AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Todo puede cambiar [Privado]
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Todo puede cambiar [Privado]
Las mentes se retuercen vilmente, los bandos cambian, las personas desaparecen. Debían cuidarse de aquellas personas que decían estar seguras en una situación. ¿Quién realmente estaba preparado para algo que aun no sabían que era? Un idiota era el imprudente que se sentía lo suficientemente claro de las cosas. Nunca se debía estar un cien por ciento seguros de su capacidad. El era muy prudente, para muchas cosas en realidad, su vida privada parecía mas una cuestión de espías, no le gustaba que los altos funcionarios tuvieran las narices metidas en sus posibles amoríos (en donde claro no encontrarían ninguna mujer). Tampoco era una persona que le gustara aparentar algo que no era. Lamentándolo mucho no era de aquellas personas que se cazaban con una mujer simplemente para aparentar algo que en realidad no era.
Hipócritas, cobardes. A su alrededor había mucho de ellos, debía con una sonrisa analizar los ojos de aquellas personas para poder decidir lo bueno que podrían ser. En alguna parte había oído que los ojos con la puerta al alma, tal vez eso le ayudaba a ver discretamente las intensiones de las otras personas. No era que fuera un ser desconfiado, simplemente era una persona prudente. Daba cada paso con precaución, no deseaba tocar una trampa en la que podría luego quedar bloqueado para siempre.
En su mente había pequeños sueños que tal vez podría cumplir, aquellas sueños y objetivos que cada persona tenia era la que los mantenía mirando hacia adelante. El no estaba confiándose de que el camino que tomara para cumplir aquellos sueños fueran fáciles, pero tampoco estaba en su mente desistir de ellos. Si desistíamos de nuestros objetivos ¿Dónde quedaría nuestro futuro?. No era una persona que se levantara temprano para ir a alguna reunión, pero parecía que debía hacerlo en aquella ocasión. Dejo salir un pequeño bostezo mientras el carruaje se movía de un lado a otro, prácticamente meciéndolo para volver a los brazos de Morfeo. Lástima que se había detenido.
Habían llegado a su destino, miro el lugar sin mucho interés mientras uno de sus acompañantes le entregaba un maletín con importantes documentos, alboroto un poco su cabello mientras entraba a aquel lugar en donde normalmente se veían aquellas clases de reuniones, dos empleados los estaban esperando-Buenos días- dijo con una sonrisa amplia y acogedora que dejaba a los jóvenes empleados de buen humor, cada uno se inclino mientras le indicaba hacia donde debía ir. Lo habían llevado a un despacho especial para aquella reunión, había una mesa con gran variedad de postres y también te, además de los sillones cómodos que siempre había en aquellas habitaciones, una mesa para poder poner cualquier cosa que podrían necesitar. Bueno, al menos el servicio era bueno. Se acomodo su chaqueta negra mientras su cabello suelto cubría parte de su cara, retiro un poco dejando apenas unos mechones, se decidió sentar en uno de los sillones mientras dejaba su maletín a un lado, uno de los empleados le ofrecía una taza de té que rechazo por ahora, claro, todo con una gran amabilidad y ternura, una dulce sonrisa demostraba simpatía mientras decía con suavidad –No gracias…-
Hipócritas, cobardes. A su alrededor había mucho de ellos, debía con una sonrisa analizar los ojos de aquellas personas para poder decidir lo bueno que podrían ser. En alguna parte había oído que los ojos con la puerta al alma, tal vez eso le ayudaba a ver discretamente las intensiones de las otras personas. No era que fuera un ser desconfiado, simplemente era una persona prudente. Daba cada paso con precaución, no deseaba tocar una trampa en la que podría luego quedar bloqueado para siempre.
En su mente había pequeños sueños que tal vez podría cumplir, aquellas sueños y objetivos que cada persona tenia era la que los mantenía mirando hacia adelante. El no estaba confiándose de que el camino que tomara para cumplir aquellos sueños fueran fáciles, pero tampoco estaba en su mente desistir de ellos. Si desistíamos de nuestros objetivos ¿Dónde quedaría nuestro futuro?. No era una persona que se levantara temprano para ir a alguna reunión, pero parecía que debía hacerlo en aquella ocasión. Dejo salir un pequeño bostezo mientras el carruaje se movía de un lado a otro, prácticamente meciéndolo para volver a los brazos de Morfeo. Lástima que se había detenido.
