AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Macabre Pleasures || Privado
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Macabre Pleasures || Privado
‘Maldita sea, Nicusor. ¿Puedes callarte? Estoy ocupado’ Las palabras del vampiro eran gruñidos inarticulados. Estaba más interesado en succionar hasta la última gota de sangre de la mujer con que se había ‘tropezado’, que sentarse a conversar con su compañero de juerga sobre el destino de la joven que aún mantenía sus piernas fuertemente cerradas alrededor de su cintura. Todo ese ropaje bajo el vestido no había representado una barrera para satisfacer su libido. La joven le había visto y le había deseado. Él solo había ayudado un poco empujándola a través de uno de los oscuros callejones para utilizarla. El olor de otro hombre la impregnaba. ¿Había quedado con su prometido? ¿Su esposo? ¿Un amante quizás? Dracul se había pasado los primeros minutos carcajeándose, consciente de lo que eso significaba para el imbécil de Razvan, quien había encontrado a su esposa y a su mejor amigo haciéndolo sobre su cama. Succionó con más fuerza, deleitándose en el placer que la humana sentía mientras el éxtasis le alcanzaba. ‘Mutilar. Órganos. Sangre’ Las palabras, que hacían eco dentro de su cabeza, sonaban demasiado excitadas. El maldito perro de la inquisición – como hacían llamar a Razvan – los había mantenido lejos de la diversión las últimas semanas. La Iglesia lo había enviado tras uno de los suyos al confirmar su participación en una matanza y él, como buen animal obediente, había seguido su pista lejos de la ciudad. El cazador era el culpable del estado frenético en que se encontraban. La sed que lo había estado consumiendo no se había sentido complacida con la sangre del traidor. Ni siquiera Nicusor estaba contento. Los gritos que resonaban en su cabeza solo le pertenecían a él. ‘Mía. Mía. ¡Mía!’ Tragó y embistió con más fuerza, ignorando al asesino que golpeaba los barrotes de su prisión. Su desesperación solo iba en aumento, la vida de la humana se esfumaba con cada movimiento de su garganta.
Las piernas de la joven cayeron a los lados. Dracul retrajo sus colmillos. Su lengua golpeó sobre el pulso una, dos veces, luego dejó que cayera al piso. El corazón de su víctima luchaba por seguir latiendo, pero era imposible, no había suficiente sangre dentro de sus venas. El rugido en su cráneo aumentó. ‘Esta noche me pertenece. Callaos.’ La arrogancia estaba impresa en cada una de sus palabras. Por supuesto, a ninguno de los otros le importaba. En cuestión de segundos, los latidos cesaron. La fémina se había encontrado con la muerte finalmente. Las voces en su cabeza también se apagaron. Razvan había estado inusualmente callado. ¿Había visto a Tatjana en la víctima de esta noche? Su esposa había muerto en las mismas condiciones. El silencio de Nicusor, en cambio, solo podía significar que algo estaba planeando. Una sonrisa blasfema curvó su boca, misma que permaneció mientras se alejaba del cuerpo de su víctima. Pasarían muchas horas antes de que alguien la encontrara. Solo unos cuantos parisinos se aventuraban a las calles cuando la noche caía. Los desaparecidos en la ciudad habían aumentado los últimos meses. La Iglesia había estado trabajando arduamente para poner fin a sus asesinos. ‘Me pregunto cuánto más tardarán en descubrirnos, Razvan’. No hubo respuesta. No lo esperaba. Hasta cierto punto, era entretenido jugar una partida de ajedrez con la Santa Inquisición. ¿A quién mandarían a darle caza? ¿Algún otro condenado con la estúpida idea de redimir sus pecados? La oscuridad lo perseguía a cada paso que daba. Las sombras se retraían, ansiosas por verlo partir. Se disponía a doblar la esquina cuando la encontró. Nicusor se despabiló. ¿Así que no estaba completamente desinteresado después de saberse ignorado? Quizás podría dejarlo jugar solo un poco. Quizás.
