AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
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La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
En algún momento supo que esa noche por fin terminaría con el juego que durante mucho tiempo mantuvo con una joven que desde la primera ocasión llamó su atención de manera especial, pues simplemente le parecía alguien interesante y que despertaba un sentimiento extraño, así como ansiedad por siquiera cruzar una palabra con ella… ¿Acaso no podía evitar la curiosidad? Eso fue lo que se preguntó muchas veces después de acudir a esas fiestas en la que lo invitaban por su estatus social, pues su procedencia era claramente conocida en muchas partes y varios de los organizadores de eventos pedían su asistencia… Así que una vez más iría a una reunión, en donde esperaba encontrarla nuevamente, solo que esta vez sin duda hablaría con ella…
Es así como esa noche se subió al coche tirado por hermosos y fuertes caballos que con gran rapidez lo llevaron hasta el lugar deseado, el cual, era admirado desde la ventana por Kareck que esperaba dar con su objetivo inmediatamente, pero solo acabo decepcionado al no lograr verla, por lo que se resigno a buscarla entre la multitud.
Más tarde
Cuando entró dejó en manos de un sirviente el saco y el sombrero, así como el bastón de hermosa ornamente que sin duda valía una gran cantidad de dinero por la piedra que ostentaba en la empuñadura, si, ese tipo de personaje tan importante es el que era o el que aparentaba, pues muchas veces deseó cambiar todo ese poder económico para tener algo suyo y dejar de sentir ese vacío interminable que lo martirizaba, obligándolo a ir coleccionando experiencias que pudiesen brindarle algo más, algo que él mismo desconocía…
- Toda esta gente y no puedo verte…
Exclamó en un murmullo que apenas y era audible para él, pues el ruido era tal que únicamente se limito a captar cada rasgo con esa mirada azul, llena de un sentimiento peculiar del que resaltaba la curiosidad por conocer más y más, algo que le pudiera crear una auténtica razón de existir y de continuar adelante…Así, simplemente veía de un lado a otro, con la esperanza de verla aunque sea una ocasión más, en donde sin duda dejaría la coquetería y juego para por fin conocerla directamente, tener un contacto que por fin termine con esa curiosidad que ella le producía…
¿En todo ese vacío por fin había encontrado algo real? ¿Acaso por fin tendría una auténtica relación con una persona? Sí, esas eran preguntas que no tendrían respuesta hasta comprobar que tan importante podría ser ella para él…
Es así como esa noche se subió al coche tirado por hermosos y fuertes caballos que con gran rapidez lo llevaron hasta el lugar deseado, el cual, era admirado desde la ventana por Kareck que esperaba dar con su objetivo inmediatamente, pero solo acabo decepcionado al no lograr verla, por lo que se resigno a buscarla entre la multitud.
Más tarde
Cuando entró dejó en manos de un sirviente el saco y el sombrero, así como el bastón de hermosa ornamente que sin duda valía una gran cantidad de dinero por la piedra que ostentaba en la empuñadura, si, ese tipo de personaje tan importante es el que era o el que aparentaba, pues muchas veces deseó cambiar todo ese poder económico para tener algo suyo y dejar de sentir ese vacío interminable que lo martirizaba, obligándolo a ir coleccionando experiencias que pudiesen brindarle algo más, algo que él mismo desconocía…
- Toda esta gente y no puedo verte…
Exclamó en un murmullo que apenas y era audible para él, pues el ruido era tal que únicamente se limito a captar cada rasgo con esa mirada azul, llena de un sentimiento peculiar del que resaltaba la curiosidad por conocer más y más, algo que le pudiera crear una auténtica razón de existir y de continuar adelante…Así, simplemente veía de un lado a otro, con la esperanza de verla aunque sea una ocasión más, en donde sin duda dejaría la coquetería y juego para por fin conocerla directamente, tener un contacto que por fin termine con esa curiosidad que ella le producía…
¿En todo ese vacío por fin había encontrado algo real? ¿Acaso por fin tendría una auténtica relación con una persona? Sí, esas eran preguntas que no tendrían respuesta hasta comprobar que tan importante podría ser ella para él…
Kareck Cromwell- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 29/05/2012
Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
Una salida más, un deseo cumplido, una noche de riesgos, ¿Alguien la reconocería? Intentaba que no, usaba diferentes antifaces, aunque se preguntaba si eran lo suficientemente variados porque un caballero siempre la miraba con intensidad y le sonreía como si la conociera. Eso le daba muy mala espina. ¿Sería un enviado de su familia? La paranoia volvía a ella y la hacía temblar. Esa noche traía algo diferente, una máscara blanca cuando siempre había usado de cualquier color menos ese. Quizá lograra despistar al caballero. No lo negaba, era atractivo, todo un adonis, con una sonrisa que le arrebataba las ideas cada vez que lo veía.
Aún así... sacudió la cabeza llena de rizos para aspirar aire y mirar afuera de la ventanilla del carruaje que la llevaba. Por Dios, tenía a Santiago, ¿Para qué pensar en otros hombres cuando lo que estaba buscando era zafarse de cierta forma de su status de cortesana? Aunque no lo negaba, esa profesión tan baja y vulgar le dio mucho tiempo de tranquilidad. Su familia no la había encontrado aún y eso la hacía respirar por un lado y por el otro tensarse más porque las llamadas de Etrius eran cada vez más frecuentes. La última vez casi y no lo logra de no ser por Craig.
Ese vampiro también la tenía de cabeza, todo se complicaba cada vez más en su vida y lo peor era que ella lo provocaba. Debía terminar su relación con ese otro vampiro, pero la parte de ella que estaba obsesionada con él se negaba a dejarle ir. Una noche terminaría muerta por alguno de los dos vampiros que jalaban en dirección contraria. Aspiró aire y miró al techo. Por eso estas escapadas eran fundamentales para ella, se olvidaba del mundo lleno de violencia en el que sumía con Craig y el decadente que gobernaba Santhiago. Era libre de hablar de los temas que deseara, de bailar, de reír, de ser ella misma, una persona que fue destrozada por su familia durante tanto tiempo para buscar las respuestas que jamás obtuvieron.
El carruaje llegó por fin a su destino, fue ayudada por un paje a bajar del mismo y con la máscara bien puesta, se introdujo tras entregar la invitación que con anterioridad había falsificado para perderse entre los presentes. Se sentía como pez en el agua, dialogando sobre los últimos cambios políticos con caballeros que la miraban con esa expresión de azoro y al mismo tiempo la desdeñaban por ser mujer, aunque eso no era algo que a Ingrid le preocupara en lo más mínimo. Era normal, pero no era vista con lujuria en los ojos, de una forma tan vulgar como despectiva. No era un trozo de carne, era una mujer a la cual debían tener en cuenta o bien, ignorarla para que sus cabezas no sufrieran desentrañando las semillas que dejaba con sus argumentos.
Bailaba, reía, bebía un poco de champaña, hasta que le miró de nuevo. Ahí estaba él, tan gallardo y atractivo con ese traje que a Ingrid se le antojó verlo en el suelo de su habitación, teniendo a su alrededor esos brazos fornidos mientras bebía el elixir de sus labios. No debía pensar así en él, ni desearlo, pero era imposible. Algo en ese varón había que le temblaban las piernas sólo de la forma en que la admiraba. Por fin, se decidió a preguntar entre las damas más cotillas y su respuesta la dejó más intranquila. Era un miembro de la realeza escocesa, un Cromwell e Ingrid había escuchado de ellos durante sus viajes. El rey de Escocia era justo un familiar del caballero y el saber que no era enviado por su familia no disminuyó su preocupación, todo lo contrario. Dejarse ver con alguien tan importante aunque fuera hablando, atraería habladurías, rumores y con ello, tarde que temprano, a su familia. Debía ignorarlo. Era más seguro para sí.
Aún así... sacudió la cabeza llena de rizos para aspirar aire y mirar afuera de la ventanilla del carruaje que la llevaba. Por Dios, tenía a Santiago, ¿Para qué pensar en otros hombres cuando lo que estaba buscando era zafarse de cierta forma de su status de cortesana? Aunque no lo negaba, esa profesión tan baja y vulgar le dio mucho tiempo de tranquilidad. Su familia no la había encontrado aún y eso la hacía respirar por un lado y por el otro tensarse más porque las llamadas de Etrius eran cada vez más frecuentes. La última vez casi y no lo logra de no ser por Craig.
Ese vampiro también la tenía de cabeza, todo se complicaba cada vez más en su vida y lo peor era que ella lo provocaba. Debía terminar su relación con ese otro vampiro, pero la parte de ella que estaba obsesionada con él se negaba a dejarle ir. Una noche terminaría muerta por alguno de los dos vampiros que jalaban en dirección contraria. Aspiró aire y miró al techo. Por eso estas escapadas eran fundamentales para ella, se olvidaba del mundo lleno de violencia en el que sumía con Craig y el decadente que gobernaba Santhiago. Era libre de hablar de los temas que deseara, de bailar, de reír, de ser ella misma, una persona que fue destrozada por su familia durante tanto tiempo para buscar las respuestas que jamás obtuvieron.
