Raciocinio [ Emerick Boussingaut ]

La luna brillaba en lo alto, lumínica y majestuosa, como pocas veces se veía. Una temible joya en medio del firmamento que crecía a medida que al ritmo acelerado de las hojas del calendario, recordándole malignamente que pronto se haría luna llena y le cobraría con su propia conciencia. Mas no le atormentaba tanto su forma como lo hacía el que aun no encontraba lo buscado. Las noches se le pasaban vela, pues la conciencia le jugaba malas pasadas a través de los sueños; realmente no ya no quedaba tiempo que perder.

Se levantó de la cama y se vistió nuevamente, a pesar de que hacía poco se había metido entre sus sábanas. Ya sabía a donde ir, la Biblioteca central debía ser su punto de partida, ya que en ella, sin duda alguna encontraría Biblias recientes o materiales de la Inquisición, escritos y publicados con sus propios autores con nombre y apellido. Sin duda un blanco fácil para lo que serían sus propósitos; estúpidos cazadores, a veces eran menos listos de lo que ellos podrían esperar.

Salió a la calle, esperando a tener un poco de suerte y que el edificio aún estuviese abierto a la atención del público, de lo contrario tendría que forzar la entrada lo que en verdad no le significaba un enorme problema, pero para fortuna de la bibliotecaria, aún se encontraba abierta.

Entró y caminó por los corredores, en busca de esos libros delatores, aquellos que hablaban del alma, de los condenados, de los que no merecían vida alguna, de los mal nacidos y de los que podrían optar al perdón divino... y entonces le vio. Una mujer de piel perfecta y porte elegante, leyendo a esas horas. De no ser tan ingenuo, habría pensado que él sería el único que leía tan tarde e irrumpía en lugares diurnos con tanta naturalidad. Desde luego se equivocaba, su apariencia, postura, aroma y la hora misma, eran los factores que le delataban. Esa mujer no podía ser un simple humano.

— Buenas noches — le saludó con precaución y aún guardando un par de metros de distancia mientras pasaba la mirada desde sus ojos claros hasta el libro que leía. Tal pareciera, por el titulo de su libro, que buscaban lo mismo, aunque realmente dudaba que tuviesen los mismos propósitos.

— ¿Buscando respuestas? — le preguntó como quien no quiere la cosa, sin duda alguna ella también sabría que no era un humano cualquiera — Os recuerdo, señora mía, que las páginas de los libros no siempre tienen la verdad, sólo contienen una fracción de información la cual debemos aprender a procesar.

Le observó sonreír de aquella manera cerrada y poco expresiva como lo hacía la mayoría de los vampiros cuando lo que buscaban no era ostentar de aquellas peligrosas y afiladas armas que guardaban dentro de su boca. Al parecer, la mujer intentaba ser cortes y establecer una especie de tregua mediatica entre ambos seres, sabe Dios con que objetivo. Sin embargo, Emerick tampoco venía con intenciones de pelea, es más, últimamente hasta le estaba cogiendo cierto respeto a los chupa sangre. Con todo y aquello de la alianza entre las “bestias”, había caído en cuenta que al igual como los de su raza, no todos eran iguales.

Respondió a su sonrisa, aunque de manera más precavida, no era su intención sonreírle a un vampiro desconocido tan de buenas a primeras. Aún así, había situaciones en las que el encanto de éstos tocaba incluso los cimientos de su propia raza, y esta mujer en particular, además tenía la plusvalía de emitir sinceridad a través de su mirada. Situación que, aunque no quisiera admitirlo delante de sus amigos de copas, le provocaba una especie de confianza e incluso comodidad.

Asintió con la cabeza al escuchar su primera respuesta, y se giró alrededor de unos treinta grados para sacar uno de los libros de la repisa contigua, no quería darle la espalda, no tan sólo por precaución sino también por cortesía misma. Ella, por su parte, continuó explayándose en su lo que respondía, asunto que nuevamente lo sorprendió. La miró una vez más, directamente a los ojos, como si intentase ver lo que pasaba por dentro de su cabeza, pero leer la mente de los vampiros no era un don que caracterizara a los de su raza.

Se quedó un par de segundos en silencio, observándole dubitativamente. Si ella pudiese leer su mente, como Emerick no la suya, probablemente tampoco le entendería palabra ya que sus pensamientos eran tan rápidos y dispersos como flechas fugaces disparadas en cualquier dirección y de forma completamente aleatorizada ¿Qué quería? ¿Por qué tanta amabilidad? ¿Sería una buena idea darle a conocer un poco de la alianza? ¿Que buscaba? ¿Se arrepentía de matar? ¿Se convertiría en condenada? ¿Estaba dudosa? Y así miles de preguntas y cada una con más de alguna respuesta.

