La inocencia de la novata [Melissandre D. Arley]

por **Leelee R. Elsveta** Dom Jun 03, 2012 5:36 am

Las luces tenues de las farolas de queroseno llenaban el callejón Des Ténèbres de humo apestoso que hacia enrojecer los ojos, y cubría de sombras cada rincón. Tenia los sentidos completamente alerta, escudriñando las sombras con ansiedad, le daban igual quien apareciera, vampiro, lobo o brujo… Era la prueba para la Inquisición si lograba llevarles la cabeza de algún monstruo demoniaco seguramente que por fin la aceptarían como miembro con plenos derechos de la orden y quien sabe, tal vez incluso la designarían a algún grupo secreto… Aspiraba con toda su alma a ser una espía del Vaticano, se le daba bien pasar desapercibida, y esconderse entre las sombras como una niña harapienta más.

Los callejones más adinerados eran los que normalmente fluían mas transeúntes, pero en aquel tugurio solo se veían algunos grupos de no mas de tres personas que se reunían con las cabezas gachas y susurraban perversos negocios. Allí traficaban innumerables seres, desde la más alta cuna hasta el más pobre vagabundo. Se oía comentar a la gente del lugar que los hijos de la noche compraban allí esclavos de sangre, hombres y mujeres, normalmente jóvenes, que vendían su cuerpo, su sangre, a cambio de que enviaran una paga a su pobre familia. Sacrilegio! Atroz acto demoniaco!

Nadie prestaba atención a la adolescente de ropas raídas y paso tambaleante que guardaba los brazos bajo la capota roja. Hacia días que se había estado entrenando para ese momento, para enfrentarse al mal, cara a cara. Debajo de su ancha ropa llevaba consigo una pequeña pistola algo antigua que podía disparar hasta dos tiros simultáneamente, las balas eran de plata reforzada, capaces se atravesar la piel gruesa de un cerdo… y la de un lobo. Atadas a la cintura portaba un par de estacas bien afiladas con un refuerzo de plata en la punta, con las que había estado practicando desde hacia ya algún tiempo.
Todo aquel equipamiento le había costado hasta el último franco que había logrado ahorrar tocando su viola en las calles, tanto la fabricación como el silencio del artesano. Si los seres de la noche se enteraban de que había una joven comprando armas para matarlos ya no contaría con el factor sorpresa.

Se sentó contra la pared cerca de las puertas de un almacén donde, si los rumores eran ciertos, aquellos esclavos de sangre y espero. “Paciencia, hoy tengo un buen presentimiento”

por **Melissandre D. Arley** Dom Jun 03, 2012 8:39 pm

La no tan joven Melissandre estaba satisfecha. Era una hermosa noche en la que las estrellas brillaban con ese extraño fulgor dorado y adornaban el cielo, dándole un aire intrigante. La extravagante vampira había decidido darse una vuelta por el callejón para darse uno de sus banquetes especiales, últimamente sus zonas de caza eran peligrosas y no sentía ánimos de explorar mucho más. Así, Melissandre se había adentrado al callejón y, luego de pasar desapercibida bajo sus capas de colores sombríos, había llegado al almacén que le serviría de restaurant esa noche. Todo fue exitoso para ella, pidió que le facilitaran un joven de menos de veinte años, sin ninguna otra indicación más. La llevaron a un rincón donde le trajeron un muchacho tembloroso y algo herido.

Melissandre podía sentir la sangre, el aroma dulzón de su néctar favorito. Todo parecía estar perfecto, peor a la vampiresa le molestaban los temblores y el miedo del chico. Para hacerle las cosas más fáciles, lo encandiló. La luz de vela que apenas iluminaba aquel rincón le daba a la piel pálida de Melissandre un aire demasiado siniestro, pero para el muchacho esto era encantador. Se sentía atraído tanto física como emocionalmente hacia la vampiresa y al instante dejó de temblar, fijando toda su atención en los ojos acuosos de su acompañante. Ella le sonrió y, lentamente, acerco sus labios a los del chico y lo besó lentamente, apreciando como el corazón de este se aceleraba. Sin poder contenerse más, sus labios se dirigieron al cuello del joven donde reposaron un momento mientras Melissandre disfrutaba de su olor. Luego, de un mordisco veloz, comenzó a llevarse la vida del joven poco a poco. No quiso dejarlo vivo por que de seguro le torturarían, y el joven no debía sufrir más aquello, además de que estaba muy hambrienta como para parar. Cuando sintió que su corazón dejo de latir sorbió un poco más y se separó lentamente, relamiéndose.

