AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ophelia "Rainy" Van Eidem
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Ophelia "Rainy" Van Eidem
-Nombre del Personaje: Ophelia "Rainy" Van Eidem (Firma como Lady Rain)
-Edad: 26 años
-Especie: humana, de momento
- Tipo y Nivel Social: clase alta
-Lugar de Origen: Noruega
-Descripcion Fisica:
-Descripcion Psicologica: La mayor parte del tiempo permanece escalofriantemente serena, casi da la sensación de que nada pudiera alterarla. Pero lo cierto es que cuando algo la perturba se vuelve completamente histérica, hasta el punto de parecer una demente. Y es que Ophelia carece de paciencia. Tanto para las personas como para su trabajo, lo que ha provocado que eche más de un cuadro al fuego.
Cuando se enfada, es un ser irracional y sumamente vengativa, incluso cruel.
Odia los lobos, a pesar de que son criaturas de gran belleza, los odia. Nunca duerme bien, las imágenes de su pasado la atormentan cada noche, entremezclándose, torturándola. Es muy cambiante: puede ser amable y al momento pasar a escupirte. En general, no le gusta estar con gente. No es que no le guste la gente, es una vieja costumbre que se niega a cambiar. Tiene miedo a querer a nadie, por si este pudiera morir, tiene miedo al dolor. Al emocional, no al físico.
Además, cuando se le hacen preguntas personales o de su pasado, huye sin mediar palabra. Es una persona, ante todo, extravagante.
-Historia: Nació en Noruega, en el seno de una familia de clase alta que eran, ante todo, pura fachada. Los Van Eidem estaba en declive, que aún teniendo mucho, no eran nada comparado con lo que fue la familia años atrás, se iban hundiendo lentamente. Pero la pequeña Ophelia, en su más tierna infancia, esto ni lo entendía ni le importaba.
Sólo tres sucesos la marcaron en lo más profundo de su alma, y para siempre:
Corría el año 1780, cuando Ophelia sólo contaba con seis años, conoció a una niña de su edad llamada Christiane, hija de unos amigos de sus padres. Se hicieron inseparables casi enseguida, y pasaban las horas jugando en el bosque a que perseguían hadas.
A los siete u ocho años, Christiane, a pesar de su juventud, tenía muy claro que quería ser bailarina de ballet, y Ophelia, que ya había despertado el interés casi enfermizo por el arte, se dedicaba a pintarla con el maillot y el tutú. Incluso se metía en las clases de danza a las que ella no asistía para simplemente pintarla mientras bailaba. La adoraba.
Pero una tarde de 1783, jugando las dos en el bosque, como siempre, se adentraron demasiado y les cayó la noche sin que les diera tiempo a volver a sus casas, o al menos a la mansión Van Eidem, que era la más cercana al bosque.
Se oían ruidos entre los arbustos, sonidos de hojas secas al ser pisadas y en las ramas el ulular de los búhos. Ophelia quería aparentar que no tenía miedo para tranquilizar a su amiga, pero Christiane no para de temblar y mirar a todas partes con los ojos llorosos.
"No estamos solas", insistía la joven de rizos pelirrojos, "nos siguen... nos están siguiendo", gemía aferrándose al brazo de su amiga.
De pronto se oyó un aullido a sus espaldas y Christiane salió corriendo, seguida de Ophelia que no conseguía alcanzar a la pelirroja de ágiles pies de bailarina. Unos segundos después, ya no la veía entre los árboles.
La llamó a gritos pues ya no se distinguía nada entre la densa oscuridad. Sólo la luna llena aportaba un poco de luz blanquecina que ni siquiera conseguía penetrar en la densidad de los árboles del bosque nórdico. Otro aullido, pero esta vez estaba sola, y tenía miedo, mucho miedo.
A penas había conseguido que sus piernas la obedecieran para seguir corriendo cuando escuchó un chillido de niña que bañó todo el bosque. Siguió corriendo, ahora en dirección a la fuente de aquel grito, y lo que halló le congeló la sangre y se grabó permanentemente en su retina.
