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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Freyja Rousseau Lun Nov 19, 2012 11:37 pm

Hemos compartido sonrisas y lágrimas.
Pero sobre todo risas y complicidades.


Habían pasado un par de semanas desde que Eerin y Jeanne no se habían visto. Aquello era extraño, pues mantenían una amistad muy estrecha, la mayor parte del tiempo hacían cosas juntos, cómo desayunar, comer o cenar. Nadie entendía esa amistad, ni siquiera ellos, pero no había mucho que entender. Ella era feliz con un amigo así, en ocasiones podía verlo cómo un familiar, pero otras… No, simplemente no podía verlo cómo tal. Como se dice, es extraño, diferente, pero muy especial. La joven disfrutaba de las bromas que su licántropo amigo le hacía, y él quizás disfrutaba de los alimentos que la joven le compartía. Todo era felicidad entre ellos, pues al no tener muchas personas a su alrededor, sólo se tenían mutuamente. ¿Acaso había demasiada extrañeza en eso? No es que se deba descifrar todo, pero los seres pensantes siempre buscan explicaciones y respuestas, todo con tal de saber cada detalle del ajeno.

Dado que la rubia vivía a las afueras de la ciudad, mucha gente pasaba, los miraba, y siempre les preguntaban ¿qué hacían juntos? Cosa que para ella era bastante extraño, nunca había dado motivos para que todos pensaran mal, o que hubieran dobles intenciones, pero el ser humano como siempre, mal entiende todo, imagina historias demasiado extrañas, en ocasiones acierta, en otras simplemente se equivoca, pero tanta era la insistencia de todos a su alrededor, que en ocasiones llegaba a pensar que quizás si podría resultar. ¿Resultar qué? Que existiera una especie de atracón, una relación, algo que los mantuviera unidos no sólo por una amistad, sino también por algo más. ¿Acaso él pensaría lo mismo? Varias veces habían platicado de las amantes de él, de los burdeles, ¿pero acaso se podría?

Los últimos sucesos que habían acontecido en su vida la tenían con los pelos de punta. Todo daba vueltas, y aunque no entendía porqué pasaban tales cosas, debía tener fe en que todo estaba bien con ella. Quizás por esa razón no dejaba de sonreír, porqué siempre tenía una esperanza, porqué siempre debía estar feliz. La joven tenía un carácter particular, y siempre, siempre encontrarías una sonrisa detrás de ese rostro caprichoso y testarudo. Cada situación que se le presentaba, lo veía de forma positiva, le sacaba un aprendizaje, y sino le funcionaba simplemente lo desechaba. Su último encuentro con un desconocido que la llevó a casa después de encontrarlo en medio del bosque, la hacía pensar a cada momento en el rostro del hombre, debía compartirlo con su amigo, él debía darle un consejo.

Se despertó demasiado temprano. Eerin no podía salir de casa antes de que ella llegara. Había preparado un desayuno perfecto para los dos, incluso había batido de plátano con leche de vaca. Todo perfectamente organizado y ordenado en una canasta de madera, de esas que se utilizan para el picnic en un prado. Salió de casa no son antes ponerse un bonito vestido rosado, uno pálido, que hacía ver más hermosa su piel pálida. Sus cabellos estaban sueltos, y a un lado había el adorno de una hermosa flor del mismo tono de su vestido. Emprendió el camino a paso apresurado. Y antes de que el sol dejara ver sus primeros rayos, la joven ya estaba tocando la puerta de madera del hogar de Eerin, la cual resonaba pidiendo la atención del visitante al dueño.

- Ya despierta holgazán, te he traído el desayuno, eso por compensación a despertarte temprano - Siguió tocando, sabía las manías que tenía su amigo, era todo un dormilón cuando se lo proponía. - ¡Eerin ábreme ya! - Estaba a punto de tirar la puerta pues no recibía respuesta. Aquello comenzaba ponerle un poco triste. Se sentó en la entrada, le tocaría ver los primeros rayos del sol sin su amigo, ni modo, no le quedaba de otra. Dejó la canasta a un lado, recargó sus brazos en las rodillas, y su cabeza la dejó en sus palmas, mirando hacía el bosque, mirando hacía la nada, hacía la obscuridad, esperando que la luz se hiciera presente.


