AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Un trozo de felicidad
2 participantes
Página 1 de 1.
Un trozo de felicidad
Niños, criaturas inmaculadas que cuentan con una inocencia indiscutible. Su existencia trae alegría, esperanza y muchos más sentimientos en sus progenitores que sin duda a lo largo de sus vidas buscan cuidar de los pequeños, educarlos, forjarlos para convertirse en personas de bien y así continuar un legado social que pueda llevar a la evolución tanto intelectual como cultural en todos los aspectos. Primogénitos, hermanos, niños, niñas, no importa, los críos siempre han de ser la causa de la alegría de los mayores, son las diminutas personas que con sus travesuras y ocurrencias pueden llegar a hacer sonreír a quienes quizás tienen el peor día de su vida o sencillamente necesitan ese resplandor de luz para poder recordar lo que es la felicidad; ¿pero qué pasa cuando los plebes no tienen este destino?, cuando son hijos no deseados, abandonados o quizás que han perdido a sus padres de maneras catastróficas o simplemente sin alguna clase de misericordia humana paran a una corta edad en las calles o algún pórtico.
Constaba con tan solo unos cuantos años de juventud quien huyó de su hogar para alejarse de la comodidad, los lujos y riquezas tomando un sendero de aventura, sencillez y lleno de golpes contra el muro de la realidad. Por su paso ante todas las regiones de España observó cosas que quizás a su corta edad no eran correcto de ver, pero lo hizo; si bien más de una de esas situaciones lo marcó fuertemente, ninguna como la de esos dos niños quienes a la mitad de algún camino estaban cazando para tener algo que comer, desde luego, el entonces adolescente no tuvo objeción de comprarles algo para alimentarles en un pueblo cercano más los otros niños se rehusaron a recibir la comida ya que no la querían para ellos sino para sus otros dos hermanos pequeños, casi unos bebés. Bien es recordado que la edad de los chiquillos encontrados en la vereda no era mayor a los 11 años y por ello al ver algo tan radical como un par de críos que velaban por la salud de otros dos aun más indefensos el ahora importante Aristócrata y dueño del imperio mercantil más grande de Europa ha decidido compartir un poco de su riqueza.
Su fama como cínico, elocuente con las damas y aventurado joven puede ser dejada del lado ya que en el fondo siempre respetará su propia filosofía y valores de los cuales aun con su imagen de Casanova y genio en los negocios no duda en ejercer esa labor moral cada mes, llevando alegría a las criaturas más desfavorecidas en el continente: los huérfanos.
-Es aquí…- Dice con seriedad al bajar de un carruaje cargando dos sacos enormes que contenían juguetes y ropa; sus ojos mostraban ciertamente melancolía pero también felicidad al llegar a su destino, del cual vislumbra a el ya mencionado orfanato. Vistiendo con pantalones y zapatos azabaches así como un chaleco del mismo tono que ejerce fuerza en una camisa holgada de matiz blanco que se apega a su bien trabajado cuerpo se aprecia al de cabello largo y hecho en una coleta, quien remangado hasta los codos para lucir sus brazos y con su ya característica pulsera de piel negra da un paso al frente con una sonrisa en su rostro, luciendo de bigote y mechón facial que en pronto trazan su deslumbrante porte lleno de elegancia y seguridad, la cual, lleva a tocar con su mano derecha –que portaba su argolla de plata en el dedo pulgar- la puerta del recinto, inspirado hasta el alma este caballero solo toma su cadena de oro con el Cristo en ella para darle un beso y así musitar con calma -.. El Orfanato- manteniéndose a la espera de entrar y llevar aunque sea unos instantes de felicidad para los plebes necesitados.
