AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Asechada - privado
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Asechada - privado
Como cada tarde, cuando el sol comenzaba a menguar, llegó a la catedral, aquella construcción que sin saber del todo porqué, le parecía que la protegía de los peligros que asechaban su vida. Tratando de pasar inadvertida, cruzó la nave en silencio, llevaba riguroso luto – como cada vez que iba a pedir por el alma de sus amados. Sus sedosos cabellos, estaban ocultos tras un espeso velo, al igual que su rostro. Se inclino en frente al santísimo, apretó entre sus manos el relicario que guardaba la única posesión que le quedaba de su pasado. Un miniatura pintada por un artista importante de Turín, donde estaba plasmado el rostro afable de su madre, para ella aquel objeto representaba mucho mas que tener presente en la memoria su rostro – era el constante recordatorio de que no debía olvidar su venganza -.
Repitió la misma plegaria muda que cada día elevaba al cielo – Devuélveme, Padre Eterno, la paz que alguna vez tuve, ayúdame a librarme del demonio que está cerca y asechando. – Comenzó a rezar las plegarias que de pequeña le enseñaron, su voz suave y dulce como el trinar de un avecilla se elevaba con sus suplicas al igual que el incienso que perfumaba el lugar.
Una brisa suave y casi imperceptible, la trajo de vuelta al presente, giró su cabeza para ver quien entraba pero solo pudo observar a un monje rezaba por las almas del purgatorio. Se angustió, no le gustaba estar fuera de la mansión cuando el sol se ocultaba – seguramente ese ser estará listo para otra noche de sangre y lujuria – pensó, mientras se persignaba y se ponía de pie. Pero en ese instante un mareo la detuvo e hizo que se tambaleara. Como pudo se acercó a uno de los bancos y se sentó. Cerró los ojos e inspiró profundamente buscando oxigeno para sus pulmones.
Repitió la misma plegaria muda que cada día elevaba al cielo – Devuélveme, Padre Eterno, la paz que alguna vez tuve, ayúdame a librarme del demonio que está cerca y asechando. – Comenzó a rezar las plegarias que de pequeña le enseñaron, su voz suave y dulce como el trinar de un avecilla se elevaba con sus suplicas al igual que el incienso que perfumaba el lugar.
Una brisa suave y casi imperceptible, la trajo de vuelta al presente, giró su cabeza para ver quien entraba pero solo pudo observar a un monje rezaba por las almas del purgatorio. Se angustió, no le gustaba estar fuera de la mansión cuando el sol se ocultaba – seguramente ese ser estará listo para otra noche de sangre y lujuria – pensó, mientras se persignaba y se ponía de pie. Pero en ese instante un mareo la detuvo e hizo que se tambaleara. Como pudo se acercó a uno de los bancos y se sentó. Cerró los ojos e inspiró profundamente buscando oxigeno para sus pulmones.
Última edición por Chiara Di Moncalieri el Miér Oct 17, 2012 4:43 pm, editado 1 vez
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Enzo estaba hambriento. Había descuidado su alimentación más de la cuenta durante las últimas noches, demasiado ocupado en sus negocios. Y ahora su cuerpo le reclamaba el sustento necesario para continuar disfrutando de la inmortalidad y sus maravillas.
El vampiro paseaba por las calles parisinas procurando no llamar la atención. Vestía con ropas sencillas y de pobre corte que bien le harían pasar por alguien de pocos recursos. Se cubría la espalda con una capa corta terciada al hombro y un sombrero de ala ancha le ocultaba el rostro de miradas indiscretas.
La noche acababa de caer y se resistía a ir a la zona de los burdeles. Para él sería mucho más fácil contratar los servicios de cualquier cortesana y, usando sus poderes, alimentarse de ella. Pero conforme pasaban los años aquella idea le atraía menos. Había algo oscuro, místico e incluso divertido en la cacería que cada vez le atraía más: el miedo de la víctima, sus esfuerzos por evitarle, las ansias de libertad y la victoria final.
Sí. Desde luego era mucho mejor que ir a comprar la comida.
Así que allí estaba, esperando. Olisqueando el aire hasta que algo llegó a él. Era un olor. El de una ¿mujer? Sí, una hembra. Joven. Juraría que joven. También olía incienso, velas y escapularios… ¿Una iglesia? Sí. La catedral estaba cerca.
Y allí se encaminó Enzo a paso ligero. Con el hambre rompiéndole las entrañas y empujándole.
Al llegar subió las escaleras y entró en el templo. Estaba vacío, salvo por un monje y una mujer de luto sentada en un banco. Enzo se quitó el sombrero, se movió sigilosamente y se escondió tras una columna. Y esperó. Mientras se pasaba la lengua por los colmillos.
Pronto. Muy pronto.
El vampiro paseaba por las calles parisinas procurando no llamar la atención. Vestía con ropas sencillas y de pobre corte que bien le harían pasar por alguien de pocos recursos. Se cubría la espalda con una capa corta terciada al hombro y un sombrero de ala ancha le ocultaba el rostro de miradas indiscretas.
La noche acababa de caer y se resistía a ir a la zona de los burdeles. Para él sería mucho más fácil contratar los servicios de cualquier cortesana y, usando sus poderes, alimentarse de ella. Pero conforme pasaban los años aquella idea le atraía menos. Había algo oscuro, místico e incluso divertido en la cacería que cada vez le atraía más: el miedo de la víctima, sus esfuerzos por evitarle, las ansias de libertad y la victoria final.
Sí. Desde luego era mucho mejor que ir a comprar la comida.
Así que allí estaba, esperando. Olisqueando el aire hasta que algo llegó a él. Era un olor. El de una ¿mujer? Sí, una hembra. Joven. Juraría que joven. También olía incienso, velas y escapularios… ¿Una iglesia? Sí. La catedral estaba cerca.
Y allí se encaminó Enzo a paso ligero. Con el hambre rompiéndole las entrañas y empujándole.
Al llegar subió las escaleras y entró en el templo. Estaba vacío, salvo por un monje y una mujer de luto sentada en un banco. Enzo se quitó el sombrero, se movió sigilosamente y se escondió tras una columna. Y esperó. Mientras se pasaba la lengua por los colmillos.
Pronto. Muy pronto.
Enzo Krugman- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/06/2012
Re: Asechada - privado
Ruggero se encaminaba a pasos rápidos, los cielos parisienses amenazaban con una lluvia, y eso le irritaba al inquisidor; las únicas lluvias dignas para él se daban en los campos, en los bosques, selvas u otro ambiente ideales para cacerías de brujas, vampiros o licántropos. -!Ah, las montañas!- cuantas ganas tenía Ruggero de ir a ellas, ahí siempre había almas pecadoras, monstruos que debían ser liberados, enviados a los infiernos. Pero pronto llegaría, muy pronto marcharía sólo tenía que cumplir un cometido en París y luego, de viaje.
Llegó ante la catedral, subió los escalones bases que conducían la puerta que se encontraba cerrada y abrió de par en par los grandes portones de caoba, como si estuviese en su casa, no importandole lo demás. El sonido de las puertas tomó posesión del lugar por entero, había una mujer cerca del altar, sentada, "¿estará cansada, tal vez herida?" se preguntaba Ruggero, y a no muchos pasos de él había un hombre, un pordiosero a sus ojos; y allá frente al altar estaba el monje.
El sonido provocado por Ruggero llamó más que a todos, la atención del monje que lo miró con reprocho.
-¡Ruggero!- exclamó el monje no prestando atención a la mujer o al pordiosero, el inquisidor le dedicó una sonrisa maliciosa y comenzó a caminar hacía el altar, -vamos monje os he venido a ver, ya os traigo los rosarios que vuestro Obispo me ordenó traer- Ruggero paso por el pordiosero que seguía ahí, mantenía su sonrisa altanera y entonces sintió algo a su espalda, aquel pordiosero olía diferente, acercó su mano derecha a la espada y la izquierda a su pistola, se detuvo y agachó la cabeza listo para darse la vuelta y encarar al pordiosero, o mejor dicho demonio, sin embargo, el monje soltó una exclamación -¡Ruggero, la mujer!-
El inquisidor se resistió, quería descubrir la identidad del pordiosero pero tenía que atender a la dama, después de todo era una hija de Dios y tenía más prioridad que un monstruo.
Llegó ante la catedral, subió los escalones bases que conducían la puerta que se encontraba cerrada y abrió de par en par los grandes portones de caoba, como si estuviese en su casa, no importandole lo demás. El sonido de las puertas tomó posesión del lugar por entero, había una mujer cerca del altar, sentada, "¿estará cansada, tal vez herida?" se preguntaba Ruggero, y a no muchos pasos de él había un hombre, un pordiosero a sus ojos; y allá frente al altar estaba el monje.
El sonido provocado por Ruggero llamó más que a todos, la atención del monje que lo miró con reprocho.