El carruaje llegó por fin a su destino, fue ayudada por un paje a bajar del mismo y con la máscara bien puesta, se introdujo tras entregar la invitación que con anterioridad había falsificado para perderse entre los presentes. Se sentía como pez en el agua, dialogando sobre los últimos cambios políticos con caballeros que la miraban con esa expresión de azoro y al mismo tiempo la desdeñaban por ser mujer, aunque eso no era algo que a Ingrid le preocupara en lo más mínimo. Era normal, pero no era vista con lujuria en los ojos, de una forma tan vulgar como despectiva. No era un trozo de carne, era una mujer a la cual debían tener en cuenta o bien, ignorarla para que sus cabezas no sufrieran desentrañando las semillas que dejaba con sus argumentos.
Bailaba, reía, bebía un poco de champaña, hasta que le miró de nuevo. Ahí estaba él, tan gallardo y atractivo con ese traje que a Ingrid se le antojó verlo en el suelo de su habitación, teniendo a su alrededor esos brazos fornidos mientras bebía el elixir de sus labios. No debía pensar así en él, ni desearlo, pero era imposible. Algo en ese varón había que le temblaban las piernas sólo de la forma en que la admiraba. Por fin, se decidió a preguntar entre las damas más cotillas y su respuesta la dejó más intranquila. Era un miembro de la realeza escocesa, un Cromwell e Ingrid había escuchado de ellos durante sus viajes. El rey de Escocia era justo un familiar del caballero y el saber que no era enviado por su familia no disminuyó su preocupación, todo lo contrario. Dejarse ver con alguien tan importante aunque fuera hablando, atraería habladurías, rumores y con ello, tarde que temprano, a su familia. Debía ignorarlo. Era más seguro para sí.
Última edición por Ingrid Chassier el Dom Ago 05, 2012 8:58 pm, editado 1 vez
Ingrid Chassier- Mensajes : 102
Fecha de inscripción : 30/09/2011
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Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
Esa noche comenzaba a perder la esperanza y la sonrisa era cada vez más fingida, pues incluso sus palabras se hacían torpes por el fastidio de hablar con personas tan comunes, pues no despertaban ni el más mínimo interés en el noble escoses que por un momento bajo la mirada para centrarla en la copa de vino antes de suspirar y tomar la decisión de marcharse del lujar… Sin embargo, como si algo le llamase giró un poco la cabeza y aun cuando lucia un tanto diferente pudo reconocer ese porte y esos ojos que sobresalían del antifaz blanco, sintiendo como si fuese hechizado, siendo esta una ironía que le obliga a sonreír de la manera más natural y como casi nunca lo había hecho hasta entonces…
Sí, por fin la espera valió la pena y solo le restaba el animarse a dar el siguiente paso, pero sentía algo casi inexistente en él ¿Debería hablarle? Pensó como una duda que incluso le hizo mella al tener en el rostro una casi imperceptible gota de sudor… ¿Inseguridad en un Cromwell? No, eso no pasaba en los miembros de tan poderosa familia pero esta era una situación desconocida para la que no fue educado… ¡No sabía cómo sentir!
Tal vez pasaron varios segundos en los que en silencio clavó la mirada en ella, esperando que lo notara y de igual forma se perdiera en sus ojos claros; Expresivos y curiosos.
- Que ridículo, es solo una mujer
Dijo en un murmullo casi inexistente, sintiéndose patético por actuar de una forma tan débil para alguien que nació para gobernar o al menos eso fue lo que siempre le dijeron las personas que se encontraban a su alrededor, pero que de cierta manera lo convencieron, pues siempre supo cómo enfrentar cualquier situación sin importar la complejidad pero esta vez no tenía idea de cómo hablar con ella, con una plebeya.
Así que poco después simplemente decidió caminar en dirección a la mujer, quitando los obstáculos y centrando toda su atención en su único objetivo, teniendo un gesto serio pero que demostraba determinación por cumplir con lo que se había propuesto desde el momento en que tomó la decisión de asistir a la fiesta.
- Buenas noches
Comento una vez estando frente a frente, observando el antifaz, tratando de adivinar el auténtico rostro de la chica con quien por vez primera habla y que extrañamente ha despertado emociones nuevas y excitantes, aunque al mismo tiempo eran fastidiosas…
Frente a frente y rompiendo con el silencio, por fin pudo hacerlo… Tal vez ahora pueda encontrase y ser quien verdaderamente deje atrás esa vida vacía y carente de cualquier emoción, quizá pueda cambiar…
Sí, por fin la espera valió la pena y solo le restaba el animarse a dar el siguiente paso, pero sentía algo casi inexistente en él ¿Debería hablarle? Pensó como una duda que incluso le hizo mella al tener en el rostro una casi imperceptible gota de sudor… ¿Inseguridad en un Cromwell? No, eso no pasaba en los miembros de tan poderosa familia pero esta era una situación desconocida para la que no fue educado… ¡No sabía cómo sentir!
Tal vez pasaron varios segundos en los que en silencio clavó la mirada en ella, esperando que lo notara y de igual forma se perdiera en sus ojos claros; Expresivos y curiosos.
- Que ridículo, es solo una mujer
Dijo en un murmullo casi inexistente, sintiéndose patético por actuar de una forma tan débil para alguien que nació para gobernar o al menos eso fue lo que siempre le dijeron las personas que se encontraban a su alrededor, pero que de cierta manera lo convencieron, pues siempre supo cómo enfrentar cualquier situación sin importar la complejidad pero esta vez no tenía idea de cómo hablar con ella, con una plebeya.
Así que poco después simplemente decidió caminar en dirección a la mujer, quitando los obstáculos y centrando toda su atención en su único objetivo, teniendo un gesto serio pero que demostraba determinación por cumplir con lo que se había propuesto desde el momento en que tomó la decisión de asistir a la fiesta.
- Buenas noches
Comento una vez estando frente a frente, observando el antifaz, tratando de adivinar el auténtico rostro de la chica con quien por vez primera habla y que extrañamente ha despertado emociones nuevas y excitantes, aunque al mismo tiempo eran fastidiosas…
Frente a frente y rompiendo con el silencio, por fin pudo hacerlo… Tal vez ahora pueda encontrase y ser quien verdaderamente deje atrás esa vida vacía y carente de cualquier emoción, quizá pueda cambiar…
Kareck Cromwell- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 29/05/2012
Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
Copas deambulando en charolas sujetas por hombres vestidos tan elegantes que jamás pensaría uno que sólo eran simples meseros. Podrían aparentar con facilidad tal status de no ser porque al abrir la boca se escuchaba cada barbaridad que Ingrid rogaba porque se alejaran lo más pronto posible de su lado. Aún así, la frivolidad era palpable, mujeres criticando los vestidos, formas de conducirse y modales de las otras, con la simple finalidad de hacer caer a las que consideraban no apropiadas para integrar su círculo social. O simplemente destruir a aquélla que brilló más que ellas durante la reunión pasada. Eso era imperdonable y justo era el juego que a Ingrid más le gustaba llevar a cabo. Dejarlas fúricas y sonrojadas de ira por el simple hecho de que los caballeros casaderos mostraran mayor interés en una mujer que podría serlo todo, menos una más. Diálogos llenos de picardía, de inteligencia y astucia eran las cartas que utilizaba al por mayor. Cierto era que en ocasiones le fallaba la estrategia y había que cambiarla en la marcha para seguir conquistando al varón en cuestión y al final, dejarlo con un palmo de narices.
Ingrid no tenía por costumbre acostarse con los hombres que conocía en las fiestas. Para nada, porque era perder una reputación de inalcanzable, de estrella del firmamento que nadie podía tocar, pero todos admiraban hasta que su luz se iba con los primeros rayos del sol. Así le gustaba hacerlo, intentando por todos los medios no dar una pauta para que la reconocieran, que alguien hablara de ella o su mente pudiera ser asaltada por alguien de los Tremere para su beneficio. Sí, obsesionada y paranoica estaba con su familia, pero quien pudiera ver realmente su cuerpo entendería el por qué. Sólo un mago podría vislumbrar las cicatrices que su piel ocultaba con magia como si fuera el muestrario de torturas más sádicas y destructivas tanto de una mente como de un espíritu como el de la joven. ¿Cómo aún tenía la fuerza para seguir adelante? Ni ella misma lo sabía. No quería que se le acercaran demasiado y quien lo hacía terminaba alejado con rapidez y ella se perdía en la noche temerosa de ser ubicada por un desliz. ¿Vivir de nuevo ese infierno? ¡Jamás!
Así que cuando vio que el Duque Cromwell se acercaba a ella, le temblaron los labios. Era como el mismo demonio instándola a acercársele, tentándola. No, no debía, pero sentía un hueco en el estómago. Era tan diferente de todos los hombres que conocía, sólo su apostura, su propia presencia tenía más que suficiente para hacerle pensar en mantener una plática con él. No debía. No. Intentó alejarse, pero alguien se le entrometió, una mujer que estaba interesada en las joyas que Ingrid lucía esa noche. Si supiera que eran robadas quizá no estaría preguntando por el joyero con el que se las "mandó hacer". Así que le dio el primer nombre que se le ocurrió para que la dejara en paz, la mujer no podría saber que "Alejandro Garay" era un cortesano, ni que de seguro se derretiría por él. Además de que seguramente la ayudaría a salir del atolladero del que se había metido. Uno peor al de ahora puesto que sus modales le ordenaban voltear y saludar al Duque ahora que le había alcanzado y no sólo eso, si no que le hablaba.
