AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿ Quién dijo que hoy sería un día normal? (Zeth Kouzounis)
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¿ Quién dijo que hoy sería un día normal? (Zeth Kouzounis)
Nunca nadie está a salvo de la normalidad...
Así comienza mi día, con aquel pensamiento que rueda por mi mente sin dejar que otros pensamientos o recuerdos aparescan para pedir su turno dentro de ella. A las seis de la mañana, el tripulante cuarenta llamó a mi camarote, despertándome de un sueño tan delicioso como una manzana bien dulce.
Abrí mis ojos, y por primera vez, hacía mucho tiempo me sentía capaz de hacer lo que quisiera cuando quisiera. Últimamente me había dicho a mí mismo que, la vejez estaba haciendo fuerte su paso sobre mí, pero hoy, eso no estaba pasando, no por el momento.
Rúas estaba recostado a los pies de mi cama, al moverme un poco para salir de debajo de las sábanas, mi fiel compañero dio un salto. Al parecer el no había descansado, se había pasado toda la noche ladrando a los caminantes del muelle, lo que era una acción común en Rúas.
Me levanté, por una vez en mucho tiempo me vestí de azul y negro, con el uniforme de Capitán que en muy pocas ocasiones usaba, siempre vestía de blanco, blanco para navegar, blanco para caminar, blanco para embrujar.
Tomé de mi escritorio mi sombrero negro y el bastón de madera con un ancla dibujada en él. Me puse el sombrero, salí con paso medido del camarote. Recibí todos los saludos correspondientes, con una sonrisa los respondí.
Al dejar mi barco, caminé un rato por el muelle, mis zapatos hacían ruido en las antiguas maderas azotadas por el viento y la marea.
-¡ Capitán!.- gritó una niña que acompañaba a su padre.- Capitán... ¿ Por qué abandona su nave?.-preguntó sonriendo, mostrando las señales de su crecimiento, algunas ventanas a su interior me dieron la pauta de que estaba tratando con una pequeña de seis años, quizá siete.
- Quise estirar las piernas.- respondí con una sonrisa vívida.
La niña sonrió.- Quiero presentarle a un amiguito nuevo.
- ¡Lupe!, ya te he dicho que no hablés con extraños.- dijo el padre que se acercaba a nosotros con una actitud que por un segundo confundí con el Almirante. De hecho era el Almirante.- ¡ Do Crucerois!. ¿ Lobo de mar que haces fuera del Reina?.
-¡ Otro!, ¿ Será posible que pueda caminar en paz?.-pregunté fingiendo estar enojado.
El Almirante se rió.- No es novedad que quieras salir a caminar, por cierto hay un joven que se metió en el puerto y nadie sabe donde está...¿ Te podrías...- Amelhíon, me dije a mí mismo, ya tienes que volver al trabajo.
- Yo lo encontraré, no se preocupe Almirante.- respondí con una sonrisa socarrona.
Seguí caminando, sin rumbo fijo, con Rúas cerca mío.- ¿ Te parece que encontraremos al muchacho?.-le pregunté a Rúas, el me miró, como si me entendiera. Aulló, y salió disparado a un puestillo de sabores, donde el día de hoy ofrecían hojas de menta, no iban a ofrecer sólo a una persona toda una planta. Pensé en comprar algunas hojas, para tomar el té, lo haría, después de todo presentía que hoy tendría visitas.
Abrí mis ojos, y por primera vez, hacía mucho tiempo me sentía capaz de hacer lo que quisiera cuando quisiera. Últimamente me había dicho a mí mismo que, la vejez estaba haciendo fuerte su paso sobre mí, pero hoy, eso no estaba pasando, no por el momento.
Rúas estaba recostado a los pies de mi cama, al moverme un poco para salir de debajo de las sábanas, mi fiel compañero dio un salto. Al parecer el no había descansado, se había pasado toda la noche ladrando a los caminantes del muelle, lo que era una acción común en Rúas.
Me levanté, por una vez en mucho tiempo me vestí de azul y negro, con el uniforme de Capitán que en muy pocas ocasiones usaba, siempre vestía de blanco, blanco para navegar, blanco para caminar, blanco para embrujar.
Tomé de mi escritorio mi sombrero negro y el bastón de madera con un ancla dibujada en él. Me puse el sombrero, salí con paso medido del camarote. Recibí todos los saludos correspondientes, con una sonrisa los respondí.
Al dejar mi barco, caminé un rato por el muelle, mis zapatos hacían ruido en las antiguas maderas azotadas por el viento y la marea.
-¡ Capitán!.- gritó una niña que acompañaba a su padre.- Capitán... ¿ Por qué abandona su nave?.-preguntó sonriendo, mostrando las señales de su crecimiento, algunas ventanas a su interior me dieron la pauta de que estaba tratando con una pequeña de seis años, quizá siete.
- Quise estirar las piernas.- respondí con una sonrisa vívida.
La niña sonrió.- Quiero presentarle a un amiguito nuevo.
- ¡Lupe!, ya te he dicho que no hablés con extraños.- dijo el padre que se acercaba a nosotros con una actitud que por un segundo confundí con el Almirante. De hecho era el Almirante.- ¡ Do Crucerois!. ¿ Lobo de mar que haces fuera del Reina?.
-¡ Otro!, ¿ Será posible que pueda caminar en paz?.-pregunté fingiendo estar enojado.
El Almirante se rió.- No es novedad que quieras salir a caminar, por cierto hay un joven que se metió en el puerto y nadie sabe donde está...¿ Te podrías...- Amelhíon, me dije a mí mismo, ya tienes que volver al trabajo.
- Yo lo encontraré, no se preocupe Almirante.- respondí con una sonrisa socarrona.
