AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Planto las flores pero ellas se mueren (Libre)
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Planto las flores pero ellas se mueren (Libre)
"Au clair de la lune, mon ami Pierrot, prête-moi ta plume..." Éline, la loca, como la apodaban los que la conocían en París continuaba saltando por entre el descampado poblado con algunas carretas de gitanos y cantando la vieja nana que conocía desde que era una niña. Su piel extremadamente pálida, sus ropas vaporosas y su rostro angelical le conferían el aspecto de un hada que se paseaba por entre los árboles o bien de un espectro que lloraba.
La loca Éline no se sentía sola, pues tenía a su lado al señor Maspero, que se trataba de un ruiseñor que la protegía, según ella, de las criaturas nocturnas que habitaban la ciudad parisina. Lo que Éline no sabía es que el señor Maspero, en realidad, no existía, si no que era fruto de su turbada mente enferma.
-Señor Maspero, ¿sabía usted que los huesos de los muertos huelen a rosas? ¡No le miento! Es cierto. Yo los he olído y es cierto.-Decía Éline mientras saltaba haciendo que sus ropas rajadas se moviesen al compás de la melodía que cantaba.
De pronto, la demente paró en seco y dirigió una mirada rabiosa por encima de su hombro, donde ella creía que se encontraba el señor Maspero.
-¡No me llame mentirosa! ¡Usted es el que miente ahora y Dios le castigará por ello!-Dijo, cambiando de pronto su tono de voz dulce e infantil por otro amenazador.
La loca Éline no se sentía sola, pues tenía a su lado al señor Maspero, que se trataba de un ruiseñor que la protegía, según ella, de las criaturas nocturnas que habitaban la ciudad parisina. Lo que Éline no sabía es que el señor Maspero, en realidad, no existía, si no que era fruto de su turbada mente enferma.
-Señor Maspero, ¿sabía usted que los huesos de los muertos huelen a rosas? ¡No le miento! Es cierto. Yo los he olído y es cierto.-Decía Éline mientras saltaba haciendo que sus ropas rajadas se moviesen al compás de la melodía que cantaba.
De pronto, la demente paró en seco y dirigió una mirada rabiosa por encima de su hombro, donde ella creía que se encontraba el señor Maspero.
-¡No me llame mentirosa! ¡Usted es el que miente ahora y Dios le castigará por ello!-Dijo, cambiando de pronto su tono de voz dulce e infantil por otro amenazador.
Éline Rimbaud- Fantasma
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Fecha de inscripción : 16/07/2010
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Re: Planto las flores pero ellas se mueren (Libre)
Que extraña sensación la de la libertad en su máximo esplendor. Que increíble incluso el poder sentirse libre en un mundo del que sin duda todos somos esclavos. La vida no es mas que una condena a la que todos hemos sido encadenados, sin haberla pedido, simplemente heredada por un par de humanos que se hacen llamar tus padres. Todos ríen en tu nacimiento, tu solo lloras.
Algunos amortiguaban sus días haciéndolos felices, Alphonse era un caso aparte. No era feliz, ni infeliz, podría decirse que no era mas que un alma vagando por el mundo sin un rumbo fijo, prestando mas atención a esas pequeñas cosas que las personas a menudo ignoran por ser tan insignificantes a sus ojos, Alphonse poseía una especie de lupas por pupilas, siempre sabia dar con ellas, siempre les rendía tributo. ¿Qué imagen de Alphonse tienes ahora que se le describo de este modo? ¿Serias capaz de creer el montón de blasfemias que la mayoría de la gente suele expresar al mencionarlo? Por que si, Alphonse es también un joven polémico, Alphonse esta habitado por tantas personalidades, por locos.
Sus pasos solían ser siempre lentos, su vista estaba la mayor parte del tiempo perdida en el horizonte, clavada en una nube, en alguna hoja, en las millones que el otoño había dejado caer sobre Paris. Mientras caminaba el viento jugaba con sus cabellos, los rayos del sol hacían su palidez mas notoria, esa que casi podrían llegar a escandalizar a cualquiera, incluso las personas fantasiosas que creían en los mitos de criaturas sobrenaturales como los vampiros podrían llegar a creer que el reunía todas las características físicas de uno, sobre todo su mirada, una mirada gris y gélida, cualquiera podría llegar a sentirse atraído por ese par de ojos casi cristalinos y sinceros que dejaban a la vista lo abstracto de tan singular persona.