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Mensaje por Eerin Schiffer Miér Dic 05, 2012 11:27 am

No tenía muchas amistades, tal vez podría contarlas con los dedos de sus manos y le sobrarían muchos para decir que son amigos que en los que puedes confiar, uno de ellos era aquella joven rubia con la cual había entablado una deliciosa amistad de igualdad aunque fueran de dos estratos sociales diferentes y además de dos razas totalmente diferente, pero claro, el aun tenia aquellos ojo marrones que podían trasmitir fácilmente humanidad y un calor humano que muchas personas no entendían. Muy poco le importaba lo que dijera o pensaran las personas, claro no deseaba que Jeanne tuviera algún inconveniente de ser amiga de él, pues además de ser un hombre a cual lo etiquetaría como “Rustico” o nada “Educado” era una persona el cual podría parecer peligroso en su verdadera forma licantropía, tal vez era eso lo que hacía que tuviera mucho cuidado con lo que le decía mientras estaban cerca de mucha gente. El era una persona delicada, aunque había tenido un hermano y un padre y apenas una mujer en la casa, había aprendido que las mujeres se trataban con cariño, tal vez por eso las mujeres parecían que eran atraídas a él cómo abejas a la miel, aunque claro, en ocasiones le daba sus ataques de mal humor que podría insultar hasta al mismo magistrado Español si se le acercara en su mal humor.

¿Cómo veía a Jeanne? Debía admitir que era de aquellas mujeres que son como un diamante extraño y exquisito, parecía haber sido pulido por los dioses, quien estratégicamente la había hecho de forma tan perfecta, que hasta sus mismas imperfecciones la hacían aun más perfecta. Sus manos eran como pequeñas manos de niña infante, que parecía que se iban a partir si Eerin las tocara, en ocasiones tenia cierto miedo de con solamente mirarla podría lastimarla, pues se veía tan frágil, pero su personalidad y su fuerza interior tal vez eran aun más fuerte de del licántropo. La veía como una hermana, tal vez porque necesitaba verla de esa forma, desde que su hermano había muerto nunca había podido encontrar dentro de otra persona que de él naciera un instinto protector que siempre había tenido, desde pequeño cuando veía a sus padres entrenar caballos salvajes en su campo. El pensaba que aquel ejercicio, que había sido pasado de padre a hijos era lo que le ayudaba a ser mucho más táctil que otros licántropos, a controlarse y a ser amable con las personas; aunque cuando estaba amargado podría ser mejor alejarse de todos.

Ya había pasado algunos meses desde que no veía a Jeanne, eso le parecía raro, casi siempre, al menos tres veces por mes llegaba a su casa trayéndole ricas comidas que ella hacía o ordenaba a hacer para que los dos disfrutaran alguna tarde o una mañana… en ocasiones todo un día, hasta que el tenia que acompañarla a su casa, algo que no le molestaba, ella era muy consciente de las veces que no debía visitarle, pero ya habían pasado ya tres lunas llenas y la cuarta estaba muy lejana, aquello a Eerin comenzaba a preocuparle ¿le habría pasado algo? Se preguntaba, pero si hubiera pasado algo alguno de sus empleados ya había venido a advertir de la catástrofe, pues él los tenia bien informados de que cualquier cosa debían venir a informárselo y ellos amablemente había aceptado, pues sabían que él era una persona que podría proteger a la señorita sin ningún fines de lucro.

