AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Third Cloud On The Right [Abraxas]
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Third Cloud On The Right [Abraxas]
Lo que hubiese provocado aquel juego del secuestro le tenía sin cuidado, más bien, su vida en estos momentos le tenía sin cuidado, y no solo porque estuviese afectado por los narcóticos que el vampiro le había dado para que no pudiese recordar el lugar y su rostro, sino porque la primera persona que en mucho tiempo le había prestado algo de atención por quien era realmente, solo lo había hecho porque podía obtener algo de dinero a sus costillas, vendiéndolo, como si no fuese más que un juguete. Eso lo había sabido siempre, pero el recordarlo y estar consciente de ello le hacía sentir aún más miserable.
Jamás se había quejado, jamás había maldecido el destino que le había tocado, pero esta vez era diferente, ya que si bien no habían quejas, tampoco había orgullo, ni habían ganas de seguir con vida. Bien podían ser efectos depresivos provocados por la droga que el sujeto le forzó a tomar, pero sería mentir, porque esa indiferencia por la vida no era más que el cúmulo de sentimientos reprimidos en su interior, sentimientos que habían acabado por pudrirse y envenenarlo.
Se sentía patético. Y tal vez por primera vez, reconocía cual era el lugar que le pertenecía, que hilarantemente coincidía con uno de los tropezones que le hizo caer al lodo provocado por una de las últimas lluvias antes de la primavera.
Llevaba un buen rato caminando antes de eso, quizás había andado en círculos, porque no podía acabar de reconocer el lugar en que estaba, uno que de haber estado sobrio habría reconocido a la perfección, y que lo hubiese hundido un poquito más. Porque era cierto, podría recordar cada uno de los rostros de la gente, tanto de los que había yacido, como de los que no, pero eran los de estos últimos los que más le dolían, precisamente porque esas personas también parecían haberle mostrado cierta atención sin pedirle su cuerpo a cambio también se habían ido.
Trató de entornar la vista y en vano también intentó levantarse, pero no hizo más que caer de nuevo sobre el lodo. Pensó que sería mejor quedarse ahí quieto, y ahogarse, que dejar que alguien más lo viese en ese estado, lo que era en parte causado por el consejo que le daba a su vanidad la poca dignidad que le iba quedando.
Bufó y le asestó un puñetazo al suelo cuando sintió el sabor a la tierra en los labios ¿Qué más podía pasarle ahora? Tan solo se limpió los ojos con la manga de la camisa que ahora ya no era tan blanca, y le dirigió una fugaz mirada a las estrellas. ¿Por qué debía estar tan despejado? Solo hacía que las estrellas brillaran en todo su esplendor, haciéndole sentirse una escoria que jamás podía llegar tan lejos.
Bueno, daba igual, cualquier cosa que se le pusiera enfrente lo haría sentir igual.
Jamás se había quejado, jamás había maldecido el destino que le había tocado, pero esta vez era diferente, ya que si bien no habían quejas, tampoco había orgullo, ni habían ganas de seguir con vida. Bien podían ser efectos depresivos provocados por la droga que el sujeto le forzó a tomar, pero sería mentir, porque esa indiferencia por la vida no era más que el cúmulo de sentimientos reprimidos en su interior, sentimientos que habían acabado por pudrirse y envenenarlo.
Se sentía patético. Y tal vez por primera vez, reconocía cual era el lugar que le pertenecía, que hilarantemente coincidía con uno de los tropezones que le hizo caer al lodo provocado por una de las últimas lluvias antes de la primavera.
Llevaba un buen rato caminando antes de eso, quizás había andado en círculos, porque no podía acabar de reconocer el lugar en que estaba, uno que de haber estado sobrio habría reconocido a la perfección, y que lo hubiese hundido un poquito más. Porque era cierto, podría recordar cada uno de los rostros de la gente, tanto de los que había yacido, como de los que no, pero eran los de estos últimos los que más le dolían, precisamente porque esas personas también parecían haberle mostrado cierta atención sin pedirle su cuerpo a cambio también se habían ido.
Trató de entornar la vista y en vano también intentó levantarse, pero no hizo más que caer de nuevo sobre el lodo. Pensó que sería mejor quedarse ahí quieto, y ahogarse, que dejar que alguien más lo viese en ese estado, lo que era en parte causado por el consejo que le daba a su vanidad la poca dignidad que le iba quedando.
Bufó y le asestó un puñetazo al suelo cuando sintió el sabor a la tierra en los labios ¿Qué más podía pasarle ahora? Tan solo se limpió los ojos con la manga de la camisa que ahora ya no era tan blanca, y le dirigió una fugaz mirada a las estrellas. ¿Por qué debía estar tan despejado? Solo hacía que las estrellas brillaran en todo su esplendor, haciéndole sentirse una escoria que jamás podía llegar tan lejos.
Bueno, daba igual, cualquier cosa que se le pusiera enfrente lo haría sentir igual.
Yura- Prostituta Clase Baja
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Re: Third Cloud On The Right [Abraxas]
Comenzaba a ser realmente agobiante. Cada vez tenía más ganas de saber, de conocer qué se escondía tras la historia de su madre, pero sentía que no podía avanzar. Daba igual cuantas personas fuera conociendo, ninguna parecía brindarle lo que buscaba con tantas ansias. ¿Cómo podía continuar? ¿A quién debía acercarse? Además, todo parecía fugaz, quienes pasaban por su vida luego desaparecía, como lo hacía el sol un día tras otro. Su vida seguía centrada en el bosque y en apenas algunos paseos por la ciudad.
Ya había conocido vampiros, gitanos, humanos normales y ninguno parecía quedarse a su lado. Las personas parecían efímeras, incapaces de retener y a Abraxas empezaba a no gustarle esa sensación. A pesar de que se hacía a la idea de que era difícil encontrar a alguien que estuviera a su lado, hablando incluso de amistad, empezaba a necesitar una compañía fija, algún amigo o alguien con quién poder hablar de sus cosas de forma continuada, alguien a quien conocer en profundidad y lo conociera a él. Era un ser sociable y su madre no era suficiente.
Había decidido ir de nuevo al lago, por las noches le agradaba ir porque se sentía tranquilo, no había gente, le gustaba poder nadar en su forma de cisne y dejar de pensar, solo zambullir la cabeza y quizás tratar de pillar algún pez. Era entretenido, seguía teniendo esa naturaleza. Sus pasos no hacían ruido pues iba descalzo, como de costumbre, solo con sus pantalones algo deshilachados y en esta ocasión una blusa, con un cordelito en el cuello, lo que vendría siendo como una prenda interior masculina. A saber de donde la habría sacado.
Sus ojos se fijaron en esa figura que yacía en el suelo y alzó una ceja, pensando que le resultaba familiar y acercándose a él. No tardó mucho en reconocerlo. Tenía buena memoria y él le había causado un enorme impacto. Había tenido que marcharse el día que se encontraron, porque los graznidos de su madre se hicieron oír, pero ahora...Se mordió el labio inferior y se acercó a él. ¿Por qué estaba allí sucio y parecía tan confuso? Lo notaba raro, quizás triste, esto hizo sentir mal al cambiaforma, que no tardó en arrodillarse frente a él, importándole nada y menos mancharse las rodillas de lodo, ¿qué era algo de suciedad cuando alguien parecía que había llegado a su límite?
