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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Edgar Dagson Dom Jun 10, 2012 6:08 pm

Desde el ventanal de mi dormitorio la luz de la luna llena alumbraba aquél cerezo de tal forma que sus frutos parecían convertirse ahora en lágrimas de plata que centelleaban con luz propia, como si el árbol llorase sobre el jardín de mi amo Diétrich.

Meneé mi cabeza llena de ensoñaciones estúpidas, sabiendo que aquella estampa era un mero reflejo de mis pensamientos, aquellos que ocultaba, aquellos por los que callaba, aquellos que debía torcer para someterme a la voluntad y deseo de mi señor, aquél al que le debía mi lealtad y mis servicios, mi protección, mi calidad de vida y hasta esa misma noche, mi futuro. Debería añadir a todo ello, la felicidad que el trabajar a sus ordenes me transimitió, pero pese a ser completamente cierto, no debería permitírseme siquiera poseer esa clase de pensamientos, pues lo que se inicia como una tonta idea de felicidad acaba convirtiéndose en un ferviente deseo de libertad. Aquellas eran las sabias palabras de mi Maestra que todavía seguían grabadas a fuego en mi memoria, como aquellas lecciones basadas en que las geishas esclavizadas como nosotras, jamás podríamos permitirnos el lujo de soñar con la felicidad o la libertad, puesto que son dos conceptos excluídos para nuestras vidas. Según ella, ni siquiera deberíamos desear semejante destino para nosotras. ¡¿Cómo?! ¿Cómo no desvivirse por algo como la libertad? Yo pecaba cada día, a cada minuto, en cada segundo que transcurría encerrada en una casa, la del dueño que fuera, no me importaba, para mí, todas eran jaulas que encerraban el ave que en mi interior, deseaba escapar alzando el vuelo. ¿En todas...? No, en la de Diétrich no fue así, él se convirtió en la excepción que confirmaba la regla general.

Mi amo era realmente un hombre honesto, valeroso, trabajador, un tanto enigmático, sobretodo cuando se ausentaba durante días y regresaba como un superviviente de una guerra, pero era mientras sanaba las heridas de su pecho, cuando me preguntaba cómo era posible que un corazón tan grande tuviera hueco alguno en aquél pectoral. Por que lo cierto era, que adoraba a Diétrich, él fue la primera y la última buena persona que conocí en toda mi vida. El único que me trató respetuosamente, con quién me sentía a salvo, con quién podía ser, un poco más, yo misma. Junto a él reí, le consolé, le cuidé cuando enfermaba, incluso en alguna ocasión colaboré en sus misiones, recuerdo una en que me pidió ser el cebo para un salvaje depravado, u otra en la que me disfrazó de peluche infantil para una fiesta de aniversario de una pequeña duquesa francesa, colándonos en su fiesta, tocándome a mí el papel de distraer a los invitados con absurdos números de acrobacias mientras él se filtraba en la mansión en busca de documentación secreta. Ah, sí... fue divertido, incluso cuando se me cayó la cola del pato y se me vio la ropa interior, teniendo que escapar de ahí como si me persiguiera el demonio, corriendo hacia la verja con varios perros que los dueños soltaron al comprobar que no era yo el entretenimiento que habían solicitado... Anécdotas, ¡podría contar tantas!

La conclusión a la que quería llegar con toda esta palabrería, era lo que él significaba -y significa- para mí. Aquella noche era mi última noche bajo su techo, bajo su protección, bajo sus ordenes. Por la mañana, saldría de aquella residencia en la que había vivido los últimos meses más felices de mi vida -sí, dije FELICES... ¡y no me arrepiento de ello!- para entregar mi vida a un hombre al que a penas conocía y al que a penas deseaba conocer. Un extraño con mucho dinero sería desde entonces, el eje de mi mundo. Confiaría mi cuerpo a sus manos, mis manos a su boca, mi boca a su silencio. No deseaba semejante final para mi insulsa historia terrenal, ¡claro que no! ¿Quién quería para si mismo una boda por obligación? ¿Mi obligación? Mi obligación la dictaba el govierno, quién aprobó una legislación por la que ningún extranjero residente en Francia podía permanecer en el país sin trabajo o sin nacionalidad. Dada mi edad, mis servicios como geisha se acabarían al día siguiente, por lo que oficialmente, quedaría fuera de la pertenencia de la Casa de Geishas por las que trabajaba pese a realizar unas labores distintas a estas, como sirvienta particular, aunque por supuesto, tal empleo no era ni remunerado ni aceptado como tal ante la sociedad. Para los franceses, mi puesto laboral equivalía a ser yo una esclava, es decir, una persona sin derechos ni libertades que disfrutar. Por ende, mi expulsión del país era inevitable. A no ser... que como dije anteriormente, obtuviera la nacionalidad francesa, hecho que se consigue o bien dando a luz a un niño en tierras francesas o bien contrayendo matrimonio con un nacionalizado francés. Kou lo era, por ello iba a casarme con él, para permanecer en Francia, para no regresar a Japón como una deshonrada muchacha sin techo bajo el que acobijarse, sin apellido que pudiera distinguirme de entre una mendiga y yo, sin nada que ofrecer a la vida más que la espera de mi muerte silenciosa. Así que sí, era cuestión de supervivencia por la que me ataría a ese hombre, por la que me alejaría de Diétrich sin opción a mirar atrás cuando lo hiciera, caminando a paso firme hacia un destino que se presentaba como una caja sin forma, cuya cubierta temía destapar, desconocedora de lo que allí podría encontrarme, aunque plenamente consciente que aquella misma caja, se convertiría en mi nueva jaula. Una jaula en la que probablemente, el ave que habitaba en mí moriría asfixiado tras una vida alejada de la luz y la brisa, sin más alimento que su esperanza. Era nuestra sentencia, la del ave y mía.

Las maletas ya descansaban junto a la puerta de mi cámara, esperando que mis manos las arrancaran de aquella casa cuyo clima tanto me recordaba al de un verdadero hogar, al que había considerado mi hogar. ¡Qué ingenua!

Al final del pasillo, mi señor debía dormir plácidamente, soñando quizás con los monstruos a los que él daba caza. Quizás no dormía, quizás seguía en vela como yo ahora, sentada sobre el alféizer de la ventana, con la cabeza contra el cristal que mi respiración pausada empañaba sin querer. El cerezo se mecía oprimiendo sus lágrimas con fuerza, tal y como yo le imitaba, luchando ferozmente para no dejar que ninguna de ellas desatara el cerrojo de mi mirada triste y se tomara la libertad para descender mejilla abajo en busca del consuelo de unos brazos que no encontraría allí, tan lejos y tan cerca de mí ahora. Llevé mi mano hacia el medallón que adornaba en mi pecho y lo oprimí con fuerza contra mi piel, cerrando los ojos, flaqueando mis fuerzas y escapando una lágrima de mis ojos.


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Mensaje por Diétrich Von Kraft Lun Jun 11, 2012 2:04 pm

Me encontraba sentado, casi en penumbras, con tan solo una vela iluminando la estancia en mi mesita de noche. Las mantas de mi cama reposaban sobre mis piernas cruzadas, mientras yo con el ceño fruncido, y las gafas redondeadas casi en la punta de la nariz, intentaba leer por duodécima vez la misma frase de aquel libro.

"El solsticio, y las épocas de cambio de estación son importantes en el calendario, señalados bajo el código de los mayas y también en los rituales de los brujos
…-Estará durmiendo? Si, seguramente estará cansada….
El solsticio y las épocas….
-A qué hora habían dicho que vendrían?...ah sisi…sobre las cinco de la tarde

…El solsticio y los brujos…
-Kou parecía un tanto extraño cuando le vi en nuestra última reunión…parecía un tanto desorientado y ojeroso
…Señalados bajo el código…
-Quizás ha sido demasiado precipitado todo esto
…Los brujos…
-Si no fuera por las fechas…podría haberse aplazado todo esto.Que prisa hay en que se case? …Es tan joven

…. El solsticio, y las épocas de cambio de estación…"


Solté un resoplido, ya cansado de la misma frase. Aquella noche no me sentía de humor para estudiar las costumbres de los brujos. Lance el libro a un lado, dejándolo caer encima de la carpeta sobre Kou, una carpeta que mostraba todos sus movimientos de los últimos once meses, y que ya me sabía de memoria…Una carpeta con información “extremadamente limpia” Hice una mueca de disgusto. Sople la vela y me acomode, apoyando la cabeza sobre la almohada.
Lo cierto es que desde hacía unos cuantos días que iba con insomnio y aquella noche, no era la excepción. Me acomode poniéndome en posición fetal, notando como las gafas se torcían al olvidarme de quitármelas. Me las quite refunfuñando e intente dormir, cerré los ojos, pero a pesar de que lo intentaba, mi cabeza estaba llena de datos, horas, fechas, cosas pendientes y quehaceres para el dia siguiente. la fecha del enlace había llegado como un chasquido de dedos, pues no había pasado ni un mes en que había comenzado a hablar y pactar con Kou y enseguida se había puesto todo en marcha.

"Una oveja, dos ovejas, tres ovejas…
-Seguro que todo va bien.
Cuatro ovejas, cinco ovejas, seis ovejas mutiladas…
-Seguro que incluso todo sale de acuerdo a lo planeado, parece un buen tipo
…siete ovejas mutiladas, ocho ovejas mutiladas, nueve ovejas sangrando…
-Mientras cuide de ella y le haga feliz no tendría porque ir nada mal
…diez ovejas siendo torturadas salvajemente, once ovejas siendo troceadas vivas…
Porque habría de ir alguna cosa mal? su expediente esta límpio

...doce ovejas asesinadas con crueldad retorcidas de dolor…trece ovejas desmembradas vivas…
-todo irá bientodo irá bien…DUERMETEEEEEEEE!!!!!!!"


Intente quedarme un rato mas con los ojos cerrados pero me fue imposible. Estire las mantas hacia atrás y me levante de un salto. Comencé a pasear en círculos, tenía que hacer algo para relajarme o para distraerme. Abrí la puerta de mi habitación y camine con sigilo por el pasillo, parando un instante delante de su habitación, estaba seguro de haber oído algo. Pero al fin y al cabo no era cosa mía…Puede que ella también estuviese en vela…acerque mis nudillos a la puerta, pero no pude tocar. Sería mejor dejarla en paz, así que me aleje de allí bajando las escaleras y llegando al jardín.

La brisa me recibió fresca en la madrugada, pues solo llevaba mis pantalones delgados y caminaba descalzo, como me solía agradar. Me encamine hacia la zona de entrenamiento. -una especie de cuadrilátero.- Aquel espacio de piedra media unos veinte por veinte metros cuadrados. Era parte de un espacio al aire libre, donde también se podían colocar elementos para entrenar. Aunque normalmente era una zona despejada en donde solía enseñar defensa personal, y técnicas de combate cuerpo a cuerpo a Leelee, mi nueva aprendiz.
Comencé a estirar mis brazos y me puse en posición de lucha, separando las piernas y comenzando a atacar a un enemigo invisible. Acertando puñetazos al aire, aun intentando despejar mi mente. Pues ahora extrañamente me sentía preocupado. Debería haber hablado con ella…Ni siquiera le pregunte si le agrada la elección que había hecho…pensé en voz alta mientras acertaba golpes rápidos. Retrocedí utilizando movimientos agiles, mientras seguía practicando con mi enemigo invisible, entrenando ahora diversos tipos de patadas que habrían de darle en la cabeza si hubiese existido. Nein blödmann …ya es tarde para eso…
Acaricie mi nuca parando un momento y entonces me fije en la casa. Desde donde se podía apreciar su ventana, me sorprendí de verla allí. Desvié la mirada hacia el cerezo como si me hubiesen pillado haciendo algo malo…Pero no era el caso. Volví a mirar para contemplar que su reflejo le hacía verse apenas entre las sombras, me mordí los labios, sabiendo que ya no podría dormir. le salude alzando una mano, haciéndole un gesto de saludo y solté un resoplido. Sería mejor que fuese a preparar té, ya comenzaba a amanecer.


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Mensaje por Edgar Dagson Lun Jun 11, 2012 3:18 pm

Dudé. ¿Un espejismo? ¿Un intento, por parte de mi mente, de retener aquellos despertares en los que él y su saludo era lo primero que mis ojos veían? No lo era, allí estaba Diétrich, tan real como lo era de carne y huesos. Entrenaba como cada mañana, como si hoy no cambiara nada en su día a día. Y aunque aquella idea me carcomiese un poco, supongo que por envidia, era cierta. Nada en su vida cambiaría tras aquél día más que dejaría de tener sierva, algo que probablemente tampoco extrañaría si tenemos en cuenta que nunca me quiso como tal, por lo menos, en un inicio.

Le sonreí y devolví el gesto con la mano trémula, disimulando al retirarla rápidamente y abandonando el alféizar con el corazón en un puño. Tras mi espalda, más allá de las colinas, el sol emergía con timidez, desgastando el color marino hasta iluminarlo con su fuego. El día había empezado y ya no había fin que acabara con él.

Deslicé la tela de seda por mis hombros y envolví mi frágil figura con aquella bata que até a mi espalda. Calcé mis pies con las sandalias y recogí mi largo cabello en un moño azabache. El día había empezado, sí, pero hasta las cinco de la tarde, yo seguía perteneciendo a Diétrich y a él le debía mis servicios constantes, tales como la preparación de su desayuno. Así, abandoné mi alcoba tras ordenarla y bajé las escaleras con las manos entrelazadas a la altura de mi vientre, continuando mi camino hacia la cocina para prepararle unos pasteles llamados ichigos. Me puse el delantal, abrí la ventana para que corriera por la estancia la brisa de la mañana y tras una bocanada de aire, me puse a lavar las fresas, quitándole el tallo y las hojas para secarlas luego con el mismo aire externo. Repartí el anko en unas doce porciones redondas y hundí la fresa hasta la mitad dentro del mismo anko. Vertí en un cuenco el shirotama-ko y el azúcar después de calentarlo a fuego lento durante un par de minutos, mezclando ambos elementos con la ayuda de una paleta de madera. Volví a calentar la masa del mochi un par de veces más hasta que quedo casi transparente. Repartí entonces en las doce porciones redondas, cuidando que por el centro quedase la pasta más gruesa. Luego puse una bolilla de anko con fresa en el centro del mochi y la envolví con la masa del mochi hasta que quedó completamente cubierto, espolvoreando entonces un poco de katakuri-ko en la base. Finalmente, emplaté las raciones y mientras se enfriaba un poco, me dediqué a lavar unas cerezas y colocarlas en un cuenco para ofrecérselas a mi señor como postre. Por supuesto, a semejante desayuno no podía faltar el té, que preparé mientras adornaba la mesa y hacía del salón un lugar exquisito en el que disfrutar de un manjar como aquél.

ichigos:

- ¿Señor? Buenos días.- reverencié en cuanto sus pasos le llevaron frente a la mesa ornamentada ya con la comida y las flores que envolvían la sala con su fresca fragancia embriagadora.- Espero que sea de su agrado, es mi forma de agradecerle todo cuanto hizo por mí durante estos meses.- sonreí momentáneamente, antes de agachar la mirada y permitirle sentarle en la mesa mientras yo encendía unos inciensos.- Si me necesita, sólo... avíseme.- le comuniqué como siempre que mi presencia se desvanecía tras la puerta, en esta ocasión, pensaba bañarme mientras él almorzaba, pues aunque generalmente compartíamos las comidas, lo cierto es que no tenía hambre alguna.

