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Dulce reencuentro a la luz de la luna (Giàccomo) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Shanon Owen Lun Jul 19, 2010 6:51 pm

Me encontraba en mi hogar conversando con Anaís, mi amiga y sirvienta a voluntad propia, cuando al fin acababa de sobrevenir el atardecer y con él nuestra mejor aliada, la noche. De nuevo volvía a ser libre para poder salir al exterior, respirar el aire fresco que envolvía mis terrenos y como cada noche, conseguir alimentarme del pobre humano que se cruzara en mi camino en un momento poco apropiado para él, pero más que conveniente a mi supervivencia. No sabía por qué razón en ese momento no me apetecía transitar por la ciudad, más bien quería apartarme de ella y de su bullicio por un día. Podías lograr encontrar entretenimiento en ella con el que salir de la agobiante monotonía en la que todas las vidas inmortales, quisieran o no, acababan sumiéndose tarde o temprano. Para mi desdicha esa monotonía infernal se había apoderado de mí hacía ya bastante tiempo y pocas cosas conseguían entretenerme o interesarme lo suficiente como para emerger de ella, pero al menos no era porque no lo intentara.

Salí del Castillo llamando a Alphonse, uno de mis mejores y fieles sirvientes encargado de llevarme a cada sitio que necesitara. Me subí al carruaje cavilando donde ir cuando el destino vino repentinamente a mi mente. Alphonse querido, lléveme a la laguna si es tan amable. Esta noche me apetece relajarme y ordenar mis pensamientos con una hermosa vista y ¿qué mejor lugar que ese? Le pedí educadamente, con el trato cordial que siempre utilizaba con toda mi gente. Sabía que ellos se preguntaban por mis salidas nocturnas, les extrañaba mi forma de vida, dormir de día y salir de noche, aunque ya había conseguido que no me interrogaran más, ganándome su confianza debidamente. Además todos llevaban una buena vida, me aseguraba siempre de que no les faltara nada y en agradecimiento solo les pedía discreción, cosa que me garantizaban por lo que no teníamos problemas innecesarios. Muy bien mi Lady, enseguida llegaremos. Agradecí sus servicios con una encantadora sonrisa, excluyendo en ella la exposición de mis colmillos ya que era evidente que no podían saber mi secreto, y tras asentir con la cabeza comenzamos el viaje. Durante el trayecto estuve pensando y recordando una conversación que había tenido lugar en el Palacio Royal con una de mis mejores amigas desde hacía ya mucho tiempo, Sabrina Di Alessandro. En ese reencuentro nos habíamos puesto al día de muchas cosas entre risas y agradables palabras, recordando toda clase de peripecias pasadas, pero lo que ahora no dejaba de invadir mi mente era la impactante noticia que me había dado, sorprendente sin duda, me había alegrado y preocupado al mismo tiempo y esa sensación de inquietud no la podía extraer de mi interior. Al parecer Giáccomo era ahora un inmortal, y acababa de llegar a París para seguir sirviendo a mi amiga. Eso me hizo trasladarme mentalmente al pasado, recordando toda clase de aventuras y buenos momentos compartidos a su lado, pero mi preocupación radicaba en que no sabía si él seguiría pensando en mí igual que antes, o simplemente solo era ya una amiga. De ser así no se lo reprocharía ya que tuve que dejarle sin elección cuando me trasladé a París a causa de mi familia.

Suspiré ante todos los recuerdos dándome solo cuenta de que ya había llegado a la laguna cuando Alphonse abrió una de las puertas para ayudarme a bajar. Cogí su mano para salir del carruaje y le dije algo ausente todavía Gracias mi buen Alphonse, puede retirarse ya a dormir, mañana le veré de nuevo. Estaré bien no se preocupe agregué ya que había notado que no le gustaba dejarme aquí sola, pero eso era lo que necesitaba, la soledad necesaria para conectar con mi interior. Me alejé con paso lento, metódico pero firme, hacia la orilla de la laguna, dejándole atrás perdiéndole enseguida a mis espaldas, avanzando hasta la orilla donde me apoyé en uno de los árboles cercanos a esta clavando mi mirada en la superficie acristalada de aquella hermosa laguna, observando el maravilloso paraje que parecía aún más mágico y misterioso abrazado por el manto estrellado que cubría el firmamento, el cual con su luna en cuarto menguante proyectaba sus finos rayos en el agua, dándole un brillo con el que era fácil quedarse en un estado casi hipnótico. Mientras mi mente daba vueltas y vueltas a lo mismo. Suspiré cansada y abatida tratando de apartar esos temas para conseguir algo de paz cuando a lo lejos escuché pasos. Gracias a mis desarrollados sentidos podía sentir otra presencia que se acercaba a donde me encontraba, esa era una de las cosas que agradecía de ser inmortal, podías presentir el peligro o cualquier otra cosa antes de que ocurriera. Esperé a que los pasos, seguros y ligeros, sonaran más cercanos para girarme y observar a aquella persona que estaba por llegar a mí. Cuando le vi noté como me quedaba de piedra, no pude reaccionar ante aquello que mi vista me mostraba por real, solamente clavé mi mirada en la suya, una mirada intensa con ese brillo de picardía que escondía una profunda sabiduría que sería incapaz de olvidar nunca. Mi cuerpo no reaccionaba ante ninguna de las órdenes que trataba de darle por lo que me quedé recargada en el árbol hasta que acabó de acercarse y poco a poco notaba como en mi interior se instauraba un repentino nerviosismo y exaltación que pocas veces había experimentado y solo él era capaz de producir en mi.