-¡Ruggero!- exclamó el monje no prestando atención a la mujer o al pordiosero, el inquisidor le dedicó una sonrisa maliciosa y comenzó a caminar hacía el altar, -vamos monje os he venido a ver, ya os traigo los rosarios que vuestro Obispo me ordenó traer- Ruggero paso por el pordiosero que seguía ahí, mantenía su sonrisa altanera y entonces sintió algo a su espalda, aquel pordiosero olía diferente, acercó su mano derecha a la espada y la izquierda a su pistola, se detuvo y agachó la cabeza listo para darse la vuelta y encarar al pordiosero, o mejor dicho demonio, sin embargo, el monje soltó una exclamación -¡Ruggero, la mujer!-
El inquisidor se resistió, quería descubrir la identidad del pordiosero pero tenía que atender a la dama, después de todo era una hija de Dios y tenía más prioridad que un monstruo.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Sentada en el banco cercano al altar, se trato de erguir, caminó unos pasos y llegó al reclinatorio, se arrodillo con muchísima dificultad, sentía como si un peso enorme se le hubiera puesto en sus hombros, como si desde algún lugar le estuvieran clavando la mirada o si manos invisibles le apretaran el cuello. Cada vez se estaba sintiendo peor, un escalofrió le recorrió la espina dorsal, la sensación como si ni siquiera en aquel recinto sagrado estuviera segura de esos demonios que la atormentaban no la abandonaba. Le costaba respirar y la piel se le iba ponía pálida como un papel – Chiara respira – se dijo mientras su mano temblorosa intentaba asirse del reclinatorio para incorporarse y caminar hasta donde se encontraba el monje. Deseaba pedirle que la socorriera, pero las fuerzas se le escurrían como el agua en las manos.
En ese momento la puerta se abrió con gran fuerza y unos pasos firmes y seguros se escucharon en la nave. Ella los sentía en su cabeza como si se tratasen de estruendosos sonidos de la tormenta que seguramente estaba por desatarse.
Giró su cuerpo y miró en aquella dirección, un hombre, alto, fornido, con el aspecto de un cazador o militar se acercaba al religioso, el sacerdote parecía conocerlo, lo saludó diciendo su nombre – Ruggero – mas en tono de reproche que de simple bienvenida, reprobación por la forma de entrar al recinto. Tras él otro hombre, cubierto por una capa corta y de aspecto desalineado e intrigante se escondía entre las columnas de la catedral cercanas a la puerta lateral. De pronto le pareció, que el militar se sorprendía por algo que había distinguido en el otro hombre, mientras que en el mendigo le pareció distinguir, en la mirada, aquel destello rojizo, frio y maligno que se le aparecía en sueños cada noche. Una mueca de profundo horror se dibujo en su rostro mientras se desvanecía. Entre la nebulosa que se formó en su cabeza escucho la voz de un hombre que de forma perentoria le hablaba.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Al oír las puertas abrirse de par en par Enzo se giró para ver de quién se trataba. Varón blanco de unos treinta años. Por su aspecto parecía un militar; aunque el vampiro no reconoció insignia o heráldica alguna. Lo que sí que vio (y le provocó un escalofrío por toda la espalda) fue la espada que portaba. ¿A quién se le ocurría ir armado a una iglesia? Aquello era de muy mal católico.
Desde el lugar en el que estaba la mujer no podía verle, pero sí el recién llegado. Y como su posición era un tanto indiscreta decidió moverse y aparentar ser un hombre cualquiera preocupado por el destino de su alma. Y su plan en un principio parecía que funcionaba razonablemente bien hasta que el tal Ruggero (que por los gritos que pegaban él y el monje así se debía de llamar) pasó junto a él. Y no tardó mucho en echar mano al hierro que cargaba encima (que además de la espada había algo más, pero a causa de las ropas y el ajetreo Enzo no pudo estar seguro de si era una daga, una pistola o qué).
El comerciante chasqueó la lengua y blasfemó por lo bajo un “Cazzo di Dio” en buen italiano. Luego retrocedió un par de pasos sin quitar la vista del recién llegado, que le daba en la nariz que venía con las intenciones del turco y suspiró, fastidiado. Adiós a la cena. Y si no iba poniendo los pies en polvorosa se temía que podía ir despidiéndose de otras cosas.
Se apostaba el pellejo (y era mucho apostar) en que el sujeto en cuestión era un cazador, un inquisidor o cualquier nombre que se pusieran los que daban matarile a los suyos. Muy fanáticos, muy pegajosos y muy pesados. Ya le habían advertido de ellos, pero era la primera vez que se topaba en París con uno en persona. Y no le hacía mucha ilusión el asunto.
Por eso, procurando anteponer sabios verbos a aceros el vampiro empezó a hilar palabras acompañadas de “Persuasión”, uno de sus poderes.
-Magnífica noche, ¿no es así caballero? Sin duda sería una pena estropearla desenvainando aceros…
La frase era sutil y sencilla, recargada con su magia Si bien estaba algo débil por la falta de sangre confiaba en que fuera suficiente para evitar la posible pelea y que calara el mensaje que pretendía implantar.
Desde el lugar en el que estaba la mujer no podía verle, pero sí el recién llegado. Y como su posición era un tanto indiscreta decidió moverse y aparentar ser un hombre cualquiera preocupado por el destino de su alma. Y su plan en un principio parecía que funcionaba razonablemente bien hasta que el tal Ruggero (que por los gritos que pegaban él y el monje así se debía de llamar) pasó junto a él. Y no tardó mucho en echar mano al hierro que cargaba encima (que además de la espada había algo más, pero a causa de las ropas y el ajetreo Enzo no pudo estar seguro de si era una daga, una pistola o qué).
El comerciante chasqueó la lengua y blasfemó por lo bajo un “Cazzo di Dio” en buen italiano. Luego retrocedió un par de pasos sin quitar la vista del recién llegado, que le daba en la nariz que venía con las intenciones del turco y suspiró, fastidiado. Adiós a la cena. Y si no iba poniendo los pies en polvorosa se temía que podía ir despidiéndose de otras cosas.
Se apostaba el pellejo (y era mucho apostar) en que el sujeto en cuestión era un cazador, un inquisidor o cualquier nombre que se pusieran los que daban matarile a los suyos. Muy fanáticos, muy pegajosos y muy pesados. Ya le habían advertido de ellos, pero era la primera vez que se topaba en París con uno en persona. Y no le hacía mucha ilusión el asunto.
Por eso, procurando anteponer sabios verbos a aceros el vampiro empezó a hilar palabras acompañadas de “Persuasión”, uno de sus poderes.
-Magnífica noche, ¿no es así caballero? Sin duda sería una pena estropearla desenvainando aceros…
La frase era sutil y sencilla, recargada con su magia Si bien estaba algo débil por la falta de sangre confiaba en que fuera suficiente para evitar la posible pelea y que calara el mensaje que pretendía implantar.
Enzo Krugman- Vampiro Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Cuando por fin Ruggero había tomado una desición escuchó una voz seduciéndolo, -Magnífica noche, ¿no es así caballero? Sin duda sería una pena estropearla desenvainando aceros… -dijo la voz.
Ruggero sonrió, aquello era un poder de persuación muy débil para la amplia experiencia del inquisidor Rosso con respecto a la cacería de brujas y todos los poderes de esas repugnantes hijas de satanás, mas aquel no era un brujo, no, un poder de persuación no podía ser así de pobre... tenía que ser un débil vampiro... ¿cómo es que semejante monstruo profanó la casa de Dios? Pensaba Ruggero que ahora titubeaba en el que hacer, pero entonces se sintió aturdido y esa sugerencia propuesta por el vampiro pareció influir en sus acciones.
El inquisidor cerró los ojos y expulsó ese hechizo, enfundó la espada y la pistola, luego se dio media vuelta, su crucifíco se asomó de entre sus prendas y emitió una luz, Ruggero miró con detalle al vampiro, lo estudió y conservó en su memoria el rostro de quién sería su próximo objetivo, le dedicó una sonrisa y le hizo una reverencia, el crucifíco quedó suspendido y las pistolas de plata también saludaron.
-Opino lo mismo caballero, que es la casa de nuestro padre santísimo y no debe de ser profanada por ningún motivo, me gustaría atenderlo buen hombre pero hay una dama que necesita de la ayuda de un hombre, con su permiso o si le apetece acompañarme es muy bienvenido- dijo y lo invitó con un gesto de mano. Sin esperar contestación le dio la espalda y camino hasta la dama y el monje que ya se hallaba con ella.
Aunque Ruggero mantuvo su mano izquierda en la pistola a su derecha preparado por si aquel vampiro osaba comenter una idiotez.
Ruggero sonrió, aquello era un poder de persuación muy débil para la amplia experiencia del inquisidor Rosso con respecto a la cacería de brujas y todos los poderes de esas repugnantes hijas de satanás, mas aquel no era un brujo, no, un poder de persuación no podía ser así de pobre... tenía que ser un débil vampiro... ¿cómo es que semejante monstruo profanó la casa de Dios? Pensaba Ruggero que ahora titubeaba en el que hacer, pero entonces se sintió aturdido y esa sugerencia propuesta por el vampiro pareció influir en sus acciones.
El inquisidor cerró los ojos y expulsó ese hechizo, enfundó la espada y la pistola, luego se dio media vuelta, su crucifíco se asomó de entre sus prendas y emitió una luz, Ruggero miró con detalle al vampiro, lo estudió y conservó en su memoria el rostro de quién sería su próximo objetivo, le dedicó una sonrisa y le hizo una reverencia, el crucifíco quedó suspendido y las pistolas de plata también saludaron.