Un lobo de tamaño anormalmente grande estaba devorando a su joven amiga, que ya había dejado de moverse.
El baño de sangre la dejó inmóvil, ya tenía claro que su destino iba a ser el mismo. Sin embargo, algo estalló en su interior y le dio unas fuerzas desconocidas que la empujaron a salir corriendo de nuevo, aprovechando que el lobo estaba ocupado y, milagrosamente, logó salir del bosque y llegar a su casa sana y salva. Dos días después el grupo de rastreo que había proporcionado el padre de Christiane encontró los restos de la pequeña, que apenas constaban de unos huesos y tiras de tela que pertenecían a un ensangrentado vestido de ballet.
Después del funeral, la joven Ophelia tardó varios meses en poder levantarse de la cama. Toda su familia decía que era cuestión de tiempo y no intentaban ni hablar con ella, su madre se limitaba a llevarle comida que la mayoría de las veces ella ni probaba. La única que se interesó por ella fue su hermana mayor, que la ayudó a levantarse de nuevo.
El segundo suceso ocurrió en 1786, cuando nuestra protagonista ya tenía doce años y ya era consciente de la situación de su familia. Aun así la familia Van Eidem tenía muchos secretos, tratos y planes que a ella se le ocultaban.
Llegó a la conclusión de que algo andaba mal cuando vio que su hermana mayor, Agathe, la que tanto la había ayudado, estaba más pálida y apenas comía.
Un día, harta de tanto secretismo le preguntó que ocurría y tras unos instantes de silencio le reveló que su padre le había procurado un matrimonio de conveniencia con un hombre mayor. A Ophelia no le sonó tan mal, y confusa, quiso saber que era exactamente lo que no le gustaba de eso. Agathe se limitó a sonreír con tristeza y le confesó que aquel hombre era un hombre malo que no la quería más que para hacerle daño. Ophelia, horrorizada se abrazó a su hermana y le dijo que no la iba a dejar marchar. Su hermana volvió a sonreír, melancólica y le aseguró que no se iría. Ophelia se quedó más o menos tranquila, pero unos días más tarde ocurrió lo que nadie esperaba.
Paseando por el río en busca de inspiración para un cuadro, encontró flotando algo que parecía un montón de ropa. Al acercarse con curiosidad, descubrió una nueva puñalada del destino, el cadáver de su hermana Agathe.
Días después informaron a la familia a que todo apuntaba a un suicidio.
Ophelia volvió a encerrarse en su habitación, pero ésta vez nadie iba a ayudarla a levantarse. Tuvo que hacerlo ella misma, seis o siete meses más tarde. Pero ya no era la misma niña, el dolor había hecho mella en ella, transformándola en una chica solitaria y melancólica que no quería ningún trato con nadie.
Se limitaba a pintar y a asistir a alguna que otra clase de canto, idiomas y equitación.
La vida seguía e incluso le trajo un nuevo hermanito, Edvin.
Sin embargo, cuando el pequeño murió a los tres años de una enfermedad, Ophelia abandonó Noruega. Segura de que lo que andaba mal allí, lo que hacía que todas las personas a las que quería murieran, era ella. Llegó a la conclusión de que portaba algún tipo de maldición.
Y huyó a París, dónde cambió su apellido por "Rainy" y decidió centrarse en su arte y asegurarse de que nunca volví a sentirse cercana a nadie. Se volvió una persona introvertida y hasta antisocial, huidiza y callada.
El tercer suceso ocurrió ya en París, cuando la joven tenía ya su propio estudio de arte que consiguió gracias al dinero que tomo “prestado” de su padre, al que había llegado a odiar, culpándolo en parte de la muerte de su hermana.
Por aquella época se dedicaba sobre todo a los retratos por encargo.