Última edición por Shanon Owen el Miér Sep 01, 2010 11:25 am, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Vie Jul 30, 2010 3:49 am

Una noche común, donde el cielo seguía igual que cada crepúsculo, plagado de las titilantes estrellas, viendo el reflector inhumano de la luna en su fase menguante alzándose imponente sin importar cuantos le admirábamos, sintiendo el aire cargado de variados aromas florales distintos de los jardines del Palazzo de Aquitania, mientras que el Alquimista, parecía ser el único objeto sin vida del lugar. Permanecía estático, sentado en una de las cómodas butacas de la terraza, sosteniendo un libro sobre su regazo que devoraba con los ojos. A unos metros, estaba su consorte, la mujer que a pesar de su linaje, jamás le había tratado con despotismo o le había juzgado por su condición, conocía sus secretos, podía ubicar su voz de entre una multitudinaria conglomeración de vampiros, y lo más importante, le dio un lugar en este planeta de locos. ¿Por qué tan silenciosa esta noche, Mi Lady? Él ya sabía la respuesta aunque no le fue proferida alguna mención del asunto, ella aun estaba de espaldas hacia él entre las colosales columnas marmóreas, respirando acompasadamente, anestesiada del mundo del que Giàcomo le había jurado proteger. Todos necesitamos un alma, amada Emperatriz… No se deje vencer por la nada, porque nadie garantizo que sería sencillo más no imposible… Finalmente ella giro sobre su hombro con sus ojos cristalinos y él sonrió pasando una de las páginas.

Los ojos del Alquimista esperaban letras, formulas, racionamientos científicos, jamás imagino encontrar la foto de aquella mujer que le había enseñado a vivir mas allá de la muerte, Shanon Owen, sí… Así se llamaba… Acariciando con el borde de sus dedos la fornitura de sus pómulos y los labios de la imagen, se sintió un masoquista por aun llevar su recuerdo tras tantos años. ¿Por qué debía ser borrado? No, ella era inmortal no solo en este mundo, sino también en su alma. ¿Me permitiría…? Cuando intento en vano, solicitar la concesión de la Reina para retirarse, descubrió que ésta había desaparecido en su momento de ensimismamiento. Yo también... Necesito inspiración. Musito ausente y perdido entre las afirmaciones de su cabeza. Cerrando el libro y llevándolo consigo bajo el brazo para acudir al único lugar de Paris que le llamaba cada vez que requería un poco de paz, la laguna que desde siempre le instaba a rememorar aquellos momentos en un instante autodestructivo o masoquista.

Tomo uno de sus briosos caballos, recorriendo la distancia en silencio, dejándose llevar por el ondeo de su corcel entre cada galope, suprimiendo sus sentidos para minimizar el potencial peligro que se arrastraba por lo general a su alrededor. La bestia se detuvo en un audible relincheo cuando encontraron su destino, permitiendo que su amo bajara con gracilidad y lo dejara libre para acercarse a la laguna y beber un poco del elixir que lo hidrataría… A pesar de ser un vampiro y de ser catalogado como un loco asesino, sentía un gran respeto hacia su bestia… “Caballo” Le puso como nombre en un momento de falta de inspiración, y realmente entre tantos términos, parecía ser el más adecuado a su especie. Trata de no desaparecer mientras esté aquí… O voy a estrangularte hasta que estés bien muerto… Palmeo su lomo como un atisbo afectuoso y atípico en él, aunque sus palabras eran siniestras, no eran más que una advertencia inocua.

Caminó varios metros, perdido en sí mismo, pensando en lo dañino que le resultaban los recuerdos tras tantos años de ser convertido en un ser superior e inmortal. ¿Por qué no podía sacársela de la cabeza? Simplemente amputar las dagas que se fijaban en su pecho y no le dejaban respirar o al menos, rehacer su vida. ¡No! Las mujeres eran tan peligrosas como las pociones que él realizaba noche tras noche en su laboratorio, sí que lo sabía por previa experiencia. Acomodo su sombrero para ocultar su mirada tras las sombras de la solapa del mismo, continuando como un vago sin dirección hasta inmutarse ante un aroma familiar, no era algo literal, Giàccomo estaba por primera vez, paralizado ante aquella fragancia que llevaba su autoría… Un perfume… Un regalo de despedida… Shanon… Murmuro con un tono gravídico al captar en su campo visual a la divinidad frente a él que giraba lentamente.  

OFF: Perdón la tardanza, psssss he estado algo, distraído :S
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Mensaje por Shanon Owen Sáb Jul 31, 2010 9:48 am

Mi cuerpo seguía siendo un hervidero de emociones en ese momento. Lentamente fui girándome para conseguir una mejor vista de la persona que acababa de pararse enfrente mío. No sabía ni cómo reaccionar, ni qué decir. Si tuviera pulso seguramente mis manos hubieran estado temblando en ese momento, no sabría decir si de emoción, temor, éxtasis, o cuantos adjetivos similares se me ocurrieran. El caso era que por primera vez desde hace mucho tiempo casi podía asegurar que mi corazón estaba a punto de latir de nuevo solo con su presencia. Ni la ligera brisa que corrió en ese momento logró calmarme, portadora de varias esencias, pero sin duda la única que llamaba mi atención era la suya, una que ni en todos estos años se había borrado de mi mente, la recordaba con exactitud y sería capaz de reconocerla en cualquier lugar por muy abarrotado de gente que estuviera.

