Desearía que fuera una cita [Anatole]

Cuando se despertó esa mañana aún sentía como que estaba en un sueño. Le era difícil discernir si aquello era fantasía o realidad, pues esos encuentros fortuitos no ocurrían recurrentemente y menos de la forma en como le había sucedido con Amy. Habían pasado sólo dos días y el chico apenas si había podido dormir. No le contó ni al abuelo ni a su madre, con ellos no tenía ese tipo de relación confidencial, además, el abuelo podría encontrar ofensivo que él fuera a un sitio así, teniendo en cuenta de que odiaba con toda su alma a la realeza y la gente adinerada.

Ese día se había bañado con especial empeño, no quería que ningún mal olor le hiciera pasar una vergüenza, porque pobre si era, pero era un hombre limpio de cuerpo y corazón. Se vistió con lo que creyó eran sus mejores ropas (Unos pantalones café oscuro del abuelo y una camisa blanca) y se encaminó hacía la zona comercial. No le fue difícil encontrar el lugar, ya había pasado por ahí varias veces en sus innumerables trabajos varios ayudando a los vendedores, pero por supuesto nunca se había atrevido a entrar. Un lugar tan lujoso no podría recibir a alguien como él, sería más que inapropiado.

Dio un pasó dentro del lugar y quedó deslumbrado con tanto brillo y belleza ¿Así sería el cielo? Se cuestionó mientras observaba la mercancía, sendas piedras preciosas resplandecían como gemas de algún tesoro pirata perdido, perfectamente dispuestas en los estantes a su alrededor. Se quedó boquiabierto viendo una esmeralda que brillaba tan intensamente que parecía irreal y se cuestionó si, esa sería la razón por la cual los hombres ricos conseguían a las damas más hermosas ¿Compraría algo tan costoso y hermoso el corazón de una mujer? Porqué parecía suceder todo el tiempo en la sociedad, de repente el pensamiento le pareció tan triste que hizo una mueca aún contemplando la esmeralda.

- Tan bella y tan vacía - Murmuró, desviando su mirada hacía el resto del local, entonces, como una diosa que había bajado del Olimpo para echarse a descansar entre los mortales, Anatole divisó a Amy. La mujer estaba simplemente tan deslumbrante como casi todas esas joyas juntas. Su traje era elegante y extremadamente fino, los detalles del vestido le enriquecían el atuendo con un delicado buen gusto, el maquillaje era tan suave y le quedaba tan bien que parecía parte de su piel. Anatole tragó saliva, el corsé dejaba ver sus enormes curvas, generosas, voluptuosas y el joven cazador, no pudo evitar que, como todo hombre, malos pensamientos llegaran a su mente, ella estaba simplemente: Perfecta.

- Buenas tardes Madame Amy - Dijo cuando recuperó el habla. De repente se sintió pequeñito y miserable entre tanta ostentosidad.

Comencé a sentir como mi estomago se apretaba al momento que pasaban los minutos, era extraño casi nunca sentía esa ansiedad por lo que podría pasar, ¿y si no venia? ¿Y si le había pasado algo? O tal vez peor, cada interrogante que pasaba por mi cabeza lo único que hacía era atormentarme. Luego pensé que Anatole no era igual a otros hombres que había conocido y si no hubiera podido venir me hubiera avisado o tal vez buscado el modo en hacerlo. Mis dedos alcanzaron un sobre que estaba abierto, el sello que había roto era de una de las grandes familias de Francia. Saque las invitaciones eran cuatro dos tenía que pasárselas a Gaspar el tenía que ir, además era muy amigo de la corona. Nunca entendería ese ¿Por qué? Separe las entradas y sonreí al tener las dos que eran de mi pertenencia.

No sé en qué momento pero su voz me puso tensa, sentí como todo un escalofríos recorrió mi cuerpo, mis bellos de los brazos se erizaron y mi corazón se acelero a su máximo potencial, de mi rostro salió una amplia sonrisa y busque la mirada de aquel joven. No sabía qué hacer en ese momento, verlo ahí tan sencillo, tan él simplemente me lleno de una especie de emoción. – Buenas tardes Anatole – me apronte para salir detrás de aquel mesón e ir a su encuentro, cuando ya estuve frente de él le hice una leve reverencia. – Que puntual – fue lo único que pude pronunciar en ese momento.