Constaba con tan solo unos cuantos años de juventud quien huyó de su hogar para alejarse de la comodidad, los lujos y riquezas tomando un sendero de aventura, sencillez y lleno de golpes contra el muro de la realidad. Por su paso ante todas las regiones de España observó cosas que quizás a su corta edad no eran correcto de ver, pero lo hizo; si bien más de una de esas situaciones lo marcó fuertemente, ninguna como la de esos dos niños quienes a la mitad de algún camino estaban cazando para tener algo que comer, desde luego, el entonces adolescente no tuvo objeción de comprarles algo para alimentarles en un pueblo cercano más los otros niños se rehusaron a recibir la comida ya que no la querían para ellos sino para sus otros dos hermanos pequeños, casi unos bebés. Bien es recordado que la edad de los chiquillos encontrados en la vereda no era mayor a los 11 años y por ello al ver algo tan radical como un par de críos que velaban por la salud de otros dos aun más indefensos el ahora importante Aristócrata y dueño del imperio mercantil más grande de Europa ha decidido compartir un poco de su riqueza.
Su fama como cínico, elocuente con las damas y aventurado joven puede ser dejada del lado ya que en el fondo siempre respetará su propia filosofía y valores de los cuales aun con su imagen de Casanova y genio en los negocios no duda en ejercer esa labor moral cada mes, llevando alegría a las criaturas más desfavorecidas en el continente: los huérfanos.
-Es aquí…- Dice con seriedad al bajar de un carruaje cargando dos sacos enormes que contenían juguetes y ropa; sus ojos mostraban ciertamente melancolía pero también felicidad al llegar a su destino, del cual vislumbra a el ya mencionado orfanato. Vistiendo con pantalones y zapatos azabaches así como un chaleco del mismo tono que ejerce fuerza en una camisa holgada de matiz blanco que se apega a su bien trabajado cuerpo se aprecia al de cabello largo y hecho en una coleta, quien remangado hasta los codos para lucir sus brazos y con su ya característica pulsera de piel negra da un paso al frente con una sonrisa en su rostro, luciendo de bigote y mechón facial que en pronto trazan su deslumbrante porte lleno de elegancia y seguridad, la cual, lleva a tocar con su mano derecha –que portaba su argolla de plata en el dedo pulgar- la puerta del recinto, inspirado hasta el alma este caballero solo toma su cadena de oro con el Cristo en ella para darle un beso y así musitar con calma -.. El Orfanato- manteniéndose a la espera de entrar y llevar aunque sea unos instantes de felicidad para los plebes necesitados.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
- Mensajes : 660
Fecha de inscripción : 06/06/2012
Edad : 32
Localización : Abrazado a las sombras
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Un trozo de felicidad
Generalmente cuando una persona extranjera llega a una ciudad donde no existe ningún lazo emocional que le reciba debidamente, no pasan muchas jornadas para que la idea de buscar espacios comunes en donde generar algún tipo relacionamiento social con los oriundos del lugar se presente. Y tan clara como real también es la percepción de que la mejor forma de hacerse con lo que será un nuevo espacio residencial que de la mano de aquellos que conocen toda la localidad como la palma de sus manos.
El gusto, la necesidad o la pura obligación llevaban a los foráneos de una forma u otra, gustosos o no, a buscar algún tipo de vinculo con los originarios de la urbe.
Paris representaba un desafío para todos los que deseasen instalarse en ella. Una ciudad que crecía en habitantes notoriamente, también imponía obstáculos como las tradiciones, el idioma y otros factores a los que una persona ajena a la nación podía tomar costumbre solamente al rodearse de gente con aquellos caracteres impuestos en su cotidianeidad.
Aquel lazo necesario tenia muchos espacios donde ser generado. Dichosamente, una ciudad tan grande e impregnada de personas de todo tipo de clases ofrecía un abanico inmenso de opciones de las que uno podía escoger para hacerse con otros de la forma más cómoda. Cafés, tabernas, plazas, todas con su encanto particular, con su público recurrente. Solo bastaba un poco de simpatía y algo de suerte para dar con aquella persona dispuesta a entregarse un una charla con un completo desconocido.
Los rumores de que París era una ciudad amena que abrazaba la presencia de los extranjeros habían recorrido toda Europa, y aquellos que tras sus largos viajes desde la capital francesa llegaban a otras tierras afirmaban aquellos dichos que encerraban conceptos como hospitalidad, simpatía y calidez.
