AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Recuerdo del primer mensaje :
"La desesperación detrás de un antifaz."
Desesperación. ese era su estado en ese momento. Se estaba volviendo loca, la misiva que su hermano le había enviado hace casi un mes no se hacía realidad. Llevaba un mes sin adentrarse a un burdel, esperando poder verlo en la entrada de su casa, pero no aparecía, no llegaba y sus deseos la estaban carcomiendo. Eugénie Florit tenía una enfermedad grande, una que no podía pasarse desapercibida, de esas que de no controlar con remedios normales sino con el placer de un buen sexo. Ella tan mancillada, tan tomada, tan cogida, no saciaba las necesidades que su mente y cuerpo reclaman. Adicta al sexo, la palabra ninfomanía es la mejor manera de describirlo, sin rodeos, sin tabúes, sin nada más que lo que es; su rostro no tenía ese color a vida que siempre poseía, no, ahora la enfermedad física, las consecuencias de no saciar su pecado capital se reflejaba, sus cabellos no brillan, y sus labios se han partido. Ella necesita ir al burdel, necesita colocarse esos antifaces diariamente, abrir las piernas, que la penetren, pero debe guardar las apariencias, por su vida, por la felicidad y tranquilidad de su familia.
No, ella no se quedaría más tiempo encerrada, ella necesitaba salir y encontrarse quien pudiera enterrarse en ella. Lo haría y lo hizo. Genie, como la conocían en el burdel, había llegado con una capa roja cubriendo todo su rostro y cuerpo. Se adentró por la puerta principal al burdel, y las miradas pronto se hicieron presente en ella. Genie era una de las cortesanas más conocidas, su cuerpo, y sus labios rojos hacía que cualquier quisiera estar con ella una noche, pero lo que más atraía era ese misterio detrás del antifaz. El ambiente se resumía al buen sexo, tabaco, y alcohol de todo tipo. Una inhalada era suficiente para volver a traerla a la realidad que adoraba. El burdel le parecía tan atractivo, su segundo hogar, podría pasar todo el día ahí, esperando clientes que satisficieran todo su cuerpo, que le dejaran cansada, incluso desmayada por aquella cantidad de orgasmos que estaba dispuesta a tener. Nadie podría entender su enfermedad, sólo un enfermo de placer, y nadie podría privarle del sexo, nadie que no supiera su secreto.
Dejó que cayera aquella pomposa capa roja dentro de su cuarto, la recogió y colgó en un trinchete de madera. Observó su habitación, esa que utilizaba para sus labores. La cama estaba perfectamente tendida, colores vino, los que todas utilizan para darles la comodidad de aquella cama, se sirvió una copa del mejor alcohol que tenía, y sus manos acariciaron la tela, le gustaba estar un rato escondida, poder disfrutar de la tranquilidad antes de la función estelar; se terminó la copa, y suspiró repetidas veces, buscando la salida de la habitación, bajando aquellas escaleras de caracol que tanto disfrutaba, pues al subir y bajarlas las miradas se mueven de lado a otro, y la gloría de su sensualidad se hace más reconocida y permanente.
- ¿Por qué hay tan poca clientela está noche? ¿Qué ha acontecido? - Se había recargado en la barra, en el extremo derecho, dónde no sólo la que llevaba las cuentas estaba sino también el hombre que repartía licores a cualquier que rentara a una de las mujeres. Su figura estaba siendo adornada sólo por lencería de encaje rojo, ligeros que partían su piel por la presión que ejercían, pero no era grotesco, sólo erótico y cautivante. La mujer estaba tan deseosa que el no ver tanto movimiento le ponía los pelos de punta, y comenzaban a ejercer una especie de crisis que tenía que aprender a controlar. La ninfomanía la estaba controlado a ella, no ella a la enfermedad. La música comenzó a sonar, un día a la semana se tenía un grupo de personas que deleitaban el ambiente, gente pobre que no tenía como poder pagar una prostituta y que, otorgando sus servicios unas tres horas en la noche, podrían tomar a la que deseasen, a Genie eso le gustaba, notar la desesperación de otras personas por llevar a una mujer a la cama y darse un placer mutuo, ganar-ganar, con ese tipo de pensamiento seguramente la sociedad parisina crecería.