Escuchar su susurro pareció darme algo de cordura y sacarme del ensimismamiento en el que andaba presa hacía escasos momentos. Una leve sonrisa se extendió por mi rostro tornándose así con una mezcla de alegría y nostalgia. Había acudido a ese lugar para intentar olvidarme de aquellos recuerdos que se instauraban en mi mente una y otra vez, pero ahora no creía posible el poder hacerlo, él había marcado un punto sin retorno en mi vida, me había hecho apreciar el valor de la vida, revivir sentimientos que creía muertos… ¿cómo podía tan siquiera plantearme el borrarlo todo de un plumazo?, imposible, y menos ahora que le acababa de ver de nuevo, a unos pocos metros de distancia, que se recortaron aún más en el momento en el que mis piernas al fin decidieron responder y avanzar con paso lento y grácil, parando a una corta distancia, pero no lo suficientemente corta como en ese momento me hubiera gustado.

Me quedé observándole fijamente, todavía sin mediar palabra alguna, rememorizando cada rasgo de su rostro, sus gestos... tan perfecto como le recordaba e incluso mejor. No sé qué cambio había imaginado encontrar, la inmortalidad hacía que el paso del tiempo no surtiera efecto en nosotros, aunque con él podía afirmar que con el tiempo mejoraba cada vez más, como un buen vino que con los años se va curtiendo, fermentando hasta hacerse de una exquisitez sublime esperando a ser catado por la persona indicada y con esa metáfora me dije a mi misma que yo no era aquella persona. Hacía tiempo que ya me había hecho a la idea de que le había perdido el mismo día que me despedí de él para venir aquí, a París, para continuar con una vida de monotonía y pesadez, dejando atrás lo mejor que me había pasado en mi existencia.

Aún así, no pude evitar mirarle con melancolía y tristeza. Alcé mi mano derecha, recorriendo lentamente con la punta de los dedos la solapa de su sombrero, simplemente rozándola suavemente para después con el dedo índice elevarlo un poco dejando así al descubierto sus ojos, recordando que él siempre ocultaba su mirada tras la sombra de su sombrero, pero a mí me encantaba perderme en la intensidad de su profunda mirada. -Giàccomo… -Pronunciar su nombre me pareció la mejor de las melodías, hacia tanto que había soñado con un momento similar, poder decirle todo lo que sentía, disculparme por lo pasado, y ahora aquí lo tenía y no sabía ni por dónde empezar , mis ideas estaban dispersas y apenas era capaz de pronunciar una frase entera sin vacilar o tartamudear.

Deslicé mi mano tímidamente por su rostro en una leve caricia, apartándola enseguida con pena mientras daba un leve suspiro. -¿Cómo…. –dudé un poco en preguntar, pero enseguida decidí continuar, no era momento de dudas - … es que estás aquí? – bien, era una pregunta tonta, él podía estar donde gustara, pero mi pregunta trascendía a ese mero contenido, refiriéndome más a qué hacía en París, a que por qué estaba en la laguna, aunque eso también me resultaba curioso. Me fijé en el libro que portaba bajo el brazo y eso si que no me extrañaba. Sabía de su pasión por la lectura y seguir impregnándose de todos los saberes, cosa que admiraba ya que con el tiempo había logrado una gran cultura sobre diversos temas tanto científicos, filosóficos y de diversas índoles. -¿Qué tal te encuentras? – me atreví a preguntarle en un tratamiento más bien relajado, fuera de las clases sociales ya que por mi parte la amistad estaba por encima de los tratamientos de usted, es más los odiaba, para mi todas las personas eran iguales y con los que gozaba de una buena amistad me gustaba hablarles de tu ya que dotaba de un mayor acercamiento a las personas, además él para mi era mucho más que un buen amigo...aunque no fuera recíproco mis sentimientos hacia él no cambiarian.
Me mordí inconscientemente el labio inferior y es que eso ya lo tenía por costumbre cuando mis nervios estaban a flor de piel. Las palabras se me quedaban echas un nudo en la garganta, instando por salir, pero mis labios no proferían sonido alguno y es que necesitaba oír de nuevo su voz, como si aquello fuera el mejor de los tranquilizantes, por lo que esperé a escuchar alguna respuesta a mis preguntas, mientras me acomodaba un mechón detrás de mi oreja que había decidido rebelarse de su posición.


OFF: no pasa nada, hemos estado parecido :S
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Dulce reencuentro a la luz de la luna (Giàccomo) Empty Re: Dulce reencuentro a la luz de la luna (Giàccomo)

Mensaje por Invitado Vie Ago 06, 2010 3:04 pm

El Alquimista, había tratado de ahogar los recuerdos en las viejas páginas de los libros que pudiera conseguir como una infame excusa de mantener su mente ocupada en algo más que no fuera Lady Owen. ¿Cómo es que el destino se había confabulado de este modo y propiciaba un extraño encuentro entre ellos dos? Se pregunto justo en aquel instante en que los delicados dedos de la mujer, levantaron la solapa de su sombrero y las sombras perpetuas desaparecían entre los hilos de plata que se filtraban de la luna para develar sus ojos gélidos pintados de un extraño matiz verde azulado. Giàccomo controlo el viejo impulso de dar un respingo hacia atrás ante el mas mínimo contacto físico, después de todo, las únicas mujeres que le habían tocado con esa atípica dulzura, habían sido la Emperatriz y la mujer que en antaño, había marcado su corazón dividiéndolo en dos partes que aun no había logrado solidificar. Creo que la respuesta a esa pregunta ya la conoce, Mi Lady. Dijo con su clásico tono de voz tenor, carente de sentimiento alguno. ¿Qué diablos se supone que hacia aquí? Bien habría optado por quedarse en Roma junto al Verdugo, a cargo de los asuntos de estado mientras sacaban del camino a los estorbosos miembros de la Corte y a algunos mugrosos plebeyos que corrían la voz de que el Palazzo estaba plagado de bestias chupasangres. Chupasangres, si… Bestias… Solo el Chacal –El tercer guardia personal de la Reina- podía considerarse en ese status.