Aunque Regina jamás se vio en calidad de completo desamparo en cuanto a contactos personales se refiere, pues tanto su familia como ella misma habían sabido hacerse inteligentemente a través de correspondencias o esporádicos viajes con numerosos conocidos en la metrópolis francesa, la italiana, siempre con su característico modo de realizar las cosas había optado por generar lazos con los oriundos tal y como cualquier extranjero arribado a Paris.
Ocultando cualquier vestigio delatante de su titulo nobiliario, la dama era una recién llegada más que sin drama alguno forjaría frescas relaciones en la que sería su nueva casa.
Su corazón fue el que le dicto sin pensarlo dos veces en el primer sitio en donde debería comenzar aquel propósito personal. Y así lo hizo. No tardó mucho tiempo en hacerse con las calles precisas que le llevarían al orfanato de la ciudad.
Aunque para muchas personas aquella Institución fuese recordatorio de sentimientos tales como la tristeza, el desasosiego y la desesperanza, para Regina era todo lo contrario. La Duquesa veía a las casas de acogida como un establecimiento que dentro de sus paredes resguardaba innumerables anhelos y sueños que deseaban hacerse con la luz. Historias, risas y alegrías que suplicaban ser atendidas, escuchadas. Y ella gustaba mucho, en cualquier fuese el sitio en que estuviese, de envolverse en el cariño de que aquella olvidadas personitas tenían para dar.
No transcurrió mucho tiempo, ni siquiera una estación completa para que Regina fuese una visita cotidiana en el Orfanato. Distantes habían quedados las sensaciones como las de ser una extranjera perdida en la capital, pues tanto los niños del hogar como sus empleados se habían ocupado de hacerla sentir como una francesa más. Sin siquiera imaginarlo, la joven se había hecho con una familia inmensa que le hacia sentirse cada día como en su amada Italia.
Jornadas enteras se volaban frente a sus ojos cuando estaba tan bien acompañada, rodeada de todos aquellos infantes escuchando sus improvisados cuentos o cantando arrullos acompañada por las suaves notas del viejo y desafinado piano donado por sabe quien.
Aquel día había despertado temprano, con los primeros rayos del Sol y la imagen de Andrew en su cabeza. Aquel adolescente había ingresado a la Institución hacia un par de semanas, no tardando en proyectar su rebeldía ante todos aquellos que querían ayudarle. El problema con el este jovencito ingles era que sus palabras tenían un poder de convencimiento tal que muchos de los niños residentes en el hogar se sumaban a aquella ideada sedición que no beneficiaria a nadie.
Regina charla cada dos días con él. Le invitaba a dar un paseo por el patio interno del centro mientras intercambiaban comentarios e ideas. El chico era muy listo, con un intelecto que de explotarse debidamente, le haría con muchas sorpresas pero lamentablemente era tan inmensa aquella rabia interna destinada a sus progenitores por abandonarle, que todo intelecto era destinado a la realización de accionares que terminaban por catalogarle de peligroso y desobediente.
Mientras bebía una taza de café amargo caliente, su mente buscaba hacerse con la forma más conveniente de llegar a Andrew ese día. Internamente deseaba que el mancebo la escuchara y comprendiese todo aquellos que ésta tenia para decirle, porque en verdad le importaba. Tenía planeado encargarse de él y pagar todos y cada uno de sus estudios para que pudiese ingresar al College de France, pero nada de eso sería posible si el chico no cambiaba su actitud y ella se veía en la obligación de hacerle notar eso.
Dejando atrás las comodidades propias que su estatus social le ofrecían y que estaba deseaba pasar por alto, se dirigió al Orfanato a pie en una silenciosa y serena caminata reflexiva, misma que le dio el tiempo para pasarse por uno de los tantos bancos de la ciudad y ocuparse personalmente en saber si cierta cantidad de francos de su parte había sido depositada en los fondos del centro de acogida en la forma debida.
Finalmente se hizo con la calle de su destino, en la cual pudo visualizar a un joven caballero algo ajetreado con un par de sacos que a simple vista lucían bastante pesados. Como denotó que éste se dirigía al mismo lugar que ella, apura su paso con intención de auxiliarle aunque sea con la apertura del macizo pórtico de aquella inmensa residencia.