Flexiono su cuerpo para recoger una hoja que le había parecido especial entre el montón y la alzo al cielo, dejando que los rayos del sol se colaran por los pequeños orificios que esta tenia. Fue entonces que una voz lo distrajo de ese tributo a la naturaleza muerta que llevaba a cabo, girando su rostro, agudizando su humano oído para identificar de donde provenía tan dulce canto. Se movió lento por entre los árboles, no perdiendo con ello la oportunidad de observar tan maravilloso lugar y su cuadro visual pronto estuvo adornado por una joven que lanzaba gritos al viento. Se quedo de pie observándole, algo en ella lograba fascinarlo.
Algunos amortiguaban sus días haciéndolos felices, Alphonse era un caso aparte. No era feliz, ni infeliz, podría decirse que no era mas que un alma vagando por el mundo sin un rumbo fijo, prestando mas atención a esas pequeñas cosas que las personas a menudo ignoran por ser tan insignificantes a sus ojos, Alphonse poseía una especie de lupas por pupilas, siempre sabia dar con ellas, siempre les rendía tributo. ¿Qué imagen de Alphonse tienes ahora que se le describo de este modo? ¿Serias capaz de creer el montón de blasfemias que la mayoría de la gente suele expresar al mencionarlo? Por que si, Alphonse es también un joven polémico, Alphonse esta habitado por tantas personalidades, por locos.
Sus pasos solían ser siempre lentos, su vista estaba la mayor parte del tiempo perdida en el horizonte, clavada en una nube, en alguna hoja, en las millones que el otoño había dejado caer sobre Paris. Mientras caminaba el viento jugaba con sus cabellos, los rayos del sol hacían su palidez mas notoria, esa que casi podrían llegar a escandalizar a cualquiera, incluso las personas fantasiosas que creían en los mitos de criaturas sobrenaturales como los vampiros podrían llegar a creer que el reunía todas las características físicas de uno, sobre todo su mirada, una mirada gris y gélida, cualquiera podría llegar a sentirse atraído por ese par de ojos casi cristalinos y sinceros que dejaban a la vista lo abstracto de tan singular persona.
Flexiono su cuerpo para recoger una hoja que le había parecido especial entre el montón y la alzo al cielo, dejando que los rayos del sol se colaran por los pequeños orificios que esta tenia. Fue entonces que una voz lo distrajo de ese tributo a la naturaleza muerta que llevaba a cabo, girando su rostro, agudizando su humano oído para identificar de donde provenía tan dulce canto. Se movió lento por entre los árboles, no perdiendo con ello la oportunidad de observar tan maravilloso lugar y su cuadro visual pronto estuvo adornado por una joven que lanzaba gritos al viento. Se quedo de pie observándole, algo en ella lograba fascinarlo.
Invitado- Invitado
Re: Planto las flores pero ellas se mueren (Libre)
Después de su pequeña disputa con el ruiseñor imaginario, Éline continuó como si nada hubiese sucedido.
Continuó caminando sin rumbo fijo. Los pocos gitanos que deambulaban por allí se presignaban al verla pasar. ¿Acaso era Éline un augurio de Muerte? ¿Acaso era Éline una mensajera de los ángeles?
No, Éline era el resultado de la crueldad de uno de los hijos de Lucifer. ¿Era entonces una inmortal? No. Simplemente era la loca, la loca Éline.
Algo en la tierra llamó la atención de la pelirroja. Éline se inclinó en el suelo y tomó entre las manos puñados de polvo que poco a poco iban deslizándose por entre sus delgados dedos y volvían de nuevo a la tierra donde pertenecían, mientras susurraba:
-Polvo eres y en polvo te convertirás. Polvo eres y en polvo te convertirás.-Éline no era realmente consciente de lo que decía. Movía la cabeza suavemente de un lado a otro. Su voz sonaba cristalina e infantil, con una entonación que hacía que aquella frase pareciese una extraña melodía.
Pero, otra cosa sacó a Éline de sus fantasías; la presencia de un caballero extraño. Éline se alertó y todos sus músculos se tensaron, como si se tratase de una cierva que acaba de avistar al cazador.
Éline se puso en pie grácilmente, con la agilidad de una bailarina de los ballets parisinos. Se disponía a salir huyendo, a escapar. Refugiarse entre los arbustos. Pero algo en el hombre llamó la atención de Éline; su piel. Pálida. Tan pálida como la de las Bestias. Tan pálida como la del monstruo que hizo de Éline lo que hoy es.