No, ella no se quedaría más tiempo encerrada, ella necesitaba salir y encontrarse quien pudiera enterrarse en ella. Lo haría y lo hizo. Genie, como la conocían en el burdel, había llegado con una capa roja cubriendo todo su rostro y cuerpo. Se adentró por la puerta principal al burdel, y las miradas pronto se hicieron presente en ella. Genie era una de las cortesanas más conocidas, su cuerpo, y sus labios rojos hacía que cualquier quisiera estar con ella una noche, pero lo que más atraía era ese misterio detrás del antifaz. El ambiente se resumía al buen sexo, tabaco, y alcohol de todo tipo. Una inhalada era suficiente para volver a traerla a la realidad que adoraba. El burdel le parecía tan atractivo, su segundo hogar, podría pasar todo el día ahí, esperando clientes que satisficieran todo su cuerpo, que le dejaran cansada, incluso desmayada por aquella cantidad de orgasmos que estaba dispuesta a tener. Nadie podría entender su enfermedad, sólo un enfermo de placer, y nadie podría privarle del sexo, nadie que no supiera su secreto.
Dejó que cayera aquella pomposa capa roja dentro de su cuarto, la recogió y colgó en un trinchete de madera. Observó su habitación, esa que utilizaba para sus labores. La cama estaba perfectamente tendida, colores vino, los que todas utilizan para darles la comodidad de aquella cama, se sirvió una copa del mejor alcohol que tenía, y sus manos acariciaron la tela, le gustaba estar un rato escondida, poder disfrutar de la tranquilidad antes de la función estelar; se terminó la copa, y suspiró repetidas veces, buscando la salida de la habitación, bajando aquellas escaleras de caracol que tanto disfrutaba, pues al subir y bajarlas las miradas se mueven de lado a otro, y la gloría de su sensualidad se hace más reconocida y permanente.
- ¿Por qué hay tan poca clientela está noche? ¿Qué ha acontecido? - Se había recargado en la barra, en el extremo derecho, dónde no sólo la que llevaba las cuentas estaba sino también el hombre que repartía licores a cualquier que rentara a una de las mujeres. Su figura estaba siendo adornada sólo por lencería de encaje rojo, ligeros que partían su piel por la presión que ejercían, pero no era grotesco, sólo erótico y cautivante. La mujer estaba tan deseosa que el no ver tanto movimiento le ponía los pelos de punta, y comenzaban a ejercer una especie de crisis que tenía que aprender a controlar. La ninfomanía la estaba controlado a ella, no ella a la enfermedad. La música comenzó a sonar, un día a la semana se tenía un grupo de personas que deleitaban el ambiente, gente pobre que no tenía como poder pagar una prostituta y que, otorgando sus servicios unas tres horas en la noche, podrían tomar a la que deseasen, a Genie eso le gustaba, notar la desesperación de otras personas por llevar a una mujer a la cama y darse un placer mutuo, ganar-ganar, con ese tipo de pensamiento seguramente la sociedad parisina crecería.
Última edición por Eugénie Florit el Dom Feb 03, 2013 10:35 am, editado 1 vez
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Re: Desesperación {Privado} +18
Ella lo sabía, no necesitaba ser una estúpida, o quizás su experiencia le llevaba a notar la diferencia entre un humano y una criatura sobrenatural. Se sentía convencida de tener dentro de ella a una criatura que le triplicaba la fuerza, que fácilmente podía romperla, sin embargo, eso le estaba excitando el doble. Su enfermedad le estaba ocasionando estragos tremendos. Desde querer tener más de dos clientes por noche, hasta experimentar cosas más extremas, por eso, desde hace unos meses atrás, ella prefería a esas criaturas que podían dar el ancho. Se sentía afortunada de poder encontrarse a uno dispuesto a apaciguar por un rato su apetito sexual. Si pudiera lograr repetirlo un par de noches más, lo amaría a la cama sin dejarlo salir, pero lo imposible llegaba en ese momento.
¿Él lo estaría disfrutando como ella? Si, debería de estar ocurriendo, sólo bastaba con verle el rostro enrojecido a causa de las embestidas que le estaba propinando. Eugénie estaba feliz, rebozando de placer. En esas situaciones ni siquiera se preocupaba por si sus padres llegaban a descubrir que no se encontraba en cama. Para ella si servía la frase que decía así: más vale pedir perdón, que pedir permiso. Aunque claro, su intención era jamás llegar a ser descubierta. Hasta la fecha seguía siendo muy cuidadosa, o quizás sus padres muy confiados de que jamás haría algo así. Ella era la maestra del disfraz, y no, no precisamente por el antifaz, sino por la cara de mustia que ponía durante el día. Nadie creería que la nena de la casa llegaba a meterse grandes pollas a la boca.