- Yura...- susurró, con voz suave, estirando las manos para agarrarlo de las mejillas y que lo mirase, deslizando el pulgar por sus labios que tenía manchados de barro y sonriéndole con esa inocencia tan característica de él. Se acordaba de su nombre, de su piel cálida y al mismo tiempo fría por aquel baño, recordaba casi su aroma - Hola, Yura. - sin más, se inclinó despacio hacia él, aun sosteniéndolo por el rostro, dejando un suave beso en sus labios. Nadie podría decir que ese contacto estaba cargado de nada más que no fuera felicidad, por haberlo encontrado de nuevo. Cariño e inocencia, porque eso siempre lo llevaba él en cada roce. Cuando se separó solo lo siguió mirando, sin perder la sonrisa, moviendo un poco la cabeza para retirarse el cabello de los ojos y verlo mejor.
Ya había conocido vampiros, gitanos, humanos normales y ninguno parecía quedarse a su lado. Las personas parecían efímeras, incapaces de retener y a Abraxas empezaba a no gustarle esa sensación. A pesar de que se hacía a la idea de que era difícil encontrar a alguien que estuviera a su lado, hablando incluso de amistad, empezaba a necesitar una compañía fija, algún amigo o alguien con quién poder hablar de sus cosas de forma continuada, alguien a quien conocer en profundidad y lo conociera a él. Era un ser sociable y su madre no era suficiente.
Había decidido ir de nuevo al lago, por las noches le agradaba ir porque se sentía tranquilo, no había gente, le gustaba poder nadar en su forma de cisne y dejar de pensar, solo zambullir la cabeza y quizás tratar de pillar algún pez. Era entretenido, seguía teniendo esa naturaleza. Sus pasos no hacían ruido pues iba descalzo, como de costumbre, solo con sus pantalones algo deshilachados y en esta ocasión una blusa, con un cordelito en el cuello, lo que vendría siendo como una prenda interior masculina. A saber de donde la habría sacado.
Sus ojos se fijaron en esa figura que yacía en el suelo y alzó una ceja, pensando que le resultaba familiar y acercándose a él. No tardó mucho en reconocerlo. Tenía buena memoria y él le había causado un enorme impacto. Había tenido que marcharse el día que se encontraron, porque los graznidos de su madre se hicieron oír, pero ahora...Se mordió el labio inferior y se acercó a él. ¿Por qué estaba allí sucio y parecía tan confuso? Lo notaba raro, quizás triste, esto hizo sentir mal al cambiaforma, que no tardó en arrodillarse frente a él, importándole nada y menos mancharse las rodillas de lodo, ¿qué era algo de suciedad cuando alguien parecía que había llegado a su límite?
- Yura...- susurró, con voz suave, estirando las manos para agarrarlo de las mejillas y que lo mirase, deslizando el pulgar por sus labios que tenía manchados de barro y sonriéndole con esa inocencia tan característica de él. Se acordaba de su nombre, de su piel cálida y al mismo tiempo fría por aquel baño, recordaba casi su aroma - Hola, Yura. - sin más, se inclinó despacio hacia él, aun sosteniéndolo por el rostro, dejando un suave beso en sus labios. Nadie podría decir que ese contacto estaba cargado de nada más que no fuera felicidad, por haberlo encontrado de nuevo. Cariño e inocencia, porque eso siempre lo llevaba él en cada roce. Cuando se separó solo lo siguió mirando, sin perder la sonrisa, moviendo un poco la cabeza para retirarse el cabello de los ojos y verlo mejor.
Abraxas*- Cambiante Clase Baja
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Re: Third Cloud On The Right [Abraxas]
De a poco comenzaba a recuperar la habilidad de entornar la vista, y más lentamente el resto de los sentidos, aunque el entumecimiento probablemente iba a quedarse a su lado por un buen rato. Pero nada de eso obstó que el muchacho pudiese escuchar el crujir de unas ramitas, señal de que algo o alguien se acercaba. En su ilusión quiso pensar que no era más que un animalillo perdido que tal vez había hecho presencia debido a sus gemidos, que lo fastidiaría un rato hasta que se diera cuenta que no era más que un trozo de carne medio muerto, entonces lo dejaría en paz. Tal vez. Si no era algo más grande.
Y así fue, en partes que no vale la pena explicar. No supo por qué, pero en cuanto sintió aquel calor a su lado se tranquilizó, cerró los ojos y con docilidad se dejó mover, no reaccionando únicamente por aquella especie de instinto que le susurraba que las cosas estarían bien.
Nuevamente abrió los ojos, dejándolos algo entrecerrados para intentar que las líneas de su rostro se quedaran quietas, y que dieron como resultado el rostro de… ¿Una joven? Ni siquiera con ese saludo… era familiar, pero no lo suficiente como para dar un nombre, porque era obvio que si lo había llamado por su nombre era porque lo conocía. Y claro, no podía obviar aquel inocente amago de beso, que era eso, solo un roce que distaba de nada más. Era muestra de que se conocían, pero no había nada más que eso. ¿Acaso había algo más con algún ser humano? No. Él estaba solo y no debía olvidarlo.
Comenzaba a desesperarse, por lo que se removió luego de que el extraño se acercara a sus labios, momento que aprovechó para a duras penas afirmarse de su ¿Camisa? y acercarse para observarlo mejor. Y solo entonces, al ver esos prístinos orbes acompañados de esa infantil sonrisa, supo que era él, y se soltó para dejarse caer de nuevo sobre el lodo.
Porque tal y como se habían encontrado la primera vez, Yura estaba en paupérrimas condiciones, y el chico tenía un particular don de la oportunidad, lo que no quitaba toda esa vergüenza que lo embargó al tomar consciencia de su estado. Tragó algo de saliva y usando todo lo que le quedaba de fuerza de voluntad intentó sonreírle.
- ¿Te perdiste de tu camino? – dijo de modo algo torpe, porque aún no conseguía modular palabras – ¿O será que recordaste que me habías dejado por aquí cerca? – preguntó sin ninguna mala intención al tiempo que recuperaba por fin el completo control de su rostro y de sus expresiones, lo que le permitió poder guiñarle un ojo al muchacho para que entendiese que aquello último iba en plan de broma.
Dejó salir un profundo suspiro y cerró los ojos luego de ello. Quería recordar con su memoria lo que sus ojos le negaban con una visión borrosa, entonces por inercia levantó una mano para recorrer su abultado labio inferior de la misma forma que el muchacho lo había hecho antes. No estaba tan frío como la primera vez que se vieron. Tal vez el agua estuviese más templada...
Y así fue, en partes que no vale la pena explicar. No supo por qué, pero en cuanto sintió aquel calor a su lado se tranquilizó, cerró los ojos y con docilidad se dejó mover, no reaccionando únicamente por aquella especie de instinto que le susurraba que las cosas estarían bien.
Nuevamente abrió los ojos, dejándolos algo entrecerrados para intentar que las líneas de su rostro se quedaran quietas, y que dieron como resultado el rostro de… ¿Una joven? Ni siquiera con ese saludo… era familiar, pero no lo suficiente como para dar un nombre, porque era obvio que si lo había llamado por su nombre era porque lo conocía. Y claro, no podía obviar aquel inocente amago de beso, que era eso, solo un roce que distaba de nada más. Era muestra de que se conocían, pero no había nada más que eso. ¿Acaso había algo más con algún ser humano? No. Él estaba solo y no debía olvidarlo.
Comenzaba a desesperarse, por lo que se removió luego de que el extraño se acercara a sus labios, momento que aprovechó para a duras penas afirmarse de su ¿Camisa? y acercarse para observarlo mejor. Y solo entonces, al ver esos prístinos orbes acompañados de esa infantil sonrisa, supo que era él, y se soltó para dejarse caer de nuevo sobre el lodo.