- Permítame moniseur, a veces los empleados del lugar no se hacen con los golpeteos de la puerta entre tantas voces - comentó con su típica sonrisa, aquella que parecía dar bienvenida al dialogo con todo aquel que le observase – Tenga el gusto de pasar antes que yo, pues conmigo no viene ninguna carga pesada - adhirió rápidamente, reflejando con claridad no hacerle con mucha espera al galante desconocido.
Abrió la puerta con facilidad, conociendo ya todos “caprichos” de aquella pieza de madera lustrada y minuciosamente labrada. Se movió a un lado para permitirle el ingreso al hombre y ya estando él zaguán interno, liberó el ancho pestillo del pórtico cerrándolo por completo nuevamente.
Las voces de un par de aquellos infantes que pasaban por allí no tardaron en hacerse con los recién llegados. Gritando cómicamente el nombre de ambos, Regina se contentó al ver que no era ella la única figura recurrente en el hogar. Parecía ser que los niños ya conocían bastante al misterioso caballero.
Posando nuevamente los ojos en él, realizó un leve pero respetuoso gesto con su cabeza invitándole a adentrarse al establecimiento. Acariciando la cabeza de un par de niños, tomo la mano del más pequeño y sin más retomó su andar, pues antes de realizar cualquier cosa gustaba de avisar a los responsables de turno sobre su llegada.
El gusto, la necesidad o la pura obligación llevaban a los foráneos de una forma u otra, gustosos o no, a buscar algún tipo de vinculo con los originarios de la urbe.
Paris representaba un desafío para todos los que deseasen instalarse en ella. Una ciudad que crecía en habitantes notoriamente, también imponía obstáculos como las tradiciones, el idioma y otros factores a los que una persona ajena a la nación podía tomar costumbre solamente al rodearse de gente con aquellos caracteres impuestos en su cotidianeidad.
Aquel lazo necesario tenia muchos espacios donde ser generado. Dichosamente, una ciudad tan grande e impregnada de personas de todo tipo de clases ofrecía un abanico inmenso de opciones de las que uno podía escoger para hacerse con otros de la forma más cómoda. Cafés, tabernas, plazas, todas con su encanto particular, con su público recurrente. Solo bastaba un poco de simpatía y algo de suerte para dar con aquella persona dispuesta a entregarse un una charla con un completo desconocido.
Los rumores de que París era una ciudad amena que abrazaba la presencia de los extranjeros habían recorrido toda Europa, y aquellos que tras sus largos viajes desde la capital francesa llegaban a otras tierras afirmaban aquellos dichos que encerraban conceptos como hospitalidad, simpatía y calidez.
Aunque Regina jamás se vio en calidad de completo desamparo en cuanto a contactos personales se refiere, pues tanto su familia como ella misma habían sabido hacerse inteligentemente a través de correspondencias o esporádicos viajes con numerosos conocidos en la metrópolis francesa, la italiana, siempre con su característico modo de realizar las cosas había optado por generar lazos con los oriundos tal y como cualquier extranjero arribado a Paris.
Ocultando cualquier vestigio delatante de su titulo nobiliario, la dama era una recién llegada más que sin drama alguno forjaría frescas relaciones en la que sería su nueva casa.
Su corazón fue el que le dicto sin pensarlo dos veces en el primer sitio en donde debería comenzar aquel propósito personal. Y así lo hizo. No tardó mucho tiempo en hacerse con las calles precisas que le llevarían al orfanato de la ciudad.
Aunque para muchas personas aquella Institución fuese recordatorio de sentimientos tales como la tristeza, el desasosiego y la desesperanza, para Regina era todo lo contrario. La Duquesa veía a las casas de acogida como un establecimiento que dentro de sus paredes resguardaba innumerables anhelos y sueños que deseaban hacerse con la luz. Historias, risas y alegrías que suplicaban ser atendidas, escuchadas. Y ella gustaba mucho, en cualquier fuese el sitio en que estuviese, de envolverse en el cariño de que aquella olvidadas personitas tenían para dar.