Éline se acercó, temerosa y a la vez curiosa. Daba vueltas al rededor del caballero. Tal parecía un tiburón. No, un tiburón no. Éline se asemejaba a una loba que trataba de acorralar a su presa.
-¿Acaso es un mensajero del Diablo?- Preguntaba Éline. No al hombre que tenía frente a ella, si no a otra presencia que nadie atinaba a ver, salvo ella. Exacto, señores, Éline hablaba con la única persona que se atrevía a contestar sus disparatadas preguntas; el señor Maspero.-No tiene los dientes afilados, y no se quema con la presencia de nuestro Astro.-Continuó, deduciendo ella sola.
-Los lobos han roído tu carne y ahora te presentas ante el mundo como un esqueleto.-Dijo, esta vez dirigiéndose al caballero. Lo miraba fíjamente. Sus ojos grises y casi desprovistos de vitalidad lograron hipnotizar a Éline durante un segundo.-Eres igual que yo. No te temo.-Concluyó su retahíla de frases aparentemente sin sentido, pero que en el fondo, escondían la verdad más evidente del mundo: Los dos eran humanos, los dos eran tan sólo huesos y polvo.
Continuó caminando sin rumbo fijo. Los pocos gitanos que deambulaban por allí se presignaban al verla pasar. ¿Acaso era Éline un augurio de Muerte? ¿Acaso era Éline una mensajera de los ángeles?
No, Éline era el resultado de la crueldad de uno de los hijos de Lucifer. ¿Era entonces una inmortal? No. Simplemente era la loca, la loca Éline.
Algo en la tierra llamó la atención de la pelirroja. Éline se inclinó en el suelo y tomó entre las manos puñados de polvo que poco a poco iban deslizándose por entre sus delgados dedos y volvían de nuevo a la tierra donde pertenecían, mientras susurraba:
-Polvo eres y en polvo te convertirás. Polvo eres y en polvo te convertirás.-Éline no era realmente consciente de lo que decía. Movía la cabeza suavemente de un lado a otro. Su voz sonaba cristalina e infantil, con una entonación que hacía que aquella frase pareciese una extraña melodía.
Pero, otra cosa sacó a Éline de sus fantasías; la presencia de un caballero extraño. Éline se alertó y todos sus músculos se tensaron, como si se tratase de una cierva que acaba de avistar al cazador.
Éline se puso en pie grácilmente, con la agilidad de una bailarina de los ballets parisinos. Se disponía a salir huyendo, a escapar. Refugiarse entre los arbustos. Pero algo en el hombre llamó la atención de Éline; su piel. Pálida. Tan pálida como la de las Bestias. Tan pálida como la del monstruo que hizo de Éline lo que hoy es.
Éline se acercó, temerosa y a la vez curiosa. Daba vueltas al rededor del caballero. Tal parecía un tiburón. No, un tiburón no. Éline se asemejaba a una loba que trataba de acorralar a su presa.
-¿Acaso es un mensajero del Diablo?- Preguntaba Éline. No al hombre que tenía frente a ella, si no a otra presencia que nadie atinaba a ver, salvo ella. Exacto, señores, Éline hablaba con la única persona que se atrevía a contestar sus disparatadas preguntas; el señor Maspero.-No tiene los dientes afilados, y no se quema con la presencia de nuestro Astro.-Continuó, deduciendo ella sola.
-Los lobos han roído tu carne y ahora te presentas ante el mundo como un esqueleto.-Dijo, esta vez dirigiéndose al caballero. Lo miraba fíjamente. Sus ojos grises y casi desprovistos de vitalidad lograron hipnotizar a Éline durante un segundo.-Eres igual que yo. No te temo.-Concluyó su retahíla de frases aparentemente sin sentido, pero que en el fondo, escondían la verdad más evidente del mundo: Los dos eran humanos, los dos eran tan sólo huesos y polvo.
Éline Rimbaud- Fantasma
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Re: Planto las flores pero ellas se mueren (Libre)
Salimos al mundo en busca de nuestros sueños e ideas. Muchas veces les colocamos en lugares inaccesibles mas allá de lo que pueden abarcar nuestras manos. Cuando descubrimos nuestro error, sentimos que perdemos el tiempo, buscando aquello que se hallaba perdido. Nos culpamos de los pasos equivocados, del intento inútil. Del disgusto que hemos causado.
