AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una nueva experiencia | Reservado
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Una nueva experiencia | Reservado
Día lleno de espectativas.
¿Qué lo diferenciaba de los demás de aquella semana?
¿El sol, acaso, pintaba el césped con nuevos colores?
¿El cielo se veía rosado?
¿Incluso había dado mi corazón su último latido?
¿Artur había aparecido?
En el espejo se dibujaba una sonrisa. Freja sonreía. ¡Qué cosa más grandiosa! Por primera vez, en tanto tiempo, dentro de mí nacía una Freja feliz.
¿Por qué? ¿Quién podría hacer feliz a aquella cortesana cuya máscara manchada de intensos colores no llegaban a iluminar su alma? ¿Habría quizás un nuevo hombre? ¿Una nueva razón de existir?
Una nueva experiencia.
Freja le habló a la mujer del espejo.
Una nueva oportunidad.
La mujer del espejo le respondió.
Cam Rohan. Una nueva oportunidad. Una nueva experiencia. Un nuevo capítulo.
¡Oh! ¿Cómo una mujer de corazón herido se atreve a hacerse tantas ilusiones? ¿Cómo puede ver el cristal con un rosa pintado con tanta facilidad?
Una nueva sonrisa incrédula.
¿Y qué?
Preguntó Freja a su propio reflejo.
Las muñecas de porcelana tienen tantas esperanzas en su mirada, en su sonrisa, en sus vivaces mejillas y al final...
Al final seguirán siendo muñecas.
Inanimadas muñecas.
Hoy la muñeca se vestía de gitana. O al menos no de la hija de un conde ruso. O al menos no de la cortesana con modales de doncella.
Hoy la muñeca se vestía de gris y de marrón. Se dejaba el cabello suelto. El único color predominante en su rostro era el de su sangre acumulada en sus mejillas.
La nueva experiencia. La nueva oportunidad.
El poder caminar como un ser libre.
No más prejuicios. No más dolor. No más recuerdos.
Hoy era Freja. Una Freja que se abría a nuevas posibilidades.
Abrazaba a la alegría.
¡Mírenla tan plena a la muchacha! Con la mirada sobre los colores que se le dibujaban en su mente, todos creados a partir de los murmullos de la gente de alta sociedad que describía lo poco que conocían de campamentos gitanos.
Hoy serás una más...
Le susurró al aire.
No serás la bella hija del conde Malinovskii. No serás una de las muñecas más bellas del burdel...
Le gritó al viento.
Se detuvo en el medio del bosque a esperar a su escolta. Miró por cada rincón que se escondía detrás de los árboles llenos de siglos y esperó.
Con curiosidad dio unos pasos.
Hoy no tendrás miedo de sonreír...
¿Qué lo diferenciaba de los demás de aquella semana?
¿El sol, acaso, pintaba el césped con nuevos colores?
¿El cielo se veía rosado?
¿Incluso había dado mi corazón su último latido?
¿Artur había aparecido?
En el espejo se dibujaba una sonrisa. Freja sonreía. ¡Qué cosa más grandiosa! Por primera vez, en tanto tiempo, dentro de mí nacía una Freja feliz.
¿Por qué? ¿Quién podría hacer feliz a aquella cortesana cuya máscara manchada de intensos colores no llegaban a iluminar su alma? ¿Habría quizás un nuevo hombre? ¿Una nueva razón de existir?
Una nueva experiencia.
Freja le habló a la mujer del espejo.
Una nueva oportunidad.
La mujer del espejo le respondió.
Cam Rohan. Una nueva oportunidad. Una nueva experiencia. Un nuevo capítulo.
¡Oh! ¿Cómo una mujer de corazón herido se atreve a hacerse tantas ilusiones? ¿Cómo puede ver el cristal con un rosa pintado con tanta facilidad?
Una nueva sonrisa incrédula.
¿Y qué?
Preguntó Freja a su propio reflejo.
Las muñecas de porcelana tienen tantas esperanzas en su mirada, en su sonrisa, en sus vivaces mejillas y al final...
Al final seguirán siendo muñecas.
Inanimadas muñecas.
Hoy la muñeca se vestía de gitana. O al menos no de la hija de un conde ruso. O al menos no de la cortesana con modales de doncella.
Hoy la muñeca se vestía de gris y de marrón. Se dejaba el cabello suelto. El único color predominante en su rostro era el de su sangre acumulada en sus mejillas.
