La belleza de una ciudad a veces es salpicada por su miseria [Libre]

por **Marius De Romanus1** Mar Mayo 22, 2012 4:26 am

El sol se había ocultado haciendo que las sombras de la noche se alargasen enormemente hasta cubrirlo todo, cuando puse el primer pie fuera del carruaje que me había traído hasta este lugar, las calles de la capital de un gran imperio. La pobreza y la miseria se ocultaban entre los callejones más recónditos, forzados por la guardia, para que con su presencia no intimidaran o repugnaran a los visitantes. Los franceses tenían fama de ser unas de las personas más tranquilas y civilizadas del mundo...bueno, todo podía cambiar con el empujón adecuado.

Miré a mi alrededor con disimulo como quien no le presta atención a los detalles del entorno conforme el cochero me indicaba inútilmente la dirección de mi nueva hacienda. Con el rabillo del ojo pude vislumbrar a un mendigo, vestido con harapos, barba y pelo sucio, enmarañados, ojos hundidos, piel arrugada y surcada por las mejillas con pequeñas pero notables venillas, dentadura mugrienta y con solo un par de dientes. Sonreí para mí al ver pasar por delante de él, sin advertirlo, a un hombre de alta clase con su saquito de oro atado a la cintura, sin previo aviso el mendigo se lanzó sobre él con intenciones de robarle. Los guardias no tardaron en intervenir, pero el transeúnte quedó herido. Caminé despacio por la calle sin fijarme en nada en concreto...tal vez me encontrara con alguien interesante.

por **Briseida Denwonts** Mar Mayo 22, 2012 4:39 am

No llevaba mucho tiempo en París...a pesar de todo lo que había ocurrido ya. Si acaso no llevaría más de tres meses allí, pero no había tenido ocasión de recorrer la ciudad a mi gusto. Había estado sumamente ocupada con mis hechizos, con mis lecturas y los deberes reales que mi tío se empeñaba en recordarme...pero que yo aludía para seguir con mi pequeño proyecto.
Pero deseaba salir un poco...recorrer la ciudad...¡admirarme de las calles parisinas! ¿Acaso no había oído maravillas de París? Tanto leídas como a través de las bocas de muchísimas personas.
Y echaba de menos mis pequeños retazos de libertad...así que una noche me las arreglé para dormir a mi tío y engañar a los sirvientes...era siempre demasiado fácil, por lo que tampoco me podía quejar. Una poción y ya está.
Así que aquella noche me monté en un carruaje y le ordené a mi cochero que me llevase a dar un paseo. Éste me obedeció.
Y así estuvimos recorriendo las calles de París durante un buen rato. Llevaba puesto un sencillo vestido negro y llevaba el pelo recogido...no sabía si me reconocerían o no, pero por aquellas calles...no me importaba. Siempre podía inventar una excusa si me veían por las calles sola.
Al cabo de una hora dejé mi carruaje y a mi cochero en un lugar en el que podrían esperarme tranquilamente y me aventuré a pasear sola...la brisa fresca de la noche me refrescaba y me gustaba.
Pero lo que vi al poco rato de mi paseo...no me gustó nada. Nada de nada...me había adentrado en una zona dónde imperaba la pobreza...incluso tuve que ver cómo un mendigo intentaba robar a un hombre rico y finalmente quedaba herido. Ocurrió todo...¡tan rápido!
La compasión me dominó. Cuando no quedó nadie me acerqué al mendigo y le cogí por la cabeza con cuidado.
-¡¡¡Pobre hombre!!!-dije.
Del saquito que llevaba (negro, para que no se notase) saqué una poción que le hice beber y que curaría sus heridas cuando se despertase. Le dejé dormido por allí cerca...pero le dejé una pequeña bolsa de oro por debajo de la ropa para que pudiese comer más tarde.
No podía ayudar a mucha gente...pero era agradable poder ayudar a más personas.
Entonces, cuando me levanté, oí unos pasos...entrecerré los ojos y busqué con curiosidad, preparada por si era algún bandido...sí, vale, aquello era imprudente, pero no me preocupaba demasiado...sabía cómo defenderme.

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