Mas Tézcatl solía decir: Aunque el tesoro este enterrado dentro de tu propia casa, no lo descubrirás hasta que te vayas. Existen ciertas cosas en nuestras vidas que tienen sello en el que se lee: -"Solo irás a entender mi valor, una vez que me pierdas - y me recuperes - No hay forma de acortar este camino..."-
- Hey Tez, not all who wander are lost!
Tras mucho errar he entrado finalmente en la zona de los gtanos, parecían recién establecidos, en aquel paraje arbóreo en los bordes de Paris.
Como en aquel viejo sueño; aqui había un hombre y una mujer, frente a frente y sin mas armadura que sus ropas. Quizás fueron sus pupilas nubladas lo que trajo a mi memoria el poema.
Y de nuevo como en mi primera juventud puedo mirarles pasar, desde el fondo arenoso de mi Remolque, mientras pulso en la guitarra las notas que me inspira tanto triste añorar de quimeras ausentes.
- Cibeles los ama en verdad. pensó en voz baja.
Las cuerdas desatan el manantial y florece el desierto
ante estos peregrinos para quienes se abre
el imperio de las sombras futuras
- Disculpad a un viajero que cruza la frontera de su campamento, dijo inclinando el sombrero ante la dama. Con la bendición de Gaia me han enviado los hermanos Haidouk del otro lado de los montes. Busco a alguien que sepa interpretar la voz del destino.
Mas Tézcatl solía decir: Aunque el tesoro este enterrado dentro de tu propia casa, no lo descubrirás hasta que te vayas. Existen ciertas cosas en nuestras vidas que tienen sello en el que se lee: -"Solo irás a entender mi valor, una vez que me pierdas - y me recuperes - No hay forma de acortar este camino..."-
- Hey Tez, not all who wander are lost!
Tras mucho errar he entrado finalmente en la zona de los gtanos, parecían recién establecidos, en aquel paraje arbóreo en los bordes de Paris.
Como en aquel viejo sueño; aqui había un hombre y una mujer, frente a frente y sin mas armadura que sus ropas. Quizás fueron sus pupilas nubladas lo que trajo a mi memoria el poema.
Y de nuevo como en mi primera juventud puedo mirarles pasar, desde el fondo arenoso de mi Remolque, mientras pulso en la guitarra las notas que me inspira tanto triste añorar de quimeras ausentes.
- Cibeles los ama en verdad. pensó en voz baja.
Las cuerdas desatan el manantial y florece el desierto
ante estos peregrinos para quienes se abre
el imperio de las sombras futuras
Última edición por Epoch el Sáb Sep 18, 2010 2:44 pm, editado 1 vez
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Re: Planto las flores pero ellas se mueren (Libre)
La voz de aquella joven era cautivante, sin duda. Alphonse no aparto la vista de ese rostro delicado el cual llevaba de corona una masa espesa de cabellos ligeramente rizados en un tono claro, lucia más encantador a la luz del sol. Y siguió escuchando, la muchacha hablaba de todo y de nada a la vez, de incoherencias o…quizás verdades. Alphonse ladeo el rostro con una lentitud que denotaba paz, no tenia prisa alguna por llegar a algún lado, tenia todo el tiempo del mundo, todo el que este quisiera brindarle y ponerle en su camino, nadie que lo esperara, nadie que se preguntaba donde estaría ahora. Eso si que era libertad.
Siguió a la joven con esa mirada gélida y penetrante que podría desnudar e intimidar a cualquiera que fuese débil y no lograra tolerar su intensidad y permaneció inmóvil ante aquellas incoherencias que la chica gritaba al viento, hablándole a nadie, pero con una precisión intacta, segura de ese algo que la rodeaba. La vio caminar a su alrededor con pasos seguros y se intereso aun mas en ella cuando al fin sus pasos cesaron frente a el, siendo por primera vez la persona a la que le hablaba la joven. Su rostro permaneció inescrutable, no dio seña alguna de algún movimiento, incluso parecía que no respiraba, sus ojos estudiaron aquel rostro pálido, aquel rostro que dejaba a la vista una paz que pocos lograrían entender, pocos como el. Alphonse solía ser indiferente con el mundo, no le interesaba nada excepto escribir (lo que por cierto hacia bastantes años no había podido hacer debido a su encierro en el sanatorio mental), nadie le atraía, ni sexual, ni de algún otro modo, así era el, indiferente ante todo. ¿Su motivación? El arte, la literatura.