- A-Así - Fue lo único que pudo decir antes de ser ella la que montara a su fiel semental. Para ella tener sexo no era simple contacto físico. Se trataba de más. Era como la poesía que las mujeres enamoradas buscaban desesperadamente para no dejar ir sus ilusiones. Ella siempre tendría una justificación del porqué de su necesidad al instante. Jamás aceptaría abiertamente que necesitaba ayuda. No lo haría porque claro, le gustaba seguir enferma. “El placer nadie se lo debería privar”. Así les decía a sus compañeras de trabajo que se quejaban de su necesidad y por eso permanecían ahí. Si todas la vieran mover las caderas como en ese instante se dejarían llevar y gozarían cada embestida que les ofrecieran.
Eugénie bajó sus labios, dejó que el color que tenían esa noche se perdiera no sólo en la boca del varón, sino que también, dejaran pinceladas en el abdomen. Se sostenía con fuerza de la cabecera de la cama. Podía decirse que estaba consiente de lo coordinada que era, dado que mientras su boca chupaba y repartía una que otra mordida, sus rodillas dejaban que cargara todo su peso. De esa manera al bajar con el cuerpo dejaría ir todo de ella haciendo que el hombre sintiera la piel de su miembro correrse toda. Eso les generaba más placer. Se dedicó a juguetear con el pezón de Erin con la lengua y los dientes. Sus caderas seguían el ritmo. Música, si, eso era el vacío que podía escucharse rellenar cuando el miembro abarcaba todo el interior de la intimidad femenina.
¿Él lo estaría disfrutando como ella? Si, debería de estar ocurriendo, sólo bastaba con verle el rostro enrojecido a causa de las embestidas que le estaba propinando. Eugénie estaba feliz, rebozando de placer. En esas situaciones ni siquiera se preocupaba por si sus padres llegaban a descubrir que no se encontraba en cama. Para ella si servía la frase que decía así: más vale pedir perdón, que pedir permiso. Aunque claro, su intención era jamás llegar a ser descubierta. Hasta la fecha seguía siendo muy cuidadosa, o quizás sus padres muy confiados de que jamás haría algo así. Ella era la maestra del disfraz, y no, no precisamente por el antifaz, sino por la cara de mustia que ponía durante el día. Nadie creería que la nena de la casa llegaba a meterse grandes pollas a la boca.
- A-Así - Fue lo único que pudo decir antes de ser ella la que montara a su fiel semental. Para ella tener sexo no era simple contacto físico. Se trataba de más. Era como la poesía que las mujeres enamoradas buscaban desesperadamente para no dejar ir sus ilusiones. Ella siempre tendría una justificación del porqué de su necesidad al instante. Jamás aceptaría abiertamente que necesitaba ayuda. No lo haría porque claro, le gustaba seguir enferma. “El placer nadie se lo debería privar”. Así les decía a sus compañeras de trabajo que se quejaban de su necesidad y por eso permanecían ahí. Si todas la vieran mover las caderas como en ese instante se dejarían llevar y gozarían cada embestida que les ofrecieran.
Eugénie bajó sus labios, dejó que el color que tenían esa noche se perdiera no sólo en la boca del varón, sino que también, dejaran pinceladas en el abdomen. Se sostenía con fuerza de la cabecera de la cama. Podía decirse que estaba consiente de lo coordinada que era, dado que mientras su boca chupaba y repartía una que otra mordida, sus rodillas dejaban que cargara todo su peso. De esa manera al bajar con el cuerpo dejaría ir todo de ella haciendo que el hombre sintiera la piel de su miembro correrse toda. Eso les generaba más placer. Se dedicó a juguetear con el pezón de Erin con la lengua y los dientes. Sus caderas seguían el ritmo. Música, si, eso era el vacío que podía escucharse rellenar cuando el miembro abarcaba todo el interior de la intimidad femenina.
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Re: Desesperación {Privado} +18
Ella era una hermosa rosa, que se abría, rebosante de vida. Maldita sustancia embriagadora que eran las mujeres, como vino, volvían loco, emborrachaban de placer a los hombres. Mejor que una droga, era el sexo, adicto a ella, fácilmente podría ser, un enviciado mas de sus bellas caderas, solamente por el arte que había aprendido y mejorado por los años. Maldecía dentro de el, sintiendo como su pene era abrazado, amado, por los muslos de la mujer del antifaz. Que sensual, era ver su boca pintada de un color tan provocador, comenzar a resecarse, por el deseo aumentado en su cuerpo, la hacía ver cada vez mas apetitosa. Sus caderas no podían dejar de moverse, era como pedirle a un pobre, comer, cuando tenía un apetitoso banquete frente a él, era imposible, no se podía hacer nada, contra los deseos de la naturaleza, de la lujuria, de la pasión.
