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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Sáb Ago 04, 2012 3:05 pm

[Privado con Amelié]

Era extraño acostumbrarse a algo nuevo, a alguien nuevo. Si las cosas se hubieran dado de modo diferente quizá una especie de felicidad se hubiera apoderado de mi al saber que la mujer que amaba había vuelto a la vida y que además viviría conmigo…por toda la eternidad. Sin embargo, Amelié no era la misma mujer cuyo recuerdo había perdurado en mi mente por centenas de años y mi hija era tan desconocida para mí como yo para ella. Lo divertido, tenía una hija de la que ni rastro me llego en tantos años pero a cambio mis dos hermanos si habían sabido de su existencia, desde el principio, como de la existencia de Amelié. ¿Podía manchar mis manos aún más con la sangre de esas criaturas?, no era tan extraño ya para mí el que la idea siquiera apareciera en mi cabeza pero rápidamente me deshacía de ella ya que, aunque no sabía cómo resolver el futuro, estaba seguro que podía sobrellevar el presente. Estábamos juntos y revueltos en esa casa, todos los Windsor a pesar de que Amelié se había negado a cambiar su apellido debido a que ninguno de los dos estuvo de acuerdo en casarse, la última desgracia que nos procuro Abaddon había sido el planear esa boda. Y ni que decir de Stephen, a quien no quería ver y quien parecía saberlo pues no se cruzaba en mi camino a pesar de vivir bajo el mismo techo. Diferente era cuando estaba en mi palacio de Londres, entonces tenía todo el espacio por el que transitar porque nadie podía acceder a ciertas áreas que eran solo de uso personal del rey.

Con ese panorama no se me antojaba quedarme mucho tiempo en la abadía, planeaba salidas cada noche y aunque solo llevaba como tres días desde mi llegada a Paris, nuevamente para tener reuniones protocolares con otros mandatarios, ansiaba regresar con prontitud a Londres. Mi esposa e hija habían estado en la ciudad mucho antes que yo, parecía ser que preferían estar en Paris que en Londres y en parte era un alivio para ambos ya que ellas mismas no tenían que preocuparse de mi presencia cuando me la pasaba lejos de esta ciudad, por lo menos Amelié que parecía ser tan distante como yo de ella aunque ambos sabíamos que el resentimiento que nos teníamos tendría que terminar en algún momento, no podíamos pasar la eternidad así, quedaban cabos sueltos, cosas que aclarar, sucesos que nunca encontraron explicación y como dos ciegos seguimos el sendero por el que se nos envió, desde el día en que entramos al laberinto del juicio, aun tan lejano, parecía como si continuáramos en el sin encontrar una salida razonable para ambos. Lynnette se encontraba al medio de ambos, seguramente sin entender bien lo que sucedía pero aceptando que aun los ánimos no estaban fríos como para fingir ser una familia feliz, solo fingíamos bien cuando nos presentábamos en público.

Pensaba en todo esto de regreso a la abadía, hace un par de horas que había salido para asistir a una invitación en el Palacio Royal, propiedad que aun era mía y donde se alarmaban de inmediato para complacerme cuando se enteraban de mi llegada a la ciudad. No era lo mismo que en otras ocasiones, cuando solía divertirme con más de una dama en una misma noche, la desmesura se había perdido en alguna parte del camino y parecía ser que mi humanidad no solo la perdí para tener menos sentimientos sino también para disfrutar menos de los placeres del mundo de los mortales. Llegaba al punto en que mi mente me conducía por caminos antes desconocidos, por ideas que no solía tener en el pasado, todas guiadas por una maldad y ambición que no creía poseer. -Hemos llegado milord- dijo uno de mis guardias quien parecía tener miedo de haber interrumpido mis pensamientos. No dije nada y baje del carruaje, los guardias habían su ronda rutinaria mientras otro grupo no dejaba de acompañarme para que luego, en el interior de la abadía, me encontrara esperando a uno de los consejeros de la corte inglesa, los que en los últimos tiempos habían decidido acompañarme durante todo el tiempo, incluso en mis viajes, preocupados porque una reina que ellos no habían elegido tuviera alguna influencia ‘maligna’ en mi, aunque en algo posiblemente estuvieran en razón, la influencia maligna no provenía de Amelié, quien parecía entender que cada uno de los dos tenía sus propios deberes.

Mientras caminaba rumbo a mis habitaciones el consejero me informaba de que había dejado un dictamen en una de las salas de mis dependencias y que debía pensarlo muy bien. Hace semanas ya que me habían aconsejado proceder con el divorcio, no temíamos a la iglesia porque la religión protestante de Inglaterra le daba el poder máximo al rey y estaba en mis manos decidir la anulación del matrimonio, era fácil, Amelié sería enviada a un convento o fuera del país mientras que Lynnette se quedaría en la corte ya que llevaba mi sangre. Lastimosamente me había costado la muerte de un sire el que finalmente me decidiera a dejar de complacer a los demás y, aunque no tenía una relación matrimonial con Amelié, no planeaba divorciarme de ella por el simple hecho de que le daría lo que ella quería, el gusto de no volverme a ver y la excusa perfecta de poder apartar a Lynnette de mi lado nuevamente. Le dije al consejero que regresara a Londres, no era sugerencia sino una orden, boquiabierto hizo una reverencia y no dijo más. Sabía que el hombre cumpliría mi mandato pero también sabía que llegaría otro en su lugar. Por lo menos tendría el resto de la noche para mi tranquilidad y pensando en ello llegue a mis habitaciones y entre en ellas resuelto a pasar el resto de la noche leyendo algunos informes que había pedido a uno de mis generales, desde la muerte de mi hermano que Escocia ya no estaba a mi disposición, como si antes lo hubiera estado de todas formas, pero no trataba con un Windsor esta vez así que había decidido el ordenar a la milicia el custodiar las fronteras, en especial las marítimas.

Un gato negro paso rozando mis piernas mientras me encontraba sentado en una butaca, pensé que era un cambiaformas pero no era más que la mascota de Amelié. Cuando levante la mirada la encontré allí, no había sentido su presencia cuando entre a las habitaciones. Deje los papeles que tenía en las manos y los deje sobre una mesa. Tome una postura cómoda sobre el espaldar y entonces me quede mirándola fijamente esperando que tuviera algo que decir pero el gato interrumpió ronroneando a los pies de Amelié, quizá pidiendo que ella lo levantara -Con razón apesta. ¿Qué haces aquí?, por el bien de tu salud mental es mejor que no me veas muy seguido ¿no?- dije y reí divertido ante la provocación. Esperaba una respuesta tan elocuente de ella que seguramente estaba allí para reclamarme algo o amenazarme con que no tomara cierta actitud, lo que fuera, estaba listo para responder, para decirle que debía estar tranquila y ceder en sus pedidos así fueran materiales o en especie, que no podían ser muchos para que el tesoro de la corona los costease.
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Mensaje por Invitado Mar Ago 07, 2012 5:21 pm

Sin duda la vida le recordaba constantemente a Amelié lo drástica que podía ser en cuanto a cambios, siempre que creía que ya no habría mayores sorpresas algo ocurría para alterar su entorno y su paciencia. Comenzaba a agobiarse realmente de todo, ya no quería más guerra ni peleas absurdas ni mucho menos malos entendidos. Y es que antes de que empezara aquél juicio, juicio que hasta ahora maldecía, todo se encontraba bastante normal, al menos para ella, no le importaba el tener que ocultarse recurrentemente para no toparse con el que ahora había sido obligada a casarse, si el suceso hubiese ocurrido cuando aún era humana habría estado feliz y se habría preocupado de tener el mejor matrimonio del mundo, en cuanto a definición de “lo mejor” que tenía ella en la cabeza, definición que no era la normal de cualquier mujer, pero no era así, las cosas habían cambiado y ellos dos también.