Sus labios se movieron luego de un tiempo considerable donde había permanecido mudo ante la situación. La chica le había llamado esqueleto, pero tan solo una mente tan poco común como la de Alphonse podía ver lo que la chica realmente quería decir con tales palabras.
- Me interesa conocerlo. – Cualquiera se hubiese sorprendido ante lo que acababa de suceder. Alphonse Trotsky estaba hablando, estaba hablándole a una desconocida, lo había hecho. – A su amigo, ¿Quién es? – Alzo la mano en dirección a donde la propia joven había estado hacia apenas unos instantes. – Señor Maspero… - La frase quedo inconclusa, en el aire. Un hombre se acercaba con pasos inseguros, parecía desubicado. Las ropas que llevaba encima llamaron la atención de Alphonse, en realidad es que cualquier cosa parecía fascinante para el en estos días, ¡luego de tantos años encerrado no era para menos! La barba abundante cubría casi por completo el rostro misterioso de aquella persona que dejaba al descubierto su timbre de voz haciéndoles aquella pregunta.
Alphonse volvió a ladear el rostro un poco, (ese tic jamás desaparecería) y fijo sus ojos grises esta vez en el hombre. Callo, por varios, muchos segundos y el mutismo volvió a apoderarse de el. Sus ojos hablaban esta vez.
Siguió a la joven con esa mirada gélida y penetrante que podría desnudar e intimidar a cualquiera que fuese débil y no lograra tolerar su intensidad y permaneció inmóvil ante aquellas incoherencias que la chica gritaba al viento, hablándole a nadie, pero con una precisión intacta, segura de ese algo que la rodeaba. La vio caminar a su alrededor con pasos seguros y se intereso aun mas en ella cuando al fin sus pasos cesaron frente a el, siendo por primera vez la persona a la que le hablaba la joven. Su rostro permaneció inescrutable, no dio seña alguna de algún movimiento, incluso parecía que no respiraba, sus ojos estudiaron aquel rostro pálido, aquel rostro que dejaba a la vista una paz que pocos lograrían entender, pocos como el. Alphonse solía ser indiferente con el mundo, no le interesaba nada excepto escribir (lo que por cierto hacia bastantes años no había podido hacer debido a su encierro en el sanatorio mental), nadie le atraía, ni sexual, ni de algún otro modo, así era el, indiferente ante todo. ¿Su motivación? El arte, la literatura.
Sus labios se movieron luego de un tiempo considerable donde había permanecido mudo ante la situación. La chica le había llamado esqueleto, pero tan solo una mente tan poco común como la de Alphonse podía ver lo que la chica realmente quería decir con tales palabras.
- Me interesa conocerlo. – Cualquiera se hubiese sorprendido ante lo que acababa de suceder. Alphonse Trotsky estaba hablando, estaba hablándole a una desconocida, lo había hecho. – A su amigo, ¿Quién es? – Alzo la mano en dirección a donde la propia joven había estado hacia apenas unos instantes. – Señor Maspero… - La frase quedo inconclusa, en el aire. Un hombre se acercaba con pasos inseguros, parecía desubicado. Las ropas que llevaba encima llamaron la atención de Alphonse, en realidad es que cualquier cosa parecía fascinante para el en estos días, ¡luego de tantos años encerrado no era para menos! La barba abundante cubría casi por completo el rostro misterioso de aquella persona que dejaba al descubierto su timbre de voz haciéndoles aquella pregunta.
Alphonse volvió a ladear el rostro un poco, (ese tic jamás desaparecería) y fijo sus ojos grises esta vez en el hombre. Callo, por varios, muchos segundos y el mutismo volvió a apoderarse de el. Sus ojos hablaban esta vez.
Invitado- Invitado
Re: Planto las flores pero ellas se mueren (Libre)
Había algo en aquel desconocido que llamaba irremediablemente la atención de la loca pelirroja. ¿Qué era? Éline todavía no podía llegar a adivinarlo. Por eso continuaba escrutando con la mirada al extraño.