La noche anterior había tenido que trabajar hasta tarde en la taberna, ya era media noche cuando había salido del lugar de su trabajo, con un poco de sueño y a la vez cabreado pues no podía quitarse el pensamiento de que tal vez algo malo pudo pasarle. No deseaba ir a casa, no estaba de humor para tumbarse en su cama solo, así que fue a buscar a Mar al burdel en donde tal vez estuviera con algún cliente. No sabía cómo demonios soportaba aquello, pero le parecía que si comenzaba a hacer algún berrinche de celos, podría perderla y eso era lo que menos quería. Tal ver Mar era la mujer más importante de Eerin, todas podrían llegar e irse, pero ella no, no soportaba pensar que podría desaparecer algún día, por eso era mejor mantenerla feliz y cerca de él, para que así el como un niño caprichoso disfrutara de su compañía, mas de su ser que de su cuerpo, pero la preocupación fue más de lo que esperaba y sin querer la hizo enojar al mencionar su preocupación por Jeanne.

Extrañamente se sintió feliz al ver aquellas mejillas sonrojadas y sus labios medios fruncidos al mostrar un disgusto que buscaba esconder, pero aunque se rio y disfruto besándola algunos minutos, su disgusto creía aun mas, haciéndole entender que lo echaría de su lado por esta vez solamente por haber nombrado otra mujer mientras estaba con ella. Mar debía entender que para el Jeanne solamente era una hermana menor a quien le gustaba proteger y pasar tiempo de calidad con ella. Pero algunas veces aunque la mujer lo entienda había que darle espacio, así que ya saliendo el sol comenzó su recorrido a casa para poder dormir al menos hasta medio día o más, hasta que tuviera que levantarse a ir a trabajar.

Dejo salir un leve suspiro para luego ser seguido por varios bostezos mientras llegaba a casa, ya los rayos del sol comenzaban a salir, pegándole en su cara que poco había dormido hoy, apenas una media hora en cama de su cortesana para luego ser echado. Diviso una figura en la puerta de su casa, abrió los ojos sorprendido mientras una sonrisa y también un peso encima se le quitaba encima, aunque en esos momentos deseaba darle unos cuantos zapes por haberle preocupado tanto, pero no lo haría, pues la imaginaba tan frágil que aquello podría ser un crimen ---según él— así que solamente llego hasta estar al frente de ella para poner su mano en su cabella y alborotar aquellos cabellos dorados tan suaves y sedosos como la seda egipcia -ya comenzaba a preocuparme por la pequeña Jeanne- dijo sonriendo con ternura mientras la invitaba a levantarse –Oh me trajiste desayuno, Jeanne como siempre tan amable y considerada- dijo para luego soltar un bostezo sin poder evitarlo –y bueno… ¿para donde quieres ir a desayunar Madame?- pregunto sin importarle que tuviera un poco de sueño, teniéndola a ella cerca extrañamente el cansancio se iba.


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Mensaje por Freyja Rousseau Mar Dic 11, 2012 1:23 am

Suspiró repetidas veces por su intento fallido al visitar a su amigo. Ella tenía la culpa por haberse perdido tanto tiempo, quizás ya ni siquiera viviría en ese lugar, pero él no seria capaz de irse sin despedirse, estaba cien por ciento segura de eso, él sabía su dirección, las cosas que en ocasiones hacía, los lugares de beneficencia que visitaba, no podía ser un completo desconsiderado e irse sin decir adiós. Más le valía, de haberlo hecho Jeanne lo buscaría por cielo, mar y tierra para decirle un par de palabras altisonantes. ¿A dónde habría ido? Era hombre, trabajaba en una taberna, quizás podría ir a buscar a alguna cortesana, o a seguir la fiesta en algún otro lugar. El primer pensamiento le formó una mueca, pero ella no podía opinar al respecto, lo único que si le preocupaba era la cantidad de mujeres que podrían pasar por su cama, eso de las enfermedades le daba miedo, aunque debía reconocer que su amigo era de las personas más saludables que había conocido, desde que se conocieron nunca lo había visto enfermo, eso era una ventaja, pues se ahorraban ambos preocupaciones y gastos en remedios.