Porque tal y como se habían encontrado la primera vez, Yura estaba en paupérrimas condiciones, y el chico tenía un particular don de la oportunidad, lo que no quitaba toda esa vergüenza que lo embargó al tomar consciencia de su estado. Tragó algo de saliva y usando todo lo que le quedaba de fuerza de voluntad intentó sonreírle.
- ¿Te perdiste de tu camino? – dijo de modo algo torpe, porque aún no conseguía modular palabras – ¿O será que recordaste que me habías dejado por aquí cerca? – preguntó sin ninguna mala intención al tiempo que recuperaba por fin el completo control de su rostro y de sus expresiones, lo que le permitió poder guiñarle un ojo al muchacho para que entendiese que aquello último iba en plan de broma.
Dejó salir un profundo suspiro y cerró los ojos luego de ello. Quería recordar con su memoria lo que sus ojos le negaban con una visión borrosa, entonces por inercia levantó una mano para recorrer su abultado labio inferior de la misma forma que el muchacho lo había hecho antes. No estaba tan frío como la primera vez que se vieron. Tal vez el agua estuviese más templada...
Yura- Prostituta Clase Baja
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Re: Third Cloud On The Right [Abraxas]
Abraxas no entendía los cambios en las personas, al menos no los cambios que eran debido a estimulantes, alcohol o cualquier tipo de sustancia tal. Es por ello que solo ladeaba la cabeza ante la extraña forma en la que el otro se comportaba. Era evidente, hasta para él, que estaba diferente a la primera vez que se habían encontrado, como si le costara hilar las palabras. Además, el pequeño pájaro tampoco era muy dado a entender el sarcasmo, así que solo sonrió y se alzó de hombros.
— No, yo sé venir al lago, vengo mucho porque se siente bien poder nadar. — le respondió, sin saber que no tenía que hacerlo, que no era una pregunta que requiriese una respuesta sincera, pero no tenía el suficiente contacto con los humanos como para distinguir esas cosas, y simplemente las contestaba por lógica — Siento mucho cuando me fui, he pensado mucho en ti, Yura. Tenía ganas de volver a verte. — confesó, mientras se movía un poco para agarrarlo y poder levantarlo del lodo.
Estaba muy sucio, así que lo lógico era que lo acompañara al agua, donde pudiera quitarle toda la porquería y dejarlo limpio. Además, aun recordaba el baño que habían tenido la vez anterior, lo rico que se había sentido tocando la piel del muchacho, deslizando los dedos por ella y sintiéndolo cerca. Sus manos en seguida buscaron sujetarlo y al mismo tiempo poder quitarle la ropa sucia, para dejarlo desnudo una vez más.
— Yura, estás sucio. ¿Nos bañamos? Así te podrás quitar el barro. Aunque hace algo de frío, así que no podemos estar mucho rato. — ofreció, sonriendo ampliamente. Además, algo le decía que el agua fría podía ayudarle a refrescarse un poco la cabeza, porque le daba la sensación de que el humano la tenía un poco...confusa o nublada.
— No, yo sé venir al lago, vengo mucho porque se siente bien poder nadar. — le respondió, sin saber que no tenía que hacerlo, que no era una pregunta que requiriese una respuesta sincera, pero no tenía el suficiente contacto con los humanos como para distinguir esas cosas, y simplemente las contestaba por lógica — Siento mucho cuando me fui, he pensado mucho en ti, Yura. Tenía ganas de volver a verte. — confesó, mientras se movía un poco para agarrarlo y poder levantarlo del lodo.
Estaba muy sucio, así que lo lógico era que lo acompañara al agua, donde pudiera quitarle toda la porquería y dejarlo limpio. Además, aun recordaba el baño que habían tenido la vez anterior, lo rico que se había sentido tocando la piel del muchacho, deslizando los dedos por ella y sintiéndolo cerca. Sus manos en seguida buscaron sujetarlo y al mismo tiempo poder quitarle la ropa sucia, para dejarlo desnudo una vez más.
— Yura, estás sucio. ¿Nos bañamos? Así te podrás quitar el barro. Aunque hace algo de frío, así que no podemos estar mucho rato. — ofreció, sonriendo ampliamente. Además, algo le decía que el agua fría podía ayudarle a refrescarse un poco la cabeza, porque le daba la sensación de que el humano la tenía un poco...confusa o nublada.
- Off:
- Cortito, pero todo es cuestión de retomarlo
Abraxas*- Cambiante Clase Baja
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Re: Third Cloud On The Right [Abraxas]
Y él, en su ingenuidad, había respondido de todos modos, provocando que Yura se sorprendiera, ni por el contenido de la respuesta, sino que por la sinceridad y seguridad de sus palabras. Se preguntó si sería siempre así, sí no cabía en él algo más que la ingenua bondad. Entonces dolió. Era como si brillara tanto que le provocaba dolor en los ojos y heridas en la piel, debido al contraste con la suciedad de su alma.
Incluso cuando le dijo que había pensado en él, que quería verlo, le pareció irreal y casi pecado ¿Para qué pensar en alguien como él? En alguien que ahora no parecía más que un miserable borracho, y a quien no había visto antes más que una vez. Aunque sí, admitía que la primera vez quizás se habían dejado una fuerte impresión recíproca, pero no creyó que fuera suficientemente larga como para crear algo como lo que él decía.
Hizo todo lo posible por ayudarle cuando intentó levantarlo, ahora sus músculos respondían pero con la torpeza que tiene un infante que da sus primeros pasos. No sabía exactamente dónde iban, aunque supuso que cualquier lugar sería mejor que una poza de lodo, por más que se lo mereciera. También usó toda la fuerza que le quedaba para mantenerse en pie, cuando vio que tuvo que poner más esfuerzo en ello, y solo supo el porqué de ello cuando le hizo aquel ofrecimiento.
En cualquier otro momento habría respondido con una sonrisa, igual que la que el muchacho tenía ahora dibujada en sus labios – Te lo agradecería mucho, pero no quisiera molestarte con algo así – dijo tratando de detener sus manos, que buscaban desabotonar la malograda camisa – El hecho de que me veas así ya es bastante humillante para mí – dijo con sinceridad, y envalentonándose para sostenerse por sí solo.
Pero había pecado de orgulloso, porque no alcanzó a estar más que un par de segundos apartado del muchacho, y ya caía sobre él, atontado y débil. Entrar al agua fría lo ayudaría, era la mejor opción, pero no podía hacerlo solo, y estaba en la encrucijada de pedirle ayuda también – Lo lamento – dijo apoyando la cabeza en su hombro, pero resignándose hasta las lágrimas – De verdad… - volvió a disculparse, aunque sin saber por qué.
Trató de incorporarse pero solo volvía a caer de él como si lo estuviese abrazando, y cuando dejó de intentar, para recuperar el aliento, comenzó a sentir los latidos de su corazón. Sí, era otro ser humano, y no debería serle de novedad al cortesano, pero el hecho de saber que estaba cerca, y se preocupaba por un completo desconocido, le hizo sentir indefenso, le hizo sentir también humano, y no un mero objeto del que se podía disponer a diestra y siniestra.
- Soy un juguete roto que no puede ser reparado – susurró, para que el muchacho no se diera cuenta de que estaba llorando – Pero el sonido de tu pecho me hace sentir mejor – confesó, sin moverse. Y sin querer, la pregunta pasó a ser ¿Cuándo duraría aquella sensación de seguridad? Porque aun pese a esa leve mejoría, la esperanza era algo que parecía desconocer.