Ciertamente, el desconocido no era una persona corriente. No se había intimidado ante la llegada de la demente, cuando otros muchos antes huían y se escondían de ella a su paso. Pues consideraban que Éline estaba poseída por el mismo Diablo. Y en cierto modo, los paisanos analfabetos tenían razón; Éline era propiedad del demonio.
La pelirroja no contestó al instante la pregunta del joven. Quizá porque ella misma estaba en ese momento formulándose sus propias interrogaciones, con ese modo extraño, siniestro y morboso que tenía la enferma de interpretar el mundo.
-Eres la primera persona que pregunta por él. ¿Por qué te interesa conocerlo?-Éline lo miró con desconfianza.-El señor Maspero sólo me habla y me contesta a mí. Porque soy la única capaz de apartar los demás sonidos incoherentes del mundo y escuchar las verdades que tiene que contarme.
De pronto, Éline se olvidó del desconocido que tenía frente a ella y se concentró en una voz que provenía de su cabeza. No, una voz no. Era un tintineo, un trino; un gorjeo. Sólo Éline era capaz de hablar la lengua de los pájaros. El señor Maspero le hablaba y Éline escuchaba, mientras no apartaba la vista del extraño.
-Pero las Estriges no pueden devorar sus pecados. Ellas los atraen y los padecen como si fueran los suyos propios...-Éline calló, reflexionando sobre lo que la ave le había respondido.-Los lagos....Son como los lagos...Tienes razón, señor Maspero; Aparentemente muertos y tranquilos, pero debajo de ellos conviven gran diversidad de monstruos marinos...De vida.-Éline miró directamente a los ojos del hombre. La pelirroja ya había descubierto aquello que tan peculiar le resultaba en el extraño. Aquello que nunca había visto en los ojos de nadie corriente.
Éline se acercó un poco más al hombre. Pero continuaba guardando una distancia prudencial. Éline no se acercaba demasiado a nadie. Después de todo, la pelirroja no dejaba de ser una esclava del demonio, penetrada por el áspid del vampiro y por tanto, indigna de los demás, en especial de aquellos puros de corazón. Por ello se mantenía distancia de cualquier catedral.
-Tus ojos...-La voz de Éline sonó hipnotizadora, absorta en lo que fuera que estuviera interpretando de aquello.-Tú no miras, sino que ves como los leones tejen el telar de los corderos.-Éline cambió de posición, y poco a poco fue acercándose un poco más, pero nunca demasiado. Nunca.-Me gustaría poder arrancarte los ojos para ver la verdad que esconden las salamandras y los leones tejedores de infortunios.-Pocas personas serían capaces de desencriptar tales misteriosas frases. Pero Éline sabía perfectamente lo que quería decir con cada una de aquellas palabras que pronunciaba. Pues los seres mitológicos eran para su mente, meros pseudónimos con los que nombrar a las verdaderas bestias que existían por las calles de París.-Pero no lo haré, quedan bonitos donde están.
Una música llegó hasta el lugar donde tenía lugar la extraña reunión en la zona de los gitanos. Una música transportada por el viento. El artífice de tal melodía se unió poco después al hombre y a la pelirroja. Su aspecto era tan singular como el de los otros dos.
Éline no pudo por más que reírse ante la pregunta del segundo extraño. Era una risa sin maldad, infantil, cristalina.
-¿Hablas de Destino, hombre con alma animal?-Preguntó retóricamente Éline, la loca.-¿Qué Destino crees que existe? Las campanas de tus entrañas suenan y suenan porque los condenados y las banshees las mueven. Ellos se tragarán el Sol y no será más que oscuridad lo que puedas ver. ¿Qué importancia puede tener el Destino, entonces?...Sin embargo, sin embargo...-Repitió la demente, casi en murmullo imperceptible, como si hablara con sigo misma, o con el señor Maspero, quién sabe.-Los faros brillan con luz propia, ¿Qué quieres ser, animal con máscara humana, faro o campana?
Ciertamente, el desconocido no era una persona corriente. No se había intimidado ante la llegada de la demente, cuando otros muchos antes huían y se escondían de ella a su paso. Pues consideraban que Éline estaba poseída por el mismo Diablo. Y en cierto modo, los paisanos analfabetos tenían razón; Éline era propiedad del demonio.
La pelirroja no contestó al instante la pregunta del joven. Quizá porque ella misma estaba en ese momento formulándose sus propias interrogaciones, con ese modo extraño, siniestro y morboso que tenía la enferma de interpretar el mundo.