Sin más alternativa, realizó una reverencia ante el varón de conformidad al status que él poseía: un noble ante una plebeya justamente. Y devolvió el saludo con una voz llena de matices en los que se encontraban una sensualidad escondida, una timidez halagadora, un miedo muy profundo y una educación firme. Dulce, musical a los oídos, pero al mismo tiempo levemente ronca. Eso era la voz de la joven y mucho más, porque sus ojos cobalto le observaron, su cabello de fuego (se colocaba una peluca dependiendo del lugar a donde fuera, para no ser reconocida... ahí, siempre era rojo) caía en firmes caireles alrededor del rostro dándole una tonalidad a la piel mucho más blanca de lo que normalmente era y con unos tonos más sonrosados como efecto del tono de la cabellera. Tragó saliva y su sonrisa fue trémula, miró a su izquierda, hacia el jardín buscando una escapatoria a este aprieto. No quería estar cerca de él y al mismo tiempo quería seguir oyendo su voz. Estaba loca, pero es que... ¿Acaso había una excusa real a su comportamiento? Sí, muy en lo profundo la había. Una razón en realidad. Temía estar a su lado, que la coquetería con que él a veces la había mirado en otras reuniones aflorara de nuevo porque no sabía cómo comportarse. De hecho, le aterraba que hiciera gala de ella... porque eso le arrebataba partes de su mente y desataba sentimientos que no sabía que existieran.
Ingrid no tenía por costumbre acostarse con los hombres que conocía en las fiestas. Para nada, porque era perder una reputación de inalcanzable, de estrella del firmamento que nadie podía tocar, pero todos admiraban hasta que su luz se iba con los primeros rayos del sol. Así le gustaba hacerlo, intentando por todos los medios no dar una pauta para que la reconocieran, que alguien hablara de ella o su mente pudiera ser asaltada por alguien de los Tremere para su beneficio. Sí, obsesionada y paranoica estaba con su familia, pero quien pudiera ver realmente su cuerpo entendería el por qué. Sólo un mago podría vislumbrar las cicatrices que su piel ocultaba con magia como si fuera el muestrario de torturas más sádicas y destructivas tanto de una mente como de un espíritu como el de la joven. ¿Cómo aún tenía la fuerza para seguir adelante? Ni ella misma lo sabía. No quería que se le acercaran demasiado y quien lo hacía terminaba alejado con rapidez y ella se perdía en la noche temerosa de ser ubicada por un desliz. ¿Vivir de nuevo ese infierno? ¡Jamás!
Así que cuando vio que el Duque Cromwell se acercaba a ella, le temblaron los labios. Era como el mismo demonio instándola a acercársele, tentándola. No, no debía, pero sentía un hueco en el estómago. Era tan diferente de todos los hombres que conocía, sólo su apostura, su propia presencia tenía más que suficiente para hacerle pensar en mantener una plática con él. No debía. No. Intentó alejarse, pero alguien se le entrometió, una mujer que estaba interesada en las joyas que Ingrid lucía esa noche. Si supiera que eran robadas quizá no estaría preguntando por el joyero con el que se las "mandó hacer". Así que le dio el primer nombre que se le ocurrió para que la dejara en paz, la mujer no podría saber que "Alejandro Garay" era un cortesano, ni que de seguro se derretiría por él. Además de que seguramente la ayudaría a salir del atolladero del que se había metido. Uno peor al de ahora puesto que sus modales le ordenaban voltear y saludar al Duque ahora que le había alcanzado y no sólo eso, si no que le hablaba.
Sin más alternativa, realizó una reverencia ante el varón de conformidad al status que él poseía: un noble ante una plebeya justamente. Y devolvió el saludo con una voz llena de matices en los que se encontraban una sensualidad escondida, una timidez halagadora, un miedo muy profundo y una educación firme. Dulce, musical a los oídos, pero al mismo tiempo levemente ronca. Eso era la voz de la joven y mucho más, porque sus ojos cobalto le observaron, su cabello de fuego (se colocaba una peluca dependiendo del lugar a donde fuera, para no ser reconocida... ahí, siempre era rojo) caía en firmes caireles alrededor del rostro dándole una tonalidad a la piel mucho más blanca de lo que normalmente era y con unos tonos más sonrosados como efecto del tono de la cabellera. Tragó saliva y su sonrisa fue trémula, miró a su izquierda, hacia el jardín buscando una escapatoria a este aprieto. No quería estar cerca de él y al mismo tiempo quería seguir oyendo su voz. Estaba loca, pero es que... ¿Acaso había una excusa real a su comportamiento? Sí, muy en lo profundo la había. Una razón en realidad. Temía estar a su lado, que la coquetería con que él a veces la había mirado en otras reuniones aflorara de nuevo porque no sabía cómo comportarse. De hecho, le aterraba que hiciera gala de ella... porque eso le arrebataba partes de su mente y desataba sentimientos que no sabía que existieran.
Última edición por Ingrid Chassier el Dom Ago 05, 2012 8:59 pm, editado 1 vez
Ingrid Chassier- Mensajes : 102
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Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
De alguna manera había conseguido romper con el silencio y la distancia, eso lo hacia sentirse más cómodo, pues el nerviosismo pasó y únicamente esbozo esa sonrisa limpia y coqueta, una faceta que también era desconocida, ya que casi siempre fingía aquella expresión que le dio muchas cosas, como si fuera una llave para llegar hasta lo más profundo de la gente que miraba ese rostro tan fino y hermoso que casi siempre le brindaba el resaltar sobre los demás, no dependiendo únicamente del título que le fue heredado.
- No tienes porqué inclinarte, prefiero mirar tus ojos directamente
Comenta serio y amable, demostrando al mismo tiempo un dejo de humildad inusual en los hombres nobles, pues en la mayoría de las ocasiones se creen superiores aun cuando sus vidas no son más que una fachada, algo que él no pretende llevar al desear encontrar algo que verdaderamente alivie su alma, que realmente pudiese darle un auténtico sentimiento de vida, que por fin pueda tener algo más que lujos y buen trato, en donde todos con absoluta hipocresía se acerquen a él por conseguir un favor de su familia, de los respetados y admirados Cromwell.
- Mi nombre es Kareck, Kareck Cromwell
Añade su nombre como una presentación en el instante en que inclina un poco más la vista, tratando de entrar en contacto con la dama que durante bastante tiempo ha cautivado su atención, como si en todas aquellas reuniones no hubiese habido nadie más para él…
- Permíteme conocer tu nombre, espero no ser atrevido
Nuevamente usa esa voz lenta y amable, como si con ella intentase cautivar la atención en un momento en donde sus emociones son nuevas y naturales, en donde nada es fingido… Así, comienza a experimentar latidos más rápidos y fuertes, creando una mueca que resalta ese porte elegante y sobrio, el cual sin duda luce más impecable que nunca con la espera de escuchar su voz y por fin terminar con el misterio que aunque él no lo sabe parece que incrementará al tener aquellas experiencias tan amenas y cautivadoras…
No importa en donde esté ni con quien, jamás dejará de ser un Cromwell… Su sangre y su alma velaran siempre por el bienestar de su familia aún cuando no lo desee… Pero ahora todo es ajeno, todo ese padecimiento de soledad termina con una mirada, ¿Acaso su padecimiento ha encontrado una cura?
- No tienes porqué inclinarte, prefiero mirar tus ojos directamente
Comenta serio y amable, demostrando al mismo tiempo un dejo de humildad inusual en los hombres nobles, pues en la mayoría de las ocasiones se creen superiores aun cuando sus vidas no son más que una fachada, algo que él no pretende llevar al desear encontrar algo que verdaderamente alivie su alma, que realmente pudiese darle un auténtico sentimiento de vida, que por fin pueda tener algo más que lujos y buen trato, en donde todos con absoluta hipocresía se acerquen a él por conseguir un favor de su familia, de los respetados y admirados Cromwell.
- Mi nombre es Kareck, Kareck Cromwell
Añade su nombre como una presentación en el instante en que inclina un poco más la vista, tratando de entrar en contacto con la dama que durante bastante tiempo ha cautivado su atención, como si en todas aquellas reuniones no hubiese habido nadie más para él…
- Permíteme conocer tu nombre, espero no ser atrevido
Nuevamente usa esa voz lenta y amable, como si con ella intentase cautivar la atención en un momento en donde sus emociones son nuevas y naturales, en donde nada es fingido… Así, comienza a experimentar latidos más rápidos y fuertes, creando una mueca que resalta ese porte elegante y sobrio, el cual sin duda luce más impecable que nunca con la espera de escuchar su voz y por fin terminar con el misterio que aunque él no lo sabe parece que incrementará al tener aquellas experiencias tan amenas y cautivadoras…
No importa en donde esté ni con quien, jamás dejará de ser un Cromwell… Su sangre y su alma velaran siempre por el bienestar de su familia aún cuando no lo desee… Pero ahora todo es ajeno, todo ese padecimiento de soledad termina con una mirada, ¿Acaso su padecimiento ha encontrado una cura?