Aguardé en una postura reverencial a que mi señor me diera carta blanca para abandonar la estancia y sumergirme en mis quehaceres pre-nupciales... aquél pensamiento me arrancó una mueca que disimulé gracias a un mechón de cabello que escapó del moño y se posó sobre mis labios de forma sutil.


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Mensaje por Diétrich Von Kraft Mar Jun 12, 2012 11:31 am

Entré a la casa y caminé por el pasillo percatándome del apetitoso aroma que inundaba la sala.
Buenos días…
mmm que aroma tan delicioso…

Me adentré tomando una de mis camisas que se alojaba en una silla, poniéndomela mientras avanzaba hacia ella, escuchándole.
…Vaya Aya…cada día te superas mas. Indique haciendo referencia a tan espectacular desayuno, pero entonces ella indico aquello de su agradecimiento, desarmándome un poco. Pues no había querido pensar en ello… Aquel seria el último desayuno que compartiría con ella, el ultimo día...las ultimas horas...
Tragué saliva y desvié la mirada de ella sin poderlo evitar. Podía entender que ella tuviese que marchar, que tuviese que casarse y hacer su vida…Pero…Significaba eso que iba a perder a única y mejor amiga?

No tienes nada que agradecerme Aya. Soy yo quien está agradecido de haberte tenido aquí todo este tiempo,no sabes cuanto he valorado tu compañía todos estos meses. Y entonces posando la mano derecha sobre mi pecho me incline suavemente haciendo una reverencia ante ella.

Dōmo arigatō ...Aya-san...
Camine hacia ella y aparte el mechón de cabello que había resbalado por su rostro, posándolo tras de su oreja. Sonreí al ver que se había ruborizado un poco, aquello también lo terminaría extrañando, estaba seguro.
Fue entonces que alguien toco con rapidez la puerta unas diez veces seguidas.
Mire con incertidumbre la puerta. Aya se adelanto, pero yo tome su hombro, impidiendo que avanzara. Haciendo un gesto para indicarle que abriría yo, pues a aquellas horas no esperaba a nadie. Francamente aquel día nadie tenía que venir a casa, y aquello me intrigó, ya que seguían dando golpes a la puerta como si se se les fuera la vida en ello.

Abrí a la insistente visita encontrando a tres personas.
Ohayō gozaimasu. Dijeron el hombre y las dos mujeres de su alrededor al unísono haciendo una reverencia. Se pusieron derechos y parpadearon confusos, teniendo que alzar la cabeza para poder mirar mi cara de consternación debido a sus bajas estaturas. Disculpe que nos presentemos de esta forma Monsieu Der Kláuseen.Soy Kohnin, siervo particular de la casa Kou. Se nos ha enviado de la casa de nuestro amo porque ha habido un pequeño cambio de planes y tendremos que atender a madame Kuran aquí antes de llevarla con nosotros, se han producido unos pequeños inconvenientes sin importancia, que se arreglaran antes de que la ceremonia se lleve a cabo. Espero que esto no sea un inconveniente. La casa Kou me envía solemnemente a pediros disculpas…

Negue con el cabeza aun un tanto perplejo, indicando que no ocurría nada. Aunque aquello me sorprendia. Que podía pasar en aquella casa que no pudiese posponerse a otro día?...Además, los siervos de aquella casa habían llegado pronto. ¿Porque tenían tanta prisa? Era muy temprano aun.
Les deje paso, y los tres entraron con rapidez. Me dispuse a cerrar la puerta hasta que una mano apareció, me movi un poco y contemple como cinco personas más entraban a la casa -siguiendo a los tres primeros- cargados con bolsas y cajas, que indicaban que traían el vestuario y los accesorios necesarios para atender a Aya en nuestra residencia.
Las dos mujeres que acompañaban a Kohnin tomaron de los brazos a Aya comenzando a arrastrarla literalmente por el salón, mientras buscaban el baño. Seguramente empezarían por ahí.

Observe cierto pánico en los ojos de Aya y yo le contemple haciendo una mueca de perplejidad. Pues estaba tan confuso como ella.
El sequito de mi sierva comenzó a hablar con ella, preguntándole cosas casi sin dejarle responder a nada, desapareciendo por el pasillo y dejándome a mi solo en el salón, con el desayuno aun sobre la mesa.
Camine hacia la misma y alcé una de las tazas de té para poder aspirar su aroma, solté un suspiro. La deje en la misma mesa sin apenas mirarla y me acerque a la ventana apoyándome cerca de ella, cruzándome de brazos y mirando con gesto ceñudo.
No me gustaba tener extraños en casa, aunque mis cosas estaban bien salvaguardadas, pues me había encargado de eso apenas Aya había venido a vivir conmigo para evitar accidentes.
Sin embargo, me encontraba de mal humor. Había algo que no iba como no debía, pero no podía saber de que se trataba...

Mire hacia la mesa donde aquellos manjares seguían esperándome, era mas que probable que aquel fuese el ultimo día que comiese decentemente, y aunque eran unos platos deliciosos, sabia que no probaría ninguno...
Pues ya había perdido el apetito.


Última edición por Diétrich Der Kláuseen el Miér Jun 13, 2012 7:45 am, editado 1 vez


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Mensaje por Edgar Dagson Mar Jun 12, 2012 2:28 pm

Las formas se dibujaban y desdibujaban a mi alrededor, con sonidos, frases, susurros, risas y prisas, muchas prisas. Sin darme cuenta, terminé en el baño junto a dos muchachas que me desvestían mientras otra un tanto mayor me preparaba el agua caliente para el baño. No pregunté, no rechisté. ¿Para qué? Ya sabía qué hacían de mi cuerpo y realmente, no me interesaba participar en aquél cúmulo de acciones, por lo que me dejaba guiar por sus manos, de un lado a otro, sin a penas fijarme en qué hacían de mí aquellas extrañas siervas.

Me zambullí en el agua caliente en silencio, recostando la espalda contra la porcelana de la bañera, cerrando los ojos mientras aspiraba el aroma que emanaba de unos inciensos colocados cerca de mí por la sierva anciana. Mis manos contornearon la bañera como si fuera la primera vez que me bañaba en ella, como si quisiera conocerla más a fondo, apreciar cada detalle de ella como su textura. Mientras lo hacía, recordaba mi primera noche en la casa de Diétrich, en la que ambos terminamos justo en aquella bañera, en una incómoda situación que de algún modo, nos acercó un poco más, reconociéndonos como personas semejantes.

Cuando un suspiró escapó de mis labios, las dos siervas empezaron a tomar esponjas y jabón y me las restregaron por toda mi anatomía con sumo cuidado y delicadeza, centrándose luego en mi largo cabello, enjabonándome de nuevo para aclararme con agua fría, casi helada. Según ellas, su frialdad haría que mis poros se contrayeran y mi piel se sintiera más tersa, firme y suave para el enlace.

Pronto me vi envuelta en una gran toalla que no era la mía usual, pues aquella no olía a cerezas como las de Diétrich y así, visitiendo una simple toalla, me sacaron del baño para conducirme a mi alcoba, la cuál cerraron con llave como jamás hacía yo, pues la intimidad no era uno de mis privilegios y había convivido con ello durante toda mi vida. ¿Por qué cambiar mis costumbres ahora? Tampoco me inmuté por ese detalle, permitiendo que me sentaran en un taburete frente al espejo del tocador mientras las siervas comentaban y reían entre susurros, sin que eso me importara.

La sierva mayor, Hikari, empezó cepillándome el cabello para eliminar sus enredos y facilitar el posterior peinado. Mientras tanto, Saori y Aika preparaban el maquillaje que pronto cubrió de marfil mi rostro, cuello, escote, parte de la espalda y manos. Mis ojos fueron pintados de color carmesí difuminado con el blanco de mis párpados, no eligiendo el negro tradicional para impactar mi mirada oscura. Mis labios fueron recorridos por un pincel con pigmentos rosados y rubíes que colorearon mi boca con sencillez y elegancia, nada demasiado provocador.

Me puse en pie sobre el mismo taburete, dejando vagar mis pensamientos mientras las siervas ornamentaban mi cuerpo con el kimono ya preparado para la boda. No obstante, el chismorreo de Hikari y el contemplar aterrada cómo se sacaba del bolsillo un pulcro pañuelo blanco y pedía a las chicas que nos dejaran a solas, me volvió a la cruda realidad. Ella no me miró, no me habló. Se limitó a proceder, abriéndome las piernas para realizar la prueba de virginidad que reclamaba la familia de mi prometido. En caso de que no lo fuera, la ceremonia se anularía y mi nombre quedaría repudiado el resto de mis días. Cerré los ojos y apreté los labios para no gritar, algo que no pude evitar cuando me sentí ultrajada, aunque la pequeña lágrima que emanó de mi ojo izquierdo pronto se convirtió en una de alivio que disimulé gracias a mi cabello. Hikari, complacida, tomó el pañuelo y se dirigió a la ventana, colgándolo para que se supiera que yo, Aya Kuran, había llegado virgen al matrimonio para el buen honor de mi futuro esposo.

Tras limpiarme de nuevo y ajustarme la ropa interior, Hikari hizo llamar al resto de sus damas para que continuara el proceso de ornamentación, siguiendo ahora con el cubrimiento de mi piel mediante la fina seda roja del kimono que luciría bajo el abrigo blanco de larga cola y bellísimos bordados florales. Finalmente, me calzaron con las sandalias tradicionales y tras perfumarme sutilmente, me pidieron que me sentara de nuevo, pues ahora era el turno de mi cabello, del que formaron un espléndido tupé adorando con una varilla de madera terminada en una flor violeta y dos alas negras que colocaron en un costado de mi cabeza para sujetar el recogido de mi extensa melena azabache que proseguía con una cola dividida en varias secciones sujetas a partir de gomas negras.

En el espejo, sólo hallé el rostro de aquella quién pretendía ser aquél día, no quién era realmente, no quién deseaba ser verdaderamente. En la otra sala, el reloj anunció las tres y media de la tarde. Llegaba el momento, había de partir rumbo a la ceremonia. Hice llamar a Kohnin, quién se encargó de bajar mis maletas hacia el carruaje mismo que me llevaría a Kou y a nuestra alianza. Pedí a las siervas que esperaran fuera, asegurándoles que no tardaría más de un par de minutos. Tragué saliva y con paso firme, me decidí a abandonar la habitación en la que había dormido los últimos meses, dejándola tal y como la había encontrado la primera vez. Bajé las escaleras con cuidado de no arrugar o ensuciar mi vestido nupcial, buscando, por supuesto, a mi amo, a quién encontré en el jardín, justo bajo el cerezo, contemplándolo en silencio. Con cuidado, crucé el jardín entre el alto y verde césped, abriéndome camino con las manos entrelazadas a la altura de mi vientre, siendo esta una postura sumisa a la vez que elegante, o así me le habían hecho aprender las geishas. Respiré la fragancia de las cerezas una vez más.

- Pronto florecerán.- comenté con dulzura, refiriéndome por supuesto, al cerezo bajo el que nos hallábamos.- ¿En qué pensáis, mi señor?- osé preguntarle, situándome tras él con una sonrisa contenida a la espera de su reacción ante mi presencia.


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Mensaje por Diétrich Von Kraft Miér Jun 13, 2012 9:57 am

Las ramas secas y sin vida del cerezo me dejaron por un momento absorto.
El día se mostraba nublado, y una brisa fresca recorría el jardín meciendo las ramas con suavidad, haciendo que los escasos pétalos que le quedaban volasen lejos, alejándose con el viento.
Note que una sonrisa triste se posaba en mis labios cuando de pronto descubrí que me sentía como aquel árbol; solitario y extraño ante una vegetación verdosa que ni siquiera era la suya propia…un árbol seco y ahora mismo…sin vida.
Se me hacia extraño sentirme de aquel modo, después de todo. Siempre había estado así, ¿por qué ahora me molestaba la idea de pensar en la soledad? Quizás se debiese a que después de tantos meses había olvidado lo que era, pues ella había aportado su calidez a nuestra residencia e incluso a mi vida. Y ahora…
todo volvería a ser como antes.

Fue en aquel entonces, cuando sentí sus pasos al acercarse. Y escuché su voz frágil a mi espalda. “pensaba…en que voy a echarte de menos”quise de decir, pero entonces me gire contemplándola en silencio. Quedándome extasiado ante su indumentaria elegante. Su porte y presencia era insuperable, haciendo que su belleza deslumbrase aun mas. Sonrei alegre al verla de esa forma.

Vaya…Estas…Estas deslumbrante Aya!
Carraspeé. “Se ve rrealmente herrmosa señorrita Kurran”. Comente adoptando una voz más grave que la mía propia, forzando mi propio acento alemán, como había tenido que hacer en una de mis misiones, en la que yo tenía que parecer un recién llegado y aparentar ser mucho mas mayor de lo en realidad…Había estado varios días practicando aquel acento forzado, robándole más de una sonrisa a mi sierva, como hacia ahora, pues Aya se llevo una de sus manos a sus labios, sonriendo con suavidad ante aquel recuerdo.
Le contemple en silencio un momento y ella a mí antes de que ambos bajásemos la mirada sin decir nada más.Eran tantos momentos, tantas cosas...
Fue entonces cuando una de las jóvenes siervas de Kou se acerco a nosotros.

