Sorpendiendome de la vida [Privado]

Telas, botones, encajes… su madre no podría encontrar a alguien más a quien mandar para hacer esas compras además de a Gabrielle, la señora que le dejaba unos precios mínimos vivía en uno de los callejones mugrientos de los barrios bajos de Paris. Los zapatos que en ese momento Gabrielle cargaba no serian los más caros pero si eran lo suficientemente finos para que se ensuciaran con los charcos y barro de esos callejones asquerosos, pero era un deber que tenía que cumplir a pesar de esas pequeñas bajas en sus zapatos. Por esas calles solo vivía gente de la clase baja, gente con la que ella NUNCA se relacionaría, personas que no tenían que comer, algunos ni donde caerse muerto. Tal vez a ciertas personas saber eso les causaría compasión pero no a ella, la cual solo le causaba una gran repulsión hacia aquellas personas que ni su mirada valían. Caminaba con el vestido alzado para que no se le ensuciara por aquella pequeña calle por el cual pocas veces había pasado pero que tantos recuerdos le traía, hermosos recuerdos.

Al llegar a la tienda una anciana con una gran cantidad de arrugas en su cara y una que otra verruga que la hacían ver nada agradable a la vista, se encontraba tras el mostrador esperando a algún cliente del día. Ese día Gabrielle era su única clienta la cual le compraría una gran cantidad de encajes, botones, decoraciones y telas, no sabía cómo llevaría todo eso en sus manos pero ya se las arreglaría, tal vez le pagara unas cuantas monedas a alguna de esos seres de la calle para que la ayudaran, o en realidad eso haría… en ese momento parecía una excelente idea. Tres grandes cajas, una de telas, una de accesorios y otra de encajes y las tres eran enormes y completamente llenas, pesaban demasiado para sus pequeños brazos, y al llevarlas alzadas apenas podía ver por donde caminaba. Como su vista estaba medio obstruida por las cajas no vio el pie de aquel chico recostado en la pared, esto causo que tropezara y todas las cajas cayeran al piso junto con ella.

La caja de los encajes se había abierto esparciendo todo su contenido por el callejón, las otras dos se habían mantenido medianamente intactas y ni hablar de su vestido que en la parte de las rodillas se había manchado con la mugre del piso. Su furia aumentaba por una gran diferencia de razones, se levanto lentamente limpio lo que pudo de su vestido y miro con furia aquel chico. –Me debes una disculpa y aun la estoy esperando- Dijo con la barbilla en alto y cara de superioridad – Y que mínimo me ayudes a recoger el desastre que TU causaste- poniendo la mayor fuerza de voz en el Tu expresándolo mas como una orden que como una petición o favor. Las dos cajas que habían permanecido cerradas las tenía en las manos mientras miraba desafiante a aquel chico esperando que reaccionara y que inminentemente hiciera lo que ella decía.