AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¡Ah, Versalles! La Roma de los aromas, la tierra prometida del perfume! [Priv. Viola de Lesseps ]
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¡Ah, Versalles! La Roma de los aromas, la tierra prometida del perfume! [Priv. Viola de Lesseps ]
No había lugar más íntimo, más exquisito y adorable en todo Versalles como los dominios de Geraldine Fontaine. Respetando el protocolo de los terrenos, había abandonado la moda de los peinados altos ornamentados de perlas y los vestidos anchos, por un natural vestido vaporoso de varios velos, unas zapatillas de cristal y el cabello suelto, apenas sujetado a broches de oro blanco. Mi madre podía tener pocas reglas, pero estas eran muy claras: la exuberancia se quedaba en los dorados salones del rey, en su pequeño paraíso de varias millas se rendía culto a la sencillez de la libertad, la naturaleza y de la gracia del gran soberano Abelard Fontaine, quien décadas atrás había obsequiado este lujo exclusivo a su amada. Acompañada de mis demás en igual indumentaria, pasamos frente al pequeño Trianon, un palacete al estilo griego que albergaba los aposentos reales y cuartos de recepción para las visitas, mi favorito era sin duda aquel que llamaban “El salón de compañía” consagrado siempre al juego, la música y las amenas compañías. Me preguntaba si mi madre estaría en el interior, o quizás en la capilla que quedaba próxima, rezando por que nuestro querido sol de media noche estuviera bien, brillando en otros reinos… no me detuve averiguar y continúe mi camino. Cual ninfas recorrimos los jardines llenos de toda la gracia exquisita, detallista y natural de la gran soberana.
Mildrett y yo solíamos ensimismarnos, tal vez demasiado, en la banalidad en nuestro alrededor… nos burlábamos del intento campestre de esos territorios, y nada, ni siquiera la elegancia del pabellón francés que veíamos cerca, nos evito rendirnos a nuestras risas cuando divisamos en la lejanía la famosa aldea de la reina. Por muy ingeniosa y fina que pudiera ser su montura, aquel lugarcillo con su molino de agua, su choza y su granja… eran una burla a la extravagancia propia de nosotros los franceses. En algo me consolaba, era mucho mejor que cualquier arquitectura inglesa. Por supuesto, Mildrett solo lo hacía por apoyo a mis palabras… de otro modo una doncella no se atrevería a burlarse de su soberana, no frente a una hija de Francia al menos, era tan claro como las dulces intenciones de mi madre, que cualquiera tomaba hasta la más pequeña sombra para despotricar contra el aliado.
Tal vez incluso demasiado hogareño, el lugar era como la pequeña fantasía sacada de los sueños de mi madre. Lejos de toda exigencia, de todo poderío, el lugar era un edén perdido. La distinción era así como su belleza, nacían por si solas, milagros de la naturaleza. Era un reflejo de todo cuanto en ella existía. El aire era más claro, más puro, más limpio y uno por fin podía respirar con libertad… después de siglos en ahogo. Nos adentramos al pequeño teatro privado siendo homenajeadas por la servidumbre sorprendida y mientras yo me apresuraba hacia el escenario, para mi gusto muy diminuto, alguna de mis escoltas se encargo de anunciarles mis intenciones de ejercitar las mieles del arte en un Ballet clásico.
Subí hacia el escenario, descalzándome de las zapatillas en el proscenio y dejando que mis pies, cubiertos por las medias se deslizaran por el suelo de madera barnizada. No era la primera vez que iba, sin embargo siempre que le visitaba no dejaba de azorarme lo cuan íntimos eran sus confines. Era como una versión más pequeña del teatro de Versalles, brillando majestuosamente en de policromía azul y blanco, con unos cuantos toques de dorado. Mi consejo de damas y las cabecillas de la servidumbre ya se encontraban expectativas por el lindero de bancas, entorne la mirada fastidiada de tener que explicarlo todo siempre al detalle.