Las piernas de la joven cayeron a los lados. Dracul retrajo sus colmillos. Su lengua golpeó sobre el pulso una, dos veces, luego dejó que cayera al piso. El corazón de su víctima luchaba por seguir latiendo, pero era imposible, no había suficiente sangre dentro de sus venas. El rugido en su cráneo aumentó. ‘Esta noche me pertenece. Callaos.’ La arrogancia estaba impresa en cada una de sus palabras. Por supuesto, a ninguno de los otros le importaba. En cuestión de segundos, los latidos cesaron. La fémina se había encontrado con la muerte finalmente. Las voces en su cabeza también se apagaron. Razvan había estado inusualmente callado. ¿Había visto a Tatjana en la víctima de esta noche? Su esposa había muerto en las mismas condiciones. El silencio de Nicusor, en cambio, solo podía significar que algo estaba planeando. Una sonrisa blasfema curvó su boca, misma que permaneció mientras se alejaba del cuerpo de su víctima. Pasarían muchas horas antes de que alguien la encontrara. Solo unos cuantos parisinos se aventuraban a las calles cuando la noche caía. Los desaparecidos en la ciudad habían aumentado los últimos meses. La Iglesia había estado trabajando arduamente para poner fin a sus asesinos. ‘Me pregunto cuánto más tardarán en descubrirnos, Razvan’. No hubo respuesta. No lo esperaba. Hasta cierto punto, era entretenido jugar una partida de ajedrez con la Santa Inquisición. ¿A quién mandarían a darle caza? ¿Algún otro condenado con la estúpida idea de redimir sus pecados? La oscuridad lo perseguía a cada paso que daba. Las sombras se retraían, ansiosas por verlo partir. Se disponía a doblar la esquina cuando la encontró. Nicusor se despabiló. ¿Así que no estaba completamente desinteresado después de saberse ignorado? Quizás podría dejarlo jugar solo un poco. Quizás.
Razvan Kournikov- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Macabre Pleasures || Privado
Finalmente la cerró. Las hojas de la libreta ya carcomidas de tantas veces que habían sido repasadas por sus yemas cayeron pesadamente unas sobre las otras, emitiendo una leve brisa que jugó con algunos de los cabellos salvajes que escapaban del rodete de Malena. No era eso lo que le importaba, algo se le había escapado, algo no cerraba desde hacía 3 años y no podía encontrarlo. Las luces que ya abandonaban la plaza dejaban el terreno a la oscuridad que tanto miedo generaba en todos. Estúpidos. Si hay luz le temen a su sombra, sino la hay, le temen a la ajena.
Malena parecía una estatua sentada con sus finas piernas entrecruzadas sobre sí en aquel banco de piedra negra y porosa, ya desgastada por el carácter de la naturaleza. Miraba, solo observaba sin centrarse en nada. No buscaba almas, las cosas no tenían espíritu ni bondad. Eran putas blasfemias que no comprendían su propia insignificancia. Ella no quería hacerlas miserable, ya lo eran de por sí y gastarse en eso era felicidad que le negarían. Parte de su entretenimiento era la decepción ajena ¿Qué haces pensando en el resto? Vive tu sueño. Ella la desconcertó. La desquició en su propia razón cuando cayó en la cuenta de que tenía que obedecerla. Su mirada bajó como un ave de presa sobre su libreta de cuero gastado, salpicado por tintes rojos de distinto contorno y tonicidad. Su mandíbula se tensó en la duda de abrir para escabullirse de nuevo en sus dibujos. No los quería ver, ya los había observado y no eran lo que buscaba. No lo eran y no iban a serlo por volverlos a contemplar. Quien se desespera en su búsqueda se conforma con poco. No soy hipócrita, no voy a serlo. No voy a mentirme. No le mientes a tu miedo, solo escapas de el, no eres más que menos.
El temblor provocó que el escrito, pese a las cicatrices sobresalidas que frenaban la lisura del terreno de sus palmas, se desplomara contra el empedrado polvoriento que soportaba al banco con la muchacha. Atónita cada uno de sus ojos reflejó la caída. Todos los imperios caen. No, ella no. La adrenalina recorrió sus venas a la par que las lágrimas inundaban sus ojos ¿Lloras por miedo?
