Saca el veneno que hay en mí |Flashback| · Libre ·

por **Vincenzo Danislăv** Lun Jul 25, 2016 7:09 am

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La calma. No había nada peor para alguien que había pasado toda su vida en el mar que la calma. Aquella no era la esperada paz, para muchos podría haber sido símbolo de esperanzas pero para quien conocía el mar de punta a cabo sabía que la calma ocultaba algo mucho peor que lo vivido con anterioridad.
Y era eso lo que él sentía en aquellos instantes. Miles de veces le habían dicho que no se metiera en problemas incluso los malos augurios que presentían las mujeres que acariciaban con sumo cuidado los hilos del destino; se lo habían avisado, y ahora estaba tan cerca de perecer, que deseó morir para quedar en paz. Era un cobarde, lo que siempre le había aterrorizado.

Vincenzo había sido atacado a traición. Lo único que pudo haber hecho fué correr bosque a través, alejándose cada vez más de la ciudad donde residía. ¿Un viejo tema sin arreglar? Probablemente, pero éstos lograron alcanzar a varios de sus tripulantes, degollándolos sin escrúpulos. Él sin embargo logró escapar pero éstos le lanzaron lo que parecían simples dardos, flechas, que le rozaban y herían en cuanto alcanzaban su piel, pero uno de ellos dió en tan justo lugar, que parecía fruto de la casualidad.
Dándole por muerto, aquellos hombres desaparecieron prendiendo fuego a los cuerpos que previamente habían desmembrado. Salvo el suyo, sabían que se levantaría y no había mayor dolor que el del veneno alimentándose de la propia sangre. En su pecho, una flecha y sobre la piel de alrededor, ramificaciones de un color negruzco amenazaban con matarle en un par de horas a lo sumo.
Vincenzo se despertó dolorido y se arrastró hacia lo que parecía una laguna. Lo supo, el agua lo llamaba y él simplemente no tenía fuerzas para pedir ayuda, simplemente se acercó para beber como si dispusiese de todo el tiempo del mundo, aunque así no era en realidad.
Era brujo, pero aun así sus instrucciones no iban demasiado profundizadas en ese arte. Sentía la magia y la usaba a su favor, pero tampoco era algo que pudiese evitar la muerte, porque sinó, ya hubiese hecho algo al respecto y sería temido en los siete mares.

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por **Danielle Abbadie** Sáb Jul 30, 2016 2:25 pm

Ser una prostituta tiene sus ventajas, reflexionó Danielle envuelta en unas cómodas y perfectas sábanas de seda. Teniendo en cuenta que apenas tenía dinero para comer, estar en una bonita y rural cabaña rodeada de lujos sin duda era un plus muy muy bueno. El dueño era un señor bastante mayor, rondando los sesenta años, que había contratado sus servicios aquella noche. Una noche, a decir verdad, aburrida y bastante escatológica. Nunca habian sido de su gusto los hombres tan mayores, no sólo costaba mucho excitárles sino que además no eran nada bien vistos. La mayoría. Este no resultó la excepción y casi le costó tanto excitarse ella como excitarle a él. Pero, había valido la pena complacerle.

Al amanecer, aún estando medio dormida, escuchó ruido y enseguida supo que aunque fuera muy temprano le tocaba vestirse y volver como pudiese al burdel ¿Encontraría un carruaje a aquellas intempestivas horas? Pensó. La voz de su acompañante la sorprendió: ‘No hace falta que te levantes, querida, sé que estás todavía muy dormida’ Hizo una pequeña pausa mientras se ponía los pantalones. ‘Yo tengo que irme a arreglar algunas cosas, pero puedes quedarte cuanto gustes. Hay comida y si deseas darte un baño puedes ir al estanque, está a unos pocos metros saliendo por la parte de atrás’ Se agachó para besar con sus labios arrugados los carnosos labios de Danielle y ella ni se inmutó. Todavía estaba procesando la información, a decir verdad. A modo de agradecimiento le sonrió y se dio la vuelta sensualmente, asegurándose de que la seda se deslizara por su cuerpo y le mostrara a su acompañante los glúteos, perfectamente definidos. Ella no era de muchas palabras, prefería los actos.

Nada más despertar, a las tantas de la mañana, recordó la opción del baño en el estanque. Oh, sí, se dijo. Un estanque para ella sola sería.. increíble. Agarró algo parecido a unos ropajes, transparentes y bastante escasos pero que para ella eran suficientes (y, además, allí no había nadie más que ella) y salió por la puerta.

El camino, aunque no demasiado largo, se le hizo incómodo puesto que la tierra se le clavaba en los pies desnudos y no era nada agradable a la hora de pisar. Refunfuñando como iba por el dolor, algo que vio la dejó callada en un instante. Había alguien. Un hombre, parecía, en el borde del estanque ¿se habría equivocado de sitio? En cualquier caso, ella era bastante cauta para según que cosas y no le apetecía correr ningún riesgo en ese momento, estaba de muy buen humor. Con sigilo se apartó del camino hasta cubrirse tras los árboles que lo rodeaban.

Y a esperar que el hombre se fuera por dónde había venido.. o por dónde quisiera, pero que se fuera.

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