Incluso cuando le dijo que había pensado en él, que quería verlo, le pareció irreal y casi pecado ¿Para qué pensar en alguien como él? En alguien que ahora no parecía más que un miserable borracho, y a quien no había visto antes más que una vez. Aunque sí, admitía que la primera vez quizás se habían dejado una fuerte impresión recíproca, pero no creyó que fuera suficientemente larga como para crear algo como lo que él decía.
Hizo todo lo posible por ayudarle cuando intentó levantarlo, ahora sus músculos respondían pero con la torpeza que tiene un infante que da sus primeros pasos. No sabía exactamente dónde iban, aunque supuso que cualquier lugar sería mejor que una poza de lodo, por más que se lo mereciera. También usó toda la fuerza que le quedaba para mantenerse en pie, cuando vio que tuvo que poner más esfuerzo en ello, y solo supo el porqué de ello cuando le hizo aquel ofrecimiento.
En cualquier otro momento habría respondido con una sonrisa, igual que la que el muchacho tenía ahora dibujada en sus labios – Te lo agradecería mucho, pero no quisiera molestarte con algo así – dijo tratando de detener sus manos, que buscaban desabotonar la malograda camisa – El hecho de que me veas así ya es bastante humillante para mí – dijo con sinceridad, y envalentonándose para sostenerse por sí solo.
Pero había pecado de orgulloso, porque no alcanzó a estar más que un par de segundos apartado del muchacho, y ya caía sobre él, atontado y débil. Entrar al agua fría lo ayudaría, era la mejor opción, pero no podía hacerlo solo, y estaba en la encrucijada de pedirle ayuda también – Lo lamento – dijo apoyando la cabeza en su hombro, pero resignándose hasta las lágrimas – De verdad… - volvió a disculparse, aunque sin saber por qué.
Trató de incorporarse pero solo volvía a caer de él como si lo estuviese abrazando, y cuando dejó de intentar, para recuperar el aliento, comenzó a sentir los latidos de su corazón. Sí, era otro ser humano, y no debería serle de novedad al cortesano, pero el hecho de saber que estaba cerca, y se preocupaba por un completo desconocido, le hizo sentir indefenso, le hizo sentir también humano, y no un mero objeto del que se podía disponer a diestra y siniestra.
- Soy un juguete roto que no puede ser reparado – susurró, para que el muchacho no se diera cuenta de que estaba llorando – Pero el sonido de tu pecho me hace sentir mejor – confesó, sin moverse. Y sin querer, la pregunta pasó a ser ¿Cuándo duraría aquella sensación de seguridad? Porque aun pese a esa leve mejoría, la esperanza era algo que parecía desconocer.
Yura- Prostituta Clase Baja
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Re: Third Cloud On The Right [Abraxas]
No comprendía lo que decía, ¿qué molestia podría suponer hacer algo para lo que él mismo se había ofrecido? De ahí que frunciera un poco el ceño, en una mueca confusa. Suspiró, notando como él trataba de evitar que lo desnudara, no lograba entender dónde estaba la humillación, pero su madre le había dicho muchas veces, que las personas sienten tantas cosas a menudo, que otros no son capaces de comprenderlos nunca al cien por cien.
— No tienes que sentirte así. Yo no pienso cosas feas ni nada que te haga sentir humillado, no te diré nada malo. — aseguró, convencido de que la humillación se sentía cuando alguien te insultaba o te decía cosas desagradables, cosas feas que te hicieran sentir mal contigo mismo. Abraxas nunca diría cosas así, puede que a veces fuera demasiado sincero, pero porque no pensaba que sus palabras pudieran herir a nadie.
El otro no parecía ceder, notó como trataba de moverse por su cuenta pero caía una y otra vez en sus brazos. Echó un pie un poco hacia atrás, para que le sirviera de apoyo y así poder sostener mejor al moreno cada vez que se le echaba encima. Las piernas no debían funcionarle muy bien y él le serviría de apoyo todo el rato que hiciera falta. Suspiró, acariciando su cabeza y sonriendo con suavidad. Era tierno, se veía como uno de esos pequeños pájaros que se caían del nido y necesitaban la ayuda de alguien para volver a su hogar, para encontrar de nuevo a su madre.
— ¿Por qué te disculpas, Yura? No es necesario? — simplemente se quedó así, esperando a que decidiera dejar de intentar moverse por su propia cuenta, a que se dejara ayudar. Cuando al fin se quedó quieto, escuchó sus palabras y cerró los ojos, torciendo un poco los labios. ¿Por qué una persona se consideraría algo tan feo? Eso no podía estar bien, el muchacho no estaba bien, tenía algo roto dentro. Pero todas las cosas rotas se podían arreglar, y de eso el cambiaformas estaba seguro. Lo agarró de nuevo, para sacarle finalmente la camisa — Cuando era pequeño, mi madre no se entraba en la ciudad, así que nunca podía comprarme cosas, juguetes, ni tan siquiera ropa. — aseguró, hablando mientras lo desprendía de la ropa y también se quitaba la suya propia, empeñado en llevarlo al agua — Así que a veces, nos acercábamos a las zonas más pobres y alejadas de París, o ella volaba hacia las basuras de las personas adineradas. A menudo me traía juguetes que otros niños habían tirado, porque los considerarían viejos o rotos. — una vez ambos estuvieron desnudos, no dudó en abrazarse a su cuerpo, tanto por el frío como por servirle de apoyo mientras por llevarle al agua. Y, por qué no decirlo, para poder sentir su piel suave — Yo siempre los arreglaba y les daba una nueva y genial vida, una nueva historia. Porque los juguetes nunca se rompen, Yura. Solo tienen que cambiar para volver a estar vivos.
Le dedicó una amplia y dulce sonrisa, totalmente convencido de que sus palabras eran certeras. Si el muchacho se sentía como un juguete roto, igual solo necesitaba cambiar para volver a tener una vida que le hiciera feliz. ¿Qué tan difícil podía ser para un joven intentar cambiar todo su destino? Cada uno tenía las riendas de su vida, Abraxas confiaba en ello, y confiaba en que Yura podría dirigir la suya como quisiera. Algo en su pecho se lo decía.
— No tienes que sentirte así. Yo no pienso cosas feas ni nada que te haga sentir humillado, no te diré nada malo. — aseguró, convencido de que la humillación se sentía cuando alguien te insultaba o te decía cosas desagradables, cosas feas que te hicieran sentir mal contigo mismo. Abraxas nunca diría cosas así, puede que a veces fuera demasiado sincero, pero porque no pensaba que sus palabras pudieran herir a nadie.
El otro no parecía ceder, notó como trataba de moverse por su cuenta pero caía una y otra vez en sus brazos. Echó un pie un poco hacia atrás, para que le sirviera de apoyo y así poder sostener mejor al moreno cada vez que se le echaba encima. Las piernas no debían funcionarle muy bien y él le serviría de apoyo todo el rato que hiciera falta. Suspiró, acariciando su cabeza y sonriendo con suavidad. Era tierno, se veía como uno de esos pequeños pájaros que se caían del nido y necesitaban la ayuda de alguien para volver a su hogar, para encontrar de nuevo a su madre.