El vampiro sin vida, parpadeó un par de veces, dejando salir un mohín de sorpresa cuando el sedoso tacto de la fémina recorría su mejilla del único modo que podía despertar su corazón y avivar la flama de los recuerdos que se instauraban en lo más profundo de su subconsciente, tal como una profunda quemada que dejaría su marca permanente tatuada en su alma. Recordó aquel instante, en que sus fuertes manos envolvían la cintura de aquella mujer que lo había devuelto a la vida, cuando paseaban en el jardín gozando de una vitalidad extraña para los de su especie e incluso cuando, en las noches de intimidad, el lenguaje verbal era dejado a un lado solo para expresar los intensos sentimientos a través de las ardientes caricias y besos cadentes que habían marcado su condena perpetua hasta el momento en que el beso de plata de su reina le había otorgado la eternidad. Estoy bien, Madame… Los años no pasan en vano, y he descubierto que el tiempo, es capaz de curarlo todo… ¿Usted como se encuentra? Sin olvidar su postura ante una dama de alta sociedad, tomo la mano de aquella mujer entre la suya y se inclino en una exagerada reverencia para besar el dorso de la misma con un aire romántico e irónico, tratándose de la única mujer a la que había amado y a un científico loco que había jurado lealtad a si mismo tras su abandono.

Prorrogo ese beso sobre la tersa piel de la mujer por el mayor tiempo posible, cerrando sus ojos para imaginarse el resto de su cuerpo bajo sus labios, ensanchando sus fosas nasales para llenar sus pulmones de aquel delicioso aroma irresistible y llevando su sabor para que perdurara en su paladar hasta un próximo encuentro, que con suerte, no se repetiría al menos por la siguiente década. Aunque el Alquimista, rogara que fuera más pronto que su cálculo anterior. Intentando mantener la poca cordura que le quedaba, retrocedió un paso, soltando su mano y reacomodando la solapa de su sombrero para ocultar nuevamente su mirada errante y evasiva, apretando el libro bajo su brazo y caminando en diagonal hacia uno de los frondosos árboles que proveía de una vista sin igual hacia el paisaje de la laguna y la rivera de la luna. Si me permite el atrevimiento de dar rienda suelta a mi curiosidad… ¿Qué ha sido de su vida durante tantos años? Alzo una de sus gruesas cejas ocultas tratando de hacer una mueca indiferente, abriendo el centro del libro y presionando las páginas anteriores para que no develaran la fotografía que había conservado en secreto durante tantos años ¿Consiguió lo que buscaba? Tal vez… Arrastrando las palabras, dejo escapar una sonrisa tan amarga como aquellas pociones que utilizaba para desintegrar a sus víctimas, dejando al descubierto un deje vacio de subjetividad en cada palabra que le profería ¿Un nuevo compañero que llenara sus noches de penumbra? Lo siento, Madame… Mi intención no es ser indiscreto, una mujer tan atractiva como usted, de seguro no tiene ese tipo de carencias, perdone mi falta de prudencia.

Bajando la cabeza, se concentro en el texto ruñido con un toque de idiosincrasia, afirmando su fuerte temperamento tras una coraza de cordialidad que jamás se le daba tan bien ante las damas, ya que entre todos los términos que podrían adjudicársele al Alquimista, el de “sociable”, jamás encajaría en su perfil psicológico o incluso en una broma de mal gusto al ser más oscuro de los cazadores sombríos de la guardia personal de la reina. Con el ceño fruncido, y cada parte de su cuerpo tan tenso y rígido como una roca, levanto la mirada para ver la hermosa danza del vestido de Shanon siendo ondeado por el viento, acercándose, envolviéndolo con ese aroma fresco e impregnado de océano. Sigues siendo una hermosa sirena… Concretó con un todo afable sin apartar la mirada del tono de su vestimenta, intentando mantener su mente en blanco, tratando por todos los medios que aquellas ideas de despojarla de tanta tela estorbosa y exponer la verdadera belleza magistral de su piel fuera evidenciada ante su mirada. ¡Diablos! Maldijo en un murmullo entre dientes para sí mismo, había fallado el muy idiota, demasiado tarde trato de no pensar en ella como una Diosa que le había dado la vida para después arrebatársela con un soplo de su aliento.
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Mensaje por Shanon Owen Sáb Ago 07, 2010 10:34 am

Tras aquel breve contacto en el que me había aventurado a rozar levemente la suave piel de sus pómulos, definiendo lentamente sus rasgos, no pude nada más que asentir con aquella respuesta ante mi anterior pregunta, bajando levemente la mirada hacia el suelo. Sabrina ya me había puesto al tanto de por qué él estaba aquí y aunque ella me había hecho concebir alguna esperanza sobre que sus sentimientos hacia mí no hubieran cambiado, al ver aquella actitud y sus palabras vacías de sentimiento alguno no pude más que encontrarme con la realidad de frente. Si bien mis sentimientos no habían cambiado lo más mínimo, seguía albergando el mismo amor hacia él que siempre, estaba claro, o eso me dio a entender, que él ya no sentía lo mismo y no podía culparle. Había sido yo la que le había abandonado tiempo atrás con la escusa de tener que seguir a mi familia, pero con un auténtico trasfondo egoísta con el que en verdad estaba huyendo, presa del pánico de verme envuelta en algo más serio, fortaleciendo tanto nuestra relación que en ese momento me dio auténtico pavor perder así mi libertad, algo que siempre había apreciado de sobremanera y que por ello había perdido a mi verdadero amor para siempre por lo que podía observar.