— ¡Dios! — exclamo encantado, dejando que su cabeza se arqueara entre la almohadas, mientras, sus caderas, hacían más énfasis en una penetración profunda — Que bien lo mueves, señorita — sus manos, como serpientes buscaron sus firmes glúteos, para aferrarse a ellos, encantado de poder tener a tal dama compartiendo un rato, una cama, la cual tal vez no volvería a volver o tal vez si, pero no la reconocería, tal vez si, tal vez no, eso era, lo que más le gustaba de ese juego, que por muchas mujeres había pasado, pero no como una como ella, quien ocultada algo tan importante como su identidad.
Mujer más bella que una desnuda no había, era una encantadora visión, que pocas veces se superaba con algo trivial, la máxima expresión de la belleza, era ella misma, sentada, dando infinito placer. Eerin entrecerraba sus ojos, gustoso de poder apreciar, con sus sentidos más sensibles, el cosquilleo, que recorría por todo su cuerpo, haciendo vibrar cada célula de su cuerpo. Era estar en un paraíso, que duraba tan solos unos segundos, pero eran siempre, los mejores segundos que un hombre podría tener. —Ahg…— una fuerte corriente hizo palpitar su sexo, hincándolo aun mas, mientras la mujer se movía con maestría siendo ella la que tenía el control del momento.
Si seguía así, se correría, lo visual, también ayudaba mucho, tenía que ver con tener esos senos tan cerca, para tocar, besar y lamer, moviéndose, mientras el van y ven se hacían presentes, sus mejillas, sus labios resecos, su cuello, su cabello, su todo, volviéndose todo con él, era lo que lo hacía, aferrarse a sus glúteos, sentir ese pedazo de carne junto con él, encaramar el ritmo, pero a la final, dejándoselo todo a ella, porque confiaba, que encontraría, esa canción que lo haría llegar al fruto del árbol prohibido, que tanto añoraba probar.
— ¡Dios! — exclamo encantado, dejando que su cabeza se arqueara entre la almohadas, mientras, sus caderas, hacían más énfasis en una penetración profunda — Que bien lo mueves, señorita — sus manos, como serpientes buscaron sus firmes glúteos, para aferrarse a ellos, encantado de poder tener a tal dama compartiendo un rato, una cama, la cual tal vez no volvería a volver o tal vez si, pero no la reconocería, tal vez si, tal vez no, eso era, lo que más le gustaba de ese juego, que por muchas mujeres había pasado, pero no como una como ella, quien ocultada algo tan importante como su identidad.
Mujer más bella que una desnuda no había, era una encantadora visión, que pocas veces se superaba con algo trivial, la máxima expresión de la belleza, era ella misma, sentada, dando infinito placer. Eerin entrecerraba sus ojos, gustoso de poder apreciar, con sus sentidos más sensibles, el cosquilleo, que recorría por todo su cuerpo, haciendo vibrar cada célula de su cuerpo. Era estar en un paraíso, que duraba tan solos unos segundos, pero eran siempre, los mejores segundos que un hombre podría tener. —Ahg…— una fuerte corriente hizo palpitar su sexo, hincándolo aun mas, mientras la mujer se movía con maestría siendo ella la que tenía el control del momento.
Si seguía así, se correría, lo visual, también ayudaba mucho, tenía que ver con tener esos senos tan cerca, para tocar, besar y lamer, moviéndose, mientras el van y ven se hacían presentes, sus mejillas, sus labios resecos, su cuello, su cabello, su todo, volviéndose todo con él, era lo que lo hacía, aferrarse a sus glúteos, sentir ese pedazo de carne junto con él, encaramar el ritmo, pero a la final, dejándoselo todo a ella, porque confiaba, que encontraría, esa canción que lo haría llegar al fruto del árbol prohibido, que tanto añoraba probar.
Eerin Schiffer- Licántropo Clase Media
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Re: Desesperación {Privado} +18
Los hombres, o la gran mayoría de ellos tiene una idea errónea a la hora de ejercer el acto sexual. Muchos de ellos creen que mientras más dura, o incluso mientras más grande sea el miembro, la forma de disfrutar de una mujer será incluso el doble, sin embargo, la cosa no es así. No se trata de tener la extremidad de un tamaño inmenso, sino, más bien, de saber que hacer con ella. Tampoco el tiempo importa porque lo que se disfruta es lo que en realidad se llega a causar ya sea tan sólo en cinco minutos. Si tomabas en cuenta que se encontraba en la cama de un sobrenatural, quizás en ese momento el tiempo si importaba, porque ellos eran dueños de una fuerza, resistencia e intuición para saber donde poner el dedo que quizás la noche serían constantes temblores dados los orgasmos que le podría dar.