Habían llegado a su destino, miro el lugar sin mucho interés mientras uno de sus acompañantes le entregaba un maletín con importantes documentos, alboroto un poco su cabello mientras entraba a aquel lugar en donde normalmente se veían aquellas clases de reuniones, dos empleados los estaban esperando-Buenos días- dijo con una sonrisa amplia y acogedora que dejaba a los jóvenes empleados de buen humor, cada uno se inclino mientras le indicaba hacia donde debía ir. Lo habían llevado a un despacho especial para aquella reunión, había una mesa con gran variedad de postres y también te, además de los sillones cómodos que siempre había en aquellas habitaciones, una mesa para poder poner cualquier cosa que podrían necesitar. Bueno, al menos el servicio era bueno. Se acomodo su chaqueta negra mientras su cabello suelto cubría parte de su cara, retiro un poco dejando apenas unos mechones, se decidió sentar en uno de los sillones mientras dejaba su maletín a un lado, uno de los empleados le ofrecía una taza de té que rechazo por ahora, claro, todo con una gran amabilidad y ternura, una dulce sonrisa demostraba simpatía mientras decía con suavidad –No gracias…-
Valentin Zukovski- Realeza Rusa
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Fecha de inscripción : 03/10/2011
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Re: Todo puede cambiar [Privado]
Es la quinta botella que rueda vacía, el sonido que hace tiene ya molestos a varios de los presentes, pero ¿qué pueden decir? Todos se mantienen en silencio porque esa es la posición que les corresponde. Lleva varias horas aferrado a la copa, vaciando frustraciones en el líquido carmesí, no está celebrando porque tampoco hay risas, sólo palabrotas en otro idioma que quizás unos pocos comprenden, está molesto por algo pero sólo él parece conocer el real motivo. Necesita salir pero ya le advirtieron que no puede moverse de ese lugar, se siente como un prisionero y son quizás los recuerdos de una época en que realmente lo fue lo que lo tienen ahogando esas memorias en alcohol. Alguien se acerca, es una de las muchachas que suelen ayudarlo en ciertas labores, siente quizás pena por él o por el estado en que está. Fyodor estira su mano y le toca el rostro, susurra palabras que logran que la chica se sonroja, le gustaría tomarla de la cintura y ponerla sobre su regazo pero hay demasiados ojos puestos en ellos aún cuando parezca que están repentinamente solos, - vete… - esta vez habla en francés, no debería hacerlo pero quiere engañarse con la idea de que si puede recordar un idioma que no es el suyo entonces aún no está lo suficientemente ebrio.
¿Va a venir su madre acaso a reprocharle que esté en ese estado tan temprano? Suelta una carcajada que hace eco en las paredes de la habitación, suena vacía, sin la alegría que debería poseer, no hay algo divertido que la cause, a menos claro que alguien considere gracioso el estado patético en el que se encuentra. Se levanta cuando se lo indican, el piso se mueve pero es el único afectado por ese fenómeno, declina con un gruñido la ayuda que le ofrecen para caminar, sabe que tiene que hacerlo bien y luce aún más ridículo con el intento de parecer erguido y dar cada paso como si debiera seguir una línea recta. Golpea a la puerta pese a que entra de todos modos, la cordialidad se ha quedado ahí donde también dejó la sobriedad, sonríe pero en realidad se está riendo de todo e incluso de si mismo. Tiene la camisa abierta, la chaqueta con algunas manchas, ya no queda nada del refinamiento de la noche anterior, hasta las marcas que mujeres han dejado sobre su piel son ahora totalmente visibles. –Bueno… - se corrige o al menos intenta hacerlo, en realidad la palabra no sale del todo clara, está distorsionada quizás tanto como lo que ve en ese minuto.
Se acerca al chico que está justo a su derecha, ¿o es su izquierda? Ya no tiene ni el sentido de la dirección claro, su boca pide por la copa que dejó en el salón anterior, pero tiene responsabilidades o al menos eso quiere creer. Le molesta tener que aparentar que todo eso realmente le importa, preferiría estar realizando la misión para la que cree estar hecho, para la que si pondría todo de su parte, en cambio está borracho, desde la noche anterior, - ¿usted me llamó o yo debía estar acá por algún motivo? – se lleva una mano a la cabeza, como si eso de algún modo le ayudara a pensar mejor o quizás a unir las ideas que están ahí pero que por algún motivo han decidido dispersarse. Comienza a reír cuando nota que es el alcohol lo que no le permite aclarar su mente, mira al muchacho frente a él e intenta estar serio, suele disminuir la imagen de la gente como una forma de defensa, esta también lo es, pero ¿qué otra opción tiene? – Discúlpeme señor, mi ánimo sigue algo festivo… entonces… ¿para qué me quiere aquí? – vuelve a reír, está haciendo el ridículo, lo peor de todo es que sabe que pronto se arrepentirá de esto.
¿Va a venir su madre acaso a reprocharle que esté en ese estado tan temprano? Suelta una carcajada que hace eco en las paredes de la habitación, suena vacía, sin la alegría que debería poseer, no hay algo divertido que la cause, a menos claro que alguien considere gracioso el estado patético en el que se encuentra. Se levanta cuando se lo indican, el piso se mueve pero es el único afectado por ese fenómeno, declina con un gruñido la ayuda que le ofrecen para caminar, sabe que tiene que hacerlo bien y luce aún más ridículo con el intento de parecer erguido y dar cada paso como si debiera seguir una línea recta. Golpea a la puerta pese a que entra de todos modos, la cordialidad se ha quedado ahí donde también dejó la sobriedad, sonríe pero en realidad se está riendo de todo e incluso de si mismo. Tiene la camisa abierta, la chaqueta con algunas manchas, ya no queda nada del refinamiento de la noche anterior, hasta las marcas que mujeres han dejado sobre su piel son ahora totalmente visibles. –Bueno… - se corrige o al menos intenta hacerlo, en realidad la palabra no sale del todo clara, está distorsionada quizás tanto como lo que ve en ese minuto.