-NO LLORO
El silencio interrumpido no fue más que sus palabras atravesadas contra su propia rabia que la llevaron a ponerse de pie y alejarse precipitadamente hacia atrás del libreto. El le hablaba y ahora se había cansado, no iba a ir a buscarlo ¿O era justamente el miedo lo que se lo impedía? No es eso. No tengo nada que perder, no hay razón para el miedo. A veces era él, otras ella ¿Era su miedo contra su odio? No lo sabía realmente ni tampoco quería reconocerlo. La decisión era el punto de flexión que determinaba donde terminaba la bestia y comenzaba el hombre, pero cuando no se era ninguna, las decisiones carecían de significado. Pasaron 15, 20 hasta 38 minutos antes que volviera a acercarse como cazador a su presa y con una ligera curvatura, tomara su cuaderno con ambas manos. Mitad arrepentida por haberlo hecho, mitad arrepentida por estar haciéndolo. Ambigua sin doble sentido decidió emprender la vuelta en silencio.
Sus zapatos de cuero bajos dejaban expuestas sus piernas hasta las rodillas. Era un vestido de vieja seda, suave y corto color crema con otro superpuesto arriba de encaje y mangas larga que interrumpían el tenue rosado pálido de su piel. No sentía frío ni su cuerpo tiritaba presa de de la temperatura invernal que reinaba en el ambiente. Los pocos mortales que osaban a pasear por las viejas calles se percataban de su estado y parecían comentarlo como noticia de interés pasajero, pero Malena caminaba esperando no volver a confrontarse en las próximas cuadras. Sus pasos eran largos e inconscientes, sus ojos ni siquiera contemplaban los alrededores porque nada había allí. Cada uno vivía su realidad. Nuevamente a la izquierda donde las sombras se acrecentaban, pero sus pasos continuaban firmes. Temes que el miedo te conquiste. Tarde o temprano serás derrotada.
Sus uñas se clavaron marcando la portada ya arruinada cuando su ira al borde del descontrol quedó sostenida en el tiempo. Un cosquilleo asomó por su brazo izquierdo opuesto a la pared de la angosta calle. Era algo que no comprendía, desencajaba por completo a las palabras vacías porque era terrenal. Un leve frío que la obligó a ver más allá de su mente, tornando por primera vez las sombras que la rodeaban en una figura física cercana a ella ¿Qué mierda?
No era miedo ni curiosidad. No era más que una sensación, pero después de todo ¿No es eso lo que despierta los sentidos?
Malena parecía una estatua sentada con sus finas piernas entrecruzadas sobre sí en aquel banco de piedra negra y porosa, ya desgastada por el carácter de la naturaleza. Miraba, solo observaba sin centrarse en nada. No buscaba almas, las cosas no tenían espíritu ni bondad. Eran putas blasfemias que no comprendían su propia insignificancia. Ella no quería hacerlas miserable, ya lo eran de por sí y gastarse en eso era felicidad que le negarían. Parte de su entretenimiento era la decepción ajena ¿Qué haces pensando en el resto? Vive tu sueño. Ella la desconcertó. La desquició en su propia razón cuando cayó en la cuenta de que tenía que obedecerla. Su mirada bajó como un ave de presa sobre su libreta de cuero gastado, salpicado por tintes rojos de distinto contorno y tonicidad. Su mandíbula se tensó en la duda de abrir para escabullirse de nuevo en sus dibujos. No los quería ver, ya los había observado y no eran lo que buscaba. No lo eran y no iban a serlo por volverlos a contemplar. Quien se desespera en su búsqueda se conforma con poco. No soy hipócrita, no voy a serlo. No voy a mentirme. No le mientes a tu miedo, solo escapas de el, no eres más que menos.
El temblor provocó que el escrito, pese a las cicatrices sobresalidas que frenaban la lisura del terreno de sus palmas, se desplomara contra el empedrado polvoriento que soportaba al banco con la muchacha. Atónita cada uno de sus ojos reflejó la caída. Todos los imperios caen. No, ella no. La adrenalina recorrió sus venas a la par que las lágrimas inundaban sus ojos ¿Lloras por miedo?
-NO LLORO
El silencio interrumpido no fue más que sus palabras atravesadas contra su propia rabia que la llevaron a ponerse de pie y alejarse precipitadamente hacia atrás del libreto. El le hablaba y ahora se había cansado, no iba a ir a buscarlo ¿O era justamente el miedo lo que se lo impedía? No es eso. No tengo nada que perder, no hay razón para el miedo. A veces era él, otras ella ¿Era su miedo contra su odio? No lo sabía realmente ni tampoco quería reconocerlo. La decisión era el punto de flexión que determinaba donde terminaba la bestia y comenzaba el hombre, pero cuando no se era ninguna, las decisiones carecían de significado. Pasaron 15, 20 hasta 38 minutos antes que volviera a acercarse como cazador a su presa y con una ligera curvatura, tomara su cuaderno con ambas manos. Mitad arrepentida por haberlo hecho, mitad arrepentida por estar haciéndolo. Ambigua sin doble sentido decidió emprender la vuelta en silencio.