Aquellas palabras se clavaron en mi corazón como miles de dagas heladas, retumbando en mi mente, sonando con una fuerza arrolladora… “Los años no pasan en vano, y he descubierto que el tiempo, es capaz de curarlo todo…”, cualquier vestigio de esperanza definitivamente había quedado reducido a polvo ante aquella respuesta. Lo que me estaba temiendo desde hace tiempo ahora se mostraba ante mí de manera más que evidente, Giàccomo había rehecho su vida, seguramente ahora se encontrara feliz con una nueva compañera habiendo pasado página, mientras mi mente no dejaba que aquellos recuerdos del pasado dejaran de acudir a mí una y otra vez. Momentos en los que había sido capaz de sentirme viva de nuevo ya fuera envuelta en sus cálidos y reconfortantes brazos compartiendo momentos de intimidad, o sencillamente paseando por los jardines del Palazzo que tantas veces había visitado o las transitadas calles de Roma. Antes de contestar a su pregunta traté que mi rostro no demostrara emoción alguna, tornando mis ojos fríos, opacos, sin reflejar sentimiento alguno para no darle a conocer el dolor que estaba atenazando el interior de mi cuerpo. Estoy totalmente de acuerdo con usted Monsieur Di Brunni, el tiempo es la mejor cura que se conoce hasta el momento, capaz de curar la más profunda de las penas y el peor de los dolores….- "Excepto el mío, ese no tiene cura…" Agregué mentalmente con pesar.- Ahora mismo me encuentro perfectamente, gracias por preguntar. Con el paso de los años he podido viajar, descubrir nuevos sitios, enriquecer mis conocimientos sobre culturas y a la vez conocer a gente maravillosa teniendo la oportunidad de trazar grandes amistades con alguna de esa gente.

Cuando besó el dorso de mi mano tuve que hacer grandes esfuerzos para reprimir un profundo suspiro que pugnaba por salir entre mis labios. Recordaba con claridad meridiana la sensación de sus labios sobre los míos, como provocaba que mi piel estallara en llamas con un simple roce de aquellos dulces y carnosos labios en ella. En ese momento deseé que el tiempo parara, que prolongara aquel beso por el resto de mi cuerpo, que no dejara de estrechar nunca mi mano entre las suyas, sintiéndose tan cálidas y fuertes a mi tacto que me hicieron añorar de nuevo los viejos tiempos, tiempos que dudaba que regresaran tanto como que quisiera volver a verme después de este fortuito encuentro. Cuando finalmente soltó mi mano y comenzó a caminar hacia uno de los árboles, decidí quedarme un poco más donde estaba de pie, observando la laguna en todo su esplendor, quedando un momento de espaldas hacia él mientras se recargaba en el árbol escogido, agradeciendo que en ese momento no hubiera podido ver la expresión que adoptó mi rostro cuando terminó de hacerme aquellas preguntas con un deje de indiferencia en sus palabras que solo ahondaba más en mi dolor ya inherente, removiéndolo, haciendo que aquellos puñales de hielo clavados en mi corazón terminaran de hacerme añicos interiormente, aunque logré retomar la compostura rápidamente, fingir siempre se me había dado bien, actuar era mi ocio y ahora iba a practicarlo escondiéndome tras una de mis múltiples máscaras. Estaba claro que aquella noche me tocaba pagar por la gran estupidez que cometí antaño y no lo iba a evadir.

Giré lentamente, quedando de perfil ante su vista y esbozando una media sonrisa comencé a contestar sus cuestiones, modulando la voz para que sonara lo más tranquila posible. No tengo problema alguno en contestarle Monsieur. Mi vida ha transcurrido sin sobresalto alguno, con una tranquilidad rallante al aburrimiento muchas veces, pero una se acaba acostumbrando con los siglos. Lo que buscaba… lo encontré, sí. Hice una breve pausa, la libertad que buscaba la encontré, pero a un precio demasiado alto. Aproveché para respirar hondo y continuar con la mayor entereza de la que fuera capaz. Pero no se trataba de ningún compañero ni nada por el estilo. Vine aquí acompañando a mi familia, eso ya lo sabe de nuestro… último encuentro. La idea de venir a París no me complacía demasiado, pero no tuve más remedio que aceptar. Giàccomo, no he vuelto a tener ningún compañero… mi corazón no ha vuelto a sentir lo mismo, ni parecido, con otro hombre que no fuera…. Vacilé en si debía decirlo o no, pero qué demonios, ya me daba todo igual, lo había perdido por lo que asumirlo en voz alta no me haría mayor mal del que ya sufría en mi interior …usted. Imagino que por lo que dijo antes ahora gozará de compañía femenina mucho más adecuada de lo que yo lo fui en su momento, seguramente pretendientas no le sobrarán ya que es usted un hombre de gran valía, inteligente, culto, astuto y muy atractivo. Solo espero que sea feliz con su nueva vida, aunque cuénteme usted, ¿qué ha sido de su vida?, ¿qué tal le va con Lady Sabrina y la elaboración de sus pociones e inventos?, seguramente habrá realizado grandes progresos sabiendo de sobra de sus grandes aptitudes y conocimientos para la Alquimia.

