Luces y Sombras [Lbre]

Idílicos eran los paraísos y bien sabido era que un vampiro tenía que tener sus propias leyes y debían ser acatadas fervientemente aunque éstas se dignasen a contradecir otras… por mucho que pesase aquella convicción no cambiaría jamás por mucho que las líneas de sangre dijesen lo contrario.
Cierto era que cuando algo era difícil de alcanzar más se hacía ahínco en ella para ser completamente poderosos y decir que jamás nada se ha interpuesto en los haberes y haceres más allá de los deseos. Muchos eran los pros y los contras que llevaban a Marius morderse más de una vez la lengua. Despertó entre sábanas de seda. Su cuerpo estaba completamente helado, sus músculos dolían por doquier como si hubiese estado enterrado en la nieve de la sierra allí en las montañas y ahora todo le doliese. Una mujer entró a la habitación sin previo aviso, no la conocía pues… y con una sombra tétrica en su mirar se encaminó hacia los grandes ventanales.

La voz de Marius no se podía oir… y todo se debía a que su garganta estaba reseca y ardía… como si hubiese tragado fuego líquido y ahora sus músculos se vieron atrofiados como si de calambres se tratasen. Estaba inmóvil observando a aquella mujer acercarse al gran ventanal, con mirada aterradora, Marius observó como aquella apartaba las cortinas dejando entrar la luz del sol… el dolor se apoderaba del cuerpo de Marius que entre gritos de desgarro se consumía entre llamas.

Marius despertó de golpe, su corazón palpitaba con fuerza y en su cuerpo se podía percibir el sudor que aquella pesadilla le había provocado, delineando cada músculo de su recio cuerpo. Por un momento quedó pensativo, pero al torcer la mirada observó que las cortinas estaban descorridas y que aún era de noche. Maximiliam hubo soltado un suspiro que pronto cambió por un gesto serio, dañino, aquella vulnerabilidad que sus sueños le aportaban eran lo más escabroso que podía haber percibido nunca, y aquello lo odiaba así tanto como su enfermedad, aquella que le impedía hacer ciertas actividades de riesgo porque su corazón se colapsase. ¡¡¡Era ridículo!!! Jamás se había dejado llevar por ningún miedo ni temor, por ello de que decidiese que el resto de la noche iba quedarse en vela.
Colocó sobre sus hombros una bata negra de seda, pronto debía de llegar la mujer que esperaba aunque tan solo esperaba que no fuese la de aquel sueño, pues no sabría cómo iba a reaccionar ante aquello. Se dirigió hacia el estudio, donde largas columnas de libros adornaban las paredes… una muestra más del amor que profesaba a las artes, más aún a la literatura.
Sus pasos le llevaron a la ventana que había cerca de su escritorio, allí quedose de pié observando por ella la magnificencia de la noche que se cernía sobre todos, dejando siempre un halo de misterio que cada uno interpretaba a su parecer.

Oyó como tocaban a la puerta.

- Adelante. - Pronunció Marius.