Seguí caminando, sin rumbo fijo, con Rúas cerca mío.- ¿ Te parece que encontraremos al muchacho?.-le pregunté a Rúas, el me miró, como si me entendiera. Aulló, y salió disparado a un puestillo de sabores, donde el día de hoy ofrecían hojas de menta, no iban a ofrecer sólo a una persona toda una planta. Pensé en comprar algunas hojas, para tomar el té, lo haría, después de todo presentía que hoy tendría visitas.
Invitado- Invitado
Re: ¿ Quién dijo que hoy sería un día normal? (Zeth Kouzounis)
- Increíble, parece de verdad... -susurraron sus labios que apenas él logró oírse propiamente tal ante el resonar de los pasos de otros transeúntes e incluso de rompimiento de las olas del inmenso y azulado mar que a esa hora se veía aun un tanto oscuro, carente de los rayos solares del caliente astro para proporcionales la brillantes que reflejaban pinturas y postales vistas por el latino. Estaba maravillado, viendo esos mascarones de proa tan perfectamente tallados, que para él, si se los topase de noche no los distinguiría de una persona común y corriente de una figura de madera que eran. Ahora observaba, detenidamente, el vestigio de lo que parecía una sirena, una mujer de hermoso y abundante cabello ondeado que bajaba por su pecho cubriendo así su busto ante miradas poco devotas de cualquiera, su cabeza elevada hacia arriba, realmente pareciendo dirigir el barco al que estaba ceñida mientras que, en ves de piernas, una larga y curvada cola de pies era quien acababa con la figura; le daba, incluso, algo de miedo que se viese tan real, como si en un pestañeo traicionera aquella figura de madera cobrara vida e hiciese lo que le placiera como cualquier otro ser viviente.
Su curiosidad mirada no supo cuando apareció, adoptar esa postura de emprendedor curioso no sabía cuando se había activado luego de simplemente haberse perdido en zonas ajenas a su conocimiento, tan alejado de su común zona acostumbrada, ahora mirada todo como algo nuevo por conocer; ya fuese por esos barcos, el cargamento que se subía ente varios fornidos hombres, los tripulantes de los mismos, todo era completamente nuevo para su joven mente, aun cuando él hubiese llegado en uno como esos, lleno de pasajeros con nuestras esperanzas de vida pero que para él era sólo un viaje de huida. Suspiró ante ese recuerdo, imaginar esa traición a su patria aun cuando su abuela le decía que estaba bien, que hacía lo correcto. Demasiado confuso para él. Decidió dejar de estorbarle a la sirena, por muy extraño que eso sonara, y se alejó del anclado barco para quizás observar otro, se había entretenido en comparar esas estatuas e incluso atreverse a preguntarle a los dueños de los barcos que no poseía uno el porqué, recibiendo preguntas vagas y otras no tan amables, teniendo que correr para que no ancla no le rompiese la cabeza.
El salado aire que el mar traía consigo como el delicioso aroma a menta que llenaba ese puerto le estaba picando la nariz, de por si ya se había parado varias a veces a ver esas hojas, ese olor que tan traicionero era para él, tan adorado por su paladar, tan predilecto por sus mañas, pero tan inalcanzable para él por sus bolsillos vacías. ¿Por qué había ido a parar ahí? Estaba bien que quisiese conocer París de una ves por todas y salir de su agujero que su rutina marcaba poco a poco en el suelo, pero aun no entendía, aun no aprendía a no incursionarse solo en páramos desconocidos, luego no sabría dónde acabaría y regresar, como era perfectamente ese su condición. Caminaba entonces, hasta que notaba como varias personas cuchicheaban entre ellos y miraba detrás suyo, unos sorprendidos y otros alterados, otros divertidos y otros más curiosos, algo que terminó contagiarle y se dio media vuelta para ver, pero que no alcanzó a reaccionar cuando un aullido, un olor extraño y un peludo peso sobre él lo dejó de espalda contra el suelo.- ¡Basta, basta! ¡Me rindo! -pedía a gritos creyéndolo una amenaza, pero luego una húmeda nariz le llenó el rostro seguido de una saliva de su hocico, ¿Iba a comérselo o qué? Era demasiado grande para ser un perro y por la sorpresa mantenía los ojos cerrados, sólo se aferraba con sus manos de lo que parecía ser el cuello del animal. Pero luego, sus risas aparecieron junto con la caricia que la extraña textura de la lengua ajena dejaba en su mejilla y por todo su rostro.
Su curiosidad mirada no supo cuando apareció, adoptar esa postura de emprendedor curioso no sabía cuando se había activado luego de simplemente haberse perdido en zonas ajenas a su conocimiento, tan alejado de su común zona acostumbrada, ahora mirada todo como algo nuevo por conocer; ya fuese por esos barcos, el cargamento que se subía ente varios fornidos hombres, los tripulantes de los mismos, todo era completamente nuevo para su joven mente, aun cuando él hubiese llegado en uno como esos, lleno de pasajeros con nuestras esperanzas de vida pero que para él era sólo un viaje de huida. Suspiró ante ese recuerdo, imaginar esa traición a su patria aun cuando su abuela le decía que estaba bien, que hacía lo correcto. Demasiado confuso para él. Decidió dejar de estorbarle a la sirena, por muy extraño que eso sonara, y se alejó del anclado barco para quizás observar otro, se había entretenido en comparar esas estatuas e incluso atreverse a preguntarle a los dueños de los barcos que no poseía uno el porqué, recibiendo preguntas vagas y otras no tan amables, teniendo que correr para que no ancla no le rompiese la cabeza.