--- Practicaremos al menos dos horas y media, no quiero interrupciones de ninguna clase --- Informe en inflexión imperiosa a las criadas del pequeño teatro--- Para cuando terminemos debe estar preparada una pequeña merienda en el petite Trianon. Nada extravagante, probaremos un aperitivo ligero. Quiero mi baño puntual también, el agua tiene que ser tibia, perfumada en sales de jazmín y rosas. Nada de tuberosas… --- añadi en un gesto desdeñoso, era una molestia tener que confiar en una nueva servidumbre, tan propensa siempre a arruinarlo todo… al menos las doncellas parecían dóciles, asintiendo con rapidez. En un gesto elegante le indicaba a Mildrett y las demás que se preparan de una vez --- ¿Dónde se supone que se encuentran los músicos? Háganlos traer de inmediato
Tuve que remarcar la orden en un gesto mas. De verdad... ¿es que era tan compleja la eficiencia?
Mildrett y yo solíamos ensimismarnos, tal vez demasiado, en la banalidad en nuestro alrededor… nos burlábamos del intento campestre de esos territorios, y nada, ni siquiera la elegancia del pabellón francés que veíamos cerca, nos evito rendirnos a nuestras risas cuando divisamos en la lejanía la famosa aldea de la reina. Por muy ingeniosa y fina que pudiera ser su montura, aquel lugarcillo con su molino de agua, su choza y su granja… eran una burla a la extravagancia propia de nosotros los franceses. En algo me consolaba, era mucho mejor que cualquier arquitectura inglesa. Por supuesto, Mildrett solo lo hacía por apoyo a mis palabras… de otro modo una doncella no se atrevería a burlarse de su soberana, no frente a una hija de Francia al menos, era tan claro como las dulces intenciones de mi madre, que cualquiera tomaba hasta la más pequeña sombra para despotricar contra el aliado.
Tal vez incluso demasiado hogareño, el lugar era como la pequeña fantasía sacada de los sueños de mi madre. Lejos de toda exigencia, de todo poderío, el lugar era un edén perdido. La distinción era así como su belleza, nacían por si solas, milagros de la naturaleza. Era un reflejo de todo cuanto en ella existía. El aire era más claro, más puro, más limpio y uno por fin podía respirar con libertad… después de siglos en ahogo. Nos adentramos al pequeño teatro privado siendo homenajeadas por la servidumbre sorprendida y mientras yo me apresuraba hacia el escenario, para mi gusto muy diminuto, alguna de mis escoltas se encargo de anunciarles mis intenciones de ejercitar las mieles del arte en un Ballet clásico.
Subí hacia el escenario, descalzándome de las zapatillas en el proscenio y dejando que mis pies, cubiertos por las medias se deslizaran por el suelo de madera barnizada. No era la primera vez que iba, sin embargo siempre que le visitaba no dejaba de azorarme lo cuan íntimos eran sus confines. Era como una versión más pequeña del teatro de Versalles, brillando majestuosamente en de policromía azul y blanco, con unos cuantos toques de dorado. Mi consejo de damas y las cabecillas de la servidumbre ya se encontraban expectativas por el lindero de bancas, entorne la mirada fastidiada de tener que explicarlo todo siempre al detalle.
--- Practicaremos al menos dos horas y media, no quiero interrupciones de ninguna clase --- Informe en inflexión imperiosa a las criadas del pequeño teatro--- Para cuando terminemos debe estar preparada una pequeña merienda en el petite Trianon. Nada extravagante, probaremos un aperitivo ligero. Quiero mi baño puntual también, el agua tiene que ser tibia, perfumada en sales de jazmín y rosas. Nada de tuberosas… --- añadi en un gesto desdeñoso, era una molestia tener que confiar en una nueva servidumbre, tan propensa siempre a arruinarlo todo… al menos las doncellas parecían dóciles, asintiendo con rapidez. En un gesto elegante le indicaba a Mildrett y las demás que se preparan de una vez --- ¿Dónde se supone que se encuentran los músicos? Háganlos traer de inmediato
Tuve que remarcar la orden en un gesto mas. De verdad... ¿es que era tan compleja la eficiencia?