Madeimoselle, el carruaje le espera. Sera mejor que marchemos de inmediato, hay que ensayar algunas cosas en la residencia de nuestro amo. Aya me miro, y por un momento casi escuché su grito de socorro...Pero debia de ser mi imaginación... Aun asi trague saliva y me acerque a Aya sosteniendo su brazo un instante, intentando darle la paz que no tenia.
Vez con ellos. Asentí con la cabeza pausadamente, sin saber ya si quería calmarle a ella o a mí mismo. Yo debo prepararme, pero estaré allí con suma brevedad. no preocupes. Ella asintió y yo solté su brazo con calma antes de ver como ella se giraba para acompañar a la otra joven.
Observe como ella atravesaba el jardín girándose antes de marchar para contemplarlo por ultima vez.
Le hice una señal con la mano para despedirme de ella, antes de que sus siervas le tomasen de los brazos, conduciéndola consigo.


Camine hacia el interior de la casa, con el gesto serio y el corazón golpeteando con fuerza contra mi pecho.
Eran las 15:45 horas…La casa Kou había acordado en un principio en venir recién a buscar a Aya a las 17 horas…se habían adelantado, y encima habían hecho el trabajo en mi residencia. Lo que parecía indicar que querían adelantar acontecimientos, pero no en la residencia Kou. ¿Por qué?
Me dirigí hacia la segunda planta, con rapidez, saltando incluso de tres en tres los escalones de las escaleras. Me dirigí hacia uno de mis armarios y comencé a rebuscar entre los diversos trajes de etiqueta hasta que di con el que buscaba.
Un traje completamente negro, elegante, similar a los trajes de etiqueta comunes, descansaba casi olvidado en aquel armario, salvo por algunas diferencias en su corte, y es que éste tenía doble botonadura además de un corte un tanto mas rígido…parecía ser el más formal del armario, junto con el abrigo que llegaba hasta el suelo, un abrigo tambien oscuro y sin capucha. Tome ambas piezas dando un resoplido y las lleve conmigo al baño. Dándome prisa en afeitarme, meterme en la bañera, salir de esta, secarme a toda prisa y calzarme el traje, ajustando la pajarita.
Salí del baño completamente arreglado antes de pasar por la habitación de las armas. Tomando las imprescindibles, aunque me quede un instante pensando, pues iba a un enlace…No a una guerra, no necesitaba armas.
Negué con la cabeza antes de cargar el tercer revolver, poniéndole el seguro y guardándola bajo la chaqueta. Pues un inquisidor jamás podía dejar aquellas cosas, ni siquiera cuando se dedicaba a asuntos propios, era una ley general en nuestro trabajo.

Salí de la habitación y bajé las escaleras a toda prisa antes de cerciorarme de que llevaba todo, Cerrar la puerta y caminar a paso rápido…Pues tenía una idea en mente. Y es que si la casa Kou había mandado a sus siervos a la mía, se trataba de que algo había ocurrido en las suyas y no querían visitas inesperadas.

Sonreí ante ello…Pues la visita inesperada llegaría mucho antes de lo previsto. Claro que ellos tampoco lo sabrían.
Era hora de investigar un poco…


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Mensaje por Edgar Dagson Miér Jun 13, 2012 1:31 pm

Todas aquellas palabras que había deseado decirle bajo aquél cerezo moribundo, se agolparon en mi pecho hasta detener las pulsaciones de mi corazón, conteniendo el aliento aun cuando su mano sostuvo mi brazo. Pero me soltó, invitándome a seguir a las siervas encabezadas por Hikari y que pronto me llevaron al carruaje. Por el camino, una sola vez volteé para mirar atrás, hacia el árbol en que se hallaba mi señor ya de espaldas a mí, encaminándose hacia las estancias de su residencia.

- Diétrich...- escapó en forma de suspiro, disimulando con rapidez para evitar que ninguna de aquellas damas me preguntara o pidiera que repitiera aquello que había susurrado.

Aquella fue la primera vez que dije, en voz alta, el nombre de mi amo. Jamás, ni siquiera alejada de su presencia, había osado llamarle por su nombre de pila, pues alguien esclavizada como yo, no debíamos ensuciar el nombre de un señor con nuestra voz. Aun así, lo cierto es que pronunciar su nombre me devolvió el aliento robado bajo el cerezo, como si una pluma acariciase mis labios e inundara mi boca de un inconfundible sabor meloso. Aquella sensación era lo más prohibido que podía tentar.

Con aquella efímera sonrisa en mis labios, subí en el carruaje sintiendo una gota de lluvia sobre mi hombro derecho, haciéndome alzar el rostro hacia el cielo que parecía haberse aliado con mi estado anímico, tan gris, tan frío, tan lluvioso...

El trayecto fue un tanto largo pese a que los caballos cabalgaban a gran velocidad por las calles de París, no acatando las normas de los transehúntes que pudiesen querer cruzar las mismas callejuelas por las que transitábamos. Aquello me alteró un poco, haciéndome fruncir el ceño, un gesto que Hikari interpretó.

- El señor desea verte antes del enlace.- comentó a mi oído en japonés, omitiendo el respeto profesado anteriormente ante la presencia de Diétrich, o así lo imaginé.

Asentí una sola vez, en silencio, volviendo mi mirada perdida en los cristales del ventanal de tan lujoso carruaje de color granate con decoraciones en oro. Pronto, el paisaje cambió, sumiéndonos en el complejo perteneciente a mi nueva familia, traspasando las murallas de piedra y siguiendo un camino recto que dejaba a lado y lado, un extenso paraje vegetal, con grandes extensiones de jardín, incluso con un riachuelo que conducía a una fuente con peces rojos que ya había visitado en otras ocasiones. El carruaje se detuvo frente a la casa y con la ayuda de Hikari, mis pies se aposentaron en el césped y mis ojos escrutaron de nuevo aquella fachada compuesta por piedra para la primera planta y por yeso adornado con tablas de madera oscura para las dos plantas superiores, siendo la última dónde había un único balcón que comunicaba con los más de doce ventanales al más estilo nipón. Doce ventanas más en el segundo piso proporcionaban luz al resto de estancias de la casa, ya que en la primera planta sólo se alojaba el recibidor, el salón principal y un par de cocinas. Kohni se dirigió a mí mientras Saori me tomaba del brazo para acompañarme hacia la puerta principal, pasando juntas el umbral de piedra situado entre dos columnas del mismo material.

- El amo le espera en su recámara.- anunció solemnemente en un susurro antes de avanzarnos y desaparecer tras unas esaleras laterales que conducirían hacia el porche, cerca del río y su puente.

Las siervas tomaron mi abrigo blanco y prometieron guardarlo hasta llegado el momento de partir hacia el templo situado en un monte un tanto alejado de la ciudad. Me despedí de ellas en cuanto me indicaron el camino hacia la habitación de Kou y sólo Hikari me acompañó, siendo ella quién, ya situadas en el tercer piso frente a la segunda puerta de la derecha, pidió permiso para hacerme pasar. Una voz un tanto distorsionada dio carta blanca para que me hiciera presente en la estancia, por lo que la fiel dama abrió la puerta corrediza de paneles blancos y me invitó a entrar con la mirada agachada. Mientras yo me sentaba sobre mis rodillas y clavaba mis ojos sobre mis manos entrelazadas, Hikari se apresuró a dirigirse a su amo, susurrándole algo antes de mostrarle lo que parecía ser el mismo pañuelo usado para desvirgarme aquella tarde. Tragué saliva y aguardé nerviosa ante su reacción, sorprendiéndome una sonora bofetada que me empujó a alzar la vista, encontrando a la anciana tumbada sobre la moqueta de la habitación con una de sus manos sobre su mejilla izquierda. Sus ojos llorosos me erizaron la piel y sin pensarlo dos veces, hice ademan de ayudarla, algo que Kou me impidió alzando su mano contra mi.

- Eso es lo que ocurre cuando me desobedecen. No intentes socorrerla o tu castigo podría ser peor.

Su voz era grave, llena de rencor o quizás de odio, un tono que no le había escuchado nunca antes. La sierva, poco a poco, se puso en pie, anunciando que se azotaría la espalda como castigo y que la disculpara. Tras ello, se retiró dejándonos a solas, algo que me incomodó profundamente hasta hacerme morder mi labio inferior con fuerza. Mis manos me sudaban y mi corazón palpitaba con ferocidad. Tras de mí, un reloj marcaba los minutos con ímpetu y fuerza, tanta, que resonaba por la sala. Kou se alzó y me dio la espalda, acercándose al balcón para suspirar sobre el cristal. Su semblante, un tanto más calmado y sereno, apaciguó mi nerviosismo, pero sólo momentaneamente.

- Desnúdate.- ordenó con severidad sin siquiera mirarme.- La prueba de virginidad deseaba hacerla yo mismo.

Me puse en pie, mareándome levemente al hacerlo tan de repente, sintiendo la sangre en la punta de los pies. Bajé la mirada y empecé a mover mis manos hacia la única prenda que vestía sobre la ropa íntima, desprendiéndome así del vestido nupcial que dejé caer por mis piernas hasta reposar alrededor de mis pies ya descalzos. Entonces, me deshice de la ropa interior, mostrando mi desnudez a su entera disposición. Él se giró hacia mí en cuanto el sonido de ropajes caer dejó de inundar la estancia, pero parecía que algo en mí le había enfurecido, llegando frente a mí a grandes zancadas para alzar su mano contra mi rostro cuyos ojos cerré y mis labios oprimí con fuerza, esperando un golpe que no llegó.

- ¡¿Qué es ésto?!- me gritó, abriendo yo mis ojos y mirando hacia aquello que sus dedos sostenían con repugnancia, un medallón, no el que él me había regalado para el enlace, sino el que Diétrich me obsequió cuando decidió aceptarme como su sierva.

Antes de que pudiera explicarme, Kou me lo arrancó del cuello con un gesto salvaje, rasguñándome la piel hasta hacerla enrojecer y finalmente, sangrar disimuladamente. Tomé aire y caí sobre mis rodillas con mis manos rodeando mi cuello magullado, luchando por mantener mi compostura ante un gesto que me había desarmado por completo, tanto, que sentía mis lágrimas emanar por mis ojos tristes. Un error que podía costarme muy caro, aquella tarde...


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Mensaje por Diétrich Von Kraft Jue Jun 14, 2012 7:23 pm

Llegue a la casa Kou, apreciando que todo parecía estar en orden. Los carruajes esperaban fuera.
Me adentre por el jardín dirigiéndome hacia la entrada de la casa, mientras mi elegante abrigo negro ondeaba tras de mí. Entre mi humor y mis ropajes, podía decir que me sentía tan alegre como si fuese a un funeral.
Los guardias de la entrada hicieron una reverencia al verme, mandando a llamar ellos mismos a alguien sin tener que molestarme en llamar a la puerta. Kohnin salió con brevedad a mi recibimiento. Haciéndome entrar mientras las hilera de sirvientas de la entrada se unian en una reverencia demasiado exagerada a mi parecer.

-Buenas tardes Monsieu Der Kláuseen. Dijo Kohnin con una reverencia, juntando sus manos y restregándoselas mientras alzaba la cabeza para mirarme. Me temo que mi amo no puede recibir a nadie en estos momentos. ¿Habéis venido para que se os de una explicación de lo que ha ocurrido verdad? ¿el motivo por el cual hemos tenido que ir a vuestra residencia? Es normal… Pregunto haciéndose el ingenuo.
Sonreí de medio lado, pues aquel pequeñajo ya se había inventado la excusa perfecta para mi, sin que yo tuviese que hacer nada. Asentí una sola vez .
Ooooh pues lo lamento muchísimo señor. Me temo que hasta que se desarrolle la ceremonia nuestro amo no podrá recibir a nadie a menos que quisierais esperar…
-Puedo esperar. Comente secamente mientras analizaba al sujeto, percatándome de que se encontraba algo nervioso. Y de que una escasa gota de sudor recorría su sien. Ocultaba algo.
Pero monsieu, me temo que no podría deciros cuanto tiempo tendréis que estar aquí…Los carruajes están afuera, los dispondré para que os lleven donde deseéis, estamos a vuestro servicio según las ordenes del amo…Sin embargo si aun deseáis esperar…Mire al hombre entrecerrando los ojos, se estaban tomando demasiadas molestias. Sonreí.
-Oh tranquilo Kohnin. Ya nos encontraremos con vuestro amo mas tarde. Indique antes de girarme y salir, mientras ellos me despedían con otra reverencia. Hice ademan de alejarme, caminando por el sendero del jardín llegando incluso a la salida. Donde hice una señal a los cocheros indicando que no utilizaría sus servicios.

Camine unos cuantos pasos antes de escabullirme entre los arbustos de la entrada. Atravesando el jardín con sigilo mientras me acercaba a un lateral de la casa, utilizando una de las mismas columnas ornamentales para sujetarme y trepar por ella, escalando con rapidez y agilidad para subir a la segunda planta, donde llegue has bordillo ornamental de la fachada. Caminado con cuidado por la fina decoración, manteniendo el equilibrio y sujetándome a la misma pared mientras avanzaba. Hasta que llegue al techo, me puse de cuclillas y avance poco a poco antes de llegar a una ventana. Comencé a palpar el borde, subiéndola poco a poco, inmiscuyéndome dentro de la habitación.
Di un salto hacia el interior y me quede de cuclillas. Observando entre las sombras de la estancia que me hallaba en un despacho. Me puse en pie poco a poco acercándome hacia el escritorio, comencé a abrir los cajones y a rebuscar entre los papeles. No sabía que buscaba. Pero sabía que tendría que haber algo allí.
Comencé a pasar las carpetas con documentos pero todos ellos hablaban de comercio, de facturación, de negocios, provisiones, transacciones. Aquello eran negocios, nada más….
Cerré aquello con enfado. No sabía que me enrabiaba más; si el no encontrar nada y descubrir que estaban limpios. O el pensar que si que había algo, algo que no podía descubrir.