— ¿Por qué te disculpas, Yura? No es necesario? — simplemente se quedó así, esperando a que decidiera dejar de intentar moverse por su propia cuenta, a que se dejara ayudar. Cuando al fin se quedó quieto, escuchó sus palabras y cerró los ojos, torciendo un poco los labios. ¿Por qué una persona se consideraría algo tan feo? Eso no podía estar bien, el muchacho no estaba bien, tenía algo roto dentro. Pero todas las cosas rotas se podían arreglar, y de eso el cambiaformas estaba seguro. Lo agarró de nuevo, para sacarle finalmente la camisa — Cuando era pequeño, mi madre no se entraba en la ciudad, así que nunca podía comprarme cosas, juguetes, ni tan siquiera ropa. — aseguró, hablando mientras lo desprendía de la ropa y también se quitaba la suya propia, empeñado en llevarlo al agua — Así que a veces, nos acercábamos a las zonas más pobres y alejadas de París, o ella volaba hacia las basuras de las personas adineradas. A menudo me traía juguetes que otros niños habían tirado, porque los considerarían viejos o rotos. — una vez ambos estuvieron desnudos, no dudó en abrazarse a su cuerpo, tanto por el frío como por servirle de apoyo mientras por llevarle al agua. Y, por qué no decirlo, para poder sentir su piel suave — Yo siempre los arreglaba y les daba una nueva y genial vida, una nueva historia. Porque los juguetes nunca se rompen, Yura. Solo tienen que cambiar para volver a estar vivos.
Le dedicó una amplia y dulce sonrisa, totalmente convencido de que sus palabras eran certeras. Si el muchacho se sentía como un juguete roto, igual solo necesitaba cambiar para volver a tener una vida que le hiciera feliz. ¿Qué tan difícil podía ser para un joven intentar cambiar todo su destino? Cada uno tenía las riendas de su vida, Abraxas confiaba en ello, y confiaba en que Yura podría dirigir la suya como quisiera. Algo en su pecho se lo decía.
Abraxas*- Cambiante Clase Baja
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Re: Third Cloud On The Right [Abraxas]
Irreal, a cada palabra que decía se volvía más irreal a sus ojos. Considerar siquiera la existencia de una persona como él le parecía casi una broma, y de no haberlo conocido antes en circunstancias más afortunadas ahora pensaría que era más que un producto de su confusión, quizás un intento desesperado de aferrarse a la fe en una humanidad que cada vez lo parecía menos. Había de todo en el mundo, decían muchos refranes, pero como el muchacho no, y de haber estado más sobrio se habría preguntado qué contexto, qué sucesos y qué planetas se debían alinear para que una persona como él existiese.
Ya no forcejeó más. Se dejó quitar la camisa con docilidad, mientras bajaba la vista con la mirada perdida y escuchaba el silencio parte de la respuesta a una pregunta que ni siquiera había alcanzado a hacerle. Imaginó con ello la vida de un muchacho que si bien no conocía mucho del mundo de la ciudad, poseía una sabiduría que no había visto antes en nadie más, pero era ingenuo, en su ingenuidad el mundo podía herirlo fácilmente. Quiso protegerlo, pero se cuestionó primero el derecho a hacerlo y la utilidad que ello tendría. Si había crecido tan bien y noble de forma natural no era momento de que él metiese sus manos y lo ensuciara todo. No debía olvidarlo.
Él mismo había usado la comparación con el juguete, y ahora se arrepentía profundamente a pesar de que fuese cierto que había sido usado hasta que se le provocó un daño tan grande que al menos ahora parecía imposible de siquiera ocultar. Se arrepentía porque sabía que aquello que le contaba Abraxas era más que un mero recuerdo que venía al caso, o al menos eso se esforzaba por creer ante lo conmovedor de la imagen que se retrataba en su mente.
No se dio cuenta que ya estaba en el agua, y por poco resbaló en la misma, o esa fue la sensación, porque el muchacho lo tenía abrazado de modo que le era imposible caer a menos que lo hicieran ambos. Y fue esa imagen la que le hizo soltarle hasta caer sentado en el agua, la que para su suerte no alcanzaba a cubrirle el torso completo. Se quedó mirándole con una expresión extraña y confusa que transmitía lo que pasaba por su cabeza sin filtrar nada: tristeza, emoción, e incluso ira consigo mismo.
- Puede que tengas razón – le dijo con evidente desesperanza en la voz – Pero aun para cambiar hace falta algo, que yo no tengo – agregó formando un cuenco con sus manos para poder llevar agua y así limpiar su rostro – Voluntad – dijo anticipándose a que se lo preguntara, porque sabía que en su curiosidad lo haría – Y yo no tengo una propia, solo la de mi dueño – terminó por decir al tiempo que automáticamente llevó en vano una mano a su cuello para buscar la cadena que tenía como decoración una llave. No estaba. Y se sentía vacío y perdido por ello. Probablemente el mercader de esclavos se la había quitado para perder el rastro del mocoso que era su amo.
De la nada sintió náuseas, frío, entumecimiento. Todo junto. Quizás no quedara mucho para que comenzara a desesperarse de verdad porque el efecto del estupefaciente que le había dado ya estaba desapareciendo por completo, y aquello le hacía proyectarse para ver la escena completa. Un pobre diablo hundido en el barro y un inocente muchacho tratando de limpiarlo.
Vio una casi insignificante mancha de lodo en su mejilla, por lo que entornó la vista y vio que parte de su antebrazo también estaba sucio. Lo que simbólicamente le demostraba lo que sucedería si se quedaba con él por más tiempo, acabaría corrompiéndolo y manchándolo por más que sus intenciones fueran las mejores – Por favor, vete – dijo cerrando los ojos para no mirarlo – No necesito tu ayuda – mintió de la forma menos creíble, porque su tono de voz y todo él decían lo contrario, salvo su lengua y su cabeza, que pensaban que sería lo mejor.
Ya no forcejeó más. Se dejó quitar la camisa con docilidad, mientras bajaba la vista con la mirada perdida y escuchaba el silencio parte de la respuesta a una pregunta que ni siquiera había alcanzado a hacerle. Imaginó con ello la vida de un muchacho que si bien no conocía mucho del mundo de la ciudad, poseía una sabiduría que no había visto antes en nadie más, pero era ingenuo, en su ingenuidad el mundo podía herirlo fácilmente. Quiso protegerlo, pero se cuestionó primero el derecho a hacerlo y la utilidad que ello tendría. Si había crecido tan bien y noble de forma natural no era momento de que él metiese sus manos y lo ensuciara todo. No debía olvidarlo.
Él mismo había usado la comparación con el juguete, y ahora se arrepentía profundamente a pesar de que fuese cierto que había sido usado hasta que se le provocó un daño tan grande que al menos ahora parecía imposible de siquiera ocultar. Se arrepentía porque sabía que aquello que le contaba Abraxas era más que un mero recuerdo que venía al caso, o al menos eso se esforzaba por creer ante lo conmovedor de la imagen que se retrataba en su mente.
No se dio cuenta que ya estaba en el agua, y por poco resbaló en la misma, o esa fue la sensación, porque el muchacho lo tenía abrazado de modo que le era imposible caer a menos que lo hicieran ambos. Y fue esa imagen la que le hizo soltarle hasta caer sentado en el agua, la que para su suerte no alcanzaba a cubrirle el torso completo. Se quedó mirándole con una expresión extraña y confusa que transmitía lo que pasaba por su cabeza sin filtrar nada: tristeza, emoción, e incluso ira consigo mismo.