El salado aire que el mar traía consigo como el delicioso aroma a menta que llenaba ese puerto le estaba picando la nariz, de por si ya se había parado varias a veces a ver esas hojas, ese olor que tan traicionero era para él, tan adorado por su paladar, tan predilecto por sus mañas, pero tan inalcanzable para él por sus bolsillos vacías. ¿Por qué había ido a parar ahí? Estaba bien que quisiese conocer París de una ves por todas y salir de su agujero que su rutina marcaba poco a poco en el suelo, pero aun no entendía, aun no aprendía a no incursionarse solo en páramos desconocidos, luego no sabría dónde acabaría y regresar, como era perfectamente ese su condición. Caminaba entonces, hasta que notaba como varias personas cuchicheaban entre ellos y miraba detrás suyo, unos sorprendidos y otros alterados, otros divertidos y otros más curiosos, algo que terminó contagiarle y se dio media vuelta para ver, pero que no alcanzó a reaccionar cuando un aullido, un olor extraño y un peludo peso sobre él lo dejó de espalda contra el suelo.- ¡Basta, basta! ¡Me rindo! -pedía a gritos creyéndolo una amenaza, pero luego una húmeda nariz le llenó el rostro seguido de una saliva de su hocico, ¿Iba a comérselo o qué? Era demasiado grande para ser un perro y por la sorpresa mantenía los ojos cerrados, sólo se aferraba con sus manos de lo que parecía ser el cuello del animal. Pero luego, sus risas aparecieron junto con la caricia que la extraña textura de la lengua ajena dejaba en su mejilla y por todo su rostro.
Zeth Kouzounis- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 05/08/2011
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Re: ¿ Quién dijo que hoy sería un día normal? (Zeth Kouzounis)
No era un buen día para que corriera, desde hacía años el pie izquierdo se empeñaba en hacerme sufrir con seguidas puntadas, impidiéndome el paso rápido, por fortuna era brujo, y tenía un libro de viejos conjuros para tratar golpes, heridas y una que otra torpeza de un viejo Capitán de mar.
Con el bastón me hice paso entre la multitud, algunos me reconocían rápidamente, lo cierto era que mi autoridad era seguida por la del Almirante, que al parecer hoy estaba en padre ejemplar y no en oficial marítimo, por lo que, todo el poder recaía en una sola persona, en mí.
No hay que creer nunca que tener poder te va a salvar de todo los importunios que tengas en tu vida, es más el poder es el causante de la mayoría de los importunios en la vida del hombre en general.
Al llegar al puestillo, la mujer ya entrada en edad, me sonrío. Siempre había pensado que era muy amable, luego había comprendido que se dedicaba a acosar a viejos capitanes de barco, eso provocó que me alejara en cuanto pude de ella.
- Buenos días Dolores.- saludé con una sonrisa, lo cortés no quita lo valiente, diría Vladimyro.
- Buenos días Capitán.- Dolores respondió el saludo con su notable interés de siempre. En cuanto ella miró al lobo supuse que era hora de que Rúas se controlara de una vez por todas.
- Rúas.- al decir su nombre, el lobo se alejó de un muchacho que estaba riéndose. Provocó, con sus risotadas contagiosas, que me riera haciéndole compañía.
- Capitán, ¡ éste niño quería robar!.- aseguró Dolores.- Su lobo lo paró, ¡ Oh Capitán, qué suerte que...- no la dejé terminar, no la iba dejar terminar de hablar, jamás en mi vida.
-¡Basta Dolores!.- la tomé suavemente de los hombros.- No nos enloquescas con tus ridículeses - miré de reojo a la multitud que reía, algunos de forma nerviosa, otros simplemente me conocían. Mis ojos se desviaron al muchacho, estiré mi mano para que la tomase.- Este muchacho tiene el corazón puro, no te quería robar Dolores, ¿ Verdad joven?.- pregunté con una sonrisa.
Rúas ahora gruñía casi en silencio, aquella queja lupina iba a la vieja Dolores que lo miraba con cara de pocos amigos.
- Rúas es muy sensible, como comprenderá Dolores.- Algunos gritaban mi nombre, esos algunos eran mis tripulantes que siempre disfrutaban las locuras que hacía su Capitán.
Ella me respondió con una sonrisa nerviosa, había sido el ganador de aquel combate doméstico. Miré al joven.- ¿ Te encuentras bien?
Volví a mirar a la comerciante y con una amabilidad angelical le pedí unas cuantas hojas de menta, sin responderle a sus interrogatorios casi mafiosos.
Con el bastón me hice paso entre la multitud, algunos me reconocían rápidamente, lo cierto era que mi autoridad era seguida por la del Almirante, que al parecer hoy estaba en padre ejemplar y no en oficial marítimo, por lo que, todo el poder recaía en una sola persona, en mí.
No hay que creer nunca que tener poder te va a salvar de todo los importunios que tengas en tu vida, es más el poder es el causante de la mayoría de los importunios en la vida del hombre en general.
Al llegar al puestillo, la mujer ya entrada en edad, me sonrío. Siempre había pensado que era muy amable, luego había comprendido que se dedicaba a acosar a viejos capitanes de barco, eso provocó que me alejara en cuanto pude de ella.
- Buenos días Dolores.- saludé con una sonrisa, lo cortés no quita lo valiente, diría Vladimyro.
- Buenos días Capitán.- Dolores respondió el saludo con su notable interés de siempre. En cuanto ella miró al lobo supuse que era hora de que Rúas se controlara de una vez por todas.
- Rúas.- al decir su nombre, el lobo se alejó de un muchacho que estaba riéndose. Provocó, con sus risotadas contagiosas, que me riera haciéndole compañía.
- Capitán, ¡ éste niño quería robar!.- aseguró Dolores.- Su lobo lo paró, ¡ Oh Capitán, qué suerte que...- no la dejé terminar, no la iba dejar terminar de hablar, jamás en mi vida.
-¡Basta Dolores!.- la tomé suavemente de los hombros.- No nos enloquescas con tus ridículeses - miré de reojo a la multitud que reía, algunos de forma nerviosa, otros simplemente me conocían. Mis ojos se desviaron al muchacho, estiré mi mano para que la tomase.- Este muchacho tiene el corazón puro, no te quería robar Dolores, ¿ Verdad joven?.- pregunté con una sonrisa.