Se acerca al chico que está justo a su derecha, ¿o es su izquierda? Ya no tiene ni el sentido de la dirección claro, su boca pide por la copa que dejó en el salón anterior, pero tiene responsabilidades o al menos eso quiere creer. Le molesta tener que aparentar que todo eso realmente le importa, preferiría estar realizando la misión para la que cree estar hecho, para la que si pondría todo de su parte, en cambio está borracho, desde la noche anterior, - ¿usted me llamó o yo debía estar acá por algún motivo? – se lleva una mano a la cabeza, como si eso de algún modo le ayudara a pensar mejor o quizás a unir las ideas que están ahí pero que por algún motivo han decidido dispersarse. Comienza a reír cuando nota que es el alcohol lo que no le permite aclarar su mente, mira al muchacho frente a él e intenta estar serio, suele disminuir la imagen de la gente como una forma de defensa, esta también lo es, pero ¿qué otra opción tiene? – Discúlpeme señor, mi ánimo sigue algo festivo… entonces… ¿para qué me quiere aquí? – vuelve a reír, está haciendo el ridículo, lo peor de todo es que sabe que pronto se arrepentirá de esto.
Fyodor C. Ivashkov- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: Todo puede cambiar [Privado]
Valentín era un hombre inteligente, muy pocas veces se le veía metido en algún problema que no pudiera solucionar. El olor a licor era fuerte, su nariz se encogió y por un momento deseo no tener olfato para no tener que percibir aquella escénica tan patética de un alto funcionario ruso. Cuando el hombre habla muy poco pudo entender gracias a aquella lengua que confundida y embriagada estaba, Valentín asintió levemente mientras de pie comenzaba a caminar el lugar. Aquel hombre tenía suerte de que el Conde tenía fama de ser amable y comprensivo, pero en estos momentos estaba comenzando a molestarle que aquel hombre estuviera de aquella manera al frente de el. No era una persona altanera que le gustaba tener todo en orden, el también era un hombre y tenía sus momentos de rebeldía, aun se consideraba joven y viril, pero en estos momentos no estaba de humor para soportar a un ruso borracho que se reía de su misma sombra.
Noto el cuerpo del hombre moverse, prácticamente no podía quedarse en pie, era como una hoja marchita que se tambaleaba, amenazando caer de una débil rama seca por una dura temporada, dejo salir un leve gruñido -¿Dónde están tus empleados?- pregunto de forma tranquila parado al frente de aquella montaña a punto de colapsar –Siéntese, está a punto de caerse- no lo sugirió, lo ordeno con una mirada con un toque de disgusto pero aquel disgusto se disolvía en la hermosa compresión que tenia la personalidad de Valentín.
-Necesito a un funcionario ruso, no a un borracho-dijo de forma tranquila mientras se sentaba en uno de aquellos cómodos sillones –Mejor largase para que se dé un baño y así estar haciendo de bufón para sus acompañantes que de amigos no tienen nada- inquirió entrecerrando sus ojos con un poco de malestar –Necesitaba que estuviera pendiente de una pequeña tarea mientras estoy en mi ausencia, pero creo que una mujer lo puede hacer mejor que usted- añadió de forma tranquila mientras acomodaba sus cabellos hacia atrás con suma tranquilidad.
Noto el cuerpo del hombre moverse, prácticamente no podía quedarse en pie, era como una hoja marchita que se tambaleaba, amenazando caer de una débil rama seca por una dura temporada, dejo salir un leve gruñido -¿Dónde están tus empleados?- pregunto de forma tranquila parado al frente de aquella montaña a punto de colapsar –Siéntese, está a punto de caerse- no lo sugirió, lo ordeno con una mirada con un toque de disgusto pero aquel disgusto se disolvía en la hermosa compresión que tenia la personalidad de Valentín.
-Necesito a un funcionario ruso, no a un borracho-dijo de forma tranquila mientras se sentaba en uno de aquellos cómodos sillones –Mejor largase para que se dé un baño y así estar haciendo de bufón para sus acompañantes que de amigos no tienen nada- inquirió entrecerrando sus ojos con un poco de malestar –Necesitaba que estuviera pendiente de una pequeña tarea mientras estoy en mi ausencia, pero creo que una mujer lo puede hacer mejor que usted- añadió de forma tranquila mientras acomodaba sus cabellos hacia atrás con suma tranquilidad.
