Lee y conducirás, no leas y serás conducido. {Libre}

Desde que había pisado este país no había tenido la ocasión de poder acercarse a echar un vistazo a la que decían que era una de las mejores bibliotecas del mundo. Si bien era cierto que en su casa poseía una propia, nunca se podría comparar con un edificio entero repleto de libros de tales dimensiones como era la gran biblioteca de París aunque en su ciudad natal si que poseía una biblioteca bastante completa que casi podría alcanzar las grandezas de esta.

Aceptando su curiosidad por la gran biblioteca y adquiriendo un poco de información acerca de las secciones que poseía o los requisitos que había que poseer para entrar en alguna de ellas decidió acercarse a ver que le podría ofrecer aquel maravilloso edificio. Se podía decir que aparte de los idiomas y de la historia clásica y pasión era la filosofía, a pesar de que fuera una negada para filosofar, disfrutaba leyendo los escritos de grandes tales como Platón o Aristóteles. Así que decidió dedicarse por ese día a la sección de filosofía, aunque había un pequeño inconveniente. Para entrar a dicha sección necesitaría la compañía de hombre que se hiciera pasar por un pariente o por su prometido.

Se atavió con ropas no muy llamativas y consiguió que un joven de su servicio se hiciera pasar por su hermano. Consiguió algo de ropa más adecuada para la ocasión para el joven y una vez estuvieron acicalados emprendieron rumbo desde su casa hasta el famoso lugar. Dicho sitio era tal como se lo habían descrito y como Santana se había imaginado. Tras unas cuantas preguntas acerca del lugar y cierta información más detallada, Santana y el joven se dirigieron por aquellos largos pasillos a la puerta correspondiente que le daría paso a un mundo de lucubraciones infinitas.

Observaba el lugar con detenimiento, fijándose en los detalles como era de costumbre. Una vez estaban bastante cerca del lugar correcto pudo observar como una joven sin ninguna compañía estaba detenida como esperando algo. Sonrió y sopesó la posibilidad de que como ella, buscara la opción para entrar a aquella sala llena de libros, solo que la joven no había tenido planeado su estrategia para conseguirlo por lo que decidió ayudarla. Si algo tenía claro Santana en la vida era que no se debía negar el conocimiento a nadie que quisiera aprender.

Continuó andando agarrada del joven mientras le susurraba algo al oído que solo ellos dos pudieran comprender, dejó al mismo justo a las puertas y se dirigió a la joven que miraba por la ventana con gesto abatido esperando no asustarla- nunca debéis darnos por vencida, si deseáis puedo ayudaros a entrar-susurró lo suficientemente cerca como para que solo ella la oyera pero a la vez que no la tomará por psicópata o algo parecido. Cuando consiguió la mirada de la joven le ofreció una sonrisa cálida y le guiñó el ojo en gesto cómplice mientras la tomada del brazo dirigiéndose a la puerta y al muchacho tomándolo con el brazo que le quedaba libre.

Así de forma un tanto observada pero sin que nada pudiera decir nadie, consiguieron entrar en la ansiada sala. Santana se soltó de ambos jóvenes y le concedió una palabras al muchacho para que luego desapareciera entre las estancias llenas de libros. Volvió su mirada a la joven y le regaló otra sonrisa, se dio la vuelta para continuar su camino hacia los libros y antes de dar un solo paso volvió a mirar a la joven de medio lado- por cierto, de nada-hizo una pequeña regencia con la cabeza y se sumergió en uno de los pasillos observando cada libro con gran entusiasmo buscando alguno que le llamara la atención.

No se sorprendió mucho de la pequeña descortesía de aquella joven desconocida, era natural, primero por el hecho de que ninguna de las dos se había visto en la vida y pocas veces un desconocido te ayuda sin querer nada a cambio (aunque esta era una del esas pocas ocasiones) y segundo por la emoción que había demostrado la joven nada más entrar por aquellas puertas admirando la habitación con sumo entusiasmo olvidándose del mundo y de como había llegado a entrar.

Rio para si cuando vio de soslayo en el último vistazo la leve reverencia hacia ella y se dirigió sin más miramientos hacia los libros. A decir verdad muchos ya había tenido la gran oportunidad de leerlos, recordaba las mañanas enteras que se Babia pasado leyendo a Platón, Cicerón, Aristóteles, entre muchos otros además de las miles leyendas sobre mitología griega o romana. Ni que decir que siempre había tenido curiosidad por la mitología y los dioses de las antiguas Grecia y Roma.