Toda la vida como vampira, que no eran tan pocos siglos, había tenido que vivirla escondiéndose de Dorian, ella no lo quería ver, ni a él ni a uno de sus hermanos. Con el único que mantenía un contacto y se había preocupado siempre por ella era Stephen, al cual le guardaba un gran cariño y sabía que mantenían cierta lealtad el uno por el otro. Pero de pronto todo cambió de golpe luego de aquella noche del juicio final, se encargaron de revivir todas las emociones y sentimientos que tenía Amelié sobre el que ahora era rey, a ambos los habían obligado a dar un viaje a su pasado para revivir amargamente todo lo ocurrido, luego de ello no podía odiarlo del todo ¿cómo odiar por completo a alguien a quien una vez amó tanto? Eso no lo comprendía y tampoco quería, cada vez que tenía aquellos pensamientos se encargaba de mantenerse ocupada para alejarlos de su mente, no quería hablar de él ni con él, simplemente quería que las cosas estuviesen lo más tranquilas posibles, pero claro, eso era demasiado pedir aún más cuando logró enterarse que Lyn era hija suya ¿en qué líos se había metido sin siquiera darse cuenta?.

La situación entre ambos era cada vez más tensa pareciendo que en cualquier momento serían capaces de sacarse los ojos sin piedad alguna y es que la reina no se había puesto a pensar lo agobiante y agotadora que era aquella situación, ya no le interesaba seguir así sobre todo si tenían a cargo a Inglaterra, debían unirse y trabajar juntos a pesar de que eran capaces de lograrlo aún así se notaba el incómodo ambiente, Amelié estaba casi cien por ciento segura que todos en la mansión podían notarlo, pues ambos con suerte se intercambiaban palabras, miradas o ideas, casi ni se hablaban a menos que fuese estrictamente necesario. Además sabía que toda aquella situación también le afectaba a Lyn, que por muy fuerte que se demostraba, varias veces la había visto afectada por la situación, aunque ella no lo reconocía. Fue aquella situación la que motivó a Am intentar mejorar las cosas, seguir así no los llevaría hacia ningún buen final.

Una noche se había animado a salir sola, necesitaba pensar pues tenía demasiadas ideas y confusiones en la cabeza, jamás había entendido la postura que había adoptado Dorian si después de todo era él quién había decidido abandonarla. Llegó hasta las afuera de la ciudad sin darse cuenta que había sido perseguida por su mayordomo de confianza quien había notado de inmediato la extraña actitud que tenía la reina. Al llegar a unas casas destruidas Amelié decidió bajar el ritmo y entrar a una de ellas, iba tranquila intentando buscar un lugar más bien cómodo para despejar sus dudas. En unos pocos minutos se percató de la presencia de alguien pero no lo pudo identificar inmediatamente por lo que prefirió ocultarse. Esperó escondida entre lo que bien manejaba, las sombras y se sorprendió al notar que no era nada más ni nada menos que Jean Pierre, tenía intención de salir pero él ya la había descubierto.
- ¿Cuál es el afán de un reina por venir a un lugar como este a ocultarse?- Inmediatamente después de hablar él se giró para quedar frente a Amelié, quién lo observaba sorprendida. - ¿Cómo es que te has percata…? – Sonrió y negó con la cabeza, era absurdo preguntar algo así después de todo el tiempo en la que habían estado juntos, su voz se escuchaba en la profundidad de las sombras aún – Está bien, no preguntaré algo tan absurdo como ello – Se acercó hacia él e hizo una pequeña reverencia, a lo cuál Jean Pierre respondió con una sonrisa - No hace falta el mantener la educación ni el protocolo en una situación así, y lo sabe – Amelié suspiró y se abrazó a él, por lo que el mayordomo comprendió a la perfección que ya se sentía demasiado agobiada - ¿Es por el rey no? Usted es una mujer inteligente, de eso no me cabe duda y por mucho que intente aparentar que toda esta situación no le afecta, es más que evidente que le afecta más de lo que le gustaría ¿por qué no intenta hablar simplemente con él? Tal vez podrían llegar a buenos términos, no digo que quedarán como excelentes amigos pero tal vez el ambiente se vuelva más agradable para todos – Amelié asintió, él tenía razón, ya era suficiente de reaccionar como dos desconocidos, como dos seres llenos de odio hacia el otro, se suponía que la vida eterna les brindaba sabiduría, no volverse más estúpidos. Suspiró hondamente antes de darle un beso en la mejilla a Jean Pierre y agradecerle por sus palabras, luego de ello ambos volvieron a la mansión.

Amelié había pensado en hablar en el mismo momento con Dorian, así todo pasaría más rápido, ya fuese que terminara para bien o para mal, ya eso no le importaba, simplemente sabía que debía poner un poco de su parte y al menos intentarlo ya que no era demasiado malo lo que podía pasar, podían quedar como todo este tiempo, terminar por odiarse más o bien quedar en paz así que no era mucho lo que podía perder. Jean Pierre era quién se había encargado de buscarlo pero le informó, para desilusión de ella, que aún no se encontraba, pero que llegaría de todos modos a la siguiente noche.

Cuando por fin había llegado una vez más la noche, Amelié se apresuró en estar preparada, sabía que los guardias y mayordomos que se preocupaban de Dorian no la ayudarían demasiado, por lo que prefirió actuar mediante sus propios medios, además claro, de ayudarla Jean Pierre, el que consiguió un copia de la habitación principal. Apenas pudo se ocultó ahí, entre las sombras, esperando la llegada del rey, sin percatarse que el gato también había logrado burlar la protección que había alrededor. Una vez que por fin llegó, el gato se adelantó delatándola y llegando hasta los pies de Dorian, se dio cuenta que ya no podía ocultarse más y salió de su escondite. De inmediato ambas miradas se encontraron y ante sus palabras irónicas ella sonrió de la misma forma, suspirando y acercándose hasta su escritorio
– Siempre recibiendo de una manera tan agradable, ¿no…Dorian? – Sus palabras más bien sonaban tranquilas a pesar de que él le hablara de tal forma, no había ido hasta allí con intención de buscar discutir con él, sino todo lo contrario – También me alegra verte – Rió y miró de reojo al gato, quien se había echado ahora al lado de los pies del rey. Se cruzó de brazos antes de seguir hablando - ¿No te parece increíble que hace poco nos hayan obligado a recordar todo lo que vivimos como humanos y que ahora estemos así, odiándonos mutuamente?- Resopló y soltó sus brazos dejándolos caer hacia el costado, caminó hasta el lado de Dorian y miró sus ojos de forma penetrante, su rostro no demostraba para nada ira ni enfado, al contrario, se notaba que venía en busca de tranquilidad – No vine con intención de hacerte enfadar ni de pedirte nada material, por mucho que hayamos cambiado ambos no significa que mi esencia sea distinta, además bien sabes que jamás me han importado esas cosas…- Negó y bajó la mirada, volviendo a suspirar – Creo que debemos conversar, conversar tanto de temas pasados que quedaron pendientes como cosas recientes, hay que hacerlo Dorian…esta situación le está afectando a Lynnette y eso es lo que menos quiero, supongo que tu tampoco quieres verla mal por nuestra culpa…- Subió nuevamente su vista hasta los ojos de él, intentaba hablarle de la forma más suave y tranquila que podía para darle a entender que su intención realmente era buena, lo que menos quería era que él se enfadara y que terminara peor la situación.
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Mensaje por Invitado Vie Ago 31, 2012 3:52 pm

Una vez hubiéramos hecho todo lo posible para estar en la misma habitación y permanecer allí de por vida, que tan diferente era ahora, cuando ninguno de los dos tenía nada que esperar del otro más que una existencia unidos por la inmortalidad, con el tiempo congelado, sin corazón alguno que latiera y sin sentimientos que provocaran sensaciones ante la presencia del ser antes amado. Todo ese tiempo viví con su fantasma en mi cabeza, persiguiéndome desde la noche de nuestra última separación, quien no era más que una vaga ilusión de un pasado perdido, polvo entre polvo. Lo único que teníamos pendiente, y común, era una hija que aun era una desconocida para mí, como seguramente lo era yo para ella. Los asuntos de la corte se manejaban solos, como por costumbre, tantos años al mando hacían que la tarea fuera fácil y Amelié tenía el porte de una reina que jugaba bien su papel cada vez que aparecíamos juntos en público, todo se resumía a política, obligaciones y nada más que ello. Las paredes del palacio escondían lo que en realidad sucedía en nuestra hermosa ‘familia’, cada uno vivía por su parte, teniendo sus propios placeres. El contrato con Amelié era beneficioso para ambos, mientras cumpliéramos nuestros papeles de felices por siempre ante la sociedad podíamos hacer lo que quisiéramos después. La reina con sus amantes, el rey con los suyos, habían rumores en la corte pero en todas las cortes los hay, nadie se atrevía a increpar sus acciones, sobre todo porque era mucho más fuerte la figura de autoridad que ambos tenían sobre los demás.