Algún día de 1793, trabajando ella en su estudio, un apuesto hombre joven entró a pedirle un retrato. Ophelia accedió de buen grado ya que pintar un rostro tan bello era todo un reto en el que poner a prueba sus dotes artísticas. Y empezó de inmediato.
El primer intento, como siempre, no le gustó. No captaba por completo toda la belleza de aquel joven. Lo intentó una segunda vez, y una tercera, y una cuarta…
Pasaron los meses y Ophelia se sentía derrotada, pero a la vez llena de energía por la emoción de haber encontrado un reto a su medida. Sin embargo, el reto la sobrepasaba. Era imposible retratar una belleza como aquella, imposible capturar la esencia de esa belleza sobrenatural.
Aquel hombre no podía ser humano.
Al cabo de un año, el atractivo caballero no volvió al estudio.
Ese fue el único encargo que la joven Ophelia no fue capaz de llevar a cabo. Y ese hermoso rostro aún la atormenta en sueños, lo intenta pintar a veces, en vano.
Se ha convertido en su obsesión y ahora que han pasado los años necesita encontrarlo de nuevo para intentar pintarlo una vez más. Su mayor meta en la vida es terminar el encargo.
-Datos Extras:
-El extraño que le encargó el cuadro era, en efecto, un vampiro. Pero ella ignoraba que existieran.
-Ophelia es muy católica, a su pesar, ya que detesta la iglesia y sus leyes, pero no puede evitar creer. Y va a confesarse muy a menudo.
-Posee una voz excepcional, dulce y cristalina, que su hermana Agathe admiraba enormemente. Tras su muerte no volvió a cantar.
-Tiene cierta obsesión con los gatos negros, ni ella entiende por qué. Se siente identificada con ellos.
-A pesar de ser tan creyente, no tiene problemas en creer que pueden existir los seres sobrenaturales. Está abierta a todo.
-Edad: 26 años
-Especie: humana, de momento
- Tipo y Nivel Social: clase alta
-Lugar de Origen: Noruega
-Descripcion Fisica:
-Descripcion Psicologica: La mayor parte del tiempo permanece escalofriantemente serena, casi da la sensación de que nada pudiera alterarla. Pero lo cierto es que cuando algo la perturba se vuelve completamente histérica, hasta el punto de parecer una demente. Y es que Ophelia carece de paciencia. Tanto para las personas como para su trabajo, lo que ha provocado que eche más de un cuadro al fuego.
Cuando se enfada, es un ser irracional y sumamente vengativa, incluso cruel.
Odia los lobos, a pesar de que son criaturas de gran belleza, los odia. Nunca duerme bien, las imágenes de su pasado la atormentan cada noche, entremezclándose, torturándola. Es muy cambiante: puede ser amable y al momento pasar a escupirte. En general, no le gusta estar con gente. No es que no le guste la gente, es una vieja costumbre que se niega a cambiar. Tiene miedo a querer a nadie, por si este pudiera morir, tiene miedo al dolor. Al emocional, no al físico.
Además, cuando se le hacen preguntas personales o de su pasado, huye sin mediar palabra. Es una persona, ante todo, extravagante.
-Historia: Nació en Noruega, en el seno de una familia de clase alta que eran, ante todo, pura fachada. Los Van Eidem estaba en declive, que aún teniendo mucho, no eran nada comparado con lo que fue la familia años atrás, se iban hundiendo lentamente. Pero la pequeña Ophelia, en su más tierna infancia, esto ni lo entendía ni le importaba.
Sólo tres sucesos la marcaron en lo más profundo de su alma, y para siempre:
Corría el año 1780, cuando Ophelia sólo contaba con seis años, conoció a una niña de su edad llamada Christiane, hija de unos amigos de sus padres. Se hicieron inseparables casi enseguida, y pasaban las horas jugando en el bosque a que perseguían hadas.
A los siete u ocho años, Christiane, a pesar de su juventud, tenía muy claro que quería ser bailarina de ballet, y Ophelia, que ya había despertado el interés casi enfermizo por el arte, se dedicaba a pintarla con el maillot y el tutú. Incluso se metía en las clases de danza a las que ella no asistía para simplemente pintarla mientras bailaba. La adoraba.
