[priv]Bonita noche ¿no le parece?[Melissandre D. Arley]

Sonreí atento a la música del lugar. Verdaderamente este era un sitio fascinante para venir a pasar el rato, a disfrutar, a beber, y a todo lo demás. Verdaderamente todo caballero que se encotnrase con una cara bonita o con dinero tenía una divertida noche asegurada. Yo por supuesto tenía ambas cosas, aparte de otras claro. Cara bonita, un título importante, dinero, una educación implecable, una forma de hablar que engatusaba a todas las mujer. Francamente contaba con todo a mi favor. Y eso que en ningún momento quieros ser demasiado....creido, para nada. simplemente digo realidades. Realidades que todos mis compañeros saben.

Sonreí bebiendo de un sorbó el wiskhy que había en mi copa. Verdaderamente era un licor delicioso. Te dejaba un gusto en la boca muy bueno y....oh...hay barullo. Un borracho se está metiendo con una joven. Parece que la noche se anima. Creo que olvidé decir que soy, fuerte, rápido y un autentico caballero. Por lo que nunca dejaré a una dama en apuros.

Me coloqué bien la chaqueta y dejé el vaso en la barra, mientras sonreía con un toque cínico en la mirada. Con pausa me acerqué al hombre y le di unos golpecitos en el hombro. Este tan borracho como estaba, no dio por más que girar e intentar golpearme. Por supuesto sus reflejos pésimos en este estado no fueron problema para mi que con un ágil movimiento esquivé su golpe y le di yo un verdadero puño empujandolo hacía fuera.

Esto lo arreglaríamos como hombres. Lejos de las damas y de los demás indeseados que solo querían apostar por la pelea y enriquecerse a nuestra costa.

Seguí empujandole y golpeandole mientras nos alejabamos hasta llegar a un callejón. Las palabras sobraban, las miradas lo decían todo. Este pobre infeliz que se afanaba por golpearme no contaba con que estaba ante un ser tan rápido, agil y fuerte como un halcón, un aguila y un pequeño pajaro.

Por ello no tarde, a pesar de la gran embergadura del hombre, más de unos minutos a tenerlo ensangrentado a mis pies, le golpee algo más hasta que quedó sin sentido. Así la próxima vez lo pensaría mejor antes de meterse con una joven indefensa. Siempre hay que convencerlas antes de intentar nada. Estupido. Me repelen los hombres que intentan aprovecharse de dulces mujeres.

Me sacudí la ropa, quitandome el polvo y las arrugas que me habían causado ssu intentos de agarres y de golpes. Fallido su gran mayoría, si no todos. Le miré una última vez y pasé la mano por mi pelo. Quizás debía volver a la fiesta o tal vez no y regresar a casa. Ya era tarde y tal vez hubiese mejor ambiente en otro lado. Tal vez.

Sonreí acabando de colocar mi chaqueta y comencé a caminar por aquellos oscuros callejones. A cualquiera le hubiese intimidado esta situación, incluso atterrado. Sin embargo yo tenía una forma rápida de escape por el cielo y no temía encontrarme con algún borracho. No en vano había despachado alguno. Y...oh creo que tengo compañía. Unos pasos sutiles resuenan por la calle. Demasiado sutiles para tratarse de un hombre.

Había esperado pacientemente a que desapareciera el sol para poder lanzarse a la noche, que la acogía siempre con brazos helados y fríos, misteriosos y escalofriantes. Esto último era normal en la vida de un vampiro, los actos violentos, los ataques brutales se veían reflejados en el rostro de cada uno, y en especial en el de Melissandre. Las bellas facciones de siempre aún estaban allí, intactas como en aquella noche en la que su vida dio un giro y por juegos del destino o quien sabe, renació en una criatura aún más hermosa de lo que era antes, pero pálida como un muerto y con unos ojos acuosos que, en su caso, no eran penetrantes ni malignos, sino más bien tristes, que escondían algo.