Mordió sus labios de manera dudosa, y sin pensarlo y nada más que por impulso que cualquier otra cosa, a través de un simple gesto, le invitó a sentarse en la mesa contigua a ellos, apresurándose incluso para deslizarle la silla y que ella fuese quien se sentase primero. A veces, no muchas, desempolvaba un poco de sus modales ocultos que, con muy pocas personas, y casi nunca desconocidas, solía mostrar.

— Por favor — fue lo único que dijo, esperaba que al menos por ese momento aceptara su oferta y así poder sentarse frente a ella para verse las caras.

— Probablemente yo busque algo parecido a vos, aunque mi definición de alivio sea totalmente diferente a la vuestra, tal vez tanto como el resto de nuestras diferencias, ya que al menos para mí, el mundo de mis sueños no es más que un mundo oscuro de pesadillas y preocupaciones el que no quisiera jamás conectar con mi realidad — respondió de manera sincera y tal vez hablando un poco más de la cuenta de lo que era su mundo personal, pero sin revelar aun mucho detalle de la información que buscaba en las páginas de esos libros.

— ¿Puedo haceros una pregunta? — inquirió volviendo a posar sus ojos sobre las pupilas ajenas y entonces darse cuenta que aquella pregunta ya la estaba haciendo. Rió — Dos, si acaso contáis aquella... ¿Vos estáis arrepentida de lo que sois?

Sonrió al verle sentarse, accediendo a su petición, por lo que le acompañó en los actos, sentándose frente a ella y dejando su libro sobre la mesa. No lo abriría aún, después de todo, sus búsquedas en aquel el lugar podrían decirse extensas en cuanto a la cantidad de libros que abriría, pero breves al considerar que sólo necesitaba obtener el nombre de los autores de ciertos temas específicos. También podría sumar a su pesquisa, el lugar de edición para hacerse una referencia de donde podría comenzar a operar. Pero ahora, su interés era otro totalmente diferente y es que aquella peculiar vampiresa estaba logrando captar su atención de una manera bastante inesperada. Sin embargo, nada impidió el que Emerick diera sus propias apreciaciones en lugar de ponerse a pensar en si el mundo era o no injusto.

— El mundo no se creó para serlo — sonrió desviando la mirada como si lamentase corregirla, después de todo no eran más que sus meras ideas, pero aún así, no podía evitarlo — El mundo no es quien decide por nosotros en realidad, creo que cada quien es responsable de sus propios actos y si bien hay un montón de factores que nos permiten decidir nuestro destino con total libertad, somos nosotros mismo quienes decidimos el como enfrentarlo, pero... no es más que mi humilde opinión — volvió a sonreír para luego quedarse callado y permitirle seguir expresándose en lo que antes había quedado pendiente, la esperada respuesta a su pregunta que quizás había sido un poco directa.

Le observó respirar de manera exagerada, sin duda un resquicio no controlado de su ya perdida humanidad, situación que le dio una idea quizás poco acertada, ya que se imaginó que podría ser una vampiresa relativamente novata, que aun se aferrase a lo que era su persona con demasiada fuerza y ganas de no perder su esencia ó que en verdad le estaba costando un poco el sacar a luz sus palabras. Emerick entendía.

Finalmente, ella respondió, y el licántropo entrecerró los ojos al escuchar que en verdad se arrepentía de lo que era, respuesta que le hizo creer por un breve momento que quizás podía estar hablando con una nueva caudilla de la Inquisición, una condenada.

Los nervios de su cuello se tensaron de manera inmediata, como si se alistase para cualquier movimiento ofensivo por parte de la rubia. Sin embargo, la continuidad de sus palabras le hicieron volver a relajarse de forma temporal y creer que se estaba poniendo un poco paranoico. De todos modos, su intriga aumentó aún más cuando ella confesó haber elegido lo que era y no supo realmente como interpretar aquella sonrisa suya que por fin le enseñaba los dientes.

Emerick miró hacia ambos lados para asegurarse que no hubiese nadie cerca y permitirse repetir sus palabras con una mezcla ligera de sorpresa y diversión — ¿Matones, asesinos, malhechores y abusadores? Tal parece que tenemos gustos similares — le dijo siendo él quien esta vez sonriera de manera más abierta y sincera.

— ¿Os molesta que sea un ser de la noche, con la capacidad de leer la mente? — preguntó la no viva, justo cuando Emerick había estado a punto de abrir la boca para decir que él en verdad no creía en el Infierno.