No transcurrió mucho tiempo, ni siquiera una estación completa para que Regina fuese una visita cotidiana en el Orfanato. Distantes habían quedados las sensaciones como las de ser una extranjera perdida en la capital, pues tanto los niños del hogar como sus empleados se habían ocupado de hacerla sentir como una francesa más. Sin siquiera imaginarlo, la joven se había hecho con una familia inmensa que le hacia sentirse cada día como en su amada Italia.
Jornadas enteras se volaban frente a sus ojos cuando estaba tan bien acompañada, rodeada de todos aquellos infantes escuchando sus improvisados cuentos o cantando arrullos acompañada por las suaves notas del viejo y desafinado piano donado por sabe quien.
Aquel día había despertado temprano, con los primeros rayos del Sol y la imagen de Andrew en su cabeza. Aquel adolescente había ingresado a la Institución hacia un par de semanas, no tardando en proyectar su rebeldía ante todos aquellos que querían ayudarle. El problema con el este jovencito ingles era que sus palabras tenían un poder de convencimiento tal que muchos de los niños residentes en el hogar se sumaban a aquella ideada sedición que no beneficiaria a nadie.
Regina charla cada dos días con él. Le invitaba a dar un paseo por el patio interno del centro mientras intercambiaban comentarios e ideas. El chico era muy listo, con un intelecto que de explotarse debidamente, le haría con muchas sorpresas pero lamentablemente era tan inmensa aquella rabia interna destinada a sus progenitores por abandonarle, que todo intelecto era destinado a la realización de accionares que terminaban por catalogarle de peligroso y desobediente.
Mientras bebía una taza de café amargo caliente, su mente buscaba hacerse con la forma más conveniente de llegar a Andrew ese día. Internamente deseaba que el mancebo la escuchara y comprendiese todo aquellos que ésta tenia para decirle, porque en verdad le importaba. Tenía planeado encargarse de él y pagar todos y cada uno de sus estudios para que pudiese ingresar al College de France, pero nada de eso sería posible si el chico no cambiaba su actitud y ella se veía en la obligación de hacerle notar eso.
Dejando atrás las comodidades propias que su estatus social le ofrecían y que estaba deseaba pasar por alto, se dirigió al Orfanato a pie en una silenciosa y serena caminata reflexiva, misma que le dio el tiempo para pasarse por uno de los tantos bancos de la ciudad y ocuparse personalmente en saber si cierta cantidad de francos de su parte había sido depositada en los fondos del centro de acogida en la forma debida.
Finalmente se hizo con la calle de su destino, en la cual pudo visualizar a un joven caballero algo ajetreado con un par de sacos que a simple vista lucían bastante pesados. Como denotó que éste se dirigía al mismo lugar que ella, apura su paso con intención de auxiliarle aunque sea con la apertura del macizo pórtico de aquella inmensa residencia.
- Permítame moniseur, a veces los empleados del lugar no se hacen con los golpeteos de la puerta entre tantas voces - comentó con su típica sonrisa, aquella que parecía dar bienvenida al dialogo con todo aquel que le observase – Tenga el gusto de pasar antes que yo, pues conmigo no viene ninguna carga pesada - adhirió rápidamente, reflejando con claridad no hacerle con mucha espera al galante desconocido.
Abrió la puerta con facilidad, conociendo ya todos “caprichos” de aquella pieza de madera lustrada y minuciosamente labrada. Se movió a un lado para permitirle el ingreso al hombre y ya estando él zaguán interno, liberó el ancho pestillo del pórtico cerrándolo por completo nuevamente.
Las voces de un par de aquellos infantes que pasaban por allí no tardaron en hacerse con los recién llegados. Gritando cómicamente el nombre de ambos, Regina se contentó al ver que no era ella la única figura recurrente en el hogar. Parecía ser que los niños ya conocían bastante al misterioso caballero.
Posando nuevamente los ojos en él, realizó un leve pero respetuoso gesto con su cabeza invitándole a adentrarse al establecimiento. Acariciando la cabeza de un par de niños, tomo la mano del más pequeño y sin más retomó su andar, pues antes de realizar cualquier cosa gustaba de avisar a los responsables de turno sobre su llegada.