Quería preguntarle muchas cosas en ese momento, pero aun teníamos cosas que hacer, se veía demasiado lindo así tal cual estaba pero si algo sabia era que a las personas de la clase acomodada le gustaba ver elegancia mas en las ropas como en los modales, lo estudie de arriba abajo. En eso la puerta detrás de un gran espejo (que era a la vez puerta oculta) salió Nicholas y Gaspar y tan solo escuche – Te está molestando – la voz ronca y sobre protectora de mi socio llego a mis oídos y girando para verlo negué con la cabeza – No, el será mi acompañante –Gaspar se acerco un poco desconcertado según lo que podía ver en su rostro, pero no indagaría mas. – Anatole el es mi socio Gaspar – hice las presentaciones de ida y venida.

En ningún momento le quite la viste de encima a mi acompañante, mi socio era de lo más serio cuando no conocía y tenía que hacer algo para romper el hielo no quería que el cazador se sintiera incomodo – Gaspar ¿tienes el encargo que te pedí cierto? – Se limito a sonreír y el mensajero me paso un colgador forrado – Se verá diferente – si a lo diferente decía elegante, ya lo sabía, Anatole tenía el porte su entrenamiento le permitía verse esbelto y bastante atractivo. Suspire y a cambio le pase las otras entradas a Gaspar. Este las tomo dándole una última mirada a Anatole – Los zapatos están en la caja – dijo dejando una caja sobre el gran mostrador y desapareció.

Me gire teniendo entre mis brazos aquel colgador – Anatole, aquí está tu traje – sonreí, el traje que había oculto era completamente negro, tan solo la camisa era de un blanco elegante, digamos que iba acorde a mi vestido – Solo hay un problema – suspire – Tendrás que entrar al Burdel para cambiarte, en uno de los baños de servicios – en caso que le molestara se me ocurriría algo para que pudiera cambiarse ahí mismo en la joyería, así que me quede en silencio estirando el traje hacia él.

Pocas veces había estado tan nervioso en una situación como en aquella, en realidad más que nervioso se sentía intimidado, el lugar y la gente en si misma eran intimidantes, especialmente ese hombre de nombre Gaspar que parecía bastante seco y serio. Anatole había sentido el desprecio de los que tenían mayor poder adquisitivo durante casi toda su vida, pues era algo relativamente normal en aquella sociedad ignorante, así que no se tomó a pecho la forma en como el hombre le reparó de arriba abajo, seguramente pensando que no era digno de alguien como Amy Von Bennewitz.

- Gracias por las atenciones - Comentó y tomó el colgador con el traje, haciendo una reverencia cortez al tal gaspar, podría ser no digno de Amy por el dinero y la clase, pero y es que ¿Acaso su marido con todo el dinero y clase que poseía si lo era? A su parecer, los cerdos no podrían considerarse de clase alguna.

- ¿D...debo entrar? - Murmuró sorprendido y agregó con inocencia - Nunca he entrado... - Y aquello sonó como si alguien adentro lo fuera a secuestrar o morder. Tragó saliva y se dirigió a la puerta que conectaba con el burdel, aspiró aire profundamente para llenarse de valor - No tardo - Agregó y entró por la puerta. Una vez dentro el ambiente lo sofocó de inmediato, aún era de vida, pero allí era oscuro y el olor a tabaco y alcohol se le filtró por la nariz provocándose nauseas.

Arrugó la nariz, bastante molesto, el olor de la cerveza y demás bebidas alcohólicas le traía recuerdos de su progenitor y sólo Dios sabía cuanto odiaba Anatole ese olor y ese recuerdo. Caminó rápidamente buscando los baños para salir lo más rápido posible de allí, en el fondo vio unas mujeres que vestían como batas largas de dormir, Anatole no supo porqué y aunque sentía algo de curiosidad, se metió en el primer servicio que encontró. De nuevo las nauseas. Algún hombre se habría masturbado allí recientemente pensó y de nuevo le sobrecogió el asco. No era que él no se masturbara, puesto que era algo digámonos así 'natural' para él como hombre, pero pensar que uno de esos idiotas que pagaban por sexo lo había hecho allí le daba ganas de vomitar.

Se quitó la ropa tan rápido como pudo y se colocó la nueva con delicadeza, tenía miedo de romper tan fina seda y empañar el resto de su vida para pagarla, se puso el pantalón negro que milagrosamente le ajustó y la camisa, un poco grande, que se metió por dentro de los pantalones, se colocó el saco oscuro y por último se quedó observando la corbata ¿Como diablos se ponía la corbata?