Preguntándole ahora yo había conseguido al menos cambiar el rumbo de la conversación, siendo su turno para contestar evitando seguir sincerándome con él ya que no era muy dada a exponer mis verdaderos sentimientos, me resultaba demasiado difícil ya que así me sentía desprotegida por lo que normalmente solía mantenerlos a buen recaudo en mi interior. Me fijé en el libro que se había traído consigo mientras el viento comenzaba a soplar de nuevo, trayendo los diversos aromas de aquella laguna, relajándome con aquella exquisitez, disfrutando de los más exóticos provenientes de las plantas que se encontraban en lo más profundo de entre los árboles. Me acerqué de nuevo a él lentamente cuando escuché su susurro, extrañaba que me dedicara aquellas palabras que provocaban un vuelco en mi corazón haciéndome sentir como si todavía tuviera pulso y este pudiera acelerarse, cosa que para mi sorpresa hubiera pasado al llegar a mi mente aquellos pensamientos suyos.

Me quedé mirándole parándome en el sitio, enarcando una perfilada ceja mientras negaba imperceptiblemente con la cabeza, como intentando pensar que aquello que él había pensado había sido producto de mi imaginación. No podía concebir que hubiera pensado en aquello cuando momentos antes me estaba dando a entender que ya no era nada más para él que una vieja amiga, pero cuando maldijo entre dientes me di cuenta que había sido real. Controlé una sonrisa que casi se escapa de mis labios y aún con semblante serio volví a caminar hacia él, quedándome enfrente suyo y mirándole fijamente a los ojos le comenté con voz amistosa -No hace falta que maldiga Monsieur, para mí sigue siendo el único hombre que he amado y amo… Hice hincapié en la última palabra, armándome poco a poco de valor para continuar. Aunque usted ya me haya olvidado, no se lo reprocho, es más me lo merezco por haberle abandonado y eso nunca me lo perdonaré. No espero que me comprenda, ni me perdone…porque sé que le hice daño, no se merecía sufrir por mi egoísmo y ahora sería demasiado pedir que lo hiciera. Tenía mis razones para irme, y solo ahora soy capaz de comprender hasta que punto fallé con aquella decisión. Aparté la mirada de su rostro yendo a apoyarme en el árbol que había justo a su lado para dejarle espacio. Ya esta, se lo había dicho y no había vuelta atrás. Un profundo alivio recorrió mi ser al haberme quitado ese peso de encima, pero a la vez una intensa inquietud se había instaurado en mi ante el silencio que ahora reinaba en el lugar. Ambos nos habíamos quedado en silencio, meditando y en un intento de romperlo dirigí mi vista hacia su libro, tendiendo una mano casi con timidez mientras trataba que las palabras no sonaran demasiado débiles ¿Me permitiría echar un vistazo a su libro?, ya sabe que siempre he tenido curiosidad por sus lecturas aunque de algunas no entienda todo con exactitud. Esperé así una respuesta por su parte, un gesto o algo ya que o le había dado en qué pensar, o mi extraña confesión le había pillado tan por sorpresa como a mí el encontrarme diciéndole todo lo anterior y que su mirada, y parte de su rostro, siguiera cubierta por la sombra proyectada por su sombrero no me ayudaba a diluciar su reacción, aunque la tensión de sus músculos me daba una ligera pista de ello.

Shanon Owen
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Dulce reencuentro a la luz de la luna (Giàccomo) Empty Re: Dulce reencuentro a la luz de la luna (Giàccomo)

Mensaje por Invitado Sáb Ago 21, 2010 10:04 am

En tantos años de agonía inmortal tras la partida de la Signorina Owen, Giàccomo había huido de cualquier interacción con alguna fémina que, a pesar de su conducta antisocial, lo detallaban como una presa irresistible dado a que gozaba de un buen parecido físico y un magnetismo natural que él mismo dudaba que tenía, poniéndolo muchas veces en situaciones incomodas en aquellos bares que frecuentaba en compañía de los otros guardias personales de la Reina. No hay otras mujeres… No me gustan ya… ¿Ahora qué demonios estaba diciendo? Más de una vez había admirado las curvas de alguna anónima al pasar, o admirar los rostros cincelados de las mujeres que se cruzaban en su camino como presas a coleccionar. Pero… Lo cierto era que, ante Shanon, ninguna poseía la valía que el Alquimista buscaba sin esperanzas de encontrar; Solo ella tenía esos ojos que lograban hipnotizarlo, ese rostro perfilado, esas líneas corpóreas que lo llevaban a la locura…

En momentos como éstos, cuando sobrepasaba los límites de la realidad al tener la figura de aquella diosa al frente, Giàccomo ni siquiera coordinaba el propio sentido de sus palabras que eran emuladas sin raciocinio alguno. Su completa atención, estaba enfocada en la silueta de aquella mujer que le robaba el aliento, que era envuelta por la brisa nocturna impregnada con la fragancia de los pinos frescos de los bosques a su alrededor, donde su vestido ejercía una danza grácil pero inconsciente con el viento que actuaba poderoso y magnético en los sentidos del Alquimista. No me refiero a que no me gusten las mujeres en sí… Si me agradan… Pero… Pero… ¡Estúpido! Murmuró en su mente al percatarse de que titubeaba frente a la mujer como un pequeño jovencito incapaz de contener el impulso de sus hormonas. No soy gay si es lo que crees. Es solo que, después de ti, no he sido capaz de encontrar a una dama que llene el vacio que dejo tu partida. Expresa con una voz grave, confundido consigo mismo, derrotado ante su propia ambigüedad y carencia de lógica en momentos en que sus debilidades eran expuestas ante la hermosa dama que se plasmaba como una redentora en lo más profundo de su alma. Si es que, aun poseía una.

