Damn good luck [Privado]

por **Dmitry Romanov** Miér Jun 13, 2012 10:18 am

El ruido era parte de las grandes ciudades, Paris era una de ella, uno de esos lugares en donde era imposible tratar de contar a la gente de la calle porque todos se arremolinaban sobre la banqueta como un montón de pequeñas hormigas saliendo del hormiguero, durante el día Dmitry debía confiar en la rapidez de sus pies para que le guiaran a en sus andadas sin ser atropellado por cualquiera de los transeúntes que en su caminar presuroso no volteaban a ver que o a quien llegaban a perjudicar. Tal vez las cosas ahí en parís eran un poco parecidas a lo que le describió su padre de San Petersburgo, sin embargo el jamás fue la capital de su propio país, siendo criado en una pequeña península lo único que conocía era la vida provinciana del que según sus expectativas jamás saldría.

Lo suyo no era el movimiento masivo, a él le gustaba sentarse un rato y mirar el cielo llenarse de luz para después ennegrecerse por la llegada de la noche, le gustaba escuchar a los grillos cantar y el sonido del mirlo en su ventana, a él le gustaba mirar el proceso de las flores cuando maduraban hasta abrir sus pétalos o mirar a l rio correr, en pocas palabras, él era de esas persona que disfrutaban haciendo nada y a la vez mucho sin preocuparse del ayer el hoy o el mañana.

Siendo de una clase social menos agraciada que la mayoría él no tenía derecho a dedicarse a la vagancia igual que los nobles o la gente que simplemente destilaba dinero desde su primera respiración, sin embargo se las arreglaba haciendo el nada que tanto le gustaba y sobreviviendo, Dmitry no creía en la suerte como la mayoría de las personas de su tierra, sin embargo siempre le dijeron que tenía buena estrella, ya que no importaba que adversidad se le presentara, esta se resolvía sola sí que él se decidiese a mover un dedo para solucionarlo.

Hacia unos meses había llegado ahí como un esclavo más, sin embargo de repente y por arte de magia fue puesto en libertad por un hombre al que una vez le invito una copa, él no era de los que tenían accidentes pues parecía que su propio instinto de supervivencia los evitaba a toda costa, además aun cuando no tenía nunca nada que pudiese llamar suyo siempre había personas ofreciéndole un mejor porvenir, sin buscarlo encontró un trabajo donde alguien quien le aventó un limón le recomendó y entro fácilmente a laborar, lo mejor era que ni siquiera se trataba de un peón el aquella vieja casa, él lo único que hacía era hablar y le pagaban por ello.

- Fui desalojador en una taberna saben??-Dijo recargado de una pared mientras ladeaba su inexpresivo rostro con una calma muy propia de su persona, suspiro un segundo y dio vuelta a la calle justo en el momento en el que los soldados entraban en escena a recoger los cuerpos de cuatro hombres que trataron de propasarse con una pequeña que, después de que comenzaron los golpes se alejó corriendo hacia casa de su madre, el jamás fue una persona realmente fuerte pero tenía la técnica suficiente como para encargarse de algunas cuantas personas a la vez- Ahhh demonios…-suspiro cuando los soldados comenzaron a armar alboroto a sus espaldas y siguió andando como si nada dejando atrás a la muchedumbre que se estaba armando alrededor de la calle

por **Tabatha Marwick** Miér Jun 13, 2012 8:11 pm

Había decidido dejar la mansión de Lance tras su espalda, avanzaba con tranquilidad, como quien no añora seguir ni regresar. Aquel, como todos los días de los últimos años, su rostro se veía opacado por el sentimiento de descontento que el azar y la vida habían conseguido avivar. Arrojada al negro mundo cuando todo lo que llegaba a conocer con anterioridad era producto de una burbuja en que su familia se había esmerado en mantener, donde no existiría el dolor, la tristeza o soledad. A veces, más no ese día, se maldecía por no haber saltado al río, un monstruo yacería mejor en el fondo rocoso que en las calles de París, intentando confundirse con el resto de las personas que avanzaban de aquí a allá arrebujándose en puntos poco estratégicos del empedrado. Bastaba con ladear el hombro para pasar entre la multitud, un paseo sin ningún fin en particular más, el de saberse sola aun en compañía de tantos.