Lydia Sforza- Humano Clase Alta
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Re: ¡Ah, Versalles! La Roma de los aromas, la tierra prometida del perfume! [Priv. Viola de Lesseps ]
Del diario de Antoine de Lesseps
(…) El amanecer se torna amarillento cuando el sol es el gran soberano de la primavera, atrás quedan los colores de un invierno que nos invadió de manera brutal, pero algo bueno he sacado de aquel que atrás de los días va quedando y ahora llega a mí para apremiar la temporada de las flores, el polen y por sobre todo el amor. (…)
Me visito Arlett, justo a media noche entro a la mansión, era su típica hora de hacer visitas y mejor para mi, Viola aun está muy pequeña para conocer la realidad de los hechos, hablamos de tantas cosas como ninguna, intento seducirme, fallido su intento soy fiel a una sola a mi mujer, aun cuando viva en luto toda la vida se lo debo por la bella flor que dejo para mi Viola, mi pequeña pelirroja, al ver a Arlett es imposible decir que no tienen la misma sangre, el color rojizo en sus cabellos, sus facciones tan finas y esos ojos tan particularmente celestes… yo que también llevo la sangre de los Benetton, tengo los mismos rasgos, mas masculinos claro está mi cabellera rojiza no es tan bella como la de ellas… somos familias… todo por cosas del destino… Arlett me ha contado de la tradición de la familia, en realidad no quiero eso para mi hija, ella es libre de hacer con su vida lo que desee… aun cuando la ira de la vampira se desate luchare porque mi hija cree su propio destino (...)
Viola, Lady Viola – la puerta toco tres veces y mi voz salió clara y suave – Adelante – susurre cerrando el diario de mi padre y levantando la vista hacia mi querida doncella, protectora y mejor amiga una gitana de más de cincuenta años, llamada Darla – Ha llegado esto – se acerco con rapidez algo nerviosa, la note pero al notar el sobre mis bellos se erizaron por completo, sentí un escalofríos recorrer mi cuerpo como si de un choque eléctrico se tratar, con cuidado y observando el cello real de Francia, abrí aquello. La sorpresa me invadió tras leer las primeras líneas, el alivio y el alma volvió a mi cuerpo. Luego de mis encuentros en secreto con el Rey de Inglaterra estaba medianamente con cierta paranoia. – Es una invitación por la misma princesa Dominique Fontaine – la sonrisa pareció pintarse en mi rostro y el alivio de mi doncella también, al cabo de varios segundos volví a quedar sola en mi habitación…
Tres días después.
En un pequeño maletín de cuero tallado a mano comencé a ordenar de manera alfabética la gama de perfumes que llevaría al Palacio de Versalles, no era egoísta y tampoco una ingenua total según me habían mencionado la princesa era una exagerada, perfeccionista y caprichosa así que teñí que llevar lo mejor de mi gran colección de perfumes, entre ellos el perfume de mi madre, el a mi gusto mas delicioso y exclusivo de todo Paris, ese perfume solo lo habían chupado dos personas mi madre y yo, siempre estaba en vitrina con un precio inalcanzable para todas y todos pero hoy, hoy le daría una oportunidad. Su aroma de fresas silvestres, con matices violetas un aceite de lima extracto de frutos rojos del bosque y concentrado de una planta que solo crecía en el oriente medio llamada Touloser, hacían del perfume una verdadera bomba de aromas además su fabricación era diferente, a la de los demás ya que poseía un color turquesa que no manchaba pero encantaba e hipnotizaba a primera vista. Termine con ese último Perfume puesto en último lugar para dejar lo mejor al final su nombre “Esperanza”.
Parada frente al espejo vestida elegantemente, no formal sino elegante con un vestido de color rosa mosqueta, resaltaba mi tono de piel, mis labios perfectamente pintados con el mismo tono del vestido y un maquillaje suave en el rostro del rostro, con un peinado hacia un lado dejando caes uno risos sobre mi hombro espolvoree un poco de mi perfume favorito “Il Imagine” sobre mi cuello, volví a echar una última mirada estaba lista. Mi doncella balo aquel pequeño maletín mientras yo me adelantaba, subiéndome al carruaje con los perfumes en el bolso estaba lista para aquella visita.
Al cabo de algunos minutos, me encontraba cruzando por los jardines mas adornados de toda Francia, a lo lejos se veía el gran palacio el cual era una verdadera obra arquitectónica, había entrado aquel para una que otra fiesta a la cual había sido invitada y siempre lograba sorprenderme era simplemente bellísimo. El Carruaje se detuvo, un guardia real abrió mi puerta y dándome la mano me ayudo a bajar, mire a mi chofer quien me deseaba suerte, ¿a caso pensaba que iba directo a la horca? Uno nunca sabia, August (Chofer) Cruzo unas palabras con el guardia, presentándome y mostrando la invitación, el conocía mejor los tramites reales que yo, unos segundos después me encontraba subiendo unas escaleras la escolta me dejo en la entrada y seguidamente otra se hacía presente para que le siguiera, apreté mis dedos en el mango del maletín e intentando calmar mi cuerpo solo camine. A medida que pasábamos por los pasillos pude darme el tiempo de estudiar el lugar de otra forma, así era cuando no había fiestas ni grandes eventos, un lugar silencioso donde escasas personas se veían en los largos pasillos.