Sólo el gato parecía no entender aquel contrato, se esforzaba por estar en ambos mundos, a tener dos ‘dueños’ quien lo acariciaran cuando mejor le convenía. El animal no era mi problema, antes le había permitido la entrada a mis dependencias pero nunca antes había estado acompañado de la mujer que menos esperaba ver tan cerca de mi cama. -Ciertamente sabes que soy un buen anfitrión…no te habías quejado antes de cómo solía recibirte- dije al mismo tiempo que le guiñaba un ojo. Luego baje la mirada a la altura de la mascota de Amelié, esperando que de un momento a otro empezara a maullar reclamando los mimos que le correspondían pero Amelié continuo hablando y yo escuchándola. Empecé a acariciar al gato con la yema de los dedos, sin que mi atención estuviera enfocada a las palabras de mi mujer, seguramente solo quería pedir algo o reclamar algo así que no habría mucho que discutir. Sin embargo, su tono no era el usual, parecía un poco más relajada que de costumbre, como si hubiera sacado la bandera blanca de su pronunciado escote para entrar en una especie de tiempo muerto.

Cuando se acerco y su mirada me distrajo, supe que no era lo que quería, o más bien en algún lugar oscuro y frio de mi interior si lo quería pero mi mente me advertía que no debía recordar nada de la humanidad perdida porque no volvería a tener la misma debilidad que en el pasado. Me puse de pie de inmediato, tomando al gato entre las manos y acercándome a una ventana que apenas estaba a unos tres pasos del sofá, desde allí la observe, tratando de evitar nuevamente esa mirada fija -No sé que es peor, sentir odio o no sentir nada- murmure para mí y el gato empezó a lamerme el torso de la mano -Ya veo, pero lo que paso tu y yo lo sabemos, tú fuiste la que me oculto durante décadas de su existencia y si ella sufre ahora es porque tarde has decidido venirme a contar que ella existía y aun peor, que tú estabas con vida- respondí con un tono que a medida que hablaba se llenaba de esa rabia interna contenida que aun sentía por sentirme traicionado por todos, la mujer que amaba, mis hermanos, mi propia familia vampírica. Solo había sido una ficha mas en el juego de La Camarilla pero mejor tarde que nunca el alivio llego a mi vida, con la sola muerte de un anciano, la cual desencadeno otras muertes mas que ya quedaron ajenas a mi responsabilidad.

Evadía su mirada mientras podía y empecé a caminar de un lugar a otro lentamente, para no verme obligado a tener que sentarme o a quedarme quieto en un solo lugar. Si Amelié quería hablar de las cosas que quedaron pendientes, tal vez debería empezar explicándome porque decidió ocultarme que estaba viva y que además teníamos una hija. Y el idiota mortal de entonces, aquel cuyo rostro quizá ella aun recordaba, había aceptado unirse al destino de la noche solo por consumar una venganza, el que le quitaran todo lo que hasta entonces le importaba. Recupero el trono arrebatado a su padre y el poder pero nunca recupero la vida de la mujer con quien pensó que pasaría toda su vida hasta la muerte, irónicamente ahora pasarían toda la eternidad juntos pero solo después de que ambos perdieran todo lo que les quedaba de vida -Dime Amelié, ¿te pareció divertido jugar con aquel idiota que se enamoro de ti para luego irte?. Estoy seguro que incluso Lynnette fue una mala noticia para ti, seguramente planeabas seguir enamorando a otros ilusos con el cuento de la doncella pura y amable- finalice enarcando las cejas mientras regresaba la mirada hacia la ventana, por donde la noche no dejaba más que ver algunas sombras espectrales reflejadas en los muros de las torres.

Todo lo que yo pensaba de ella se había derrumbado en el momento en que la vi en el laberinto. Después de todo lo que vivimos…ella nunca le dijo nada. Uno de mis hermanos se había esforzado por siempre mantenerla muerta mientras que el otro la quería mantener viva. En cualquier caso todos sabían que ella estaba viva menos yo. El secreto que compartían a gritos mientras me tapaban los oídos y me ponían una venda a los ojos. Por lo menos eso tenía en común con mi hija, siempre se nos había ocultado la verdad, la cuestión era que ella llegara a entenderlo también de la misma forma en yo lo hacía.
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Mensaje por Invitado Sáb Sep 01, 2012 12:51 am

En los antiguos tiempos, en aquellos donde ambos tenían la necesidad de respirar sino morían, donde ambos se ruborizaban y sonreían como dos chiquillos enamorados cuando se veían, en aquella época, al estar encerrados los dos en una habitación, sin duda no habrían perdido el tiempo para recordarse lo mucho que se amaban el uno al otro, mediante caricias que recorren todo el cuerpo, mediante besos que graban las curvas del otro ¿Qué había sucedido realmente? Había una historia que contar la cuál no era muy grata, Amelié sabía que para el vampiro seguirían siendo una puñalada tras otra ¿Pero cuánto sabría realmente él de toda la historia? Y es que ella misma se había enterado de muchos secretos por tan solo casualidad además de que intuía que habían más de los que ella aún no se enteraba. A pesar de que podrían suceder tantas cosas entre ambos, luego del juicio y de revivir todo su pasado junto a él, ya le era imposible odiarlo no estaba segura si podría llegar a amarlo de nuevo o algo por el estilo, ni siquiera pensaba en algo así, pero si estaba dispuesta a dejar todo conversado, todo en paz. Para la vampira no era nada de fácil andar en actos extraños en cuanto a amor se trataba, jamás había sido de aquellas jóvenes enamoradizas que se sentían atraídas por el primer hombre que se cruzaba por su camino y al ser transformada no había cambiado esa forma de ser.

Sonrió y negó con la cabeza, ladeándola un poco para mirarlo, no lograría enfadarle simplemente porque no era eso lo que quería lograr
– No se qué definición tendrás tú para buen anfitrión – Comentó y se alzó de hombros, sin darle mayor importancia al asunto. En su cabeza solo había un objetivo claro y ese era el no irse de esa habitación sin que Dorian se enterara de todo lo que al menos ella sabía, quería saber cuántas cosas le habían ocultado quizás a ambos o tal vez tan solo a ella. Quedó observando al gato por unos segundos pues le causaba gracia como podía estar tan tranquilo si en cualquier momento la guerra podría ser declarada entre ambos, pero aún así el animal simplemente estaba relajado ¿sería que él intuía algo?.

Amelié se sobresaltó al notar como aquél vampiro, el mismo con el que habían mantenido algo así como indiferencia, tomaba al gato y se alejaba de ella cuando ella se había acercado. Sonrió para sus adentros, no porque se sintiera grata, sino que, por mucho que él murmurara o le dijera siempre cosas que a ella no le agradaban, aún así parecía ahora estar débil, había huido tanto a su mirada como a su cercanía. Quedó unos segundos apoyada en el escritorio sin quitarle los ojos de encima, quería ver si él la miraba pero por al menos un minuto, sus miradas no se habían encontrado. Caminó hacia él de forma decidida pero con la delicadeza que le definía, siempre parecía que ella danzaba – al menos cuando no estaba enfadada – y así mismo se le acercó de forma rápida, sin darle oportunidad a él de escapar. Se puso frente a él y se le acercó, solo el hecho de que el rey tuviese al animal entre sus manos impidió que ambos cuerpos se tocaran, la mujer lo miró fijamente a los ojos, de forma curiosa, firme pero extrañamente tenía una mirada dulce, suspiró antes de hablar, de tan solo pensar una posible respuesta se sentía nerviosa
– Dímelo…dímelo con esta cercanía…¿Me odias? - soltó apenas un murmuro pues sabía que de todas formas él la escucharía - ¿De verdad a pesar de todo me odias, quieres que me aleje de ti y jamás volvamos a hablar? – Su vista jamás se despegó de los ojos de él, quería una respuesta aunque fuese una que no quisiera escuchar realmente.

