Insoportable acuerdo. #Privé

por **Dagmar Biermann** Jue Sep 13, 2012 4:35 pm

No existe felicidad en acuerdos poco deseados.

Lugar: Paris, Francia.
Ubicación: Palacio de eventos centrales.
Objetivo: Hacer que se conozcan el príncipe de Inglaterra y la hija de una reconocida familia de comerciantes, con la finalizar de llegar a un común acuerdo.

Sus días comenzaban a tomar otro tipo de rumbos, ya no se trataba de estar buscando simplemente cazar, ahora las cosas eran distintas, se buscaba una vida, un futuro, no simplemente vivir el ahora. Ella estaba confundida, se le notaba por la torpeza de sus pasos o incluso en sus manos. La segura señorita Biermann tenía los pensamientos en todo y en nada a la vez, todo tenía razones de ser, primero había aprendido que no todos los vampiros eran iguales, uno de ellos se había metido en su vida, y no se saldría tan fácilmente, es decir, ya no volvería a tener la misma mente cerrada, quizás algunos seres valían la pena, quizás algunos, pero no todos, debían morir unos cuantos, después de eso viene un nuevo encuentro, dónde un rubio se mete no solo en sus pensamientos, también en su corazón, y eso ya es bastante complicado de manejar. Dagmar no está acostumbrada a ese tipo de cosas, incluso se puede jurar que ella estaba completamente negada al amor, eso no iba para una cazadora que había hecho una promesa, la cual tenía que ver mucho con la protección de su misma especie, pero dado que el corazón es el que manda y no su sentido de la razón, ahora mismo se sentía en ese lago de de confusión, amor, negación y remolinos que la llevan a un estado de torpeza.

Desde que sus padres habían tenido que viajar por una enfermedad que la mamá de ella tenía, había estado recibiendo constantes cartas, cada una de ellas dejaban en claro la preocupación que sentía por dejarla sola demasiado tiempo. Las cartas eran constante, y ella pronto pudo descifrar las cosas, sus padres querían que se buscara lo que cualquier señorita de su edad, y con su poder adquisitivo tenía que hacer: Buscar un prometido. La simple idea la tenia de mal humor, la hacia desear que ya no volvieran y se ponía en una situación incomoda, pues si sus padres no volvían pronto, seguramente no podría presentarles a Hunter, y dejar que ellos les dieran su aprobación. Por lo pronto tendría unos días de relajación, y una fiesta importante a la cual asistir, que para su mala suerte, era aquella noche, y que incluso un vestido esperaba en la cama de su habitación, uno que su madre había escogido desde España para ella. Desenfundó el papel de regalo de la caja, y observó el hermoso vestido azul rey. Suspiró con una mueca, seguramente habrían gastado una fortuna en esa prenda, y ahora se lo tendría que poner. Dagmar nunca gastaba en cosas tan banales, de hecho la mayor parte de sus ingresos eran invertidos en su sociedad de cazadores, pero sus padres no se medían en eso, derrochaban como sino existiera un mañana. Se detuvo en su cama. y se recostó hasta quedarse dormida, y no por mucho tiempo, pues sus damas caseras se dedicaron a levantarla, bañarla, vestirla y dejarla completamente lista para la fiesta. ¡Qué fastidiada estaba! Se le veía en el rostro, se portaría como la más estúpida de las mujeres existentes en la tierra, ella sabría como hacerlo.

Dagmar se encontraba entre la oscuridad de un carruaje, observando la luz decorativa del lugar dónde celebraría una gran fiesta. Señoritas como ella, y claro hombres de condiciones importantes se relacionarían, todos contra todos, buscando la manera adecuada de elegir a esa persona correcta para pasar el resto de sus días. Por primera vez en quien sabe cuanto tiempo la joven estaba nerviosa, y peor aún, temerosa. No deseaba bajar, deseaba que las sombras consumieran el tiempo y el chofer le pidiera simplemente regresar a casa por la hora, pero a veces por más despreocupada que ella sea, existen momentos en los que debe simplemente acatar lo que se le manda. Y ahí estaba, estirando la mano a uno de sus guardias personajes, sonriendo de forma hipócrita, y aceptando la salida del medio de transporte, para poder por fin llegar a los escalones del costoso lugar, adentrarse y dejar que los minutos avanzaran para esconderse entre las sabanas de su cama, y pasar todo el trago amargo al que estaba obligada.