Rúas ahora gruñía casi en silencio, aquella queja lupina iba a la vieja Dolores que lo miraba con cara de pocos amigos.
- Rúas es muy sensible, como comprenderá Dolores.- Algunos gritaban mi nombre, esos algunos eran mis tripulantes que siempre disfrutaban las locuras que hacía su Capitán.
Ella me respondió con una sonrisa nerviosa, había sido el ganador de aquel combate doméstico. Miré al joven.- ¿ Te encuentras bien?
Volví a mirar a la comerciante y con una amabilidad angelical le pedí unas cuantas hojas de menta, sin responderle a sus interrogatorios casi mafiosos.
Invitado- Invitado
Re: ¿ Quién dijo que hoy sería un día normal? (Zeth Kouzounis)
Mirar a la multitud que se acumulaba entorno suyo y unos metros más allá, que se detenían algunos para ver y otros simplemente avanzaban el paso, no estaba aun en su rango de preocupación, siendo poderosamente distraído aun por la juguetona lengua del animal por todo su rostro, rostro el cual ya le faltaba muy poco para quedan empapado, de no ser porque sus acciones se detuvieron y el animal se quitó de encima ante la orden de una voz, una voz muy madura y varonil que él desconocía. Abriendo sus ojos, que todo este tiempo por la sorpresa se habían visto cerrados por la sorpresa, descubrió al dueño de esa voz y, aparentemente, dueño también del gran animal. No lo reconocía, pero ya con verlo, sólo una pequeña mirada, ya le imponía e infundía respeto, un aspecto inquebrantable de ley y orden. Sin embargo, el escaneo hacia ese hombre de avanzaba edad se hubo cortado e interpuesto por la acusación que recibió por parte de una señora, la dueña aparentemente del puesto que sí, estuvo viendo constantemente, pero que había sido atraído meramente por el olor de ese producto favorito.- ¿Yo? -atinó a musitar simplemente, y muchas miradas se posaron sobre él, algo que le impidió siquiera decir algo en su defensa, pero, otra vez, no fue necesario que actuase.
Aquel hombre ya había hablando como su abogado en defensa, alivianando con una rapidez y maestría el tenso ambiente a risas y bromas, una acción que no se esperó. ¿Acaso él lo conocía? Tan mala memoria no tenía y, aun cuando muchas cosas las olvidaba, a alguien como ese señor era virtualmente imposible borrarlo así como así de sus recuerdos. Tardó varios segundos, quizás demasiados, en despabilarse y tomar la mano que le ofrecían para levantarse del suelo y proceder a limpiarse las ropas, asintiendo con la cabeza ante la duda. Contrariado era decir poco a cómo estaba el joven latino, haciendo señas y un gracioso sonido al lobo detrás de ellos para que dejase ese sonido que le parecía dirigido a la mujer en mal momento.
El problema de exageración de la señora estaba resuelto, aparentemente, los victoréos no se hicieron esperar hacia el héroe de la situación, el hombre de avanzada edad. "¡Capitán Amelhíon, señor!" entre muchos otros era lo que el joven Zeth podía escuchar e interpretar. Entonces, "Amelhíon" era el nombre de aquel canoso hombre. Impresionante, hasta su nombre era de respetar para la simple mente del latino.- ¿Huh? Ah, sí, ¡Estoy bien! Muchas gracias... -respondió en un fuerte exclamo, al multitud parecía dispersarse y con ella, su nerviosismo lo abandonaba, un pánico escénico que le duró lo suficiente como para actuar más sumiso de lo normal.- Disculpe, señor.. Muchas gracias por su ayuda.. lamento si ésto el ocasionó problemas -el ceño del joven se frunció, acongojado y claramente arrepentido, sabía que era su culpa el haberse metido en el puerto en primer lugar siendo un total extraño de el lugar, peor aun haber causado ese alboroto que, y sabía a ciegas que iba a ser así, no habría solucionado tan bien y fácil sin la ayuda del hombre.
Miró la transacción por esas deseadas, por él, hojas de menta y no quiso interrumpir, se sentía incómodo cuando el "Rúa", como era que le llamaba el hombre al lobo, le miraba y comenzaba a olfatearle por todos lados, como si quisiese encontrar algo en él algo que había perdido o, pro el contrario, reconocerle del peculiar olor que de seguro, despedía, diferente a todos los aromas que en el puerto reinaban. Y bien luego pareció identificar un aroma, comenzó a emitir un ruido, uno que no se comparaba a un maullido o un ladrido, era más un agudo gruñido suave para llamar la atención del hombro de blancos cabellos, algo que sin duda, alarmó al joven.- ¿Le hice algo? -se atrevió a cuestionar antes que el hombre dijese nada, mirando con recelo al animal que meneaba su cola de lado a lado, obviamente mirándolo a él.
Aquel hombre ya había hablando como su abogado en defensa, alivianando con una rapidez y maestría el tenso ambiente a risas y bromas, una acción que no se esperó. ¿Acaso él lo conocía? Tan mala memoria no tenía y, aun cuando muchas cosas las olvidaba, a alguien como ese señor era virtualmente imposible borrarlo así como así de sus recuerdos. Tardó varios segundos, quizás demasiados, en despabilarse y tomar la mano que le ofrecían para levantarse del suelo y proceder a limpiarse las ropas, asintiendo con la cabeza ante la duda. Contrariado era decir poco a cómo estaba el joven latino, haciendo señas y un gracioso sonido al lobo detrás de ellos para que dejase ese sonido que le parecía dirigido a la mujer en mal momento.