Sonrió apenas y se alejó un poco de él, dándole un poco de espacio, suponía que no sería del todo agradable que de pronto ella se le acercara sin mayor “motivo”. Le dio la distancia suficiente entre ambos cuerpos y miró por la ventana ahora con su rostro más serio, si bien era cierto todo lo que él le reclamaba ella tenía buenos motivos para haberlo hecho, era hora de contarle todo aquello. Una sonrisa apagada escapó de sus labios al verse obligada a recordar todo de un golpe, se cruzó de brazos y suspiró hondo para tomar la fuerza que fuese necesaria para hablar, sentía que su voz en cualquier momento flaquearía dejándola en evidencia
– Es cierto, oculté tantas cosas a ti y a mi pequeña…¿Alguna vez te preguntaste cuál sería la razón para haberlo hecho? – Lo observó de reojo, su mirada podía demostrar el dolor que ahora ella sentía, negó con su cabeza y sonrió un poco irónica pero sin ganas de hacerlo realmente – Lo dudo, dudo que alguna vez te hayas detenido en pensar mis razones y más aún sospecho que te hayas querido acercar a mi alguna vez para preguntar ¿pero sabes? Aún así no te culpo, todo esto no ha sido justo ni para mi ni para ti…- Desvió la mirada y se alejó de él, esta vez huyendo ella a su cercanía.

Las últimas palabras, que se podían definir perfectamente como venenosas, habían llegado a su alma hiriéndola en lo más profundo, pero aún así lejos de enfadarla solo logró que un par de lágrimas resbalaran por sus mejillas, agradecía estar de espaldas hacía él por lo que intentó secarlas con una de sus manos de forma disimulada. Aclaró su garganta antes de hablar, pero aún así se evidenciaba el nudo que sentía en ella
- ¿De verdad crees eso? – No se atrevía a voltear, no quería que él notara el cómo se sentía, sin dejarle tiempo de responder continuó – No creo que pienses nada de ello, solo lo dices porque estás enfadado, porque te sientes traicionado…pasado a llevar, recuerda que te conocí tanto como tu me conociste a mi, te entregué mi virginidad solo a ti, bien lo sabes, por algo te enamoraste de mi…no eras ni eres un idiota, porque te habrías dado perfectamente cuenta si te hubiese estado engañando – Guardó silencio por unos minutos y se giró, dándole la cara, no le importaba si una lágrima la dejaba en evidencia, ya comenzaba a aburrirse de la situación – La mejor noticia para mi fue saber que estaba embarazada de Lyn, fue ella quien realmente me salvó la vida ¿sabías que estuvieron a punto de matarme y solo por ella, por ser tu “heredera” me salvé? – La palabra heredera lo dijo casi con desprecio, no por ser su hija, sino porque realmente habían tenido la intención de matarla – No se qué te habrán dicho a ti y no importa demasiado lo que me hayan dicho a mi ¿pero cómo querías que reaccionara luego de saber que fue tu mismo hermano, Aidan, el que disparó aquella flecha con intención de matarme porque sentía repulsión hacia mi? -

Comenzó a acercarse hacia él, ahora las lágrimas la habían delatado además su voz ya se había quebrado - ¿Cómo querías que reaccionara si luego de sobrevivir a la flecha me comentan que tan solo fui un juguete para ti, que en realidad jamás me amaste, de verdad creías que iba a tener intención o razón alguna para acercarme? – Frunció el ceño al recordar todo ello, luego negó con la cabeza y llevó una de sus manos hasta las mejillas para quitar las lágrimas – Me sentí tal cual como tu te sentiste o te estás sintiendo ahora, me sentí engañada, traicionada, pasada a llevar…que todo fue una asquerosa mentira…Luego de eso nos obligan a ambos a entrar en un estúpido laberinto para jugar con nuestros sentimientos…¿No te das cuenta? Solo jugaron con nosotros, fuimos parte de un sádico ajedrez donde los únicos que perdíamos éramos nosotros, aún así, aquí estoy…intentando declarar la paz…intentando llevarnos bien por la única razón por la cual pude vivir…por Lyn…- Se alzó de hombros, su mirada buscó la de él, a esa altura se sentía destrozada, con ganas de salir corriendo para poder controlarse nuevamente, pero sabía que debía mantenerse ahí, él había escuchado su versión de la historia y por supuesto que ella quería escuchar la de él, quería enterarse ya de todas las mentiras en las que habían sido involucrados, quería saber qué clase de cosas le habían dicho a él para que ambos llegaran a ignorarse de tal forma.
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Mensaje por Invitado Mar Oct 09, 2012 4:22 pm

El hombre que ella conoció era aun más desconocido para mí de lo que creía. El tiempo, dicen, cambia a las personas pero la verdad es que uno no se da cuenta hasta que pasan decenas y decenas de años y entonces el pasado, que forma parte de uno, llega a olvidarse y todo lo que fue llega a morir para ocupar solo un lugar en medio de recuerdos fantasmales y esporádicos. Sin embargo, algunos recuerdos quedan latentes no porque se hubieran cargado en la memoria sino más bien en el corazón. Que tan irónico era hablar de corazón para mí, un ser que no lo tenía más que de adorno, porque no latía, porque no sentía. El pasado del sentir lo asociaba con la figura femenina que estaba presente en mi habitación, porque fue quien más profundas impresiones me causo cuando estaba vivo, porque solo recordaba la parte de mi humanidad que había pasado a su lado en días que eran tan lejanos pero que en mi mente conserve presentes hasta antes de volver a verla.

Ambos habíamos tenido diferentes ‘vidas’ después de la muerte. Ambos buscamos llenar el vacío sin encontrar una forma hasta que el destino volvió a juntarnos para que finalmente llegáramos a destruirnos. Era eso lo que hacíamos, destruirnos noche a noche desde el momento en que nos juntamos, cada uno tratando de lastimar al otro, ¿por qué?, venganza tal vez por todo lo vivido pero aquí estaba ella ofreciéndome una opción para levantar la bandera blanca y hablar, aunque no sabía precisamente de qué. –No creo que hayas venido a discutir que tan bueno soy para recibir a mis invitados, puedes omitir esa parte e ir al grano- dije cortante ante su comentario sobre no saber cuál era mi concepto respecto a lo de que tan buen anfitrión podía ser. Entonces su mirada se dirigió al felino que estaba en mis brazos, como si le alertara que se retirara del medio, pero después de todo una pelea estaba descartada.

Me alejé de su mirada, no tenía por qué soportarla ni mucho menos ponerme a su disposición, en realidad esperaba que ella dijera lo que quisiera y se fuera para poder quedarme solo y pensativo, como siempre. Pero esos no eran los planes de Amelié, quería alargar aquello y cercarme bajo su inquisitiva mirada, como si adivinara que no me atrevería a verla de frente por mucho tiempo. Era algo de lo que había estado consciente siempre, aún no era tan fuerte como deseaba como para enfrentarla y decirle que en verdad no me importaba, deseaba serlo pero por alguna razón no podía conseguirlo. Finalmente decidí hacer un esfuerzo y darle el gusto, luego de estar cerca a la ventana me voltee y la enfrente con la mirada pero ella camino en mi dirección acercándose a tal extremo de que no pudiera moverme de donde estaba. Su pregunta me tomo por sorpresa, acaricie al gato tan fuertemente que este se escabullo entre mis manos y se fue a ocultar detrás de una cortina. Lo seguí con la mirada, de hecho aproveche ese acto para tratar de esquivar la pregunta pero Amelié insistió y mi mirada volvió a cruzarse con la de ella, entonces la tomé de los hombros fuertemente –Lo que yo crea y quiera no importa. Estamos casados y condenados a una eternidad de mentiras, no es que me moleste, ya me has mentido por cientos de años, unos cuantos mas no creo que me afecten- fue lo único que pude responder. La aparté de mi camino y me fui al otro lado de la habitación.

Amelié pareció darse cuenta de la tensión que había entre ambos y conservo su distancia nuevamente aunque su expresión era muy diferente a la de estar a la defensiva. Por primera vez desde nuestro reencuentro ella aceptaba que había ocultado varias cosas a mí y a Lynnette pero tenía noticias para ella, ya era demasiado tarde para sufrir por ello, no existía perdón y mucho menos olvido. En todo ese tiempo en que casi le presté devoción a su memoria, ella solo se había preocupado por manteneme lejos de su vida y la de nuestra hija, como si fuera un enemigo en lugar de la única persona que realmente las amaba en toda la tierra habitada por hombre alguno. –Estás en lo cierto, nunca me detuve a pensar en tus razones y nunca se me ocurrió acercarme a preguntarte nada porque simplemente para mi estabas muerta. ¿Querías que fuera a preguntarle a una tumba?- respondió fríamente porque era irracional que yo creyera que yo iba a adivinar que ella estaba viva durante todo ese tiempo. Para mí Amelié había muerto incluso antes que yo, ¿Cómo creía que iba a buscarla?.