Regina Visconti*- Cambiante/Realeza
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 07/06/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Un trozo de felicidad
Eventualmente la sonrisa de una hermosa damisela se convierte en todo el foco protagónico del momento, los aires que pasaban calmados trascienden de una manera diferente a su dirección pues la puerta que da paso al recinto se abre gracias a la aparición de quien hasta ahora es un misterio para el español, brindándole una mayor facilidad para ingresar al lugar siendo instantáneamente rodeado, no solo él sino la bella damisela, por una ola de criaturas pequeñas que anunciaban los nombres y por supuesto la emoción de recibir a los adultos.
Niños pequeños que querían jugar en el patio, otros que querían mostrar sus dibujos e inclusive unos tantos que solo gustaban de saludar a la pareja recién llegada; simplemente el lugar se vino abajo entre risas y gritos pues la emoción avivó el ambiente con un desvive de los críos al tener frente a ellos a quien en ese momento simplemente se le conocía como “la dama de la bella mirada”.
-Un gusto, señorita- musitó el aristócrata quien deja caer aquellos sacos que en el acto levantaron una muy tenue cortinilla de polvo que demuestra el peso de susodicha carga –Noto lo que usted me dice, es normal, los niños no pueden quedarse callados como estatuas y eventualmente quizás los llamados a la puerta se pueden tornar algo…- Dejó un instante para hacer una mueca pensativa con un ligero toque de sarcasmo -… ¿Difíciles de tomar?- retóricamente finaliza justo poco antes de levantar sus brazos al cielo y gritar emocionado junto a los críos que se le juntaron a sus pies siendo cada vez más obvio el afecto que le tenían al de apellido ilustre –Vaya, pero que descortés soy mi hermosa doncella- dictó al con dificultad alzar su brazo derecho que estaba siendo sostenido por un pequeño niño –Mi nombre es Aldebarán Ballestér, un gusto- añade tras esperar la mano de la musa, sintiendo una emoción por conocer a tan enigmática mujer.
-Y sinceramente quisiera saber de usted algo más que su nombre, eso si usted me lo permite... Mi dama de la bella mirada-
Niños pequeños que querían jugar en el patio, otros que querían mostrar sus dibujos e inclusive unos tantos que solo gustaban de saludar a la pareja recién llegada; simplemente el lugar se vino abajo entre risas y gritos pues la emoción avivó el ambiente con un desvive de los críos al tener frente a ellos a quien en ese momento simplemente se le conocía como “la dama de la bella mirada”.
-Un gusto, señorita- musitó el aristócrata quien deja caer aquellos sacos que en el acto levantaron una muy tenue cortinilla de polvo que demuestra el peso de susodicha carga –Noto lo que usted me dice, es normal, los niños no pueden quedarse callados como estatuas y eventualmente quizás los llamados a la puerta se pueden tornar algo…- Dejó un instante para hacer una mueca pensativa con un ligero toque de sarcasmo -… ¿Difíciles de tomar?- retóricamente finaliza justo poco antes de levantar sus brazos al cielo y gritar emocionado junto a los críos que se le juntaron a sus pies siendo cada vez más obvio el afecto que le tenían al de apellido ilustre –Vaya, pero que descortés soy mi hermosa doncella- dictó al con dificultad alzar su brazo derecho que estaba siendo sostenido por un pequeño niño –Mi nombre es Aldebarán Ballestér, un gusto- añade tras esperar la mano de la musa, sintiendo una emoción por conocer a tan enigmática mujer.
-Y sinceramente quisiera saber de usted algo más que su nombre, eso si usted me lo permite... Mi dama de la bella mirada-
Aldebaran Ballester- Realeza Española
- Mensajes : 660
Fecha de inscripción : 06/06/2012
Edad : 32
Localización : Abrazado a las sombras
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Un trozo de felicidad
La italiana mentiría si dijese que pese a su aparente dulzura no captaba en absoluto cuando alguien, mas precisamente los hombres utilizaban la galantería enlazada a su juventud y masculinidad para lucir mas simpáticos e interesantes. Una herramienta tan valida como los perfumes o refinados tocados de las damas suponía Regina, pero que no debía trascender más allá de eso. Sus ojos esmeraldinos, brillantes de simpatía se hicieron nuevamente con el caballero de peculiar acento al tiempo que éste impartía sus vocablos, envueltos en un humor particular y hasta algo lanzado para el reciente encuentro de ambos.