El problema de exageración de la señora estaba resuelto, aparentemente, los victoréos no se hicieron esperar hacia el héroe de la situación, el hombre de avanzada edad. "¡Capitán Amelhíon, señor!" entre muchos otros era lo que el joven Zeth podía escuchar e interpretar. Entonces, "Amelhíon" era el nombre de aquel canoso hombre. Impresionante, hasta su nombre era de respetar para la simple mente del latino.- ¿Huh? Ah, sí, ¡Estoy bien! Muchas gracias... -respondió en un fuerte exclamo, al multitud parecía dispersarse y con ella, su nerviosismo lo abandonaba, un pánico escénico que le duró lo suficiente como para actuar más sumiso de lo normal.- Disculpe, señor.. Muchas gracias por su ayuda.. lamento si ésto el ocasionó problemas -el ceño del joven se frunció, acongojado y claramente arrepentido, sabía que era su culpa el haberse metido en el puerto en primer lugar siendo un total extraño de el lugar, peor aun haber causado ese alboroto que, y sabía a ciegas que iba a ser así, no habría solucionado tan bien y fácil sin la ayuda del hombre.
Miró la transacción por esas deseadas, por él, hojas de menta y no quiso interrumpir, se sentía incómodo cuando el "Rúa", como era que le llamaba el hombre al lobo, le miraba y comenzaba a olfatearle por todos lados, como si quisiese encontrar algo en él algo que había perdido o, pro el contrario, reconocerle del peculiar olor que de seguro, despedía, diferente a todos los aromas que en el puerto reinaban. Y bien luego pareció identificar un aroma, comenzó a emitir un ruido, uno que no se comparaba a un maullido o un ladrido, era más un agudo gruñido suave para llamar la atención del hombro de blancos cabellos, algo que sin duda, alarmó al joven.- ¿Le hice algo? -se atrevió a cuestionar antes que el hombre dijese nada, mirando con recelo al animal que meneaba su cola de lado a lado, obviamente mirándolo a él.
Zeth Kouzounis- Prostituta Clase Baja
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Re: ¿ Quién dijo que hoy sería un día normal? (Zeth Kouzounis)
El rostro apenado del joven hizo que negara con la cabeza. Su ingenuidad, dulzura y paz interior hacía que viera a aquel niño que alguna vez he sido, aquella transferencia tocó inmediatamente mi corazón logrando así que a partir de aquel instante yo sería el responsable de aquel niño.
Sonreí al saber que se encontraba bien.- No me agradezcas, Dolores se lo tenía merecido- largué una estruendosa carcajada, algunos de mis tripulantes se acercaron para ver si era yo quien estaba allí y no Mareia. Levanté mi mano y le hice ver que se trataba de mí.Mis movimientos eran bruscos, no gráciles como los de mi protectora.- Vamos no tienes que ponerte así.- alejé un poco a Rúas.-
Me has hecho pasar un rato inolvidable.- Los jóvenes no comprendían casi
nunca mis ganas de jugarle una broma a algunos mayores que tenían el agradable
encanto de hacerme enfurecer.
Alguien se acercó a mí y me susurró que pronto comenzaría la sesión, era muy temprano pero si mi jefe, el Almirante, pensaba hacerla de día, era porque los
espíritus que llegarían serían solamente los protectores, en mi caso Mareia.
Miré al joven y sonreí inquisidor, pero luego negué con la cabeza, no era como
mi amigo Jerarld con quien podía hacer llegar a Mareia, incluso a Zaire, mi
fiel amigo y camarada. Los jóvenes se precipitaban ante la primera norma de la
magia, el misterio, quería comprender facultades que los mismos brujos no
comprendíamos, que sólo las utilizábamos a favor o en contra.
No eres de aquí ¿ verdad muchacho?.- mencioné al ver la reacción de Rúas que ladraba sin recreo alguno. Lo tomé del pelaje del cuello con suavidad,lentamente fui descargándolo como un conjuro. El pobre estaba tan cargado de energía negativa que se echó a dormir allí, frente a una de las maderas que sostenía el puesto. De repente algo se me cruzó por la cabeza, no dudé en un
instante en que la respuesta sería afirmativa. Me acerqué tanto a él que
nuestras sombras se hicieron una.
-¿ Eres tú el que se metió en el puerto, verdad?.- pregunté dando el aspecto de dulce abuelo, aunque como capitán podría decidir si ese muchacho iba con paso firme a una celda de mala muerte en la prisión marítima o me acompañaba a mí en una de mis sesiones.
Off: Zeth, perdón por cómo salio el post no sabía ya que hacer para que saliera bien alineado.Sonreí al saber que se encontraba bien.- No me agradezcas, Dolores se lo tenía merecido- largué una estruendosa carcajada, algunos de mis tripulantes se acercaron para ver si era yo quien estaba allí y no Mareia. Levanté mi mano y le hice ver que se trataba de mí.Mis movimientos eran bruscos, no gráciles como los de mi protectora.- Vamos no tienes que ponerte así.- alejé un poco a Rúas.-
Me has hecho pasar un rato inolvidable.- Los jóvenes no comprendían casi
nunca mis ganas de jugarle una broma a algunos mayores que tenían el agradable
encanto de hacerme enfurecer.
Alguien se acercó a mí y me susurró que pronto comenzaría la sesión, era muy temprano pero si mi jefe, el Almirante, pensaba hacerla de día, era porque los
espíritus que llegarían serían solamente los protectores, en mi caso Mareia.
Miré al joven y sonreí inquisidor, pero luego negué con la cabeza, no era como
mi amigo Jerarld con quien podía hacer llegar a Mareia, incluso a Zaire, mi
fiel amigo y camarada. Los jóvenes se precipitaban ante la primera norma de la
magia, el misterio, quería comprender facultades que los mismos brujos no
comprendíamos, que sólo las utilizábamos a favor o en contra.