Su cuerpo lo podía sentir, lo percibía, el primero de la noche le estaba tocando a la puerta. Quizás formaba parte del movimiento de caderas que también ella se encuentra dándole. El sonido de ambos sexos golpearse, porque ni siquiera el aire tiene permitido separarlos. Ella mueve las caderas y al mismo tiempo su cuerpo, ese que sube y baja sin poder siquiera tomarse un respiro. Eso que están haciendo es adictivo, no hay poder humano, ni sentimiento por alguien que la detenga de hacer de su cuerpo un templo de placer. ¿Qué pensaría su familia si la ve?
El cuerpo le comenzó a temblar de forma tan notable que ni siquiera sus piernas se quisieron mantener en su sitio. Tragó saliva. Incluso se sentó en el miembro, su cabeza miraba al techo de aquel cuarto barato de burdel. Sus labios se encontraban separados, sus pezones se pusieron tan duros que le dolían y por eso buscó desesperadamente las manos del lobo para que se los acariciara, la necesidad era tanta que lo incitó a dar apretones en ellos, incluso tirones. Estaba llegando a la cumbre, lo sabía porque incluso la visión no le parecía clara.
- Es hora – Comentó al aire, y si, en ese preciso momento sintió como cada uno de sus músculos se contrajeron, como sus pulmones no deseaban más aire por el momento dado que también buscaban un poco de ese placer. Se relamió los labios con deseo, su corazón estaba dando tan deprisa que incluso imaginaba como su pecho vibraba a casa de el movimiento. El placer no se comparaba, había llegado al orgasmo en un momento, sin embargo quería más, la cortesana del antifaz siempre desearía más.
Su cuerpo lo podía sentir, lo percibía, el primero de la noche le estaba tocando a la puerta. Quizás formaba parte del movimiento de caderas que también ella se encuentra dándole. El sonido de ambos sexos golpearse, porque ni siquiera el aire tiene permitido separarlos. Ella mueve las caderas y al mismo tiempo su cuerpo, ese que sube y baja sin poder siquiera tomarse un respiro. Eso que están haciendo es adictivo, no hay poder humano, ni sentimiento por alguien que la detenga de hacer de su cuerpo un templo de placer. ¿Qué pensaría su familia si la ve?
El cuerpo le comenzó a temblar de forma tan notable que ni siquiera sus piernas se quisieron mantener en su sitio. Tragó saliva. Incluso se sentó en el miembro, su cabeza miraba al techo de aquel cuarto barato de burdel. Sus labios se encontraban separados, sus pezones se pusieron tan duros que le dolían y por eso buscó desesperadamente las manos del lobo para que se los acariciara, la necesidad era tanta que lo incitó a dar apretones en ellos, incluso tirones. Estaba llegando a la cumbre, lo sabía porque incluso la visión no le parecía clara.
- Es hora – Comentó al aire, y si, en ese preciso momento sintió como cada uno de sus músculos se contrajeron, como sus pulmones no deseaban más aire por el momento dado que también buscaban un poco de ese placer. Se relamió los labios con deseo, su corazón estaba dando tan deprisa que incluso imaginaba como su pecho vibraba a casa de el movimiento. El placer no se comparaba, había llegado al orgasmo en un momento, sin embargo quería más, la cortesana del antifaz siempre desearía más.
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Re: Desesperación {Privado} +18
Que bella se veía el cuerpo de una mujer, mientras los espasmos del orgasmo invadían ardientemente su cuerpo, era una obra de arte digna a estar en los museos más importantes del mundo, aquella belleza era inigualable, mostraba la perfección del ser humano. El cuerpo se había creado sin dejar nada al azar, menos el de una mujer. Que orgulloso se podía sentir en ese momento al poder apreciar lo que había logrado hacer, el ego masculino siempre se alimentaria por el logro de satisfacer a una mujer, pues le llenaba y le daba el poder de decir de forma victoriosa que había podido hacer que una fémina se retorciera de placer.
Acérelo el ritmo de sus embestías al notar que las paredes de la cortesana de volvían cada vez más estrechas, dándole una satisfacción mayor a su miembro que quedaba atrapado entre las paredes que palpitaba al ritmo de su orgasmo. Se había perdido en el placer, sus manos se aferraron a los glúteos de la mujer del antifaz, mientras veía como sus caderas también se movían en busca de otro segundo más de un placer que iba en descenso. Lo más mágico y divertido nunca dura por mucho tiempo, eso era lo malo de los orgasmos, Eerin dejo salir un rugido, que intento ahogar entre el mar de sus cabellos, mientras era ahora él, quien disfrutaba de la fricción proporcionada por el interior de la fémina.
