La vida es la muerte segura [Alyss]

El frío aire nocturno se abría paso entre la niebla que cubría cada metro cuadrado. La hierba fresca denotaba la lluvia que había caído aquella tarde y aún humedecía el ambiente silencioso.
Una figura poco elegante se escurría con rapidez entre las tumbas, buscando entre ellas con algo de disimulo. Apenas podia verse una silueta vestida con traje, aunque sus andares poco masculinos eran, no hubiera llamado la atención a simple vista sino fuera por el nerviosismo que inundaba a la chica a cada paso que daba.
Realmente, si la joven se llegaba a preguntar el por qué de hallarse en ese cementerio a esas horas, tendría una respuesta que no contentaría a alguien racional. Sin embargo, Alyss sabía muy bien que su propósito era tan importante como para fugarse y deambular por el cementerio a esas horas.
- Malloire... -susurró fijando sus ojos en busca del nombre. Movía los dedos con algo de impaciencia contra las finas telas del pantalón. Si alguien la descubría.... bueno, eso no iba a pasar.
Alyss, sólo tienes que encontrar la tumba y coger la pulsera, se recordó mientras tragaba saliva y se detenía con cualquier sonido sospechoso. No era tan difícil, al menos eso quería hacerse creer, pero los nervios la invadían de pies a cabeza cada vez que recordaba lo que le estaba pasando. Casi la descubren.
Debía reconocer que las ropas masculinas, aparte de cómodas y prácticas, le iban a facilitar las cosas si se trataba de huir. ¿Huir como en aquel momento?
La joven se quedó inmóvil al ver una segunda sombra entre la niebla, pero el efecto duró apenas unos segundos antes de que expirara el aire y se escondiera tras una de las estatuas angelicales. Algo irónico, pensó Alyss.
Se asomó para echar un vistazo al hombre, quizá tendría que esperar a que éste siguiera su paseo.
- Vamos, vamos... no tengo toda la noche..- murmuró, intentando apresurar a la figura. Sabía que no podía quedarse demasiado tiempo, más allá de que los cementerios no eran de su agrado; demasiada energía cargada y negativa. Era tan apestoso que la chica casi podía palpar la espesa y densa carga que inundaba el aire. No tenía mucho tiempo, se repitió.
Deslizó la manga de su chaqueta hasta volver a contemplar las ramificaciones de azul que se expandían por la nívea piel de su muñeca izquierda, suficiente para distraer su atención del gato oscuro que se le acercó, curioso de la chica que se encogía bajo la inmensa escultura. Alyss se asustó, emitiendo un grito por los nervios que llevaba a flor de piel, y acto seguido se cubrió la boca.
El felino siguió mirándola con sus ojos amarillentos, y luego se volvió hacia la figura ella había estado observando, sin moverse.

El gato había descubierto su paradero al desconocido. Alyss, por un momento, dudó de su afable actitud hacia los animales, dirigiendo una fugaz mirada de rencor al felino que se había restregado contra sus piernas y se dirigía al extraño.
- No me oculto - respondió la joven, sin conseguir acallar el orgullo. En realidad sabía bien manejar a los demás, ya lo había hecho un par de veces en los que se había metido en un buen lío, pero era una habilidad que sólo utilizaba en caso extremo.
La joven se puso en pie, apretando los labios mientras el caballero comentaba su sospechosa situación. Pasara lo que pasara, ese hombre no debía saber quién era... si alguien de la alta sociedad la descubría vestida de esa manera y en las circunstancias que bien había descrito él, sin duda sería algo desastroso. Ya había tenido bastante revuelo.
La voz que le hablaba tomó imagen cuando la figura, entre la niebla, rodeó la estatua y se situó frente a ella. Alyss miró al joven, intentando mantenerse serena y pensar una excusa que pudiera contestar a sus entrometidas preguntas.
"En realidad, no creo que sea de su incumbencia" si, eso pensaba decir, pero sus labios se quedaron sellados, reacios a hablar cuando él la fulminó de la misma manera que solía hacerlo ella. No tuvo miedo, era más bien otro tipo de sensación... familiar. La joven afiló los ojos, no era la única sospechosa.
- Sin duda, su compañía sería más entretenida en este lugar- comentó ella, sonriendo cínica al notar la gracia en la frase de él.
Era mejor a cualquier borracho o espíritu que rondara por ahí, aunque tenía serias dudas de que el caballero estuviera del todo sobrio, por otro lado, podría ser un cazador o inquisidor... vamos, ¿dos en una semana? Debía tener una mala racha si era así, en Londres nunca había visto uno, pero no sería tan sospechoso ver uno por esos lares. Había muchos más seres, y no menos peligrosos.
La joven, ya con más control de sí misma, volvió a buscar el nombre de su abuela entre las tumbas cercanas.
- Estoy intentando encontrar la tumba de un familiar- dijo ella, quitándose el molesto gorro masculino que había cogido prestado de un criado de la casa para ocultar su espesa cabellera. Ya no tenía mucho sentido mantener la apariencia delante del joven, así que dejó de mantener el paso imitativo y caminó con ligereza.
Ayuda. No sonaba mal, tardaría menos y no llegaría a congelarse de frío.
- Si le place, aceptaré su ofrecimiento - accedió sin quitar ojo a las lápidas mientras el felino saltaba al suelo y los seguía.- Busco a Malloire Bourgeois, tengo que encontrarla... tiene que estar por aquí - aseguró más para ella que para el hombre. Recordaba de niña haber visitado el panteón de la familia, una inmensa estructura que carecía de símbolos cristianos.
Llevó una de sus manos a la muñeca, tensando la mandíbula para aguantar; el dolor se expandía con rapidez por su piel, devorándola como veneno.
- ¿ Y usted? ¿Qué trae a un caballero a estas horas a un lugar tan muerto? ¿No tendría que estar bebiendo? - preguntó con osadía inocente, ignorando los comentarios que delataban que su situación era aun más extraña.