La nueva experiencia. La nueva oportunidad.
El poder caminar como un ser libre.
No más prejuicios. No más dolor. No más recuerdos.
Hoy era Freja. Una Freja que se abría a nuevas posibilidades.
Abrazaba a la alegría.
¡Mírenla tan plena a la muchacha! Con la mirada sobre los colores que se le dibujaban en su mente, todos creados a partir de los murmullos de la gente de alta sociedad que describía lo poco que conocían de campamentos gitanos.
Hoy serás una más...
Le susurró al aire.
No serás la bella hija del conde Malinovskii. No serás una de las muñecas más bellas del burdel...
Le gritó al viento.
Se detuvo en el medio del bosque a esperar a su escolta. Miró por cada rincón que se escondía detrás de los árboles llenos de siglos y esperó.
Con curiosidad dio unos pasos.
Hoy no tendrás miedo de sonreír...
Invitado- Invitado
Re: Una nueva experiencia | Reservado
Corrí por el bosque hasta el lugar donde Freja y yo nos habíamos visto. Me apetecía mucho verla y luchar por verla sonreír. Lo del campamento le hacía verdadera ilusión y yo quería que ella estuviese ilusionada.
Tenía el presentimiento de que Freja y yo nos íbamos a llevar bien.
Payaso, a mi lado, iba brincando, esquivando arbustos y mordiendo hojas. Su pelaje grisáceo era fácil de seguir entre la espesura verde. Sus ladrdios emocionados me indicaron que ya nos encontrábamos cerca de nuestra acompañante.
Él salió primero y de un gran salto se arrojó a los brazos de Freja. Yo aparecí detrás y sonreí al verla vestida de esa manera.
-¿Dónde está madame Malinovskiii, gitanilla?-le pregunté, bromista-Debo decir que es usted una exótica gitana-reí y le hice un graciosa reverencia.
Payaso le lamió las manos y se acurrucó en sus brazos. Lo miré con reproche, no quería que fuera pesado con la gente.
-Madame, ¿Está lista para ir al campamento?-pregunté tendiéndole la mano con una ancha sonrisa dibujada en mi rostro-Mucha gente os está esperando.
Le habían preparado un banquet al estilo gitano y varios numeros divertidos. Bailes, escupefuegos...Freja se llevaría un buen recuerdo de mi pequeño hogar.
Tenía el presentimiento de que Freja y yo nos íbamos a llevar bien.
Payaso, a mi lado, iba brincando, esquivando arbustos y mordiendo hojas. Su pelaje grisáceo era fácil de seguir entre la espesura verde. Sus ladrdios emocionados me indicaron que ya nos encontrábamos cerca de nuestra acompañante.
Él salió primero y de un gran salto se arrojó a los brazos de Freja. Yo aparecí detrás y sonreí al verla vestida de esa manera.
-¿Dónde está madame Malinovskiii, gitanilla?-le pregunté, bromista-Debo decir que es usted una exótica gitana-reí y le hice un graciosa reverencia.
Payaso le lamió las manos y se acurrucó en sus brazos. Lo miré con reproche, no quería que fuera pesado con la gente.
-Madame, ¿Está lista para ir al campamento?-pregunté tendiéndole la mano con una ancha sonrisa dibujada en mi rostro-Mucha gente os está esperando.
Le habían preparado un banquet al estilo gitano y varios numeros divertidos. Bailes, escupefuegos...Freja se llevaría un buen recuerdo de mi pequeño hogar.
Cam Rohan- Gitano
- Mensajes : 604
Fecha de inscripción : 20/06/2010
Localización : Con la mano en tu bolsillo
Re: Una nueva experiencia | Reservado
¡Qué maravilla ser una más en el medio de un bosque abandonado!
Me llenaba de emoción verme vestida de forma sencilla, con pensamientos sencillos. Tranquilos. Llenos de armonía.
En mi mente no se dibujaban preocupaciones, sólo alegría e ilusión. Sabía que sería un día para el recuerdo. Sabía que desde ese día sería amiga de una nueva Freja Malinovskii. O Freja. Simplemente Freja.
Ya no florecían recuerdos amargos, tampoco el miedo por seguir. Ya no florecían las preocupaciones, las obligaciones de ser una cortesana de un burdel o de ser quien buscaba al amor de su vida en una París que se presentaba gigantesca.