- Buenas noches - Susurró cuando avanzaba por aquel lugar, haciendo pequeñas inclinaciones de cabeza, Dagmar raras veces podía ser percibida así, incluso pasaba de largo cuando en algunas ocasiones las miradas iban dirigidas de forma morbosa a su figura. Aquel escote no es que dejara mucho que desear, ella poseía grandes atributos, y su madre, bueno… Seguramente aquello era planeado por ella, que su pequeña hija fuera el centro de atención, la más deseada. La joven en ocasiones volteaba a ver a la palma de su mano. Según la invitación que había recibido, debía conocer a un príncipe con el nombre de "Stephen", pero la simple idea de preguntar por un hombre le ponía de mal humor. Decidió entonces que era momento de utilizar su primer plan. Caminó entre la multitud sin mirar a ningún lado, sólo a una puerta, y cuando por fin estuvo frente a ella, sintió que el aire estaba por salir de su cuerpo. Dagmar salió a los jardines. Necesitaba el aire fresco de la libertad, esa que había tenido toda la vida y había aprendido a amar.

por Invitado Miér Dic 19, 2012 12:33 pm

Hace mucho tiempo había ocurrido un suceso similar en su vida, gente interesada en su fortuna y título habían intentado casarlo con mujeres a los que él jamás quiso, Stephen nunca estuvo a favor de ese estilo de compromisos, prefería mil veces estar solo que estar para siempre junto a alguien a quien no amaba. Tenía sus ideales claros como para aguantar que sucediera otra vez. Todo en su cabeza era un lío cuando se había enterado que su hermano había decidido emparejarlo con una mujer que ni siquiera conocía, no entendía qué era lo que realmente quería lograr ¿Sería una especie de venganza? De todas formas, si fuese así, él se lo merecía y lo tenía claro. Llevaba días comportándose extraño, algo aislado, más serio de lo normal y con suerte salía a alimentarse, tenía una especie de lucha en su cabeza por intentar no aceptar la propuesta que le habían impuesto y por otro lado estaba el castigo que debía recibir por lo hecho hace mucho tiempo más.

El príncipe sentía rabia en su interior y no podía controlarla, si bien solía ser alguien bastante paciente y pacífico habían veces, aunque muy pocas – jamás se le había visto descontrolado, solo cuando inició como vampiro -, que realmente necesitaba tener algo más que un respiro. En aquellos momentos era cuando decidía alejarse por un tiempo del lugar para encontrar el equilibrio nuevamente, pero esta vez no podía, se había enterado por error sobre los planes de Dorian, estaba en el lugar incorrecto y en el momento inadecuado. Por la culpa que sentía el vampiro jamás había podido enfrentarse bien al Rey, y en realidad a él jamás le habían importado los títulos, su hermano sabía que no tenía derecho alguno a manejar su vida y menos de esa forma.