Aquella sacerdotisa se acercaba peligrosamente hacia él, incitándole a que se colocara en pie y retirara su sombrero para caer en el embrujo de la lejana luna menguada por la belleza de Shanon, en donde el vampiro caía directo en su red y retomaba aquellos días donde se expresaba con palabras cortas que en su mayoría estaban compuestas por monosílabos No hay nada que perdonar… Las cosas se dieron de ese modo y no podemos cambiar el pasado ni darle marcha atrás… Sus labios se fruncieron formando una fina línea mientras la sorpresa cobraba fuerza entre sus ojos oscuros al escuchar que ella ¡¿Aun lo amaba?! ¿Cómo refutaba a ello? ¿Cómo combatía el sobresalto en su interior que lo convertía en un chiquillo sin control? Y aunque físicamente permanecía impasible, solo quería correr a sus brazos y levantarla como en antaño para corresponder a sus palabras.

Y allí estaba el Alquimista como un tarado entregando en sus manos aquel libro que resguardaba con recelo, casi en un movimiento inconsciente que dictaminaba que no podía negarle absolutamente nada a esta signorina. ¡Idiota, allí está la fotografía! Una voz exclamo desde su cabeza… ¿Desde cuándo Giàccomo tenía una voz de la consciencia? ¿Además de ser un científico loco, ahora también tenía que sumar a su hoja de vida que escuchaba voces? La vio con una mirada vacilante pasar algunas páginas al azar Shanon, creo que va a llover y sería una lástima que te mojaras…. En un vano intento de distraerla, alza su mirada al cielo notando que no había ni una maldita nube negra que afirmara su excusa y entonces solo exhala angustiado porque Shanon se acercaba peligrosamente a aquella muestra de su recuerdo que él conservaba a pesar del paso de los años. ¿Qué podía hacer, además de comportarse como un idiota? Oh, sí, cuando las cosas no podían empeorar, él alzó sus manos para atrapar el libro causando que ella tropezara y callera de espaldas a la laguna. Bien, no solo lo iba a odiar sino que también lo iba a castrar. ¿Perdón? Dice tragando con dificultad, tomando un momento para esconder el libro en su abrigo y tendiendo su mano para ayudarla a salir.
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Dulce reencuentro a la luz de la luna (Giàccomo) Empty Re: Dulce reencuentro a la luz de la luna (Giàccomo)

Mensaje por Shanon Owen Sáb Ago 28, 2010 12:39 pm

Conforme iba avanzando en mi confesión, los silencios iban tornándose cada vez más inquietantes para mí. Giàccomo empezó a explicarme su situación con las mujeres a raíz de mi partida y estuve conteniendo una risa interna cuando dijo que ya no le gustaban las mujeres. Me había imaginado a lo que se refería y, aunque me resultaba difícil de admitir, no podía negar que en cierto modo me alegraba de que no se fijara en las demás. Vale, sí, era un pensamiento egoísta... pero cuando se trata del hombre al que amas, la razón no es precisamente la que más actúa en estos casos. Verle tartamudear era enternecedor y divertido a la vez, sabía perfectamente cómo era su carácter y verle así me recordaba a cómo era al principio, cuando nos conocimos. En aquellos tiempos la mayoría de las veces que hablábamos o tartamudeaba un poco, o utilizaba frases cortas, aunque con el tiempo y la confianza se fue relajando y conseguía ser él, esta situación parecía de nuevo el principio, un nuevo comienzo y de ser así, esta vez me aseguraría de no cometer el mismo error, si es que él quería seguir viéndome, cosa de la que aún no estaba segura del todo.

Dejé que terminara de explicarse tranquilamente ya que si se seguía poniendo nervioso no creía poder contener más la risa que amenazaba con salir de mi interior y no era la más apropiada para ese momento. Su explicación final hizo que mi mirada bajara hasta la hierba bajo nuestros piés, soltando un leve suspiro. Sabía que mi partida le había dolido y ahí estaba la prueba. Por mi culpa no había vuelto a rehacer su vida y la alegría que hubiera podido sentir antes, rápidamente se convirtió en tristeza, una tristeza abrumadora ya que por encima de todo, quería su felicidad y esa no creía que se encontrara a mi lado ya que parecía que yo solo lo iba a poder hacer sufrir. No sabía bien qué decirle por lo que opté por lo más inteligente en ese momento... el silencio. Además todavía me quedaba lo peor, o eso creía yo, lo que más nerviosa y en tesión me había tenido a lo largo de todo el tiempo que llevábamos de reencuentro y que aunque me aliviaría al decírselo, no sabía cómo iba a reaccionar él, ni lo que opinaría. Tienes toda la razón al decir que no podemos cambiar el pasado... de eso me doy cuenta demasiado tarde. Pero sin embargo me gustaría hacer mejor las cosas en el presente y el futuro, aunque no creo que yo sea lo mejor para tí. Debería alejarme de tu vida para siempre para que pudieras volver a ser feliz con alguna dama, pero simplemente no puedo... Mi voz sonó débil tras ese comentario, respuesta de sus cortas palabras llenas de objetividad, pero simplemente el preludio de lo que después fue la confesión sobre mis sentimientos.