Sus zapatos de cuero bajos dejaban expuestas sus piernas hasta las rodillas. Era un vestido de vieja seda, suave y corto color crema con otro superpuesto arriba de encaje y mangas larga que interrumpían el tenue rosado pálido de su piel. No sentía frío ni su cuerpo tiritaba presa de de la temperatura invernal que reinaba en el ambiente. Los pocos mortales que osaban a pasear por las viejas calles se percataban de su estado y parecían comentarlo como noticia de interés pasajero, pero Malena caminaba esperando no volver a confrontarse en las próximas cuadras. Sus pasos eran largos e inconscientes, sus ojos ni siquiera contemplaban los alrededores porque nada había allí. Cada uno vivía su realidad. Nuevamente a la izquierda donde las sombras se acrecentaban, pero sus pasos continuaban firmes. Temes que el miedo te conquiste. Tarde o temprano serás derrotada.
Sus uñas se clavaron marcando la portada ya arruinada cuando su ira al borde del descontrol quedó sostenida en el tiempo. Un cosquilleo asomó por su brazo izquierdo opuesto a la pared de la angosta calle. Era algo que no comprendía, desencajaba por completo a las palabras vacías porque era terrenal. Un leve frío que la obligó a ver más allá de su mente, tornando por primera vez las sombras que la rodeaban en una figura física cercana a ella ¿Qué mierda?
No era miedo ni curiosidad. No era más que una sensación, pero después de todo ¿No es eso lo que despierta los sentidos?
Malena Schreiber- Hechicero Clase Baja
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Re: Macabre Pleasures || Privado
El vampiro no estaba preparado para dejar el trono. Esa noche era suya. ¡Se lo debían! Razvan podía joderse una y mil veces dentro de su jaula porque no importaba qué tan fuerte luchara, los barrotes no cederían y ninguno de sus compañeros le ayudaría. El inquisidor y él podían ser rivales encarnecidos, pero eso no significaba que el asesino o el fantasma, no le odiaran. Ellos – al igual que él – se habían mudado para atormentarlo. El placer que Razvan se negaba a sentir, solo les envenenaba. Todo lo que querían, lo tomaban. Si llegar a la meta les resultaba fácil, ellos buscaban cualquier otro método que les obligase a esforzarse. La eternidad podía joder la mente del cazador, pero no la de los demonios que aguardaban su turno para hacer temblar de miedo a quien quiera que se atreviese a cruzarse con ellos. Los pretextos sobraban, no importaban. Nadie podría dirigirlos nunca. Raras veces estaban de acuerdo. ¡Maldición! Tenían que recurrir al chantaje para permanecer en la cima cada cierto tiempo. Si Dracul quería divertirse, tenía que prometerle a Nicusor que al final jugaría al demente científico. Solo él era lo suficientemente poderoso como para retrasar a Razvan. ‘Jah. Lo dices como si yo no existiera’. Escondido, actuando con indiferencia, estaba Iorghu. Una sombra presente incluso cuando la oscuridad se negaba a permitir la presencia de una de ellas. Fingía que nada de lo que hicieran los ‘otros’, le impresionaba. Cientos de veces le había pinchado para que reconociese que era el primero que se encontraba ansiando ser testigo de sus proezas. El Fantasma – por supuesto – no le había contestado. Sí. Dracul tenía un serio problema con los demás. Para ser honestos, incluso él se sorprendía de que Nicusor aún siguiera sirviéndole como su compañero. Mientras se acercaba a la fémina que tenía la mala fortuna de andar por los callejones que había reclamado como suyos esa noche, calmó la ansiedad del demonio. Él ya había vaciado a una hembra. El juego que había apresurado, no tenía porque repetirse con la nueva visitante. ‘Guía la pieza, camarada.’