- Muchas veces las apariencias engañan, señor- contestó ella, con doble sentido. Era increíble lo testaruda que podía llegar a ser con según quienes sujetos, pero inevitablemente, los hombres solían ser los que se llevaban todo ese comportamiento. No podía evitarlo, sus palabras saltaban antes de poder controlarlas, pero tenía claro que tenía que aprender a domar su lengua si quería controlar la situación cuando estuviera en peligro.

La joven prosiguió con su búsqueda, algunas veces teniendo que apartar las enredaderas que cubrían los nombres. Pensándolo mejor, no creía que la tumba de los Bourgeois, familia materna, estuviera descuidada. Su abuela había decidido ser enterrada lejos del panteón Dómine, la familia con la que Camille se había posicionado en un estatus muy elevado.
- Ah, por aquí - anunció en bajo, mirándolo un momento antes de identificar un camino de violetas. Eran las flores de su abuela, de eso se acordaba en los fugaces flashes que pasaban por su mente. Se dedicó a seguir el camino que se adentraba entre unos árboles, alejándose del terreno.
Tenía que ser por ahí.
- Tengo algo que conseguir, es importante. No puedo dejar que alguien más de mi familia sepa que voy al panteón, no me lo perdonarían. Digamos que... mi abuela no es muy querida por la nueva familia de mi tía - respondió ella, sabiendo que no sería tan fácil entrar. El odio de Malloire hacia los Dómine dejaba sin dudas de que se aseguraría de que su lugar de reposo eterno sólo podría ser visitado por algunos.
- ¿Sonreir más que en toda su vida a causa de la bebida no es un poco depresivo? En cualquier caso, raro es el caso de un hombre que no tiene esas costumbres - comentó la pelirroja, alzando una ceja cuando dirigió una mueca al joven de refinado aspecto.
Alyss tenía la inocente concepción de que la felicidad era algo fácil de conseguir cuando te lo proponías, sólo debías disfrutar de cada detalle que te rodeaba. Naturalmente, no era tan sencillo, había nacido en una familia muy adinerada, feliz, pero esa felicidad pendía de un hilo fabricado con secretos y mentiras. No era agradable, pero cada uno debía de aguantar lo que le había tocado.