En aquel momento un ruido se escucho cerca. Cerré los cajones con cuidado acercándome a la puerta entre abierta, pegando mi espalda a ella mientras escuchaba lo que ocurría en el otro lado –que era uno de los pasillos- allí, alguien hablaba entre susurros en japonés.
-Te encuentras bien Hikari? Pregunto una de las jóvenes. Oh..El amo no tiene piedad…pero no te preocupes…Ahora que se casara, será ella quien reciba su ira cada dia…Crees que le haga mucho daño hoy? Seguramente en lugares que no queden expuestos…
Pobre amo…ha sufrido mucho estrés debido a la luna llena…Incluso la manada se ha visto afectada por su humor…Aunque nadie osara retarle siendo el “alfa”…Ais…ven te llevare a la cocina antes de que alguien te vea aquí con la mejilla asi…


Entrecerré los ojos, notando como comenzaba a hervirme la sangre, Si habia algo en aquella cultura que me desagradaba era el trato que se tenían entre ellos mismos, habia tenido altercados con ese mismo tema en Japon en mis años de entrenamiento.
Pero además de ese tema, la sierva había pronunciado aquellas sutiles “palabras mágicas”…Luna llena, manada y alfa.
La familia Kou era una familia comerciante, adinerada, con poder…Sin embargos todo podría ser una tapadera. Ya que seguramente estarían usando sus influencias para buscar a mas siervos, mas aliados…lo cual les daría más poder e influencia para actuar sobre la ciudad.
Tenía sentido, puesto que las ultimas redes que habíamos encontrado de licántropos, siempre parecían estar siendo “subvencionadas” por alguien que se ocultaba bajo las sombras…quizás se ocultaban bajo las sombras mismas de un buen nombre como Miyagi.
Si buscaba algo, definitivamente ya lo tenía. Pero no era eso lo único que me enfurecía…Sino el hecho descubrir que Kou maltrataría a Aya, como si aquello fuese lo mas normal del mundo…
¿Quien se creía que era aquel malnacido? Siempre comportándose gentil, con esa sonrisa, como si asi pudiese engañar a alguien…Fue entonces cuando cai en algo que hasta el momento no habia pensado. Note que mis puños se cerraban y que mi mandíbula se tensaba al descubrirlo. Ellos debían de saber quien era yo y por eso habían escogido a Aya como prometida…Si le tenían a ella, me tendrían a mi…Con el enlace, yo pasaría a ser su aliado…Y que mejor que tener a un inquisidor que pertenece al vaticano para poder actuar con total libertad?

Observe como aquellas mujeres se marchaban escaleras abajo y salí con sigilo, deslizándome por la pared de aquel pasillo mientras sacaba uno de los revólveres ocultos en el cinturón a mi espalda. Removí el seguro mientras me deslizaba, acercándome a la puerta entreabierta de donde había salido Hikari.
Kou estaba allí, y hablaba con ella. Aya arrodillada en el suelo, desnuda y sujetando sus ropajes temblaba, podía verlo desde donde estaba.

Bastardo…susurre entre dientes.
Fue entonces cuando Kou se acerco a Aya, rodeándola, tomando un mechón de su cabello, olfateándolo. Susurro algo a su oído y ella comenzó a ponerse el camisón rojo interior. Quedándose solo con él.

Rojo…Rojo como la preciada sangre, como el puro color de la que fluye por mis venas en mi linaje ancestral…Pero tú…tu ¿qué vas a saber pequeña esclava?…Tu no sabes lo que es honor, ni lo que es la gloria…ni la libertad. Indicó mientras miraba algo que parecía ser un colgante entre sus manos.
Kou ladeo la cabeza en un gesto que le dio un aire de arrogancia extrema, mientras miraba lo que sujetaba con sumo desprecio, haciendo una mueca de asco. Comenzó a caminar y se posiciono de espaldas a la puerta, indicando a Aya que se levantase para que le mirara. Ella hizo lo que le ordenaban.

hummm....Pensaba que aquel desgraciado habría disfrutado al menos de tus placeres, ya que era tu dueño.
Ooh ya lo comprendo…
Esto es de él…¿verdad?
Vi el mismo miedo temblar en los ojos de Aya, percibiendo incluso unas lágrimas en sus ojos temerosos.
Fue entonces que yo, sigiloso como era me posicione a la espalda de Kou, aun fuera de la puerta entre abierta. Mirando por encima del hombro de Kou, encontrándome con la mirada de Aya que ahora contemplaba estupefacta mi posición. Le guiñe un ojo indicándole que todo estaba bien, mientras ella volvía la vista a Kou intentando fingir que no ocurría nada.

Como te atreves a traer semejante objeto indigno a mi casa! Grito Kou acercándose con rapidez hacia ella, alzando el brazo en un claro gesto de querer abofetearla. Mientras Aya se estremecía ahogando un grito, siendo él quien profería un grito desgarrador, tomándose la mano agujereada y aun humeante mientras dirigía la mirada hacia la puerta,intentando entender lo que habia ocurrido. Sin tener tiempo a reaccionar pues yo ya estaba encima de él, embistiéndole antes de que ambos cayésemos al suelo.
Le agarre del cuello mientras Le encestaba diversos puñetazos, primero en la mejilla, luego en el mentón y posteriormente en la nariz, mientras el se revolvía debajo de mi, utilizando una llave para cambiar de posición, agarrando mi cuello con una mano, enterrándome los dedos, arañándome con violencia mientras que con la otra forcejeaba con mi pistola, escapándosenos a los dos de nuestras manos.
Kou saco una daga de sus ropajes, moviéndola hacia mi mientras yo sujetaba su muñeca. Prefiriéndole un enorme rodillazo en la entrepierna, haciendo que sus manos se soltaran y las mias recibirieran la ornamentada daga, dándole un buen corte en la mejilla antes de girarme con el, sosteniendo su cuello con mi antebrazo,y sus muñecas con mi mano libre sobre su abdomen.

Kou Miyagi; Licantropo! Eres acusado de conspiración, traición, extorción, atentado contra el estado, contra el pueblo, contra la corona francesa y contra dios!
Te voy a arrancar la piel a tiras....
Le escupí, mientras este se revolvía en el suelo.
Pero en aquel momento, la habitación se lleno de guardias, guardias que ahora me apuntaban a mi y a Aya…
Y en aquel momento, por primera vez en mi vida, sentí el más profundo deseo de matarlos a todos, de torturarlos hasta el infinito, de destruir cada uno de sus órganos con mis propias manos y de sacarla a ella de allí…
Pero ya era tarde para eso.


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Mensaje por Edgar Dagson Sáb Jun 16, 2012 2:00 pm

La pistola había caído cerca de mí y ahora Diétrich parecía en apuros tras ser atacado por la daga de Kou, con quién seguía peleándose en el suelo con suma brutalidad. Sin dudarlo, gateé hasta el arma y la tomé en alto, temblándome las manos mientras intentaba apuntar a mi prometido sin demasiado éxito. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas y pronto en mi rostro no quedó el menor signo de maquillaje. Mis cabellos desordenados y mi escasa ropa hacían de mí alguien frágil a la vista de cualquiera, algo totalmente cierto en aquellas circunstancias en que me hacían vulnerable. ¿Quién me iba a decir que aquella boda terminaría así? Yo sosteniendo un arma de fuego, apuntando trémulamente a mi prometido para evitar que matase a mi dueño quién ahora acusaba a Kou de licantropía... ¡y todo eso, de golpe! Los miedos martilleaban mi cabeza con alevosía, mi llanto era incesante por más que intentaba controlarlo, mi pulso se hallaba más allá de las nubes y mi consciencia se tambaleaba por momentos. Aun así, me puse en pie y llevé mi dedo índice hacia el gatillo, tomando una bocanada de aire antes de hablar, sabiendo a lo que me atenía en cuando aquellas palabras salieran de mis labios.

- Suéltale... Kou, suelta a mi señor... o... o te mato.- balbuceé con ímpetu, contemplando aterrada cómo antes de que él pudiese hacer o decir algo, alguien me daba un golpe bajo para hacerme caer al suelo y soltar el arma, girándome al momento para contemplar a Kohni con una maza de hierro puntiaguda, la misma que ahora había decorado mi muslo derecho con varias perforaciones en círculo.

A su alrededor, los guardianes esperaban la menor órden por parte de Kou para abrir fuego contra Diétrich y contra mí, por lo que me arrodillé frente a Kohni, sin importarme ya el dolor de mi muslo, juntando mis manos para suplicarle y venderle mi alma de ser necesario.

- Por favor... por favor, a él no... La única culpable de todo ésto soy yo, castígueme a mí.. sólo a mí, Kohni, por favor... a él no.. a él no...

Obviamente, no sirvió de nada y por lo contrario, mi mejilla se llevó un bofetón que giró mi cara ciento ochenta grados. De mi ceja emanaron unas gotas de sangre y casi sentí mi labio hincharse por la brutalidad ejercida sobre mi rostro. Tragué saliva con un extraño sabor metálico, quizás de sangre, pero no me di por vencida, lanzándome a los pies de Kohni para llorarle y tirar de sus ropas, insistiéndole en mis palabras, hasta que hizo una señal y uno de los guardias me tomó del cuello, elevándome mientras me asfixiaba y haciéndome retroceder por la sala hasta llegar a una de las esquinas, dónde él se hallaba situado. Me aprisionó contra su cuerpo de tal forma que no podía mover ni un sólo músculo y enicma, el aire empezaba a escasearme en los pulmones. Pero no dejé de llorar por él, por mi señor, quién se estaba jugando la vida por proteger a su pueblo de la família Miyagi, quién parecía ser uno de sus enemigos. ¿Pero por qué atacarle entonces? ¿Por qué no esperar a después de la boda? ¿Por qué no lo pudo hacer antes? Quizás el abismo de la locura me llevó a pensar que uno de los peones de aquella misión, era yo, igual que en aquella misión tuve que ejercer de pato, quizás ahora necesitaba una novia. Pero aquella idea no tenía demasiado sentido, pues era yo quién le había pedido que me encontrara un buen esposo para poder seguir residiendo en París. ¿Y si aquello le había venido como anillo al dedo? Si mi teoría era cierta, aquello significaba que nunca le había importado mi vida, ni siquiera mi compañía, que todo formaba parte de un plan. Un buen plan, en el sentido de que lo hacía por un bien común -excepto para mí, claro-, pero el pensamiento de no significar nada para Diétrich... me robó el aliento más incluso que aquella mano del guardia que seguía oprimiéndome el cuello. Aun así, debía ayudar a mi amo. Mi lealtad me empujaba a dar mi vida si con eso conseguía su libertad.

Entre mis cavilaciones, no me percaté de cómo Kou logró zafarse de Diétrich, poniéndose en pie mientras se arreglaba las mangas del traje removido y Hikari limpiaba una herida de su labio inferior. Hablaba con Kohni mientras mi señor permanecía inmóvi en el suelo, recuperando el aliento mientras todos los ojos y todas las armas de la sala, le apuntaban a él.

- Lo dejo en tus manos, pero asegúrate que sufra el más crudo desenlace.- concluyó mi prometido antes de voltearse y sorprenderse de encontrarme allí, como si se hubiera olvidado de mi presencia.- En cuanto a ti y a mi, dulce wagashi, nos casaremos bajo la luz de la media luna sin más testigos que las estrellas... ¿qué te parece? shhh... sé que no mereces tan romántica ceremonia...-parloteaba tomándome del mentón con fuerza mientras su respiración acariciaba mi rostro con frialdad.- ...pero prometo que ésta noche equilibraremos ésta, nuestra balanza.

Sus labios besaron mi frente con fuerza como si quisieran golpearme la cabeza de aquél modo, acariciando luego mi mejilla con una sonrisa casual antes de pedir al guardia que me soltara, tomándome él de la cintura para conducirme hacia fuera de la sala, cuya puerta se cerró tras nosotros y lo último que mis ojos vieron, fue el rostro desesperado de Diétrich.


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El vuelo del ave [Diétrich] Empty Re: El vuelo del ave [Diétrich]

Mensaje por Diétrich Von Kraft Lun Jul 09, 2012 12:34 pm

El más profundo horror recorrió mi semblante al ver como se la llevaban. Y entonces, mientras mi corazón se desbocaba por un momento, dos de los guardias me tomaron de los brazos y forcejearon conmigo para que yo me arrodillase, pero ante mi negativa y mi fuerza contra ellos, estiraron aun mas de mis brazos hacia atrás para poder obsequiarme cada uno un golpe en el abdomen, haciendo que tosiera de forma ronca, quitándome el aire por un momento -momento que aprovecharon para obligarme a quedar de rodillas.-
Note un sabor salado en mi boca, y mientras alzaba la cabeza entrechocando los dientes les contemple hacia arriba, viendo como Kohnin era el primero en acercarse a mí.

Se encuentra cómodo el señor?...entonces negó con la cabeza chasqueando la lengua contra los dientes…oh, pobre… ¿Tiene que ser terrible cambiar de estatus de esa forma verdad?…Indico inclinándose ligeramente hacia mí para poder acercar sus manos a mi rostro elevándolo hacia el. Aunque será culpa nuestra…Debimos indicaros que…
¡¡¡jamás hemos sido siervos de los perros del vaticano!!!
Me espeto a gritos en la última frase antes de bofetearme con todas sus fuerzas, partiéndome el labio y haciendo que yo girase el rostro sin inmutarme. Pero no te preocupes dijo dándose media vuelta para aceptar algo que otro hombre le deposito en sus manos…Acabaremos tan pronto contigo que casi me da pena…En serio…Sobre todo por esos bonitos ojos.
Entonces alguien sujeto mi rostro y yo me removí cuando alguien sostuvo mi mentón. Kohnin se giro hacia mí, mostrándome al fin lo que llevaba en sus manos, haciendo que mis ojos se abrieran de par en par al contemplar aquel elemento de tortura que consistía en una especie de tenaza llena de agujas, sin duda un arcaico elemento medieval que se utilizaba para desgarrar y extraer los ojos de las victimas antes de matarlas.

Tragué saliva e intente mirar a ambos lados, percatándome ligeramente del grupo que me rodeaba. Tenia que hacer algo! tenia que pensar en algo!... pues no tenia mucho tiempo...Tenia que llegar hasta Aya lo antes posible. No me importaba siquiera que me sacaron los ojos...Me importaba mas llegar hacia ella, encontrarla y sacarla de ahí...¿Pero como!?...
Entonces, mientras mi pensamientos me preocupaban aun mas. Kohnin aprovecho mi distraccion, haciendole un gesto a aquel que sujetaba mi cara para que la girase hacia la izquierda. Parpadee confuso antes de notar como Kohnin se acercaba a mi rostro para darme un extraño lamentón en la mejilla que la verdad me hizo arquear una ceja ante lo inesperado de su acción.
¿Que demonios estaba pasando!!?

Si, tienes buen sabor… hare caso a nuestro amo y haremos un caldo con tus globos oculares, puede que sean el plato principal en la boda,con aquella miserable. Entonces se hizo el afectado antes de continuar.
Aunque aquella pequeña furcia no merece ni por asomo tanta cortesia por parte de nuestro señor...