Observo la escena con extraña cercanía, a punto había estado de intervenir cuando los soldados con sus estandartes sobre el pecho, exhibiéndolos como si fuesen mejor por ello, habían repartido golpes y patadas por doquier. La sorpresa de verse arrinconada contra la pared rugosa de un puesto cerrado por uno de los hombres en su intento errado de escapar dibujo sobre sus labios una estrecha “o” seguida de un bufido de indignación. Y si hubiese sido una dama convencional hubiese aguardado a ser rescatada por algún gallardo espadachín que había dejado a su corcel calle abajo al presenciar con sus melosos orbes la injusticia que frente a él tenía lugar, la prostitución misma de los valores que todo hombre debía poseer por haber nacido viril. Habría ruborizado y, entregándole su muestra más expresa de gratitud hubiese marchado con él a no sabía cual hermoso lugar, amparados bajo la protección de un cielo estrellado. Eso, si hubiese sido una dama convencional.

Bajo la mirada encontrándose con sus nudillos ensangrentados y al hombre que antes la asfixiaba contra la pared postrado ante sus pies, con ambas manos envolviendo su rostro y una maraña de injurias y blasfemias mandando de entre sus dedos –Oh por Dios- susurró con el rostro asombrado. Y, a diferencia de lo que la gente pudiese creer, no era la sorpresa con la que una mujer debía encontrarse al haber golpeado a un hombre sino la sorpresa de comprender que en efecto, se sentía bien con la acción. La vertiginosa manera en que el hombre se había levantado la tomó por sorpresa, su rostro iracundo frente al propio no fue lo que más la sorprendió, ni tampoco los ríos de escarlata que manaban de su nariz con rapidez, estaba acostumbrada a la sangre más de lo que le hubiese gustado aceptar. La presión sobre su cuello, fue lo que le sorprendió. Sus dedos apretando sin recato alguno su tráquea, obligando a la carne a ceder –Suéltame- y no había sido ninguna suplica.

Quizás lo que había hecho vacilar al hombre había sido el ver en sus pupilas al demonio mismo reflejado, un ser que habitaba en su interior y ansiaba salir tanto como ella ansiaba deshacerse de él. Para su desgracia había llegado a comprender que no podía seguir viviendo sin aquella parte animal, y si el hombre lo había adivinado en sus ojos o no era algo que jamás llegaría a comprender. Unas manos ajenas alejaron al hombre de ella, algún santo debía estarlo cuidando pues de haber permanecido un segundo más constipando su cuello habría terminado optando por algo menos civilizado. Justicia del pueblo por el pueblo. Sobo su amoratado cuello alzando la mirada, encontrándose con un gentío que observaban desconcertados. A lo mejor, hacer lo que hubiese hecho cualquier otra mujer habría sido la mejor opción.

por **Dmitry Romanov** Mar Jul 03, 2012 11:54 pm

El ayudar era un acto que le poseía cada vez que miraba los problemas de los demás, sin embargo no siempre se dejaba dominar por el impulso pues un nombre sabe perfectamente cuando puede o no librar una batalla, sin embargo Dmitry sabía que el destino nunca le ponía adelante piedras demasiado grandes pues solía la mayoría del tiempo saltarlas sin darse cuenta. El tiempo era quien mandaba en sus andares pues dependiendo de cómo se le presentase era hacia donde se dirigía, a veces su alma errante llegaba a sentirse justo como los fantasmas de la noche, sin vida y sin carne ni sangre, andaba por parís añorando el recuerdo del frio colarse por su piel mientras la nieve acariciaba su rostro enrojeciéndolo con el frio del hielo, recuerdos vividos que aparecían cada noche haciéndole añorar aquella tierra infértil durante el invierno lo perseguían a menudo pero él no era una persona que se dejase envolver fácilmente por los anhelos de corazón, no es que fuese insensible pero si era muy metódico en cualquier cosa que hacía, entre lo visceral y lo cerebral el tendía a la segunda.

Sus pies se detuvieron cuando ya se encontraba considerablemente lejos y rebuscando en sus gastados pantalones se encontró con una sorpresa poco grata, había de3jado atrás algo que no recordaba con exactitud que era pues sus recuerdos durante y después de alguna pelea siempre se volvían un poco difusos. Brillante y de un color opaco se trataba de un viejo crucifijo oxidado que le había dejado anastajisia antes de lanzarse a nadar en el lago, aquel día lejano de invierno en que la novia trágica comenzó su historian en Rusia, suspiro atesorando el recuerdo y girándose sobre sus talones alcanzo a ver una escena desarrollada como en una función de teatro, la mordacidad de la violencia le confundió cuando observo a la joven parecer menos víctima y más victimario, el jamás presenciaba desde lejos cuando se trataba de mujeres pues muy a su pesar su madre le había inculcado algunos valores de los cuales muchos le habría gustado no tener, pues solían meterle en asuntos innecesarios para su apacible vida.