-Eres la primera persona que pregunta por él. ¿Por qué te interesa conocerlo?-Éline lo miró con desconfianza.-El señor Maspero sólo me habla y me contesta a mí. Porque soy la única capaz de apartar los demás sonidos incoherentes del mundo y escuchar las verdades que tiene que contarme.
De pronto, Éline se olvidó del desconocido que tenía frente a ella y se concentró en una voz que provenía de su cabeza. No, una voz no. Era un tintineo, un trino; un gorjeo. Sólo Éline era capaz de hablar la lengua de los pájaros. El señor Maspero le hablaba y Éline escuchaba, mientras no apartaba la vista del extraño.
-Pero las Estriges no pueden devorar sus pecados. Ellas los atraen y los padecen como si fueran los suyos propios...-Éline calló, reflexionando sobre lo que la ave le había respondido.-Los lagos....Son como los lagos...Tienes razón, señor Maspero; Aparentemente muertos y tranquilos, pero debajo de ellos conviven gran diversidad de monstruos marinos...De vida.-Éline miró directamente a los ojos del hombre. La pelirroja ya había descubierto aquello que tan peculiar le resultaba en el extraño. Aquello que nunca había visto en los ojos de nadie corriente.
Éline se acercó un poco más al hombre. Pero continuaba guardando una distancia prudencial. Éline no se acercaba demasiado a nadie. Después de todo, la pelirroja no dejaba de ser una esclava del demonio, penetrada por el áspid del vampiro y por tanto, indigna de los demás, en especial de aquellos puros de corazón. Por ello se mantenía distancia de cualquier catedral.
-Tus ojos...-La voz de Éline sonó hipnotizadora, absorta en lo que fuera que estuviera interpretando de aquello.-Tú no miras, sino que ves como los leones tejen el telar de los corderos.-Éline cambió de posición, y poco a poco fue acercándose un poco más, pero nunca demasiado. Nunca.-Me gustaría poder arrancarte los ojos para ver la verdad que esconden las salamandras y los leones tejedores de infortunios.-Pocas personas serían capaces de desencriptar tales misteriosas frases. Pero Éline sabía perfectamente lo que quería decir con cada una de aquellas palabras que pronunciaba. Pues los seres mitológicos eran para su mente, meros pseudónimos con los que nombrar a las verdaderas bestias que existían por las calles de París.-Pero no lo haré, quedan bonitos donde están.
Una música llegó hasta el lugar donde tenía lugar la extraña reunión en la zona de los gitanos. Una música transportada por el viento. El artífice de tal melodía se unió poco después al hombre y a la pelirroja. Su aspecto era tan singular como el de los otros dos.
Éline no pudo por más que reírse ante la pregunta del segundo extraño. Era una risa sin maldad, infantil, cristalina.
-¿Hablas de Destino, hombre con alma animal?-Preguntó retóricamente Éline, la loca.-¿Qué Destino crees que existe? Las campanas de tus entrañas suenan y suenan porque los condenados y las banshees las mueven. Ellos se tragarán el Sol y no será más que oscuridad lo que puedas ver. ¿Qué importancia puede tener el Destino, entonces?...Sin embargo, sin embargo...-Repitió la demente, casi en murmullo imperceptible, como si hablara con sigo misma, o con el señor Maspero, quién sabe.-Los faros brillan con luz propia, ¿Qué quieres ser, animal con máscara humana, faro o campana?
Éline Rimbaud- Fantasma
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Re: Planto las flores pero ellas se mueren (Libre)
Bien que me ha visto mi señora, esta luminosa máscara de humano es el faro que brilla con propia y hueca luz, mas dentro de mí hay un espiritu que me tañe igual que a una campana un espiritu animal. Quisiera yo escuchar su voz, como puede escucharme usted o este gentil caballero aqui presente, me han dicho que hay hermanos en esta comunidad que... son capaces de hablar con... los... espiritus.
Si no me equivoco, hablaban sobre demonios antes de que me acercara. Esuché algo sobre Estriges... su mirar taciturno y lo profano de sus palabras me llevaron a pensar que debían ser personas de conocimiento, brujos quizás...
Miro al hombre que muda de expresión repentinamete, como si quisiera decir algo, mas no hallase palabras para expresarlo. De nuevo el silencio se apoderó de nosotros un tanto por que el cabello rojizo de la mujer atrpó mis ojos con su brillo. Y por un segundo ahí, me perdí.