De todas formas ya nada podía hacer ya que había llegado aquella “maldita” invitación al gran evento donde él conocería a su futura prometida, la situación le apestaba y más aún por el hecho de no haber podido irse aunque sea un corto tiempo. En ese momento Phillipe llegaba al cuarto para ayudarle a escoger su ropa y todo lo necesario, solo una mirada bastó para que el mayordomo se diera cuenta de lo que sucedía – No creo que se deba seguir culpando por el pasado, era joven y estaba recién transformado, si bien no hay excusa para lo que hizo al menos debería por terminar de asumirlo, no es prudente que tolere todas las decisiones del rey solo por el error que cometió, Señor Windsor –En ese momento Steph estaba sentado en su cama, con ambas manos sobre su frente y con los ojos cerrados, al escuchar a Phillipe se levantó alterado y cerró la puerta de manera brusca, a lo que el humano ni siquiera se sobresaltó – Sabes perfectamente que para mi no es tan fácil de hacerlo, llevo siglos arrepintiéndome por lo mismo y por más que he intentado mejorar la situación…no he podido…Creo que me corresponde aceptar esto – Se apoyó en la pared llegando a agrietarla, comenzaba a perder el control de su misma fuerza y eso no era un buen indicio. – Sé mejor que nadie el cómo se siente y cuánto lo ha intentado, de todas formas ¿Está dispuesto a arruinarse la vida por algo que ocurrió hace tanto tiempo señor? – El vampiro se dejó caer al suelo y miró a Phillipe con una sonrisa irónica en su rostro – Yo arruiné la vida de él ¿Por qué no aceptaría entonces el mismo castigo?...Además no quiero volver a decirte que me trates simplemente como Stephen, detesto esa cordialidad. - El mayordomo dejó escapar un suspiro hondo y ordenó su ropa lista sobre la cama y luego el príncipe le ordenó a salir, ya no quería hablar más del tema.

No tomó demasiado tiempo para estar listo, el carruaje ya estaba esperándolo afuera y el rostro de Stephen no mejoraba, no estaba con el mejor humor como para aguantar toda aquella hipocresía que siempre había en aquellas situaciones. El camino se le hizo demasiado corto a lo que esperaba pero ya estaba ahí y no podía hacer nada más que aceptarlo. Al momento de entrar al lugar muchas personas se le acercaron a saludarle y conversar, pero solo saludaba de forma seria evitando tener mayor contacto con cualquier persona puesto que ya quería irse. Su vista se fijaba en cada persona que había en el lugar preguntándose quién se suponía que él debía conocer, Dorian no le había informado demasiado sobre el asunto, razón por la cuál perdía más el quicio.

Sin esperar demasiado tiempo y aprovechando que la gente comenzaba a darse cuenta de que su humor aquél día no era lo mejor se perdió entre la gente para salir a los jardines a sentarse, al menos esperaba poder calmarse un poco y dejar de comportarse como un imbécil, era algo que a él mismo le molestaba. Pero su tranquilidad no duraría demasiado, Steph observó de reojo cómo una mujer salía también, quizás escapando de la multitud al igual que él, no hizo mayor contacto y desvió la mirada hacia el cielo - ¿Escapando también? Veo que no soy el único – Comentó de forma irónica, no era normal en él pero simplemente no lo podía evitar además no sabía bien cuál era el rol que debía cumplir esa noche.

Spoiler:

por **Dagmar Biermann** Jue Ene 10, 2013 4:47 pm

Sin importar la hora en la que se encontraba, el jardín se veía hermoso, con luces por todos lados, con colores variados gracias a la gran cantidad de flores. Si se aspiraba con profundidad, se podía experimentar una especie de placer gracias a los olores que las flores expedían. Ella se relajó con la naturaleza, sentirla ahí frente a ella la hizo recordar muchas experiencias divertidas en medio de cacerías. Sus labios ya no mostraban una mueca de molestia, sino una sonrisa de tranquilidad. Incluso el bullicio de la fiesta parecía haberse esfumado, ella se sentía en casa en medio de flores bien cortadas, le recordaba aquel momento de niña, cuando su madre discutía de forma graciosa con su padre por llevarla al campo de batalla. Se relajó, algo muy extraño en ella, pues cuando se exaspera no hay poder humano, o incluso sobrenatural que la controle. Quizás Dagmar simplemente necesitaba un poco de armonía para seguir adelante, quizás necesitaba tranquilizarse, pues aunque le costara aceptarlo, ella se sentía miedosa por aquello desconocido. Ella era una mujer de armas, no de enseñanzas protocolarias destinadas a un matrimonio acordado, por eso su miedo era grande.