Sin pensárselo mucho, optó por recorrer los callejones, allí siempre se encontraba con algo y esto le representaba una total ruptura de rutina, algo que le venía bien para sacarla del aburrimiento en el que muchas veces se sumergía. Al llegar, comenzó a andar con pasos elegantes y refinados, aun así teniendo un aire intrigante, por la capa negra que llevaba puesta y la capucha que tenía subida. Bajo esta se encontraba un perfecto vestido blanco con detalles azulados que la hacía parecer una muñeca de porcelana.

Poco tardó en sentir un dulce aroma a sangre fresca que la cautivo por completo. Sin embargo, no estaba hambrienta, pero sintió el impulsó de dirigirse hacia aquel lugar de donde provenía el aroma. La idea de conseguir alimentarse con pocos esfuerzos era atractiva, aunque no sonaba demasiado divertida. Melissandre, ágil y silenciosamente, se encaminó hacia el lugar y comprendió que estaba sucediendo. Alguien era brutalmente apaleado. Para ver mejor y no ser descubierta, se impulsó contra una pared y levantó un poco el vuelo, lo suficiente para alcanzar un techo y observar la escena que se daba más abajo. En el suelo, recibiendo unos buenos golpes, se encontraba un borracho que pronto quedó inconsciente en el piso. Se podía percibir, mezclado en su sangre, el fuego del alcohol, el picor. La vampiresa se negó rotundamente a beber de la víctima, y optó por fijar su mirada en el victimario, alguien de buen porte, con movimientos elegantes, que ahora se escabullía del callejón. Sonrió divertida, muchas ideas cruzaban por su mente, pero decidió esperar un poco, hasta que escuchó que el joven estaba lo suficientemente lejos para seguirlo, fue entonces cuando se bajó de un pequeño salto del techo y comenzó a andar en su dirección. Sus pasos resonaban con gran fuerza pero aquellos dos eran los únicos que andaban por allí, así que no había problema, al menos para Melissandre.

Decidió esperar a ser observada y luego, bajarse la capucha, dejando lucir lo que la luna quería iluminar, la pálida tez, las mejillas sin vida y los ojos tan cautivantes, el cabello perfecto cayendo en bucles brillantes y sedosos y aquella sonrisa antinatural. Todo era un indicio, de que no era real, de que era demasiado perfecto para ser cierto, de lo que ella era.

Con un giro rápido, haciendo un leve cambio en el peso de mis pies miré hacía el lugar justo de donde provenían aquellos pasos tan acompasados. Sin lugar a dudas era una mujer. Ya estaba completamente seguro .Si bien es cierto que por regla las mujeres eran más débiles y más...llamemoslo indefensas....había algunas que verdaderamente eran un peligro y no solo cuando se divertían. Veamos de que pasta está hecha esta dama...y cuan guapa es por supuesto.

Esperé con suma paciencia mientras la figura de una mujer encapuchaba iba haciéndose visible ante mis ojos de ave. Ciertamente no tan poderosos como en mi otra forma. Pero si bastante más agudos que los de cualquier persona normal. No veía más que la capucha, la capa y parte del vestido de la mujer todo lo demás quedaba oculto. Esto daba pistas sin dudas a que esta mujer era...si digamos que no estaba dentro del grupo de mujeres débiles. Aunque también es cierto que muchas veces las apariencias engañan y de gran manera. Y presiento que esta es una de esas veces. Por otro lado...no voy a dejar mi galantería, ni educación ante esta dama, por mucho que pueda ser peligrosa. Pues es algo imposible para mi.

Noté un leve movimiento en la mujer y me puse algo más recto observando como retiraba de su cabeza la capucha y como aquella luna casi llena iluminaba el rostro de la misteriosa mujer. Un segundo después de ver su rostro una sonrisa de aceptación aparecía en mis rostro. Verdaderamente me encontraba ante una diosa de la belleza. Una mujer verdaderamente hermosa y atrayente. Una norma que generalmente te avisaba del peligro que es mujer podría llegarte a dar. Un peligro que perfectamente podría llevarte a la muerte o al cielo del placer. Dos caminos distintos, y que a la vez solo uno de ellos parecía verdaderamente atrayente.