Valentin Zukovski- Realeza Rusa
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Fecha de inscripción : 03/10/2011
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Re: Todo puede cambiar [Privado]
Pero que divertido señor tiene al frente o divertido quizás es él realizando todo ese espectáculo que podría terminar tan mal. Fyodor se cruza de brazos e intenta dejar de ser un payaso, realmente pone todo su esfuerzo en esa tarea que en cualquier otro momento no sería difícil de realizar, pero del mismo modo en que se empeña en lucir respetable, fracasa y más parece un adolescente irresponsable que mira fascinado algo desconocido e interesante para él. — ¡Empleados dice! — ríe a carcajadas, al parecer le han contado el mejor de los chistes, —oh no, no, no… mire, estoy muy bien de pie… — las piernas le tiemblan y el semblante también, es como un niño jugando a las morisquetas, tal como si estuvieran quizás al interior de una iglesia donde sabe no puede reír y alguien comienza a susurrarle bromas en el oído. Él no es ningún funcionario de ningún lugar y pretende aclarárselo apenas pueda lograr que el suelo no se siga moviendo o al menos pueda mantener las manos quietas que repentinamente han tomado un gran interés de su parte. El tono de voz del hombre frente a él se parece tanto al de su padre regañándolo y este hecho aporta un toque de sobriedad que le endurece las facciones y le permite mirarlo a los ojos algo molesto.
Las risas desaparecen, mira a su alrededor y luego de vuelta a quien lo ha convocado. — ¿Ve a alguien más aquí? ¿Alguien además de mí? — se acerca esta vez con paso firme y se desploma en el primer sillón que encuentra, no espera una respuesta de su parte, en cambio alza una de sus manos y corta todo intento de réplica, un gesto bastante maleducado por cierto, pero no está precisamente en su mejor humor ahora y aún cuando queden restos de la ebriedad que no se irá de un minuto a otro, se siente más tranquilo y al mismo tiempo toda la escena frente a él se aclara. — Estoy solo, bebí solo… me acosté con esas mujeres solo… volví a este palacio que no me pertenece solo y me iré a dormir solo… ¿es eso lo que quería escuchar? — las frustraciones afloran, los dolores y recuerdos se hacen más presentes, la soledad es su eterna compañera pese a que desde hace mucho quiera deshacerse de ella. ¿Cómo terminar con la confusión que lo aqueja? Por un lado sabe que se sentiría asfixiado con una sola mujer al lado y por otro desea en secreto llegar a un hogar donde lo esperen con los brazos abiertos y la promesa de que todo vale la pena por ese amor compartido.
Es ingenuo de su parte creer en aquello, lo es más pensar que podría alguna vez conjugar su cargo como duque, su trabajo como líder de la hermandad, su incansable búsqueda de aquellos que siguen ignorantes de lo que sucedió en esas tierras lejanas y una familia que sentiría miedo cada vez que él se alejara y además lo distraería de sus tareas. — ¿Cree que compro esa excusa barata por la cual me ha llamado? — eso le parece y quizás son los restos de alcohol lo que le dan el coraje para soltar lo que está en su cabeza o tal vez es sólo que realmente es así y se aprovecha de ese pretexto. — Si quisiera eso podría haberme enviado una nota o realmente pedírselo a una mujer que como ha dicho hacen todas las labores mejor que nosotros… son fantásticas ¿no cree? — se pierde una vez más, se aleja del hilo de pensamientos que llevaba, está más disperso, mucho más volátil que de costumbre, — me refiero a las mujeres… y también me refiero a que sigo sentado aquí casi con el culo dormido y usted aún no me dice por qué evitó que pudiera irme a dormir para pasar la resaca… — su tono severo es el mejor indicativo de que no está más dispuesto a andar con rodeos, pero así como el mal humor llegó a él de un momento a otro, también puede irse y convertirse en el idiota que hasta hace poco celebraba solo con una copa en la mano.
Las risas desaparecen, mira a su alrededor y luego de vuelta a quien lo ha convocado. — ¿Ve a alguien más aquí? ¿Alguien además de mí? — se acerca esta vez con paso firme y se desploma en el primer sillón que encuentra, no espera una respuesta de su parte, en cambio alza una de sus manos y corta todo intento de réplica, un gesto bastante maleducado por cierto, pero no está precisamente en su mejor humor ahora y aún cuando queden restos de la ebriedad que no se irá de un minuto a otro, se siente más tranquilo y al mismo tiempo toda la escena frente a él se aclara. — Estoy solo, bebí solo… me acosté con esas mujeres solo… volví a este palacio que no me pertenece solo y me iré a dormir solo… ¿es eso lo que quería escuchar? — las frustraciones afloran, los dolores y recuerdos se hacen más presentes, la soledad es su eterna compañera pese a que desde hace mucho quiera deshacerse de ella. ¿Cómo terminar con la confusión que lo aqueja? Por un lado sabe que se sentiría asfixiado con una sola mujer al lado y por otro desea en secreto llegar a un hogar donde lo esperen con los brazos abiertos y la promesa de que todo vale la pena por ese amor compartido.