- Puede que tengas razón – le dijo con evidente desesperanza en la voz – Pero aun para cambiar hace falta algo, que yo no tengo – agregó formando un cuenco con sus manos para poder llevar agua y así limpiar su rostro – Voluntad – dijo anticipándose a que se lo preguntara, porque sabía que en su curiosidad lo haría – Y yo no tengo una propia, solo la de mi dueño – terminó por decir al tiempo que automáticamente llevó en vano una mano a su cuello para buscar la cadena que tenía como decoración una llave. No estaba. Y se sentía vacío y perdido por ello. Probablemente el mercader de esclavos se la había quitado para perder el rastro del mocoso que era su amo.
De la nada sintió náuseas, frío, entumecimiento. Todo junto. Quizás no quedara mucho para que comenzara a desesperarse de verdad porque el efecto del estupefaciente que le había dado ya estaba desapareciendo por completo, y aquello le hacía proyectarse para ver la escena completa. Un pobre diablo hundido en el barro y un inocente muchacho tratando de limpiarlo.
Vio una casi insignificante mancha de lodo en su mejilla, por lo que entornó la vista y vio que parte de su antebrazo también estaba sucio. Lo que simbólicamente le demostraba lo que sucedería si se quedaba con él por más tiempo, acabaría corrompiéndolo y manchándolo por más que sus intenciones fueran las mejores – Por favor, vete – dijo cerrando los ojos para no mirarlo – No necesito tu ayuda – mintió de la forma menos creíble, porque su tono de voz y todo él decían lo contrario, salvo su lengua y su cabeza, que pensaban que sería lo mejor.
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Re: Third Cloud On The Right [Abraxas]
Daba igual de qué forma lo dijera, Abraxas no podía comprender lo que pasaba por su cabeza, le era imposible ponerse en la situación de otra persona si no conocía los detalles. Aunque le desvelara mucho cuando dijo lo de "mi dueño". En principio solo se quedó delante de él, medio agachado ya que el otro lo había apartado y caído sentado. A la altura a la que el agua le llegaba, no consideraba que fuera un peligro para su integridad o su vida, así que no insistió en acercarse de nuevo, estaba claro que le molestaba el contacto físico entre ambos, así que lo evitaría para no empeorar más el humor del humano, que definitivamente no estaba en su mejor momento.
— Todos tenemos voluntad, todos tenemos todo a nuestro alcance, lo que pasa es que no somos capaces de verlo y no sabemos como agarrarlo para apoyarnos en ello. — aseguró, de nuevo totalmente confiado en sus palabras. Sentía una enorme necesidad de ayudar al contrario, deseaba verdaderamente hacerle entender que todo podía mejorar, fuera cual fuera su situación. ¿Pero cómo podía hacerle entender algo tan sencillo a alguien que se tapaba las orejas con tantísima fuerza?
Finalmente le pidió que se fuera y Abraxas torció un poco los labios. No quería irse, por más que dijera que no necesitaba su ayuda, el cambiaformas no se lo creía. Y aun así, su cabeza le decía que Yura necesitaba pensar, necesitaba estar unos segundos consigo mismo. Así que el moreno se levantó despacio, sin pudor alguno a pesar de estar completamente desnudo. Se apartó del otro y fue hacia la orilla. Realmente parecía que se iba a marchar, y como el humano ahora estaba de espaldas, puede que por un momento lo pensara, pero verdaderamente aquello estaba muy lejos de los planes que tenía Abraxas.
Se acercó a las prendas de ropa que habían dejado en la orilla, principalmente a las del muchacho, y con todas en las manos fue de nuevo hacia el agua, buscando por la orilla alguna piedra. Esto estaba unos pasos alejados del humano, lo suficiente como para que no se escucharan si hablaban en susurros, pero aun cerca como para distinguirse en la noche. Y así comenzó a lavar la ropa. La metía en el agua y luego la golpeaba contra la piedra, la escurría y vuelta a repetir, sacándole las manchas de lodo que el otro traía, o a saber de qué más, no es como que se parase a mirarlo. Si no le dejaba ayudarlo a lavarse, al menos lo ayudaría limpiando su ropa, mientras él intentaba arreglarse consigo mismo.
Acuclillado frente al agua, junto a la roca grande donde iba golpeando las prendas, comenzó a silbar una suave canción. No tenía sentido, no llevaba un patrón, eran simplemente hermosos sonidos que había escuchado a los pájaros del bosque. Pero no todas las cosas bellas debían seguir un patrón marcado, a veces simplemente eran hermosas por si mismas, a ojos inexpertos. Como por algún motivo, Yura era imperfectamente perfecto a ojos del cambiaformas. Desde la primera vez, como algunos llamarían un flechazo. Claro que eso, él no lo entendía.
— Todos tenemos voluntad, todos tenemos todo a nuestro alcance, lo que pasa es que no somos capaces de verlo y no sabemos como agarrarlo para apoyarnos en ello. — aseguró, de nuevo totalmente confiado en sus palabras. Sentía una enorme necesidad de ayudar al contrario, deseaba verdaderamente hacerle entender que todo podía mejorar, fuera cual fuera su situación. ¿Pero cómo podía hacerle entender algo tan sencillo a alguien que se tapaba las orejas con tantísima fuerza?
Finalmente le pidió que se fuera y Abraxas torció un poco los labios. No quería irse, por más que dijera que no necesitaba su ayuda, el cambiaformas no se lo creía. Y aun así, su cabeza le decía que Yura necesitaba pensar, necesitaba estar unos segundos consigo mismo. Así que el moreno se levantó despacio, sin pudor alguno a pesar de estar completamente desnudo. Se apartó del otro y fue hacia la orilla. Realmente parecía que se iba a marchar, y como el humano ahora estaba de espaldas, puede que por un momento lo pensara, pero verdaderamente aquello estaba muy lejos de los planes que tenía Abraxas.
Se acercó a las prendas de ropa que habían dejado en la orilla, principalmente a las del muchacho, y con todas en las manos fue de nuevo hacia el agua, buscando por la orilla alguna piedra. Esto estaba unos pasos alejados del humano, lo suficiente como para que no se escucharan si hablaban en susurros, pero aun cerca como para distinguirse en la noche. Y así comenzó a lavar la ropa. La metía en el agua y luego la golpeaba contra la piedra, la escurría y vuelta a repetir, sacándole las manchas de lodo que el otro traía, o a saber de qué más, no es como que se parase a mirarlo. Si no le dejaba ayudarlo a lavarse, al menos lo ayudaría limpiando su ropa, mientras él intentaba arreglarse consigo mismo.
Acuclillado frente al agua, junto a la roca grande donde iba golpeando las prendas, comenzó a silbar una suave canción. No tenía sentido, no llevaba un patrón, eran simplemente hermosos sonidos que había escuchado a los pájaros del bosque. Pero no todas las cosas bellas debían seguir un patrón marcado, a veces simplemente eran hermosas por si mismas, a ojos inexpertos. Como por algún motivo, Yura era imperfectamente perfecto a ojos del cambiaformas. Desde la primera vez, como algunos llamarían un flechazo. Claro que eso, él no lo entendía.
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Re: Third Cloud On The Right [Abraxas]
¡Voluntad! ¡Voluntad! ¡Voluntad! ¿Por qué no podía tener siquiera un poco de voluntad? Una pizca bastaría para encender una brizna de esperanza que lo sacara de aquel estado tan lamentable que ahora era propio, que se había ganado a pulso, sin tener ningún narcótico al que culpar. Se sentía desfallecer, aun peor que cuando se encontró con el muchacho, por lo que acabó dejándose caer hacía atrás, pero alcanzando a apoyar los codos en la tierra para no quedar sumergido del todo. Alzó el rostro para no tragar agua, la que ahora le cubría hasta casi el mentón, haciendo que su mirada se posara inevitablemente en ese cielo despejado que llegaba a irritarlo aún más.