‘Destrózala. Rómpela. Córtala.’ Las palabras llegaron inmediatamente, como un mantra que se repetía constantemente en su mente. Era cuestión de segundos para que empezara a gritar, acallando incluso sus propios pensamientos. ‘Su ojo. ¡Arranca su ojo!’ La lengua del vampiro paseaba perezosamente sobre los dientes, tardándose en las puntas filosas de los colmillos. - ¿Nunca tienes suficientes de ellos? Preguntó en voz alta, sin importarle que ella le escuchara. Los frascos que se encontraban apilados en uno de los cuartos de los aposentos del inquisidor eran su colección. Habían fetos que sus garras habían escarbado de vientres gravemente abultados, órganos que solo podía empezar a nombrar y ojos, ¡cientos de ojos! La humana tenía unos orbes por los que Nicusor pelearía. No era el color lo que le atraía, sino el vacío y las historias que se escondían tras el brillo. ‘Nunca. Mío.’ En menos de lo que dura un segundo, Dracul se encontró frente a la joven. Su mano atrapó descaradamente la mejilla y sus dedos pronto se movieron para ofrecer obscenas caricias. Encontró la mirada de la joven y se regodeó al apreciar sus rasgos. Mortal y hermosa era una combinación letal, como muy pocas. Hacía que el condenado trabajo le resultase enriquecedor, ¡embriagadora satisfacción! Nada como poseer la voluntad de una mujer antes de verla perecer para atraer a la diversión. ‘Hazlo. Hazlo. ¡HAZLO!’ Sus movimientos se detuvieron. Un gruñido animal vibró en su pecho. - ¡Calla! Calla o me valdrá un demonio si nuestra tregua se termina. Ella no seguiría el hilo de sus palabras pero, ¿quién lo hacía? Algunas veces ni siquiera él sabía qué decía. Esbozó una cruel sonrisa, restándole importancia a sus palabras. – Mi compañero quiere que te arranque un ojo. Le explicó, anticipando su reacción. - Y yo creo que sería terrible que no pudieses ver lo que le haremos a tu cuerpo. ¿No estás de acuerdo? Y así iniciaba el juego...
‘Destrózala. Rómpela. Córtala.’ Las palabras llegaron inmediatamente, como un mantra que se repetía constantemente en su mente. Era cuestión de segundos para que empezara a gritar, acallando incluso sus propios pensamientos. ‘Su ojo. ¡Arranca su ojo!’ La lengua del vampiro paseaba perezosamente sobre los dientes, tardándose en las puntas filosas de los colmillos. - ¿Nunca tienes suficientes de ellos? Preguntó en voz alta, sin importarle que ella le escuchara. Los frascos que se encontraban apilados en uno de los cuartos de los aposentos del inquisidor eran su colección. Habían fetos que sus garras habían escarbado de vientres gravemente abultados, órganos que solo podía empezar a nombrar y ojos, ¡cientos de ojos! La humana tenía unos orbes por los que Nicusor pelearía. No era el color lo que le atraía, sino el vacío y las historias que se escondían tras el brillo. ‘Nunca. Mío.’ En menos de lo que dura un segundo, Dracul se encontró frente a la joven. Su mano atrapó descaradamente la mejilla y sus dedos pronto se movieron para ofrecer obscenas caricias. Encontró la mirada de la joven y se regodeó al apreciar sus rasgos. Mortal y hermosa era una combinación letal, como muy pocas. Hacía que el condenado trabajo le resultase enriquecedor, ¡embriagadora satisfacción! Nada como poseer la voluntad de una mujer antes de verla perecer para atraer a la diversión. ‘Hazlo. Hazlo. ¡HAZLO!’ Sus movimientos se detuvieron. Un gruñido animal vibró en su pecho. - ¡Calla! Calla o me valdrá un demonio si nuestra tregua se termina. Ella no seguiría el hilo de sus palabras pero, ¿quién lo hacía? Algunas veces ni siquiera él sabía qué decía. Esbozó una cruel sonrisa, restándole importancia a sus palabras. – Mi compañero quiere que te arranque un ojo. Le explicó, anticipando su reacción. - Y yo creo que sería terrible que no pudieses ver lo que le haremos a tu cuerpo. ¿No estás de acuerdo? Y así iniciaba el juego...
Lamento la demora.
Razvan Kournikov- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Macabre Pleasures || Privado
¿Qué se esconde detrás de una sonrisa? ¿Qué disimula una mirada? ¿Qué hay detrás de una intención? El mundo era un lugar vil y despiadado donde las buenas acciones eran meros recuerdos de viejos pasajes bíblicos. Nada era tan desalentador como ver a otros obtener aquello que deseas, observar su goce regocijándote tan solo con las pocas migajas que desperdician a su merced.