- Soy Regina Visconti - confesó al tiempo que delicadamente extendía el dorso de su mano de forma delicada hacia el caballero, así lo marcaba el protocolo y ella muy bien lo sabia, pues pese a las distancias jamás había perdido ningún aprendizaje impartido por la Corte de su nación y sobre todo, enseñado por su familia.
Sin notarlo, la damisela aún sostenía la pequeña y cálida manito de aquel pequeño niño que silencioso se mantenía junto a ella, casi apoyado en la abultada falda de finas telas que revestía a la italiana - Siempre pegado a los aromas ¿No es así pequeño Aurélien? - confirió al infante que como costumbre siempre olía sin mucho disimulo las faldas de Regina, diciéndole con sus pocas palabras aprendidas de que ese olor le recordaba a su mamá, una pobre obrera fallecida hacia pocos meses producto de una de las tantas fiebres que repercutían sobre los mas desprotegidos.
Mientras aquellos dos mayores se hacían con las risas y los comentarios inesperados que solamente los niños pueden despojar sin titubeo alguno, una de las tantas encargadas del Orfanato se hizo en el vestíbulo de la Institución para recibir a los recién arribados - ¡Señorita Visconti! Que alegría verla por aquí como siempre Duquesa - confirió Bernadette, veterana que ya conocía a la joven desde hacia unos cuantos meses, generando una exquisita relación de confianza con ella. La castaña bajó el rostro automáticamente ante la designación revelada por la señora, como si de alguna forma a ésta le avergonzase la realidad, su cargo en la realeza itálica. Nunca gustó de llamar la atención y menos aún por títulos nobles que le habían sido entregados por herencia y costumbre - ¡También es bueno verle aquí señor Ballester! - adhirió la francesa, reflejando así conocer también al joven y simpático hombre. Lo cierto es que Regina jamás lo había visto allí antes, seguramente no coincidían en sus horarios ya que ella era un visita mas que frecuente por aquellos lares. Todos los niños la adoraban y la veían como una hermana mayor a la que podían confiarle todo, sus sueños, sus expectativas y hasta sus más resguardados miedos. Regina estaba para hacerles compañía, aconsejarlos y de alguna manera u otra, insertarles la idea de que la vida no era tan dura después de todo.
- Ha de parecer que no soy la única conocida aquí, eso me alegra bastante - replicó la italiana, esbozando una amena sonrisa hacia la vista del caballero, denotando en él una pequeña gota de sudor recorrer su clara y lisa frente. La mirada verdosa de la muchacha se desvió bruscamente, como si hubiese sentido que tanta atención visual fuese a ser malentendida - Seguramente el señor Ballester desea algún refrigerio Bernadette, ha traído una carga bastante pesada consigo - sin más que agregar, la veterana hizo un gesto con la cabeza y salió en búsqueda de aquella dulce y atenta solicitud que le haría quedar bien a todo el Orfanato, al fin de cuentas no todo radicaba en tener atenciones con ellos, sino de generar un equilibrio que hiciese sentir cómodos a todos los presentes, auxiliados y auxiliadores.
Dio unos pasos hacia delante con la compañía del pequeño Aurélien mientras los otros chicos continuaban con sus juegos y correteos recurrentes. Regina despojó un suspiro y se preguntó a si misma donde estaría Andrew, realmente quería verle. Secretamente tal vez todo radicaba en su inmensa generosidad para con él… O que el muchacho le recordaba majestuosamente a su hermano fallecido, aquel que ella misma había asesinado. Un secreto que jamás abandonaría su castigada consciencia. Volvió en si bruscamente por el recuerdo que ejercía la presencia del caballero detrás de ella. Volteo para mirarle una vez más y sonreírle cortésmente.