Mientras aun no volvía la vista al frente, el muchacho accedió a alejarse. Yura cerró los ojos y suspiró con cierto alivio, aunque no el suficiente como para desprenderse de esa presión que se aferraba a su pecho hasta el punto de hacerle complicado el respirar con normalidad.
Por varios instantes se perdió en aquella sensación, hasta que unos golpes algo complejos de descifrar en su estado le arrastraron al mundo real. Abraxas no se había ido. ¿Quién más podía ser? Volteó la cabeza tanto como se lo permitía su poco ortodoxa posición, y lo vio ahí, tan humilde e ingenuo lavando las ropas de un miserable como él. De nuevo sentía que le partía el alma verle así, si es que aun podía decirse que era dueño de un alma. ¿Por qué no podía entenderlo? ¿Por qué no podía entender que verlo haciendo todo aquello le desgarraba por dentro? ¿Qué tenerlo cerca destruía dolorosamente aquella coraza de piedra que ocultaba al verdadero Yura? Uno inconsistente, que no se conocía a sí mismo, y que tenía miedo de descubrirse en los ojos de otro.
Quitó el apoyo que constituían sus brazos, dejando que su rostro se cubriera por el agua unos cuantos segundos para luego emerger de nuevo, no más tranquilo, pero si decidido a tomar las riendas del asunto.
Por inercia se puso de pie, exhaló profundamente un par de veces, y se volteó, haciendo amago del resabio de fuerza que le quedaba para no dejar que el cuadro del muchacho volviera a darle una bofetada. Se acercó a él con seguridad. Pero ya no era el Yura inconsistente que yacía dentro de él, sino que una de las tantas máscaras que se preciaba de tener. La seguridad se transformó en violencia, y tomándolo por los brazos, obligó al chico a levantarse.
- ¡Tú no me conoces! – le gritó mientras lo sacudía, no de una manera bruta, sino que del único modo que podía y que reflejaba lo que pasaba por su cabeza. La desesperación - ¡Llegas con esas dulces palabras que me recuerdan lo patético que soy! – dijo con unas irrefrenables lágrimas en los ojos - ¡Muestras una bondad que solo me repele de vuelta al pozo del que venía! – agregó antes de soltarlo y dar unos cuantos pasos atrás, simbólicamente de vuelta al agua - ¿Acaso no ves que no soy una buena persona? El mundo no es un lugar tan amable como crees… - dijo ya con un tono de voz que denotaba cansancio, y que era acompañado con unos cuantos pasos más, hasta que el agua llegó a cubrirle la cintura - ¡Vete! ¡Por favor! – suplicó con las últimas fuerzas que le iban quedando.
Ya no era dueño de sí. A pesar de que al comienzo había intentado ahuyentarlo por medio de esas palabras fuertes y falsas, aquella última frase había terminado escapándose de sus labios, siendo probablemente la única honesta dentro de toda esa sarta de gritos. Sí. El mundo no era un lugar amable, menos con una persona tan ingenua y pura, que seguramente no sería capaz de darse cuenta en el momento en que alguien intente pasarle por encima. Ese era el mundo de Yura, uno en que tenía que rebajarse a niveles aberrantes solo para no perderse, para no ser olvidado. Y no podía seguir estando cerca del muchacho porque temía que tarde o temprano lo arrastraría a ese caos.
Mientras aun no volvía la vista al frente, el muchacho accedió a alejarse. Yura cerró los ojos y suspiró con cierto alivio, aunque no el suficiente como para desprenderse de esa presión que se aferraba a su pecho hasta el punto de hacerle complicado el respirar con normalidad.
Por varios instantes se perdió en aquella sensación, hasta que unos golpes algo complejos de descifrar en su estado le arrastraron al mundo real. Abraxas no se había ido. ¿Quién más podía ser? Volteó la cabeza tanto como se lo permitía su poco ortodoxa posición, y lo vio ahí, tan humilde e ingenuo lavando las ropas de un miserable como él. De nuevo sentía que le partía el alma verle así, si es que aun podía decirse que era dueño de un alma. ¿Por qué no podía entenderlo? ¿Por qué no podía entender que verlo haciendo todo aquello le desgarraba por dentro? ¿Qué tenerlo cerca destruía dolorosamente aquella coraza de piedra que ocultaba al verdadero Yura? Uno inconsistente, que no se conocía a sí mismo, y que tenía miedo de descubrirse en los ojos de otro.
Quitó el apoyo que constituían sus brazos, dejando que su rostro se cubriera por el agua unos cuantos segundos para luego emerger de nuevo, no más tranquilo, pero si decidido a tomar las riendas del asunto.
Por inercia se puso de pie, exhaló profundamente un par de veces, y se volteó, haciendo amago del resabio de fuerza que le quedaba para no dejar que el cuadro del muchacho volviera a darle una bofetada. Se acercó a él con seguridad. Pero ya no era el Yura inconsistente que yacía dentro de él, sino que una de las tantas máscaras que se preciaba de tener. La seguridad se transformó en violencia, y tomándolo por los brazos, obligó al chico a levantarse.
- ¡Tú no me conoces! – le gritó mientras lo sacudía, no de una manera bruta, sino que del único modo que podía y que reflejaba lo que pasaba por su cabeza. La desesperación - ¡Llegas con esas dulces palabras que me recuerdan lo patético que soy! – dijo con unas irrefrenables lágrimas en los ojos - ¡Muestras una bondad que solo me repele de vuelta al pozo del que venía! – agregó antes de soltarlo y dar unos cuantos pasos atrás, simbólicamente de vuelta al agua - ¿Acaso no ves que no soy una buena persona? El mundo no es un lugar tan amable como crees… - dijo ya con un tono de voz que denotaba cansancio, y que era acompañado con unos cuantos pasos más, hasta que el agua llegó a cubrirle la cintura - ¡Vete! ¡Por favor! – suplicó con las últimas fuerzas que le iban quedando.
Ya no era dueño de sí. A pesar de que al comienzo había intentado ahuyentarlo por medio de esas palabras fuertes y falsas, aquella última frase había terminado escapándose de sus labios, siendo probablemente la única honesta dentro de toda esa sarta de gritos. Sí. El mundo no era un lugar amable, menos con una persona tan ingenua y pura, que seguramente no sería capaz de darse cuenta en el momento en que alguien intente pasarle por encima. Ese era el mundo de Yura, uno en que tenía que rebajarse a niveles aberrantes solo para no perderse, para no ser olvidado. Y no podía seguir estando cerca del muchacho porque temía que tarde o temprano lo arrastraría a ese caos.
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Re: Third Cloud On The Right [Abraxas]
Estaba verdaderamente concentrado en su tarea, en tan solo lavar la ropa y silbar alguna melodía que no dejara aquello en un completo silencio. Sus manos seguían el patrón de mojar, golpear, escurrir y sacudir. Prácticamente ni se imaginó que el otro se le iba a echar en cima para aquel ataque, que no era tampoco tal cosa, pero sí que podía ser hasta amenazador. Su instinto, como cambiaformas, como animal y como hombre, habían sido darle un empujón para que dejara de sacudirlo tal cual un pelele. Pero, sorprendentemente, Abraxas tenía mucho más sentido común de lo que se podría esperar en alguien como él. Llevó las manos hacia las del humano, colocándolas sobre estas cuando se fue relajando.