Caminó de regreso con su ropa doblada debajo del brazo y en cuanto salió el aire fresco de la joyería pareció limpiarle el cerebro y los pensamientos, soltó un pequeño pero sonoro estornudo y se llevó una mano para taparse la boca - Lo siento... es el olor - Finalizó, luego se quedó frente a Amy con las mejillas coloradas cual par de cerezas - Lo siento... no se como anudar la corbata - Agregó en un puchero cargado de frustración.

Gaspar podía ser muy intimidante cuando se trataba de mi, sabía lo que ocurría en mi casa y por lo mismo no dejaba que nadie se me acercara, ya tenía suficiente y el aun no podía hacer nada, pero, simplemente era lo que me había tocado vivir, mire a Anatole, cada segundo que pasaba seguía pensando lo mismo, era uno de los pocos hombres inocentes que conocía, y eso era lo que más llamaba mi atención, luego de la forma en cómo tratarme y la extraña sinceridad que tenia para conmigo. Asentí con la cabeza cuando pregunto sobre entrar, y me quede en silencio simplemente, conocía mi burdel y tenía fe que nadie le haría nada porque, bueno eso no importaba.

Me quede ahí parada sin saber qué hacer, tan solo tenía que esperar m en ese momento los minutos se me hicieron eternos, no sabía si eran segundos o horas… pero todo desapareció para mí cuando la puerta se volvió abrir y de ahí salió el cazador perfectamente vestido, de inmediato sonreí, no pensé que se vería tan bien como lo hacía, el traje le cambiaba de pies a cabeza, El poder de un vestuario de alto costo, pensé y sonríe aun mas cuando dijo lo del nudo – Yo lo hago – me acerque a él lo suficiente, a un paso estábamos mas menos el uno del otro y tome el corbatín, lo pase por su cuello mis manos temblaban de los puros nervios, me concentre y di una vuelta, doble un costado el otro y tire con algo de fuerza, pasa mi mano acomodándola y luego por sus hombros – Te vez… diferente y demasiado elegante – me costó buscar las palabras que calzaran con lo que realmente deseaba decir.

Suspire y mire a mi alrededor, tome la caja de zapatos y se la pase – Falta esto, si no te quedan dímelo aun puedo conseguir unos para que te sientas cómodo y no pienses que molestas por qué no lo haces – me estaba poniendo el parche antes de la herida por que en realidad, quería que esta noche el estuviera cómodo para así hacer de la velada algo inolvidable. – Tu ropa puedes dejarla aquí – apunte sobre una caja forrada, camine por el lugar y abrí una de las vitrinas para sacar una pequeña cajita negra, avance hacia él y le mire el cabello pensando si dejárselo así o peinarlo más, pero preferí dejarlo como estaba a final de cuenta era su toque personal, espere a que se pusiera los zapatos y antes de que me dijera algo le tome del brazo.

Mis ojos se posaron ante los de el – Falta la guinda de la torta – extendí mis manos y abrí la caja en su interior habían unos gemelos, de plata el talle era diminuto pero se notaba una cruza de espadas y un pequeño diamante que relucía, no esperaba que supiera donde iban y aprontándome a ponerlo busque su camisa y lo introduje en el ojal especializado para esta joya – Un pequeño regalo para que recuerdes esta velada – era uno de esos detalles en los que pocos se fijaban pero que de seguro quien lo notara le comentaría, - Un cazador no puede estar sin sus armas – era una especie de broma encubierta. Ya estaba todo listo ¿O se me olvidaba algo?

Cuando ella se acercó para arreglarle la corbata, Anatole se preguntó si así se sentiría tener una esposa, alguien que le ayudara con la ropa y le dijera cuando se veía bien. Sonrió con ese pensamiento mientras ella le terminaba el nudo, le pareció increíble que a sus 23 años no supiera anudar una corbata - Es que nunca he usado corbata... - Murmuró cuando ella estaba cerca - Gracias - Finalizó cuando todo estuvo listo y dejó la ropa en la caja que ella le indicó.

Tomó los zapatos y se sentó en uno de los bancos donde suponía se sentaba la clientela y se calzó los zapatos. ¡Eran los zapatos más cómodos que jamás había usado! Y pues claro, si nunca había usado unos zapatos nuevos de cuero como esos, siempre había usado zapatos viejos del abuelo o de segunda mano, dio dos pequeños saltos como probándolos y una nueva sonrisa se dibujó en el rostro, estaba muy feliz.