No tardaron en vislumbrar una estructura de columnas que bordeaban en óvalo el pequeño panteón que cubrían las miles de violetas. La luz lunar daba un ambiente misterioso a la escena en la que los árboles custodiaban esa construcción como si fueran a abalanzarse para protegerlo incluso del cielo.
Muy romántico, pensó Alyss sin sorpresa. Aspiró el intenso olor a flores y hierba fresca, pero no se permitió perder mucho más el tiempo en admirar el entorno, dirigiéndose a la puerta mientras escuchaba a su acompañante.
Leyó "Bourgeois" en la parte superior del portal.
- Así que tampoco es de aquí - contestó ella sin mucha concentración, ya que intentaba abrir la puerta cerrada. Tiró de ella, viendo que la cerradura se vencía por el óxido, siguió tirando e inclinando su cuerpo hacia atrás, pero viendo la inflexible actitud de la puerta la soltó.
Suspiró, colocándose las manos en las caderas con cierto enojo. Una simple puerta no iba a poder con ella.
Llevó sus manos a sus cabellos hasta encontrar una horquilla y se agachó para intentar abrir el candado con ella.
- Puedo acompañarle si espera a que termine con esto - ya casi estaba, notaba el "clic" de dentro. Quizá un poco más a la izquierda..- Aun así, es un poco extraño ver a alguien como usted aquí a estas horas. Hay mejores lugares por los que pasear y...éste no es muy recomendable de noche, se lo aseguro- era cómico que la joven le estuviera advirtiendo a un hombre de lo que no debía hacer como si invirtiera los papeles.
El candado cayó al suelo y la puerta hizo un crujido cuando ella empujó ligeramente el pesado portón. Tosió, había mucho polvo removido cuando la escasa luz nocturna invadió apenas unos metros del interior de la tumba.

Alyss había adquirido una actitud bastante cautelosa, en sus ojos se podía ver que estaba esperando a que pasara algo en cualquier momento, cuando menos se lo esperaba.
- Parece que tenemos puntos en común - comentó ella ante la previsora y cuidadosa concepción de él ante la bebida. Nada mejor que tener el control de uno mismo en toda circunstancia. Sabía bien lo que significaba mantener vigilada su propia espalda todo el tiempo.
La joven rió ligeramente.
- Diría algo más que disputas.. - contestó, sin reparar mucho en el felino que se colaba entre las sombras a inspeccionar con curiosidad. Ella dejó la frase en el aire, antes de girarse un poco hacia él- ¿ Cree en los fantasmas, señor? - preguntó con inocente neutralidad antes de adentrarse en el panteón como respuesta a la cuestión de él, pisando con cuidado las piedras que había bajo sus botas.
Alyss se dedicó a buscar en la pared alguna antorcha, seguramente habría una por ahí cerca de la entrada.
- Comprendo lo que dice, pero las cosas cambian - notó una estructura metálica que salía del muro. Sus manos treparon hasta aferrar una antorcha apagada y la bajó para encenderla con una cerilla e iluminar mejor la sala interior en la que se encontraba. Miró hacia el joven, distinguiendo por primera vez con definición su rostro. Era más joven de lo que creyó al oír su grave voz.
- Necesito que me ayude - solicitó mientras se colocaba en el centro de la estancia y le tendía la antorcha. El gato seguía impasible, escrutando los rincones de la sala. Había signos desgastados en las piedras que levantaban el panteón, cualquiera pensaría que serían adornos ilegibles; para los que eran brujos, aquello era una orden de alejamiento a cualquiera que no fuera de su raza. Pero con un poco de suerte, algún símbolo se habría borrado... por eso seguiría ese hombre en el interior de la tumba, ¿No?
La pequeña figura de la chica se dispuso a buscar en el suelo algo que a simple vista no era más que un símbolo más. Alyss miró al felino cuando éste se detuvo elegantemente sobre una piedra distinguida por tres triángulos. Era la entrada.
- ¿ De dónde viene usted? Si puede saberse.. - quizá hubiera sido mejor empezar por su nombre, pero ya que ella no deseaba aun decir el propio, era más fácil hacer preguntas secundarias. No tardó en llegar junto al gato y sacar la piedra de su lugar, encontrando unas llaves oxidadas con más símbolos colgando.