Sólo me preocupaban los minutos que me separaban del joven que había conocido el día anterior. Me preocupaba el poco tiempo que tendría para ser su acompañante. Nada más. Nada de preocupaciones por ser distinta a mi alma escondida. Nada de preocupaciones por ser quien se le antojaba al resto del mundo.
De repente, escuché unos ladridos.
Sonreí.
Payaso.
Hizo acto de presencia por entre la vegetación.
-¡Hey! -dije con alegría mientras me arrodillaba para recibirlo- Te he extrañado, pequeño -le saludé con felicidad, una verdadera felicidad-. ¡Oh! ¿Tú también? -pregunté mientras acariciaba su hocico con mi nariz.
Reí cuando escuché la pregunta del joven Rohan. Negué con la cabeza, con mirada incrédula, admitiendo que no sabía dónde había quedado la mujer del día anterior. ¡Y es que en verdad no tenía idea de dónde se encontraba! Lo único que podía decir al respecto era que esperaba no encontrarla en mucho tiempo...
Me sonrojé con su siguiente comentario. Era extraño sonrojarme con algo como eso que era lo más suave que jamás me habían dicho, sin contar con mi pasado en Rusia. Estaba acostumbrada a los comentarios llenos de lujuria y por lo tanto, un tanto molestos. También había escuchado murmullos con desdén de las personas de la alta sociedad, cuando me identificaban como la cortesana del burdel. Y, sin embargo, allí estaba yo, sonrojándome por sus palabras.
Me puse de pie tomando su mano. Me mordí el labio inferior.
-¿Mucha gente? ¿Habla usted en serio? -reí- No puede ser... en verdad ha anticipado mi visita a su campamento -comenté en voz baja-. No debía hacerlo, tan sólo pretendía observar y conocer a unos pocos, no molestarlos a todos con mi presencia -expliqué a modo de disculpa-. Pero, viendo el caso... ¡no los hagamos esperar! -exclamé con una sonrisa que mis labios no reconocían.
Antes de comenzar a caminar, y luego de unos segundos de silencio, dije: -Gracias, monsieur Rohan, me llena de felicidad verme acompañada nuevamente por usted -pausa-. ¡Oh! Y por Payaso, claro.
Me llenaba de emoción verme vestida de forma sencilla, con pensamientos sencillos. Tranquilos. Llenos de armonía.
En mi mente no se dibujaban preocupaciones, sólo alegría e ilusión. Sabía que sería un día para el recuerdo. Sabía que desde ese día sería amiga de una nueva Freja Malinovskii. O Freja. Simplemente Freja.
Ya no florecían recuerdos amargos, tampoco el miedo por seguir. Ya no florecían las preocupaciones, las obligaciones de ser una cortesana de un burdel o de ser quien buscaba al amor de su vida en una París que se presentaba gigantesca.
Sólo me preocupaban los minutos que me separaban del joven que había conocido el día anterior. Me preocupaba el poco tiempo que tendría para ser su acompañante. Nada más. Nada de preocupaciones por ser distinta a mi alma escondida. Nada de preocupaciones por ser quien se le antojaba al resto del mundo.
De repente, escuché unos ladridos.
Sonreí.
Payaso.
Hizo acto de presencia por entre la vegetación.
-¡Hey! -dije con alegría mientras me arrodillaba para recibirlo- Te he extrañado, pequeño -le saludé con felicidad, una verdadera felicidad-. ¡Oh! ¿Tú también? -pregunté mientras acariciaba su hocico con mi nariz.
Reí cuando escuché la pregunta del joven Rohan. Negué con la cabeza, con mirada incrédula, admitiendo que no sabía dónde había quedado la mujer del día anterior. ¡Y es que en verdad no tenía idea de dónde se encontraba! Lo único que podía decir al respecto era que esperaba no encontrarla en mucho tiempo...
Me sonrojé con su siguiente comentario. Era extraño sonrojarme con algo como eso que era lo más suave que jamás me habían dicho, sin contar con mi pasado en Rusia. Estaba acostumbrada a los comentarios llenos de lujuria y por lo tanto, un tanto molestos. También había escuchado murmullos con desdén de las personas de la alta sociedad, cuando me identificaban como la cortesana del burdel. Y, sin embargo, allí estaba yo, sonrojándome por sus palabras.
Me puse de pie tomando su mano. Me mordí el labio inferior.