Kareck Cromwell- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 29/05/2012
Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
Ahí estaba, lo que más temía se hacía realidad, no sólo llamaba la atención de un hombre que le atraía si no que de paso, era un noble. Un miembro de la familia más poderosa de Escocia que, a pesar de su renombre, de seguro no podrían encarar a los Tremere de Viena. Grandes brujos y experimentados vampiros. Asesinos, psicóticos, destructores, malnacidos. No había nada bueno en sus parientes y lo único que tenían era justamente lo que habían tornado atroz: la propia Ingrid quien en carne propia había sufrido toda clase de torturas en pos de exprimirle una verdad que ella misma no conocía: no era la libertadora de su familia, pero tampoco la que fuera a llevarla al exterminio. ¿O sí? Porque si tuviera la fuerza no dudaría en revolverse cual gato boca arriba y soltar el zarpazo para que no volvieran a tocarla. A morder hasta que los colmillos estuvieran bien enterrados y... sólo entonces...
Parpadeó regresando a la realidad, a esos ojos que le observaban y en los que ella no alcanzaba ver el nivel de maldad que anidaba en cada uno de aquellos orbes de sus parientes. Aunque una melodía se desencadenaba en su interior, tan lúgubre como desquiciante, no tenía una palabra, una frase perfecta para alejar a ese caballero sin ser tan despiadada o brutal. ¿Era que realmente lo quería fuera de su vida? Le observaba y no veía en él ese brillo tan reconocido de los vampiros, era pues un humano. Quizá un cambiaformas, un licántropo, pero un humano a finales de cuentas. ¿Cuándo había conocido uno con el que deseara relacionarse o simplemente platicar? Nunca. Alejandro Garay fue sólo un amante más, pero aunque su amigo, no era alguien a quien realmente desease tener a su lado todo el tiempo. ¿Kareck Cromwell era diferente? Sí. ¿Por qué? No tenía respuesta. Quizá esa actitud que denotaba una humildad impropia de los nobles. O esa otra galante acerca de mirar sus ojos. Sonrió sin evitarlo, eran halagos que pocas veces alguien le dedicaba. Ni siquiera el seductor de Santhiago.
¿Decirle su nombre? ¿Era adecuado? ¿No le traería consecuencias en el futuro? Se mordió el labio inferior dubitativa. Cierto era que no buscaba un hombre de cuento, alguien perfecto, sólo... un ser humano común y corriente, pero eso no era Kareck Cromwell... era un Cromwell, eso lo hacía completamente ajeno a esa categoría. Hizo una mueca y se encogió de hombros sin saber realmente qué hacer con él. Bajo la máscara se sentía segura, pero quitársela y darle más que una mirada sería catastrófico. ¿Por qué entonces sus labios se abrieron en más de dos ocasiones a punto de soltar lo que su mente evitaba? No lo entendía. ¿Sería cierto eso de que una reconocía a su alma gemela cuando la tenía frente a sí? Casi rió ante la idea. Si Kareck era su media naranja, seguro que sería agria. Miró a su izquierda y una de las puertas le llamó la atención. Recordaba un poco la distribución de la casa de la última vez que había entrado para robar unas joyas, así era como se había enterado de la fiesta y hurtado una de las invitaciones para falsificarla.
Se decantó por caminar hacia allá, si él la seguía tendría quizá un punto a su favor porque su plática estaría fuera del alcance de oídos indiscretos además de que las miradas chocarían contra una pared mucho más tangible. El abanico echó aire a su rostro que sudaba por el mismo miedo que implicaba que alguien la conociera realmente, porque ella no quería hablar de cosas superficiales como la política, el arte, las cortes. Sólo necesitaba olvidarse unos instantes de su realidad, la que había elegido en pos de una escapatoria que podría serle mortal cuando le encontraran. Entró a las habitaciones contiguas mirando la salita, la chimenea frente a ella y el piano junto al ventanal que daba al jardín, hacia la luna menguante que iluminaba con precariedad la escena. No tenía por qué traer velas, no eran necesarias gracias a la luz plateada. Volteó hacia atrás esperando encontrarle, aunque no se decepcionaría si él no estaba tras ella, lo entendería y al contrario, respiraría de alivio por ello...
Parpadeó regresando a la realidad, a esos ojos que le observaban y en los que ella no alcanzaba ver el nivel de maldad que anidaba en cada uno de aquellos orbes de sus parientes. Aunque una melodía se desencadenaba en su interior, tan lúgubre como desquiciante, no tenía una palabra, una frase perfecta para alejar a ese caballero sin ser tan despiadada o brutal. ¿Era que realmente lo quería fuera de su vida? Le observaba y no veía en él ese brillo tan reconocido de los vampiros, era pues un humano. Quizá un cambiaformas, un licántropo, pero un humano a finales de cuentas. ¿Cuándo había conocido uno con el que deseara relacionarse o simplemente platicar? Nunca. Alejandro Garay fue sólo un amante más, pero aunque su amigo, no era alguien a quien realmente desease tener a su lado todo el tiempo. ¿Kareck Cromwell era diferente? Sí. ¿Por qué? No tenía respuesta. Quizá esa actitud que denotaba una humildad impropia de los nobles. O esa otra galante acerca de mirar sus ojos. Sonrió sin evitarlo, eran halagos que pocas veces alguien le dedicaba. Ni siquiera el seductor de Santhiago.
¿Decirle su nombre? ¿Era adecuado? ¿No le traería consecuencias en el futuro? Se mordió el labio inferior dubitativa. Cierto era que no buscaba un hombre de cuento, alguien perfecto, sólo... un ser humano común y corriente, pero eso no era Kareck Cromwell... era un Cromwell, eso lo hacía completamente ajeno a esa categoría. Hizo una mueca y se encogió de hombros sin saber realmente qué hacer con él. Bajo la máscara se sentía segura, pero quitársela y darle más que una mirada sería catastrófico. ¿Por qué entonces sus labios se abrieron en más de dos ocasiones a punto de soltar lo que su mente evitaba? No lo entendía. ¿Sería cierto eso de que una reconocía a su alma gemela cuando la tenía frente a sí? Casi rió ante la idea. Si Kareck era su media naranja, seguro que sería agria. Miró a su izquierda y una de las puertas le llamó la atención. Recordaba un poco la distribución de la casa de la última vez que había entrado para robar unas joyas, así era como se había enterado de la fiesta y hurtado una de las invitaciones para falsificarla.
Se decantó por caminar hacia allá, si él la seguía tendría quizá un punto a su favor porque su plática estaría fuera del alcance de oídos indiscretos además de que las miradas chocarían contra una pared mucho más tangible. El abanico echó aire a su rostro que sudaba por el mismo miedo que implicaba que alguien la conociera realmente, porque ella no quería hablar de cosas superficiales como la política, el arte, las cortes. Sólo necesitaba olvidarse unos instantes de su realidad, la que había elegido en pos de una escapatoria que podría serle mortal cuando le encontraran. Entró a las habitaciones contiguas mirando la salita, la chimenea frente a ella y el piano junto al ventanal que daba al jardín, hacia la luna menguante que iluminaba con precariedad la escena. No tenía por qué traer velas, no eran necesarias gracias a la luz plateada. Volteó hacia atrás esperando encontrarle, aunque no se decepcionaría si él no estaba tras ella, lo entendería y al contrario, respiraría de alivio por ello...
Última edición por Ingrid Chassier el Dom Ago 05, 2012 8:59 pm, editado 1 vez
Ingrid Chassier- Mensajes : 102
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Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
De alguna manera no habían ocurrido las cosas como esperó, pues ni siquiera pudo obtener un nombre, siendo esto motivo para albergar un gesto de seriedad con el que siguió los movimientos de la mujer hasta aquella salida que desconocía aún cuando en alguna ocasión visitó la casa aunque en realidad no puso mucha atención, por lo que simplemente decidió seguirla con un paso firme y elegante, tratando de pasar desapercibido mientras sus pensamientos se llenaban de la imagen de la mujer que de cierto modo ha cautivado su atención de forma muy especial, como nunca antes le había pasado y eso, a veces le molestaba por tener dependencia de algo fuera de su control, así que una vez más se aventura a conseguir algo más, a revelar el misterio que sin duda le carcome la curiosidad más y más.
Momentos después pudo llegar hasta la habitación que mostraba la puerta abierta, lo cual le indicó de inmediato el objetivo que tenía trazado, siendo este el causante de la misma sonrisa de antes que iluminaba de manera extraordinaria ese rostro blanco y fino…
- Espero disculpes mi insistencia
Habla con total fluidez y amabilidad, teniendo en ese momento la intención de encontrar esos ojos que ha esperado por mirar cada vez más cerca, de encontrarlos y descubrir todos los secretos que esconden y que por alguna razón le trae recuerdos, como si en algún momento pudiese mirarse en un espejo… Ya que después de todo no es fácil ser un noble y menos en una familia como los Cromwell que tienen conocimientos que para el mundo son un pecado, una atrocidad que atenta contra la religión dominante.