- Hey!!!!-dijo alzando la voz pero la escena mitigo su propio ánimo, deseaba ver con sus propios ojos como la ley del más fuerte terminaba por torcer a aquellos, que tomado prestada la fuerza de alguien más trataban de doblegar a los espíritus libres, y con libres no se refería a el mismo pues él se encontraba atado de pies y manos ante cualquier movimiento hecho por voluntad propia, su pobreza significaba su libertad y esclavitud pues por una parte le liberaba de los bienes materiales que tanto aquejan a la sociedad mientras al mismo tiempo le volvían esclavo del oro y las riquezas aun si poseerlos el mismoSuspiro negando con la cabeza cuando la multitud se volvió mayor alrededor de la muchacha, la ley del más fuerte no los apoyaba a ellos pero las leyes sociales si y no deseaba meterse en ningún lio o dejar que nadie más lo hiciese, al menos no ese día, suspiro nuevamente pensando en cuanto tiempo de vida había perdido repitiendo aquella acción dos veces por día observando a la muchacha detenidamente

- Estas bien?? Todos te miran-Dmitry era un chico pobre poco convencional pues era más cuadrado que la forma misma, sus pensamientos se encontraba completamente limitados por cuatro líneas acomodadas perpendicularmente entre su con cuatro vértices en la forma, en pocas palabras no era de las personas que consideraban el liberalismo como una forma de vida pero no se quejaba- Estas bien?-pregunto más por cortesía que por otra cosa pues la muchacha parecía completamente sana y salva, Dmitry de repente se sentía estúpido preguntando pero la lengua funcionaba por si sola cuando se ponía de acuerdo con sus cuerdas vocales así que intentar detenerlas era prácticamente imposible

por **Tabatha Marwick** Jue Ago 30, 2012 5:01 pm

Su atención se centro en un solo joven que comenzaba a hablar con cuestionamientos que parecían contestarse por sí mismos. Observó en derredor comprobando por nueva cuenta que, en efecto, una muchedumbre entorno suyo barbullaban unos con otros observándola sin intensión alguna de ser disimulados y observaban ahora al joven que por decisión propia se había puesto justo al centro del espectáculo ahora terminado, y no por ello parecía resultar menos interesante a los transeúntes – Estoy bien- aseguro en voz baja escondiendo una sonrisilla que amenazaba con darse a conocer – Todos te miran- repitió, abriéndose paso entre la gente que se hacía a un lado como quien se aleja de un leproso. Al parecer, el joven hombre no se percataba de las miradas indiscretas que se abalanzaban sobre el por igual.

Y aun mientras avanzaba la mirada de los curiosos la seguían haciéndole sentir insegura, como si pudiesen observar todo aquello que bajo su sereno semblante se escondía, temerían entonces de ella como quien teme a la misma muerte. Inspiro profundamente con la responsabilidad de sus actos sobre los hombros, quizás debería haber permitido a un hombre hacer la labor de violencia, un grito desesperado hubiese sido mejor visto que un puño femenino sobre el rostro de un hombre ¿Qué tan sorprendido estaban todos de la sangre que manaba de la nariz del desgraciado? La misma que permanecía aun sobre sus nudillos adhiriéndose a su piel, cambiando de tonalidad por una menos escarlata y más marrón. Como las heridas que tenía que soportar cada luna llena en un encierro que salvaba vidas y costaba su libertad. No se quejaba, lo odiaba.

Los dedos del hombre comenzaron a marcarse sobre su cuello, líneas moradas que dibujaban una mano de buen tamaño, una que rodeo su tráquea sin mayor esfuerzo. ¿Qué hacía antes de encontrarse con aquella escena? Caminaba lejos de la casa de Lance, de aquel hogar y encierro para por una vez cada cuanto saberse poseedora de una parte de su libertad. Miro por encima de su hombro para asegurarse que el joven que se había precipitado a cuestionar no siguiera aun con ella ¿Cuántas otras obvias preguntas tenia por hacer? Y se encontró de pronto cayendo en cuenta que, su compañía no le molestaba. Supliendo la soledad, se le antojaba.

- ¿Cuál es tu nombre?- la cuestión afloro con suavidad, una que iba en contraste con el golpe profesado a aquel osco hombro más no lo podía evitar una parte de ella ya no era una dama, ni siquiera una persona. Un ser que se rebajaba a los instintos más primordiales de los animales, aquellos que se esmeraba en detener pues se esparcían como plaga en su diario actuar. Miro de soslayo sus brazos, la tela cubriéndolos a la perfección – Pero que grosera, no te e dado las gracias - ¿Una burla? No lo supo con exactitud. Quizás una muestra franca de agradecimiento que intento disimular aunque para alguien más seria imposible comprender si se trataba de una o de otra.

{Lamento la demora! No hay perdón de Dios}

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