Tratando de encontrarme [Delilah]

por **Theodore H. McGrows** Jue Oct 11, 2012 12:36 pm

Necesitaba aire puro. Llevaba toda la mañana y tarde metido en aquel tugurio de mala muerte sirviendo cervezas y puros a gente que se creía por encima de sus posibilidades. Gente de clase media que se regodeaba con la clase alta e incluso con la realeza y solo decían idioteces y sin sentidos. Patético, me miraban con asco y odio. Si supieran que su padre hace tan solo unos años estaba regodeándose como ellos, creo que ese fue el problema. Movió la cabeza para espantar sus malos pensamientos y se adentró en el bosque.

Aquel lugar siempre le recordaría algo bueno y algo malo, la libertad y aquella asquerosa cicatriz que posee en la espalda como una maldición que le recordaría toda la vida el monstruo horrible y mal nacido que era, algo por lo que se odiaría toda la vida. Cuando salió de aquel lugar era tarde casi de noche pero cuando llegó al bosque la noche había caído sobre el cual serpiente acechadora. Miro al cielo comprobando las innumerables estrellas que decoraban el firmamento, sonrió, algo que pocas veces hacia, pero claro, estaba solo y se sentía libre. Pocas veces disfrutaba de soledad y de su "autocompañía", es decir, que cuando salía al bosque siempre acababa con su otra parte saliendo a decirle hola. La felicidad volvió a marcharse cuando pudo ver que la luna estaba creciente y que en pocos días estaría llena y de nuevo sería esa bestia que correría por los bosques matando todo lo que estuviera por delante.

Hacia frio, aunque su temperatura estaba por encima de los otros humanos esa noche era especialmente helada, tanto que hasta un licano tendría frio. Vestido con una ropa un tanto "cochambrosa", compuesta por un pantalón de lino, una camisa blanca y una chaqueta de color café. El uniforme del lugar en donde trabajaba debía ser refinado, y la verdad estaba tan agobiado que ni siquiera pasó por su casa a cambiarse. Una vez en lo más profundo del bosque se sentó al cobijo de un arbol parecido a un sauce llorón colocando las piernas de modo que una quedaba estirada y la otra doblada. Sacó la cartera del bolsillo de la chaqueta y de ella sacó una foto, una foto de una mujer muy hermosa, con los mismos ojos que él.

-¿Por que tuviste que dejarme solo?, ¿Por que me dejaste con el?-

Susurró tan flojo que el aire se llevó las palabras antes de que pudiera terminar la frase. Su cabeza se apolló en el arbol y mirando al cielo quedo prendido de la luz de su maldición. Esta le mecía la cara, entonces su espalda le avisó. "¿Que?" pensó él. "Quedan dos días ¿es que no me vas a dejar respirar?". Guardo la foto de su querida madre y permaneció allí con los ojos cerrado notando como el dolor le inundaba todo su ser.

por **Delilah M. Matthaeus** Jue Oct 11, 2012 2:15 pm

-No otra vez.- resopló cuando abrió los ojos dentro del lugar donde dormía. Era parecido a un ataúd, pero sin decoraciones de muerte ni nada de esas cosas. A Delilah no le gustaba que los humanos y otros seres pensasen que los vampiros representan la muerte solo porque biológicamente estaban muertos. Era irónico y ella lo sabía, pero aún así no le gustaba. Y aunque aquello le desagradaba, no era motivo para que alguien le cayese mal. Era muy raro que eso pasara, pues siempre buscaba la manera de llevarse bien con los demás, a pesar de que no conocía a muchas personas.
Ya tenía tres meses en París y solo conocía a un par de vampiros, un brujo y hasta ahí. Su viaje por todo el mundo se había hecho eterno. Lo recorrió un montón de veces, pero desde que se enteró del conflicto más psicológico que físico que había en París, decidió volver para quedarse.

Delilah se había levantado más tarde de lo acostumbrado. Aunque fuese desordenada, tenía un horario. Se había propuesto seguir escribiendo en en lapso de tiempo que se durmió demás. Se levantó, fue a ducharse y se cambió. Buscaría inspiración por otro lado, que ahí no se le ocurría nada. Salió sin bolso, solo con el libro casi vació, donde escribía, un bolígrafo y sus llaves, las que se metió en el bolsillo trasero del jean.
Ya tenía claro a dónde se dirigía. Iría al bosque a buscar aquello que la motivaba a escribir más. No sería la primera vez que salía hacía el centro de los árboles para escribir. Entró en el bosque y se guardó el pequeño libro y el bolígrafo en el bolsillo izquierdo delantero. Echó a correr, sintiéndose libre. No sintió a nadie cerca en ese momento. Corría con total libertad y sentía que volaba, pero no lo hacía. Paró en seco en uno de los caminos desviados. Rió sola al darse cuenta de lo bien que podía sentirse.

Siguió caminando con las manos en los bolsillos. Había viento, el que le movía la blusa negra que llevaba. Miró la luna, como si de una sonrisa hecha luz se tratase. Sonrió al verla y se preguntó cuántas personas más la mirarían de la forma en la que ella la miraba. Aún con tantos años de existencia, Delilah seguía asombrada, admirando los poderes de la naturaleza. Caminó silenciosamente, pues aunque no podía leer mentes, sus sentidos eran muy agudos, por lo que reconocería una presencia cercana. Se subió a un árbol y cual mono entre lianas, saltaba de uno a otro.
En silencio se detuvo en uno, donde pudo divisar a alguien en la base del árbol. Trató de que no lo vea. Y le escuchó hablar, a pesar de que su voz fue muy suave y se rompió al final. Tal vez debía dejarlo solo, pero algo sabía ya. Era un lycan. René le había enseñado a identificarlos, pero nunca había conocido a alguno. Vio cómo se quedó callado y saltó, cayendo al lado del joven que estaba apoyado en el árbol. -Ahh.. lo siento. No quise molestar, pero he sentido curiosidad. ¿Te encuentras bien?.- No era una razón justificada para haberlo molestado, pero a veces Delilah actuaba sin sentido.

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