- Pero espero que podamos conversar un momento, claro, si eso no te incomoda
Adjunta con esa amabilidad y respeto que muy pocos nobles poseen para con los plebeyos, que en muchas ocasiones son considerados como humanos de menor categoría, pero él había envidiado muchas veces a esos campesinos que aunque morían de hambre eran capaces de mostrar una sonrisa para aliviar el sufrimiento de sus hijos, logrando una conexión completamente desconocida para él que siempre miró de lejos a sus padres e incluso a su pariente más cercano, la melliza que le resultaba ajena, como una persona más.
- Aun cuando soy un Duque no tienes porque estar obligada a hablar conmigo, no habrá represalias y olvidaremos esto.
Añade rápidamente, con ese temple piadoso que en cierto modo no utiliza como una máscara, pues lo más extraño es que es completamente natural…
El Duque de Escocia, un personaje cuya vida no es más que una más, pues incluso esconde la verdadera naturaleza de su sangre, del arte de la brujería…
Momentos después pudo llegar hasta la habitación que mostraba la puerta abierta, lo cual le indicó de inmediato el objetivo que tenía trazado, siendo este el causante de la misma sonrisa de antes que iluminaba de manera extraordinaria ese rostro blanco y fino…
- Espero disculpes mi insistencia
Habla con total fluidez y amabilidad, teniendo en ese momento la intención de encontrar esos ojos que ha esperado por mirar cada vez más cerca, de encontrarlos y descubrir todos los secretos que esconden y que por alguna razón le trae recuerdos, como si en algún momento pudiese mirarse en un espejo… Ya que después de todo no es fácil ser un noble y menos en una familia como los Cromwell que tienen conocimientos que para el mundo son un pecado, una atrocidad que atenta contra la religión dominante.
- Pero espero que podamos conversar un momento, claro, si eso no te incomoda
Adjunta con esa amabilidad y respeto que muy pocos nobles poseen para con los plebeyos, que en muchas ocasiones son considerados como humanos de menor categoría, pero él había envidiado muchas veces a esos campesinos que aunque morían de hambre eran capaces de mostrar una sonrisa para aliviar el sufrimiento de sus hijos, logrando una conexión completamente desconocida para él que siempre miró de lejos a sus padres e incluso a su pariente más cercano, la melliza que le resultaba ajena, como una persona más.
- Aun cuando soy un Duque no tienes porque estar obligada a hablar conmigo, no habrá represalias y olvidaremos esto.
Añade rápidamente, con ese temple piadoso que en cierto modo no utiliza como una máscara, pues lo más extraño es que es completamente natural…
El Duque de Escocia, un personaje cuya vida no es más que una más, pues incluso esconde la verdadera naturaleza de su sangre, del arte de la brujería…
Kareck Cromwell- Hechicero/Realeza
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Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
Volteó hacia él para mirarle con interés, porque no entendía el qué quería realmente de ella. ¿Una noche? ¿Información? ¿Platicar? No sería tan insistente ¿O sí? Tomó asiento en el cómodo sillón, alisando sus faldas para que no se arrugaran con movimientos pausados y relajados de sus manos. Él era quien tenía que hablar no ella, así que levantó el rostro hacia él para saber sus intenciones. Ladeó la cabeza prestándole toda la atención del mundo, como si nada existiera más allá de sus magníficos ojos, el rostro esculpido de una forma tal que pareciera cincelado por los mismos dioses, los labios delineados que se antojaba ir a probarlos y conocer su sabor, de sus anchos hombros, de ese cuerpo que parecía trabajado a base de ejercicio. Era muy atractivo, se lo reconocía, pero no era suficiente para que ella pudiera sentirse a gusto a su lado.
El físico no lo era todo, la inteligencia también tenía sus expectativas, pero eso se podría descubrirse en una charla. Sin embargo tenía un pero que no podría quitarse más que volviendo a nacer: era un Cromwell. Y él mismo lo reafirmaba al presentarse con tal parsimonia a pesar de que se notara que se estaba conteniendo para no ser un arrogante noble más que Ingrid conociera. Le invitó con una mano a tomar asiento a su lado en el mismo mueble, la distancia no ayudaría en nada a contener sus ansias si es que decidía acercarse más o incluso, alguna otra actividad o actuación más... contundente y definida. Cuando él estuvo a su lado, Ingrid renegó. Su olor llegó a sus fosas nasales inundándolas de una sensación tal que ocupó toda su fuerza de voluntad para no echársele encima y darle un beso. Control, control.
- No estoy obligada a nada, no me siento así por lo que podemos empezar la conversación, aunque mucho me temo que me tendrá que decir "El Lobo de Plata", porque no pienso darle mi nombre. No aún. No confío en usted y de seguro el Duque no lo hará conmigo ahora que sabe quién soy - nada más que una de las ladronas más peligrosas y astutas de todo París, aunque no evitó sonreír contenta y divertida, así que también era tímido y no sabía bien qué hacer con ella como Ingrid desconocía cómo proceder ante él. Asintió pensativa, podrían hablar de tantos temas, siempre y cuando él no huyera tras haberle confesado quién era. Aunque temiera que la policía fuera tras su pista, no eran tan terroríficos como su propia familia. Además esperaba que él no se amedrentara por una confesión como esa porque claro que quería mantener una conversación. A ver qué sucedía.
El físico no lo era todo, la inteligencia también tenía sus expectativas, pero eso se podría descubrirse en una charla. Sin embargo tenía un pero que no podría quitarse más que volviendo a nacer: era un Cromwell. Y él mismo lo reafirmaba al presentarse con tal parsimonia a pesar de que se notara que se estaba conteniendo para no ser un arrogante noble más que Ingrid conociera. Le invitó con una mano a tomar asiento a su lado en el mismo mueble, la distancia no ayudaría en nada a contener sus ansias si es que decidía acercarse más o incluso, alguna otra actividad o actuación más... contundente y definida. Cuando él estuvo a su lado, Ingrid renegó. Su olor llegó a sus fosas nasales inundándolas de una sensación tal que ocupó toda su fuerza de voluntad para no echársele encima y darle un beso. Control, control.
- No estoy obligada a nada, no me siento así por lo que podemos empezar la conversación, aunque mucho me temo que me tendrá que decir "El Lobo de Plata", porque no pienso darle mi nombre. No aún. No confío en usted y de seguro el Duque no lo hará conmigo ahora que sabe quién soy - nada más que una de las ladronas más peligrosas y astutas de todo París, aunque no evitó sonreír contenta y divertida, así que también era tímido y no sabía bien qué hacer con ella como Ingrid desconocía cómo proceder ante él. Asintió pensativa, podrían hablar de tantos temas, siempre y cuando él no huyera tras haberle confesado quién era. Aunque temiera que la policía fuera tras su pista, no eran tan terroríficos como su propia familia. Además esperaba que él no se amedrentara por una confesión como esa porque claro que quería mantener una conversación. A ver qué sucedía.
Ingrid Chassier- Mensajes : 102
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Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
De alguna manera por fin había logrado empezar con una conversación, descubriendo más de lo que esperaba desde el momento en que tomó la decisión de hablar con ella, siendo esto un motivo suficiente para que su rostro albergara un gesto de sorpresa durante algunos segundos en los que meditó sobre lo dicho, lo cual pronto fue seguido por una sonrisa traviesa y divertida.
- No me esperaba ese nombre, pero ciertamente siempre noté algo diferente en ti
Comenta con ese mismo tono tranquilo y suave, como si nada hubiese cambiado en él aún cuando se encuentra de frente a una afamada criminal, lo cual en vez de asustarlo parecía crearle adrenalina, una sensación de un peligro que aún desconoce pero que de alguna manera le causa satisfacción, experimentando una emoción que sin duda lo hace estar con mayor intensidad en la pequeña reunión.
- Me gustan las personas diferentes, siempre he admirado la individualidad y por eso es que tuviste una impresión muy fuerte en mí desde la primera vez que te miré.
Adjunta mientras coloca la mirada en el techo, como si recordase algo mientras habla con ella…
- En el mundo de la realeza existe la falsedad, las mentiras de todos los que te rodean… A veces, la misma familia se oculta bajo una máscara de unión, creyendo que su ambición se esconde entre sus palabras, por eso, agradezco el que no intentes aparentar… Me gustas
En ese momento perfila la mirada hacia ella, dándole más énfasis a lo último con una sonrisa bastante pronunciada con la que además busca ruborizarla, ya que además de todo lo que ha ido sintiendo aún se divierte con las reacciones propias de los humanos, un arte que domina perfectamente y que sin duda le ha funcionado en muchas ocasiones para descubrir lo que en verdad hay detrás de esas máscaras.
- Así que me siento muy complacido de estar aquí, contigo…
Anexa mientras con la mano izquierda acaricia el anillo de gran valor que lleva y que por alguna razón es un movimiento involuntario, como si así estuviese más cerca del hombre que conoció como Padre, una palabra sin ningún significado en sus labios y que por ello casi nunca decía, a menos que fuese necesario ¿Tan grande era su deseo por encontrar una respuesta a su soledad? Tal vez, así que por eso se sentía tan cómodo, pues aquel agujero parecía llenarse de nueva expectativas, como una acumulación de sentimientos que básicamente lo completaban…
- No me esperaba ese nombre, pero ciertamente siempre noté algo diferente en ti
Comenta con ese mismo tono tranquilo y suave, como si nada hubiese cambiado en él aún cuando se encuentra de frente a una afamada criminal, lo cual en vez de asustarlo parecía crearle adrenalina, una sensación de un peligro que aún desconoce pero que de alguna manera le causa satisfacción, experimentando una emoción que sin duda lo hace estar con mayor intensidad en la pequeña reunión.