Es ingenuo de su parte creer en aquello, lo es más pensar que podría alguna vez conjugar su cargo como duque, su trabajo como líder de la hermandad, su incansable búsqueda de aquellos que siguen ignorantes de lo que sucedió en esas tierras lejanas y una familia que sentiría miedo cada vez que él se alejara y además lo distraería de sus tareas. — ¿Cree que compro esa excusa barata por la cual me ha llamado? — eso le parece y quizás son los restos de alcohol lo que le dan el coraje para soltar lo que está en su cabeza o tal vez es sólo que realmente es así y se aprovecha de ese pretexto. — Si quisiera eso podría haberme enviado una nota o realmente pedírselo a una mujer que como ha dicho hacen todas las labores mejor que nosotros… son fantásticas ¿no cree? — se pierde una vez más, se aleja del hilo de pensamientos que llevaba, está más disperso, mucho más volátil que de costumbre, — me refiero a las mujeres… y también me refiero a que sigo sentado aquí casi con el culo dormido y usted aún no me dice por qué evitó que pudiera irme a dormir para pasar la resaca… — su tono severo es el mejor indicativo de que no está más dispuesto a andar con rodeos, pero así como el mal humor llegó a él de un momento a otro, también puede irse y convertirse en el idiota que hasta hace poco celebraba solo con una copa en la mano.
Fyodor C. Ivashkov- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: Todo puede cambiar [Privado]
Estar con una persona así era más que un dolor de cabeza, dejo salir un suspiro buscando ignorar cualquier cosa que este hombre ebrio dijera, sentía que pronto estaría tirado en el piso durmiendo como buen borracho hace luego de que haber tomado tanto. No pudo evitar dejar salir una risilla al oír alguno de sus comentarios, claro que él se las cogería solo, si hubiera estado con otra persona hubiera sido un trió, pero como hombre refinado que era oculto su sonrisa picara entre el dorso de su mano mientras su mirada bajaba un poco para disimular aun mas. Todos aquellos buenos modales habían estado puliéndose con él y su edad, ya tenía unos 28 años, soltero, codiciado por las mujeres, una persona muy importante, pero lo malo de todo, la imperfección de aquel hermoso diamante, es que era y siempre iba a ser homosexual. Todos tenían secretos ¿no? El de él siempre debía estar en la oscuridad como lo había estado llevando todos estos años.
-Ah bueno pero no se sulfure, busque otra cosa para desahogarse… yo no soy culpable de sus penas o desdichas que busco ahogar con el alcohol- susurro mientras se acomodaba en el sillón que había tomado-tampoco vengo a ser de psicólogo a preguntarle qué es lo que en su vida está mal y quiere mejorar…- tampoco era una niñera y menos quería cargar con un borracho, pero seria de mala educación de MUY mala educación dejar aquel pobre hombre en ese lugar en ese estado y mucho más cuando él fue el mismo que lo mando a llamar, así que de alguna forma se volvía su responsabilidad. Menudo problema se había metido sin saberlo, pero bueno solamente debía respirar lento y buscar que al menos estuviera en un lugar seguro para luego buscar a otra persona para hacer el trabajo, porque ese hijo de su madre… no le servía y eso le enojaba, porque el tiempo comenzaba a correr y entre mas tardaran trazando planes más rápido estarían en desventaja.
Estaba a punto de lanzarlo por un ventanal y mandarlo al diablo, pero era a la vez sorprendente que hubiera un hombre tan irritable que causara sentimientos de desagrado en una persona tan amable y carismática como era Valentín, pero si, el se ganaba el premio de ser la UNICA persona que en esos años Valentín no había podido soportar ni siquiera unos 10 minutos ¿Cuándo llevaba con él? Creía que menos y ya lo quería echar a patadas. Era un mocoso que no sabía de modales ni de educación, parecía un mestizo sacado de una jauría para hacerlo pasar por pura raza, tal vez tuviera un poco de ello, pero su educación manchaba toda belleza que en su sangre pudiera tener.
-Está Bien…- susurro el conde levantándose del asiento, dio unos pasos hasta prácticamente dejarlo solo, se había acercado a la puerta en donde afortunadamente aparecía una de las empleadas caminando por uno de aquellos largos pasillos, el conde le sonrió dulcemente, ella tenía un jarrón con agua fresca y este con ojitos inocentes le pidió que se la regalara para algo importante, ella acepto aunque dudaba un poco de lo que haría con él, también pidió que volviera con una toalla lo más pronto posible. Dejo el jarrón con agua a un lado, en una pequeña mesa antes de acercarse por detrás al hombre y tocarle el hombro –por favor levántese un momento- le dijo acercándose a él con una suave sonrisa de aquellas que eran tan picaras y dulces que una abeja moriría por tanto dulzura. Con cuidado lo saco del sofá alejándolo algunos pasos. Luego lo dejo a la deriva, el pobre casi que necesitaba ayuda para estar parada ¿estaba seguro que había llegado aquí solo? Debían darle crédito por eso.