Jeanne se dio cuenta que incluso con cuestionamientos sobre el paradero, y estar ofendida porqué él no la había dio a buscar, sonreía al sólo pensar en él, sin duda se había vuelto una persona muy importante en su vida, y deseaba que hasta en sus últimos suspiros estuvieran juntos, con esa amistad con sana. Le parecía una buena amistad, pues ambos se cuidaban, platicaban, y se procuraban. Ningún ser puede estar feliz sin una compañía, por más superficial que el acompañante pueda llegar a ser. ¿Cuántas mujeres habrían estado con Eerin y ella ni por enterada? Debía preguntarle eso, si, le daba curiosidad saber, y dado que no tenían muchos secretos entre ellos, la joven sabía que no era algo que le llegará a ocultar si lo cuestionaba. Se puso a pensar en mil cosas a la vez, pero lo importante era saber el paradero del hombre, se quedaría un rato más hasta que el estomago le comenzará a gruñir y tuviera que volver a casa para no comer sola a mitad del bosque.

En realidad la joven nunca se había puesto a apreciar de manera "física" a su amigo. Aquella mañana sin querer cayó en esa critica hacía él, y no una mala, al contrario. Se dio cuenta que era muy alto, tanto que incluso al saludarse tenía que ponerse de puntas, y él agacharse. Muy fornido, pero no llegando a pasarse del peso, sino lleno de músculos, músculos que incluso traspasaban sus ropajes. Tenia un rostro cuadrado, con ojos expresivos, su barba lo hacía ver algo descuidado, pero eso no era impedimento para notar que era verdaderamente atractivo. Soltó una risita traviesa, una que ella era cómplice de la misma, nadie podría leer sus pensamientos, lo cual le daba calma, nadie sabría que era capaz de analizar el atractivo de su amigo.

- Ups - Dijo despertando de aquel ensimismamiento, ni siquiera había notado que su amigo había venido caminando directamente a ella. Cuando alzo el rostro, empezó a refunfuñar por el movimiento en su melena, pero se sonrojó al notarlo. ¿Acaso tenía que pensar en su atractivo para que se apareciera frente a ella? Se mordisqueó el labio inferior, se sentía descubierta en su propia travesura. Antes de poder recibir más palabras se levantó cual resorte, abrazándolo del cuello con fuerza, colgándose de él muy emocionada de no haber hecho la caminata a lo tonto. - Pero ¿Dónde te has metido grandulón? ¿No ves que ya había pensado mil y un cosas por no encontrarte a estar hora en tú casa? - Lo miró de forma inquisitiva, reprochándole de la misma manera, pero pronto se rió.

- Uhmm - Ambas manos ahora se posaron en sus mejillas, tomando el rostro. Notó las grandes orejas que el hombre tenía, no había mucho que pensar, se limitaría a tomar el desayuno con él, y después marcharía a casa para dejarlo descansar cómo era debido. - Dado que se nota no has dormido casi nada, creo que debemos tomar el desayuno en tú casa, así no tendrás que soportar la molestosa luz del sol a causa del desvelo. - Se encogió de hombros, besó la punta de su nariz con castidad, y se separó agachándose para tomar la canasta entre sus manos. - Además, no tengo muchas ganas de andar caminando - Mintió - Estoy cansada, pasé una muy mala noche - Volvió a mentir, pero dado que le preocupaba su amigo, lo mejor sería no molestarlo demasiado, no ese día.

- ¿Dónde andabas? Según recuerdo terminas tú ronda a la media noche, y ya esta amaneciendo, más vale ande en buenos pasos, jovencito - Su tono de voz era burlona, pero si Eerin verdaderamente la conocía, sabía que dentro de la broma se encontraba la verdad obsolutaoluta de una preocupación grande de ella hacía él. Se giró, subió dos escalones de la fachada, y se quedó alado de la puerta esperando a que se dignara a abrirle - Te ves muy bien ¿Has bajado de peso? - Está vez si era una burla - Si, seguramente has bajado porque yo no te he traído alimentos - Le miró a los ojos de forma profunda, y suspiró, encontrarlo la puso de un humor demasiado bueno.