No eres de aquí ¿ verdad muchacho?.- mencioné al ver la reacción de Rúas que ladraba sin recreo alguno. Lo tomé del pelaje del cuello con suavidad,lentamente fui descargándolo como un conjuro. El pobre estaba tan cargado de energía negativa que se echó a dormir allí, frente a una de las maderas que sostenía el puesto. De repente algo se me cruzó por la cabeza, no dudé en un
instante en que la respuesta sería afirmativa. Me acerqué tanto a él que
nuestras sombras se hicieron una.
-¿ Eres tú el que se metió en el puerto, verdad?.- pregunté dando el aspecto de dulce abuelo, aunque como capitán podría decidir si ese muchacho iba con paso firme a una celda de mala muerte en la prisión marítima o me acompañaba a mí en una de mis sesiones.
Invitado- Invitado
Re: ¿ Quién dijo que hoy sería un día normal? (Zeth Kouzounis)
Off: ¡No tiene que preocuparse, señor Amelhíon~! Mas bien, discúlpeme por la horrible tardanza en responderle.
Tanto el ladrido de aquel animal como el constante olfatear le estaba poniendo el alerta, y eso para Zeth no se convertía en enojo, altanería o violencia, sino en miedo y timidez, una timidez extrema que muchos calificarían como impropia y hasta extraña en el latino, pero así resultaba ahora. Pero, tanto la carcajada como luego el "adormecer" del negro animal le hicieron relajar en extremo. Zeth se diferenciaba de muchos chicos de su edad y credo por ser una persona más abierta y confiada con la gente de mayor edad que de los que compartía gustos y vivencias, ¿Por qué? Puede porque simplemente sea justamente eso, diferente a él, alguien que supuesta más de todo o, por consiguiente y más inconsciente, que fuese algo que nunca tuvo, una voz superior.- De verdad que lo siento... -volvió a susurrar, pero fue un hablar tan bajo tanto en volumen como timbre, que dudaba en exceso que hubiese sido escuchado por el señor presente, peor con el bullicio que había a su alrededor de innumerables actividades y personas. Miró luego a los chicos, quizás de su edad quizás mayores, que se aproximaban al hombre de canosos cabellos y expresión cansada, parecía un muñequito de papel fuera de su caja pues simplemente, no encajaba, no faltaba ser muy acucioso para notar que el joven en cuestión no pertenecía a ese mundo, donde is no hacías algo a tiempo retrasaban todo lo que con tanto esfuerzo subes.
Miró un momento al cuadrúpedo recostado, pero luego su mirada se desvió totalmente al anciano que invadía su espacio personal, ¿Qué? ¿Iba a de nuevo meterse en problemas? ¡Él sólo se había extraviado, no era su culpa! ... No completamente al menos, ¡Pero no había hecho nada malo! ... No a su ver al menos.- ¿Huh? -musitó bajo de repente, incluso como un bobo al que hay que repetirle las cosas, y que, justamente, eso fue que hizo aquel hombre. Su actitud cambió a una tan bondadosa, que el joven de raza caliente no pudo más que ablandar su ceño y dar un paso hacia el hombre de gran porte y tomar con suavidad, y con ambas manos, el abrigo que portaba.- ¡Le juro que no he hecho nada malo! Di vuelta en la esquina y de repente llegué aquí. ¡Le juro que las calles se movieron de lugar! -dijo, desesperado pero sin alzar su voz de manera despedida, sólo lo justo para recalcar su estado de inocencia y ser oído, evidentemente, reafirmando lo primero al aferrarse más aún a la prenda ajena pero sin llegar al exceso de descolocarla de su lugar.
"Un pez fuera del agua", una metáfora que de manera más irónica y correcta no se podría haber usado si no en ese momento. Miedo tenía de ser arrojado al mar como los millares de cuentos e historias que había leído, miedo de ser carne de tiburón o, peor, miedo a terminar en un barco desconocido con rumbo quizás a qué parte del mundo, desconocida también... Sí, estaba siendo enfermo de exagerado, pero sería un ingenuo si dijese que su postura era benefactora.- Señor Amelhíon, tiene que creerme, no fue mi gusto meterme sin permiso aquí ni mucho menos -dijo luego, usando de manera muy confiada el nombre que había oído de labios de terceros para referirse y llamar al hombre al que ahora miraba con clemencia y asilo. Y de hecho, ¡Es que era así! Si tenía que recalcarlo más iba a hacerlo sin dudarlo. Pero, quizás por suerte suya, se había topado con la persona correcta, con alguien que no sería frío de corazón y mente para adjudicarle un cargo erróneo, ¿Verdad?.
Tanto el ladrido de aquel animal como el constante olfatear le estaba poniendo el alerta, y eso para Zeth no se convertía en enojo, altanería o violencia, sino en miedo y timidez, una timidez extrema que muchos calificarían como impropia y hasta extraña en el latino, pero así resultaba ahora. Pero, tanto la carcajada como luego el "adormecer" del negro animal le hicieron relajar en extremo. Zeth se diferenciaba de muchos chicos de su edad y credo por ser una persona más abierta y confiada con la gente de mayor edad que de los que compartía gustos y vivencias, ¿Por qué? Puede porque simplemente sea justamente eso, diferente a él, alguien que supuesta más de todo o, por consiguiente y más inconsciente, que fuese algo que nunca tuvo, una voz superior.- De verdad que lo siento... -volvió a susurrar, pero fue un hablar tan bajo tanto en volumen como timbre, que dudaba en exceso que hubiese sido escuchado por el señor presente, peor con el bullicio que había a su alrededor de innumerables actividades y personas. Miró luego a los chicos, quizás de su edad quizás mayores, que se aproximaban al hombre de canosos cabellos y expresión cansada, parecía un muñequito de papel fuera de su caja pues simplemente, no encajaba, no faltaba ser muy acucioso para notar que el joven en cuestión no pertenecía a ese mundo, donde is no hacías algo a tiempo retrasaban todo lo que con tanto esfuerzo subes.