-Opino lo mismo caballero, que es la casa de nuestro padre santísimo y no debe de ser profanada por ningún motivo, me gustaría atenderlo buen hombre pero hay una dama que necesita de la ayuda de un hombre, con su permiso o si le apetece acompañarme es muy bienvenido- dijo y lo invitó con un gesto de mano. Sin esperar contestación le dio la espalda y camino hasta la dama y el monje que ya se hallaba con ella.
Aunque Ruggero mantuvo su mano izquierda en la pistola a su derecha preparado por si aquel vampiro osaba comenter una idiotez.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Al caer desvanecida, el monje que se encontraba a muy corta distancia se acercó a socorrerla. La alzó en vilo y la acomodó en el banco más próximo. Sacó de entre sus ropas una botellita extraña y destapándola con los dientes - ya que en un brazo mantenía sostenida la espalda y la cabeza de Chiara - se la acercó a la nariz Con ello logró que comenzara a reaccionar. – Señorita, vamos, despierte – ella al reanimarse intentó apartar el fuerte aroma - quello che è successo? – Trataba de entender que le había pasado - dove mi trovo – intentaba hablar en francés pero solo lograba pronunciar las frases en
su lengua madre. Miró con desasosiego para todos lados y fijó sus ojos en los bondadosos del monje. Recién allí pudo sentir alivio en su alma, - ¿será porque estoy en la casa de Dios? o ¿porque de pronto esa sensación de asechanza desapareció? – pensó mientras con dificultad intentaba enderezarse en el banco.
-Disculpe, no sé que me pasó, fue una sensación muy extraña – le costaba hablar tenia la boca seca –intentó explicarle al monje y ,este, al verla que necesitaba agua se incorporó para ir a buscársela, se dirigió hacia la sacristía dejando a la joven con la palabra en la boca. Ella lo observaba en todo momento como manteniendo el contacto visual pudiera estar protegida. – Ni siquiera se ha quedado un segundo – se exasperó – esto no pasaría en Italia – rezongó – su enojo la hizo tener más fuerzas. Eso siempre le pasaba porque su ánimo era volátil y a veces la hacía tener explosiones de energía y casi literalmente no dejar títere con cabeza. – ¡Ya le informaré a este curita quien soy!, dejarme abandonada como si fuera una mendiga – En ese momento, reparó que aún estaban en la nave los dos hombres. Uno que le hacía erizar la piel y el otro que aunque no tuviera aspecto demoniaco, era bastante amenazadora su presencia - ¿cómo puede cargar tantas armas y parecer que no le pesaran? – caviló – su ánimo ya se había serenado, con justa razón le decían que su carácter era inestable, como la leche hervida que en un segundo se desborda, -se echó a reír suavemente por la comparación y al hacerlo se le subieron los colores a la cara – ¿como se iba a reír en una situación así?, si parecía que esos dos en cualquier instante, se trenzarían en lucha aunque estuvieran en medio de la catedral.
Uno de los hombres, el que parecía más siniestro se fue moviendo casi imperceptiblemente, hacia la puerta, como si intentara escapar del lugar. Chiara se llevó la mano al pecho y rezó para que no cometieran sacrilegio armando una trifulca en el recinto sagrado. No tanto por la ofensa a la iglesia, sino porque ella no encontraría, a tiempo, un lugar seguro donde refugiarse. – Ojalá vuelva el religioso pronto y calme las aguas – pensó, en un segundo como mejorar la situación - o empeorarla – y casi sin querer le salieron de la garganta las palabras – ¿Disculpen pero podrían arreglar sus diferencias afuera? – se sintió la mujer más tonta del mundo. - ¿Cómo dos hombres, de semejantes portes, le harían caso a ella, una simple viudita? – caviló, reflexionando por su aspecto, más bien sencillo yque no denotaba su clase social y menos su cuna de nobleza - Fue retrocediendo lentamente y al chocar con una de las estatuas que representaba un ángel, la rodeó y se cubrió con ella, como si por el hecho de representar una entidad celeste, ésta pudiera salvar de alguna desgracia.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Asechada - privado
El vampiro al parecer no actuaría así que Ruggero puso sus armas en su lugar y soltó sus manos, luego con una sonrisa se encaminó a la mujer que ya recuperada le había anunciado sus preocupaciones.
-No veo la razón de preocuparse mademoiselle está en la casa de nuestro Señor Dios no está en ningún riesgo. Y menos si junto a usted se halla mi persona- Ruggero se detuvo, vio a la dama resguardarse en la representación en mármol del Arcángel Gabriel, como si eso pudiere protegerle de algún mal físico como lo era el vampiro y eso le divirtió.
Ruggero llegó hasta los escalones y los subió con sutileza, lentamente tratando de generar confianza en la bella dama.
-Mi nombre es Ruggero y soy un Inquisidor, si necesita protección de algún mal yo me pongo a vuestro servicio- dijo y llegó ante la dama.
-No veo la razón de preocuparse mademoiselle está en la casa de nuestro Señor Dios no está en ningún riesgo. Y menos si junto a usted se halla mi persona- Ruggero se detuvo, vio a la dama resguardarse en la representación en mármol del Arcángel Gabriel, como si eso pudiere protegerle de algún mal físico como lo era el vampiro y eso le divirtió.
Ruggero llegó hasta los escalones y los subió con sutileza, lentamente tratando de generar confianza en la bella dama.
-Mi nombre es Ruggero y soy un Inquisidor, si necesita protección de algún mal yo me pongo a vuestro servicio- dijo y llegó ante la dama.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Chiara, vio como el hombre que parecía un cazador se acercaba a ella y por un segundo estuvo apunto de gritar por el susto, pero al oír como el caballero se presentaba, sintió que un suspiro salía de su pecho. Aunque pensó - que pretencioso y arrogante que es este señor - aquel pensamiento le hizo sonreír ya que le recordó a su hermano que era casi igual de petulante y altanero.
Aun las manos le temblaban cuando tímidamente fue saliendo detrás de la escultura del arcángel. - Señor Ruggero - hizo una leve reverencia - ¿debería decir encantada? - pensó rápidamente - mi nombre es Chiara Di Moncalieri, muchas gracias por ofrecer su protección, pero en breve vendrá mi hermano a buscarme - mintió, no quería que aquel extraño supiera que se encontraba sola en un anochecer y algo apartada de su casa. Además sería mucha casualidad que justo conociera a Girolamo.
Lo que si estaba segura que su hermanito le daría un flor de sermón cuando llegara “… a las tantas y en esas fachas” – pensó – tocándose el cabello donde su peinado estaba a punto de colapsar.
De pronto, se acordó de aquella sensación extraña, un escalofrió le recorrió la espalda - ¿y si ese hombre siniestro volvía? - Recordó al hombrecillo de apariencia malévola y de vestimenta andrajosa. Deseó con todas sus fuerzas que el Señor Ruggero no la abandonara - mmm... pues si no le molestara, le pediría que me acompañe a tomar un carruaje, es que creo que ya mi hermano no vendrá y no deseo que la noche me encuentre afuera - sonrió tímidamente y lo miró a los ojos por un leve segundo. Bajó la mirada y se restregó las manos nerviosamente.
Aun las manos le temblaban cuando tímidamente fue saliendo detrás de la escultura del arcángel. - Señor Ruggero - hizo una leve reverencia - ¿debería decir encantada? - pensó rápidamente - mi nombre es Chiara Di Moncalieri, muchas gracias por ofrecer su protección, pero en breve vendrá mi hermano a buscarme - mintió, no quería que aquel extraño supiera que se encontraba sola en un anochecer y algo apartada de su casa. Además sería mucha casualidad que justo conociera a Girolamo.
Lo que si estaba segura que su hermanito le daría un flor de sermón cuando llegara “… a las tantas y en esas fachas” – pensó – tocándose el cabello donde su peinado estaba a punto de colapsar.
De pronto, se acordó de aquella sensación extraña, un escalofrió le recorrió la espalda - ¿y si ese hombre siniestro volvía? - Recordó al hombrecillo de apariencia malévola y de vestimenta andrajosa. Deseó con todas sus fuerzas que el Señor Ruggero no la abandonara - mmm... pues si no le molestara, le pediría que me acompañe a tomar un carruaje, es que creo que ya mi hermano no vendrá y no deseo que la noche me encuentre afuera - sonrió tímidamente y lo miró a los ojos por un leve segundo. Bajó la mirada y se restregó las manos nerviosamente.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Cuando Ruggero pensaba ir a sentarse la dama volvió a llamar su atención, primero con su nombre -Chiara Di Moncalieri- ¿pero al inquisidor le sonaba ese nombre?, no, nunca le pareció escucharlo.
Así que antes de que le diera la espalda volvió a atenderla, en silencio, luego ella de forma inesperada aceptó la oferta que Ruggero había hecho, la dama temía y no era de la noche el inquisidor lo sabía, era el vampiro, eso le puso nerviosa y Ruggero asintió a la petición que le hubo hecho Chiara.
