Abrazando París(Libre)

Eden había viajado mucho durante demasiado tiempo, de ciudad en ciudad, sin poder echar raíces ni declarar su amor verdadero a ninguno de los lugares que había visitado. No sabía sin en París podría quedarse más tiempo de lo que era habitual en él-intuía que si-sin embargo deseaba poder hacerlo puesto que desde el primer momento quedó maravillado por una urbe de una luz tan especial y una arquitectura tan exquisita. Él, de origen humilde, no podía evitar sentir una atracción especial por aquellos lugares que se distanciaban de la monotonía ligada a zonas como los bosques y las montañas, ambiente que le había desgastado en demasía durante toda su infancia. No desdeñaba la tranquilidad, sin embargo en exceso, era una droga demasiado aburrida para un joven de naturaleza vital como él. París era una ciudad tan grande y de tantas posibilidades que por un momento, la visión de todas aquellas vías, calles, caminos y lugares estuvieron a punto de hacerle olvidar el cansancio acumulado de 3 días continuados de viaje. Sin embargo un mortal como él, con sus limitaciones, debía satisfacer las exigencias de su cuerpo, y por mucho que quisiera comenzar a desentrañar todos y cada uno de los recovecos de aquella ciudad, necesitaba un lecho sobre el que tirarse, por lo que tan solo necesitó la visión de un cartel que rezaba "Hotel des Arenes", para disipar sus ansias de aventura y entrar en aquel edificio.

Normalmente y en otras circunstancias, Eden habría descartado hospedarse en un establecimiento de aquellas características, netamente por encima de su presupuesto habitual, sin embargo por suerte para él había conseguido hacer un dinero como violinista en una obra de teatro ambulante por lo que podía permitirse el lujo de adquirir una habitación sin ratas ni goteras. El joven accedió a la recepción, donde le atendió un joven bien parecido de brillante dentadura. Tenía varias habitaciones libres, por lo que tras depositar la tarifa correspondiente a una noche, el joven le hizo entrega de la llave, que correspondía a la habitación número 17. Hecho lo cual, el recepcionista le cuestionó sobre si necesitaba que alguien le subiera su equipaje a su habitación, propuesta a la que Eden respondió con una negativa ya que, aunque estaba cansado, no le costaba demasiado cargar con su macuto marrón y el estuche bruno y desgastado de su violín. Antes de subir a su habitación, el joven se desvió a la derecha para acceder al restaurante del hotel, en el que tomó un sitio en la vacía barra del local, depositando a su lado sus cosas. Nada más sentarse en el taburete liberó un suspiro de relajación puesto que hacía mucho que no había tenido la oportunidad de dar descanso a sus piernas. El hombre encargado de aquella zona del hotel se le aproximó para preguntarle si quería beber algo, a lo que Eden respondió:

-Un vaso de agua por favor...no, un momento, mejor dos-Profirió el joven mostrando una leve sonrisa.

El camarero le miró un tanto desconcertado, pero acató su petición y no tardó en servirle ambos vidrios con el líquido elemento. El joven se lanzó sobre uno de ellos, y aplacó la tremebunda sed que le asolaba de un trago después del cual volvió a suspirar, en esta ocasión de satisfacción. Había conseguido llegar a París, y por lo tanto estaba más cerca de René, su hermano, el cual en teoría debía de encontrarse en algún lugar de la ciudad o de los alrededores. Por alguna razón la tribu Wolfang había convocado la reunión de todos los licántropos pertenecientes a ella en aquella bella ciudad, y aunque Eden desconocía los detalles, sus indagaciones le habían llevado a cerciorarse de que se trataba de algo importante. Habían pasado ya más de 7 años desde que cruzó su mirada con la de su hermano por última vez, y por un lado tenía miedo por aquello con lo que podría encontrarse, pero por otro sabía que debía hacerlo, para darle la paz...El joven bajó la mirada en dirección a su violín, el arma que le permitiría curar a su hermano, había practicado mucho para hacerlo, y aunque tuviera que dar su vida, lo salvaría...Eden cogió el segundo vaso y se lo bebió hasta la mitad, tras lo cual se apoyó sobre la barra con la mirada perdida en el amplio compendio de licores que adornaban la pared del bar del hotel, pensando en que pasos seguir a partir de aquel momento...