Pagó por el servicio y se retiró del establecimiento acomodándose la capa. Comenzaba a hacer frio así que tenía una excusa para estar tan cubierta. Cerró con lentitud las puertas del almacén, sin hacer mucho ruido, y se alejó con paso ligero pero normal, observando a su alrededor. En medio de aquello sus ojos acuosos chocaron con otros, pero rompió el contacto rápidamente.

por **Leelee R. Elsveta** Jue Jun 07, 2012 5:55 am

El empedrado del suelo le congelaba el trasero, mientras esperaba pacientemente a que saliera algún vampiro del almacén de esclavos… No paraba de preguntarse si serian jóvenes secuestrados, o tal vez voluntarios que habían perdido el norte… o quien sabe, incluso podrían estar hipnotizados, decían que los seres del crepúsculo poseían extraños poderes mentales, y que podrían enajenar las mentes débiles. Asintió con firmeza para si misma, recordándose que era fuerte, una superviviente, una inquisidora… o casi.

Con un suave chirrido la puerta trasera del almacén se entreabrió, y salió una dama tapada hasta el rostro, claramente quería ocultar lo que era ¡una súcubo! Por un instante sus miradas se cruzaron y la joven humana sintió que una mano de escarcha le apretaba el corazón.

Se llevó las manos a las estacas y espero unos segundos para alzarse y caminar tras la vampira, era alta, de porte majestuoso, y con andares distinguidos, ninguna mujer de clase baja andaría con aquella prepotencia. Una rica y malvada demonia estaba a punto de caer bajo sus estacas… Pero no podía, no se atrevía a alzar la voz para pararla, y cada vez estaba mas lejos de su alcance, era rápida, y a diferencia de Leelee su respiración tranquila.

Entreabrió los labios dispuesta a gritar en nombre de todo lo que es bueno, y acabar con la amenaza, pero nada… sus fuerzas, su voz… “Donde estas?” se pregunto a si misma. Nada, silencio, por primera vez en muchos años, silencio. Donde había ido?, la había abandonado su Señor?

Solo su fuerza de voluntad la hacia seguir andando tras la sombra que perseguía, por debajo de la capa oscura vio los bordados de oro en una rica tela rosada, debía ser un vestido hermoso y muy costoso. Sintió una punzada de envidia y arrepentimiento. Aquello era pecado!

Si no se decidía en aquel momento se le escaparía la presa, los callejones no eran infinitos, entonces como caído del cielo apareció, la voz, el Ángel, su cabeza estallo en gritos “mátala” le gritaban “es un demonio” le amenazaban.

-Tengo miedo…- susurro Leelee para si misma- te necesito Señor, no puedo sola… tengo miedo!

Se paro, todo se paro en cuanto alzo la voz, y lo entendió, el Rey de los Cielos solo quería hacerla reaccionar, y lo había conseguido. Entonces se dio cuenta, su grito había alarmado a la vampira que se giraba para mirarla.

-No estoy preparada…

por **Melissandre D. Arley** Jue Jun 07, 2012 5:29 pm

No tardó en darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. Los ojos con los que se había chocado aun la observaban fijamente, los sentía clavados en la espalda. Con los sentidos bien atentos y la distancia entre el humano y ella calculada, Melissandre siguió su camino, acelerando un poco el paso. Unos momentos después escucho como esa persona que estaba tan interesada en ella se alzaba y comenzaba a andar hacia su dirección, continuando el mismo camino.

A pesar de esto, la vampira apenas se tensó. Estas cosas solían ocurrirle ocasionalmente, pero era mejor estar atento y no perder por un descuido. En el medio de sus pensamientos, una idea cruzo por la mente de Melissandre. ¿Habría lugar para el postre? Pues claro, aunque con este individuo no le bastaba con alimentarse, debía jugar con él al menos. Siguió caminando.

Al llegar a un sector donde dos callejones aparecían en la escena, Melissandre no dudo y se lanzó al más oscuro, donde su pequeño ratoncito estaría más indefenso. Siguió caminando con la misma marcha y notó algo de tensión en el aire, bastante. Una voz de jovencita resonó detrás de ella, lo suficientemente bajo para un humano pero demasiado audible para un vampiro. Las palabras susurradas le confirmaban quien era la muchacha y a quien pretendía servirle. Con sólo pensar en aquello le entraron ganas de devolver lo consumido o de ingerir más sangre.