Absorta estaba en poder coger diversos libros de las estanterías hasta que un leve roce en su hombro llamó su atención. Se dio la vuelta con lentitud y volvió a ver a la joven de antes, sonrió y supuso a que había vuelto. Rio entre dientes por el titulo que le había dado, el teatro con su sirviente tubo que haber sido bueno pues la chica creía que era su esposo, pero no dijo nada y la dejó continuar con su pequeño agradecimiento. Notaba su nerviosismo en la voz además de que esquivaba mirarla directamente a los ojos, por lo que se apiadó de ella y no dijo nada quedándose quieta como estatua.

Rodó los ojos cuando volvió a huir de su presencia entre los grandes pasillos llenos de libros para desaparecer de la vista de Santana. Se volvió a tomar su tiempo buscando y recogiendo libros, dándole tiempo a la joven para que su vergüenza se disipara un poco y así poder hablarle sin que volviera a salir corriendo. Cuando estimó oportuno que había pasado el tiempo suficiente, empezó a buscar disimuladamente a la joven con todos los libros que había considerado interesantes.

Por fin halló un pequeño rincón al que no le llevaba mucha luz y donde estaba la joven. Se acercó sigilosamente sin hacer ningún ruido y se apoyó en la pared detrás del asiento observando como la chica se limitaba a mirar el techo con una expresión avergonzada, cosa que le extrañó, por la emoción con la que entró se imaginó que debía estar devorando los libros con los que la había visto antes.

-Me gusta más el título de señorita pues todavía no tengo esposo-volvió a reír entre dientes ante la pequeña corrección que le estaba haciendo un poco tarde- sinceramente pensé encontraros absorta en la lectura en vez de mirar con tanto detenimiento en techo, aunque si hay algo más interesante ahí arriba que en la leyendas de héroes decídmelo para también deleitar mi vista-esperó una respuesta por parte de la joven para saber si seguir hablando o volver a buscarla por la sala.

Observó con pasividad como la muchacha volvía a sorprenderse ligeramente ante su presencia, parecía que no esperaba que la buscaran. Si no hubiera sido tan tímida a la hora de su agradecimiento y no hubiera errado al ponerle título a Santana, seguramente, ni se habría inmutado por la joven pero le había entrado curiosidad al ver tanta timidez al hablar y su huida no muy disimulada. Allí estaba con una ceja enarcada y apoyada en la pared con dos libros en sus manos, sonriente y complacida por ver que no salía de nuevo corriendo. Asintió con su disculpa quitándole importancia ya que la joven le daba más de la que tenía tornando su rostro a un tono rojizo.

-No te preocupes, se trataba de que creyeran que era mi marido ya que veo que el parentesco iba a ser más difícil de aparentar-rio entre dientes dándose cuenta que hasta ahora no había reparado en el joven no se parecía lo suficiente a ella como para ser algún familiar, lo único que tenían en común era la tonalidad morena de la piel. No pudo evitar volver a reír ligeramente cuando la chica siguió disculpándose, esta vez por no prestar atención al libro que estaba sobre el asiento donde un momento antes de llegar Santana estaba sentada ella.

Se quedó mirando el libro y Santana seguía mirándola a ella observando como cogía el libro entre sus manos y acariciaba la encuadernación. Dicho gesto le desveló que no tenía la oportunidad de estar con un libro así a pesar de que parecía tener una buena posición social. A pesar de ello parecía tener gran interés por ese tipo de lecturas al contrario que mucha gente de su edad que precisamente su mente no estaba dispuesta a aprender de los grandes filósofos.

Le causó cierta gracia ver como cambiaba su expresión a una más formal para presentarse y pedir saber su nombre. Hizo una pequeña reverencia con la cabeza sin dejar de estar apoyada contra la pared y volvió a sonreír- Mi nombre es Santana López –ahora si dejó de apoyarse y se irguió acercándose un poco más a ella- y debo decir que es para mi un placer poder conocer a alguien tan interesada por los libros como para intentar colarse por si sola en esta sección.

Admiró a la joven de arriba abajo, definitivamente había que tener muchas ganas de entrar en la sala como para intentar colarse o por como había aceptado la ayuda de Santana, hacerse pasar por pariente de alguien que entrara. Mientras divagaba en sus cosas podía notar perfectamente como Aredhel parecía en otro mundo, aunque conocía perfectamente esa mirada. Era las consecuencias de ese cierto magnetismo que se poseía al convertirte en cierto ser no muy normal. Por supuesto no lo utilizaría en contra de la chica pues no quería nada de ella y respecto a comida iba servida por ese día.