- Son perfectos - Comentó dando golpecitos al suelo con la punta y luego con el talón - Son muy cómodos - pero entonces cuando creyó que no podía ponerse mejor, ella se acercó y le puso dos pequeñas piezas en la camiza, parpadeó varias veces observando los detalles de la fina piedra, en efecto tenía unas ramas diminutas, Anatole se sonrojó, todo eso era demasiado. No podía aceptar tantos regalos de una dama, era además muy vergonzoso. Se aseguraría de devolverlo todo al final.

- Es verdad... no se puede salir sin un arma... - Comentó avergonzado - Todo esto.... creo que estoy muy nervioso - Comentó finalmente, no podía evitarlo, con ella no podía evitar ser sincero - Si crees que estoy listo... saldremos en cuanto te apetezca -

Parecía alguna festividad navidad o su cumpleaños en el podía ver con gran claridad la alegría que recibía ante tantas atenciones que yo le daba. Me trajo a la mente cuando use por primera vez un corsé, o cuando me regalaron mi primera joya o como el primer baño de tina entre muchas cosas, porque no toda mi vida había sido una mujer con dinero aun cuando el dinero no fuera mío, gracias a mi sucio trabajo y ahora a la joyería había ahorrado por largos años, para liberar a mis padres, me importaba un pepino quedarme sin nada pero compraría su vida con todo lo que yo tuviera.

Estaba hipnotizada ante pensamientos que no iban al momento, una mezcla de felicidad, orgullo, ternura y emoción. Ante mis ojos era una cita pero en realidad era solo el me estaba haciendo un gran favor. Tome aire y le guiñe un ojo – Estabas hecho para ese traje – pase mi mano por su cabellera para desordenarla aun mas – Siempre uno tiene que conservar su esencia – aquello le daba un toque demasiado ¿sexy? Había pensado eso, baje la mirada y la puerta de la joyería se abrió con una voz demasiado Ronca el chofer del carruaje anunciaba que ya estaba listo para llevarnos al Hotel. – Es hora de irnos – susurre tomando las entradas. Y aprontándome a la puerta de salida.

Me subí al carruaje con ayuda del chofer mientras levantaba un poco mi vestido para no tropezar, me deslice en el asiento haciéndole una seña a Anatole que se sentara a mi lado, luego de que él se acomodara. El chofer cerró la puerta e hizo que los caballos comenzaran andar por las calles de Paris. No quedaba tan lejos así que doblamos en una esquina, avanzo por la calle en línea recta y continuo su recorrido, estaba tan nerviosa que no pude decir ni una sola palabra, ni siquiera tenía algo conciso en mente estaba en blanco por primera vez en mucho tiempo me sentía tan cómoda que no era necesario tener un plan b por lo que podría pasar. Los caballos se detuvieron haciendo que el estomago se me retorciera, gire un poco mi cabeza hacia el – No te dejare sola y cualquier duda que tengas ya sabes a quien acudir – me habían enseñado por largos años a comportarme, a como ocupar el servicio en una mesa, a qué hacer en un coctel, hasta me habían enseñado de que conversar y aunque dudaba que los tuviera que ocupar esa velada, nunca estaba de mas.

Nos bajamos y de inmediato me colgué del brazo de Anatole – No bajes la cabeza delante de nadie, salvo que sea de la corona pero yo te diré – concejos, no quería que hablaran de él, Anatole era lo más puro que conocía en mi vida y lo protegería hasta… hasta siempre. ¿Éramos algo parecido a Amigos? Me hice la pregunta mientras una alfombra nos daba la bienvenida y un caballero sumamente elegante recibía las entradas, pase las mías sonrió ampliamente y luego una escolta nos guio hacia un gran salón, donde todo estaba dispuesto en perfecto orden.