-Debo hablar con un sobrio con asuntos imperiales- dijo echándole el jarrón de agua en la cabeza para que este despertara y limpiara las neuronas emborrachadas de tanto licor. Valentín dio un saltico antes de que este se sacudiera como un perro, se pudo escuchar una risilla detrás de el, era la joven con las toallas -¡oh Madame que rápida es!- dijo animado mientras le daba el jarrón y sujetaba la toalla, la cual se la tiro a la cara a Fydor mientras caminaba indiferente al reguero de agua que él había producido. Pronto como él lo había ordenado aparecieron unos hombres para limpiar el piso y poner una cubierta plástica en el sofá para que aquel hombre no dañara un sofá tan preciado como ese. Valentín ya se encontraba sentado cuando realizo una señal a Fydor para que tomara asiento luego que de los dos hombres los reforzaran –Bueno ahora si hablar de cosas importantes ¿le parece? ¿Quiere algo de té para que se recupere de la jaqueca que pronto le dará?- pregunto manteniendo una sonrisilla suave, pero a la vez traviesa por lo que había hecho
-Ah bueno pero no se sulfure, busque otra cosa para desahogarse… yo no soy culpable de sus penas o desdichas que busco ahogar con el alcohol- susurro mientras se acomodaba en el sillón que había tomado-tampoco vengo a ser de psicólogo a preguntarle qué es lo que en su vida está mal y quiere mejorar…- tampoco era una niñera y menos quería cargar con un borracho, pero seria de mala educación de MUY mala educación dejar aquel pobre hombre en ese lugar en ese estado y mucho más cuando él fue el mismo que lo mando a llamar, así que de alguna forma se volvía su responsabilidad. Menudo problema se había metido sin saberlo, pero bueno solamente debía respirar lento y buscar que al menos estuviera en un lugar seguro para luego buscar a otra persona para hacer el trabajo, porque ese hijo de su madre… no le servía y eso le enojaba, porque el tiempo comenzaba a correr y entre mas tardaran trazando planes más rápido estarían en desventaja.
Estaba a punto de lanzarlo por un ventanal y mandarlo al diablo, pero era a la vez sorprendente que hubiera un hombre tan irritable que causara sentimientos de desagrado en una persona tan amable y carismática como era Valentín, pero si, el se ganaba el premio de ser la UNICA persona que en esos años Valentín no había podido soportar ni siquiera unos 10 minutos ¿Cuándo llevaba con él? Creía que menos y ya lo quería echar a patadas. Era un mocoso que no sabía de modales ni de educación, parecía un mestizo sacado de una jauría para hacerlo pasar por pura raza, tal vez tuviera un poco de ello, pero su educación manchaba toda belleza que en su sangre pudiera tener.
-Está Bien…- susurro el conde levantándose del asiento, dio unos pasos hasta prácticamente dejarlo solo, se había acercado a la puerta en donde afortunadamente aparecía una de las empleadas caminando por uno de aquellos largos pasillos, el conde le sonrió dulcemente, ella tenía un jarrón con agua fresca y este con ojitos inocentes le pidió que se la regalara para algo importante, ella acepto aunque dudaba un poco de lo que haría con él, también pidió que volviera con una toalla lo más pronto posible. Dejo el jarrón con agua a un lado, en una pequeña mesa antes de acercarse por detrás al hombre y tocarle el hombro –por favor levántese un momento- le dijo acercándose a él con una suave sonrisa de aquellas que eran tan picaras y dulces que una abeja moriría por tanto dulzura. Con cuidado lo saco del sofá alejándolo algunos pasos. Luego lo dejo a la deriva, el pobre casi que necesitaba ayuda para estar parada ¿estaba seguro que había llegado aquí solo? Debían darle crédito por eso.
-Debo hablar con un sobrio con asuntos imperiales- dijo echándole el jarrón de agua en la cabeza para que este despertara y limpiara las neuronas emborrachadas de tanto licor. Valentín dio un saltico antes de que este se sacudiera como un perro, se pudo escuchar una risilla detrás de el, era la joven con las toallas -¡oh Madame que rápida es!- dijo animado mientras le daba el jarrón y sujetaba la toalla, la cual se la tiro a la cara a Fydor mientras caminaba indiferente al reguero de agua que él había producido. Pronto como él lo había ordenado aparecieron unos hombres para limpiar el piso y poner una cubierta plástica en el sofá para que aquel hombre no dañara un sofá tan preciado como ese. Valentín ya se encontraba sentado cuando realizo una señal a Fydor para que tomara asiento luego que de los dos hombres los reforzaran –Bueno ahora si hablar de cosas importantes ¿le parece? ¿Quiere algo de té para que se recupere de la jaqueca que pronto le dará?- pregunto manteniendo una sonrisilla suave, pero a la vez traviesa por lo que había hecho
Valentin Zukovski- Realeza Rusa
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Fecha de inscripción : 03/10/2011
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Re: Todo puede cambiar [Privado]
Nada de aquello le parece gracioso ni mucho menos divertido. Fyodor lo escucha y tiene claro que un hombre como él no duraría ni dos minutos en un campo de batalla, es esa visión de Valentin intentando blandir una espada mientras alguien viene por detrás y lo degolla, la que le permite atravesar toda la situación sin lanzarse a su cuello para matarlo con sus propias manos. Porque ganas no le faltan. Y aunque sea catalogado de bruto, agresivo, salvaje o como quieran llamarlo, la verdad es que está cansado de las palabrerías de la realeza y por sobre todo de gente como el que tiene al frente, como ese que cree es capaz de arrojarle agua por la cabeza creyendo que él se quedará de brazos cruzados y obedecerá sus instrucciones. ¿Cuándo fue la última vez en que le hizo caso a alguien? Recuerda con exactitud esa fecha, fue el mismo día en que derrotó al anterior líder y se transformó en la cabeza de la hermandad.