Una enorme rabia subio por mi estomago al escucharle hablar de ese modo de ella...Pero tenia que mantener la calma y no demostrarlo.
Asi que respire profundamente antes de negar con la cabeza y sonreír de medio lado.
Oh Kohnin dummkopf… Es que no te das cuenta? Eres un esclavo…debes tu fidelidad a un chucho!
Es una lástima, pensaba que eras un hombre inteligente…Y solo eres un...
No pude evitar reirme antes de soltarlo. una pequeña rana deforme...un pequeño farsante...un diminuto y envidioso ser de ojos saltones…Indique aludiendo a su cara parecida mas a la de un insecto de grandes mofletes y diminutos ojos que a la de una persona.
Los hombres que se encontraban a nuestro lado no pudieron reprimir unas sonrisillas, que llegaron a nuestros oídos.
Entonces Kohnin indignado quito las manos de aquel que me sostenía y me miro respirando agitado, con el rostro enrojecido.
Note que una sonrisa aparecia en mis labios ante su gesto de desconcierto e indignacion.Y es que estaba sacándome cartas bajo la manga para ganar un poco de tiempo mientras veía que los guardias se relajaban.
Entonces Kohnin algo harto, se acerco a mi, y situo sus dedos en uno de mis parpados para abrirlo mientras acercaba aquel aparato a mi, haciendo que lo viese demasiado cerca...

Eres…Eres un envidioso!… Las manos del pequeño siervo temblaron un tanto y entonces solto mi rostro y alejo ligeramente aquella cosa de mi para acercar su cara a la mía y mirarme frunciendo el ceño, como si quisiera reprocharme o intimidarme.
Pequeño borrego, ni siquiera sabes que decir!..¿Sabes? en el fondo no eres feo...puede que solo necesites una nariz mas …”personalizada” ¿no crees?…Kohnin me miro sin entender nada, así que ante el gesto contrariado del japonés, aproveche y le di un sonoro cabezazo haciendo que mi frente diese contra su cara, muy seguramente partiendole el tabique nasal, haciendo que éste soltase aquella extraña herramienta de sus manos y cayese hacia atrás sujetándose la nariz entre alaridos. Momento que aproveche para zafarme de aquellos hombres que me retenian. Tirando de los que aun me sujetaban de los brazos, haciendo que chocasen entre ellos delante de mi, soltándome a la vez que yo aprovechaba para agarrar las armas que habían en sus manos, recogiéndolas y disparando en todas direcciones...

El desconcierto en aquel momento fue total, y lo aproveche en su totalidad. Pues mientras ellos intentaban ver qué diantres había ocurrido yo me zafé como pude de ellos para correr hacia la puerta y abrirla de par en par, chocando con los guardias que se encontraban fuera. Repartiendo un par de puñetazos a uno y una patada que seguramente impediría que jamás tuviera descendencia al otro.
Entonces como alma poseída por el diablo comencé a correr por el pasillo. No había alcanzado a contar cuantos había dejado atrás, y la verdad es que no tenía interés en volver para cerciorarme. Así que simplemente seguí corriendo hasta que llegué a una de las partes de la escalera, donde me vi casi atrapado por algunos que venían desde abajo, y los otros que me perseguían por detrás. Así que seguí corriendo por aquel pasillo para adentrarme en una de las habitaciones. Descubriendo allí como un montón de jóvenes sirvientas gritaban al verme entrar, tapándose con sus ropajes, mientras yo atravesaba la habitación sin fijarme apenas en ellas, pues mi prioridad era salvar mi pellejo más que ver pellejos ajenos. Asi que continué veloz para alcanzar una de las ventanas, que abrí a toda prisa dándole un fuerte tirón, antes de afirmarme en el borde y dar un ágil salto desde el segundo piso -donde me hallaba- hasta el primero. Aterrizando en uno de los guardias del jardín, dejándole aturdido y finalmente inconsciente cuando mi pie aterrizo en su cara. Entonces, aprovechando que aun estaba sobre aquel que me había servido de soporte, comencé a rebuscarle entre sus ropajes dando con una daga, y quitándole la katana que llevaba al cinto, mientras dos de los guardias se adelantaban hasta mi posición al verme. Así que me puse en pie con rapidez para levantar la katana y parar el avance del primero de los guardias que llegó hasta mi. Notando con asombro que habían llegado demasiado agiles! haciéndome entender que seguramente también serian licántropos, pues a pesar de encontrarse ahora mismo en “modo humano” sus movimientos parecían mas rápidos y mas precisos que los de cualquier soldado.

El acero de sus katanas choco contra la mío. Y es que apenas tuve tiempo para ver lo que ocurría antes de escuchar como a lo lejos comenzaban a dar órdenes en japonés, indicando que me encontraba allí. Así que intente retroceder, parando como podía el ataque de las dos armas, pero entonces me vi rodeado, ya que sus katanas se dirigieron hacia mi cuello sin dudar, a la vez que yo me inclinaba hacia atrás extendiendo mi rostro lo que más pude, para casi percibir como el frio viento de las hojas metálicas se alojaban cerca de mi, deseando cortar mi piel. Aquel ataque había estado cerca, asi que utilizando la misma inclinación que llevaba mi cuerpo, salte hacia atrás apoyando una de mis manos en el suelo antes de volver a encontrarme de cuclillas, sacando la daga que había encontrado antes para lanzarla con precisión hacia el guardia que estaba más cerca mio, haciendo que se enterrase en su garganta. Una garganta que ahora comenzaba a soltar borbotones de sangre mientras éste se sostenía el cuello cayendo al suelo entre espasmos. Pero no tuve mucho tiempo para fijarme en que le ocurría pues el otro combatiente seguía dirigiendo sus ataques a mí con ferocidad. Logrando hacerme un corte en le mejilla antes de que yo parase su ataque y lograse dañarle la muñeca, logrando asi que su arma cayese antes de que el filo de mi arma degollase parte de su tórax y cuello haciéndole caer.
Entonces, sostuve el arma del recién caído y comencé a correr por el jardín con una katana en cada mano.
El sonido de los guardias se escucho cerca, pero no pensaba girarme a ver el panorama, pues a pocos metros míos una de las salidas se mostraba libre ante mi,junto con los carruajes que permanecían a la espera. Ya casi podía salir de aquel horrible lugar!
Pero antes de que pudiese llegar a la entrada noté como el frió metal de un arma atravesaba mi hombro desde atrás, robándome un grito desgarrador. Entonces me gire ceñudo con ambas katanas en mis manos y supe que aun...no podría irme...


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Mensaje por Edgar Dagson Lun Jul 09, 2012 4:27 pm

Kou me tomó de la muñeca derecha, llevándola tras mi espalda para empujarme disimuladamente por las escaleras por las cuales descendimos en silencio y con prisas, saliendo de la residencia tras unas indicaciones que él dio a sus guardias que custodiaban la entrada. Me arrastró violentamente hacia uno de los carruajes, abriendo la puerta para que me adentrara en él, cerrándola antes de dar la vuelta y subir por la orta puerta, aposentándose junto a mí mientras mis manos intentaban arreglar el malogrado vestido. Agaché la cabeza por unos segundos, mirando por el rabillo del ojo aquél pulcro cristal que me mostraba el espléndido jardín de los Miyagi, buscando con los labios temblorosos, la ventana tras la que se encontraba Diétrich. Pero nunca vi nada a través de ella, sintiendo pronto el movimiento de mi cuerpo producido por la inercia al avanzar los caballos hacia mi fatal destino, un destino cuyo inicio se sellaría con aquella boda. Una lágrima resbaló por mi mejilla y aunque el movimiento de mi mano auguraba mi intención de secarla antes que Kou se percatara de su presencia, éste se adelantó, tomándome del mentón para que mi rostro le mirase y la tristeza me delatara ante sus inquisitivos ojos gélidos. Sus labios se torcieron en una sonrisa triunfante, secando mi lágrima com la yema de su dedo pulgar.

- Si dejas de darme quebraderos de cabeza, te prometo que ésta será la última lágrima que derrames por mi.- me susurró al oído, distanciándose al momento aunque sin apartar la mirada de mí.

- No es por vos por quién lloro.- concluí con dureza, volteando mi rostro para dar por finalizada aquella conversación, algo que él no interpretó del mismo modo.

- ¿De veras? ¿Es por él?- rió a pleno pulmón.- No deberías preocuparte más por él... a éstas horas, su cabeza ya debe adornar el poste de la entrada.- prosiguió ante mi mutismo, enfatizando su ceño de repente, conteniendo un deje serio que sus palabras corroboraron.- Él se lo buscó, se salió de lo planeado y del acuerdo pactado.

El silencio volvió a posarse sobre mis labios amoratados todavía por el golpe recibido en su habitación, aunque aquello ni siquiera me dolía ya. Me oprimía el pecho aquella asfixiante sensación de que Kou siempre tenía razón, que Diétrich, quizás en aquél preciso instante, podría exhalar su último suspiro...

- Detente o te juro por lo más sagrado que tienes, que arrasaré todo cuanto conozcas.

Aquellas malintencionadas palabras fueron suficientes para que mi mano soltara la palanca de la puerta de aquella carroza por la que estaba dispuesta a saltar para ir en busca de mi amo. Tragué saliva, angustiada, girándome lentamente hacia Miyagi que mantenía su compostura sin que sus músculos se hubiesen tensado ni un ápice ante mis intenciones. Por supuesto, él ya sabía que jamás le traicionaría.

- ¿Qué sabe de mi familia?- pedí con un hilo de voz, agachando de nuevo la mirada y entrelazando los dedos de mis manos.

- Sé que tu hermano pereció unos meses después de tu marcha, así como que tus hermanas están sanas y salvas en la misma Casa de Geishas a la que tu padre te vendió.- explicó sin siquiera mirarme.- La mediana... ¿cómo se llamaba?

- Ran.

- Ah, sí... Ran.- sonrió.- Estarías muy orgullosa de ella.

Alcé la vista con los ojos cristalinos y con mis labios despegados, llena de ansiedad por preguntarle qué sabía de ella, de mi hermana, de mi familia, aquella a la que ya había dado tantas veces por perdida, aquella por la que ahora... estaba dispuesta a dar mi vida. Solté la ropa de Kou que sin querer había agarrado, carraspeando.

- Ran es una bellísima geisha, famosa en todo rincón nipón por sus cabellos casi violetas, con aquellos grandes ojos castaños tan claros que se confunden con el amanecer... ah, y su boca de piñón y aquél carácter suyo tan indomable y rebelde que fascina a todos con su encanto femenino y a la vez guerrero...

- ¿Cómo la conoció?

Mordí mis labios instantaneamente, cerrando los ojos a la espera de su bofetón por haber hablado sin su consentimiento, incluso interrumpiendo su idílico discurso sobre mi hermana. No obstante, el golpe no llegó y por lo contrario, su risa inundó el carruaje.

- En uno de sus espectáculos, en la región de Hokkaido.- respondió con cierta nostalgia en su voz que me asombró.- ¿Cómo olvidar su baile de wagasas y abanicos? Ella lucía un espléndido kimono colorido en amarillo, azul, verde y rojo, con una larga trenza que caía suavemente por su espalda y un clavel rojo adornando su cabeza. Los aplausos resonaron en la sala durante más de media hora.

Abrí la boca de nuevo, queriendo preguntarle más a cerca de ella. ¿Era feliz? ¿Trabajaba por cuenta de alguien? ¿Se había casado ya? ¿Pensaba en mí tanto como yo en ella? Pero entonces, el carruaje cesó su avance y Kou me pidió paciencia, desapareciendo tras su puerta mientras me dejaba en el más inmerso de los abismos, dónde todo pensamiento parecía zarandearme en ilusiones que sin querer me había hecho. Fuera, Kou hablaba con un par de hombres vestidos de negro y cuyos sombreros ocultaban las facciones de sus rostros, siéndome imposible su identificación. La ventana hallada junto a mí me mostró el hermoso paraje que los Miyagi habían dispuesto para aquél enlace, un templo budista erigido sobre la cima de un monte en las afueras de París. Era bello, sí, aunque no fue eso lo que me arrancó un sonoro suspiro que caló más allá de mi columna vertebral hasta hacerme estremecer. Según lo que iba descubriendo, en aquél turbio asunto preparado por Kou con tanto esmero, no sólo se había visto envuelto Diétrich, sinó también mi familia situada más allá del mar y la tierra que nos distanciaba. Kou manejaba los hilos de la gente de mi entorno a su antojo, siempre buscando el cumplimiento de sus egoístas objetivos sin temor alguno a pisotear al resto. Yo sólo era un mero peón, una pieza más por la que no lloraría si un día me perdiese.

- Baje.- me indicó el cochero con voz sombría mientras me tendía la mano y me ayudaba a bajar, guiándome hacia Kou que me aguardaba con el rostro serio.

- Parece que tu señor está alzando revuelo en mi casa, por lo que tendremos que darnos prisa. Saihitei, vayamos al grano y sáltate los preámbulos de la ceremonia.- inquirió él, tomándome del brazo para arrastrarme hacia el interior del templo, cruzando las dos columnas de piedra que sostenían aquél techo carmesí con ondulaciones, perdiendo uno de mis zapatos sin quejarme por ello ante tal prisa.

Kou se detuvo frente a una campana dorada y lanzó a las rendijas del suelo un par de monedas, juntando luego sus manos y cerrando sus ojos para orar en silencio ante mi estupefacta mirada, pues me costaba creer que tras tanta maldad, se hallara un diminuto rincón bondadoso con los dioses, aunque luego se alzara como una figura colérica y me empujara grotescamente hacia el interior de una de las salas de ceremonias, muy sobrias, de colores apagados, muy pequeña, sin ventanas y con la mera decoración de un jarrón con flores a mi derecha y una mesa de madera frente a nosotros, tras la que se encontraba el susodicho Saihitei, un monje al servicio de la familia Miyagi y que pronto se dispuso a empezar la ceremonia del enlace, menteniendo mi cabeza muy lejos de allí, exactamente, en unos rezos dedicados al alma de Diétrich, al que esperaba reencontrar más allá de aquella vida, quizás en nuestra próxima reencarnación.

- Antes...- interrumpió Kou, girándose hacia mí para tomar mi mano casi como un gesto de afecto que me erizó la piel.- Quiero hacer bien las cosas desde un comienzo. Por ello, y aunque no debiera por tu actitud conmigo, deseo que veas mi faceta más bondadosa.- musitó con la pena inundando sus ojos, algo que no comprendí ni siquiera cuando se metió la mano en uno de sus bolsillos y extrajo de éste un papel de periódico arrugado, un fragmento que me tendió en silencio a la espera que lo tomara y lo leyera para mis adentros, algo que hice antes de que todo mi mundo empezara a girar sobre mi eje.