Pero una tarde de 1783, jugando las dos en el bosque, como siempre, se adentraron demasiado y les cayó la noche sin que les diera tiempo a volver a sus casas, o al menos a la mansión Van Eidem, que era la más cercana al bosque.
Se oían ruidos entre los arbustos, sonidos de hojas secas al ser pisadas y en las ramas el ulular de los búhos. Ophelia quería aparentar que no tenía miedo para tranquilizar a su amiga, pero Christiane no para de temblar y mirar a todas partes con los ojos llorosos.
"No estamos solas", insistía la joven de rizos pelirrojos, "nos siguen... nos están siguiendo", gemía aferrándose al brazo de su amiga.
De pronto se oyó un aullido a sus espaldas y Christiane salió corriendo, seguida de Ophelia que no conseguía alcanzar a la pelirroja de ágiles pies de bailarina. Unos segundos después, ya no la veía entre los árboles.
La llamó a gritos pues ya no se distinguía nada entre la densa oscuridad. Sólo la luna llena aportaba un poco de luz blanquecina que ni siquiera conseguía penetrar en la densidad de los árboles del bosque nórdico. Otro aullido, pero esta vez estaba sola, y tenía miedo, mucho miedo.
A penas había conseguido que sus piernas la obedecieran para seguir corriendo cuando escuchó un chillido de niña que bañó todo el bosque. Siguió corriendo, ahora en dirección a la fuente de aquel grito, y lo que halló le congeló la sangre y se grabó permanentemente en su retina.
Un lobo de tamaño anormalmente grande estaba devorando a su joven amiga, que ya había dejado de moverse.
El baño de sangre la dejó inmóvil, ya tenía claro que su destino iba a ser el mismo. Sin embargo, algo estalló en su interior y le dio unas fuerzas desconocidas que la empujaron a salir corriendo de nuevo, aprovechando que el lobo estaba ocupado y, milagrosamente, logó salir del bosque y llegar a su casa sana y salva. Dos días después el grupo de rastreo que había proporcionado el padre de Christiane encontró los restos de la pequeña, que apenas constaban de unos huesos y tiras de tela que pertenecían a un ensangrentado vestido de ballet.
Después del funeral, la joven Ophelia tardó varios meses en poder levantarse de la cama. Toda su familia decía que era cuestión de tiempo y no intentaban ni hablar con ella, su madre se limitaba a llevarle comida que la mayoría de las veces ella ni probaba. La única que se interesó por ella fue su hermana mayor, que la ayudó a levantarse de nuevo.
El segundo suceso ocurrió en 1786, cuando nuestra protagonista ya tenía doce años y ya era consciente de la situación de su familia. Aun así la familia Van Eidem tenía muchos secretos, tratos y planes que a ella se le ocultaban.
Llegó a la conclusión de que algo andaba mal cuando vio que su hermana mayor, Agathe, la que tanto la había ayudado, estaba más pálida y apenas comía.
Un día, harta de tanto secretismo le preguntó que ocurría y tras unos instantes de silencio le reveló que su padre le había procurado un matrimonio de conveniencia con un hombre mayor. A Ophelia no le sonó tan mal, y confusa, quiso saber que era exactamente lo que no le gustaba de eso. Agathe se limitó a sonreír con tristeza y le confesó que aquel hombre era un hombre malo que no la quería más que para hacerle daño. Ophelia, horrorizada se abrazó a su hermana y le dijo que no la iba a dejar marchar. Su hermana volvió a sonreír, melancólica y le aseguró que no se iría. Ophelia se quedó más o menos tranquila, pero unos días más tarde ocurrió lo que nadie esperaba.
Paseando por el río en busca de inspiración para un cuadro, encontró flotando algo que parecía un montón de ropa. Al acercarse con curiosidad, descubrió una nueva puñalada del destino, el cadáver de su hermana Agathe.