El guardia me hizo esperar afuera de una, la cual supuse sería una gran habitación, el entro de seguro ahí se encontraba la mismísima Princesa Fontaine, respire profundo e intente escuchar unas armoniosas melodías que de un momento a otro se detuvieron la puerta se abrió y escuche mi nombre en un perfecto acento francés que hizo que todo en mi se alertara. Di un paso quedando frente a la puerta a lo lejos vi el gentío, de bailarinas entre ellas la princesa avance unos pasos más, bastante diría yo pero me encontraba nerviosa e hice una reverencia frente a Dominique que sobre el escenario se encontraba - Su majestad - dije casi en un susurro que parecio retumbar en todas direcciones. Primer paso listo, estar en Versalles frente a la mismísima niña caprichosa de los Fontaine Dominique; ahora tan solo había que esperar su reacción.
(…) El amanecer se torna amarillento cuando el sol es el gran soberano de la primavera, atrás quedan los colores de un invierno que nos invadió de manera brutal, pero algo bueno he sacado de aquel que atrás de los días va quedando y ahora llega a mí para apremiar la temporada de las flores, el polen y por sobre todo el amor. (…)
Me visito Arlett, justo a media noche entro a la mansión, era su típica hora de hacer visitas y mejor para mi, Viola aun está muy pequeña para conocer la realidad de los hechos, hablamos de tantas cosas como ninguna, intento seducirme, fallido su intento soy fiel a una sola a mi mujer, aun cuando viva en luto toda la vida se lo debo por la bella flor que dejo para mi Viola, mi pequeña pelirroja, al ver a Arlett es imposible decir que no tienen la misma sangre, el color rojizo en sus cabellos, sus facciones tan finas y esos ojos tan particularmente celestes… yo que también llevo la sangre de los Benetton, tengo los mismos rasgos, mas masculinos claro está mi cabellera rojiza no es tan bella como la de ellas… somos familias… todo por cosas del destino… Arlett me ha contado de la tradición de la familia, en realidad no quiero eso para mi hija, ella es libre de hacer con su vida lo que desee… aun cuando la ira de la vampira se desate luchare porque mi hija cree su propio destino (...)
Viola, Lady Viola – la puerta toco tres veces y mi voz salió clara y suave – Adelante – susurre cerrando el diario de mi padre y levantando la vista hacia mi querida doncella, protectora y mejor amiga una gitana de más de cincuenta años, llamada Darla – Ha llegado esto – se acerco con rapidez algo nerviosa, la note pero al notar el sobre mis bellos se erizaron por completo, sentí un escalofríos recorrer mi cuerpo como si de un choque eléctrico se tratar, con cuidado y observando el cello real de Francia, abrí aquello. La sorpresa me invadió tras leer las primeras líneas, el alivio y el alma volvió a mi cuerpo. Luego de mis encuentros en secreto con el Rey de Inglaterra estaba medianamente con cierta paranoia. – Es una invitación por la misma princesa Dominique Fontaine – la sonrisa pareció pintarse en mi rostro y el alivio de mi doncella también, al cabo de varios segundos volví a quedar sola en mi habitación…
Tres días después.
En un pequeño maletín de cuero tallado a mano comencé a ordenar de manera alfabética la gama de perfumes que llevaría al Palacio de Versalles, no era egoísta y tampoco una ingenua total según me habían mencionado la princesa era una exagerada, perfeccionista y caprichosa así que teñí que llevar lo mejor de mi gran colección de perfumes, entre ellos el perfume de mi madre, el a mi gusto mas delicioso y exclusivo de todo Paris, ese perfume solo lo habían chupado dos personas mi madre y yo, siempre estaba en vitrina con un precio inalcanzable para todas y todos pero hoy, hoy le daría una oportunidad. Su aroma de fresas silvestres, con matices violetas un aceite de lima extracto de frutos rojos del bosque y concentrado de una planta que solo crecía en el oriente medio llamada Touloser, hacían del perfume una verdadera bomba de aromas además su fabricación era diferente, a la de los demás ya que poseía un color turquesa que no manchaba pero encantaba e hipnotizaba a primera vista. Termine con ese último Perfume puesto en último lugar para dejar lo mejor al final su nombre “Esperanza”.