— Si usted espera que ahora yo me siente y comience a escucharlo… bueno, déjeme decirle que está usted muy equivocado… — suelta una risa irónica, una risa vacía de sentimientos que más parece un gesto automático. El agua le gotea por el pelo, se deslizan gotas por su nívea piel y transforman ese rubio en un castaño más oscuro, lo hace lucir incluso un poco más peligroso que antes. — No me sentaré con usted ni mucho menos seguiré hablando… — el tono de su voz se endurece aún más, si antes estaba molesto ahora está realmente enfadado. Le toma todo su control no saltar sobre el pequeño y terminar con esto de una vez por todas. Fyodor se sacude un poco la camisa que ahora se transluce, es una fortuna que el agua no llegara hasta sus pantalones o ahí si que todo habría terminado aún peor. No es primera vez que tiene que soportar algo así, el problema es que toda esta escena le recuerda a una de las tantas torturas que ha visto y vivido en su larga vida rondando las cárceles. Aquel es otro detalle que no se escapa de él.
Se gira y mira con atención todo a su alrededor, si pudiera ahora encontrar la botella con licor quizás bebería un trago de ella, pero por un lado recuerda que la dejó caer no sabe en qué minuto y que además lo hizo porque no quedaba mucho contenido en su interior. Fyodor ahora le da la espalda, comienza a caminar con pasos lentos, largas zancadas que permiten que en un par de segundos ya esté en la puerta. Una de sus manos se apoya en el marco y respira profundamente. Sigue obviamente molesto, está bastante aburrido de todo y aunque no es alguien precisamente creyente comienza a preguntarse a qué Dios debe rezarle pidiendo paciencia, porque especialmente ahora la necesita, más que nunca. Por sobre su hombro lo mira, tan debilucho, tan distinto a él. ¿Será siquiera acaso realmente ruso? El rubio resopla reconociendo que muchos de aquellos que se encuentran en la realeza distan de tener siquiera algo de sangre de sus tierras, no es que le importe, pero quizás si fueran nacidos y criados en Rusia podrían usar sus cargos para algo más que fiestas y llenarse los bolsillos de tesoros ajenos.
— Deje su té para su reunión con las mujeres, a ellas les agrada eso… — una media sonrisa le eleva sólo una de las comisuras de sus labios. Aún empapado como está, se atreve a hacer chistes. — Lo que mejor debería hacer es agradecer que el alcohol no me deja pensar bien o de otro modo, su cabeza ya estaría en mis manos… separada de su cuerpo. — y sin esperar una respuesta, sus pasos comienzan y con eso se aleja él también de aquel salón y por sobre todo, de ese hombre molesto.
— Si usted espera que ahora yo me siente y comience a escucharlo… bueno, déjeme decirle que está usted muy equivocado… — suelta una risa irónica, una risa vacía de sentimientos que más parece un gesto automático. El agua le gotea por el pelo, se deslizan gotas por su nívea piel y transforman ese rubio en un castaño más oscuro, lo hace lucir incluso un poco más peligroso que antes. — No me sentaré con usted ni mucho menos seguiré hablando… — el tono de su voz se endurece aún más, si antes estaba molesto ahora está realmente enfadado. Le toma todo su control no saltar sobre el pequeño y terminar con esto de una vez por todas. Fyodor se sacude un poco la camisa que ahora se transluce, es una fortuna que el agua no llegara hasta sus pantalones o ahí si que todo habría terminado aún peor. No es primera vez que tiene que soportar algo así, el problema es que toda esta escena le recuerda a una de las tantas torturas que ha visto y vivido en su larga vida rondando las cárceles. Aquel es otro detalle que no se escapa de él.
Se gira y mira con atención todo a su alrededor, si pudiera ahora encontrar la botella con licor quizás bebería un trago de ella, pero por un lado recuerda que la dejó caer no sabe en qué minuto y que además lo hizo porque no quedaba mucho contenido en su interior. Fyodor ahora le da la espalda, comienza a caminar con pasos lentos, largas zancadas que permiten que en un par de segundos ya esté en la puerta. Una de sus manos se apoya en el marco y respira profundamente. Sigue obviamente molesto, está bastante aburrido de todo y aunque no es alguien precisamente creyente comienza a preguntarse a qué Dios debe rezarle pidiendo paciencia, porque especialmente ahora la necesita, más que nunca. Por sobre su hombro lo mira, tan debilucho, tan distinto a él. ¿Será siquiera acaso realmente ruso? El rubio resopla reconociendo que muchos de aquellos que se encuentran en la realeza distan de tener siquiera algo de sangre de sus tierras, no es que le importe, pero quizás si fueran nacidos y criados en Rusia podrían usar sus cargos para algo más que fiestas y llenarse los bolsillos de tesoros ajenos.