有名な芸者は、チェリーと呼ばれる、Kuran蘭彼の体は彼の目をせずに発見されたと彼の気管の内側に自分の血や警察や研究者と混合したインクの小さなスクロールを発見されたので、最後の夜神秘的な状況で死亡したそれが不可能なこの論文の意味を確かめることがわかった。最も驚くべき事件が彼の持ち物の中でパリ行きの船の切符を発見された、彼らが妹を教育している疑いの姉妹mayor.La芸者ハウスに位置する町では、2つの後、火の燃料であった謎はまだ開示されていないが、シナリオは、彼らが犠牲者が関与して見ることができているマフィアギャングとの間のスコアのセトリング時間を指していることを示唆しているKuranの死から数日。

- Tú...-balbuceé tras leer la fecha de aquél periódico, datado de a penas un par de meses, justo cuando él solicitó su interés por mí como su futura esposa.- Tú... ¡TÚ!- grité finalmente, agarrando el cuello del traje de aquél hombre que plantado frente a mí me miraba con la excusa en sus ojos, sin inmutarse ante mi llanto desgarrado.- ¡ASESINO! ¡MALNACIDO, TÚ MATASTE A MI FAMILIA! ¡... A MI FAMILIA!

Dos de sus hombres me alejaron de él tomándome de la cintura y del cuello, mirando furiosa todo mi alrededor sin ver nada más allá de las lágrimas mientras yo pataleaba, gritaba, forcejeaba y suplicaba. Pero el monje empezó a hablar, pidiendo consentimiento a Kou para tomarme como su legal esposa, aceptando éste sin siquiera titubear ni mirarme de reojo, ajeno completamente a la guerra que en mi interior libraba, jurando venganza, sin temor ya a que mi vida pendiera de un hilo que manejara él o alguno de sus hombres. Kou había encendido la mecha de mi real persona y ni mil mares podrían ya apagarla.

El nipón tomó una pluma, la humedeció en un tintero y firmó varios papeles desplegados en la mesa, retrocediendo un par de pasos y llevando sus manos a su espalda en una postura firme. Era mi turno, aunque no me habían preguntado nada, Saihitei me tendió la pluma y asintió con la cabeza con cierto pesar, como si me compadeciera de algún modo. Los hombres que me amarraban, poco a poco, fueron liberándome de sus manos. Mis dedos tomaron temblorosos aquella pluma gris, acercándola al papel antes de girarme hacia Kou y, velozmente, clavarle la punta de aquella pluma en su ojo derecho, abierto de par en par ante la sorpresa de mi ataque.

- ¡Ésto por Ran! ¡Y ésto por...!- grité completamente fuera de sí, salpicándome de su sangre antes de mover mi mano hacia su ojo izquierdo, un objetivo que nunca pude ejecutar dado al placaje que recibí por otro de aquellos hombres de negro, que me lanzaron al suelo, cayéndoseme el jarrón de flores contra mi cabeza, haciéndose añicos y sintiendo la sangre corretear por mi mejilla hasta mis labios, mareándome pese a encontrarme ya en el suelo, escuchando gritos, pasos, algunos golpes secos, puertas que se cerraban y que se abrían y luego... la más absoluta y estremecedora oscuridad y silencio.


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Mensaje por Diétrich Von Kraft Miér Jul 25, 2012 11:00 am

Sangre…
Sangre…
Y más sangre…

Como si un profundo odio hubiese despertado de pronto en mi, moviéndome como si fuesen hilos invisibles, que a pesar de la inmensa desventaja en la que me encontraba me seguía moviendo, haciéndome luchar y atacar como nunca antes me vi hacer.
Y es que la sola idea de imaginar a Aya allí, con Kou, en una ceremonia forzada, imaginando lo que podría hacerle me desgarraba por dentro. No podía permitirlo, la sola idea de imaginar que le pasara algo…Me hizo tragar saliva.
Francamente, nunca había sentido una sensación igual, aquello me contrariaba, me confundía, y quizás por eso lo único que sabía en aquel momento es que tenía que llegar cuanto antes, aunque me costase la vida en el camino, tenía que hacerlo! Ya habría tiempo para intentar pedir perdón por mis actos…Aunque supiese que Dios jamás me perdonaría por las vidas que me estaba llevando conmigo. Así que esperaría el infierno con los brazos abiertos, con tal de saber que ella estaba bien y a salvo…
...
La espada salió de mi hombro mientras yo me giraba enfurecido, atacando y parando las estocadas de los otros. Y es que ahora, tres de los guardias se habían lanzado sobre mi en un placaje feroz, mientras yo en el suelo pataleaba y me zafaba de sus brazos, aprovechando que llevaba una katana en cada mano, para desmembrarle los brazos a uno de ellos, rebanarle el cuello al segundo, y ensartar al tercero por entero atravesándole el estomago y haciendo que ambos filos salieran por su espalda a la vez que yo tomaba aliento un instante, notando como aquella estocada que me habían dado comenzaba a empaparme ya hasta la cintura.

Solté el arma izquierda, pues mi hombro escocía y mis manos temblaban ante lo sucedido. Así que me puse en pie y tome aliento, mirando a los hombres que se acercaban y que paraban a varios metros míos, contemplándome extrañados. Mire a todos lados, percatandome en el resto de hombres que ahora se negaba a acercarse a mí, quizás asustados de ver mi rostro manchado de sangre, o la katana que aun sujetaba en mi mano…o quizás simplemente por mi semblante, agitado, cansado, jadeante…Mientras yo extendia hacia un lado la katana que aun sostenía para que la sangre escurriese del filo.
Me sentía enfurecido y enloquecido, quizas por ello aquellos hombres no se acercaron. Despues de todo, debía de asustar ver a un hombre cuyas vestiduras -antaño de etiqueta-, estaban llenas de sangre y desgarradas, mientras por mis rostro una mancha cruzada de la sangre enemiga me mostraba como si aquello fuese una pintada de guerra, ante mi pose y mi mirada entrecerrada, que mas que un “invitado a una boda” me hacía parecer un guerrero berserker.

Así que aprovechando las miradas confusas, quizás atemorizadas, me di la vuelta y no perdí el tiempo. Eche a correr nuevamente como alma condenada que era hasta salir de aquel jardin, encontrando fuera algunos de los carruajes de Kou. Acercándome hasta uno de los cocheros que al verme intento soltar su mano ahora enredada en las amarras del caballo, mientras yo corría hacia él alzando la katana, escuchando el gran alarido que salió de su boca antes de que yo cortase las cuerdas y le robase al animal. -Pues seguramente pensó que le cortaría la muñeca a él-
Entonces aproveche y utilice al mismo hombre que se había asustado con mi presencia y había caído, para usarlo de soporte y dar un salto al caballo, que relinchó agitado alzándose en dos patas antes de que yo pateara sus dos costados, instándole a correr veloz mientras yo me inclinaba sobre la bestia, sosteniendo las amarras y conduciendo al blanco animal hacia el templo.
Fuera del templo los carruajes comenzaban a llegar junto con los invitados, pero los guardias se acercaban a ellos para comentarles algo, seguramente excusándose y pidiendo que marcharan. Mientras yo llegaba al galope y aprovechaba que aquellos hombres estaban dispersos para adelantarme frente a sus narices a lomos del mismo animal, hasta llegar a la entrada del recinto, donde dos de los guardias armados custodiaban la puerta, sin proveer que serian los cascos de un caballo los que los lanzarían lejos, pero ellos -aun en guardia- hicieron disparar sus armas en todas direcciones, mientras yo me sujetaba de aquella bestia para propinar una patada en la cabeza del primer guardia, bajando y forcejeando con el arma del segundo, que ante su intento de atacarme abrió las puertas del templo, mostrándonos delante de los allí presentes. Mientras yo aun a estirones con él movía su arma para alejarla de mi, percatándome de cómo disparaba hacia el interior del recinto, dándole a los allí presentes mientras mi mirada ahora horrorizada miraba a Aya en el suelo, con una herida que enrojecía su blanca piel, recorriendo su rostro para caer por su cuello.

En aquel momento el tiempo se paralizo para mi, pues pensé que le había dado a ella y el mundo entero se destruyo para mi durante un segundo...Un solo segundo.
Un segundo eterno, en el que recordé cada momento junto a ella, desde que le había conocido hasta nuestras ultima charla en la mañana, notando que mi alma se hacia trizas...Hasta que le vi moverse ligeramente y mi corazón volvió a latir de forma feroz contra mi pecho, devolviendome la vida que por un momento se había desvanecido en mi.

Giré el rostro, colérico y me deshice del guardia a empujones antes de quitarle su arma, dispararle entre ceja y ceja y caminar con paso decidido hacia Kou, pero entonces él adelantándose a mis movimientos recogió a Aya del suelo, sujetándola por la cintura, mientras ella débil y semi inconsciente se doblaba ante aquel abrazo, como si fuese un abrigo en su brazo, mientras Kou aun con una mano en su ojo y su rostro desgarrado por la furia, la ira y el dolor me miraba, retrocediendo hacia el monje que oficiaba la ceremonia.

Suelta el arma…Escupió Kou mientras yo avanzaba hacia ellos hasta quedarme a unos cuantos metros, sin poder quitar mi mirar de la suya…

SUÉLTALA O LE MATO! Grito con el gesto de un demente,-quitando la mano de su ojo- tomando una daga de entre sus ropajes para ahora sujetar aun mas violentamente a Aya contra él instándole a erguirse, acercando el filo hacia su cuello, mientras ella con los ojos aun entrecerrados comenzaba a parpadear mientras yo lanzaba el arma a un lado, entrechocando los dientes realmente iracundo, apretando mis puños temblorosos, mientras le observaba.

Kou sonrió y comenzó a deslizar muy suavemente la daga por el cuello de ella mientras me miraba tragar saliva. Mi corazón latía tan fuerte que sentía que se iba a escapar de mi pecho, y es que la angustia y el temor me golpeaban ahora con fuerza al verla en sus brazos sin poder hacer nada…


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El vuelo del ave [Diétrich] Empty Re: El vuelo del ave [Diétrich]

Mensaje por Edgar Dagson Miér Jul 25, 2012 1:52 pm

Poco a poco, iba recuperando el don de la visión y con éste, el resto de los sentidos. Frente a mí, pude contemplar a un desarmado y tembloroso Diétrich que miraba iracundo a aquél que me sujetaba contra su pecho, Kou, cuya daga aprisionaba mi cuello y amenazaba a mi amo. Tragué saliva ruidosamente mientras luchaba por mantenerme en pie, pues mis rodillas me temblaban y seguía un tanto mareada. Pero mi mente se aclaraba con alarmante rapidez, sin vacilar cuando llevé mis manos hacia aquella que sostenía el arma blanca, hundiendo su filo contra la piel de mi garganta hasta dibujar una fina línea de color carmesí que pronto tiñó mi cuello y mi ropa.

Cuando cerré los ojos, la mano de Kou me soltó por completo, dejándome caer a sus pies, horrorizado y confuso por aquello que yo misma me había hecho. Torcí una sonrisa que nadie vio, pues mis cabellos azabaches, ahora desordenados por mi rostro, cubrían aquél gesto lleno de venganza.

- No puede matarme, Diétrich...- balbuceé lo más alto que pude para que me escuchara.- Pero vos, mi señor, sí puede acabar con él...

Usé mis manos para ponerme primero a gatas antes de erguirme como pude, ignorando el escozor de las heridas esparcidas por toda mi frágil anatomia. Di un paso hacia Kou, aparando unos mechones de mi frente. sosteniéndome luego en un poste del templo para no desfallecer de nuevo. Jadeaba, y aun así, tuve el coraje para hablar frente a todos los presentes con la misma frialdad que había rozado mi piel.

- Tú... sí, tú... no pienso tratarte con respeto siendo un vil asesino... Tú diste con mi hermana... tú... le sacaste información y supiste de mí... ella te dijo que estaba en París... tú viniste a mí porque te convenía casarte conmigo... dado que así obtendrías la protección de mi amo, un nombre, contactos y aliados, y a demás...

Un paso más bastó para que el inalterable Kou, quién mantenía la daga todavía entre sus dedos, se la clavara en el abdómen con el simple empujón de mis manos. De su boca escupió sangre, alzando la mano cuando los guardias intentaron detenerme. Éste cayó arrodillado ante mí y me sujetó de las ropas hasta hacerme inclinar sobre él.

- La popularidad y éxito de Ran nacieron a partir de su relación con una pelig... peligrosa mafia... Pero empezó a endeudarse y pronto la extorsionaron, amenazándola con matar a sus hermanas... a cambio... a cambio de una gran suma de dinero... Ella me habló de tí... de tu situación en París... y del precio de tu dote.- susurraba Kou con dificultades y malestares visibles, acuclillándome a su lado, consternada por sus palabras.- Decidí casarme contigo para cobrar tu dote con la intención de regresar luego con Ran y pagar sus deudas con la mafia, salvando así a las niñas. Pero al marcharme, ella... yo... te juro que no sabía que quería venir a verte... ellos lo supieron y por eso... la mataron... y prendieron fuego a la Casa de Geishas, creyendo quizás que intentaba huír.- tomó una bocanada de aire y tosió algo más de sangre antes de proseguir, tomándome del mentón con fuerza para que le escuchara más atentamente.- Ran no sólo quería salvar a las pequeñas y a ella misma, también a ti... Si te casas, no tendrás que regresar a Japón y, lejos de la mafia y su conocimiento sobre tu existencia, permanecerás a salvo...

Completamente desarmada, tuve que recordar cómo se respiraba antes de regresar a la realidad, contemplando ahora el cuerpo de Kou y sus manos que poco a poco, iban soltando las telas de mi atuendo. ¿Qué había hecho? Las manos me temblaban mientras le arrancaba la daga y con cuidado, intentaba taponar la herida de la que emanaba sangre a borbotones. El llanto a penas me dejaba respirar o moverme, sintiéndome un despojo, un manojo de estupidez humana. ¿Cómo había podido...? Ahora lo entendía todo... su interés por casarse conmigo cobraba al fin sentido. Que me maltratara cuando vio el vínculo que me unía a Diétrich, era comprensible si pensaba alejarme de aquellos que amaba con tal de protegerlos de igual modo si a mí me ocurría algo. Que me hablara de Ran y mis hermanas indicaba sus ganas de contarme la verdad. El desprecio que habían guiado sus últimos actos no eran más que una máscara, una tapadera para proteger su objetivo. Y todo ello se resumía en...

- La amabas, ¿verdad?

- Por Ran empeñé mi vida.- suspiró con una triste sonrisa que incendió los añicos de corazón que permanecían malheridos en mi pecho, llevándome a abrazarle mientras la Muerte se lo llevaba consigo y mi destino me empujaba, más fuerte que nunca, a Japón, dónde de bien seguro me esperaría aquella mafia con sed de la misma venganza que yo vertiría sobre sus cabezas.