Parada frente al espejo vestida elegantemente, no formal sino elegante con un vestido de color rosa mosqueta, resaltaba mi tono de piel, mis labios perfectamente pintados con el mismo tono del vestido y un maquillaje suave en el rostro del rostro, con un peinado hacia un lado dejando caes uno risos sobre mi hombro espolvoree un poco de mi perfume favorito “Il Imagine” sobre mi cuello, volví a echar una última mirada estaba lista. Mi doncella balo aquel pequeño maletín mientras yo me adelantaba, subiéndome al carruaje con los perfumes en el bolso estaba lista para aquella visita.
Al cabo de algunos minutos, me encontraba cruzando por los jardines mas adornados de toda Francia, a lo lejos se veía el gran palacio el cual era una verdadera obra arquitectónica, había entrado aquel para una que otra fiesta a la cual había sido invitada y siempre lograba sorprenderme era simplemente bellísimo. El Carruaje se detuvo, un guardia real abrió mi puerta y dándome la mano me ayudo a bajar, mire a mi chofer quien me deseaba suerte, ¿a caso pensaba que iba directo a la horca? Uno nunca sabia, August (Chofer) Cruzo unas palabras con el guardia, presentándome y mostrando la invitación, el conocía mejor los tramites reales que yo, unos segundos después me encontraba subiendo unas escaleras la escolta me dejo en la entrada y seguidamente otra se hacía presente para que le siguiera, apreté mis dedos en el mango del maletín e intentando calmar mi cuerpo solo camine. A medida que pasábamos por los pasillos pude darme el tiempo de estudiar el lugar de otra forma, así era cuando no había fiestas ni grandes eventos, un lugar silencioso donde escasas personas se veían en los largos pasillos.
El guardia me hizo esperar afuera de una, la cual supuse sería una gran habitación, el entro de seguro ahí se encontraba la mismísima Princesa Fontaine, respire profundo e intente escuchar unas armoniosas melodías que de un momento a otro se detuvieron la puerta se abrió y escuche mi nombre en un perfecto acento francés que hizo que todo en mi se alertara. Di un paso quedando frente a la puerta a lo lejos vi el gentío, de bailarinas entre ellas la princesa avance unos pasos más, bastante diría yo pero me encontraba nerviosa e hice una reverencia frente a Dominique que sobre el escenario se encontraba - Su majestad - dije casi en un susurro que parecio retumbar en todas direcciones. Primer paso listo, estar en Versalles frente a la mismísima niña caprichosa de los Fontaine Dominique; ahora tan solo había que esperar su reacción.
Viola de Lesseps- Humano Clase Alta
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Re: ¡Ah, Versalles! La Roma de los aromas, la tierra prometida del perfume! [Priv. Viola de Lesseps ]
Alce la mirada a los techos ornamentos… ¿Dónde estaba el tapizado en oro tan versallesco? Me sentía en otro lugar, cada detalle de ese Teatro me recordaba al reino dividido en dos que era Versalles. El principal, en el que había pasado la mayor parte de mi, y aquel que prefería más que cualquier otro, el reino de su alta majestad, el Dios de dioses, el gran Abelard, y el Edén privado de mi madre, las villas particulares de la diosa consorte. Tan diferentes un reino de otro, cada uno delatando en sus santuarios al Dios al que le rinde culto. Nunca había apoyado demasiado las ideas tan naturales de mi madre, por ende tal vez sus territorios me parecieran tan… peculiares. Como buena hija de Francia, exaltaba a mi patria hasta en el menor movimiento, pero había que entender que mi madre era hija de dos reinos, más que una mera esposa, era el símbolo de unión de Francia-España, ¿Cómo no dispensar cada una de sus costumbres, de sus ideas, de sus acciones, si a fin de cuentas siempre estaban bañadas en la pureza de su espíritu? Seguramente no habría mejor reina que ella… no lo había habido en el pasado, ni lo habría en el futuro.