A la izquierda del lugar habían dispuestas varias mesas con muchos tipos de comidas, frías, calientes, postres, frutas, carnes, de todo lo que se pudieran imaginar, con adornos que demostraban que todo era de suma elegancia. Por otro lado estaban los mozos sirviendo tragos a las personas, igual habían varias mesas con diferentes tipos de bebidas alcohólicas y no. Todos los presentes estaban perfectamente vestidos y de fondo había un pequeño escenario donde una pequeña orquesta tocaba unas suaves melodías. – Se le llaman reuniones de asuntos políticos, para hacer alianza aun cuando no hablemos con nadie siempre nos tendrán en consideración – le dije al oído mientras lo guiaba por la sala en busca de un lugar donde quedarnos y hablar, comer o lo que fuera que hiciéramos. Esta era una oportunidad para él, si alguno de los presentes le llamaba la atención podrían darle algo, un beneficio, contratarlo para lo que fuera…

Ella le revolvió el cabello con confianza, y con ese gesto, Anatole sintió como si la conociera de mucho tiempo, fue un gesto casi de hermandad, volvió a sonreír, el sonrojo de sus mejillas se fue disolviendo lentamente mientras se dejaba guiar hasta el carruaje, deseaba verse en un espejo pues sentía mucha curiosidad sobre como se vería con tan elegantes ropas, pero ya tendría tiempo para eso. Siguió a la dama hasta el carruaje y lo abordó haciéndo una venia pequeña al conductor. Durante el trayecto estuvo jugando con la corbata, enrrollándosela entre el dedo indice y el corazón, se imaginaba que era como una gran lengua roja de algún perezoso y enorme lagarto.

Llegaron más rápido de lo esperada y eso volvió a ponerlo nervioso, el lugar era además más lujoso e imponente de lo que esperaba, de hecho había pasado por ahí cerca alguna vez, pero ese tipo de lugares de la aristocracía le hacían sentir como si tuvieran una barrera invisible que le evitara pasar, siempre había redondeado la cuadra para no estar muy cerca (además porque temía ser confundido por un ladrón y ser apresado merodeando el hotel).

Una vez dentro, se le fue la voz por completo, asintió a los consejos de ella sin poder responder de inmediato, el lugar era más deslumbrante que la propia joyería y por primera vez desde que conocíó Amy se cuestionó si todo aquello si había sido una buena idea. Estaba claro que las clases sociales eran completamente opuestas y el vacío material existente entre ambos se manifestó más que nunca en ese momento.

No... no – Murmuró – No pensé que fueras... tan rica – Finalizó nervioso, sentía como si estuviera al lado de una especie de princesa o condesa. - Estás segura de que... ¿es una buena idea? - Agregó y luego giró su rostro hacía ella, no quería avergonzarla - ¿No tendrás problemas si alguien te ve conmigo? - Le preguntó muy consternado.

A lo lejos una de las damas del lugar, vestida con un precioso vestido de encaje azul celeste, le guiñó el ojo con picardía.

La noche sería larga.

(( perdon por la tardanza pero se debe a mi trabajo... espero poder contestarte una vez a la semana :/ ))

Aquellos encuentros de las clase adinerada de la ciudad y el mundo eran un verdadero espectáculo yo principalmente iba a comer, porque me encantaban los banquetes que servían en esos lugares, más que nada iba siempre por obligación del brazo de mi esposo pero como el no pudo venir me había encargado y mandado que viniera si o si, a él le preocupaba mucho el que dirán así que con mi presencia bastaba para que supieran que el gran señor Von Bennewitz estaba presente. De reojo miraba a Anatole, me gustaba observarle así tan sorprendido de lo que veía, quizás yo alguna vez igual me sorprendí de esa forma, suspire mientras él decía unas palabras que me desconcertaron un poco.

Moví la cabeza y me puse delante de él – Yo no soy tan Rica, mi esposo y su familia son los adinerados y puedo decir que la joyería la monte yo con mi esfuerzo y sacrificio sin ayuda de nadie – si de seguro pensaría que me metí con toda Francia para obtener un comercio como el mío, pero en realidad no era así, había ahorrado por largos años desde que tenia dieciséis para tener algo con que alimentar a mi familia y como en mi caso no podía hacerlo no iba andar derrochando el dinero, así que simplemente había invertido en algo que conocía gracias a mi “esposo” el negocio de las joyas. Me acerque a él y le susurre a su oído – Muchos de los hombre que están presentes esta noche visitan el Burdel me conocen y saben guardar secretos o si no Gaspar se encarga de ellos, así que no te preocupes tu diviértete por qué me sentiré mal si no lo haces – sinceridad, para que le iba a mentir u ocultar algo a Anatole, tenía que decirle las cosas como eran.