Me hubiera gustado que en ese momento me hubiera dicho algo, una respuesta, una reacción, algo que no me hiciera sentir como una estúpida después de haberle soltado todo a bocajarro. Pero sabía que mis palabras solo le causarían sorpresa y más confusión de la que seguramente ya estuviera sintiendo, al igual que yo. Eso lo podía ver perfectamente en su mirada, ahora descubiera de las sombras proyectadas por el sombrero que había llevado puesto y se había retirado justo antes de mi acercamiento. Ambos nos habíamos sumido en un silencio sepulcral, cada uno meditando sobre sus propios sentimientos. Mi mente me gritaba, me exijía que corriera a abrazarle, pero mi cuerpo no obedecía orden alguna. Solo mi brazo había reaccionado, extendiéndose para poder recibir el libro que le había pedido ojear como método para romper un poco el silencio. Tomé el libro pasando lentamente las páginas, habiéndome colocado previamente de espaldas a la laguna para que los rayos de luna iluminaran aquellas hojas y así poder contemplar el texto mejor. No prestaba demasiada atención a aquellas letras, para ser sinceros ni lo estaba leyendo, era solamente una via de escape con la que cubrir mi debilidad de ese momento. Oírle hablar de nuevo fue lo que me sacó de mi ensimismamiento, mirando al inmaculado cielo solo cubierto con un manto de estrellas, por lo que no entendía por qué había dicho eso. Giàccomo, la noche está despejada, no creo que corramos peligro de mojarnos a causa de una tormenta. Además es finales de verano, aquí en París no suele llover en esta época. Mientras seguía pasando las páginas casi automáticamente, sosteniéndolo con tanta delicadeza que justo noté como algo se deslizaba entre ellas cayendo al suelo cuando ocurrió algo para lo que no estaba preparada ya que aquel trozo de papel había captado mi atención y para cuando quise reaccionar fue tarde.

Un par de manos me arrebataron el libro demasiado deprisa y tan bruscamente que me hicieron tambalear, tropezando conmigo misma con la mala suerte que al tener la laguna a mis espaldas caí a ella. En un primer momento no pude reaccionar ni emitir palabra alguna. Emergí del agua notando la pesadez de la tela mojada flotando a mi alrededor. La sorpresa, rápidamente fue sustituida por la ira y la frustración. No entendía por qué razón había hecho eso. ¿Qué tenía aquel libro para haber acabado en la laguna?, eso no lo sabía, pero no iba a tardar en averigüarlo aunque tuviera que ser por las malas. Las palabras fueron agolpándose en mi garganta hasta ser proferidas sin control alguno, sonando con rabia, enfado, sorpresa, miles de sentimientos pero sobretodo con seriedad y frialdad. ¡¿Cómo que perdón?!, ¡¿Se puede saber a qué demonios ha venido eso?!, ¡Si no querías que viera el libro, simplemente me lo hubieras dicho, no tenías por qué haberme tirado a la laguna!. ¡Ya estás tardando en darme una explicación y la quiero ya! Exigí mientras extendía mi mano para tomar la suya todavía indignada, agarrándola con tanta fuerza que al tirar para impulsarme y salir, con el enfado del momento, le hice tambalear cayendo esta vez los dos a la laguna, uno encima del otro. Una vez los dos dentro le fulminé con la mirada. Desde luego estas cosas solo nos pasaban a nosotros. Terminar metidos ya fuera en una laguna o en la Fontana di Trevi. Acordarme de aquel momento en Roma me hizo echarme a reír cómo hacía mucho tiempo que no hacía. Mi humor cambiaba voraginosamente a veces y mirándolo bien, la situación era divertida. Ambos completamente empapados, dentro de la laguna a media noche, bajo la luna llena. Cesé de reír al cabo del rato mientras me peinaba un poco el pelo y cansada del peso del vestido mojado me deshice de él quedándome con el corsé y la ropa interior debajo. Total, él ya me había visto así, por lo que no era novedad, o eso pensaba.

En vez de salir de ahí inmediatamente, volví a mirarle esta vez más calmadamente mientras dejaba la pesada tela mojada en la orilla, dándole la espalda al hablar, intentando controlar la voz para que sonara más calmada, aunque aún con enfado contenido. ¿Vas a decirme por qué me quitaste así el libro?. Una vez que dejé el vestido algo me llamó la atención. A mi lado, en la orilla, se hallaba aquel extraño papelito que se había deslizado de entre las páginas del libro. Lo tomé girándome de nuevo hacia él, mirándole por unos momentos antes de ver de qué se trataba. Advertí una mirada de reconocimiento en Giàccomo, él sabía de qué se trataba y eso me lo confirmó cuando intentó quitármelo de las manos, pero esta vez ya me lo esperaba y pude esquivarlo a tiempo. Me alejé de él nadando un poco, con cuidado de no mojar el papel. Imaginaba que esto era la causa de sus extrañas reacciones y cuando tuve el momento preciso le di la vuelta para ver de qué se trataba. Contuve el aliento unos instantes, sin poder creer lo que veía. Era un retrato, la fotografía de una mujer... una fotografía mía. Podía recordar con exactitud el momento en el que se la dí. Una noche en su habitación del Palazzo de Roma, una noche de intimidad poco antes de tener que irme. Se la di como recuerdo, queriendo que tuviera algo mío, cuando pensaba que nunca más le volvería a ver. Una lágrima de emoción quiso salir de mis ojos, pero rápidamente la limpié queriendo parecer serena, aunque en mi interior me hallaba temblando. La había conservado todos estos años, y no sabía por qué. Giàccomo...¿por qué.... La voz me temblaba, tuve que aclararme la garganta unos momentos para salir de mi asombro. ....por qué tienes esto aún, escondido en el libro?. Esa era una pregunta que mi mente no era capaz de procesar. Era como si me hubiera trabado, era ahora yo la que me había quedado inmóvil en el sitio, mientras veía como él se acercaba a mí, pero era incapaz de moverme, solamente notaba como me iba quitando la foto con delicadeza de mi mano, y solo el roce de sus dedos en mi mano fue lo único que consiguió hacerme enfocar mi mirada en la suya, esperando una explicación que diera algún sentido a todo.

OFF: Esta una idea sobre mi corsé (me encantan xDD)

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