Melissandre paró su marcha y volteó, volviendo a fijar los acuosos ojos en la extraña muchacha, leyendo sus labios y saboreando cada palabra que escuchaba. Se bajó la capucha de su capa y sonrió abiertamente a la desconocida.

- ¿Se le ofrece algo, querida? – preguntó. Apenas se notaba ya el acento inglés. – Estos lugares no son para que anden niñas bonitas como tú. – dijo con una risita, y con unos veloces pasos ya estuvo cerca de su acompañante. - ¿O tal vez quieras encontrarte con algo… malo? – sonrió, relamiendo sus labios y luciendo sus afilados colmillos.

por **Leelee R. Elsveta** Vie Jun 08, 2012 6:29 am

Sus ojos eran como dos cuchillos clavando su vil mirada en la joven aprendiz. Leelee se agarró con desesperación a su crucifijo y vacilando ante la seguridad de la criatura nocturna dio un paso atrás.
La seguridad que solía acompañarla había desaparecido, el callejón apenas iluminado se reflejaba en los ojos brillantes de voracidad de la vampira, y la humana temblaba bajo su capa roja, y deseo haber esperado a la noche siguiente.

Ella no era nadie, y aquella mujer que tenía enfrente seguramente poseía riquezas y poder, la escondería en cualquier vertedero y nunca más se sabría de ella… “Tu destino debe ser glorioso” Leelee se llevo una mano a la sien con un gemido, unas agudas punzadas le golpeaban el cerebro. La voz del Ángel la impulsaba a enfrentarse a la vampira, el poco sentido común que conservaba seguía repitiéndole que no estaba preparada para un enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

Y todas las voces le gritaban dentro de su psique, atormentándola, siempre era así cuando se enfrentaba a una situación peligrosa. Fue igual cuando huyo de los guardias del manicomio… en la puerta de su antiguo hogar.

-Silencio!- le grito al caos que corría dentro de ella, aunque la vampira la mirara a apenas un metro. Respiro profundamente intentando ordenar sus ideas ¿Qué es lo que haría un verdadero Inquisidor? Exacto!- Ejem… Yo… eh… estoy aquí para acabar contigo demonio del averno, en nombre de la Santa Madre Iglesia, ríndete ahora o paga las consecuencias!

Su vacilación había provocado la sonrisa burlona de la vampira, pero enseguida había mostrado la punta afilada de su daga de plata que resplandeció triunfante.

-No soy ninguna niña!- se justifico de forma que sonara convincente.- Dios me envía para acabar con los destructores de la humanidad… ese es mi destino!

Una sonrisa de satisfacción se le escapo de entre los labios, para ser su primera vez había resultado bastante bien, notaba como poco a poco su miedo se iba desvaneciendo, y las voces comenzaban a calmarse.

por **Melissandre D. Arley** Vie Jun 08, 2012 2:47 pm

Melissandre arqueó una ceja y se limitó a escuchar a la inquisidora, mientras retenía una risita. Esto le causaba gracia, claro, la inocente joven parecía ser nueva y algo falta de práctica, demasiado para enfrentarse a un vampiro así, sin nada, solo empuñando una daga de plata. ¡Ni que fuera un sucio perro! Aunque claro, de seguro la pequeña escondía algunas armas más, pensó Melissandre.

- ¿De qué debo arrepentirme entonces, mi señora? – preguntó la vampira, burlona mientras le echaba una mirada venenosa. – ¿Acaso yo no fui humana alguna vez? ¿Dónde estuvo tu señor para protegerme cuando eso me hizo esto? - dijo tornando su voz a una torturada. ¿Tendría la joven respuestas? Pues sería divertido averiguarlo.

Lo único que esperaba la vampira era no enfadarse, porque le entrarían más ganas de devorar a la defensora de los humanos, enemiga pública de las criaturas de la noche, y algo le decía que no sería muy difícil lograrlo, aunque no debía confiarse ya que era obvio que esa chica estaba repletada de estacas, de otra manera nunca se habría permitido acercarse tanto a una vampiresa tan sociable. – A no ser que este loca. - pensó Melissandre.

Bueno, eso no era raro. Para la vampira, toda la santa inquisición era desagradable, esa gente estaba mal, incluso peor que ella. Un vampiro tenía sus instintos, necesitaba la sangre para vivir, los crímenes estaban perdonas. ¿Y qué de ese montón de locos psicópatas torturtadores? Esa gente estaba enferma a conciencia, y a Melissandre no le gustaba nada su existencia, aunque claro, de elegir prefería a los Inquisidores y sus palabras alabando a dios que a los Cazadores.

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