Infle mi pecho algo molesta cuando una dama bien vestida y bastante hermosa le había cerrado el ojo a mi acompañante, era más joven de seguro en la flor de los dieciséis buscando un buen partido para contraer matrimonio y que mejor lugar que este tipo de reuniones pensé – De seguro aquella anda en busca de un esposo – dije con algo de malestar o a caso eran ¿celos?, lo tome del brazo y lo guie hasta la mesa de aperitivos tome una pequeña copa y se la extendí – Para comenzar la noche – tome una y le di un pequeño sorbo, era un trago bien dulce con sabor a fresas y una pizca de menta. – Sera una noche larga – sonreí, esperando que se sintiera un poco mejor.

A Anatole le sorprendió bastante escuchar que la joyería la había montado ella misma con su esfuerzo y dedicación ¿Cuanto dinero se necesitaba para montar un negocio tan próspero? Se cuestionó observando los lujos desproporcionados del lugar, los candelabros eran tan grandes que le dió la impresión de que matarían a alguien de caerse alguno del techo. Su mente se desvió en pensamientos imaginándose como sería si se cayera un candelabro, los vidrios quebrados, el escándalo y el griterío... pero entonces lo que dijo Amy a continuación lo sacó por completo de su ensoñación.

¿Se había acostado con esos hombres? Abrió mucho los ojos sin poder disimular la sorpresa que esto le causaba, pues lo que ella decía lo interpretaba como eso precisamente, que todos esos hombres ricos iban a visitarla en las noches. La sóla idea lo llenó de repulsión y una rabia que más bien parecía celos. Frunció el entrecejo ignorando a la chica coqueta y siguiendo a 'su' dama hasta la mesa con bocadillos.

Buscando marido, había dicho ella, pero a Anatole poco le importaba la búsqueda de una esposa, no en ese momento, no cuando tenía a una mujer que le interesaba diciendo la cruda verdad sobre su trabajo. Recibió la copa sin dejar de fruncir el ceño y no contestó al brindis, en vez de eso, de su boca salió una escueta pregunta.

- ¿Todos estos hombres son tus clientes? - Su voz parecía más grave mientras le mantenía la mirada.

En blanco, así me quede cuando escuche la pregunta que Anatole me hacia ¿a caso? Ni siquiera podía pensar bien en ese momento cundo el parecía juzgarme por lo que ya habíamos hablado días antes, suspire bajando la cabeza mirando la copa que reposaba entre mis manos, de re ojo observe a todos a mi lado, mire a cada uno de aquellos caballeros la mayoría iba al burdel, a buscar a alguna jovencita de buenas curvas, de caderas anchas y voluptuosos pechos, yo sinceramente no caía en la descripción de sexy en ese mundo donde los hombres eran tan… exquisitos moví mi cabeza de un lado a otro dejando la copa en una mesa aledaña.

¿Molesta? Si y mucho, la sonrisa ya no era parte de mi rostro, me sentía chiquita en ese momento por primera vez en mucho tiempo quería salir huyendo y lo peor, el dolor no lo causaba mi odiado esposo, si no… aquel jovencito que tanto cariño le tenía… que tanto me había demostrado, respire profundamente - NO, No Anatole, no todos son mis clientes – el tono de mi voz había cambiado y aunque deseaba con mis fuerzas sonar molesta no me escuchaba así, sino mas bien me notaba triste, angustiada – No me he acostado con ninguno de los hombres que están en este salón… ellos van en busca de jovencitas delgadas, con cinturas pequeñas, piernas delgadas, caderas amplias y pechos voluptuosos, no me van a buscar a una vaca – sí, me había referido a mí, de aquella forma.

Me di media vuelta y me puse a caminar hacia algún balcón necesitaba aire, necesitaba salir en ese momento de aquel lugar, no podía creer lo que había hecho debí quedarme en casa, ahorrarme malos ratos, al final… si al final todos los hombres eran cortados con la misma tijeras. No mire hacia atrás, ni siquiera le dije algo a mi acompañante, me dolía dejarle ahí en medio de todos, pero necesitaba algo para mi, ¿pensar? Quizás…

Avance, vi sonrisas, saludos, solo me detuve para sonreí con cinismo no quería, muchos damas y varones me saludaron, no me importo, llegue hasta un gran ventanal, estaba medio abierto pase por ahí necesitaba esconderme…



Off: Lamento la enorme demora!!! ><