Días después informaron a la familia a que todo apuntaba a un suicidio.
Ophelia volvió a encerrarse en su habitación, pero ésta vez nadie iba a ayudarla a levantarse. Tuvo que hacerlo ella misma, seis o siete meses más tarde. Pero ya no era la misma niña, el dolor había hecho mella en ella, transformándola en una chica solitaria y melancólica que no quería ningún trato con nadie.
Se limitaba a pintar y a asistir a alguna que otra clase de canto, idiomas y equitación.
La vida seguía e incluso le trajo un nuevo hermanito, Edvin.
Sin embargo, cuando el pequeño murió a los tres años de una enfermedad, Ophelia abandonó Noruega. Segura de que lo que andaba mal allí, lo que hacía que todas las personas a las que quería murieran, era ella. Llegó a la conclusión de que portaba algún tipo de maldición.
Y huyó a París, dónde cambió su apellido por "Rainy" y decidió centrarse en su arte y asegurarse de que nunca volví a sentirse cercana a nadie. Se volvió una persona introvertida y hasta antisocial, huidiza y callada.
El tercer suceso ocurrió ya en París, cuando la joven tenía ya su propio estudio de arte que consiguió gracias al dinero que tomo “prestado” de su padre, al que había llegado a odiar, culpándolo en parte de la muerte de su hermana.
Por aquella época se dedicaba sobre todo a los retratos por encargo.
Algún día de 1793, trabajando ella en su estudio, un apuesto hombre joven entró a pedirle un retrato. Ophelia accedió de buen grado ya que pintar un rostro tan bello era todo un reto en el que poner a prueba sus dotes artísticas. Y empezó de inmediato.
El primer intento, como siempre, no le gustó. No captaba por completo toda la belleza de aquel joven. Lo intentó una segunda vez, y una tercera, y una cuarta…
Pasaron los meses y Ophelia se sentía derrotada, pero a la vez llena de energía por la emoción de haber encontrado un reto a su medida. Sin embargo, el reto la sobrepasaba. Era imposible retratar una belleza como aquella, imposible capturar la esencia de esa belleza sobrenatural.
Aquel hombre no podía ser humano.
Al cabo de un año, el atractivo caballero no volvió al estudio.
Ese fue el único encargo que la joven Ophelia no fue capaz de llevar a cabo. Y ese hermoso rostro aún la atormenta en sueños, lo intenta pintar a veces, en vano.
Se ha convertido en su obsesión y ahora que han pasado los años necesita encontrarlo de nuevo para intentar pintarlo una vez más. Su mayor meta en la vida es terminar el encargo.
-Datos Extras:
-El extraño que le encargó el cuadro era, en efecto, un vampiro. Pero ella ignoraba que existieran.
-Ophelia es muy católica, a su pesar, ya que detesta la iglesia y sus leyes, pero no puede evitar creer. Y va a confesarse muy a menudo.
-Posee una voz excepcional, dulce y cristalina, que su hermana Agathe admiraba enormemente. Tras su muerte no volvió a cantar.
-Tiene cierta obsesión con los gatos negros, ni ella entiende por qué. Se siente identificada con ellos.
-A pesar de ser tan creyente, no tiene problemas en creer que pueden existir los seres sobrenaturales. Está abierta a todo.
Última edición por Lady Rain el Jue Ago 26, 2010 10:35 am, editado 6 veces
Lady Rain- Humano Clase Alta
- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 13/07/2010
Edad : 31
Localización : París
Re: Ophelia "Rainy" Van Eidem
Cuando termines tu ficha por favor postea avisando aqui para que alguien venga y apruebe tu ficha y te de color y rango, gracias
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
- Mensajes : 10717
Fecha de inscripción : 11/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Ophelia "Rainy" Van Eidem
Listo! :3 En cuanto me la aceptéis puedo empezar a rolear, no? ^^
Lady Rain- Humano Clase Alta
- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 13/07/2010
Edad : 31
Localización : París
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