-Le acompañaré mademoiselle sólo permita que aquel monje temeroso regrese a recibir la manda que he traído a esta catedral- el inquisidor desvió la mirada a donde debiera aparecer el monje y mantuvo una sonrisa maliciosa, -¿cuenta con carruaje?, si me lo permite podemos usar el mio... Bueno el que la Iglesia dispone para mis servicios en París- y no dijo más, el monje salió y como dijo Ruggero recogió la manda, se alegró por Chiara y abandonó el lugar como si Ruggero se lo hubiera insinuado.
-Nos vamos- dijo y le ofreció la mano.
Así que antes de que le diera la espalda volvió a atenderla, en silencio, luego ella de forma inesperada aceptó la oferta que Ruggero había hecho, la dama temía y no era de la noche el inquisidor lo sabía, era el vampiro, eso le puso nerviosa y Ruggero asintió a la petición que le hubo hecho Chiara.
-Le acompañaré mademoiselle sólo permita que aquel monje temeroso regrese a recibir la manda que he traído a esta catedral- el inquisidor desvió la mirada a donde debiera aparecer el monje y mantuvo una sonrisa maliciosa, -¿cuenta con carruaje?, si me lo permite podemos usar el mio... Bueno el que la Iglesia dispone para mis servicios en París- y no dijo más, el monje salió y como dijo Ruggero recogió la manda, se alegró por Chiara y abandonó el lugar como si Ruggero se lo hubiera insinuado.
-Nos vamos- dijo y le ofreció la mano.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Asechada - privado
En verdad sentía algo extraño en el centro de su pecho. Ya no se trataba de que en el recinto estuviera una amenaza latente, de colmillos afilados y apetito voraz, pero esa sensación de desasosiego no la abandonaba del todo. Era cierto que debía sentirse segura por que un hombre de Dios - aquel Inquisidor - le estaba ofreciendo su protección, pero no sabía si en esta extraña y nueva sociedad – para ella - estaba bien visto que un extraño, un hombre que no pertenecía a la familia y ni siquiera a su hermano. Acompañará a una mujer sola, y de noche, en un coche, hasta su mansión, que era verdad no distaba tanto, pero no era prudente ir sin compañía y menos después de la situación vivida. ¿Qué debía hacer?, obviamente no deseaba quedar sola en esa enorme catedral y a la espera de que otro de esos seres sobrenaturales le intente saltar al cuello - … pero, ¿acaso un hombre no era, en cierta forma un animal, capaz de ser tan sanguinario como esos demonios? – se dijo, mientras se acercaba cada vez mas al supuesto siervo de Dios.
Intentó estudiarlo, en sus formas, sus ademanes, su vestimenta – que debía hacer – se repetía una y otra vez. Le dirigió la mirada y con la cabeza bien erguida le respondió - En verdad, debería buscar un coche de alquiler, pero la noche ya es bastante cerrada y no creo que sea tan fácil encontrar uno – se sonrió nerviosa y sentía que las mejillas se arrebolaban.
Pensando en todas las sombras que la aterrarían, allá afuera, mientras esperaba uno de los transportes públicos - se dio cuenta de que no tenía muchas opciones - arrugó un poquito la nariz al pensar en el desagradable olor que muchas veces se estancaba dentro de esos vehículos que transportaban tanto señores de la alta sociedad, como así también a jóvenes que tras una noche o tarde de intemperancia, llevaban un vaho característico de transpiración y luchas amorosas, que la escandalizaban y ruborizaban. Resopló, como cuando era una niña y algo no le gustaba, pero debía hacerlo –se puso colorada en cuanto se dio cuenta que el hombre la podía haber escuchado refunfuñar – y tras bajar apenada la cabeza y decir casi en un hilo de voz – Si, a su señoría no le importuna el acompañarme, me sentiré verdaderamente agradecida. –
Levantó la mirada y buscó en la de él un atisbo de que era seguro darle la confianza y rogaba no estar equivocándose. – vamos pues – Buscó el brazo del caballero, como era la costumbre, si se suponía que lo conocía y para poder pasar mas inadvertida y no como una casquivana - como se sentía en esos momentos -.
Intentó estudiarlo, en sus formas, sus ademanes, su vestimenta – que debía hacer – se repetía una y otra vez. Le dirigió la mirada y con la cabeza bien erguida le respondió - En verdad, debería buscar un coche de alquiler, pero la noche ya es bastante cerrada y no creo que sea tan fácil encontrar uno – se sonrió nerviosa y sentía que las mejillas se arrebolaban.
Pensando en todas las sombras que la aterrarían, allá afuera, mientras esperaba uno de los transportes públicos - se dio cuenta de que no tenía muchas opciones - arrugó un poquito la nariz al pensar en el desagradable olor que muchas veces se estancaba dentro de esos vehículos que transportaban tanto señores de la alta sociedad, como así también a jóvenes que tras una noche o tarde de intemperancia, llevaban un vaho característico de transpiración y luchas amorosas, que la escandalizaban y ruborizaban. Resopló, como cuando era una niña y algo no le gustaba, pero debía hacerlo –se puso colorada en cuanto se dio cuenta que el hombre la podía haber escuchado refunfuñar – y tras bajar apenada la cabeza y decir casi en un hilo de voz – Si, a su señoría no le importuna el acompañarme, me sentiré verdaderamente agradecida. –
Levantó la mirada y buscó en la de él un atisbo de que era seguro darle la confianza y rogaba no estar equivocándose. – vamos pues – Buscó el brazo del caballero, como era la costumbre, si se suponía que lo conocía y para poder pasar mas inadvertida y no como una casquivana - como se sentía en esos momentos -.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Ruggero y Chiara atravesaron el gran pasillo hacía la salida de la catedral, dirigió una última mirada al monje y le guiño el ojo.
En las afueras llovía, -Vaya coñazo- pensó el inquisidor, -disculpe permita que traiga a nosotros el coche, me lamentaría exponerla a esta lluvia fuera de temporada- le dijo con una sonrisa en su rostro.
Tomó con atrevimiento la mano derecha de la mujer y la besó, después se perdió en la noche, dejando a la dama allí, plantada en la puertas de la catedral con el riesgo de que aquel vampiro se encontrara merodeando.
Sin tardar llegó hasta donde el coche y dándole las respectivas indicaciones al cochero llegaron hasta la catedral, desde dentro el inquisidor miró a la bella Chiara, el cabello de él estaba mojado y le caía hacía el frente obligándose a echárselo para atrás.
Sin seguir haciendo esperar a Chiara, Ruggero Rosso bajó con un pequeño paraguas que le ofreció, acompañándola hasta el coche se aseguró de que el agua no estropeara el sutil peinado de ella, aunque eso significara que él se mojara.
El inquisidor se apenó no ayudar a Chiara a subir, aunque ella al ver la situación evitó esa formalidad para que Ruggero también se pusiera en resguardo.
-Vayámonos, de aquí- dijo Ruggero dirigiéndose al cochero, -llévanos a...- y se detuvo, miró con interés a Chiara esperando que ella terminara la oración, después de todo sólo ella sabía a donde quería ir.
En las afueras llovía, -Vaya coñazo- pensó el inquisidor, -disculpe permita que traiga a nosotros el coche, me lamentaría exponerla a esta lluvia fuera de temporada- le dijo con una sonrisa en su rostro.
Tomó con atrevimiento la mano derecha de la mujer y la besó, después se perdió en la noche, dejando a la dama allí, plantada en la puertas de la catedral con el riesgo de que aquel vampiro se encontrara merodeando.
Sin tardar llegó hasta donde el coche y dándole las respectivas indicaciones al cochero llegaron hasta la catedral, desde dentro el inquisidor miró a la bella Chiara, el cabello de él estaba mojado y le caía hacía el frente obligándose a echárselo para atrás.
Sin seguir haciendo esperar a Chiara, Ruggero Rosso bajó con un pequeño paraguas que le ofreció, acompañándola hasta el coche se aseguró de que el agua no estropeara el sutil peinado de ella, aunque eso significara que él se mojara.
El inquisidor se apenó no ayudar a Chiara a subir, aunque ella al ver la situación evitó esa formalidad para que Ruggero también se pusiera en resguardo.
-Vayámonos, de aquí- dijo Ruggero dirigiéndose al cochero, -llévanos a...- y se detuvo, miró con interés a Chiara esperando que ella terminara la oración, después de todo sólo ella sabía a donde quería ir.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Se despidió del monje con una suave reverencia y tras aceptar el brazo de Ruggero, se encaminaron a la puerta lateral y de allí al exterior. Al salir Chiara se sorprendió de que la noche estuviera ya tan cerrada y que lloviera de aquella forma, el viento que corría hacía que el aire fuera húmedo y pequeñas gotitas humedecían su rostro. Se sobresaltó cuando él le tomo la mano y sintió el beso en el dorso de la mano, un suave calor que recorrió su brazo y le llego a las mejillas, agradecía que la iluminación reinante no permitiera quedar en evidencia delante de aquel hombre. Le sonrió tímidamente mientras lo vio alejarse.