No sabía por qué pero de pronto todo se veía nuevamente confuso, o Amelié estaba mal o yo lo estaba pero las lágrimas que vi en sus ojos me hicieron desistir de atacarla con palabras y en lugar de ello fui acercándome lentamente a ella hasta estar frente a frente. Recogí sus lágrimas con las yemas de los dedos y la observé con curiosidad, ella no fingía pero entonces ¿por qué lloraba?, realmente se sentía dolida por lo que acababa de decir o era la inescrutable verdad de mis palabras lo que la conmovía. Decidí entonces callar y escucharla pero ella me dio la espalda y me recrimino el pasado, cosas que yo creía fervientemente antes de volverla a encontrar, cuestiones que habían entrado en duda luego de ello por qué simplemente no encontraba explicaciones racionales a lo sucedido. Cada cosa que me decía se mezclaba en mi cabeza formando ideas que no encontraban unirse. Si, sabía que Aidan había tratado de matarla más de una vez de hecho, pero él ya pago su deuda conmigo. Tomé su juicio en mis propias manos. No, no sabía que ella se salvó solo por estar embarazada, pero ¿salvarse de qué o quién?, toda esa historia era demasiado confusa.

Lo siguiente que escuché termino por destrozarme la cordura. Ella decía que solo había sido un juguete para mi y que nunca la amé. Y todas las demás palabras fluyeron tan rápido que me sentí enfurecer de pronto como si la bestia tomara control total de mi cuerpo por todo lo sucedido. Recordé la noche en el laberinto y lo que sucedió. Yo sabía que había pasado a ser una ficha del juego de Abaddon y por ello mismo decidi terminar con él aún a costa de mi vida pero lo que Amelié me contaba era solo inconcebible. Me basto con dar tres pasos para alcanzarla y voltearla para finalmente poder mirarla, sin temor, a que ella también se diera cuenta que aun la amaba –Quién te amó murió contigo Amelié, yo no soy el y nunca volveré a serlo pero escucha atentamente a mis palabras…- hice una pausa porque sentía que iba a destruirme en ese momento -…nunca te mentí cuando te dije te amo- no pude evitarlo y la abrace contra mi cuerpo como si todo el dolor hasta entonces finalmente encontrara una justificación solo en esa declaración. –Nunca te busque, es cierto, pero no porque no me importaras sino porque te creía muerta Amelié. No existía Lynnette ni tú en mi vida, y al saber que tu moriste aquella noche me ofrecí a morir también para encontrar esta nueva vida que me permitiera vengarme de aquellos que nos separaron pero no fue hasta ahora que me supe que quienes no separaron fueron los mismos en quienes confié toda mi vida después de ti. Tienes que entender que cuando te volvi a ver, tal cual como eres hoy, el mundo en el que creía termino. Los años en que me culpé por tu muerte…- no pude decir nada y me quede abrazándola allí en la oscuridad de la habitación deseando que en ese mismo instante la muerte volviera a encontrarnos para no pensar más, para no decir más.
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Mensaje por Invitado Vie Nov 09, 2012 10:45 pm

Tal vez aquella vampira tenía una gran fortaleza pero a la vez una gran debilidad, siempre había sabido mostrarse fuerte e imponente cuando la situación lo ameritaba, era capaz de no mostrar titubeo alguno frente a distintas ocasiones pero esta vez no era así, toda su lógica y todo su raciocinio se había ido realmente a la basura, son aquellos momentos en los que tienes un discurso completamente memorizado para destruir a la otra persona y no por hacer daño, sino porque se tienen, o se cree tener, los argumentos necesarios como para hacerlo…pero a veces ocurren cosas que nos hacen olvidar toda y cada una de las palabras ágilmente grabadas en tu memoria y en esta ocasión, era exactamente lo que le ocurría a Amelié, de pronto se había visto con todo su argumento destrozado.

Ignoró por completo las palabras cortantes y frías que solían salir de la boca del rey sin importarle mayormente, pero a pesar de que su rostro y su cuerpo mostraba tranquilidad en realidad en su cabeza no era tan sencillo puesto que hace mucho tiempo las cosas entre ambos no estaban buenas, para nada buenas…es más, era más lo que peleaban o se ignoraban que cualquier otra cosa ¿era sano llevar una relación así? Ella sabía que no, sobre todo si ante cada palabra despectiva que él decía a ella le llegaba en lo más profundo aunque obviamente no estaba dispuesta a asumirlo ni mucho menos a demostrarlo. De todos modos al desviar unos momentos su mirada había preferido guardar silencio, debía pensar de forma inteligente las siguientes palabras porque el ambiente tenso se podía cortar fácilmente con un cuchillo mantequillero.

El sentir sus manos alrededor de sus hombros la hizo sentir extraña además de un poco sobresaltada, si siguiese siendo humana…de seguro su corazón se habría exaltado más de lo que a ella le gustaría, la confusión en su mente comenzó a empeorar cada segundo que pasaba cerca de él, realmente no sabía qué pensar por lo que cuando Dorian se apartó ella sintió realmente un alivio. Su mirada bajó hasta quedar fija en el suelo pero de todas formas logró percatarse de cómo aquél vampiro, una vez más, huía a su cercanía. Suspiró hondo, dándose la valentía de responder ante sus palabras, pero un nudo bloqueaba su garganta impidiéndole hacer sonido alguno. Carraspeó de forma disimulada y suspiró hondamente
- ¿Cuánto más?... susurró sin prestar atención si él la escuchaba o no, poco le importaba - ¿Cuánto tiempo más nos tendremos enfrente solo para sacarnos en cara los errores del otro? - Mas bien era un pensamiento en voz alta, quizás no lo suficiente para que el vampiro la escuchara, sus palabras eran despistadas y aún así no había levantado la mirada para ver una posible reacción.

A esas alturas las lágrimas no habían detenido su curso, paseaban por sus mejillas por más que Amelié intentara evitarlo, no quería mostrarse débil frente a él, no cuando había pasado ya tanto tiempo entre mentiras e historias que no tenían sentido alguno. La ahora reina por obligación ya se estaba agotando, no quería más guerra, no quería seguir logrando que Dorian solamente sacara en cara lo que ella había o no había hecho, no quería más. Pero él tenía razón ¿cómo podía preguntarle si hasta no hace mucho pensaba que estaba muerta?, hizo una mueca con la vista en cualquier parte, pero aún así le incomodaba el tema
– Si, pensabas que estaba muerta…pero cuando me viste, en vez de recriminarme tantas cosas…hubiese sido mejor el tomarse el tiempo de hablar y escuchar la versión de ambos... sonrió sin ganas y luego mordió su labio inferior, su nerviosismo estaba quedando en evidencia, con cada segundo sentía que se desmoronaba más – De todas formas ya da lo mismo lo que pasó en el pasado, las cosas ya están hechas…solo podemos aclarar las razones por las cuales cada uno reaccionó como tal…- Se alzó de hombros, su voz comenzaba a perder fuerza, ella realmente quería huir de ahí.

Hasta ese momento cada una de las reacciones del vampiro eran realmente esperadas por Amelié, nada la sorprendía, no podía esperar que él se comportara como la persona que conoció hace tanto tiempo atrás…no cuando Dorian se sentía realmente engañado hasta lo más hondo de su ser pero a pesar de todo, de las mentiras, de las palabras venenosas que en algún momento ambos se dijeron, de los desprecios…de todo, ella lo entendía ¿acaso no era irónico? La vampira siempre había tenido un lado comprensivo en ella que se veía siempre resaltado, en cada ocasión y ahora no era la excepción, suponía que para nadie podía ser tan fácil enterarse de un día para otro que tenía una hija que hasta ya era un vampiro también ¿cómo podía entonces esperar otra reacción de él?. Y aunque sus lágrimas y todos los recuerdos del pasado la tenían realmente aturdida, ella esperaba que Dorian se hartara de todo ello y no quisiera escuchar mucho más y se fuera dejándola una vez más sola.