(...)
Cuando regresó la consiencia a mi recordé la pregunta que me había hecho la mujer...
- Toda la sabiduría que busco del destino es mi aqui y mi ahora... -
Si no me equivoco, hablaban sobre demonios antes de que me acercara. Esuché algo sobre Estriges... su mirar taciturno y lo profano de sus palabras me llevaron a pensar que debían ser personas de conocimiento, brujos quizás...
Miro al hombre que muda de expresión repentinamete, como si quisiera decir algo, mas no hallase palabras para expresarlo. De nuevo el silencio se apoderó de nosotros un tanto por que el cabello rojizo de la mujer atrpó mis ojos con su brillo. Y por un segundo ahí, me perdí.
(...)
Cuando regresó la consiencia a mi recordé la pregunta que me había hecho la mujer...
- Toda la sabiduría que busco del destino es mi aqui y mi ahora... -
Epoch- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 29/08/2010
Localización : Omnipresente
Re: Planto las flores pero ellas se mueren (Libre)
Su rostro no adopto un semblante distinto al que siempre portaba. La joven hablaba de arrancarle los ojos, podría incluso decir que le asesinaría en ese instante, pero el no cambiaria su rostro. No es que poco le importara su vida, todo lo contrario, le importaba, vaya que le importaba, pero esa tranquilidad era su fiel compañera, la tenia ceñida al cuerpo y al alma y difícilmente podría ser corrompida. Quizás mentiría al decir que Alphonse había entendido a la perfección cada una de las cosas que la pelirroja acaloradamente expresaba, no lo hacia, pero lo intentaba y justamente eso era quizás lo que lo mantenía interesado en lo que ella hablaba. Le recordaba a cierta persona de su pasado: Merlina, su mejor amiga, una de sus pocas amistades, realmente pocas.
Ladeo su rostro una vez más hasta el hombre de barba abundante y cabellos rebeldes, estudio su rostro mientras parecía ignorar lo que hablaban sus dos acompañantes. Destino, campanas, estriges…PECADOS, su mente se detuvo en tal palabra, logrando transportarse mentalmente hasta sus anteriores años, quizás los peores que le había tocado vivir. Pecados eran precisamente de lo que se le había acusado tiempo atrás, un discípulo del diablo, un amante de lo bizarro, un ser pestilente que no era bienvenido en ningún lado, quizás la muerte era lo que mejor le vendría.
Los recuerdos no fueron en absoluto agradables, aunque no por eso cambio su rostro, menos sus ideales. Se limito tan solo a desviar la mirada mientras era presa de aquellos pensamientos y se giro dándole la espalda al hombre y a la mujer que tenia enfrente.
- El destino, no existe el destino. Es un engaño, un soborno, una falsa expectativa de la vida. Todo es presente, no existe, no existe el destino. – Volvió a girar su rostro hacia sus acompañantes y paseo su mirada de uno a otro, con movimientos casi nulos, pausados. Los ojos grises quedaron prendados de la joven por enésima ocasión.
Ladeo su rostro una vez más hasta el hombre de barba abundante y cabellos rebeldes, estudio su rostro mientras parecía ignorar lo que hablaban sus dos acompañantes. Destino, campanas, estriges…PECADOS, su mente se detuvo en tal palabra, logrando transportarse mentalmente hasta sus anteriores años, quizás los peores que le había tocado vivir. Pecados eran precisamente de lo que se le había acusado tiempo atrás, un discípulo del diablo, un amante de lo bizarro, un ser pestilente que no era bienvenido en ningún lado, quizás la muerte era lo que mejor le vendría.
Los recuerdos no fueron en absoluto agradables, aunque no por eso cambio su rostro, menos sus ideales. Se limito tan solo a desviar la mirada mientras era presa de aquellos pensamientos y se giro dándole la espalda al hombre y a la mujer que tenia enfrente.
- El destino, no existe el destino. Es un engaño, un soborno, una falsa expectativa de la vida. Todo es presente, no existe, no existe el destino. – Volvió a girar su rostro hacia sus acompañantes y paseo su mirada de uno a otro, con movimientos casi nulos, pausados. Los ojos grises quedaron prendados de la joven por enésima ocasión.
OFF: Lamento mucho la tardanza por mi ausencia, estoy de vuelta si desean continuar con el tema.
Invitado- Invitado
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