- Me gustan las personas diferentes, siempre he admirado la individualidad y por eso es que tuviste una impresión muy fuerte en mí desde la primera vez que te miré.
Adjunta mientras coloca la mirada en el techo, como si recordase algo mientras habla con ella…
- En el mundo de la realeza existe la falsedad, las mentiras de todos los que te rodean… A veces, la misma familia se oculta bajo una máscara de unión, creyendo que su ambición se esconde entre sus palabras, por eso, agradezco el que no intentes aparentar… Me gustas
En ese momento perfila la mirada hacia ella, dándole más énfasis a lo último con una sonrisa bastante pronunciada con la que además busca ruborizarla, ya que además de todo lo que ha ido sintiendo aún se divierte con las reacciones propias de los humanos, un arte que domina perfectamente y que sin duda le ha funcionado en muchas ocasiones para descubrir lo que en verdad hay detrás de esas máscaras.
- Así que me siento muy complacido de estar aquí, contigo…
Anexa mientras con la mano izquierda acaricia el anillo de gran valor que lleva y que por alguna razón es un movimiento involuntario, como si así estuviese más cerca del hombre que conoció como Padre, una palabra sin ningún significado en sus labios y que por ello casi nunca decía, a menos que fuese necesario ¿Tan grande era su deseo por encontrar una respuesta a su soledad? Tal vez, así que por eso se sentía tan cómodo, pues aquel agujero parecía llenarse de nueva expectativas, como una acumulación de sentimientos que básicamente lo completaban…
Kareck Cromwell- Hechicero/Realeza
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Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
La sorpresa en el rostro del varón era lo que esperaba, pero su sonrisa traviesa y divertida le dijo que podía contar con él. Que no diría su secreto y todo lo contrario, le parecía interesante o quizá algo más fuerte que esa palabra. Toda su conversación sobre los nobles dio en la diana, porque de cierta forma ella provenía de una familia así, donde las apariencias eran las primeras que se cuidaban, pero sobre todo, las últimas que se rompían cuando el caos entraba por la puerta obligando a que el cariño fraternal saliera pitando por la ventana. Todos eran bestias decididas a morder por un trozo de carne, por evitarse problemas futuros y asegurar un bienestar a pesar de lo que pudiera pasarle a los demás. Niños, ancianos, mujeres, hombres, todos serían entregados en caso de que alguien así lo solicitara sin contemplaciones ni miramientos. Ella lo vivió en carne propia, fue justo el objeto que utilizaron para experimentar y evitar así el arma que les pondría en jaque. ¿Quién iba a decirles que justo esas acciones fueron las que despertaron la venganza y el odio que su corazón albergaban?.
¿Gustarle? Así que a eso se delimitaba todo. Sexo. Placer. Nada más profundo que esas palabras. Una expresión de tristeza apareció en su rostro, decepción mejor dicho. Él sí era como todos los hombres, que buscaban exactamente lo mismo: un par de piernas abiertas en cuyo vértice alojarse y moverse hasta que la eyaculación fuera el clímax de todo. Y ya. Nada más importante, interesante. Finito. ¿Esperaba que se sonrojara? No, sólo obtuvo una ceja alzada y una mirada aburrida al unión de la mueca formada por su boca con total aburrición. Uno más, eso era él. Y qué pena, porque parecía que valía la pena. Aunque caras vemos, mentes no sabemos. Sus jugueteos con el anillo no eran más que una invitación a despojarlo de él. Al menos la entrevista tendría sentido y valdría la pena. Chasqueó la lengua cruzándose de piernas sin prestar atención al protocolo, ya no era algo que le interesara per se.
- ¡Qué aburrido! Si lo que quería era un revolcón, se hubiera ahorrado todo eso de que quería hablar conmigo y demás. Cobro, diez monedas de oro por cada acostón y si le parece caro es que no sabe lo que puedo hacer en la cama. No se sienta ofendido, sólo es una respuesta a lo que pide. Sus palabras lo dicen. Le gusto, genial ¿Y? - por un instante pensó que no eran las palabras adecuadas para la forma en que él estaba presentándose ante ella, educado, solemne, pero de una vez que supiera que no quería perder el tiempo. Si estaba ahí para un acostón ya sabía el precio. Y si no, pues que de antemano tuviera el conocimiento de quién era: una cortesana. Y que actuara en consecuencia el hijo bonito de papá y mamá. Pudiera ser que estuviera asqueado de su clase social, pero no es que hubiera sido claro hasta el momento ¿O sí?
¿Gustarle? Así que a eso se delimitaba todo. Sexo. Placer. Nada más profundo que esas palabras. Una expresión de tristeza apareció en su rostro, decepción mejor dicho. Él sí era como todos los hombres, que buscaban exactamente lo mismo: un par de piernas abiertas en cuyo vértice alojarse y moverse hasta que la eyaculación fuera el clímax de todo. Y ya. Nada más importante, interesante. Finito. ¿Esperaba que se sonrojara? No, sólo obtuvo una ceja alzada y una mirada aburrida al unión de la mueca formada por su boca con total aburrición. Uno más, eso era él. Y qué pena, porque parecía que valía la pena. Aunque caras vemos, mentes no sabemos. Sus jugueteos con el anillo no eran más que una invitación a despojarlo de él. Al menos la entrevista tendría sentido y valdría la pena. Chasqueó la lengua cruzándose de piernas sin prestar atención al protocolo, ya no era algo que le interesara per se.
- ¡Qué aburrido! Si lo que quería era un revolcón, se hubiera ahorrado todo eso de que quería hablar conmigo y demás. Cobro, diez monedas de oro por cada acostón y si le parece caro es que no sabe lo que puedo hacer en la cama. No se sienta ofendido, sólo es una respuesta a lo que pide. Sus palabras lo dicen. Le gusto, genial ¿Y? - por un instante pensó que no eran las palabras adecuadas para la forma en que él estaba presentándose ante ella, educado, solemne, pero de una vez que supiera que no quería perder el tiempo. Si estaba ahí para un acostón ya sabía el precio. Y si no, pues que de antemano tuviera el conocimiento de quién era: una cortesana. Y que actuara en consecuencia el hijo bonito de papá y mamá. Pudiera ser que estuviera asqueado de su clase social, pero no es que hubiera sido claro hasta el momento ¿O sí?
>.< sorry, se me salió de control >.<
Ingrid Chassier- Mensajes : 102
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Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
En ese momento se mantuvo en completo silencio, admirando el rostro expresivo de la mujer que pronto mostró una actitud bastante agresiva, algo que a Kareck no le molestó, pues dentro sentía aún más diversión, llenando el pálido rostro de una sonrisa pícara que fue seguida por la mano derecha que trazo una negativa en el aire sin quitar la mirada de su acompañante…
- Tal parece que me has malinterpretado, pero con eso no quiero decir que no me parezcas atractiva
Responde sereno y con cierto tono juguetón, viéndose como unos segundos después desvía por completo su atención a la puerta de la sala en la que actualmente se encuentran…
- Saliendo de aquí encontrarás vulgaridad y apariencia, nada cambiará mientras exista la ambición que por naturaleza domina a los seres humanos… Pero una vez que miras sus ojos puedes entender que tan mezquinos pueden ser
Explica conforme inclina un poco la cabeza, ensombreciendo gran parte de la cara mientras toma aire, adquiriendo una actitud bastante relajada antes de volver a mirar de frente a la joven cuya actividad había revelado sin ningún atisbo de vergüenza, por lo que no pudo pasarlo por alto aun cuando no le importase en lo más mínimo.
- Pero tú me resultas extrañamente interesante, tú mirada, tu forma de hablar e incluso la forma de caminar me mostró que no eres igual a ninguna persona que frecuenta estos lugares, pues pareciera que vas analizando y destapando a las personas que se cruzan contigo, muchas veces pensé que clase de mujer serias y como reaccionarías ante alguien de la realeza…
Adjunta de forma fluida, sin dar un solo espacio a las dudas conforme mira nuevamente el anillo, analizando aquel detalle tan fino y elegante que lo cataloga como un Duque, un regalo que solamente da fuerza a un título, pero que no guarda ni un solo sentimiento, ya que es solo un objeto vacio tal como él
- Y lo que más me sorprendió fue tu completa sinceridad, sin siquiera dudar un momento en revelar detalles que muchas veces pueden ser un tabú en una sociedad tan puritana… Incluso yo uso una máscara, un hombre que nació con todo y que no puede ser quien en verdad desea ser, realmente me parece irónico
Tras las últimas palabras cierra los ojos, manteniendo los labios torcidos
- Por el momento declinaré el pagar por tus servicios, hoy eh encontrado otros placeres que pueden ser igual de intensos, realmente estoy muy contento de haberte conocido, “Lobo de Plata”
Cada momento en su vida se repartía en pedazos que no se unificaban, pues sus significados eran tan escasos que muchas veces era mejor olvidarlos, pues nada podía llenar esa vida de apariencia y lujos que continuamente despreciaba pero a la que también se aferraba, porque aunque no lo hubiese deseado así tenía una identidad, un personaje cuya misión era cumplir su rol dentro de una gran organización que domina un País, si, los Cromwell tan poderosos y unidos; Sin embargo esa unión no era como la de la una familia convencional, pues Kareck ni siquiera compartía cariño o amor con su propia hermana, quien le resultaba igual de extraña que la servidumbre por haberla tratado tan poco y de manera superficial, Virginia, que nombre más ajeno y cercano…
- No pretendo causarte más molestias, solo me gustaría encontrarme contigo nuevamente
En ese instante se pone de pié y visualiza la salida, creando un movimiento con la cabeza en señal de respeto y cortesía…
- Tal parece que me has malinterpretado, pero con eso no quiero decir que no me parezcas atractiva
Responde sereno y con cierto tono juguetón, viéndose como unos segundos después desvía por completo su atención a la puerta de la sala en la que actualmente se encuentran…
- Saliendo de aquí encontrarás vulgaridad y apariencia, nada cambiará mientras exista la ambición que por naturaleza domina a los seres humanos… Pero una vez que miras sus ojos puedes entender que tan mezquinos pueden ser
Explica conforme inclina un poco la cabeza, ensombreciendo gran parte de la cara mientras toma aire, adquiriendo una actitud bastante relajada antes de volver a mirar de frente a la joven cuya actividad había revelado sin ningún atisbo de vergüenza, por lo que no pudo pasarlo por alto aun cuando no le importase en lo más mínimo.