- Es cierto, pero muchas veces esos puntos en común no son suficientes como para ignorar los disonantes- comentó la chica sin mirar más que las llaves que sostenía.
Vamos... ¿Dónde debían encajar esas llaves? No tenía tiempo de quebraderos de cabeza, necesitaba llegar a la biblioteca de su abuela. Sabía que había enterrado sus libros consigo en alguna parte de ese lugar y, a juzgar por el tamaño de la estructura, estaría bajo tierra, no muy lejos de la sala del ataúd. No se imaginaba que hubiera decidido "reposar" rodeada de sus libros; Malloire era muy refinada en ese sentido, no habría reparado en hacer saber el disgusto que le daba que su preciada biblioteca oliera a muerto.
Alyss siguió escuchando al muchacho mientras aceptaba la mano tendida y se levantaba, registrando cada símbolo que había en la estancia. Alguno debía ser la clave para descubrir algún pasadizo que descendiera, pero dudaba de que todas esas llaves fueran destinadas a ese lugar.
- Escocés - repitió la joven con algo de asombro en su rostro. No esperaba encontrar a alguien que no fuera francés, con todo el agobio que había tenido hasta entonces, había llegado a sentir que más allá de Francia se acababa el mundo del que quería salir. - Entonces podré hablar con más fluidez con usted, señor Andrew - dijo ella en su idioma, con el rostro más relajado mientras seguía su búsqueda. A pesar de controlar ambos lenguajes por igual, tenía predilección por el natal.
- Mi nombre es Alyss, y... - afiló los ojos, encontrando un símbolo en forma de espiral- no se preocupe, también fue falta mía no presentarme antes - reconoció ella antes de girarse hacia él.
- Creo que lo tengo - se precipitó rumbo al muro, bajo la espiral, y escudriñó las rendijas de los ladrillos. No le importó lastimar sus dedos, encontró uno que estaba suelto y con una sonrisa de triunfo, lo sacó para meter la llave de espiral en la cerradura del hueco.
Sorprendentemente, la puerta de ladrillos no fue difícil de mover y tras ella, un estrecho pasadizo inclinado se oscurecía hasta perderse en las profundidades.
- Aún no me ha dicho si cree en los fantasmas, señor Andrew.
La joven se adentró junto con el felino, esperando que el chico la siguiera con la luz. No estaba muy tranquila de estar a solas con el desconocido que la ayudaba, después de todo, podría ser perfectamente un cazador... no, la abuela no lo hubiera dejado entrar, era demasiado lista cuando le convenía. Debía de ser un humano más.

El pasadizo por el que ambos caminaban, se iba estrechando incómodamente, teniendo que rozar los hombros contra las paredes humedecidas. Algunas veces caían gotas del techo, causa de la profundidad. Alyss se preguntaba a cuantos metros estarían descendiendo en esos momentos justo cuando el gato terminaba de perderse en las sombras que la lumbre no llegaba a cubrir.
- También puede decirse así, parece que sabe de lo que hablo. - dijo ella, sonriendo levemente ante la descripción del muchacho que la seguía. - Parece muy seguro, ¿Ha visto alguno?- preguntó Alyss con curiosidad. Desde luego que ella había llegado a ver a su abuela mucho después de muerta, siempre que había estado allí o en la antigua casa de los Bourgeois, en Languedoc, donde se le aparecía de vez en cuando para advertirle sobre un tal Damon y su mujer Giselle. Parecía que la abuela no terminaba de aceptar que Giselle fuera parte de la familia. Nunca perdonó a su marido por casarse con otra y tener otra hija que tuviera más atenciones que la madre de Alyss.
- Tengo el presentimiento de que no estamos solos - comentó ella, sintiendo que su aliento comenzaba a helarse. Esperaba equivocarse, pero dudaba de que Malloire se privara de aparecer cuando se estaban entrometiendo en su tumba, el caso era.. cúando se decidiría a hacerlo.
- ¿Ah, si?- nunca pensó que su nombre fuera realmente original, ya que casi todo el mundo decía "Alice" en lugar de pronunciarlo como tocaba. De todos modos, no sintió la vena defensiva que saltaba ante los halagos, estaba tan concentrada en lo que veían, que apenas se dio cuenta de que al parar en seco, el chico dio contra su espalda al tiempo que éste iluminaba el final del pasillo.
La joven hizo una mueca de asco.
- Por este motivo desapruebo la decoración de la casa de mi abuela - murmuró al ver una puerta que parecía emerger de la tierra, con miles de raíces que sujetaban un cuerpo momificado y retorcido. - Éste debe de ser el primo Gaspard, nunca le tuvo aprecio - comentó ella arrugando la nariz por el olor que desprendía. Bien tenía sabido el árbol genealógico por haber sufrido en vela varias noches de niñez, escuchando los quejidos de Malloire.
Con cierto asco, Alyss intentó llegar al pomo que había tras las raíces. Por suerte su mano no tuvo muchos inconvenientes en colarse por los estrechos vacíos, llegando al picaporte justo cuando la mano del muerto la sujetó de la muñeca. La joven dio un salto del susto y pronto escuchó el sonido de las ramas desenlazándose de la pared como serpientes.
- Eh...¿Señor Andrew?- llamó al girarse hacia él cuando intentaba liberarse, viendo que la horda de raíces iban hacia su dirección para amarrarlo. La chica se volvió a encarar a Gaspard, quien llevaba un símbolo triangular de dominación. Alyss no sabía demasiado de magia negra, pero lo suficiente para intuir que aquello no era bueno; alguien estaba controlando al muerto y no podía ser un fantasma, era un hechizo de vínculo, esos no eran duraderos tras la muerte del hechicero.
¿Qué podía hacer ella? No debía desenmascararse delante de Andrew, tenía que pensar en otra solución. Gaspard siguió sujetándola hasta tirar de ella para inmovilizarla, pero la chica hundió su mano libre en el bolsillo, sacando a tiempo un cuchillo que le pasó al joven que había sido enredado hasta caer al suelo y ser arrastrado en dirección a uno de los agujeros de las paredes.
Tenía la esperanza de que Andrew se libraría antes de que ella pudiera hacer lo mismo con el muerto y no poder hacer nada por su acompañante. Por otro lado, dudaba tener más fuerza que Gaspard.