- Soy Regina Visconti - confesó al tiempo que delicadamente extendía el dorso de su mano de forma delicada hacia el caballero, así lo marcaba el protocolo y ella muy bien lo sabia, pues pese a las distancias jamás había perdido ningún aprendizaje impartido por la Corte de su nación y sobre todo, enseñado por su familia.
Sin notarlo, la damisela aún sostenía la pequeña y cálida manito de aquel pequeño niño que silencioso se mantenía junto a ella, casi apoyado en la abultada falda de finas telas que revestía a la italiana - Siempre pegado a los aromas ¿No es así pequeño Aurélien? - confirió al infante que como costumbre siempre olía sin mucho disimulo las faldas de Regina, diciéndole con sus pocas palabras aprendidas de que ese olor le recordaba a su mamá, una pobre obrera fallecida hacia pocos meses producto de una de las tantas fiebres que repercutían sobre los mas desprotegidos.
Mientras aquellos dos mayores se hacían con las risas y los comentarios inesperados que solamente los niños pueden despojar sin titubeo alguno, una de las tantas encargadas del Orfanato se hizo en el vestíbulo de la Institución para recibir a los recién arribados - ¡Señorita Visconti! Que alegría verla por aquí como siempre Duquesa - confirió Bernadette, veterana que ya conocía a la joven desde hacia unos cuantos meses, generando una exquisita relación de confianza con ella. La castaña bajó el rostro automáticamente ante la designación revelada por la señora, como si de alguna forma a ésta le avergonzase la realidad, su cargo en la realeza itálica. Nunca gustó de llamar la atención y menos aún por títulos nobles que le habían sido entregados por herencia y costumbre - ¡También es bueno verle aquí señor Ballester! - adhirió la francesa, reflejando así conocer también al joven y simpático hombre. Lo cierto es que Regina jamás lo había visto allí antes, seguramente no coincidían en sus horarios ya que ella era un visita mas que frecuente por aquellos lares. Todos los niños la adoraban y la veían como una hermana mayor a la que podían confiarle todo, sus sueños, sus expectativas y hasta sus más resguardados miedos. Regina estaba para hacerles compañía, aconsejarlos y de alguna manera u otra, insertarles la idea de que la vida no era tan dura después de todo.
- Ha de parecer que no soy la única conocida aquí, eso me alegra bastante - replicó la italiana, esbozando una amena sonrisa hacia la vista del caballero, denotando en él una pequeña gota de sudor recorrer su clara y lisa frente. La mirada verdosa de la muchacha se desvió bruscamente, como si hubiese sentido que tanta atención visual fuese a ser malentendida - Seguramente el señor Ballester desea algún refrigerio Bernadette, ha traído una carga bastante pesada consigo - sin más que agregar, la veterana hizo un gesto con la cabeza y salió en búsqueda de aquella dulce y atenta solicitud que le haría quedar bien a todo el Orfanato, al fin de cuentas no todo radicaba en tener atenciones con ellos, sino de generar un equilibrio que hiciese sentir cómodos a todos los presentes, auxiliados y auxiliadores.
Dio unos pasos hacia delante con la compañía del pequeño Aurélien mientras los otros chicos continuaban con sus juegos y correteos recurrentes. Regina despojó un suspiro y se preguntó a si misma donde estaría Andrew, realmente quería verle. Secretamente tal vez todo radicaba en su inmensa generosidad para con él… O que el muchacho le recordaba majestuosamente a su hermano fallecido, aquel que ella misma había asesinado. Un secreto que jamás abandonaría su castigada consciencia. Volvió en si bruscamente por el recuerdo que ejercía la presencia del caballero detrás de ella. Volteo para mirarle una vez más y sonreírle cortésmente.
Regina Visconti*- Cambiante/Realeza
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 07/06/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» Por un trozo de sueño (libre)
» La receta de la ¿felicidad? {Bismarck}
» Buscando La felicidad En Lo Carnal Privado
» La felicidad no es para siempre || Libre
» En busca de la felicidad || Amanda Smith
» La receta de la ¿felicidad? {Bismarck}
» Buscando La felicidad En Lo Carnal Privado
» La felicidad no es para siempre || Libre
» En busca de la felicidad || Amanda Smith
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour