El ciego mira, el mudo habla y el sordo escucha

por Invitado Miér Ago 08, 2012 9:24 pm

Como era la costumbre Giuliana se había ofrecido a tomar el turno de la tarde en Sanatorio Mental para así poder volver a casa más temprano, antes que el Alba rayara en el horizonte. Al contrario de sus pares de oficio ella no sentía ningún tipo de repudio por aquellas personas que estaban destinadas a pasar su vida en un lugar así, no por ser superior a ellos, si no más bien por el hecho de que aquellas pobres almas eran atormentadas día y noche constantemente por la locura y demonios internos de un pasado que desconocía. "Nadie esta en posición de juzgarles" solía repetir esta frases más veces de las que era capaz de recordar. Mucho antes de lograr poner un pie en aquel lugar tormentoso y viciado donde la razón era la victima constante de los delirios colectivos podía escuchar los gritos sin aire que eran la melodía de cada celda en aquel edificio. Cualquier rastro de humanidad había sido completamente borrado de la zona aledaña y no quedaban mas que sombras y tormentos rondando el lugar.

Poco sano, poco seguro casi una amenaza hacia lo bello y lo divino era aquel lugar, lejos de toda gracia humana y divina el sanatorio se transformaba en un ejemplo gráfico y concreto de la decadencia humana, tras sus muros los que alguna vez fueron grandes y poderosos ahora se volvían débiles y belicosos. Secretos y susurros, más de los que se veía al ojo mortal escondía ese lugar, sorpresa se llevarían muchos si supieran las verdades que allí se callaban a punta de golpes y vejámenes, solo algunos, los más listos eran capaces de escuchar el silencio y ver en la nada descubriendo verdades y mentiras que cambiarían la vida de millones de inocentes. Palabras que en boca de otros serian armas para matar y en manos de inescrupulosos serian oro puro, y a pesar de todo esto Giuliana volvía cada jueves por la tarde-noche a escuchar y atender a los olvidados.

Ser un no-vivo puede parecer una maravillosa formas de pasar todas las eras de este mundo, ver como la vida sigue y muere en diversos puntos de la existencia puede ser un juego que jamas aburra pues la propia existencia de uno se ve obligada a a apostarlo todo en una ruleta que jamas se detiene. Para una mujer como Tartini que había visto ambas cara de la moneda la existencia inmortal era simplemente otro camino más duro hacia la muerte.-Virgen santísima..si tan solo alguien se preocupara el aspecto de este lugar...- la hierba sin cortar, los muros sin pintar ni arreglar. Sí, definitivamente ese edificio era la muestra de la humanidad.

por Invitado Miér Ago 29, 2012 12:46 pm

El silencio se hacía presente, sus botas retumbando en las calles cubiertas de piedra, su silueta era lo único que se observaba en aquella parte de Paris, de vez en cuando, en alguna esquina un hombre ebrio regurgitaba el alcohol que había ingerido, él por su parte, muchas veces antes había estando en condiciones en que para él era tener más alcohol que sangre en su cuerpo, pero jamás llegaría tan bajo, parecer un pobre miserable en plena calle – Pobres demonios – . El camino seguía bajo sus pies, cada paso que daba lo acercaba a su destino, se dirigía al sanatorio mental, le habían informado que uno de sus pacientes conocía perfectamente al vampiro que estaba cazando, el mismo vampiro dueño de la mitad de su alma, era estúpido de su parte, suicida también intentar acabar con aquel ser que también podría llevarlo a la tumba si lo mataba, si, Evan sabía que su vida era una macabra obra del destino, un señuelo, pero más idiota era él, por jugar con su dedo en la llaga, más bien, de una forma inconsciente le gustaba tenerlo controlado, se engaña asi mismo diciendo que es su forma de asegurarse su pellejo.

De un momento a otro había llegado, las puertas estaban cerradas, las visitas prohibidas, el guardia lo amenazaba de que no cruzara aquella propiedad y el cazador solo lo miraba, como si no comprendiera nada, su cabeza se encontraba ladeada y una pulcra ceja alzada, los gritos del guardia parecían oírse en el interior del edificio, haciendo que las enfermeras salieran de su interior con una cara de susto, pero aun asi Evan parecía no entender todo lo que pasa, era como alguien ausente a la escena, de un momento a otro, tomo al guardia por el cuello obligándolo a apartarse de su camino, una pequeña sonrisa se dibujo en el rostro de Evan, dirigiéndose a las enfermeras – buenas noches, vengo a visitar a un paciente, no necesitan escoltarme ire solo – dicho esto dejo caer al guardia contra el suelo, pasando la barrera humana de enfermeras que parecían inertes, sus pasos se perdían en el interior del edificio entre los gritos y lamentos de los pacientes, ¿todos estarían vivos?, ¿serian lamentos de antiguos pacientes?, no era una teoría que le interesara mucho pero era la que se formulaba en su mente.

Al final del pasillo iluminado por la tenue luz de la luna, se topo con una mujer rubia, menuda, su rostro redondo y pálido le recordaba al de una virgen e inocente, el rostro de póquer de Evan trazo en sus labios perfectos una sonrisa – Creo que he errado el camino al dar la vuelta… dígame ¿he muerto y he llegado al mismo cielo?... o ¿infierno?– hizo una pequeña reverencia a la dama en cuestión, de un momento a otro el motivo de su visita parecía no importarle más, por lo menos en ese momento, el hombre podría seguir gozando de su vida… si eso se le consideraba vida.

El ciego mira, el mudo habla y el sordo escucha

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