Las sombras abstractas pocas veces tomaban forma, o escasas eran las ocasiones en las que sus iris trataban de discernir algo de ellas a menos de que valieran algo de su preciado tiempo. No había rumbo en una persona que lo había perdido hacía tiempo, su paso era alusivo a una rutina por el viejo empedrado testigo de su actuación como humana, pero su piel erizada después de tanto tiempo en quietud mórbida había llamado la atención de ella, la bruja y hasta de él. Sin embargo la curiosidad arruinaba ilusiones. Quizá, podía llegar a ser. O no, no podría ser. No podría haberlo encontrado ¿No sería paradójico? Tanto que ella lo buscaba haciendo de aquello su necesidad y él por un simple azar de la vida, la encontró.
Tu inocencia infantil me avergüenza. ¿Vergüenza? ¿Caes tan bajo que sientes eso? ¿Algún problema? Pensé que tu egoísmo no podía convivir con vergüenza. Pero si no soy tu.
Su sonrisa cínica detrás de las pupilas de la joven solo enardeció una llama que se ahogó entre sus dientes cuando quiso escupirla y aplastarla contra los sucios baldosines que soportaban su inestable peso (Atadura física a la realidad). Su quijada se presionó contra sus molares conteniendo una ira que desataba su interior cuando sentía como sus dientes mordían los dedos de ella. ¿CÓMO QUE NO ERA ELLA? Ella jamás se satisfacía, jamás era Aguarda. ¿Qué? Tu pequeña voz no me deja escucharlos.
El desconcierto embistió sus gesto cuando los dedos que aferraban el cuero de la libreta comenzaban a relajarse al punto de dejar de aparentar ser garras para volver a tomar fisionomía de delgados dedos de una simple joven. Su oído buscó lo que ella ya había prestado atención pero que Malena continuaba demasiada ensimismada como para seguirle la corriente. Finalmente, ella era todavía más egoísta. Pudo escuchar su suspiro entrecruzado con palabras con distintos tonos que comenzaban a rodearla, emergentes de la sombra que había frente a ella. Hablaba con ellos y tanto la joven como Malena los dejaron ser sin buscar comprenderlos en ningún momento.
-Quiero conocerlos.
Ella habló moviendo los carnosos labios carmesí de la bruja. Malena estaba absorta de lo que ella había hecho, sintiendo el peso del cuaderno entre sus manos pero a la vez, desentrañando que estaba intentando hacer. Sus ojos lo enfrentaron pálido frente a ella, pero cambiaban. Quería dibujarlo, necesitaba hacerlo en el momento en que sus dedos y su mente comenzaron a arder presas de aquella necesidad, pero no podía. Cambiaban, había dos. No, tres. Debían de ser tres y no sabía cuál era el que buscaba
-Dios, QUÉDATE QUIETO.
Malena era mucho menos paciente y calculadora que ella. Enfada y frustrada tiró el cuaderno al suelo reteniendo a sus pulmones en su lugar, casi tan necios como su portadora. Sus ojos desorbitados y respiración calmaron poco a poco cuando escucharon de nuevo lo que el vampiro decía. La noche los embargaba dejando desnuda la palidez del hombre y los ojos de la bruja, el resto estaba pintado por negro. No, negro no era la falta de sombra sino un color tan poco valorado que optó por tomar venganza de los humanos convirtiéndose más que en color, en una sensación de terror. Pero no era eso lo que ella sentía sino si, quizá algo de curiosidad por sus palabras.
-No, hazle lo que quieras pero primero quiero verlos. A todos.
Dibujarlos. No había una gota de expresión en su rostro ni emoción en su voz mientras sus ojos se clavaban fieros en los de él, invitándole a caer en su abismo. No había sensaciones puesto que la curiosidad era su propio dilema. No quería reconocer que en el fondo era eso mismo lo que la motivaba a continuar en su búsqueda. Era algo demasiado humano como para aceptarlo.
-¿Qué hay de divertido en matar a alguien que desea morir?
Sus brazos muertos descansaban a ambos lados de su cuerpo, tan delgados que ni siquiera era necesaria una fuerza sobrenatural para astillar los huesos que daban forma a una carne vencida hacía tiempo.