Decididamente estaba deseando conocer a esa mujer. No en vano andaría con todos mis sentidos alerta pues al mínimo indicio de peligro sacaría las alas y echaría a volar. No iba a permitir morir. Pues el mundo no podía permitirse perder a un ser como yo y además no podía pegarle como había hecho con el borracho. Pues se trata de una mujer y las mujeres son sagradas para un hombre como yo.

Di unos pequeños pasos acercandome a la mujer. Con suma tranquilidad y despreocupación mientras absolutamente disimulado observaba cada mínimo gesto que esta realizaba. A unos pasos de distancia hice una elegante y estupenda reverencia, a paso lento y sin dejar de mirar sus ojos en ningún momento. Antes de acabar de acercarme a ella debía conseguir su permiso. No quería para nada incomodar a esta dulce compañía.

-Buenas noches madame. Acaba de darle a la noche la belleza que le faltaba.

La reacción que esperaba recibir la vampiresa nunca llegó. Por alguna extraña razón que a ella se le escapaba, el hombre que tenía enfrente ni siquiera tembló cuando sus ojos tuvieron contacto con los de ella, cristalinos y fantasmales. Ni siquiera titubeo cuando contempló la palidez marmolea del rostro y el efecto que la luz de la luna hacía en él. Melissandre se desilusionó al completo. Generalmente, cuando los mortales admiraban su ser y a excepción de cuando los encandilaba, estos se mostraban cobardes y escurridisos. La primera reacción, después del shock, era lanzarse en la dirección opuesta y correr a una velocidad que hasta a veces parecía sobrehumana. Por desgracia y para sorpresa de ella, este joven hacia lo contrario. Ahora comenzaba a acercarse a ella con una… ¿Era eso una sonrisa?

Una mueca sería se asomó en los labios de Melissandre, quien observaba de arriba abajo los movimientos de su acompañante. El joven se acercaba a ella con pasos delicados, y muchas dudas cruzaron por la mente de la vampiresa en ese momento. ¿Qué hacia aquel hombre? ¿Qué pretendía? ¿Estaba demente y quería entregarse a una deliciosa muerte? ¿Tal vez convertirse? ¿O tal vez era un cazador? Esa última palabra retumbó en su cabeza mientras observaba al joven hacer una reverencia, y de inmediato, cuando este de enderezó, ella dio unos pasos hacia atrás, precavida. En sus ojos se mostraba reproche y duda. Meditó un momento para luego hacer una pequeña reverencia con la cabeza ella también, corta y seca.

- Es usted muy observador, señor…. – murmuró, preguntando el apellido del individuo que tenía frente. – No esperé sonrojarme, no podré satisfacerlo en eso. – sus mejillas sonrojadas nunca volvieron a aparecer después de esa trágica noche en la que volvió a nacer.

Noté el retroceso de la hermosa pero peligrosa dama. Y una ligera y cínica sonrisa asomó por mis labios. Verdaderamente esto era lo que debía hacer. Comportarme con absoluta tranquilidad. Sin mostrar miedo o temor, pues para mi todas las damas eran igual de hermosas y me era indiferente si como esta, despedían un halo de peligro a su alrededor. La belleza lo ganaba todo, aunque bien es verdad que mostrandome ajeno y contrarrestando el peligro y el hostilismo que representaba conseguía dejar a la bella dama en un estado de duda y desconcierto. Verdaderamente sabia jugar bien mis cartas para no perder.

Por fin la dama salio meramente de su shok y me devolvió una ligera reverencia con la cabeza. sin embargo no era demasiado fraternal este gesto...Una dama muy bella y hermosa, en la noche, llena de peligro y sin embarga contrariada por mi llegada. Hermoso y delicioso.

- Es usted muy observador, señor…. No esperé sonrojarme, no podré satisfacerlo en eso.

Sonríe y niega acercandose un poco más a ella mientras sin dejar de observarla realiza otra reverencia. Quizás debiese cogerle la mano y besarla como debía hacer según la norma de educación pero no quería arriesgarse tanto de momento.

-No pretendía que os sonrojaseis madame. Supongo que vos estais por encima de ellos.-Sonreí.- Tempest madame, Angelo Tempest. Y vos?

sonreí mirandola. Era una noche hermosa. Y había tornado con una compañía hermosa...ahora veremos como continua esta noche.