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El vuelo del ave [Diétrich] Empty Re: El vuelo del ave [Diétrich]

Mensaje por Diétrich Von Kraft Miér Jul 25, 2012 5:03 pm

Observe la escena sin poder creer lo que mis ojos veían ni lo que mis oídos escuchaban.
Mientras Aya, arrodillada lloraba amargamente junto al cadáver de Kou, que aun se desangraba entre sus brazos.

Entonces camine hacia ella, mientras los guardias nos rodeaban contemplando lo sucedido con el semblante serio. Me arrodille al lado de Aya y posé la mano sobre su hombro mientras le miraba con angustia, sabiendo lo mal que sentiría por todo aquello, por descubrir una verdad desalentadora que ahora le hacía saber con certeza que había perdido a su familia...
Imaginaba que debía de ser terrible una situación así, para mí lo más cercano a un ser querido era ella, y no sabía qué haría si algún día le perdía pues había pasado por aquel miedo momentos antes y aun me sentía aturdido y un tanto desesperado...

Aya volvió el rostro hacia mí con la mirada baja, sin que sus cabellos permitiesen ver su mirar. Mientras yo tragaba saliva y extendía con calma mis brazos hacia ella para rodearla en un abrazo, aun cuando sabia que podría sentirse incomoda en tal acto.
Sin embargo ella no me negó aquel gesto, sino que note que se agarró a mis ropajes mientras yo le envolvía con extrema suavidad, pues notaba que me dolía cada centímetro de mi cuerpo ahora magullado, rasguñado y ensangrentado, ademas tampoco deseaba ensuciarla mas con mi propia sangre, ni apretarle, pues su cuerpo también estaba lastimado... Sin embargo negué con la cabeza, aquello no era importante ahora, así que no me preocupe en ello, sino en darle mi apoyo en aquel momento, mientras acariciaba sus cabellos, al fin respirando con un poco mas de alivio, al ver que ella estaba bien,a salvo y viva.

En aquel momento el monje que ofrecía la ceremonia se acerco hacia nosotros. Arrodillándose junto a Kou para deslizar sus manos sobre su rostro, bajando sus parpados ensangrentados y relajando sus facciones, para que pareciese más sereno ante una muerte tan trágica.
Pero en aquel momento miró a Aya y negó con la cabeza con gesto de tristeza, aun con los documentos entre sus manos.

¿Qué ocurre? Pregunte mientras Aya se separaba de mi, limpiando sus lagrimas aun cabizbaja.

Ella debía contraer matrimonio esta noche. Su documentación legal vencerá a las doce de esta medianoche. Los documentos que iba a firmar Monsieur Kou representaban un acta formal y solemne no solo de compromiso, sino también de hacerse responsable del bienestar de madeimoselle Kuran. Con aquel documento ella pasaría a tener una residencia legal en parís, además de un marido que le mantendría y al cual debería sus servicios además de proporcionarle un apellido distinto y protección. Sin aquello, ella pasa a ser legalmente una ciudadana non grata en la ciudad, a la cual se le negaran sus derechos hasta que pise su tierra, donde será juzgada…
Fruncí el ceño al escuchar eso y entonces mire a Aya que ahora con semblante de angustia bajaba la mirada, como intentando resignarse a su destino, como si fuese eso lo que debía hacer, aceptarlo sin más y marchar para obtener su castigo.

Tiene que haber algo que se pueda hacer! Ella no puede marcharse así como así! Indique de pronto un tanto desesperado.
El monje negó con la cabeza sumiéndonos a los tres en un silencio que nos hundió a todos.
Pero entonces pensé en la situación.
Ella necesitaba quedarse de forma legal, necesitaba un marido! Y lo necesitaba ya! Si lo tenia se acabarían todos los problemas, solo tenía que encontrarle uno, no era tan difícil!...Solo tenía que encontrar un hombre para ella!
Entonces parpadee y desvié la mirada arqueando una ceja, realmente absorto en mis pensamientos.
Y es que una idea había cruzado por mi cabeza, cual descabellada y absurda, cual estúpida y sin sentido…
Entonces di un salto al notar la mano del monje sobre mi hombro, quizás asustado ante mi semblante preocupado. Por lo que trague saliva y les contemple a ambos, pues tanto el monje como Aya me miraban sin entender que me pasaba, por lo que tome aire y lo exhale lo mas calmadamente que pude antes de hablar.

Yo...
Soy inquisidor. Soy un miembro del vaticano, y como tal tengo inmunidad diplomática en cualquier país en el que resida, así como también mi pareja…
si yo la tuviera, ella tendría mi protección, y yo tendría la protección del vaticano…Ella poseería mi apellido, además de mi mantención, legalmente ella tendría la residencia del país en el que quisiésemos vivir…

Entonces aun intentando respirar lo mas tranquilamente que pude, aun arrodillado a su lado. Mire a Aya a los ojos, mientras ella me contemplaba confusa.
Por lo que tome su mano pálida, con la mía, ambos ensangrentados, desaliñados y cansados ante todo lo que había pasado aquel día, y le sonreí mientras le miraba notando como de pronto me sentía más tranquilo.

Cásate conmigo Aya…
Yo cuidare de ti...
Si me aceptas, si me concedes tu mano, prometo que no permitiré que nadie intente hacerte daño.
Ambos iremos a Japón,y juntos buscaremos a los asesinos de Ran y del resto de tu familia.
Sus muertes no serán en vano. Te lo prometo.


Indique con firmeza en mis palabras, pero también con tacto y amabilidad. Esperando que ella dijese algo mientras yo le observaba apreciando como ahora como el sol por fin se inmiscuía entre las tormentosas nubes, entrando por la ventana e iluminando ligeramente sus cabellos y su rostro pálido.

Comenzaba a atardecer, y seguramente la tormenta caería al llegar la noche, sin embargo en aquel instante el sol apareció para nosotros, dándonos al fin un poco de luz entre tanta oscuridad.


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Mensaje por Edgar Dagson Jue Jul 26, 2012 3:52 pm

Cubierta por la sangre de Kou, por el sudor de Diétrich y mis lágrimas que marchitaban a su paso todo cuanto tocaban, me erguí, aun malherida, sosteniéndome gracias a la mano amiga del monje, que dio un paso hacia mí para evitar que me desestabilizara. Le sonreí tristemente para agradecerle el gesto, mirando ahora ceñuda y confusa las palabras de mi señor tras las que el mismo monje anunció mi peor vergüenza como inmigrante, aunque mi difícil situación legal en París era un secreto a voces.

Cuando en mi cabeza ya empezaba a planear mi viaje a Japón y tramaba ya conspiraciones para vengarme de aquellos asesinos que Kou indicó, la voz de Diétrich me sacó de aquellas cavilaciones tan impropias de mí, dándome un vuelco el corazón.

- Oh, mi señor...- susurré con voz débil, avanzando hacia él con parsimonia y estirando mi mano hacia su rostro, acariciando entonces su mejilla manchada de sangre ajena.- Vos siempre cuidado de mí cuando siempre debió ser al revés.- reí con un deje triste y melancólico.- No puedo permitir otro de sus sacrificios por mi bienestar, mi buen amo. Mi destino me guía ahora de regreso a casa para combatir en una guerra que no es la suya.

Tragué saliva ante mis palabras y rehuí mi mirada de la suya, que siempre me desarmaba, me hacía tiritar los cimientos de mis pensamientos, tambaleando todo cuanto apoyaba mis actos de servidora. Él siempre buscó mi libertad y, aunque por mis leyes no pudiera serlo legalmente, a su lado me sentí como si al fin, yo fuera el vuelo del ave prisionero en la jaula de la sociedad y la opresión.

Y aunque me mataba la idea de dejar de verle cada día, de oler su ropa mientras la planchaba, de preparar sus platos vegetarianos favoritos, de limpiar las armas que él usaba, de escuchar simplemente su voz como una caricia de la brisa matinal... las obligaciones siempre me apartaban de aquellas ensoñaciones, arrastrándome a la realidad. Y la realidad de aquél momento era que debía partir hacia Japón para llevar a cabo una venganza en la que muy probablemente, su coste sería mi propia vida. No obstante, ya no me importaba pagarlo.

En tal caso... debía despedirme de Diétrich.

Para siempre.


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Mensaje por Diétrich Von Kraft Jue Jul 26, 2012 6:18 pm

Contemple su recorrido, y su semblante pensativo mientras yo continuaba arrodillado en el suelo.
Lleve mi mano hacia mi hombro, pues comenzaba a sentirme un poco entumecido.
El día había sido demasiado largo…Y lo único que deseaba era llevar a Aya a casa, llamar al médico para que nos atendiese y dormir para poder olvidar al fin todo lo ocurrido…
Pero no podía ser así, Aya no podía volver a casa conmigo… ya nada volvería a ser como antes.
¿Significaba eso que tendría que aceptar que ella marchara?... ¿tenía que asumir que no le volvería a ver nunca más?

Cerré los ojos con cierto pesar y suspire, notando que algo me hacia rechistar, como si algo en mi interior luchara, y me golpeara el pecho, pero ¿que era?¿ que ocurría conmigo? Sabia que tenía que hacer algo…
¿Pero qué?

Entonces, en aquel momento, el monje que aun se encontraba cerca de mi me sobresalto al poner un pañuelo sobre mi hombro, haciéndome abrir los ojos y mirar lo que hacía. Notando como aquella tela pronto se empapaba de rojo, mientras Aya a pocos pasos nuestros se mantenía en silencio, apoyándose en uno de los pilares.
Desvie el rostro y fije la vista en el monje, contemplando sus ojos claros, además de su aspecto cansado y sabio. Sus ojos se clavaron en los míos, y aunque fue un tanto extraño, me sentí un poco mas tranquilo.
Entre abrí los labios, queriendo decirle algo, pero él se adelanto.

Hable con ella…
Fue lo único que dijo mientras yo parpadeaba, entonces sostuve el paño que el había pasado para mi hombro y le mire intentando saber a qué se refería…Sin encontrar más que el silencio, como si en el fondo tampoco hiciese falta que me dijese nada más.
Después de todo, ¿que decirle a ella? ¿Cómo demostrarle el cariño que le tenía y la forma en que le necesitaba?... Aquello me hizo parpadear y quedarme un instante absorto en mis pensamientos.
Así que asentí al monje y me puse en pie con cuidado, aun dolorido y agotado. Girándome para contemplarla a ella, que pensativa fruncia el ceño, parpadeando con gesto de cansancio.
Me dirigí hacia su figura con calma, parando frente suyo para contemplarle, mientras ella poco a poco subía la mirada hacia mí.

No…es un sacrificio Aya.
Tragué saliva e intente pensar en que decirle, notando un enorme nudo en mi estomago y en mi garganta. Tenía que hablar con ella, y no sabía que decir, ¿cómo expresar lo que sentía?
Aya…
...
Que te desposaras conmigo no sería un favor, ni un gesto de amabilidad…

Quiero que te cases conmigo porque yo…yo…
Le mire conteniendo la respiración, desviando la mirada ahora, como si los papeles se hubiesen intercambiado por un momento, y fuese yo quien no aguantase mirarla sin sentirse incomodo, como si estuviese hablando con mi “señora” y me estuviese a punto de sublevar.

No sabía que decir, ni tampoco que pensar, así que no lo hice, simplemente volví a mirarla y actué de forma impulsiva, -como nunca jamás hacia- sin pensar en nada, simplemente acercándome a ella con lentitud para tomar su rostro entre mis manos, cortando la distancia entre nuestros rostros hasta que mis labios tocaron los suyos, aspirando su aroma y notando el cosquilleo de sus cabellos cerca de mi rostro, sintiendo como mis labios la buscaban de forma tranquila, pausada, pero a la vez de forma decida.
Y asi, de forma espontanea y pausada le encontre en un beso dulce y suave, en el que el roce de su piel me hizo cosquillas, como si hubiese sido la caricia de una pluma sobre mí, haciéndome notar el sabor de su ser que se entremezclaba con la sangre y las lagrimas…Pero que seguía sabiendo a cerezas, como si sus labios fuesen ligeros pétalos de flor...

Aquel espontaneo gesto duro tan solo unos pocos segundos… pero aun asi para mi fueron eternos.
Entonces me separe de ella contemplando sus ojos y susurre.

Cásate conmigo, no porque sea tu señor, ni tu amigo, ni porque te lo ordene…
Cásate conmigo porque quieres…
Indique sinceramente, contemplando su mirar.

Pero entonces, como si el mundo hubiese vuelto a la normalidad y la racionalidad hubiese vuelto de golpe retrocedí un poco más, dándole espacio, para que si quería cruzarme la cara pudiese hacerlo sin problemas.
Sin embargo ella no lo hizo -al menos en aquel momento- Así que espere impaciente a que me dijese o a que hiciese algo, tragando saliva, sabiendo que todo mi mundo pendía de un hilo, y de sus palabras.
Definitivamente se habían cambiado las tornas, ella era mi señora y ahora mismo era también la dueña de mi destino.


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Mensaje por Edgar Dagson Jue Jul 26, 2012 7:33 pm

Como el aleteo de una mariposa antes de detenerse sobre una flor y permanecer estática como si el tiempo se hubiera detenido. Eso fue lo que mi corazón sintió cuando su beso caló hasta mi pecho, petrificando el músculo motor, deteniendo el frenético correr de la sangre por mis venas, cortando mi respiración, sumergiéndome en una extraña espiral dónde todos los colores se intensificaban en mis retinas tras unos párpados abiertos de par en par ante aquél gesto tan sumamente inesperado.

El nudo que envolvía mi estómago se estrechó hasta hacerme jadear cuando los húmedos labios de Diétrich se apartaron de mi boca tras brindarme su último fresco aliento que despejó levemente mis sentidos anonadados ahora por aquella corriente de sensaciones y emociones que recorrían cada poro de mi piel.

Cuando al fin el tun-tún que martilleaba mis oídos con tal de que la sangre recuperara el espacio perdido durante aquellos segundos de cese completo de toda actividad interna de mi anatomía, pude percibir el tenso silencio que se había formado a nuestro alrededor, así como la desaparición de todos aquellos hombres que servían a Kou. El nipón, aun así, seguí reposando cerca de mí aunque intenté no mirarle ahora, prestando atención a la mirada casi felina de Diétrich, quién sin duda, esperaba una respuesta por mi parte. Tragué saliva, despegándome del pilar para buscar los brazos de mi amo, dejando aflorar en mis labios una tímida sonrisa antes de agachar la mirada cuando logué mantenerme en pie gracias a su agarre. Sólo entonces alcé la vista, perdiéndome en la niebla de su mirar, mordiéndome el labio inferior como si quisiera relamer los resquicios de aquél beso una vez más. Estiré mi mano hasta que la yema de mi dedo índice acarició su labio inferior, sintiendo mis mejillas ruborizarse.