- ¿La vista es hermosa, no lo cree? - Pronunció, sin despegar sus ojos de aquel jardín demasiado cuidado. Al final de la fiesta buscaría al jardinero, al responsable de aquella obra, le daría las felicitaciones, y quizás buscaría de su trabajo. - Los arboles, las flores, los rosales, la fuente, todo está en perfecta armonía. ¿Lo ve? - Se giró, y acercándose, sin afán de parecer atrevida, le señaló las formas que había encontrado, los tamaños de mayor a menor, y las tonalidades - Escapar de la fiesta nos ha traído al paraíso visual - Le mencionó de forma divertida, y luego giró su rostro para captar el de su acompañante. Regalándole una amplia sonrisa, llena de sinceridad y ligera emoción. Dagmar no estaba arisca como otras veces, incluso sabiendo la meta que tenía que obtener aquella noche. Suspiró de forma profunda, y se dispuso a analizar el rostro ajeno. Le pareció curiosa su piel tan pálida, tanto incluso como la de un vampiro, relacionar aquello la hizo arquear una ceja, pero pronto negó, aquella noche no había traído a la cazadora alerta, simplemente era la mujer con ideales distintos. Después siguió con sus ojos, los cuales marcaban el fastidio y la resignación de la noche; la nariz respingara, los labios carnosos, todo en él era una armonía perfecta como él jardín, y a simple vista ya le estaba agradando, esperaba que el abrir su boca no arrumara las cosas. - Lo único quizás no existe, incluso en medio de tormentos o actividades sádicas, siempre existirá quien acompañe nuestros deseos - Le comentó sin ganas de molestarle, sólo de animarle.

- Mi escape no es solo de la fiesta, sino también de ese destino que no quiero cómo mío, espero me entienda, al menos lo que trato de decir - Soltó una risa reducida y cómplice y se volvió a separar, tomando una distancia correcta ente ambos cuerpos. - A veces, o quizás la mayoría del tiempo odio las reglas de la sociedad - Confiesa sin muchas ataduras, y se vuelve a acomodar en la misma posición inicial en la que se habían topado. - No parece muy animado ¿Quiere contarme que le tiene en ese estado? - Le miro de reojo por escasos segundos, y volvió a enfocar su vista. Dagmar sintió una especie de escalofrío recorrer su cuerpo, una especie de temor, cómo un mal presentimiento, pero lo ignoró, nada podía pasar con un desconocido, además, de ser atacada, ella tenía el entrenamiento para salir bien librada, ser mujer no le impedía dar unos buenos golpes, al menos no se le impedía a ella. Se dio la vuelta, recargando su espalda en la pequeña estructura que protegía ese balcón. Observando aquella fiesta llena de farsas.

- ¿Viene acaso a buscar prometida? ¿No cree un acto demasiado brutal que te destinen lo que el corazón mismo debería llegar a sentir? Creo que los seres humanos somos los que de verdad nos hacemos daño, no los animales o la madre naturaleza - Ella no iba a comentar sobre vampiros y licántropos, pero se daba a entender a la perfección lo que intentaba decir - Creo que todo es tan… triste - Terminó de decir, sin mucho animo. Cerrando los ojos con fuerza y negando. Al abrirlos se había topado con el rostro masculino, y le intentó sonreír - Mis padres me han mandado por eso mismo, pero estoy buscando la manera de escapar del mandato, quizás escape en medio de la noche, al menos ya hice acto de presencia - Se encogió de hombros muy divertida. - Ojalá a quien le hayan destinado, llegue a llenar al menos la mitad de sus pensamientos, al menos con una mitad, no estará tan desdichado - Le comentó hablando más bien de lo que deseaba para ella misma.

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