Todo quedó en silencio y no hubo más que una única palabra, expresada a través del pensamiento, que surcase su cabeza como una verdadera sirena de alerta, mientras los ojos se me abrían como platos “MIERDA...”

Realmente no hubo más en su cabeza, sino hasta que luego de un par de segundos en donde volvió a activársele el cerebro. Reaccionó al darse cuenta de que ella acaba también de escuchar aquel improperio, entonces se echó a reír — Lo siento — se excusó aun entre risas avergonzadas — De seguro ya habéis escuchado esa palabra vergonzosa, y es que... cielos... acabáis de robaros toda mi intimidad — volvió a sonreír, aun divertido por su propia reacción.

— Yo... bueno... no sé que pensar — respondió rascándose la cabeza e intentando no pensar en nada a la vez. Intentaría hacer como siempre, y echar todo afuera de manera directa, de todos modos, ella lo sabría sin importar lo que él quisiera — Siempre me he enorgullecido por mi lengua directa y mi franca sinceridad, sin importar el ser o no del agrado de la gente, por ese lado en verdad no habría diferencia en que vos leyeseis o no mi propia mente, pero... por la otra parte, si fueseis vos una de aquellas vampiresas que sólo quisierais hacerme daño de algún modo, entregaría como un blanco fácil todo aquello que desease proteger. Además... es vergonzoso agregar el hecho que desde ahora jamás en vida podré hacerla protagonista de mis pensamientos mas impuros sin antes morir de mi propia vergüenza — volvió a reír.

Le miró con cierta incredulidad cuando la vampiresa respondió a lo de los gustos y estuvo a punto de corregirle con un “¿Personas?” pues Emerick, hace ya mucho que no se consideraba como una de ellas. No obstante, no me permitió interrumpir una vez y guardó silencio, ella de seguro ya lo habría leído en su cabeza, y en verdad no dejaba de ser más que opiniones subjetivas y propias, así que simplemente respondió a su sonrisa cuando ella le regaló la suya.

Lo había evitado por precaución a la naturaleza vampírica de su acompañante, pero finalmente se había sonrojado ante su propia cabeza traicionera, que sin dudar le delató en sus más mal educadas palabras. Por fortuna, ella acabó riendo junto a él, lo que le relajó aún más al pensar en la misma risa era como un mecanismo de desconcentración. Sabía que para los vampiros, ver sonrojar a alguien, era tan apetitoso e irresistible como para un licántropo el ver una herida abierta pero, al escuchar su edad, pudo darse cuenta, además de la nueva sorpresa, de que para ella ya no debía ser un problema. La edad siempre entregaba sabiduría y control, y eso significaba que sus impulsos debieran estar controlados y probablemente dominados.

— Dos mil años — repitió en un susurro mientras se alzaban sus cejas producto de la misma sorpresa — Podríais ser mi tataratataratataratataratataratararatataratatara... etcétera abuela — volvió a reír, pero procuró retomar pronto la seriedad. No quería hacerle sentir que se tomaba sus vivencias a la ligera, así que también sonrió y le dedicó una pequeña reverencia como muestra de agradecimiento al escucharle a decir que los suyos estarían a salvo.

Inmediatamente después, ella hizo referencia al tema de los pensamientos impuros y se apresuró en decir que no estaba dispuesta a que su corazón se ocupase por nadie, y la risa floja de Emerick volvió a escapársele de la boca — ¡Dios! — exclamó, aunque no tan fuerte como para llamar la atención de las mesas contiguas.

Aún reía cuando aceptó su mano, para estrechársela como si en verdad se tratase de otro hombre. La verdad es que no tenía la costumbre de besar la mano de nadie y sólo lo hacía si acaso se veía en la obligación de mostrar un trato más protocolar y emblemático, por fortuna suya, aquella no era la situación.

— Quiero decir... no soy Dios – volvió a reír al retomar el anterior tema, y soltó su mano fría y rígida, que en verdad ni siquiera se le hizo desagradable.

— Mi nombre es Emerick Boussingaut, y desde que llegué a este mundo que no he dejado de ser un hombre. Os explico esto con motivo de que ya me sería realmente imposible mantened los secretos del orgullo masculino a salvo de una mujer como vos — sonrió con picardía, aunque sin intención alguna de coqueteo, simplemente por la naturalidad de aquella faceta picaresca, infantil, bestial y hasta desagradable, que muchos hombres escondían pero que, en la situación suya, ya no había caso.