- Sí, quiero.- respondí con a penas un susurro aunque con la misma firmeza que si lo hubiera gritado.

Aun extasiada por el momento y sin prestar atención a nada más que no fuera a él situado frente a mí, escuché la voz del monje que se disponía a proseguir con aquella ceremonia, por lo que ambos nos giramos para mirarle y al menos yo, conteniendo una sonrisa sincera, di el paso para firmar el documento que me permitiría pertenecer a Diétrich de por vida, así como la protección del estado francés. Ahora, me había convertido en una francesa más, y pensaba usar ese nuevo título para llevar a cabo mis sádicos planes contra la mafia nipona.


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Mensaje por Diétrich Von Kraft Vie Jul 27, 2012 11:04 am

Le sujete agilmente entre mis brazos cuando ella se acerco a mí, desestabilizandose. Contemplando sus ojos sin creer lo que había escuchado, notando como una sonrisa recorría mi rostro por sus palabras; conmovido y emocionado porque ella aceptase mi propuesta y también -por decirlo así- … ”mi descaro” al robarle ese beso.

Pero entonces bajé el rostro, cerrando un instante los ojos, aun sin poder creérmelo del todo, y es que en aquel momento me sentí más feliz de lo que nunca fui, agradecido a los cielos por poder tener algo así, algo que sin duda no creía merecer en absoluto.
Entonces el monje se situó delante de nosotros con una sonrisa cálida en sus labios. Invitandonos a caminar hacia al altar. Mientras él se disponía a ordenar los documentos, retirando los que pertenecían a Kou y disponiendo otros pergaminos delante de nosotros, mientras comenzaba a hablar con una voz profunda que resonó en el templo.

…Los giros del destino nos reúnen hoy ante este templo, recordándonos cual imprevisible son sus tornas asi como los caminos que se presentaran ante nosotros…
hoy hijos míos, de forma inesperada, dos vidas se transformarán en una sola, unidas por votos pronunciados por amor.
Porque ni el deber, ni la obligación serán testigos de vuestra unión, sino que la verdad revelada, así como la sinceridad entre los aquí presente os conducirá hacia adelante…
...
Por eso os pregunto a ambos en este día, si aceptáis protegeros, cuidaros y amaros, siendo finalmente el uno del otro ante los ojos del mundo, ante los ojos de la sociedad y ante los ojos de dios.


"Si, quiero."

Indicamos ambos al unisonó. Mientras yo acercaba mi mano izquierda a la suya, con mis dedos aun temblorosos por mis heridas, -aunque estas hubiesen dejado de preocuparme.- Entrelazando mis dedos con los suyos, notando como ella agarraba con firmeza mi mano, asi como yo la suya.
Entonces el monje asintió e hizo un gesto con sus manos, indicándonos la mesa además de los documentos para que ambos nos acercásemos, asi que sosteniendo su mano ambos caminamos juntos hacia la mesa, donde el monje nos acerco los pergaminos así como también el tintero, pasando la pluma primero a Aya, que me miro un instante antes de sonreír y firmar las distintas hojas con su pulcra letra. Mientras yo daba un paso para sostener la pluma que ella me ofrecía, firmando el mismo documento y luego los otros restantes. Dejando la pluma sobre los diversos papeles.

Madame, hoy ante la ley usted pasa a ser una ciudadana mas entre nosotros, con todos los derechos y obligaciones que ello conlleva …
Asi que en esta noche, le doy la bienvenida a su nuevo hogar, y ante este sagrado templo os invito a intercambiar vuestras alianzas, haciéndoos saber que lo que ha sido unido por los hilos divinos, no debe ser separado por los hilos terrenales…


Nos indico el monje con una sonrisa, recogiendo los documentos entre sus manos. Mientras yo me giraba para contemplar a Aya.
En aquel momento el silencio nos envolvió y se hizo aun mas notorio a nuestras espaldas.
No habían invitados, no había familia…. no había nadie…
Como si de alguna forma siempre hubiese sido así, nos teníamos el uno al otro y no había nada más.
Nos miramos riendo levemente, negando con la cabeza, nuestro aspecto era deplorable, parecíamos los supervivientes de una guerra sanguinaria y realmente sádica…
Mire mis ropajes rasgados y ensangrentados mordiéndome los labios, ...menudo marido de pacotilla estaba hecho.
Entonces me acerque un poco a ella y tome sus manos entre las mías, mientras me perdía en su mirada otoñal recordando cierto aspecto importante que no habia tenido en cuenta.

Madame Der Kláuseen...Me temo que no tengo alianzas para intercambiarlas con vos...
Indique susurrando, mordiéndome los labios mientras le mirada divertido y avergonzado a partes iguales.


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Mensaje por Edgar Dagson Vie Jul 27, 2012 1:54 pm

Asentí una vez antes de deshacer mis dedos enlazados a los suyos, volviendo la vista y mis pasos hacia el cuerpo inerte de Kou. Tragué saliva y un tanto nerviosa, me acuclillé junto al cadáver para hurgar en los bolsillos de su pantalón, no localizando los anillos que buscaba. Metí entonces la mano en los bolsillos interiores de su chaqueta negra y encontré un par de billetes de barco con destino Japón -a nombre de Kou y Kohnin- y cuya fecha indicaba aquél mismo día y a las doce en punto de la noche. Guardé en el interior de mi kimono aquellos billetes con el máximo disimulo que conservaba, hallando al fin, en los bolsillos externos de su chaqueta, la caja dentro de la cuál se encontraban las alianzas, sin inscripción alguna y sin demasiados detalles ornamentales, imaginé, que porque a Kou tampoco le hacía ilusión casarse conmigo, pues en su mente sólo cabía el nombre y la imagen de mi hermana Ran...

La tos del monje me sacó de aquellas cavilaciones cuyo rumbo empezaba a ser peligroso para las lágrimas agridulces que en mis ojos esperaban la señal para salir a la superficie, algo que sin duda, no podía permitir en aquél instante, pues... ¡me estaba casando!

Así que me erguí, sonriendo a Diétrich mientras mis pasos un tanto desequilibrados todavía por el golpe sufrido en mi cabeza, me llevaban hacia él y frente al monje que esperaba el intercambio.

- Con esta mano aliviaré tus penas.- murmuré a la vez que tomaba su mano de nuevo.- Tu copa jamás estará vacía, pues yo seré tu... te.- reí por lo bajo, desviando la mirada pues no deseaba ver el ceño fruncido y confuso del monje al modificar levemente los votos nupciales que ahora pronunciaba.- Con esta vela...- proseguí, tomando ahora la vela encendida y depositada en un vértice de aquella mesa.-... guiaré tus pasos en la oscuridad. Y con éste anillo...- añadí deslizando por su dedo anular el anillo más grueso de los dos, sonriendo al alzar la vista hacia Diétrich.-... te tomo por mi marido, Diétrich Der Kláuseen.

Llevé un mechón de mi cabello tras mi oreja, pues su presencia sobre mi labio me era un obstáculo para culminar aquél enlace con un efímero beso que deposité sobre la boca de mi señor. Sólo entonces, ruborizada por aquél giro en nuestras vidas, me dispuse a soltar su mano para no incomodarle, pues mi faceta más terca se empeñaba en desilusionarme de aquél gesto de buena fe sólo había sido eso, un gesto de su buena fe conmigo.


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Mensaje por Diétrich Von Kraft Lun Sep 03, 2012 5:24 pm

Le sonreí, avergonzándome incluso al ver ese gesto por su parte. Me había robado un beso…Me sentía tan feliz, que ni siquiera me dolía el hombro y eso que me lo había atravesado una katana… -Cuando se me pasara el efecto “Berserker” iba a ver estrellas de colores, pero entonces, era completamente feliz.-
Entonces volví a tomar su mano, indicándole de forma silenciosa que no me incomodaban sus gestos, nunca lo habían hecho.
Tome la copa aun sonriendo por su modificación y repetí las palabras.

Con esta mano aliviare tus penas, murmure sujetando y acariciando el dorso de su suave mano con el pulgar de la mía.
Tu copa jamás estará vacía, pues yo también seré tu… té. Sonreí.
Con esta vela …Indique tomándola y luego depositándola en la mesa. Guiare tus pasos en la oscuridad, e impediré que te caigas en el rosal. Carraspee para no sonreír, percibiendo como ella se llevaba la mano libre para tapar sus labios, demasiado divertida como para disimularlo.
Y con este anillo…tome aire, mirándola anonadado, sonriendo al contemplar la ternura de sus ojos calidos, mas seguro de mis actos de lo que jamás estuve.
Te tomo por esposa. Aya Yuuki Kuran. Entonces baje la mirada hacia su mano e inserté el anillo con cuidado en su dedo anular, entrelazando mis manos con las de ella.
El monje asintió, abriendo sus brazos ante nosotros, despidiéndonos y dándonos su bendición.
...Podéis ir en paz hijos míos...

Sonreí de oreja a oreja a Aya, y sin poder reprimirlo, le abrace con firmeza contra mi, girando con ella, levantando sus pies del suelo mientras ella se sujetaba a mi cuello, riendo antes de que ambos nos mirásemos y comprendiésemos que debíamos marchar cuanto antes. Por lo que tras un instante eterno en el que nos miramos, encontré sus labios calidos una vez mas, acariciándolos tan solo un momento con los mios, antes dejar que sus pies tocasen el suelo.
Ambos comenzamos a trotar por el pasillo del templo en dirección a la salida, cogidos de la mano -aun mas parecidos a los supervivientes de una guerra que a un matrimonio de recién casados- Abriendo ambos los portales de salida, que dejaron ver el cielo oscuro ante nosotros. Donde una llovizna suave nos recibió mostrándonos el cielo oscuro, aun lleno de nubes pero aun asi con una hermosa luna llena que nos ilumino por un instante con su luz blanca.
El viento meció las hojas de los árboles cercanos, trayendo consigo los diversos pétalos de cerezos que rodeaban el templo, los primeros que se veían tras el largo invierno, pétalos que cayeron encima de nosotros como los únicos y silenciosos invitados a nuestro enlace.
Aquella noche llegamos a casa cansados, malheridos y aun así nerviosos y expectantes. Pues nada mas llegar comenzamos a mirar las cosas para el inminente viaje. Por lo que hicimos las maletas, tomamos las cosas que consideramos oportunas y después de eso…Llame a uno de los médicos de la inquisición, pues a decir verdad …lo necesitábamos con urgencia, estábamos hechos unos muertos vivientes.
Así que después de muchas vendas, curaciones y alguna que otra “inyección de emergencia” despedimos a nuestro medico sin perder tiempo. Tome algunos trajes para Aya y para mi, tomándome un largo rato para acomodarla, pues los billetes indicaban los nombres de Kou y Kohnin, por lo que aquella noche, tendría que ser Kou, y Aya mi siervo “Kohnin”. Así que después de asegurarme que mi esposa parecía realmente un hombre, rei divertido, sobretodo por el bigote que le había puesto, que encima le daba un aire serio y respetable. Aya por otro lado se encargo de acomodarme e indicarme algunos detalles a tener en cuenta en la conducta de Kou, mientras ambos practicábamos acentos y algunas cosas que quizás nos preguntarían por el camino, divertidos a pesar de todos los contratiempos.

Al cabo de unas horas, ya duchados, vendados –al menos yo debajo de mis ropajes parecía una momia-, con las maletas a punto y perfectamente ataviados con vestiduras japonesas, uno de los carruajes vino a buscarnos para conducirnos sin mucha dilación hacia el puerto, donde el barco ya hacia señales de zarpar. Por lo que aun con la adrenalina galopando en nuestras venas, nos dirigimos a la embarcación, mostrando sendas credenciales identificativas, entrando sin demasiados problemas, a pesar de que desperté sospechas debido a mis ojos y mis cabellos claros, aunque todas ellas se esfumaron cuando hable en un perfecto japonés. -Ventajas de haber vivido un tiempo allí y de practicarlo casi a diario con Aya- Asi que de ese modo, -precipitado cabe decir- ,que comenzamos una nueva aventura. Despidiéndonos de las costas francesas, pues aquella noche nuestro destino nos conducía al otro lado del mundo.

Así que ahí, en la desértica cubierta, tome la mano de “Kohnin” y mire sus ojos, acercado mis dedos a sus labios para despegar el bigote de su piel, acariciando su mejilla al hacerlo. Ella parecía nerviosa, agitada… Podía leer la preocupación en sus ojos, y es que después de todo lo que había descubierto, podía entender sus ganas de querer saberlo todo cuanto antes. Pues yo mismo había tenido noticia de aquellos que poseían mi misma sangre hacia poco tiempo…Y aquello había cambiado mi vida de forma insospechada, asi que si…Podía entender su ansiedad.

Tranquila. Todo ira bien, encontraremos a los culpables y descubriremos lo que ocurrio…
No estas sola en esto…Ya no…
Comente con serenidad, intentando darle un poco de calma. Ella asintió con una sonrisa y entonces le abrace, apoyando el mentón sobre su cabeza.

Aquel había sido un dia de locos, un día totalmente distinto al que jamás imagine. Pues aquel día había luchado contra infinidad de guardias, aquel día le había perdido por un instante, aquel día me había dado cuenta de lo que sentía cada vez que estaba a su lado, aquel día me habia casado y ahora cruzaba el mar con ella…Como si aquello fuese un improvisado viaje de novios…El dia mas demencial y aun así el mas maravilloso de toda mi extraña existencia.

Sonreí al notar sus brazos rodear mi cintura, pues parecía que al fin empezábamos a tener confianza el uno con el otro despues de tanto tiempo. Por lo que deslice mis manos por su espalda en una caricia suave, aun pensando en lo acontecido, pues si me lo hubiesen contado jamás habría creído que aquel dia habia sido real, simplemente hubiese pensado que era una broma absurda…o una historia extraña, salida de una mente maquiavélica…Pero jamás algo real.
Sin embargo así era. Era real, todo había sido real, y ahora, junto con la brisa de la madrugada nos despedíamos del viejo continente en busca de respuestas, en busca de fantasmas y también de venganza. Pues habían demasiadas cosas que descubrir, ella tenia demasiado por saber, y yo no pensaba descansar hasta ver que todos los cabos estaban atados.
Su dolor era ahora mi dolor, así como su sufrimiento. Algo que obviamente no podía consentir. Así que iba a hacer lo que hiciera falta con tal de que ella fuese feliz, eso era lo único que importaba y que sabia con certeza. Lo que nos deparase el destino después de aquella noche…Aun era una incógnita para nosotros.


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