Sintió un escalofrió por toda su columna cuando, la dejó en mitad del atrio para ir a buscar el coche – bien hubiera preferido mojarme antes de quedarme sola en mitad de la noche y presa de esta sensación de estar siendo vigilada. – rezongó, como una niña que no se le da lo que quiere. Instintivamente se abrazó, friccionando sus manos para darse un poco de calor. A pesar de que el vestido le había parecido algo grueso a la hora en que había salido de la mansión ahora se daba cuenta que la primavera en Paris podía ser traicionera y que aquel atuendo en esos momentos no era más abrigado que un pedazo de gaza. Comenzó a tiritar, sabía que era mas por el miedo que por la briza y rogó para que Ruggero volviera pronto.
Lo vio descender del carruaje para escoltarla al vehículo y le dio mucha pena ver como se estaba mojando aquel hombre con tal de darle todo el paraguas y no sufrir mas frio del que seguramente se notaba estaba sintiendo. Al llegar al coche rápidamente Chiara intentó subir con agilidad y no dejar esperar bajo la lluvia a su compañero. Tras sentarse y subir también Ruggero esperó impaciente que el vehículo se puso en marcha, entonces descubrió que éste había dejado inconclusa la frase que le estaba diciendo al cochero porque no sabía a donde debía llevarla. Se ruborizo nuevamente mientras le decía – Rue des Bons Enfant`s - cerca del Palacio Royal - bajó la vista a sus manos que estaban cruzadas en su regazo – ella no sabía si la zona era buena o no, su hermano prefería que pocos supieran de su paradero ya que creía con justa razón que los implicados en aquella fatídica noche no descansarían hasta aniquilar a toda la familia Di Moncalieri -. Cuando por fin el coche se puso en marcha, se atrevió a mirar a Ruggero a los ojos, le sonrió – en verdad le agradezco que me acompañe, con este clima hubiera sido casi imposible conseguir un coche de alquiler – estrujó nerviosa, el cordón de su bolsito. Sin saber que decir o hacer para que el trayecto no fuera e total silencio y mirando por un momento por la ventanilla, Chiara preguntó – ¿Usted nació en Paris, Sr. Ruggero?
Sintió un escalofrió por toda su columna cuando, la dejó en mitad del atrio para ir a buscar el coche – bien hubiera preferido mojarme antes de quedarme sola en mitad de la noche y presa de esta sensación de estar siendo vigilada. – rezongó, como una niña que no se le da lo que quiere. Instintivamente se abrazó, friccionando sus manos para darse un poco de calor. A pesar de que el vestido le había parecido algo grueso a la hora en que había salido de la mansión ahora se daba cuenta que la primavera en Paris podía ser traicionera y que aquel atuendo en esos momentos no era más abrigado que un pedazo de gaza. Comenzó a tiritar, sabía que era mas por el miedo que por la briza y rogó para que Ruggero volviera pronto.
Lo vio descender del carruaje para escoltarla al vehículo y le dio mucha pena ver como se estaba mojando aquel hombre con tal de darle todo el paraguas y no sufrir mas frio del que seguramente se notaba estaba sintiendo. Al llegar al coche rápidamente Chiara intentó subir con agilidad y no dejar esperar bajo la lluvia a su compañero. Tras sentarse y subir también Ruggero esperó impaciente que el vehículo se puso en marcha, entonces descubrió que éste había dejado inconclusa la frase que le estaba diciendo al cochero porque no sabía a donde debía llevarla. Se ruborizo nuevamente mientras le decía – Rue des Bons Enfant`s - cerca del Palacio Royal - bajó la vista a sus manos que estaban cruzadas en su regazo – ella no sabía si la zona era buena o no, su hermano prefería que pocos supieran de su paradero ya que creía con justa razón que los implicados en aquella fatídica noche no descansarían hasta aniquilar a toda la familia Di Moncalieri -. Cuando por fin el coche se puso en marcha, se atrevió a mirar a Ruggero a los ojos, le sonrió – en verdad le agradezco que me acompañe, con este clima hubiera sido casi imposible conseguir un coche de alquiler – estrujó nerviosa, el cordón de su bolsito. Sin saber que decir o hacer para que el trayecto no fuera e total silencio y mirando por un momento por la ventanilla, Chiara preguntó – ¿Usted nació en Paris, Sr. Ruggero?
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Ruggero desvió la mirada cuando ella dijo al cochero la dirección, el inquisidor analizó en su mente la dirección, -¿le sería familiar?-
Volvió a mirar a la dama que tenía frente a él y sin saber porqué sintió un alivió, como si Chiara fuera un ángel que se presentara ante la inquieta alma del inquisidor para sosegarle, Ruggero se perdió en un trance.
¿Usted nació en Paris, Sr. Ruggero?- dijo trayendo la conciencia del inquisidor al momento, Ruggero miró el perfil que ofrecía Chiara y suspiró, dedicó una sonrisa inexpresiva y buscó los ojos de la dama.
-No, nací en los Estados Pontificios, en Roma para ser más preciso- contestó y volvió a sonreír con interés, recordando su pasado. -Por su acento me doy cuenta de que no es de aquí, me es muy familiar si le soy honesto, además, ninguna mujer Parisina podría tener una belleza como la de usted y disculpe mi atrevimiento- prosiguió y busco una posición más cómoda en el asiento.
-Pero dígame de donde sois, ¿alguna vez un inquisidor se a cruzado en vuestro camino?- se detuvo y volvió a contemplar a la nerviosa Chiara y Ruggero temía incomodarla, ¿pero por qué tengo esta sensación?- pensaba el inquisidor, aquella mujer que lo miraba con inocencia le tranquilizaba, un sentimiento lo invadía, lo abrazaba de manera cálida, una sensación que no sintió ni siquiera con su alguna vez amada Alexês. ¿Qué es?- intentaba descifrarlo pero parecía vano.
-Muchos ven a la Inquisición como los demonios, los malos de la historia, ¿qué piensa de nosotros?- Ruggero volvió a cambiar de postura, la postura de pensador.
Volvió a mirar a la dama que tenía frente a él y sin saber porqué sintió un alivió, como si Chiara fuera un ángel que se presentara ante la inquieta alma del inquisidor para sosegarle, Ruggero se perdió en un trance.
¿Usted nació en Paris, Sr. Ruggero?- dijo trayendo la conciencia del inquisidor al momento, Ruggero miró el perfil que ofrecía Chiara y suspiró, dedicó una sonrisa inexpresiva y buscó los ojos de la dama.
-No, nací en los Estados Pontificios, en Roma para ser más preciso- contestó y volvió a sonreír con interés, recordando su pasado. -Por su acento me doy cuenta de que no es de aquí, me es muy familiar si le soy honesto, además, ninguna mujer Parisina podría tener una belleza como la de usted y disculpe mi atrevimiento- prosiguió y busco una posición más cómoda en el asiento.
-Pero dígame de donde sois, ¿alguna vez un inquisidor se a cruzado en vuestro camino?- se detuvo y volvió a contemplar a la nerviosa Chiara y Ruggero temía incomodarla, ¿pero por qué tengo esta sensación?- pensaba el inquisidor, aquella mujer que lo miraba con inocencia le tranquilizaba, un sentimiento lo invadía, lo abrazaba de manera cálida, una sensación que no sintió ni siquiera con su alguna vez amada Alexês. ¿Qué es?- intentaba descifrarlo pero parecía vano.
-Muchos ven a la Inquisición como los demonios, los malos de la historia, ¿qué piensa de nosotros?- Ruggero volvió a cambiar de postura, la postura de pensador.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Cuando escuchó donde había nacido, le sonrió – un paisano, por supuesto, Chiara, su nombre es Ruggero ¿como no te darías cuenta que era probable que fuera italiano? – Aunque los principados cada dos por tres están guerreando entre ellos, eso era lo único que no entendía de su amada tierra, porqué estar siempre peleando. – mmm… inquisidor – pensó – si no me equivoco es como un cazador solo que dependiente de la iglesia – Chiara miró con interés el rostro de Ruggero y se detuvo en sus ojos que aun en la penumbra del coche resaltaban su hermoso color, un calor trepo por su cuello invadiendo sus mejillas – azules – dijo en vos casi imperceptible – y en su mente se aparecieron unos ojos como aquellos, los del hombre que, en mitad de la frontera entre Italia y Francia, la había rescatado de aquella noche atroz – ¿podría ser acaso éste hombre, aquel a quien le debía algo mas que su vida?- sus pensamientos estaban turbados, entre recuerdos angustiosos y esperanzadores.