Pero la actitud que ahora tenía el mismo ser que hasta hace poco la estaba atacando verbalmente realmente lograron descolocarla, si hace unos momentos no entendía nada ahora todo era inexplicable. Abrió los ojos ante la sorpresa de sentir inesperadamente las yemas de los dedos secando sus lágrimas ¿Acaso se había detenido a escucharla? ¿Comenzaba a lograr el objetivo que se había impuesto antes de verlo esa noche? La cercanía comenzaba a matarla por lo que prefirió darle la espalda, Amelié había trabajado bastante para intentar superar el pasado, pero se daba cuenta que en realidad eran muchas las cosas que habían quedado sin explicación. Cada vez tenía más ganas de salir corriendo, su cercanía de alguna forma la incomodaba o quizás la ponía nerviosa, realmente no entendía qué le sucedía.

Se negaba a mirarlo pues bien se daba cuenta que la mirada de él había cambiado por completo, ya no era severa ni estaba en contra de ella sino que estaba confuso por todo lo que había declarado. Tal vez era una tontería pero tenía miedo de mirarlo ahora, no sabía con qué se iba a encontrar aún cuando había sido ella misma la que decidió conversar con él. Sintió cómo se acercaba a ella una vez más pero de todas formas no se esperaba que la diera vuelta para mirarle a la cara, sus ojos aún tenían lágrimas pero volvía a mirarle con sorpresa, era incapaz de responder cualquier cosa que él dijera. Se perdió en aquellos ojos oscuros que mostraban la seriedad suficiente, sabía que hablaba de forma seria y que lo que diría sería importante. No bastó decir demasiado para que sus solitarias lágrimas se convirtieran en un llanto, el escuchar “Quién te amó murió contigo Amelié” la destrozó de la peor forma además de traerle todos los buenos momentos que había pasado con él, quería subir ambas manos hasta sus ojos para ocultar lo patética que debería estar viéndose pero los brazos de él se lo impideron. Quería exigirle que se callara pues sus palabras solamente lograban que se sintiera peor además que la versión que él contaba, asegurando que jamás le había mentido, se contraponía con lo que había creído durante toda la vida que llevaba como vampiro.

Tras sentir su abrazo su cerebro le ordenó separarse inmediatamente de él pero su cuerpo hizo caso omiso a la orden, sus pies intentaron retroceder un paso pero en realidad siquiera se movió de su lugar y es que alguna parte muy profunda de su ser había anhelado casi de forma desesperada el sentir el abrazo de aquél tonto vampiro otra vez, su llanto empeoró ya que sentía que era demasiado lo que ya había ocultado, lo que había callado, ya no aguantaba más. Se abrazó a él mientras apoyó su cabeza en el pecho y las lágrimas salían desconsoladamente, ya no le importaba mostrarse débil ante a él, ya no le importaba nada. Toda razón por la que había sentido odio contra él se acababa de desmoronar, se sentía igual que una niña regañada, se sentía confundida. Se apegó más a él sin tener siquiera el temor de que él pudiese alejarla
- ¡¿Por qué?! Explícame por qué…- Su voz estaba quebrada, destrozada, mientras con sus manos lo acercaba más como si temiera que de pronto él desapareciera y quedara sola con su dolor - ¿Por qué nos hicieron esto…Dorian? ¿Por qué jugaron con nosotros sin siquiera importarles nuestros sentimientos? – No quería mirarlo, tenía miedo - ¿Acaso no les cabía en la cabeza que yo te amaba?... Ahora sus manos se dirigieron hasta el pecho de él, formando un puño puesto que el llanto era tanto por tristeza como por enfado - ¿Crees que en todo este tiempo te olvidé, crees que me preocupé de fijarme en alguien más? ¡No! Solo estaba enfocada en Lyn…Jamás saliste de mi cabeza…sea para bien o para mal…Dorian ¿Por qué? No entiendo… – Sus manos apretaban cada vez con más fuerza la ropa del vampiro mientras que el llanto no cesaba, comenzaba a descontrolarse, se sentía confundida, dolida, traicionada…
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Mensaje por Invitado Sáb Nov 10, 2012 12:44 pm

Que no importe nada más que los intereses egoístas, ese era el plan, esa era la forma de vida que había elegido después de todo lo sucedido luego del juicio. A nadie le importo que las mentiras fueran descubiertas, los amigos se alejaron dando la espalda y dejando una puñalada, los enemigos aprovecharon el momento para querer atacar. La reacción fue oportuna y por ahora reinaba la paz y todo se encontraba en orden…el orden que la tradición mandaba seguir. Se habían acabado las noches en los burdeles de Paris, los amoríos con damas, los juegos entre reyes. Los tiempos empezaban a cambiar y nada era lo mismo. Amelié era una reina que llevaba bien su papel ya que se había encargado de sentar presencia en la corte y por esa parte me había impresionado la frialdad con la que asumió su obligación. Por mi parte, me pasaba más tiempo en la cámara de los lores, definiendo cosas, aprobando el presupuesto para que la armada sea fortificada. La vida personal poco importaba cuando Inglaterra estaba por delante y Amelié y yo lo sabíamos bien pero todo cambiaba al llegar al palacio, mundo en que éramos extraños, ajenos, desconocidos. Lo mismo se repitió en Paris, probablemente no volveríamos en mucho tiempo pero aun quedaban cosas que decir antes de regresar a nuestra tierra, a seguir con el juego del matrimonio perfecto.

Su actitud y mi actitud eran diferentes cuando estábamos a solas, las palabras fluían como puñales, de ambos lados. Las heridas estaban abiertas, sangrando aun, pero nos gustaba hundir el puñal en lo más profundo para así quizá sentirnos bien con nosotros mismos y con la vida que llevábamos. El verla en mi habitación prácticamente me dio la oportunidad de seguir con ese juego aunque ella era diferente, por alguna razón no respondía como antes. Al término de unos minutos decidí ceder y escucharle, quería arreglar las cosas por lo visto pero nada se podía arreglar, todo estaba en las cenizas del pasado. La mentira había corroído lo que nos quedaba de alma. Todo era oscuridad. El que me mirara de esa forma me molesto, me aturdió, me hizo recordar lo que quería enterrar. Pensé que podía verla como si nada pero aun no podía y odiaba tener que mostrar la debilidad de no poder acercarme a ella como si nada. No era la Amelié que conocí, era tan inmortal y fría como yo, pero aún tenía ese rostro, esa mirada, esa forma de dejarme desarmado.

Sus lágrimas terminaron por traspasar la muralla que puse entre los dos, no lo entendía, ¿Dónde estaba el odio? Y quería que ella estuviera actuando, solo haciendo un preámbulo para reclamarme lo que muchas veces había escuchado pero no fue así. La verdad solo pudo acudir ante el llamado de su mirada, sus labios temblaban quizá tanto como mis manos que encontraron sujetarla por un momento pero luego tuve que alejarme antes de caer y regresar ese lado humano mío que yo mismo había asesinado luego de la noche de nuestro reencuentro. Sus palabras se quebraron en el aire y mis pensamientos las acompañaron. Las imágenes regresaban y traspasaban mi mente una y otra vez sin que pudiera apartarlas. ¿Cuánto más?, los miles de años no eran suficientes…no para ellos que habían caído en el peor de los engaños, en medio de un juego del que muchos fueron testigos que se dieron por ausentes. Juego para poder dominar, juego de intereses personales, juego de inmortales pero juego al final. El manipulador de piezas no estaba más entre ellos, afortunadamente, era hora de liberarse y actuar. Conocer lo desconocido, quitarse la venda de los ojos, hablar. Y esa voz de jovenzuelo enamorado me decía que la escuche y me pedía que le explique, como él y yo aún la amábamos, como la buscamos en nuestros sueños y la encontramos en nuestras pesadillas.

Palabras que fueron secretos y actos que fueron borrados de nuestras historias fueron reveladas esa noche. El plan maestro había sido separarlos y mentirnos a cada uno. Evidentemente a mi me dijeron que ella murió porque aunque me hubieran dicho que ella no me amaba…de todas formas la hubiera buscado por todas partes para escucharlo de sus labios. Y ella, que vivió engañada, fue custodiada por quienes mejor sabían de los planes. ¡Gracias a Dios que nos volvieron a juntar!, que piadosos fueron. Dueños y amos del destino se seudonombraron quienes no merecían tumbas a esas alturas más todo había cambiado. El daño quedo en ambos, la separación, la duda, el resentimiento. ¿Había forma de cambiarlo también? Solo el tiempo podría responder a esa pregunta. Si me sentía enojado por no haberme dado cuenta antes, me sentía frustrado por no saber de la existencia de mí hija hasta hace poco, peor me sentía allí ante Amelié sin saber qué hacer, sin saber quién era. No podía volver a ser el que ella quería ni ella podía ser mi fantasma del pasado materializado.