— Ahg… — sintió el placer del orgasmo recorrer su cuerpo, mientras la velocidad se disminuía y su cuerpo se hacía tan pesado que sentía no poder sostenerlo por mucho, cayo aun lado de la cortesana, la cual se veía aun mas encantadora con aquel antifaz, no sabía si era por capricho, diversión o necesidad, pero estaba seguro que si los retiraba, cierta magia se iba a ir con ellos, aunque su curiosidad le picaba para hacer algo estúpido, entrecerró sus ojos esperando que su respiración se normalizara, una de sus manos, llegaba a tocar la delicada piel de la mujer, la cual recorría con sus dedos, disfrutando de los momentos más tranquilos del acto sexual, en donde el hombre buscaba recuperarse de la energía perdida, para tal vez seguir el show por un rato mas.
— No se ve muy disgustada de ser la perdedora de nuestra pequeña apuesta, Madame — giro su rostro para verla detenidamente, dejando una leve sonrisa en sus labios, como siempre socarrona. Podría decirse que como buen caballero deseaba conocer a la dama con quien estaba en esa ocasión, pero el antifaz le decía claramente que ella no quería mostrar su verdadero ser, muchas podrían ser sus teoría, tal vez ninguna acertada, pero eso en vez de ahuyentarlo, le atraía mas, era como el néctar de una flor, el cual puede ser venenosa, pero que atrae aun así a los insectos, los cuales se posan en ella, muriendo lenta y tortuosamente por el veneno, pero encantados por el néctar de la flor prohibida, eso era ella, una flor prohibida, venenosa, pero deliciosa.
Eerin Schiffer- Licántropo Clase Media
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Re: Desesperación {Privado} +18
De eso se trataba todo, de poder saciar sus deseos, de poder aplacar su necesidad de placer. La cortesana siempre buscaba llenar esa necesidad que incrementaba a cada paso en su interior. Su enfermedad estaba evolucionando, se estaba apoderando de ella y no existía manera alguna de revertir todo aquello. El deseo que poseía la mujer del antifaz era feroz, y no, no tenía intensiones de controlarlo, de frenarlo o borrarlo de su interior. Ella era feliz así. ¿Por qué no lo sería? El ser humano debía disfrutar, buscar la manera de ser feliz satisfaciendo sus necesidades. ¿Por qué la sociedad tenía que prohibir ser tan abiertos en el ámbito sexual? Ella no lo comprendía, en absoluto, debía aguantarse, resistir, ocultar del ojo publico lo que más deseaba. Hasta ese momento lo llevaba bien, así seguiría cuanto fuera, cuanto le funcionara.
- No todos los perdedores tienen que tener un desenlace traumatizo o negativo ¿No lo cree? En el sexo no hay perdedor, ni vencedor, sólo quien aprende a disfrutar. Quien saca provecho al encuentro carnal, que no lo engañen, las prostitutas por lo regular buscan satisfacer al cliente y llenar sus bolsillos con monedas, sus rostros son pura mentira, ¿eso es lo que buscan ustedes? Búsquese a una verdadera prostituta, de esas que prefieren satisfacer su sexo a su cartera - Su sonrisa se amplió, cerró los ojos y dejó descansar su brazo sobre su vientre desnudo, problemas con la desnudez no tenía, conocía a la perfección su figura.
- Estaría muy complacida si quiere volver a apostar conmigo, ya sabe que no tengo problema con perder, el punto es gozar por completo ¿está de acuerdo? Yo creo que si, a ambos nos conviene esta clase de juegos, mejor aún, está clase de oponentes - Suspiró sentándose en la orilla de la cama. Observó a su alrededor donde habían quedado sus prendas. Se puso de pie y poco a poco se fue vistiendo hasta terminar por acomodar algunas plumas de su exuberante antifaz. Se relamió los labios y lentamente se giró para verlo a los ojos, una agradable vista, por supuesto.
- Ahora es cuando debe decirme, ¿te trato como un cliente o como un compañero de cama? Piensa bien la respuesta, porque depende mucho de ella de lo que se vaya a tratar nuestros futuros encuentros, cada una tiene grandes ventajas. - Le guiñó un ojo y se acercó a una mesa para servir otras dos copas del mejor licor que podría existir en ese burdel. Le acercó la copa para después darle un beso en los labios - ¿Quedó contento el lobo? - Se mofó un poco de él, juguetona, divertida, y satisfecha, un tanto cansada, los licántropos no se medían en su fuerza aunque quisieran aparentar. Les costaba por su naturaleza salvaje.