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Mensaje por Eerin Schiffer Miér Ene 16, 2013 5:22 pm

Lo primero que sintió fue el cuerpo delicado y frágil de aquella mujer tan amable y extrañamente cálida con el cerca de su cuerpo, por unos segundos no supo cómo reaccionar, ella decía entenderlo, nunca había tenido una especie de hermana y en su familia siempre habían sido todos varones, su madre, una mujer muy hermosa, era la única flor en su casa. Por eso duro unos segundos antes de que rodeara sus caderas con sus brazos para reír suavemente y abrazarla con cuidado, siempre tenía el miedo de poderla lastimar, pues en ocasiones su fuerza física podría ser aun más de lo que él pensaba, escuchaba sus regaños mientras como una niña pequeña la dejaba en el suelo realizando una leve mueca al mismo tiempo que aquellas finas y diminutas manos tocaban sus ásperas mejillas, estuvo apunto de quitárselas, pues era una cuestión de texturas, sus manos eran tan suaves como la seda, mientras las de él era más ásperas que la piel de un armadillo.

-Oh Jeanne tu siempre consintiéndome- dijo riendo suavemente al mismo tiempo que luego de las mimosidades de la joven, que en algunos lugares verían extraño y mal visto, abrió la puerta de su pequeña casa, era algo sencillo a mano derecha estaba un cuarto con la cama, una mesa de noche y unas cuantas mudas de ropas, la principal no tenia cocina, solamente una mesa cuadrada y rustica con tres sillas y unas dos tazas. Aunque tenía lo suficiente para arreglar algunas cosas, no le gustaba las cosas ostentosas, nunca se había acostumbrado a ellas, solamente vivía como podía, además, muy pocas veces llegaba a ser necesario algo de ese lugar, solamente llegaba a dormir y descansar por unas cuantas horas –No era necesario que vinieras si estas cansado, yo hubiera comido algo después de descansar un poco- le indico invitándola a pasar mientras ella parecía estar disfrutando en regañarlo por su falta de puntualidad. No pudo evitar en ella regañándola todos los días, pues casi siempre esa era su hora de llegada y en ocasiones duraba más de tres días para pisar nuevamente aquella morada.

-por ahí…- le contesto dándose la libertad de carraspear un poco mientras le ayudaba a poder la cesta de comida en la mesa. Había respondido de esa forma solamente para molestarla, pero al ver nuevamente el rostro de aquella mujer que parecía buscar a cambiar a rojo, no por vergüenza si no por ira o disgusto, rio suavemente, para otra vez alborotarle los cabellos –He ido a visitar a una amiga- explico de forma tranquila. Pensaba en Mar como alguien más que eso, para él no era más que una mujer, era la mujer que había logrado muchas cosas en muy poco tiempo, bajo la mirada sonriente, para luego fijarse en la chica. –Tú has engordado… estas comiendo muchos pasteles- índico señalándole la panza de su vestido ajustado –Caerás en uno de los siete pecados capitales, la gula- bromeo mientras terminaba de ayudar de arreglar y sacar todo de la mesa.

Dio un leve bostezo para luego rascarse la cabeza y acariciar la parte de atrás, su nuca, para luego invitar a sentar a Jeanne en una de las sillas –Si has traído café, serás una diosa para mí- indico revisando hasta que encontró lo que deseaba, uno de aquellos pastelillos que siempre le traía y que por alguna razón se había hecho adicto a ellos, sentía que aunque pasara otros cincuenta años seguiría amándolos y deseando una docena por semana –aunque se le acababan en un día- mordisqueo su pastelillo sin importar las quejas de Jeanne, pues era un dulce antes de lo salado. –Déjame ser mujer- le dijo en un tono de burla –además es tu culpa, por hacerme adicto a tus pastelillos y desaparecerte… ¿acaso algún príncipe extraño te rapto y te llevo a una gran torre?- pregunto frunciendo levemente el ceño para seguir comer su pastelillo que lo termino en tres mordiscos. Entrecerró sus ojos disfrutando el último pedazo en su boca para luego con el mismo tono burlón proseguir a molestarla –Si no rebajas esa panza… nadie te querrá, solo yo porque me traes comida- concluyo para reír suavemente y atrapar las mejillas de la chica entre sus dedos y jalarla suavemente, aun con miedo de que pudiera lastimarla.


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