Cedí, perdía la cabeza, algo tenía que hacer y si no era eso me volvería loco. Tuve que encontrar su cuerpo, su mirada, su presencia. La tomé entre mis brazos y la abrace como antes dejando que mi vida inmortal se fuera por el mismo foso por el que se había ido todo antes. Solo un momento, solo un segundo a lo menos, para poder sentir como sentía antes. Ella también estaba enojada, de paso dolida, por todo lo que nos ocurrió. No fuimos víctimas tampoco, dejamos que sucediera, dudamos el uno del otro y nos dejamos guiar por quienes creíamos sabían que era lo mejor para nuestras nuevas existencias. La única víctima en esa historia era Lynnette. Por lo menos teníamos la eternidad para solucionar nuestras vidas, sin más interferencias, solo nosotros, solo los tres. Pensando en ello la estreche entre mis brazos con más fuerza, sentir su cuerpo junto al mío me dio una especie de paz que había necesitado desde el momento en que la creí muerta, ese sentido de recuperar algo, lo más importante, lo que a uno le hace falta como si de un nuevo soplo de vida se tratara.

Ella lloraba desconsoladamente en mi pecho y yo la entendía como ella a mí. Dejé que se desahogara, que gritara y que golpeara porque podía hacerlo cuando quisiera, no había más separación, siempre me tendría allí sin que la muerte volviera a interponerse y mucho menos personas por más poderosas que fueran. El poder no dependía de quien lo tuviera, dependía de quien lo supiera manejar. –Perderás tu tiempo tratando de entenderlo. Éramos solo humanos, jóvenes, tontos…ideales para manipular- respondí finalmente mientras le acariciaba el cabello. Otras noches recordaba acariciarlo como en ese tiempo en que éramos felices, imaginaba tocar su piel y escuchar su risa cerca de mi oído por la gracia que nos causaba estar haciendo algo prohibido. Esas cosas inocentes no existían más en nuestras vidas pero quedaban en nuestra memoria como el recuerdo del primer amor y el primer encuentro. –No me importan más sus razones, me importa que sepas que nunca deje de pensar en ti y me importa saber que nunca te fuiste por decisión propia- continúe sin poder hablar más, era difícil, era como tratar de liberarse de un nudo en la garganta que ha estado allí por mucho tiempo –Me importas tu porque…porque…- no podía decirlo, el orgullo quizá no me dejaba. Me acerque a su rostro y acerque mis labios a los suyos para pronunciar esas palabras en un tono tan bajo que solo eran para ella. Dicho eso mis labios buscaron a los suyos, sellando el fin de esa guerra entre ambos con un beso que valió la pena cientos de años esperar.
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Mensaje por Invitado Vie Dic 14, 2012 9:41 pm

Juegos absurdos, mentiras por doquier…eran las únicas palabras que se le venían a la mente a la vampira con todo lo que estaba ocurriendo, jamás había comprendido la razón por la cual se habían esmerado tanto por juntarla con Dorian nuevamente a pesar de todas las cosas que habían antes sucedido, a pesar de todas las verdades que le habían ocultado. Si bien en un momento creyó que estaba sana y segura junto a aquellos seres en los que confiaba, pronto se daría cuenta que estaba totalmente equivoca pues jamás esperó que todo fuese parte de un plan egoísta donde nada más les importaba lograr su cometido. Si bien logró llevar bien el papel de reina frente a los demás para ella era una maldición el tener que volver luego de cada reunión a la realidad, pues con el rey apenas hablaban, apenas compartían y comenzaba a asquearle el hecho de tener que comportarse como el matrimonio perfecto frente a los demás ¿ellos lo notarían? No estaba segura de ello pues parecía que todos se creían esa gran mentira, quizás ambos eran mejores actores de lo que pensaban pero de todas formas Amelié comenzaba a aburrirse.

Llegaron muchas noches en las cuales se sentía realmente extraña con la vida que ahora llevaba, jamás la había pedido, jamás había querido pero el destino se había encargado de dársela sin darle explicación alguna. Amelié ya no era del todo aquella joven humana que conservaba el calor en su cuerpo, el rubor en sus mejillas o la palpitación de su corazón, ya no existía nada de eso…Ahora se había vuelto un poco más fría por tantas razones pero muy en el fondo de su corazón, sabía que aquella parte humana siempre estaba presente. Muchas veces se sorprendió a si misma al darse cuenta lo dañina que llegaba a ser con Dorian y si bien ambos respondía con la intención de herir al otro, la vampira sabía perfectamente que no era excusa como para ella seguir aquél juego destructivo, pero lo hacía sin siquiera entender a veces la razón. En los momentos de discusión no existía argumento alguno que la frenara, estaba totalmente a la defensiva y hasta ocurría que en muchos de esos momentos ella ni siquiera escuchaba las palabras de respuesta del vampiro, era una tontería pero las cosas estaban así y ninguno daba su brazo a torcer para mejorar la situación.

Había ocurrido ya tanto que no se necesitó demasiado para que Amelié estallara en llanto, no era que quisiera recuperar lo que alguna vez tuvo con él pero sencillamente ya no quería seguir como estaban y tal vez Lyn era la excusa perfecta para mejorar las cosas pero más que por su hija, lo hacía por ella misma. Am siempre tuvo una intuición bastante certera a la hora de conocer gente pero se daba cuenta que había confiado en los equivocados, en los que no tenían ni el mínimo remordimiento a la hora de jugar con ambos y hasta con su propia hija que después de todo se había visto envuelta en todo el embrollo. Pero ya era demasiado tarde puesto que no había sido capaz de vengarse en manos propias, ya nada de lo que había ocurrido en el pasado se podía arreglar, pero aún así jamás logró comprender del todo bien cuáles eran los verdaderos planes de quienes sabían todo esto ¿realmente era una buena idea juntarlos? En cualquier momento iba a ocurrir que alguno de los dos terminara por explotar y se sabría la verdad ¿o quizás pensaron que eso jamás ocurriría?.

Lo único que importaba ya era el presente, el tenerlo ahí por fin, el poder conversar y desahogarse como hace mucho tiempo lo necesitaba, ya no quería hacerse la fuerte, ya no quería demostrar que siempre estaba bien, no quería más apariencia, solo quería un poco de paz. Qué gran error había sido el caer de forma tan fácil ante una trampa tan evidente, qué fácil había sido para ellos manipularlos a ambos y hacerlos dudar del otro sin mayor esfuerzo, qué tonta había sido ella misma por no confiar siempre en las palabras, y más importante aún, en los mismos hechos con los que Dorian demostró siempre su amor…qué tonta había sido.

El miedo y la confusión tenían totalmente controlada su cabeza, no sabía si actuaba bien o no, no sabía si estar ahí intentando buscar algún tipo de consuelo con el mismo ser al que se había encargado herir sin remordimiento alguno, se sentía tonta pero aún así no se quería alejar. Comenzaba a desesperarse, se sentía aturdida y el que Dorian estuviera tan cerca de ella la confundía aún más, sentía de aquellos impulsos humanos de lanzarse sobre él y abrazarlo como cuando lo hacía cada noche que por fin se podían ver a escondidas, tenía ganas de susurrarle cosas al oídos de aquella forma cómplice, secretos que solo ambos sabían, pero tenía miedo, miedo a ser rechazada o a arrepentirse. Todo mejoró de cierta forma dentro de ella una vez que sintió aquél abrazo, si bien ya no respiraba y ella misma había cambiado, sentía aquella misma tranquilidad que solo Dorian era capaz de brindarle, aquella paz que necesitaba hace tantos años, aquella sensación de que “todo iba a estar bien” que tan solo él le podía transmitir con tan solo un abrazo.

