La flor a veces oculta un veneno letal - Libre

Tomó sus guantes de fina cabritilla, el elegante sombrero de copa con lasos de gasa, que se anudaban bajo el mentón y permitían el correcto andar a caballo. Buscó algo apresurada la pequeña fusta que había dejado sobre el escritorio de su nuevo despacho y se dirigió, escaleras abajo a la entrada del Hotel Des Arenes. Observó rápidamente como se realizaban a gran velocidad las refacciones en el edificio, el negocio no podía estar cerrado y tampoco se podía molestar a los huéspedes, así que se tomó solo una semana en la que se mantuvo cerrado, para realizarlas.

Había pensado en innumerables variantes que alegren el lugar, no era que estuviera fuera de los parámetros apropiados para un hotel, pero si se quería convertir en un Hotel Palacio, debía renovarse casi todo, a excepción del nombre - no es mal nombre, al contrario, creo que lo dejaré tal cual está... llamaría demasiado la atención si lo hiciera... y lo menos que deseamos... Peyton, es levantar susceptibilidades... cuanto mas desapercibido pasemos... mejor – se dijo para si, mientras saludaba con un movimiento de cabeza al botones que se encontraba en la entrada, esperando por el arquitecto y el decorador que no tardarían en llegar.

Iba a proseguir con su apresurado camino hacia los establos, aquellos que se encontraban en la parte trasera, para montar allí y salir rumbo al Jardín Botánico. Deseaba ser ella misma quien eligiera las plantas que decorarían los parterres de la entrada al edificio y de los cientos de floreros que decorarían cada una de las habitaciones. Pero antes de seguir, se detuvo bruscamente, sabia perfectamente que su ayudante, él mismo que sirviera al antiguo dueño, la estaba siguiendo como un perro faldero, lo delataba su horrendo perfume y aquella respiración extraña. En verdad, le exasperaba ese hombre y su trato servil y humillante. Por eso decidió darle una tarea que lo mantuviera ocupado, le hiciera sentir útil y lo mantuviera lo más alejado de ella por un tiempo prudencial. - Robert – llamó girando un poco su cabeza, - dile al chef que a mi regreso, debemos conversar del menu, hay ciertos detalles que deseo cambiar – el hombre asintió con su cabeza, con gesto adusto y tomó nota en un  pequeño libro de anotaciones. A Peyton no se le escapaba nada, ya se tomaría el trabajo de revisar las benditas anotaciones, - ¿será que nos vigila? - frunció el entrecejo, nada mas faltaba eso. Fuera quien fuera, quien le estaba pagando para vigilar a la Gerente del Hotel, ella lo descubriría, porque no existía acción que la desquiciara más que la vigilaran.

Luego de perder el tiempo con ese detestable hombrecillo, decidió apurar sus pasos, tomar su caballo, un bello ejemplar de raza árabe y dirigirse lo más rápido que le permitía su atuendo y  sus correctos modales de mujer de clase alta, a su destino – el Jardín - sonrió al pensar, pasar unas horas eligiendo los diferentes ejemplares. Inspiró manteniendo la sonrisa y cerrando por un segundo sus parpados mientras recordaba su primera visita al lugar.

off: Lamento la demora, pedi el post y luego me puse a hacerlo, espero que le guste y cualquier cosa que no o asi digamelo, y estamos leyendonos.

Ariadna, había llegado por fin al jardín y por un momento se sintió totalmente dichosa, olvidando que atrás, en su pasado, se escondían secretos que no deseaba recordar jamas. - Éste será un nuevo comienzo, desde ahora en más nada me detendrá, nadie logrará romper esta sensación que me invade – se dijo mientras desmontaba, se quitaba con modales elegantes los guantes de cabritilla guardándolos en la alforja de su montura. Extrajo una bolsa de tela en la cual llevaría las flores que eligiera para los arreglos florales, realizaría uno y luego dejaría especificaciones al amable jardinero, para que juntara las flores restantes, debía realizar mas de cincuenta arreglos para las habitaciones. Aquel hombre le había indicado cual era la zona del jardín más adecuada  para  encontrar flores exóticas, las que no eran habitualmente usadas en decoración. Ella deseaba para su hotel solo la excelencia y exclusividad, ya que sus futuros clientes, la nobleza de Europa y la clase alta, serían inmensamente exigentes y ella solo deseaba lo mejor para ellos. Ademas si lograba encontrar las flores necesarias para esbozar el diseño floral que tenía en su cabeza, sería la empresaria más exitosa y prospera de todo París. halló en la alforja las tijeras que había solicitado al encargado del lugar y se dispuso a cortar los ejemplares que le parecieron los mejore.

En el instante que se disponía a comenzar su labor, una joven se plantó frente a ella y tras explicarle porqué no debía manipular con tanta liviandad aquellas flores, le quitó los elementos de las manos y comenzó a hacer el trabajo, sin que Ariadna se lo hubiera pedido. La empresaria quedó con sus manos vacías, caídas a cada lado de su cuerpo y una expresión de total sorpresa, - disculpe, es que... no lo sabía... el encargado me indicó que podía extraerlas sin problemas... - terminó de formular su respuesta cuando un escalofrío recorrió su espalda – ¿dice que una persona puede morir por solo tocarlas?  - sus ojos se abrieron como plato – entonces no debería estar haciendo eso usted tampoco... además... las necesitaba para un arreglo floral – se lamento, bajando la mirada en dirección de las hermosas y peligrosas flores.

Inclinó su cabeza y observó con detenimiento a la muchacha – ¿así que usted es jardinera?- levantó una ceja como cuando algo le intrigaba y sonrió suavemente al darse cuenta que la vestimenta de la mujer, no es condecía con la de una simple campesina. Continuó observando la maestría con que aquella joven iba guardando las espinas de las flores en los pequeños frasquitos, que ni se había dado cuenta estaban entre los elementos de trabajo. Escuchó con suma atención cada una de las explicaciones y fue asintiendo con su cabeza a cada afirmación que la joven realizaba.

Se quedó en total silencio hasta que  aquella dama terminó su hábil tarea y se quitaba con cuidado los guantes. Ariadna, sentía vergüenza, tristeza, y hasta un poco de ira contra ella misma por haber sido tan ingenua y creído ciegamente en un extraño, - ¿acaso no existía la posibilidad de que en verdad, ese hombre fuese un sicario de un enemigo comercial, de alguien de ese pasado que no deseo recordar? ¿y si había sido sobornado para eliminarme? Ay Ariadna, buena la has hecho – se dijo mentalmente regañándose y dando lugar a la joven, que cortésmente se presentó – mucho gusto señorita Kattalakis – extendió su mano esperando que la estrechara. No entendió muy bien pero la presencia de la joven le calmaba los nervios – mi nombre es... El... ehmmm... Ariadna... Peyton– dijo algo incomoda sin comprender porque casi le había dicho su verdadero nombre. Mantuvo su mano extendida hacia la joven – muchas gracias, creo que me ha salvado de una desgracia – sonrió de forma franca y sincera.

No se preocupe, tome el tiempo que necesite y gracias por responder.