- Pero tú me resultas extrañamente interesante, tú mirada, tu forma de hablar e incluso la forma de caminar me mostró que no eres igual a ninguna persona que frecuenta estos lugares, pues pareciera que vas analizando y destapando a las personas que se cruzan contigo, muchas veces pensé que clase de mujer serias y como reaccionarías ante alguien de la realeza…
Adjunta de forma fluida, sin dar un solo espacio a las dudas conforme mira nuevamente el anillo, analizando aquel detalle tan fino y elegante que lo cataloga como un Duque, un regalo que solamente da fuerza a un título, pero que no guarda ni un solo sentimiento, ya que es solo un objeto vacio tal como él
- Y lo que más me sorprendió fue tu completa sinceridad, sin siquiera dudar un momento en revelar detalles que muchas veces pueden ser un tabú en una sociedad tan puritana… Incluso yo uso una máscara, un hombre que nació con todo y que no puede ser quien en verdad desea ser, realmente me parece irónico
Tras las últimas palabras cierra los ojos, manteniendo los labios torcidos
- Por el momento declinaré el pagar por tus servicios, hoy eh encontrado otros placeres que pueden ser igual de intensos, realmente estoy muy contento de haberte conocido, “Lobo de Plata”
Cada momento en su vida se repartía en pedazos que no se unificaban, pues sus significados eran tan escasos que muchas veces era mejor olvidarlos, pues nada podía llenar esa vida de apariencia y lujos que continuamente despreciaba pero a la que también se aferraba, porque aunque no lo hubiese deseado así tenía una identidad, un personaje cuya misión era cumplir su rol dentro de una gran organización que domina un País, si, los Cromwell tan poderosos y unidos; Sin embargo esa unión no era como la de la una familia convencional, pues Kareck ni siquiera compartía cariño o amor con su propia hermana, quien le resultaba igual de extraña que la servidumbre por haberla tratado tan poco y de manera superficial, Virginia, que nombre más ajeno y cercano…
- No pretendo causarte más molestias, solo me gustaría encontrarme contigo nuevamente
En ese instante se pone de pié y visualiza la salida, creando un movimiento con la cabeza en señal de respeto y cortesía…
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Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
¿Se había equivocado con él? Eso parecía. Mientras hablaba ella le miró fijamente ladeando la cabeza. ¿Debía dejarlo partir? ¿Por qué dudaba? Normalmente los dejaba irse, que se pensaran lo que quisieran. ¿Sería por haberle revelado quién era? No era algo que le preocupara en realidad porque algunos la habían visto y no por ello la habían atrapado. Miedo no tenía de él, sentía que podía confiar ahora que sus cartas estaban sobre la mesa. Su visión de la vida no se parecía a nada que ella hubiera visto de aquéllos que se sentían los dueños del mundo. Los reyes, duques, en fin. ¿Por qué era diferente? ¿Quizá se le cayó a su mamá de cabeza y se golpeó haciendo que tenga otra visión? ¿Por qué entonces? Frunció los labios mirándole y alzó una ceja, había algo en él que no sabía por qué le llamaba tanto la atención. Quizá fuera por su sinceridad, esos ojos que la atrapaban y no la dejaban ni a sol ni a sombra. Era un magnífico ejemplar masculino, pero eso no implicaba que se iría a la cama con él por más que le convencieran sus palabras.
Los reflejos de ese anillo le llaman la atención como nunca. No debiera, pero está tan tentada de... no, no debía... Sus siguientes palabras en forma de despedida le cayeron como un balde de agua helada. ¿Se iba ya? Ella quería que se quedara un tiempo más, que dialogaran, que bailaran inclusive. Nunca había tenido tantas ganas de danzar como ahora y seguro él sería una magnífica pareja. Entrecerró los ojos y alzó una ceja. Aunque no quisiera debía dejarlo ir, sin importar si no volvía a verlo. A menos que se asegurara de ello... Se puso en pie decidida, caminó hasta él y tomó sus manos entre las suyas para ponerse de puntitas y depositar un dulce beso impulsivo en su mejilla, mirándole a los ojos alzando una ceja. Entrelazó los dedos de ambas manos entre los de él para sonreír divertida, le gustaba, cómo que no... y bastante. Sus ojos le miraron fijamente para volver a su mejilla otra vez, dos besos más dulces y más cálidos aspirando su aroma, sintiendo su calor, su piel. Acariciando su mejilla contra la suya, de pronto se sentía magníficamente bien a su lado, sus dedos se movían entre los suyos entregando caricias de forma intermitente, pero constante antes de susurrarle al oído:
- También fue un placer y tenga por seguro que volverá a encontrarme, quizá antes de lo que se imagina - se separó de él para caminar hacia la puerta ella primero con pasos elegantes y distinguidos, al llegar al marco, volteó y con la mano se despidió cual niña pequeña y sonrió juguetona para salir. Cerró la puerta tras ella y rió mirando su otra mano en puño cerrado en tanto se aseguraba que él no se moviera aún. El reflejo de la luna que iluminaba el pasillo la entusiasmó y fue a perderse entre las parejas del salón aprovechando su indumentaria tan parecida a algunas, desprendiéndose con discresión de su antifaz, volteándolo para que pudiera verse el otro lado que tenía un color negro, una estrategia que había buscado al pensar que podría necesitarlo en caso de urgencia. Salió de la casa sonriendo al ver que nadie le seguía, con paso presuroso para subirse al carruaje que como siempre, tenía listo para partir y dio la orden para ello. Sentada cómodamente, en la oscuridad de la noche, se dio el lujo de relajarse abriendo su mano y miró su interior, el anillo del Duque de Escocia brillaba magníficamente con el reflejo del astro plateado. El lobo de plata había atacado otra vez y con éxito.
Los reflejos de ese anillo le llaman la atención como nunca. No debiera, pero está tan tentada de... no, no debía... Sus siguientes palabras en forma de despedida le cayeron como un balde de agua helada. ¿Se iba ya? Ella quería que se quedara un tiempo más, que dialogaran, que bailaran inclusive. Nunca había tenido tantas ganas de danzar como ahora y seguro él sería una magnífica pareja. Entrecerró los ojos y alzó una ceja. Aunque no quisiera debía dejarlo ir, sin importar si no volvía a verlo. A menos que se asegurara de ello... Se puso en pie decidida, caminó hasta él y tomó sus manos entre las suyas para ponerse de puntitas y depositar un dulce beso impulsivo en su mejilla, mirándole a los ojos alzando una ceja. Entrelazó los dedos de ambas manos entre los de él para sonreír divertida, le gustaba, cómo que no... y bastante. Sus ojos le miraron fijamente para volver a su mejilla otra vez, dos besos más dulces y más cálidos aspirando su aroma, sintiendo su calor, su piel. Acariciando su mejilla contra la suya, de pronto se sentía magníficamente bien a su lado, sus dedos se movían entre los suyos entregando caricias de forma intermitente, pero constante antes de susurrarle al oído:
- También fue un placer y tenga por seguro que volverá a encontrarme, quizá antes de lo que se imagina - se separó de él para caminar hacia la puerta ella primero con pasos elegantes y distinguidos, al llegar al marco, volteó y con la mano se despidió cual niña pequeña y sonrió juguetona para salir. Cerró la puerta tras ella y rió mirando su otra mano en puño cerrado en tanto se aseguraba que él no se moviera aún. El reflejo de la luna que iluminaba el pasillo la entusiasmó y fue a perderse entre las parejas del salón aprovechando su indumentaria tan parecida a algunas, desprendiéndose con discresión de su antifaz, volteándolo para que pudiera verse el otro lado que tenía un color negro, una estrategia que había buscado al pensar que podría necesitarlo en caso de urgencia. Salió de la casa sonriendo al ver que nadie le seguía, con paso presuroso para subirse al carruaje que como siempre, tenía listo para partir y dio la orden para ello. Sentada cómodamente, en la oscuridad de la noche, se dio el lujo de relajarse abriendo su mano y miró su interior, el anillo del Duque de Escocia brillaba magníficamente con el reflejo del astro plateado. El lobo de plata había atacado otra vez y con éxito.