Miró un momento al cuadrúpedo recostado, pero luego su mirada se desvió totalmente al anciano que invadía su espacio personal, ¿Qué? ¿Iba a de nuevo meterse en problemas? ¡Él sólo se había extraviado, no era su culpa! ... No completamente al menos, ¡Pero no había hecho nada malo! ... No a su ver al menos.- ¿Huh? -musitó bajo de repente, incluso como un bobo al que hay que repetirle las cosas, y que, justamente, eso fue que hizo aquel hombre. Su actitud cambió a una tan bondadosa, que el joven de raza caliente no pudo más que ablandar su ceño y dar un paso hacia el hombre de gran porte y tomar con suavidad, y con ambas manos, el abrigo que portaba.- ¡Le juro que no he hecho nada malo! Di vuelta en la esquina y de repente llegué aquí. ¡Le juro que las calles se movieron de lugar! -dijo, desesperado pero sin alzar su voz de manera despedida, sólo lo justo para recalcar su estado de inocencia y ser oído, evidentemente, reafirmando lo primero al aferrarse más aún a la prenda ajena pero sin llegar al exceso de descolocarla de su lugar.
"Un pez fuera del agua", una metáfora que de manera más irónica y correcta no se podría haber usado si no en ese momento. Miedo tenía de ser arrojado al mar como los millares de cuentos e historias que había leído, miedo de ser carne de tiburón o, peor, miedo a terminar en un barco desconocido con rumbo quizás a qué parte del mundo, desconocida también... Sí, estaba siendo enfermo de exagerado, pero sería un ingenuo si dijese que su postura era benefactora.- Señor Amelhíon, tiene que creerme, no fue mi gusto meterme sin permiso aquí ni mucho menos -dijo luego, usando de manera muy confiada el nombre que había oído de labios de terceros para referirse y llamar al hombre al que ahora miraba con clemencia y asilo. Y de hecho, ¡Es que era así! Si tenía que recalcarlo más iba a hacerlo sin dudarlo. Pero, quizás por suerte suya, se había topado con la persona correcta, con alguien que no sería frío de corazón y mente para adjudicarle un cargo erróneo, ¿Verdad?.
Última edición por Zeth Kouzounis el Mar Dic 27, 2011 4:57 am, editado 1 vez
Zeth Kouzounis- Prostituta Clase Baja
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Re: ¿ Quién dijo que hoy sería un día normal? (Zeth Kouzounis)
Aquel niño de sinnúmeros de explicaciones aturdía mis oídos, no de una manera salvaje y poco controlada pero las reiteradas disculpas y explicaciones con un sentido totalmente ingenuo hicieron que alzara mi mano, mi rostro se volvió incorruptible y mis ojos se posaron en los suyos.
Tomé aire y pronuncié lo que quizá ansiaba oír.- No te mandaré a ningún lado, no es mi rumbo ser el capitán malo.- miré a mis tripulantes que comenzaban a hablar como niñas, le guiñé el ojo.- Por lo menos no soy el capitán malo en tierra, en el mar.- hice una pausa mirando al cielo.- Eso es otra historia.
Rúas se había retirado con la tripulación, era normal de aquel perro guardían.
Las campanadas volvieron a sonar, ésta vez con más fuerza. ¡ Y yo me encontraba aquí!. - Jovencito,¿ te gustaría acompañarme?.- pregunté con voz ronca pero gentil, puse mis manos detrás de la espalda y sentí como algo me empujaba, suponía en ese entonces que se trataría del espíritu del Almirante que de seguro me estaba levantando en peso. La sesión había comenzado.
- No te haré daño...puedes tranquilzarte.- mi voz se perdía conforme mis nervios aumentaban no me gustaba llegar tarde a una sesión, menos si era de día y que de seguro habría gente que curar o ayudar.
Cerré mis ojos, sentía el mar romper bruscamente en las piedras. Era tiempo, lamentablemente aquella mujer no llegaría hoy, por lo menos no por mi voluntad.- Y que dices...¿ Quieres ver algo que para la mayoría de las personas es tabú?.- pregunté con una sonrisa cómplice.
Tomé aire y pronuncié lo que quizá ansiaba oír.- No te mandaré a ningún lado, no es mi rumbo ser el capitán malo.- miré a mis tripulantes que comenzaban a hablar como niñas, le guiñé el ojo.- Por lo menos no soy el capitán malo en tierra, en el mar.- hice una pausa mirando al cielo.- Eso es otra historia.
Rúas se había retirado con la tripulación, era normal de aquel perro guardían.
Las campanadas volvieron a sonar, ésta vez con más fuerza. ¡ Y yo me encontraba aquí!. - Jovencito,¿ te gustaría acompañarme?.- pregunté con voz ronca pero gentil, puse mis manos detrás de la espalda y sentí como algo me empujaba, suponía en ese entonces que se trataría del espíritu del Almirante que de seguro me estaba levantando en peso. La sesión había comenzado.
- No te haré daño...puedes tranquilzarte.- mi voz se perdía conforme mis nervios aumentaban no me gustaba llegar tarde a una sesión, menos si era de día y que de seguro habría gente que curar o ayudar.
Cerré mis ojos, sentía el mar romper bruscamente en las piedras. Era tiempo, lamentablemente aquella mujer no llegaría hoy, por lo menos no por mi voluntad.- Y que dices...¿ Quieres ver algo que para la mayoría de las personas es tabú?.- pregunté con una sonrisa cómplice.
