personalidad frente a los enfermos que atendía, antes de poder tomar la decisión de si seguir hablando o no, lo tenía ahí tumbado a sus pies y se sintió descolocado, ¿de dónde había venido aquello? Lo miró con el más grande de los desprecios y trató de zafar la pierna que el fantasma había tomado. Pero sus cambios, sus movimientos, todo era rápido y frenético, otra vez estaba junto a él y lo amenazaba con el bisturí, miró la potencial arma y luego al chico.
-¿Qué quieres? –dijo con la más amarga de las voces, entre dientes, molesto a leguas, sintiendo el frío metal rozando su mejilla y sintiendo que esta vez su vida sí peligraba. Una cosa era que la ventana de su oficina lo llamara reiteradamente con siniestro augurio, y otra muy distinta querer morir a manos de ese joven que parecía más confundido que con convicción de hacerle daño. Eran los estragos de su cruel praxis, lo sabía, pero no quería que así acabaran sus días.
-Deja de decir estupideces –con una mano empujó a Élie, empujó su brazo para hacer que alejara la navaja de su rostro -¿tú qué sabes? Moriste siendo un niño, y no te interesa mi vida sentimental, ¿o sí? –Arqueó una ceja y rio –lo que haga de mi vida en ese aspecto te debe tener sin cuidado –no se iba a poner a explicarle que simplemente, tener a una mujer a su lado no le interesaba por una cantidad de razones tan grande que nunca acabaría.
Cuando Élie mencionó los zapatos, de inmediato Lodewijk agachó la mirada sólo para comprobar que era una mentira, aunque sintió pánico por un momento, pulcro e impecable eran dos de las palabras que mejor definían su apariencia física, era un obsesivo en ese aspecto. Cuando alzó el rostro de nuevo fue sólo para ver como ese chiquillo hacía de las suyas de nuevo, un quejido breve a la lejanía fue todo.
-¡Basta ya! –tomó del cuello al fantasma, la sensación muy extraña pero se sobrepuso y lo empujó hasta dejarlo con la espalda pegada a una pared –no me importa cuantos mates –fue claro –pero deja de hacerlo en mi presencia –por alguna razón, le molestaba de sobremanera que lo hiciera tan descaradamente frente a él. Lodewijk había visto mucha muerte, mucha muerte provocada por él miso sobre todo, pero que ese niño la cometiera sólo para demostrar quién sabe qué cosa le provocaba rabia, en realidad eran tan sólo lo extraño y fuera de control de la situación.
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