- No todos los perdedores tienen que tener un desenlace traumatizo o negativo ¿No lo cree? En el sexo no hay perdedor, ni vencedor, sólo quien aprende a disfrutar. Quien saca provecho al encuentro carnal, que no lo engañen, las prostitutas por lo regular buscan satisfacer al cliente y llenar sus bolsillos con monedas, sus rostros son pura mentira, ¿eso es lo que buscan ustedes? Búsquese a una verdadera prostituta, de esas que prefieren satisfacer su sexo a su cartera - Su sonrisa se amplió, cerró los ojos y dejó descansar su brazo sobre su vientre desnudo, problemas con la desnudez no tenía, conocía a la perfección su figura.
- Estaría muy complacida si quiere volver a apostar conmigo, ya sabe que no tengo problema con perder, el punto es gozar por completo ¿está de acuerdo? Yo creo que si, a ambos nos conviene esta clase de juegos, mejor aún, está clase de oponentes - Suspiró sentándose en la orilla de la cama. Observó a su alrededor donde habían quedado sus prendas. Se puso de pie y poco a poco se fue vistiendo hasta terminar por acomodar algunas plumas de su exuberante antifaz. Se relamió los labios y lentamente se giró para verlo a los ojos, una agradable vista, por supuesto.
- Ahora es cuando debe decirme, ¿te trato como un cliente o como un compañero de cama? Piensa bien la respuesta, porque depende mucho de ella de lo que se vaya a tratar nuestros futuros encuentros, cada una tiene grandes ventajas. - Le guiñó un ojo y se acercó a una mesa para servir otras dos copas del mejor licor que podría existir en ese burdel. Le acercó la copa para después darle un beso en los labios - ¿Quedó contento el lobo? - Se mofó un poco de él, juguetona, divertida, y satisfecha, un tanto cansada, los licántropos no se medían en su fuerza aunque quisieran aparentar. Les costaba por su naturaleza salvaje.
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Re: Desesperación {Privado} +18
Eran momento de su historia en el cual agradecía ser quien era y eventualmente como era en esa época, sabía que no iba a vivir para siempre como los vampiros, el era un ser humano, no tan común y corriente como los que se paseaban casi siempre alrededor de el, pero al menos lograba ser uno la mayor parte del tiempo. ¡Bendito sea el tiempo! Que como caracol llega lento pero llega. Disfrutaba sus días de vida porque sabía que llegaría el final luego no quedar nada, ni siquiera tiempo que disfrutar.
Ella era como una rosa, totalmente bella, las espinas lograban ser los misterios que la rodeaban, tan roja, tan pasional, simplemente perfecta. No debía esconder nada de ella, pero lo que buscaba tener en anonimato no era un requisito existencial saber. — Perderemos cuando nos así lo percibamos en nuestro interior — una pequeña sonrisa se asomo en sus labios. El siempre había sido un hombre de aspecto fornido, hombros anchos y pecho con abundante pelaje, que le daba aquel aspecto desaliñado y varonil. En aquella cama, juntos, mas no revueltos había dos figuras que representaban el Adán y Eva. Una fémina de proporciones perfectas y un varón que llegaba a posiblemente portar buenos genes.
Se levanto luego de unos minutos que ella lo hiciera, en ocasiones envidiaba la habilidad de recuperarse tan rápido de las mujeres, ellos debían esperar un poco, prácticamente morían por unos segundos, debían recobrar fuerzas para poder ser ellos mismos y volver a “vivir”. La cortesana de caderas pronunciadas ya venía con dos copas de un buen licor, cuando el apenas estaba luchando para poder sentarse en la orilla de la cama, tomo el licor, lo necesitaba para reactivarse. — Me gustaría ser mas su fiel compañero, usted sabe, cuando me necesite, solamente debe llamarme — una sonrisa cómplice se asomo. Rodeo su cintura con su mano para terminar sentándola en su pierna, mientras disfrutaba la bebida que le había dado la cortesana. No podía evitar recordar lo bella que se veía sin ningún trapo encima, definitivamente era algo que podría llegar a probar otra vez.
La volvió a besar sintiendo el licor entre sus lenguas, era tentador volver a iniciar la faena completa, pero era hora de irse, a regañadientes retiro sus labios de los de ella, que eran capaz de volverlo a atrapar fácilmente, su nariz bajo hasta su cuello, aspirando su olor único. ¿Quién estaba bajo el dominio de quien? Con una mujer nunca se podría ganar y menos en este tipo de juegos.