— En verdad, había olvidado lo tan sumamente ególatras que sois los de vuestra... — «raza» agregó en sus pensamientos para que esa parte de la conversación quedase sólo entre ellos, aun cuando dudase de que alguien más les escuchase — y también lo sumamente románticas que podeís llegar a ser las mujeres — mencionó con una sonrisita torcida que bordeaba incluso lo burlesco. — En primer lugar, como ya os dije, siempre he sido un hombre, y si os dije eso es por algo que podría suceder ya que vos sois... bueno... obviamente atractiva debido a vuestra condición — le señalé — y es algo que en mi naturaleza masculina podría acontecer, pero no es por interés hacia vuestra persona, sino porque es nuestra naturaleza. Un hombre, por muy bruto que esto suene, podría tener pensamientos impuros con veinte mujeres al mismo tiempo, sin siquiera sentir nada por ninguna de ellas. Así como podría tener sexo con una, sin pensar en llegar a hacedla su pareja. Y lamento desilusionaros si acaso me creíais un poco más caballero, pero es la verdad; no existen los puros caballeros y si acaso llegáis a encontrad a uno, podría apostaros mi razón para usar calzoncillos que es asexual — volvió a reír de manera breve y agregó — Nunca le creáis a un un hombre que os diga que os ama cuando tenga a su... eso... erecto porque realmente la sangre que hace eso suceda es la que viene de la cabeza... no lo pensamos y tampoco lo recordaremos — volvió a reír.



User: Y hasta este post era que Emerick le agradaba XD

Enarcó una ceja al escuchar la referencia que la vampiresa hacía ante los colores de su piel y cabello, y apoyó ambos brazos sobre la mesa, como quien de pronto parece interesarse en algún tema, ya que en verdad le intrigaba el porque de su pensamiento quizás un tanto racista.

— ¿De verdad? — le preguntó entrecerrando los ojos — Francamente tampoco creo que haya algún parentesco, pero más que todo, por mi propia procedencia más que por el color del cabello. Soy escocés — le explicó procurando no ofenderse por el asunto, aunque nuevamente mostrando sus diferencias de opinión.

Menudo pez de contra corriente en el que se había convertido, hasta ahora no recordaba ni una sola conversación en su vida en la que no haya contradicho a alguien al menos una vez, y la verdad es que ya no sabía si en verdad era por manía o porque simplemente era parte de su ser, aunque debía de admitir que también le provocaba un poco de placer.

Apoyó la cabeza sobre su mano y se puso a rascar la misma, adoptado un aire distraído mientras continuaba escuchándole. Si algo tenía de perro, como muchos les señalaban de manera despectiva, era precisamente que adoraba que le rascasen la cabeza, aunque tampoco era muy asiduo a las caricias de cualquier persona, por lo que generalmente acababa haciéndoselas él mismo como un mecanismo de relajo para cuando lo necesitaba, como ahora que necesitaba evitar pensar tanta cosa por la presencia de aquella espía de mentes. Así escuchaba su relato de manera relajada, e incluso se permitió el lujo de cerrar los ojos para imaginar lo que por un momento sería escuchar el pensamiento de todos quienes le rodeaban.

— Un zumbido intermitente cuando hay mucha gente, el cinismo constante de quienes intentan mostrar un sonrisa cuando por la espalda esconden la navaja, pensamientos repulsivos sobre vos en algún burdel y aquellas palabras de desprecio de la gente envidiosa — volvió a abrir los ojos para mirarle y sonreír — Ahora sé porque os rehusáis a tener una pareja, así nadie nos querría jamás — rió brevemente.

— En mi caso al menos, a pesar de todo lo dicho, podría decir que algo nos parecemos. No me imagino con una pareja nuevamente, no una de verdad — aclaró de inmediato al pensar en una que otra aventurilla pasajera — Sólo sirvo para relaciones esporádicas y liberales, sin compromiso alguno pues tengo la cabeza y mis objetivos demasiado claros y definidos como para desviar mi Norte hacia una mujer. Además de añadir que me aterra el hecho de poder hacer algún daño a la gente que amo... no amo nadie, de hecho, pero... ya me ha sucedido... y sí, son sólo palabrerías porque en verdad hace mucho tiempo que no me he acompañado de nadie en ningún sentido — confesó desviando la mirada y dejando escapar un suspiro de los reales, pues él sí suspiraba.

La melancolía había hecho presa momentánea de él, sin embargo, el escucharle volver a hablar de los supuestos caballeros, su ánimo regresó al estado anterior, volvió a sonreír y negó con la cabeza ante sus tan románticas ideas.