— Deje su té para su reunión con las mujeres, a ellas les agrada eso… — una media sonrisa le eleva sólo una de las comisuras de sus labios. Aún empapado como está, se atreve a hacer chistes. — Lo que mejor debería hacer es agradecer que el alcohol no me deja pensar bien o de otro modo, su cabeza ya estaría en mis manos… separada de su cuerpo. — y sin esperar una respuesta, sus pasos comienzan y con eso se aleja él también de aquel salón y por sobre todo, de ese hombre molesto.
Fyodor C. Ivashkov- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 27/06/2012
Re: Todo puede cambiar [Privado]
Se alzo los hombros, como tal era un animal, una bestia, no entendía como era que había llegado tan lejos. Podría hacer lo que quisiera, en realidad Valentín había perdido el interés en él desde hace mucho tiempo, tal vez porque era una de las pocas personas que sentía que no podría soportar, era simplemente, seres diferentes que buscaban mantener una actitud calmada, para tal vez no matarse y en un territorio común. Disfrutaba el olor del té, mientras el otro parecía caminar decidido a irse a otro lugar, no lo culparía, pero aun no se había ido, parecía estancado, no su cuerpo tal vez no estaba de acuerdo con el o era simplemente que aun estaba mareado. Mientras Valentín tomaba un sorbo de té, con la tranquilidad del mundo, estaba más animado que antes, tal vez por la simple razón de sentir que se había vengado del contrario con aquella pequeña travesura y cruel broma, toda su cabeza y camisa estaban llenas de agua, mientras que el conde estaba tranquilo, seco, con las piernas cruzando tomando una bebida caliente.
Entrecerró sus ojos mientras dejaba la taza en aquel plato delicado y lo dejaba descansar entre sus rodillas –Entonces debo dar gracias a eso…- dijo sin mucho interés si pudiera en realidad cumplir sus palabras. Parecía que había decidido irse, chasqueo su lengua, frustrado de sentir que tenía que ir detrás de el, pero solamente lanzo lo que tal vez era interesante para los dos al aire y así tal vez llamar su atención, aunque sentía que la había perdido por completo. –Un ladrón ha robado las joyas de la corona, se ha escapado a Grecia y tal vez venda las reliquias en el mercado negro- volvió a tomar un sorbo de su te mientras sus ojos estaban desviados de la atención principal que era la puerta con aquel hombre.
-Me han encargado hablar en Grecia, porque tengo buena diplomacia y siempre soy bienvenido en los lugares a que voy…- explico sin muchos detalles, no escuchaba mas pasos ¿se había detenido a hablar? No lo sabía, tal vez estaba hablando solo y aquel hombre ya estaba lejos, buscando alguna botella para terminar de emborracharse –No creo que funcione así… necesito a alguien más para cumplir la misión con éxito y lo han elegido a usted, no sé porque no me mandan a alguien mejor, pero bueno… tal vez solamente queda escoger entre la basura- no era el alguien que buscaba insultar, pero era lo que pensaba en ese momento, ahora quedaba de Fyodor que Valentín cambiara de parecer.
-Cualquier cosa que usted lo impida hacer lo que le pedimos, queda a mi responsabilidad- termino de decir, mientras volvía a dejar la taza en su puesto, si no aceptaba, no le importaba, buscaría a alguien mas para el trabajo.
Entrecerró sus ojos mientras dejaba la taza en aquel plato delicado y lo dejaba descansar entre sus rodillas –Entonces debo dar gracias a eso…- dijo sin mucho interés si pudiera en realidad cumplir sus palabras. Parecía que había decidido irse, chasqueo su lengua, frustrado de sentir que tenía que ir detrás de el, pero solamente lanzo lo que tal vez era interesante para los dos al aire y así tal vez llamar su atención, aunque sentía que la había perdido por completo. –Un ladrón ha robado las joyas de la corona, se ha escapado a Grecia y tal vez venda las reliquias en el mercado negro- volvió a tomar un sorbo de su te mientras sus ojos estaban desviados de la atención principal que era la puerta con aquel hombre.
-Me han encargado hablar en Grecia, porque tengo buena diplomacia y siempre soy bienvenido en los lugares a que voy…- explico sin muchos detalles, no escuchaba mas pasos ¿se había detenido a hablar? No lo sabía, tal vez estaba hablando solo y aquel hombre ya estaba lejos, buscando alguna botella para terminar de emborracharse –No creo que funcione así… necesito a alguien más para cumplir la misión con éxito y lo han elegido a usted, no sé porque no me mandan a alguien mejor, pero bueno… tal vez solamente queda escoger entre la basura- no era el alguien que buscaba insultar, pero era lo que pensaba en ese momento, ahora quedaba de Fyodor que Valentín cambiara de parecer.
-Cualquier cosa que usted lo impida hacer lo que le pedimos, queda a mi responsabilidad- termino de decir, mientras volvía a dejar la taza en su puesto, si no aceptaba, no le importaba, buscaría a alguien mas para el trabajo.
Valentin Zukovski- Realeza Rusa
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