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Re: ¿ Quién dijo que hoy sería un día normal? (Zeth Kouzounis)
Sus explicaciones parecieron a largo plazo banales, tan empeñado en dejar su punto de vista claro, ignoraba incluso los espacios de tiempo que debería haber entre cada oración, o si quiera entre cada palabra, evitando así una interrupción por el senil ser humano frente a él pero sin esperar realmente que fuese a pasar. Tenía claro que sus palabras no se detendrían con una interrupción verbal, es por ello que sólo el alzar de la diestra ajena cerró sus labios de manera abrupta, incluso intimidado. Aquella muestra podría desencadenar innumerables acciones, la agresión incluso llegó a pasar por su cabeza, pero no llegó más allá de una mera indicación, quedando con sus ojos pegados casi a modo de imanes en la cansada vista del viejo capitán. Sus hombros se vieron alzados expectantes a lo que fuese a comunicar Amelhíon; tanto, que aún no cabía en el caso que no se había presentado, a raíz de que conocía el nombre de su interlocutor por medios ajenos a la conversación entre ambos, pero que no era suficiente para iniciar una presentación de manera más formal con quien, quizás, sería su sequitor.
La tensión acabó casi al mismo tiempo en el que el mar, a la inversa, agitaba sus aguas como de tener un gran cucharón en su interior que creara impares ondas. Varios barcos ya bajaban sus anclas y suspendían sus embarcaciones, pero sin faltar los temerarios que mofándose de la madre naturaleza, montaban sus provisiones sin miramientos. Sus hombros bajaron al sentirse seguro, más en paz con el hombre que cambiaba su imagen de manera extraordinaria, mirándolo primero como un cruel marino a un anciano de apacible semblante. ¿La brisa manera no habría mareado? Quiso reír, ante su especificación de lugares, pero no le dio el tiempo para hacerlo antes de retomar la palabra.- ¡Zeth! Mi nombre es Zeth, señor -improvisadamente se dio la oportunidad de darse a conocer por su distintivo nombre, acompañado de un apresurado hablar pero una amplia sonrisa contenta en demasía. Pensaba, entonce, luego de acabar de hablar el hombre, en qué tan estúpido o bien, acertado, sería seguir a una persona que apenas si conoce y que, del todo, no dio la impresión más segura de todas. Podría dejarse llevar por las apariencias, decir que no y buscar una salida que en solitario escaparía seguidamente de su camino. Aunque, por otro lado, la palabra "tabú" fue demasiado atrayente para su enorme curiosidad y su bajísimo autocontrol.
- Créame que vivo rodeado de tabús, vivir uno más no le veo el problema -respondió, entonces, de una manera demasiado ligera, sin dar a entender específicamente los "tabús" a los que se refería, aunque reía para sus interiores cuando imaginaba lo divertido que sería hablar de vender el cuerpo por dinero tan abiertamente como si se hablara de estados de ánimo o culinaria. Sonrió de la misma manera que el hombre, devolviéndosela, participando de lo que no esperaba fuera tan sorprenderte.- Yo, le agradezco su hospitalidad. Sin usted creo haber caído tarde o temprano al mar sólo del pánico en éste lugar -se atrevió a bromear con el ambiente del puerto, tan distinto al de la ciudad y más aún al de los suburbios, no se hable del burdel; lugares más de costumbre del joven latino.- Pero, si voy, ¿Su animal no querrá comerme? -dudó en una segunda broma, ladeando su cabeza con encanto infantil y tomaba sus manos en su espalda, haciendo una aniñada imitación de la forma de pararse del hombre de canos cabellos. ¿Qué tan malo podría pasar si iba en compañía del capitán de barco, Amelhíon?.
La tensión acabó casi al mismo tiempo en el que el mar, a la inversa, agitaba sus aguas como de tener un gran cucharón en su interior que creara impares ondas. Varios barcos ya bajaban sus anclas y suspendían sus embarcaciones, pero sin faltar los temerarios que mofándose de la madre naturaleza, montaban sus provisiones sin miramientos. Sus hombros bajaron al sentirse seguro, más en paz con el hombre que cambiaba su imagen de manera extraordinaria, mirándolo primero como un cruel marino a un anciano de apacible semblante. ¿La brisa manera no habría mareado? Quiso reír, ante su especificación de lugares, pero no le dio el tiempo para hacerlo antes de retomar la palabra.- ¡Zeth! Mi nombre es Zeth, señor -improvisadamente se dio la oportunidad de darse a conocer por su distintivo nombre, acompañado de un apresurado hablar pero una amplia sonrisa contenta en demasía. Pensaba, entonce, luego de acabar de hablar el hombre, en qué tan estúpido o bien, acertado, sería seguir a una persona que apenas si conoce y que, del todo, no dio la impresión más segura de todas. Podría dejarse llevar por las apariencias, decir que no y buscar una salida que en solitario escaparía seguidamente de su camino. Aunque, por otro lado, la palabra "tabú" fue demasiado atrayente para su enorme curiosidad y su bajísimo autocontrol.
- Créame que vivo rodeado de tabús, vivir uno más no le veo el problema -respondió, entonces, de una manera demasiado ligera, sin dar a entender específicamente los "tabús" a los que se refería, aunque reía para sus interiores cuando imaginaba lo divertido que sería hablar de vender el cuerpo por dinero tan abiertamente como si se hablara de estados de ánimo o culinaria. Sonrió de la misma manera que el hombre, devolviéndosela, participando de lo que no esperaba fuera tan sorprenderte.- Yo, le agradezco su hospitalidad. Sin usted creo haber caído tarde o temprano al mar sólo del pánico en éste lugar -se atrevió a bromear con el ambiente del puerto, tan distinto al de la ciudad y más aún al de los suburbios, no se hable del burdel; lugares más de costumbre del joven latino.- Pero, si voy, ¿Su animal no querrá comerme? -dudó en una segunda broma, ladeando su cabeza con encanto infantil y tomaba sus manos en su espalda, haciendo una aniñada imitación de la forma de pararse del hombre de canos cabellos. ¿Qué tan malo podría pasar si iba en compañía del capitán de barco, Amelhíon?.
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