Travesía entre continentes - donde te llevaran tus pasos Maryeva?

por **Eva** Sáb Ago 18, 2012 1:40 pm

mmm... que sensación de extrema placidez experimento cuando convertida en un dulce gato me escurro por las mansiones aledañas a la Villa Buganvilla y soy recibida con alegría por alguna dama de sociedad que decide amadrinarme y retozo juguetona en la alfombra de su encumbrado salón al amparo del agradable fuego de la chimenea.

Luego de estirarme y restregarme entre las faldas de las ancianas necesitadas del contacto físico - aunque mas no fuera de un gato - me dedico a descansar en algún sillón de damasquino cercano al fuego. Hoy, aunque la primavera ha llegado al fin, no se me antoja salir a vagabundear por las inmediaciones del bosque o alguna de las plazas del centro de Paris. Suspiro (que en estado gatuno sería como un leve ronronear) y me entrego al
delicioso no hacer.

Mi mente divaga en infinitos temas hasta entrar en un estado de sopor entre la realidad y el sueño. Voy entrando a una realidad que es más tangible.Puedo oír el cadente golpeteo de las olas en la ensenada, los ruidos sordos a lo lejos, son los hombres encargados de
llenar chalupas y carros enormes tirados por bueyes que transportarán los bultos y a los pasajeros que nos embarcaremos en la goleta Perpignac, que por una extraordinaria cedula, se le permitiría tocar tierra en el puerto de Cádiz.

Aun recuerdo el sonido rítmico de los remos golpean la superficie del agua, marrón y barrosa de la ensenada de Barragán, de la chalupa que me llevaba al barco y mi aversión al agua - que otra cosa puede sentir un gato por el agua? - Con que agilidad y poco decoro subí y me encerré en el camarote que me había concedido el capitán amigo de mi
padre.Recién al día siguiente salí a duras penas de mi habitación, todo se movía, tenia el estomago sensible y temía caer por la borda en cualquier segundo, pero estaba deseosa de poder ver el cielo y respirar el aire de mar.

El barco se movía en realidad muy poco y la brisa era refrescante y vigorizante. Me senté en unos bancos que aferrados a la cubierta servían para que la tripulación se tomara algunos descansos y los pasajeros admiráramos el océano que se nos presentaba majestuoso.

Amo la soledad y que no me molesten, por eso cuando sentí una presencia a mi lado mi piel se erizo y no pude contener un suspiro de frustración. - Acaso os molestaría si me sentara a vuestro lado por un momento? - la voz sonaba melodiosa y grave a la misma vez. Levanté la cabeza y a pesar de la pamela me hice sombra con mi mano enguantada y entre cerrando los ojos lo mire. Quedé sorprendida, me daba la sensación de no ser un desconocido pero no atinaba a recordar adonde lo había visto.