Sus palabras clavaban en su cabeza de una forma extraña, tenía tanta razón en cada cosa que decía pero aún había una parte dentro de si que quería comprender que habían más seres egoístas de lo que ella creía y si bien siempre lo tenía presente, seguía impresionándose lo lejos que podían llegar. Se apegó al rey ahora sin miedo y suspirando hondo para intentar calmar su desconsolado llanto, apoyó la cabeza donde antes oía latir su corazón comprendiendo que las cosas podrían mejorara o al menos eso era lo que Dorian le hacía sentir. Cerró sus ojos unos momentos al sentir la caricia en su cabello y no pudo evitar recordar aquellos buenos tiempos en donde nadie había interferido en sus vidas, en donde ambos eran felices y se amaban de forma incondicional. Amelié quería todo aquello de vuelta, quizá no de la misma forma, tal vez de una mucho mejor y el saber que él jamás había dejado de pensar en ella había sido la palabra que encendió la fe otra vez en ella. Alzó la vista para mirarlo a los ojos, perdiéndose en ellos y escuchándolo con atención.

Simplemente no era capaz de hablar, las palabras se habían borrado de su mente y su cerebro se conformaba con tal de escucharlo y tenerlo cerca, pero todo aquello no quitaba el miedo que se hacía presente de nuevo, no quería perderlo otra vez, temía que todo eso fuera parte de un sueño y que él realmente no estuviese allí con ella. Se había apegado a él y ante su titubeo inconscientemente acercó su rostro al de él facilitando más el encuentro entre ambos labios. Sus manos subieron hasta la nuca de él y lo apegó más a ella temiendo que se alejara, respondió con pasión, temor y frustración, Am quería recuperar todo aquél tiempo perdido, sus labios lo buscaban con desesperación dejando en evidencia lo mucho que lo extrañaba. Cuando por fin se convenció de que todo lo que estaba ocurriendo era real bajó una de sus manos acariciándole la espalda. Mordió los labios ajenos con suavidad y luego los rozó con la punta de su lengua antes de volver a besarlo de nuevo. Sentía que se fundía en su cuerpo y se daba cuenta que en todos estos siglos lo único que necesitaba era a él. Se separó unos momentos de sus labios
– Dorian…Dorian…¿Ésto no es un sueño? – Sus labios temblaban por cierta inseguridad pero aún así se apegó aún más al cuerpo ajeno - ¿No es otra de sus trampas, verdad? – Rozaba su mejilla con la de él y luego lo volvió a besar con la misma pasión mientras su cuerpo buscaba combinarse con el de Dorian y ella rogaba porque no llegara jamás la hora de separarse nuevamente.
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Mensaje por Invitado Dom Ene 13, 2013 11:03 am

Juegos que habían dejado marcas y recuerdos amargos. Tiempo que pareció nunca haber sido vivido. Llagas que se abrían nuevamente. A lo mejor todo eso había sido planeado por aquellos que decidieron separarlos y tras muchas vueltas y divagaciones en las largas noches de mi existencia solo podía encontrar una razón para tales actos, Lynnette. Por lo que sabíamos éramos elegidos desde jóvenes por aquellos que poseían intereses en el poder que un reino podía ejercer sobre los mortales. Sin embargo, nada aseguraba que los recién creados fueran confiables o dóciles y para ello tenían que asegurar la partida. Mi familia, mis hermanos en realidad, no habían sido precisamente lo planeado. Stephen nunca había querido ser inmortal y prefería alejarse de esa vida y Aidan había sido el extremo de la locura, poseído por el poder y el vicio de la sangre. Bajo el supuesto que ninguno de los tres sirviera para los planes, la única persona que quedaba de heredera al trono inglés, y al poder de un reino, era Lynnette. Eso si es que se cumplían los planes de aquellos pero gracias a un mago no sucedió así. El más grande secreto que guardaba en la actualidad ya no era mi amor por Amelie, como en el pasado, sino lo sucedido aquella noche en la que nuestras vidas cambiaron. Nadie supo la verdad del final de Abaddon y la desaparición de quienes le acompañaban. Solo me preocupaba que la muerte no les hubiera llegado a todos y por otro lado me sentía aliviado de que uno estuviera en mis manos.

Luego de eso lo único que me quedaba era enfrentar esos ojos que en esa habitación eran mi debilidad, sin poder contarle nada aun, sin poder ser quien era. Como podría verla como antes si todo lo que sentíamos había sido manipulado. Nuestras creencias respecto de los actos del otro eran erróneas y solo tantas noches después del juicio nos veníamos a enterar de una relativa verdad. Hasta entonces había pensado que Amelié siempre había estado jugando para el equipo contrario, manipulando a mi hija, poniéndola en mi contra. Incluso llegue a pensar que ella solo había sido una herramienta de los inmortales para distraerme cuando aún éramos humanos pero no…tarde me arrepentía de todo lo que creí porque no podía concebir la idea de haber llegado a dudar de lo que tuvimos una vez y de lo que nos unía en el presente.

Sus lágrimas habían sido las responsables de romper mi escudo, podía ver llorar a muchas personas pero verla a ella era un pecado. Entre el odio abierto que le había profesado las últimas semanas, meses que vivimos juntos, pensaba que había terminado con todo rastro de sentir algo por ella más me daba cuenta que no era así. No podía odiarla tanto como quisiera porque no podía dejar de amarla. Era demasiado tarde para volver al pasado y a mis esfuerzos por rechazar su presencia porque la tenía en mis brazos como en el pasado y podía ver dentro de su mirada a esa joven que por mí se arriesgaba durante las noches a salir para poder amarnos hasta el amanecer. No pude evitar acariciar suavemente sus cabellos aun con temor de que tuviera que apartarla de mi a la fuerza. Sentía también el temor de su parte a que algo más volviera a suceder y tuviéramos que vernos como en el día del juicio, prácticamente puestos a merced de las ilusiones que creíamos perdidas en el pasado.

Cerré los ojos por un momento cuando la sentí pegada a mi cuerpo y me decidí a que no volvería a caer en las trampas de ese pasado absurdo que ya no existía. Las personas que los juntaron habían encontrado su destino si no bien en la muerte quizá en un prolongado exilio. Muchos se habían salvado de vivir la miseria de la prueba que les ponían y los que lo sabían no habían dicho nada y se habían apartado a sus tierras a vivir finalmente en paz. Esa paz era la que yo quería tener ahora y aunque sonara tonto también quería recuperar a mi Amelié. Le dije que nunca la había olvidado y era cierto porque incluso cuando intente amar a otras personas supe que no podría hacerlo de la misma forma. Amelié era dueña de mi humanidad y mi humanidad había muerto el día de nuestra separación, quizá no podría recuperarla, no tampoco recuperar el corazón latente de ella, pero podía tomar lo que teníamos y hacer que fuera algo bueno para los dos y para Lynnette.

Por tener aunque sea un atisbo de esperanza en recuperar lo perdido, nuestros labios se encontraron con la misma pasión que recordaba de ellos. Ningunos labios eran como los de ella ni a ningunos anhelaba más como hasta entonces. Ella se aferró a mi cuello y yo la sujete fuertemente entre mis brazos esta vez temiendo que se fuera a ir sin que me diera cuenta. Las noches de soledad, los años vacíos, todo se veía compensado por ese beso. Si la muerte final llegara a mi puerta en ese instante no tendría nada que lamentar porque habría muerto feliz a pesar de que esa palabra parecía tan ajena a nosotros…lo éramos en ese beso. Tardamos en separarnos porque nos buscábamos más que nunca y entonces mi esposa, como muchas veces imagine llamarla, pregunto si eso no era un sueño. Cómo iba a responderle si yo mismo dudaba de que no lo fuera. Luego de otro beso y otra entrega de ambas partes a él, acaricie su mejilla con las yemas de los dedos –Y si lo fuera nada ni nadie podrá despertarnos esta noche- respondí y la tomé de la mano para besarla. De allí que continué besando su cuello tan fino como el de una escultura tallada y mis labios regresaron rendidos a los suyos porque me había esclavizado en cuerpo y alma como en el pasado.

Mis manos buscaron desesperadamente tocar su cuerpo, sentirlo real, acariciarla por completo. La tela de su vestido era un impedimento y las caricias eran prolongadas para poder encontrar el camino certero hacia su piel. Quería sentir su piel pegada a la mía y su perfume llenándome las fosas nasales como sus labios llenaban mi boca de sabores que eran más dulces que la miel. La deseaba sin duda, aunque en los días anteriores fingiera que me fastidiaba, siempre la había deseado desde la noche en que la volví a ver porque su cuerpo era el mayor pecado que el mío hubiera conocido. –Te deseo tanto Amelié- susurre a su oído en uno de esos momentos en que nuestros labios se separaron de entre las caricias.
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