Cuaderno de bitácora

por **Ariadna Raibow** Miér Mayo 30, 2012 7:14 am

Tras dos años conociendo la ciudad en su faceta nocturna, envuelta por una capa y un sombreo oscuro, además de mi peluca, por fin me he enfrascado en la dura tarea de reflejarlo en este cuaderno, simplemente para mi lectura y recuerdo, esperando así que con el paso de los años mi memoria no olvide los detalles importantes. Así mismo he de reflejar que la presencia de Andrey me ha abierto muchas puertas, no se que hubiera pasado conmigo si en vez de los pantalones de caballero hubiera seguido llevando mi falda de dama, seguramente ahora estaría mancillada... curiosa palabra...

Todo este tiempo he conocido a cientos de personas en las calles, me he adentrado en los barrios bajos con afán de investigación, he hablado con mendigos y tullidos, pero también he conocido a las meretrices. Las prostitutas que los hombres de alta alcurnia utiliza son verdaderamente estiradas y desagradables, como si por acostarse y dar placer a un conde pudiera ser condesa. No desestimo el valioso lazo que forma la iglesia con el matrimonio y juramento ante dios, así como procuro llevar al día mis rezos y mis confesiones y no cometo pecados si puedo evitarlo... pero no considero a las mujeres de vida fácil mancilladas... ni que lleven una vida fácil.

Hace dos días conocí a Adeline, una muchacha que vende su cuerpo cerca de la catedral, tuve que encargarme de cierto tipo que pretendía golpearla. Como agradecimiento me ofreció sus servicios gratis, evidentemente tuve que rechazarla, pero me contó muchas cosas. Es madre de dos niños, su marido falleció en los muelles y con lo que recolecta consigue sacarlos adelante... eso me hizo pensar. Compartí mis ideas de que muchas de esas mujeres en realidad no mancillaban su alma, simplemente luchaban por sobrevivir, con otros de mis colegas científicos... todos ellos se encogieron de hombros.

Con esto llegué a dos conclusiones: La primera es que no se debe pensar que una mujer está arruinada por algo tan trivial como eso, además han de conocerse todas las circunstancias; y la segunda es que las mujeres, si se estimula nuestro aprendizaje desde la niñez como a los hombres, somos mucho más inteligentes que ellos. Con esto debo decir que espero que este cuaderno no sea encontrado por ninguna dama de esta casa y mucho menos un caballero, por eso procederé a esconderlo en un lugar seguro.

Próximo proyecto: Aprender algo de medicina para practicar en los barrios bajos.