Pensó rápidamente para contestar a la pregunta que él le acababa de formular. - Son preguntas muy interesantes – comenzó diciendo mientras se retrepaba en el asiento. – Pues, en verdad somos paisanos – rio con una risa cristalina y fresca – aunque nací en Turín, la mansión de mis antepasados esta en Siena, cerca de los Estados Pontificios. Así que podríamos decir que provenimos del mismo lugar. – Le dio una sonrisa entre tímida y dulce – Con respecto a si conozco inquisidores… pues no se, no me acuerdo, seguro mi hermano si – levantó los hombros en un gesto algo aniñado. – Si debo responder a la otra parte de la pregunta, ¿son demonios? La verdad hace dos años le hubiera dicho que… si… pero luego de una noche de apenas hace meses le podría decir que a uno de ellos le debo mi vida… o algo mas – Calló mientras pensaba si contarle sobre el hombre que la había auxiliado de aquel demonio que la seguía para matarla, pero decidió callar. – No todo es blanco o negro, ¿sabe? Y muchas veces nuestras acciones hacen que los seres amados sufran – recordó la charla con Giro, cuando le explicó que tal vez aquellos demonios solo estaban vengando a sus congéneres que él había matado – pero a pesar de ello, aunquetuve que sufrir lo… - no pudo seguir una angustia se apoderaba de sus garganta como una zarpa y sus ojos se humedecieron. Secó sus lagrimas con el puño de su vestido, como cuando era pequeña y su madre la retaba - Chiara!!! Compórtate como una condesa!!! – se sonrió tristemente. – Nunca olvidaré la noche que aquellos seres... asesinaron a mi familia – dijo en vos apagada y dolorida mientras dejaba que sus ojos se perdieran en las sombras que proyectaban los faroles en las calles que transitaban, miró su reflejo en el vidrio y el reflejo de aquellos ojos intensamente azules se posaron en el alma de Chiara.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Asechada - privado
-Y muchas veces nuestras acciones hacen que los seres amados sufran...- repitió Ruggero en su mente y sintió un vacío en su corazón.
-Disculpe no pretendía que recordara situaciones que le dolieran- dijo y también desvió su mirada.
-Cuando comencé a matar a esos demonios hubo un momento en el que una culpabilidad invadió mi corazón... ¿Quién era yo para darles muerte... Dónde estaba la voz de Dios que me dijera hazlo? Decidí establecer en contra de las creencias una relación formal, mi gran amada, una mujer que perdí luego de que un vampiro buscó venganza tomando la vida de ella- e hizo una pausa, volteó a ver a Chiara, buscando que sus ojos le sosegaran como ya lo habían hecho minutos antes y suspiró.
-Pero no busqué venganza, enterré a la mujer que amé en solitario, justo en Turín... cada noche visitaba la tumba de mi amada y después de tres largas noches ocurrió algo que cambió mi vida. Aquel vampiro volvió a cruzarse conmigo, viajaba al norte y en las fronteras, en plena noche, bajo una tupida lluvia escuché gritos y sollozos de horror, los mismos que había escuchado proclamar a mi amada momentos antes de morir. Llegué a la escena del crimen, muertos ya estaban, enfrenté al vampiro desarmado, alejado de la fe en Dios y aún así le vencí... Sepulté a la familia y expuse los restos del vampiro al sol, si hubo algún superviviente nunca lo supe. Regresé al vaticano y volví hacer los votos, me vi envuelto en situaciones similares con licántropos, cambiaformas e inclusive brujos, letales y sobre estimados- Ruggero soltó un lánguido suspiró. -Comprendí que liberar a esos cuerpos de su alma demoníaca salva al alma del hombre, que ignorantes e inocentes no ven amenazas en ellos como alguna vez me sucedió a mí. Y a veces reflexiono si hubiera cazado a ese vampiro antes quizás aquella familia siguiera viva aún voy a visitarlos, siento que les fallé- Ruggero sintió que una herida se había abierto, recordó la sonrisa de su esposa y creyó ver sus labios en los de Chiara, sus ojos en ella pero no, no había ninguna clase de similitud, Ruggero cerró sus ojos y evocó el recuerdo de su amada, aquella mujer de Kiev, de cabello rojizo y piel blanca como la nieve, sus carnosos labios rojos y esa mirada que en las mañanas al despertar hacían llorar a Ruggero.
-Pienso que debería encontrar a ese inquisidor, decirle lo quiera decir que esas palabras nos ayudan sobre todo si pasamos por tiempos de penumbra, yo... Si me lo permite podría ayudarle... ¿Cómo era aquel hombre?- preguntó el inquisidor y tomó las manos de Chiara, después se dio cuenta de que había sido algo muy atrevido y las retiró llevándolas a sus piernas y tomó otra postura, atento a Chiara y perdido en sus ojos.
-Disculpe no pretendía que recordara situaciones que le dolieran- dijo y también desvió su mirada.
-Cuando comencé a matar a esos demonios hubo un momento en el que una culpabilidad invadió mi corazón... ¿Quién era yo para darles muerte... Dónde estaba la voz de Dios que me dijera hazlo? Decidí establecer en contra de las creencias una relación formal, mi gran amada, una mujer que perdí luego de que un vampiro buscó venganza tomando la vida de ella- e hizo una pausa, volteó a ver a Chiara, buscando que sus ojos le sosegaran como ya lo habían hecho minutos antes y suspiró.
-Pero no busqué venganza, enterré a la mujer que amé en solitario, justo en Turín... cada noche visitaba la tumba de mi amada y después de tres largas noches ocurrió algo que cambió mi vida. Aquel vampiro volvió a cruzarse conmigo, viajaba al norte y en las fronteras, en plena noche, bajo una tupida lluvia escuché gritos y sollozos de horror, los mismos que había escuchado proclamar a mi amada momentos antes de morir. Llegué a la escena del crimen, muertos ya estaban, enfrenté al vampiro desarmado, alejado de la fe en Dios y aún así le vencí... Sepulté a la familia y expuse los restos del vampiro al sol, si hubo algún superviviente nunca lo supe. Regresé al vaticano y volví hacer los votos, me vi envuelto en situaciones similares con licántropos, cambiaformas e inclusive brujos, letales y sobre estimados- Ruggero soltó un lánguido suspiró. -Comprendí que liberar a esos cuerpos de su alma demoníaca salva al alma del hombre, que ignorantes e inocentes no ven amenazas en ellos como alguna vez me sucedió a mí. Y a veces reflexiono si hubiera cazado a ese vampiro antes quizás aquella familia siguiera viva aún voy a visitarlos, siento que les fallé- Ruggero sintió que una herida se había abierto, recordó la sonrisa de su esposa y creyó ver sus labios en los de Chiara, sus ojos en ella pero no, no había ninguna clase de similitud, Ruggero cerró sus ojos y evocó el recuerdo de su amada, aquella mujer de Kiev, de cabello rojizo y piel blanca como la nieve, sus carnosos labios rojos y esa mirada que en las mañanas al despertar hacían llorar a Ruggero.
-Pienso que debería encontrar a ese inquisidor, decirle lo quiera decir que esas palabras nos ayudan sobre todo si pasamos por tiempos de penumbra, yo... Si me lo permite podría ayudarle... ¿Cómo era aquel hombre?- preguntó el inquisidor y tomó las manos de Chiara, después se dio cuenta de que había sido algo muy atrevido y las retiró llevándolas a sus piernas y tomó otra postura, atento a Chiara y perdido en sus ojos.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Asechada - privado
- Tiene mucha suerte de haber conocido el amor – pensó – aunque luego lo hubiera perdido, pero por lo menos mientras estuvieron juntos fue feliz – un suspiro suave y lastimero, escapó de su garganta - en cambio, yo, nunca experimenté la magia de un beso, el paraíso que puede encontrar una mujer en un hombre cuando de verdad se aman – reflexionó.
Había dejado de mirar por la ventanilla, en cuanto comenzó a escuchar aquella voz masculina y sensual que le llamaba, con aquel relato, desde el lado opuesto del asiento. Mientras escuchaba la triste historia que Ruggero le contaba, sus ojos buscaron los de él, veía su tristeza reflejada en ellos. Instintivamente se mordió el labio inferior – siempre lo hacía cuando algo la angustiaba - poder casi palpar aquella perdida, le provocaba un desasosiego que se acunaba en su pecho.
Levantó la mano para seguir un impulso descabellado, pues deseaba acariciar el rostro de aquel hombre, en una muestra ingenua de cariño, como lo habría hecho con un de sus pequeños hermanos, cuando algo los llenaba de tristeza. Se contuvo, cerrando su mano la apoyó en su pecho como si quisiera de esa forma guardar su propio dolor en el corazón.
- Por supuesto que un hombre como el Sr. Rosso, debería tener un amor, alguien quien lo estaría esperando, tal vez, en ese preciso momento - pensó mientras sus ojos descendían de los de él a su boca – en verdad que es atractivo – caviló por una milésima de segundo – pero que piensa tonta – se reprochó – él está abriéndote su corazón y tu te fija en… - agradeció que las sombras que se proyectaban en el interior del coche pudieran ocultar su rubor. Jugó nerviosa con sus manos, que ahora entrelazadas como si tuviera entre ellas un rosario reposaban en su regazo.
Sintió las manos de Ruggero que tomaban las suyas, como si intentara infundirle ánimos o consolarla o por lo menos eso pensó. Luego la soltó con prontitud como si se avergonzara de aquella actitud. En todo ese periodo el cual permaneció en silencio, no pudo apartar sus ojos de aquellos orbes azules, no podía explicarlos pero sentía un bienestar con el solo hecho de estar allí.
- ¿Cómo era?, pues en verdad es difícil de recordar con exactitud, recuerdo que tenía los ojos azules, diría que de un azul muy intenso. Su voz era grave pero a la vez sedosa y sus cabellos… pues en verdad me parecieron oscuros, pero con el susto que tenía y lo que acababa de vivir apenas detener el carruaje y bajar de él me desmaye – sonrió nerviosa – si ya se, puede parecerle gracioso pero en ese momento todo me dio vueltas y se puso negro, no recuerdo mas, hasta varios días después, cuando desperté en la iglesia de Nuestra Señora de San Jean de Maurinne.