— Yura. — de sus labios escapó un suave suspiro, y hasta se dejó ver en su rostro una muestra de cansancio por las palabras que el otro no dejaba de decir. Al final no pudo más que negar con la cabeza — Tú tampoco me conoces. Lejos del tacto de mi piel, el olor de mi cuerpo o el tono de mi voz, no sabes nada más de mi. — y es que era algo totalmente evidente, que sus encuentros habían sido prácticamente idílicos, el primero por lo romántico que podría considerarse — Mi madre fue repudiada por su familia, solo porque no quería aceptar sus términos, porque quería tenerme en lugar de no haberme dejado ver nunca la luz. Ella tuvo que exiliarse al bosque, tuvo que criarme sola. Nunca me he podido acercar demasiado a las personas de la ciudad por miedo a que descubrieran algo sobre mi que los hiciera odiarme. — hizo que despacio retirase las manos de su cuerpo, pero aun así no se las soltó, y hasta se acercó un poco más a él, bajando el tono de su voz — Sé, mucho mejor de lo que puedas imaginar, lo cruel que es el mundo, y que no es tan amable como me gustaría que fuera.
Por una vez, como pocas veces pasaba, Abraxas hacía gala de su madurez y sensatez, hasta su voz parecía haberse vuelto un poco más grave, sus ojos seguían cargando esa inocencia que parecía jamás poder perder, pero su rostro dejaba claro que no estaba inventándose las palabras. Había sido víctima de vampiros, sabía perfectamente todo lo que se movía por ahí, era muy consciente de la presencia de los cazadores o lo que la inquisición podría hacer como una criatura como él si lo encontraran. Pero eso no tenía por qué amargar su vida, no quería permanecer escondido y asustado, perdiendo los años que tuviera que existir, porque entonces, ¿para qué vivir?
— Pero el mundo da igual como sea, Yura. El mundo puede ser negro, puede estar oscuro y hasta puede oler mal, pero eso no importará si tú te empeñas en ver en la oscuridad, no importará si ignoras que el olor te incomoda y te convences de que puedes soportarlo, que hasta puedes llegar a disfrutarlo, porque cuando mueras, ya no lo vas a poder sentir más. — sus labios volvieron a formar entonces una suave sonrisa y entrecerró los ojos, volviendo a adquirir expresión casi de niño, alzando un tanto los hombros — Voy a marcharme, porque yo solo quería ayudarte. Pero si lo que consigo es que estés mal, no quiero seguir aquí. — se dio la vuelta, apartándose unos cuantos pasos y desperezándose, como si acabara de despertar de una larga siesta, sin mirarlo, porque la verdad era que cuando clavaba sus ojos en él, solo sentía ganas de quedarse a su lado y pedirle que no lo echara de esa manera, que él era bueno y podía ayudarlo — Si algún día Yura siente que ya mi presencia no le duele, que lo que va a ver ahora no le asusta y le espanta, yo siempre voy a seguir soñando con él, y con sus dedos recorriendo mi piel, como aquella noche en el lago.
Y sin nada más que decir, su cuerpo comenzó despacio a mutar, hasta adoptar la forma de un elegante cisne negro, de ojos azules tan claros que parecía hielo. Abrió las alas, estiró un poco las patas y sus plumas se erizaron por un breve instante. Le dedicó solo una mirada más antes de aletear y echar a volar, rozando la superficie del lago y perdiéndose en la noche. Se sentía bastante mal, hasta le daba igual su ropa, solo quería alejarse lo antes posible, y además, demostrarle a Yura que él tampoco era alguien bueno, o simplemente alguien normal que pudiera ser tratado bien por los demás. En su corazón, solo deseaba volver a verlo otra vez, como la primera, cuando sonreía y hacía latir fuerte su corazón.
— Yura. — de sus labios escapó un suave suspiro, y hasta se dejó ver en su rostro una muestra de cansancio por las palabras que el otro no dejaba de decir. Al final no pudo más que negar con la cabeza — Tú tampoco me conoces. Lejos del tacto de mi piel, el olor de mi cuerpo o el tono de mi voz, no sabes nada más de mi. — y es que era algo totalmente evidente, que sus encuentros habían sido prácticamente idílicos, el primero por lo romántico que podría considerarse — Mi madre fue repudiada por su familia, solo porque no quería aceptar sus términos, porque quería tenerme en lugar de no haberme dejado ver nunca la luz. Ella tuvo que exiliarse al bosque, tuvo que criarme sola. Nunca me he podido acercar demasiado a las personas de la ciudad por miedo a que descubrieran algo sobre mi que los hiciera odiarme. — hizo que despacio retirase las manos de su cuerpo, pero aun así no se las soltó, y hasta se acercó un poco más a él, bajando el tono de su voz — Sé, mucho mejor de lo que puedas imaginar, lo cruel que es el mundo, y que no es tan amable como me gustaría que fuera.
Por una vez, como pocas veces pasaba, Abraxas hacía gala de su madurez y sensatez, hasta su voz parecía haberse vuelto un poco más grave, sus ojos seguían cargando esa inocencia que parecía jamás poder perder, pero su rostro dejaba claro que no estaba inventándose las palabras. Había sido víctima de vampiros, sabía perfectamente todo lo que se movía por ahí, era muy consciente de la presencia de los cazadores o lo que la inquisición podría hacer como una criatura como él si lo encontraran. Pero eso no tenía por qué amargar su vida, no quería permanecer escondido y asustado, perdiendo los años que tuviera que existir, porque entonces, ¿para qué vivir?
— Pero el mundo da igual como sea, Yura. El mundo puede ser negro, puede estar oscuro y hasta puede oler mal, pero eso no importará si tú te empeñas en ver en la oscuridad, no importará si ignoras que el olor te incomoda y te convences de que puedes soportarlo, que hasta puedes llegar a disfrutarlo, porque cuando mueras, ya no lo vas a poder sentir más. — sus labios volvieron a formar entonces una suave sonrisa y entrecerró los ojos, volviendo a adquirir expresión casi de niño, alzando un tanto los hombros — Voy a marcharme, porque yo solo quería ayudarte. Pero si lo que consigo es que estés mal, no quiero seguir aquí. — se dio la vuelta, apartándose unos cuantos pasos y desperezándose, como si acabara de despertar de una larga siesta, sin mirarlo, porque la verdad era que cuando clavaba sus ojos en él, solo sentía ganas de quedarse a su lado y pedirle que no lo echara de esa manera, que él era bueno y podía ayudarlo — Si algún día Yura siente que ya mi presencia no le duele, que lo que va a ver ahora no le asusta y le espanta, yo siempre voy a seguir soñando con él, y con sus dedos recorriendo mi piel, como aquella noche en el lago.
Y sin nada más que decir, su cuerpo comenzó despacio a mutar, hasta adoptar la forma de un elegante cisne negro, de ojos azules tan claros que parecía hielo. Abrió las alas, estiró un poco las patas y sus plumas se erizaron por un breve instante. Le dedicó solo una mirada más antes de aletear y echar a volar, rozando la superficie del lago y perdiéndose en la noche. Se sentía bastante mal, hasta le daba igual su ropa, solo quería alejarse lo antes posible, y además, demostrarle a Yura que él tampoco era alguien bueno, o simplemente alguien normal que pudiera ser tratado bien por los demás. En su corazón, solo deseaba volver a verlo otra vez, como la primera, cuando sonreía y hacía latir fuerte su corazón.
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