Mientras mis compañeras terminaban de ultimar detalles, junte los talones de mis pies, separando apenas sus puntas, deslice mis brazos derecho formando en él un arco apenas pronunciado, en primera posición dancística, flexionando apenas mis piernas eleve el brazo derecho hasta mi pecho, vino a hacer lo mismo el izquierdo hasta seguir en segunda y tercera posición. Sin música, pero siguiendo los tiempos en mi cabeza me dispuso a recrear una improvisada danza para destensar el cuerpo. Los músicos llegaron en su momento, pero no me interrumpieron, colocándose en la zona de orquesta compusieron una melodía suave acompañando a la solitaria bailarina en la caja musical. Lo mismo hicieron mis doncellas, dos de ellas tratando de imitarme, las otras estirándose para comenzar… entorne la mirada a los intentos de la reciente doncella austriaca.
--- Ah, mi querida Eleonor, tienes la gracia delicada de un elefante, sabes? --- Me detuve negando con suavidad, haciendo un elegante gesto de mi muñeca para que lo repitiera --- Los movimientos son música, son cuidadosos pero ligeros… no mires lo que haces, solo hazlo --- Tome su mentón para elevarlo, evitando que volviera a mirar a sus pies y desprendiendo una risa burlona. La música se detuvo, y entonces unos pajes anunciaron la llegada de una invitada. Sufre el ceño claramente ofendida de que hubiesen desobedecido mi dictamen de “no visitas” pero el nombre de la perfumista atrajo recuerdos… Que puntual! La había estado esperando para un par de horas más tarde. Imperiosamente coloque mis manos sobre mi cadera en gesto imperioso, dirigiéndome hacia el proscenio evaluando el aspecto de la famosa Viola de Lesseps. Parecía un dulce con aquellos colores rosáceos y el fulgor de su cabellos carmesí, menos mal que su labor era el de las esencias… --- Llega muy a tiempo para las clases, perfumista --- añadí en un tono divertido y entretenido --- Se ve encantadora pero me temo que tendré que obsequiarle una indumentaria más apropiada para las practicas. Llévenla al camerino principal --- Ordene a la servidumbre--- Señorita de Lesseps, el closet está abierto a su gusto… escoja con sabiduría, y espero que le guste el ballet
Mientras mis compañeras terminaban de ultimar detalles, junte los talones de mis pies, separando apenas sus puntas, deslice mis brazos derecho formando en él un arco apenas pronunciado, en primera posición dancística, flexionando apenas mis piernas eleve el brazo derecho hasta mi pecho, vino a hacer lo mismo el izquierdo hasta seguir en segunda y tercera posición. Sin música, pero siguiendo los tiempos en mi cabeza me dispuso a recrear una improvisada danza para destensar el cuerpo. Los músicos llegaron en su momento, pero no me interrumpieron, colocándose en la zona de orquesta compusieron una melodía suave acompañando a la solitaria bailarina en la caja musical. Lo mismo hicieron mis doncellas, dos de ellas tratando de imitarme, las otras estirándose para comenzar… entorne la mirada a los intentos de la reciente doncella austriaca.
--- Ah, mi querida Eleonor, tienes la gracia delicada de un elefante, sabes? --- Me detuve negando con suavidad, haciendo un elegante gesto de mi muñeca para que lo repitiera --- Los movimientos son música, son cuidadosos pero ligeros… no mires lo que haces, solo hazlo --- Tome su mentón para elevarlo, evitando que volviera a mirar a sus pies y desprendiendo una risa burlona. La música se detuvo, y entonces unos pajes anunciaron la llegada de una invitada. Sufre el ceño claramente ofendida de que hubiesen desobedecido mi dictamen de “no visitas” pero el nombre de la perfumista atrajo recuerdos… Que puntual! La había estado esperando para un par de horas más tarde. Imperiosamente coloque mis manos sobre mi cadera en gesto imperioso, dirigiéndome hacia el proscenio evaluando el aspecto de la famosa Viola de Lesseps. Parecía un dulce con aquellos colores rosáceos y el fulgor de su cabellos carmesí, menos mal que su labor era el de las esencias… --- Llega muy a tiempo para las clases, perfumista --- añadí en un tono divertido y entretenido --- Se ve encantadora pero me temo que tendré que obsequiarle una indumentaria más apropiada para las practicas. Llévenla al camerino principal --- Ordene a la servidumbre--- Señorita de Lesseps, el closet está abierto a su gusto… escoja con sabiduría, y espero que le guste el ballet
Lydia Sforza- Humano Clase Alta
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