Intentó recordar algo más, que la ayudara a encontrar el paradero de aquel hombre pero parecía que los detalles se le escurrían de su memoria. Entonces en un segundo y como si lo pudiera ver en aquel preciso momento, recordó que cuando descendía del vehículo, con sus ropas ensangrentadas y rasgadas, ella trastabilló y cayo sobre el pecho de aquel hombre, aferrándose a una pequeña cruz que llevaba, éste, al cuello. Pasados los días cuando le devolvieron sus pocas pertenencias le entregaron aquella diminuta joya – Solo conservo de él una pequeña cruz, seguramente los monjes al encontrarla habrían dado por sentado que se trataba de un tesoro importante para mi – llevó su mano al cuello y acarició la pequeña cruz que brilló en la obscuridad del coche.
Había dejado de mirar por la ventanilla, en cuanto comenzó a escuchar aquella voz masculina y sensual que le llamaba, con aquel relato, desde el lado opuesto del asiento. Mientras escuchaba la triste historia que Ruggero le contaba, sus ojos buscaron los de él, veía su tristeza reflejada en ellos. Instintivamente se mordió el labio inferior – siempre lo hacía cuando algo la angustiaba - poder casi palpar aquella perdida, le provocaba un desasosiego que se acunaba en su pecho.
Levantó la mano para seguir un impulso descabellado, pues deseaba acariciar el rostro de aquel hombre, en una muestra ingenua de cariño, como lo habría hecho con un de sus pequeños hermanos, cuando algo los llenaba de tristeza. Se contuvo, cerrando su mano la apoyó en su pecho como si quisiera de esa forma guardar su propio dolor en el corazón.
- Por supuesto que un hombre como el Sr. Rosso, debería tener un amor, alguien quien lo estaría esperando, tal vez, en ese preciso momento - pensó mientras sus ojos descendían de los de él a su boca – en verdad que es atractivo – caviló por una milésima de segundo – pero que piensa tonta – se reprochó – él está abriéndote su corazón y tu te fija en… - agradeció que las sombras que se proyectaban en el interior del coche pudieran ocultar su rubor. Jugó nerviosa con sus manos, que ahora entrelazadas como si tuviera entre ellas un rosario reposaban en su regazo.
Sintió las manos de Ruggero que tomaban las suyas, como si intentara infundirle ánimos o consolarla o por lo menos eso pensó. Luego la soltó con prontitud como si se avergonzara de aquella actitud. En todo ese periodo el cual permaneció en silencio, no pudo apartar sus ojos de aquellos orbes azules, no podía explicarlos pero sentía un bienestar con el solo hecho de estar allí.
- ¿Cómo era?, pues en verdad es difícil de recordar con exactitud, recuerdo que tenía los ojos azules, diría que de un azul muy intenso. Su voz era grave pero a la vez sedosa y sus cabellos… pues en verdad me parecieron oscuros, pero con el susto que tenía y lo que acababa de vivir apenas detener el carruaje y bajar de él me desmaye – sonrió nerviosa – si ya se, puede parecerle gracioso pero en ese momento todo me dio vueltas y se puso negro, no recuerdo mas, hasta varios días después, cuando desperté en la iglesia de Nuestra Señora de San Jean de Maurinne.
Intentó recordar algo más, que la ayudara a encontrar el paradero de aquel hombre pero parecía que los detalles se le escurrían de su memoria. Entonces en un segundo y como si lo pudiera ver en aquel preciso momento, recordó que cuando descendía del vehículo, con sus ropas ensangrentadas y rasgadas, ella trastabilló y cayo sobre el pecho de aquel hombre, aferrándose a una pequeña cruz que llevaba, éste, al cuello. Pasados los días cuando le devolvieron sus pocas pertenencias le entregaron aquella diminuta joya – Solo conservo de él una pequeña cruz, seguramente los monjes al encontrarla habrían dado por sentado que se trataba de un tesoro importante para mi – llevó su mano al cuello y acarició la pequeña cruz que brilló en la obscuridad del coche.
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Re: Asechada - privado
-Muy bella joya es la que posee en el cuello- dijo Ruggero y desvió la mira, aquella cruz no formaba parte de la Iglesia, no era algo que distinguía a un equipo o facción, no, quizás era un tesoro del hombre que la salvó y eso le hizo suspirar, después de todo no sería fácil encontrar a aquel hombre y el inquisidor se sintió estúpido al creer que podría con sencillez darle a la mujer una alegría.
El coche seguía avanzando y se generó un incómodo silencio, -Signorina Di Moncalieri- le dijo en su lengua natal y sonrió en aquella oscuridad, -si realmente deseáis encontrar a vuestro salvador debéis relatarme más de aquella noche, he de deciros que esa cruz no pertenece a la Iglesia y no le he visto portar a ningún miembro de la orden-.
El inquisidor llevó sus manos a su cabello y se lo hecho para atrás, aún estaba mojado y el cambio de posturas lo habían alborotado.
-Me comentó que esperaba a vuestro hermano, ¿a qué se dedica?, es claro que supervivió a lo que abrumó a vuestra familia... ¿estaba presente aquella fatídica noche?- dijo y se dedicó a contemplar los ojos de Chiara.
Pd. Lo siento Chiara por ésta tan pobre respuesta, prometo uno mejor.
El coche seguía avanzando y se generó un incómodo silencio, -Signorina Di Moncalieri- le dijo en su lengua natal y sonrió en aquella oscuridad, -si realmente deseáis encontrar a vuestro salvador debéis relatarme más de aquella noche, he de deciros que esa cruz no pertenece a la Iglesia y no le he visto portar a ningún miembro de la orden-.
El inquisidor llevó sus manos a su cabello y se lo hecho para atrás, aún estaba mojado y el cambio de posturas lo habían alborotado.
-Me comentó que esperaba a vuestro hermano, ¿a qué se dedica?, es claro que supervivió a lo que abrumó a vuestra familia... ¿estaba presente aquella fatídica noche?- dijo y se dedicó a contemplar los ojos de Chiara.
Pd. Lo siento Chiara por ésta tan pobre respuesta, prometo uno mejor.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Aun acariciaba la cruz cuando lo escuchó, lo miró a través de la penumbra y le sonrió, a ella poco le importaba que fuera un inquisidor o no, solo quería encontrarlo, darle las gracias y si pudiera no separarse mas de él – pero no por amor, sino por amistad y respeto – caviló.
Ruggero le pedía nuevamente que le hablara mas de ese momento, de aquella noche, pero para ella eso era tan incomodo, tan tremendamente doloroso, que esquivando su mirada buscó asirse a algún recuerdo mas feliz, a un momento alegre anterior a esa tragedia. Pasó unos segundos observando nuevamente el paisaje nocturno, cada vez reconocía mas las cercanías a la mansión y una tristeza invadía su pensamiento – no quiero que este momento termine, me siento tan a gusto que no desearía llegar a casa – pensó, en su mente trataba de crear alguna escusa para que aquel viaje continuara.
- Marfil, si, marfil era el color de las paredes de mi habitación, al igual que sus cortinas y el dosel de mi lecho – sonrió tristemente – se preguntará que tiene que ver – dijo humedeciéndose nerviosa el labio inferior – es que en ese lugar mi pesadilla comenzó, cuando estaba descansando - giró su cabeza hasta ubicarle en la penumbra del coche – hacía unas horas que me había retirado a dormir, recuerdo como si fuese apenas hace unos momentos , que todo aquello sucedía – se acarició con la mano la parte del cuello en donde sitió aquella respiración helada, esos labios que se había apoyado en su piel de alabastro. Como poner en palabras lo que había sentido, si aun ella se reprochaba, pero era como si en esos momentos no hubiera podido negarse a nada de lo que ese ser le pidiera. – Recuerdo despertarme por … una respiración en mi cuello y unas manos heladas – se ruborizo – después… entre una sensación de aturdimiento en mi cabeza, escuché la voz de mi padre llamándome desde la puerta de mi habitación y aquella sombra que de estar sobre mi cuerpo, se abalanzó como una exhalación atacando a mi padre - cerró los ojos como queriendo borrar de su mente el momento cuando aquel ser destrozaba la garganta de su padre y aquellas paredes y cortinas se cubrían de sangre. Llevó una de sus manos a su sien, estaba temblando - deseaba tanto que en esos momentos alguien la abrazara, la contuviera, los recuerdos eran en extremo dolorosos y ella se sentía vulnerable. – Me acuerdo de haber gritado, como si de repente me hubiera percatado de lo que sucedía a mí alrededor. Salí corriendo hacia la puerta del balcón y me deslicé desde el murete hacia un árbol cercano, el cual sus ramas tocaban el balcón y me deslice por él, de allí a las caballerizas y al coche que veloz me alejo de aquella locura – se detuvo en su relato y sin reflexionar tomó la mano de Ruggero entre las suyas acercándola a su pecho y con una voz que era como una suplica le preguntó – ¿hice mal? ¿Debería haberme quedado y enfrentarlo? ¿Venían por mí? – eran preguntas que no tenían respuestas aun para ella. De sus ojos las lágrimas caían libremente, su cabeza se encontraba inclinada levemente sobre sus manos, las cuales se humedecían. A pesar de sentirse apenada por haber tomado la mano del hombre entre las suyas, no la pudo soltar, necesitaba aquel contacto físico que le permitía sentir que no estaba sola y que lo vivido no era producto de su imaginación afiebrada. Suavemente fue soltando el contacto y buscó un pañuelo para secar su rostro.
