El teatro no siempre es un lugar para evadirse [Libre]

Este mundo, esta creación de Dios, me tenía hastiado. La vulgaridad, la decadencia, el grandioso cúmulo de escoria e inmundicia que se extendía por todo el globo era peor que las plagas de Egipto, aquellas al menos eran breves y pasajeras. Simplemente al caminar por las calles de las grandes ciudades se podía percibir la comodidad de los más ricos, y por lo tanto los que más oprimían y el sin vivir al que estaban condenados aquellos menos favorecidos a los que la vida, el destino o la suerte por llamarla de alguna forma no les había sonreído lo suficiente. Sonreí ante la ironía de la situación. Dios había querido crear un paraíso en la Tierra, y sin embargo lo único que tenía era un infierno con los demonios mas crueles y despiadados que la imaginación podía atreverse a si quiera concebir, los humanos, aquellos creados a su imagen y semejanza, que irónico.

Pero hoy no iba ha divertirme a costa del sufrimiento de mendigos y escoria vagabunda muerta de hambre, no, hoy me encaminaba para tratar asuntos serios con personalidades del mundo de la interpretación, uno de los lugares en los que encontrar una gran cantidad de personas dispuestas a dar cualquier cosa a cambio de fama, éxito, dinero, mujeres...todo aquello por lo que las personas pugnamos a lo largo de nuestras cortas vidas en las que una institución hipócrita les aseguraba que cuanto más sufrimiento pasasen mejor y mayor sería la recompensa cuando sus almas dejasen sus cuerpos...¿Acaso alguien en su sano juicio aceptaría pasar un calvario tal por la promesa de unos que viven rodeados de lujos y en la opulencia? Los siervos del altísimo eran los que junto con la nobleza más explotaban a su propia gente, impuestos, abusos de poder...cualquier persona se cansa de que la traten así y ansia poder dar un giro a los acontecimientos. El siervo completamente leal e incorruptible no existía.

Mis pies comenzaron ha subir la pétrea escalinata de mármol blanco que conducía al inmenso portón del gran teatro de París, el aire estaba enrarecido por los perfumes de las damas, que creyendo ser sofisticadas se impregnaban de la primera esencia que les vendiera un charlatán y de los olores a tabaco y otras hiervas al ser quemadas en sus elegantes y caras pipas de madera. Los lujosos trajes de telas traídas de oriente, caras y finas sedas para las mujeres, adornos de bisutería con piedras preciosas que podrían dar de comer para el resto de sus patéticas vidas a la gente de las esquinas... Con unas cuantas monedas compré el abono para presenciar la función, y por un extra me permitieron la entrada a los camerinos donde aquellos comediantes se procuraban para realizar la actuación más sublime y perfecta que fuesen capaces de realizar. En verdad talento no les faltaba, más siempre esta la inseguridad y la amenaza de una posible y fatal afonía en su futuro que podría dar al traste con sus sueños y esperanzas. Sin llamar antes de entrar abrí la puerta y me presenté ante ellos. Les deseé suerte y les sugerí que tal vez hubiese alguien buscando talentos entre los espectadores. A veces resultaba así de sencillo, y esta había sido otra de esas veces, los pobres diablos estaban desesperados por tener una garantía de que fuesen ha desempeñar bien su labor.

Ocupé mi lugar en uno de los palcos presidenciales, cerca de las personalidades que se dignaban a buscar entretenimiento fuera de sus palacios. La actuación como prometí fue todo un éxito, el publico fue capaz de reír, llorar y sentir como pocas veces se daba el caso. El telón cayó y los actores se mostraron sin sus atuendos e hicieron varias reverencias al público que aplaudió con fuerza. Los presentes fueron saliendo poco a poco del lugar y yo me quedé rezagado por si veía algo interesante, al fin y al cabo...una noche es una noche.