Encuentros y Desencuentros [Privado][posible +18]

Se hallaba a si mismo, de nueva cuenta, perdiendo el tiempo en un caso que, sin duda alguna, no terminaría llevándolo a ningún lado. Se maldijo un par de veces por ser tan estúpido… La verdad era que, momentos como el que estaba pasando le hacían comparar la estupidez con la compasión.

Se encontraba en la que, quizá, era la aldea más solitaria y abandona de toda Francia, le sorprendía el hecho de que ésta no se encontraba tan lejos de la madre patria y que aun así era como un sitio fantasma, si no fuese por los aldeanos que parecían disfrutar de su soledad y aparente abandono, sin duda seria declarada como tal. Se había instalado en una posada, la única del lugar, y que además, como era costumbre en este lado del mundo, era también un bar y el único lugar donde un forastero podía conseguir comida. Mientras esperaba que la mesera se acercase a él y tomase su orden, repasaba en su cabeza el episodio que lo había arrastrado hasta ahí.

Había escuchado los rumores de un asesino, un verdadero psicópata que gustaba de matar a mujeres y de coleccionar “partes” de estas, una conducta verdaderamente indeseable, incluso para James que había visto cosas peores y que además conocía de antemano la naturaleza sobrenatural de tal ser que lo orillaba a cometer tales actos y a ser capaz de eludir a las autoridades, a los cazadores e inquisidores involucrados en su búsqueda. No tenia idea de si se trataba de un ser tan poderoso, capaz de escapar a sus captores o si era simplemente un tipo con suerte y la verdad era que no le preocupaba y tampoco a París. El asesino solía atacar en pequeñas aldeas y sitios alejados de la ciudad, se habían dictado un par de órdenes de aprensión y exterminio en su contra pero no era nada que preocupase a los reyes ni a la iglesia en particular.

El “coleccionista” como le había bautizado la prensa amarillista, parecería que quedaría en el olvido en poco tiempo, sobre todo en la mente de James quien solo rumores había oído de él, o por lo menor eso pensaba. Un par de noches antes de verse en aquella aldea, un grupo de hombres habiéndolo abordado en un bar, ha saber como demonios habíanse enterado de él, le habían pedido entre suplicas y sollozos, típicos de un hombre que ha perdido toda fe y se ha entregado a su ultima esperanza, que buscara a tal sujeto. El “coleccionista”, aseguraban, estaba en su aldea y no tardaría en atacar, se les oía bastante seguros en su afirmación, cualidad que supieron retribuir al contarle a James que ya en una ocasión lo habían visto y logrado frustrar su cometido. La insistencia de los hombres fue tal que, después de convencerse de que ni la iglesia ni el Rey ayudaría a estos pobres hombres, estaba en sus manos, por lo menos intentar encontrar a tal abominación y si estuviera en su poder detenerlo. Lo primero fue la promesa que les hizo, y con eso partió con ellos al lugar donde se encuentra ahora.

- Señor, que desea ordenar - le dijo la mecerá inclinándose hacia él de forma insinuante y con una sonrisa en el rostro, seguro era que no veía a muchos forasteros muy seguido -

- Whisky - se limito a decir James mientras una figura lo distraía flagrantemente del coqueteo de la joven mecerá.

El lugar era pequeño y tenia ventanas grandes, a través de una de ellas James pudo notar a una mujer, por su apariencia, notable pero delatadora, pudo saber que se trataba de una cortesana, la reacción de los aldeanos corroboro su teoría, se sintieron abordados de inmediato por la figura de tal mujer, además de que la presencia de no uno, sino de dos forasteros, supuso, los tendría inquietos. La mujer parecía agitada. A pesar de que seguramente estaba ya acostumbrada a ellos, caminaba por la aldea sin notar siquiera a los escandalizados aldeanos a sus cuchicheos. James entonces le hizo una seña a la joven mecerá. Esta sin titubear acudió al llamado del hombre.

- ¿Si mi señor? -dijo esta ves con un movimiento mas sutil que el de hace rato.

- A que hora sale el último carruaje a Paris - pregunto sin mirarla, siguiendo aun con la vista a aquella mujer de cabellos largos y ondulados.

- Me temo, mi señor, que no habrá un carruaje que haga tal viaje sino hasta tres días, aunque para usted se ha dispuesto un carruaje y un chófer. Desea que pida que lo preparen ahora - dijo la joven con un cierto tono como si viera partir a un viejo amigo.

- No será necesario, me quedare esta noche - dijo James mientras preparaba una pipa para fumar mientras esperaba que su intuición fuera correcta y viera, entonces, entrar por esa puerta a aquella mujer en los próximos minutos. Había ya maquilado un plan en su cabeza, uno que implicaba la captura del “coleccionista” y a aquella cortesana. Sabía de antemano que si el asesino, efectivamente, se encontraba en aquella aldea, olvidada por Dios, no se resistiría nunca a una mujer como ella.