— El pensamiento no hace a un caballero, sino sus acciones — se apresuró en decir una vez más llevando la opinión adversa — Yo... — meditó por un momento — en verdad no voy imaginando esas cosas de las que hablamos, pero... sí miro traseros y pechos y... eso no significa que vaya a faltaros el respeto por eso. Y no, no soy un caballero, pero si sólo considerásemos lo que el resto ve, entonces sí lo sería... por mis acciones, no por no pensar nada aquí — apuntó hacia su cabeza y se echó hacia atrás, relajando la espalda contra la silla.

Le dio entonces una tregua de alegatos, la que ella aprovechó para preguntarle por la Alianza. Al escucharla, no pudo evitar el mirarle fijamente a los ojos y con la mente totalmente en blanco como si le estuviese bloqueando en todos los sentidos, al mismo tiempo que ella se excusaba por haber escuchado lo de su organización. Le estaba analizando en silencio, aunque sin decir nada en lo absoluto y mucho menos pensarlo hasta que por fin se decidió a hablar, aunque no lo hizo por la boca sino por la cabeza: «Es un proyecto de alianza entre las criaturas sobrenaturales que estoy formando en secreto. Sí, yo mismo, así que probablemente no llegue a significaros una buena junta si acaso tenéis una especie de pacto del tipo Condenados. El principal objetivo es lograr abolir la Inquisición y a los que nos persiguen, llegar a la muerte si es necesario. Ya me cansé de ver morir a mis hermanos sin hacer nada, después de todo, ambos sabemos que muchos humanos e inquisidores, son incluso más bestias que nosotros mismos.»

Por fin podía decir que veía a una vampiresa relajada y sin el esfuerzo permanente de mantenerse rígida, perfecta y falsa, como Emerick les solía caracterizar. Siempre habían sido tan preocupadas de su imagen, casi pareciera ser que los no vivos fuesen la realeza y el resto simplemente sus criados o plebeyos. Siempre demasiados fríos, altivos y distantes al resto del mundo.

— Probablemente tenéis razón, no tengo la menor idea y es que jamás me he callado las verdades — rió de sí mismo. Sabía que su comportamiento era muchas veces descarado, pero siempre había preferido ser un chiquillo odioso que un cínico bien educado, por eso rió nuevamente al escucharle decir que era muy exigente en el plano amoroso, sabía que aquello lo decía de broma pues no se tragaba en lo absoluto de que rechazase a los hombres por ello, más tampoco se tragaba demasiado ese pensamiento de ella de que en verdad los caballeros existiesen. Sí, Emerick creía en los caballeros, pero no en los caballeros como ella los veía, no en los puros de mente, que sabía que no existían.

— Misses Lefort — le nombró haciendo alusión a los tratamientos de procedencia anglosajona — Vos de verdad no entendéis, sois demasiado idealista con los hombres ¿Por qué no bajáis de vuestra nube y aceptáis de una vez que no somos todos perfectos? Si acaso queréis saber la verdad de la aristocracia y realeza; aquel pequeño y refinado núcleo en donde abundan los caballeros, yo mismo os contaré nuestra historia, pues yo, el descarado y apático Emerick Boussingaut, nací Lord y ahora soy Duque de Escocia, sé de lo que hablo y os puedo jurar que soy el más mojigato de todos. TODOS — recalcó — Incluyendo el Rey que se revuelca sus baronesas, todos tienen amantes en la sociedad, todos tienen cortesanas y cortesanos de confianza ¿y sabéis que hago yo? Yo me casé a los dieciséis años y no pasó un mes cuando enviudé, jamás me he vuelto a acostar con una mujer, sí he tenido otro tipo de contactos e intentos de pareja, pero no he querido consumarlos porque significa dar un paso más, y yo... siento que no puedo darlo. Aún así... no soy un puro caballero, no lo soy — suspiró y guardó silencio para dar cabida a la siguiente parte de a conversación.

La miraba mientras hablaban a través de la mente y sonrió al escuchar la explicación más detallada de su Don. «¿Habría alguna forma de ayudarle» preguntó ella, y de inmediatamente se le vino una a la cabeza una idea que, comenzó a fundírsele sin remedio con el resto de las palabras que se le venían a la mente. Era sumamente extraño sentir una voz ajena en el interior, tanto que si no estuviera realmente consciente de lo que estaba pasando, de seguro pensaría que estaría volviendo loco.

«¿Vais a morir?» Preguntó de inmediato en su cabeza ya que era inevitable que no le sorprendiera escuchar a un inmortal hablando de ese modo «Pues, si tenéis este Don... Yo os necesito a mi lado» se apresuró en pensar «Es el único modo efectivo y seguro de saber quien es o no confiable, quien es un traidor, quien es un cazador... Sí, estoy diciendo que os necesito precisamente para leer mentes ajenas y que podáis advertirme.»