Las sombras abstractas pocas veces tomaban forma, o escasas eran las ocasiones en las que sus iris trataban de discernir algo de ellas a menos de que valieran algo de su preciado tiempo. No había rumbo en una persona que lo había perdido hacía tiempo, su paso era alusivo a una rutina por el viejo empedrado testigo de su actuación como humana, pero su piel erizada después de tanto tiempo en quietud mórbida había llamado la atención de ella, la bruja y hasta de él. Sin embargo la curiosidad arruinaba ilusiones. Quizá, podía llegar a ser. O no, no podría ser. No podría haberlo encontrado ¿No sería paradójico? Tanto que ella lo buscaba haciendo de aquello su necesidad y él por un simple azar de la vida, la encontró.
Tu inocencia infantil me avergüenza. ¿Vergüenza? ¿Caes tan bajo que sientes eso? ¿Algún problema? Pensé que tu egoísmo no podía convivir con vergüenza. Pero si no soy tu.
Su sonrisa cínica detrás de las pupilas de la joven solo enardeció una llama que se ahogó entre sus dientes cuando quiso escupirla y aplastarla contra los sucios baldosines que soportaban su inestable peso (Atadura física a la realidad). Su quijada se presionó contra sus molares conteniendo una ira que desataba su interior cuando sentía como sus dientes mordían los dedos de ella. ¿CÓMO QUE NO ERA ELLA? Ella jamás se satisfacía, jamás era Aguarda. ¿Qué? Tu pequeña voz no me deja escucharlos.
El desconcierto embistió sus gesto cuando los dedos que aferraban el cuero de la libreta comenzaban a relajarse al punto de dejar de aparentar ser garras para volver a tomar fisionomía de delgados dedos de una simple joven. Su oído buscó lo que ella ya había prestado atención pero que Malena continuaba demasiada ensimismada como para seguirle la corriente. Finalmente, ella era todavía más egoísta. Pudo escuchar su suspiro entrecruzado con palabras con distintos tonos que comenzaban a rodearla, emergentes de la sombra que había frente a ella. Hablaba con ellos y tanto la joven como Malena los dejaron ser sin buscar comprenderlos en ningún momento.
-Quiero conocerlos.
Ella habló moviendo los carnosos labios carmesí de la bruja. Malena estaba absorta de lo que ella había hecho, sintiendo el peso del cuaderno entre sus manos pero a la vez, desentrañando que estaba intentando hacer. Sus ojos lo enfrentaron pálido frente a ella, pero cambiaban. Quería dibujarlo, necesitaba hacerlo en el momento en que sus dedos y su mente comenzaron a arder presas de aquella necesidad, pero no podía. Cambiaban, había dos. No, tres. Debían de ser tres y no sabía cuál era el que buscaba
-Dios, QUÉDATE QUIETO.
Malena era mucho menos paciente y calculadora que ella. Enfada y frustrada tiró el cuaderno al suelo reteniendo a sus pulmones en su lugar, casi tan necios como su portadora. Sus ojos desorbitados y respiración calmaron poco a poco cuando escucharon de nuevo lo que el vampiro decía. La noche los embargaba dejando desnuda la palidez del hombre y los ojos de la bruja, el resto estaba pintado por negro. No, negro no era la falta de sombra sino un color tan poco valorado que optó por tomar venganza de los humanos convirtiéndose más que en color, en una sensación de terror. Pero no era eso lo que ella sentía sino si, quizá algo de curiosidad por sus palabras.
-No, hazle lo que quieras pero primero quiero verlos. A todos.
Dibujarlos. No había una gota de expresión en su rostro ni emoción en su voz mientras sus ojos se clavaban fieros en los de él, invitándole a caer en su abismo. No había sensaciones puesto que la curiosidad era su propio dilema. No quería reconocer que en el fondo era eso mismo lo que la motivaba a continuar en su búsqueda. Era algo demasiado humano como para aceptarlo.
-¿Qué hay de divertido en matar a alguien que desea morir?
Sus brazos muertos descansaban a ambos lados de su cuerpo, tan delgados que ni siquiera era necesaria una fuerza sobrenatural para astillar los huesos que daban forma a una carne vencida hacía tiempo.
No acepto tus disculpas, a menos de que bailes del gangam style! Perdón por el post me oxidé en las vacaciones.
Malena Schreiber- Hechicero Clase Baja
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