-¿Mucha gente? ¿Habla usted en serio? -reí- No puede ser... en verdad ha anticipado mi visita a su campamento -comenté en voz baja-. No debía hacerlo, tan sólo pretendía observar y conocer a unos pocos, no molestarlos a todos con mi presencia -expliqué a modo de disculpa-. Pero, viendo el caso... ¡no los hagamos esperar! -exclamé con una sonrisa que mis labios no reconocían.
Antes de comenzar a caminar, y luego de unos segundos de silencio, dije: -Gracias, monsieur Rohan, me llena de felicidad verme acompañada nuevamente por usted -pausa-. ¡Oh! Y por Payaso, claro.
Invitado- Invitado
Re: Una nueva experiencia | Reservado
-Por supuesto que se lo he dicho. Será todo un acontecimiento, ya lo verá- me reí alegre y comenzamos a caminar cuando ella nos dio las gracias-.No dé las gracias, Madame, nosotros dos si que se las damos por darnos un motivo para conocerla y poder enseñarle nuestro modo de vida-me encogí de hombros-. Siempre me ha gustado ver como reacciona la gente con nosotros.
Caminando a su lado, le fui indicando el camino, que era un poco largo. Trataba de llevarla por sitios donde no tuviera que saltar ni encaramarse a árboles para poder pasar, así que estábamos dando un buen rodeo.
-¿En qué parte de la ciudad vive usted, Madame?-le pregunté cuando pasamos un viejo árbol caído hacía ya tiempo-Me las conozco todas, así que no se preocupe por que no me entere-sonreí casi de forma infantil.
Deseaba conocer a Freja. Sabía que podíamos llegar a ser grandes amigos; ella se moría por vivir cosas nuevas y yo era un aventurero nato. Siempre y cuando la viera sonreír yo me sentiría bien. Había visto tristeza en ella tras el primer encuentro.
Los árboles se hacían cada vez menos espesos. Nos estábamos acercando. Silbé a Payaso que echó a correr hacia el campamento para avisar. Me detuve y miré a Freja.
-Son muy entusiastas. Si te abrazan no te asustes-le dije temiendo que no estuviera acostumbrada a toda una presentación gitana formado por apretones de manos, abrazos y besos en las mejillas.
Con un suspiro y un sonrisa tranquilizadora, salimos hacia el campamento. Las carretas estaban dispuestas en círculos y como era de día la enorme hoguera nocturna estaba apagada. Había guirnaldas decorando las carretas y los gitanos se habñian vestidos con sus mejores ropas. Las gitanillas con los cabellos sueltos y largos se aproximaron a saludarnos precedidas por sus hijos, hermanos, y primos más pequeños que entusiasmados venían a trerle ramilletes de flores a Freja.
Caminando a su lado, le fui indicando el camino, que era un poco largo. Trataba de llevarla por sitios donde no tuviera que saltar ni encaramarse a árboles para poder pasar, así que estábamos dando un buen rodeo.
-¿En qué parte de la ciudad vive usted, Madame?-le pregunté cuando pasamos un viejo árbol caído hacía ya tiempo-Me las conozco todas, así que no se preocupe por que no me entere-sonreí casi de forma infantil.
Deseaba conocer a Freja. Sabía que podíamos llegar a ser grandes amigos; ella se moría por vivir cosas nuevas y yo era un aventurero nato. Siempre y cuando la viera sonreír yo me sentiría bien. Había visto tristeza en ella tras el primer encuentro.
Los árboles se hacían cada vez menos espesos. Nos estábamos acercando. Silbé a Payaso que echó a correr hacia el campamento para avisar. Me detuve y miré a Freja.
-Son muy entusiastas. Si te abrazan no te asustes-le dije temiendo que no estuviera acostumbrada a toda una presentación gitana formado por apretones de manos, abrazos y besos en las mejillas.
Con un suspiro y un sonrisa tranquilizadora, salimos hacia el campamento. Las carretas estaban dispuestas en círculos y como era de día la enorme hoguera nocturna estaba apagada. Había guirnaldas decorando las carretas y los gitanos se habñian vestidos con sus mejores ropas. Las gitanillas con los cabellos sueltos y largos se aproximaron a saludarnos precedidas por sus hijos, hermanos, y primos más pequeños que entusiasmados venían a trerle ramilletes de flores a Freja.
Cam Rohan- Gitano
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