- Lamento mucho, esta situación, es que en verdad aquel recuerdo aun me perturba demasiado para contarlo – sonrió tímidamente – si tuviéramos mas tiempo le podría relatar como encontré de nuevo a mi hermano – lo miró con ojos traviesos, de pestañas largas y cuajadas de lagrimas – si tomáramos un café. ¿Le parece?– aventuró a preguntarle, a sabiendas de que tremenda petición no era de una mujer de su clase. Pero en verdad quería pasar mas tiempo con ese hombre ya que comenzaba a sentir algo especial por él - ¿no es extraño? recién lo conoces y ya quieres considerarlo mas que un ¿conocido? – caviló mientras sus ojos se hundían en las aguas azules de los de Ruggero.
Ruggero le pedía nuevamente que le hablara mas de ese momento, de aquella noche, pero para ella eso era tan incomodo, tan tremendamente doloroso, que esquivando su mirada buscó asirse a algún recuerdo mas feliz, a un momento alegre anterior a esa tragedia. Pasó unos segundos observando nuevamente el paisaje nocturno, cada vez reconocía mas las cercanías a la mansión y una tristeza invadía su pensamiento – no quiero que este momento termine, me siento tan a gusto que no desearía llegar a casa – pensó, en su mente trataba de crear alguna escusa para que aquel viaje continuara.
- Marfil, si, marfil era el color de las paredes de mi habitación, al igual que sus cortinas y el dosel de mi lecho – sonrió tristemente – se preguntará que tiene que ver – dijo humedeciéndose nerviosa el labio inferior – es que en ese lugar mi pesadilla comenzó, cuando estaba descansando - giró su cabeza hasta ubicarle en la penumbra del coche – hacía unas horas que me había retirado a dormir, recuerdo como si fuese apenas hace unos momentos , que todo aquello sucedía – se acarició con la mano la parte del cuello en donde sitió aquella respiración helada, esos labios que se había apoyado en su piel de alabastro. Como poner en palabras lo que había sentido, si aun ella se reprochaba, pero era como si en esos momentos no hubiera podido negarse a nada de lo que ese ser le pidiera. – Recuerdo despertarme por … una respiración en mi cuello y unas manos heladas – se ruborizo – después… entre una sensación de aturdimiento en mi cabeza, escuché la voz de mi padre llamándome desde la puerta de mi habitación y aquella sombra que de estar sobre mi cuerpo, se abalanzó como una exhalación atacando a mi padre - cerró los ojos como queriendo borrar de su mente el momento cuando aquel ser destrozaba la garganta de su padre y aquellas paredes y cortinas se cubrían de sangre. Llevó una de sus manos a su sien, estaba temblando - deseaba tanto que en esos momentos alguien la abrazara, la contuviera, los recuerdos eran en extremo dolorosos y ella se sentía vulnerable. – Me acuerdo de haber gritado, como si de repente me hubiera percatado de lo que sucedía a mí alrededor. Salí corriendo hacia la puerta del balcón y me deslicé desde el murete hacia un árbol cercano, el cual sus ramas tocaban el balcón y me deslice por él, de allí a las caballerizas y al coche que veloz me alejo de aquella locura – se detuvo en su relato y sin reflexionar tomó la mano de Ruggero entre las suyas acercándola a su pecho y con una voz que era como una suplica le preguntó – ¿hice mal? ¿Debería haberme quedado y enfrentarlo? ¿Venían por mí? – eran preguntas que no tenían respuestas aun para ella. De sus ojos las lágrimas caían libremente, su cabeza se encontraba inclinada levemente sobre sus manos, las cuales se humedecían. A pesar de sentirse apenada por haber tomado la mano del hombre entre las suyas, no la pudo soltar, necesitaba aquel contacto físico que le permitía sentir que no estaba sola y que lo vivido no era producto de su imaginación afiebrada. Suavemente fue soltando el contacto y buscó un pañuelo para secar su rostro.
- Lamento mucho, esta situación, es que en verdad aquel recuerdo aun me perturba demasiado para contarlo – sonrió tímidamente – si tuviéramos mas tiempo le podría relatar como encontré de nuevo a mi hermano – lo miró con ojos traviesos, de pestañas largas y cuajadas de lagrimas – si tomáramos un café. ¿Le parece?– aventuró a preguntarle, a sabiendas de que tremenda petición no era de una mujer de su clase. Pero en verdad quería pasar mas tiempo con ese hombre ya que comenzaba a sentir algo especial por él - ¿no es extraño? recién lo conoces y ya quieres considerarlo mas que un ¿conocido? – caviló mientras sus ojos se hundían en las aguas azules de los de Ruggero.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Asechada - privado
Las palabras de la señorita Di Moncalieri, aquella voz triste estaba llegando al corazón del inquisidor. Por un momento sintió ver en Chiara a su amada esposa, la voz que le relataba esa tragedia le hizo evocar los últimos recuerdos con Jade y conforme avanzaba la historia, la tristeza contagió a Ruggero y los deseos de llorar le invadieron de una fuerza tal que tuvo que luchar consigo mismo para no perder la razón.
Entonces Chiara tomó la mano de Ruggero y la llevó a su pecho, las palabras que prosiguieron a la acción rompieron el alma del inquisidor. Pero Ruggero nada dijo, no sabía que decir, cómo actuar, estaba estupefacto, la belleza de Chiara comenzaba a resaltarse y el inquisidor se perdió en los ojos de ella, deseo que no terminara el viaje, mas sabía que estarían por llegar. Las expresiones de Chiara lo aseguraban.
Pero sucedió algo inesperado, Chiara Di Moncalieri invitó a Ruggero a un café. ella en verdad quería seguir conversando y al inquisidor el corazón se le aceleró.
-Si vayamos a uno... ¡No, Ruggero que haces, ella no es Jade no cometas el mismo error. Eres un sirviente de la iglesia, no le hagas daño, no te hagas daño. ¿Pero que decís? Sólo es el interés de una buena charla y nada más. Ruggero no te engañes te estás enamorando de ella. ¡Callad y dejadme en paz! Una vez amé, no lo haré otra vez... No lo haré otra vez- debatía el inquisidor mientras se le escapaba -Si, conozco uno muy ameno cerca del centro- dijo y continuó esta vez dirigiéndose al cochero, llevadnos al café de siempre-.
-Signorina Di Moncalieri, me rompe el alma escuchar vuestra tragedia, mas esa valía que fue el huir, ponerse a salvo a hecho que exista este momento y yo le agradezco mucho- y Ruggero cambió de asiento colocándose junto a Chiara, luego, tomó con delicadeza la barbilla de Chiara y guió su cabeza para que ambos se mirasen a los ojos. El cuerpo de Ruggero se estremeció y nuevamente las voces de su cabeza hicieron que retirara su mano atrevida de la tersa piel de Chiara.
Apenado Ruggero perdió su mirada al suelo. -Disculpadme Signorina Di Moncalieri, realmente quiero escuchar vuestra historia-
Entonces Chiara tomó la mano de Ruggero y la llevó a su pecho, las palabras que prosiguieron a la acción rompieron el alma del inquisidor. Pero Ruggero nada dijo, no sabía que decir, cómo actuar, estaba estupefacto, la belleza de Chiara comenzaba a resaltarse y el inquisidor se perdió en los ojos de ella, deseo que no terminara el viaje, mas sabía que estarían por llegar. Las expresiones de Chiara lo aseguraban.
Pero sucedió algo inesperado, Chiara Di Moncalieri invitó a Ruggero a un café. ella en verdad quería seguir conversando y al inquisidor el corazón se le aceleró.
-Si vayamos a uno... ¡No, Ruggero que haces, ella no es Jade no cometas el mismo error. Eres un sirviente de la iglesia, no le hagas daño, no te hagas daño. ¿Pero que decís? Sólo es el interés de una buena charla y nada más. Ruggero no te engañes te estás enamorando de ella. ¡Callad y dejadme en paz! Una vez amé, no lo haré otra vez... No lo haré otra vez- debatía el inquisidor mientras se le escapaba -Si, conozco uno muy ameno cerca del centro- dijo y continuó esta vez dirigiéndose al cochero, llevadnos al café de siempre-.
-Signorina Di Moncalieri, me rompe el alma escuchar vuestra tragedia, mas esa valía que fue el huir, ponerse a salvo a hecho que exista este momento y yo le agradezco mucho- y Ruggero cambió de asiento colocándose junto a Chiara, luego, tomó con delicadeza la barbilla de Chiara y guió su cabeza para que ambos se mirasen a los ojos. El cuerpo de Ruggero se estremeció y nuevamente las voces de su cabeza hicieron que retirara su mano atrevida de la tersa piel de Chiara.
Apenado Ruggero perdió su mirada al suelo. -Disculpadme Signorina Di Moncalieri, realmente quiero escuchar vuestra historia-
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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