Las ramas que aprisionaban al joven siguieron con su deber, luchando contra las fuerzas de Andrew para poder arrastrarlo hacia el agujero. Alyss, desesperada, sólo conseguía revolverse entre los brazos del muerto que la detenía. Por mucho que lo intentara, los lazos muertos eran cual piedra y la comenzaban a enfurecer. Alyss no tenía demasiada paciencia, hubiera comenzado a gritar al maldito fantasma de su abuela hasta que ésta decidiera aparecerse. Y no iba a ser para escuchar sus quejas sobre no entrar en criptas a la madrugada y menos con... ¿otros hechiceros?
La pequeña pelirroja descompuso su rostro cuando el joven susurró un hechizo que obligó al difunto a obedecer al brujo. La chica, aun sorprendida, tardó en reaccionar y ver el símbolo invertido que había variado su acompañante. Alyss se volvió hacia Andrew justo en el momento en el que las ramas casi le tiraban al foso, corrió hacia él y alcanzó las ropas del muchacho para tirar de él y darle tiempo a cortar con la navaja. Con un hechizo podría haberle ayudado al instante, pero su acostumbrada forma de proteger su identidad la empujaba a no utilizar magia hasta que el chico no estuviera colgando al borde del abismo. Cosa que pasaría en unos pocos metros más.
- ¡Hágalo rápido! - rugió ella entre dientes, intentando parar la fuerza con la que lo arrastraban con los pies. Pero ya no estaban solos.
Malloire había decidido presentarse justo en el momento en que su nieta conseguía a duras penas mantener al chico en el borde.
- Cuánto tiempo, Alyss - dijo ella con una radiante y siniestra sonrisa. La joven alzó los ojos sin asombro, componiendo una mueca de disgusto- Siempre tan alegre de verme. - observó ella, fijando sus ojos en el joven desconocido.
La mujer transparente, avanzó sobrevolando el foso hacia ellos. Era una dama que deslumbraba por la cantidad de elegancia y riqueza que la adornaba en su vestuario. Sus ojos divertidos también dejaban ver inteligencia y carácter por muy avejentados que estuviesen.
- Tus bienvenidas nunca fueron amigables- replicó la chica al tiempo en que Andrew conseguía cortar el resto de las ramas. Agotada, miró hacia la sonriente bruja. A esas alturas, el chico sabría que había muchas posibilidades de que ella fuera como él, pero no quería dar más señales al reciente conocido.
- No cuando decides adentrarte en mi tumba... con alguien que no es de la familia- respondió la mujer cuando fijó sus ojos en el joven- Al menos no es un cazador, pero has sido una ilusa al traerle aquí y fiarte de él.
La pelirroja sintió que se le erizaba la piel por la brote de rabia. ¿Cómo se atrevía esa mujer a decirle aquello? ¿Por qué todos intentaban sobreponerse a ella y decir siempre que sus elecciones eran erróneas sólo porque era joven o era mujer? Como si no hubiera tenido en cuenta la posibilidad de que Andrew intentara algo... pero el chico no había hecho nada, al contrario.
- Mis elecciones y consecuencias son cosa mía- respondió secamente antes de sentir una puntada en el brazo. Malloire pareció notarlo y sonrió con suficiencia. Muchas veces parecía probar a su nieta más que regañarla. Sabía que Alyss se parecía a sus años de juventud. Sin embargo, se dirigió al joven que aun estaba junto a la chica, mirándolo con cierto interés.
- Os he estado observando desde que entrasteis en el cementerio - comentó con neutralidad- no ha sido difícil ver vuestro poder. Para nosotros, que vivimos en un plano espiritual, detectar la energía que emana de los humanos es muy poco laborioso, por mucho que te protejas - Malloire estaba orgullosa en ese sentido. Vivir tenía sus limitaciones- Os dejaré avanzar si consigues convencerme de que este muchacho es de fiar. Dime quién eres, joven.