Reencontrando al corazón

por **Zeena Macarthur** Miér Jun 27, 2012 6:30 pm

Despertar por la mañana cuando el sol apenas despunta sus primeros rayos era algo habitual para Zeena, su madre desde muy pequeña le había inculcado costumbres muy particulares; uno de ellos el primer te de ojos de limón para cuidar su rostro pálido y suave como la seda.

Tres venir de una familia ambiciosa y poderosa, la fortuna crecía cada vez más, al igual que su orgullo y carisma, nada impedía a Zeena poderse dar los lujos que ella quisiera, mantener a su pequeña hermana no era un trabajo que desinteresadamente hacia por ella, no. Muy al contrario lo que más deseaba era poder inculcar los mismos valores que poco o mucho aprendió de su progenitora; disciplina, etiqueta y un poco más de cultura y filosofía, respetable y culta, una mujer de temer pero más que ello admirable de por sí.

Aquella mañana, mientras el sol se revelaba por completo, alumbrando la ciudad Parisina, las prácticas de piano de su hermana destilaban la encantadora melodía de Mozart por todos los rincones de la mansión. Lo que más admiraba de la genialidad de Micka era su capacidad por transportarla a través de la música a sitios inimaginables, por un lado añoraba la libertad de sentirse inmiscuida en el romanticismo de letras de amor, poemas, cartas y en el otro extremo temía por caer en los brazos de hombres que sólo buscaban un beneficio propio en su fortuna.

Maldecía su destino y algunas veces hasta odiaba formar parte de una clase tan alta.
Vestida con seda verde, tan brillante como las perlas que lucía en su cuello, se preparaba para salir al centro de Paris, días pasados en su pequeño y muy sofisticado círculo social había sobresalido una plática en especial. La llegada de los gitanos a Paris era algo con lo que ya estaba familiarizada, pero a tiempos actuales su abundancia era notable, gustaba de pasear por los estrechos rincones de aquellas plazas dónde ofrecían las mejores mercancías extravagantes animales, vestidos de muy buena calidad, telas preciosas que pocas veces se podían encontrar en Paris al menos que, claro, se tuviera al alcance la fortuna que Zeena tenía.

Sin embargo, el rodearse de gente que le admiraba o favorecía con halagos, le hacían olvidar la poca calidad humana que existía en su persona, por lo que esos recorridos mantenían la intensión de devolverle un respiro a la realidad, sin lujos, sin ataduras, más que la propia naturaleza y también la indiferencia de hombres y mujeres que trabajaban para lograr sostenerse.

¿Qué deparaba aquel día a Zeena?, ¿Algo más transcurriría en su vida dónde pareciese haberse ido el sentimentalismo y las emociones? Descubrir que permanecía en su interior la capacidad de volver a sentir algo más por alguien, le frustraba, la atormentaba, al llegar a aquella plaza su lujoso carruaje llamó la atención por unos minutos, atrayendo a niños gitanos que aclamaban con algarabía su ayuda a pesar de su poca fortuna ¿Eran felices? ¿Consideraban la felicidad entre la austeridad de un lecho caliente o comida?.

Abrumada por sus cuestionamientos, alzó su mano para acariciar sus cabellos con la suavidad que sólo se ve en una madre, el poco cariño ofrecido por la suya le hacía ser moderadamente fría y calculadora, pero ante las circunstancias olvidaba sus costumbres regalando monedas a los pequeños, sin la intensión de obtener algo de ellos.
La vida de Zeena sólo era comparada a la de una mujer en austeras condiciones sentimentales, teniéndolo todo y nada a la vez, reclamaba su lugar en el mundo como un ser humano amado, sin embargo parecía que la suerte la estaba abandonando.