Ingrid Chassier- Mensajes : 102
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Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
La situación parecía haberse vuelto más calmada y formal, dejando atrás por completo todas aquellas emociones que lo dominaron durante casi toda la noche, quedándose de píe mirando la salida por la que se escapa la mujer cuyos talentos son más llamativos de lo que pensó al principio, pues ahora únicamente quedaba una sonrisa un tanto nerviosa que era acompañada por una de las manos que tomaba el dedo en el que llevaba aquel anillo, un recuerdo que simplemente portaba y que casi nunca dejaba desde el momento en que le fue entregado; Sin embargo por alguna razón no lo llevaba puesto, si, solamente había una respuesta que llegaba a un único punto cuando pensaba en las consecuencias de perder un artículo de la familia Cromwell ¿Qué diría Virginia? Realmente no lo sabía, pero podía llegar a imaginar un reclamo o tal vez alguna charla en la que trataría de hacerlo reflexionar. Por lo que únicamente suspiró y bajo la mirada sin hacer algo más, ya que sería muy ingenuo pensar que el famoso Lobo continuará en la fiesta, arriesgándose a que pudiese ser encontrada.
Pasados algunos minutos simplemente arreglo el cabello y el traje que llevaba, saliendo de la habitación con pasos sistemáticos y sinuosos que le daban un porte altivo, digno de un miembro de la realeza que se mostraba cuan imponente es, una actitud que tuvo que aprender desde antes de tener conciencia o eso es algo que pensaba, ya que en cada recuerdo siempre estuvo actuando de esa manera, una actitud que ya era parte de su personalidad que continuamente se veía obligada a observar y determinar el valor de las experiencias, de lo importante que esta pudiesen llegar a ser para él y en medida a ello es como interactuaba con la gente que se acercaba a saludarlo y conversar con él…
Más tarde.
Pasaron quizá unas tres horas desde que se encontró con esa mujer, una persona que le había robado más que su atención, pues incluso en ese momento aún mantenía la manía de sujetar el lugar en donde llevaba el anillo “Pero que problema, ahora más que nunca debo encontrarla” Un pensamiento que en vez de preocuparlo le generaba satisfacción y una sonrisa bastante amena mientras caminaba hacia el carruaje en el que llegó, saliendo de la fiesta que tuvo más de lo que esperaba y eso sin duda le daba una razón para sentirse complacido.
“A veces los pequeños momentos son los que marcan una vida vacía, tal vez ahora es capaz de sentirse como alguien normal, un hombre que también puede sentir…”
Pasados algunos minutos simplemente arreglo el cabello y el traje que llevaba, saliendo de la habitación con pasos sistemáticos y sinuosos que le daban un porte altivo, digno de un miembro de la realeza que se mostraba cuan imponente es, una actitud que tuvo que aprender desde antes de tener conciencia o eso es algo que pensaba, ya que en cada recuerdo siempre estuvo actuando de esa manera, una actitud que ya era parte de su personalidad que continuamente se veía obligada a observar y determinar el valor de las experiencias, de lo importante que esta pudiesen llegar a ser para él y en medida a ello es como interactuaba con la gente que se acercaba a saludarlo y conversar con él…
Más tarde.
Pasaron quizá unas tres horas desde que se encontró con esa mujer, una persona que le había robado más que su atención, pues incluso en ese momento aún mantenía la manía de sujetar el lugar en donde llevaba el anillo “Pero que problema, ahora más que nunca debo encontrarla” Un pensamiento que en vez de preocuparlo le generaba satisfacción y una sonrisa bastante amena mientras caminaba hacia el carruaje en el que llegó, saliendo de la fiesta que tuvo más de lo que esperaba y eso sin duda le daba una razón para sentirse complacido.
“A veces los pequeños momentos son los que marcan una vida vacía, tal vez ahora es capaz de sentirse como alguien normal, un hombre que también puede sentir…”
Kareck Cromwell- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 29/05/2012
Re: La hora, el lugar, el encuentro [Ingrid Chassier]
Todo salió a pedir de boca, ahora mismo se refugiaba en el hotel cuya habitación rentó hasta la tarde siguiente entrando a sus habitaciones para quitarse el antifaz y reír feliz mientras que miraba atenta el anillo. ¿Por qué lo hizo? ¿Diversión? ¿Necesidad? No, lo último no era porque también traía el collar de diamantes a juego con la esclava y los aretes de la anfitriona y ésos seguramente valdrían más en el mercado negro, sólo que los vendería justamente en otro país para que nadie pudiera relacionarla con la mujer que había "perdido" sus tres joyas. Una pena que le hubiera echado la culpa al servicio, pero lo bueno es que como no les habían encontrado nada pudieron conservar sus empleos. Si los hubiera echado de su casa, Ingrid se habría encargado de volverles a robar para hacerlos conscientes de que ninguno de ellos había sido el culpable. Tenía mal corazón, pero no tan exagerado. Mientras, bostezó un poco acercándose para guardar el anillo en una de las bolsas de viaje con fondo oculto.
Empezó a desprenderse de sus ropas una por una, dejando todo acomodado en la maleta por si tenía que salir corriendo. Se colocó el pijama y cambió su calzado para ir al sillón frente a la chimenea, esperando el servicio a habitaciones. Le gustaba el calor que sentía mientras que iba cerrando los ojos poco a poco dejándose llevar por el calor de la habitación, las finas telas de los sillones al puro estilo rococó, la seda de su bata. Estaba realmente contenta de por fin tener un momento para ella, donde nadie la molestara, en el que se sintiera libre, feliz, llena de un confort pocas veces sentido. ¿Qué había cambiado? No sabía, pero de momento aspiraba aire y lo soltaba rítmicamente con un olor a hierbabuena flotando en el aire. Estaba muy relajada a pesar de que no se había quitado aún el peinado y tampoco el maquillaje.
Ella no podía saber que alguien la había vendido, que subía las escaleras aquél que la iba a ajusticiar, que tenía la fuerza para ello y sobre todo, la determinación. Ella lento fue quedándose dormida en su habitación, desconocedora del que le haría daño. ¿Sería el Duque? ¿Sería un enviado por la mujer robada? ¿Sería de su familia? ¿Cómo saberlo si ahora mismo ella se ponía en pie con fuerza de voluntad para llegar a la cama, abrir las mantas e introducirse dentro de ellas, cerraba bien los ojos, se arropaba con las cobijas que pronto le dieron un calor delicioso a su cuerpo, como pocas veces lo sentía ahora que era una cortesana. Su vida era una locura, una constante y vulgar rueda que volvía a lo mismo una y otra vez. En ocasiones se preguntaba si no debía ya dar corte e irse al Nuevo Mundo. Sería maravilloso estar en un lugar donde nadie la encontrara y pudiera vivir en paz. Aspiró aire de nuevo antes de que su mente se apagara por completo, donde los pensamientos lógicos eran reemplazados por los oníricos. Sin saber el riesgo que corría.
Empezó a desprenderse de sus ropas una por una, dejando todo acomodado en la maleta por si tenía que salir corriendo. Se colocó el pijama y cambió su calzado para ir al sillón frente a la chimenea, esperando el servicio a habitaciones. Le gustaba el calor que sentía mientras que iba cerrando los ojos poco a poco dejándose llevar por el calor de la habitación, las finas telas de los sillones al puro estilo rococó, la seda de su bata. Estaba realmente contenta de por fin tener un momento para ella, donde nadie la molestara, en el que se sintiera libre, feliz, llena de un confort pocas veces sentido. ¿Qué había cambiado? No sabía, pero de momento aspiraba aire y lo soltaba rítmicamente con un olor a hierbabuena flotando en el aire. Estaba muy relajada a pesar de que no se había quitado aún el peinado y tampoco el maquillaje.
Ella no podía saber que alguien la había vendido, que subía las escaleras aquél que la iba a ajusticiar, que tenía la fuerza para ello y sobre todo, la determinación. Ella lento fue quedándose dormida en su habitación, desconocedora del que le haría daño. ¿Sería el Duque? ¿Sería un enviado por la mujer robada? ¿Sería de su familia? ¿Cómo saberlo si ahora mismo ella se ponía en pie con fuerza de voluntad para llegar a la cama, abrir las mantas e introducirse dentro de ellas, cerraba bien los ojos, se arropaba con las cobijas que pronto le dieron un calor delicioso a su cuerpo, como pocas veces lo sentía ahora que era una cortesana. Su vida era una locura, una constante y vulgar rueda que volvía a lo mismo una y otra vez. En ocasiones se preguntaba si no debía ya dar corte e irse al Nuevo Mundo. Sería maravilloso estar en un lugar donde nadie la encontrara y pudiera vivir en paz. Aspiró aire de nuevo antes de que su mente se apagara por completo, donde los pensamientos lógicos eran reemplazados por los oníricos. Sin saber el riesgo que corría.
Ingrid Chassier- Mensajes : 102
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