Eerin Schiffer- Licántropo Clase Media
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Re: Desesperación {Privado} +18
Una mujer que pocas veces se saciaba buscaba tener placer de cualquier manera. No importaba su la faena la había tenido segundos antes. Pocas veces se le llenaba de forma placentera a Eugénie, y por eso a cada instante que pasaba, las cosas iban a tornarse más complicadas. Su enfermedad le estaba ganando a su cordura, había incluso planteado la idea en su cabeza de escapar de casa y vivir ahí, en medio de sexo, miembros y gemidos que sin duda estaba segura nunca se cansaría, pero la sensatez era su amiga, y sabía que la juventud no era eterna, y menos si se tenía la vida que ella tenía. Tenía que asegurar una buena fortuna sin descuidar sus placeres. ¿Lo lograría? ¿Nadie la descubriría? Esperaba que no, pero hasta ese momento no había tenido problemas, no debía de pensar mal al respecto. ¡Claro que no!
Compartió el licor gustosa al igual que los besos. Se sentía demasiado bien para ella enredar su lengua en la ajena y comenzar de nuevo ese combate. Lo que podía resultar enfermizo, es que su cuerpo deseaba volver a frotarse, y cómo no iba a detenerse, con descaro untó sus pechos contra el fornido pecho ajeno. Aquello resultaba tan indispensable para ella, cómo el aire que se adentraban a sus pulmones ¿Alguien lo entendería? No, nadie, nadie, y eso le daba una pena grande, dado que todos debían gozar y disfrutar del placer tanto como ella lo hacía.
— Es una pena que tenga que marcharse, tan pronto… — Le soltó sólo para dejar que se alejara. Se paró y recargó su espalda en una de las paredes mientras lo observaba vestirse de nueva cuenta. Sin duda el hombre tenía un atractivo muy grande. Tanto que resultaba magnético el verlo. No podía dejar de verlo, lo deseaba, esa figura, ese porte, esa masculinidad. Ganas no le faltaban de detener su vestir para chupársela un rato más, pero se contuvo, debía ser fuerte, no caer ante las tentaciones.
— Quizás debería venir más seguido, con gusto podría abrir mis piernas para darle el placer que desee — Era clara, incluso podía ser vulgar. ¿Qué mujer no quería serlo? Se trataba de una notable chica de sociedad, aún podía mostrar destellos de inocencias en algunos temas. Su inteligencia era poderosa tanto como sus formas de manipulación, lo gracioso era eso, que fuera todo una experta en el tema del sexo, y que pudiera darse la buena vida. ¡Que afortunada era! — Márchese ya entonces, así vendrá más pronto y podré disfrutar de usted — No, claro que no estaba bromeando, aquello era sin duda una gran invitación, una que llegaba a causar tentación a cualquiera.
Compartió el licor gustosa al igual que los besos. Se sentía demasiado bien para ella enredar su lengua en la ajena y comenzar de nuevo ese combate. Lo que podía resultar enfermizo, es que su cuerpo deseaba volver a frotarse, y cómo no iba a detenerse, con descaro untó sus pechos contra el fornido pecho ajeno. Aquello resultaba tan indispensable para ella, cómo el aire que se adentraban a sus pulmones ¿Alguien lo entendería? No, nadie, nadie, y eso le daba una pena grande, dado que todos debían gozar y disfrutar del placer tanto como ella lo hacía.
— Es una pena que tenga que marcharse, tan pronto… — Le soltó sólo para dejar que se alejara. Se paró y recargó su espalda en una de las paredes mientras lo observaba vestirse de nueva cuenta. Sin duda el hombre tenía un atractivo muy grande. Tanto que resultaba magnético el verlo. No podía dejar de verlo, lo deseaba, esa figura, ese porte, esa masculinidad. Ganas no le faltaban de detener su vestir para chupársela un rato más, pero se contuvo, debía ser fuerte, no caer ante las tentaciones.
— Quizás debería venir más seguido, con gusto podría abrir mis piernas para darle el placer que desee — Era clara, incluso podía ser vulgar. ¿Qué mujer no quería serlo? Se trataba de una notable chica de sociedad, aún podía mostrar destellos de inocencias en algunos temas. Su inteligencia era poderosa tanto como sus formas de manipulación, lo gracioso era eso, que fuera todo una experta en el tema del sexo, y que pudiera darse la buena vida. ¡Que afortunada era! — Márchese ya entonces, así vendrá más pronto y podré disfrutar de usted — No, claro que no estaba bromeando, aquello era sin duda una gran invitación, una que llegaba a causar tentación a cualquiera.
TEMA CERRADO
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/08/2011
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