Una vuelta a la verdad es una espina en el corazón [LIBRE]

por **Adina Meniuc** Lun Oct 15, 2012 4:29 am

Quien es auténtico, asume la responsabilidad
por ser lo que es y se reconoce
libre de ser lo que ser ~

París podía ser una ciudad destructiva desde dentro. Durante mi corto periodo de residencia sentía como si la vida se me escapaba de las manos. Yo una mujer que siempre había tenido el control de mi torpe existencia en aquel lugar me sentía como si fuese una novata, una simple debutante. Rumania era muy distinta a París, Constanta era un lugar marítimo muy transitado y amable pero este a pesar de estar lleno de gente solo veia caras hostiles ¡Incluso Bucarest era mejor! Le petite París como muchos llamaban a la capital de mi país era típicamente oriental salvo algunas que otras excentricidades que algunos ricos bien paseados dejaban caer en las calles como si intentasen modernizarlo [...] ¡Tonterías! La hermosura de mi país radicaba en sus lugares salvajes y tan pocos comunes y eso todos los nacionalistas y no tan nacionalistas con dos dedos de frente lo sabían.

Escuche a mi nueva acompañante francesa que había contratado maldecir en voz baja y sonreí. Si algo aprendía un extranjero la primera vez que llegaba a un país eso eran las palabras malsonantes. Se suponía que yo como buena señora de alta cuna no debía de saberlas y tampoco sonreír cuando las escuchaba pero la mayoría de las personas podían darse cuenta lo distintas que eran mis costumbres de las de las demás personas. Había dejado mis hijos con mi amante para que los ayudara en su camino por la adolescencia y me había marchado sin remordimiento de conciencia, odiaba los corsés y casi nunca me los ponía atrayendo así la mirada curiosa de todos aquellos cotillas que no tenían nada mejor que hacer con su vida. Mi cuerpo sin duda estaba marcado por la existencia de mi difunto marido y mi melena que debía de estar recogida como la mayoría de las mujeres ya entradas en edad como lo era yo estaba suelto y rebelde interfiriendo en mi campo de vista. No me extrañaba que con todas esas "desventajas" Monique mi acompañante rechistase ante cada uno de mis pasos. La pobre mujer no había encontrado algo mejor en lo que trabajar y se había visto forzada a aceptar mi oferta para ganar algunos pocos francos.

-Aun no puedo entender niña como una mujer como usted puede dejar sus niños y marcharse para emprender nuevas y emocionantes aventuras- se quejo la mujer en una mezcla rara entre Rumano y Francés que tanta gracia me hacia. Intentaba enseñarme el idioma pero desgraciadamente fracasaba estrepitosamente tal y como yo lo hacia al intentar enseñarle la lengua que era el orgullo de mi propia existencia -No creo que sea de su incumbencia lo que haga yo con mis niños señora Monique pero como usted bien lo has dicho necesito nuevas y emocionante aventuras. He sido Lady Meniuc la viuda de Meniuc demasiado tiempo. Se que que a Blaize no le habría gustado verme encerrada en casa aun llorando su muerte. He llevado mi luto con mucho orgullo pero ahora me toca vivir lo que me queda de vida porque no estaré eternamente en la flor de la vida y tampoco tendré todas mis fuerzas intactas como ahora. Mis niños estarán bien sin mi detrás de ellos para lamerles las heridas- omití decir que probablemente les había dejado con su segundo padre. Thomas había compartido nuestra cama, la mía y la de Blaize, durante mucho tiempo y a pesar de que estaba segura de que Blaize era el padre de los mellizos él los había cuidado desde el momento del nacimiento como si fuesen suyos propios. Había tenido un menage a troi con los dos hombres que más había amado pero ¿Como podía explicarle eso a una mujer tan tradicional como Monique?

Ella se volvió a quejar en voz baja y suponía que era tanto por mi respuesta a sus palabras como por la mala administración de esas calles llenas de barro tras las lluvias. Habíamos bajado del carruaje para dar una vuelta por la zona y así poder valorar si una casa por esos leares era lo más adecuado o no. En condiciones normales suponía que Monique lo hacia durante el día pero yo el único momento en el que tenia un hueco libre era después de la cena. Nada de lo que hacia parecía complacer a la vieja y aunque se quejaba no me lo reprochaba directamente -Vete al carruaje y esperame ahí- mi voz era alta y no tarde en carraspear para dar la siguiente orden algo más agresiva -¡Ahora!- el estres por culpa de las firmes convicciones de la mujer me pasaban factura. Monique inclino la cabeza en signo de respeto y salio corriendo hacia donde la había mandado ¡Que hipócrita podía ser! ¿Cuanto más tenia que aguantar antes de ir a las Indias? Con un suspiro volví a fijarme en una preciosa casa vacía. Era una de las que estaban a la venta y aunque no llegaba a ser una mansión era perfecta para mi sola. A pesar de mi clase alta no solía ser una mujer ostentosa y la sencillez me atraía mucho más que lo extravagante.

por **May Délvheen** Vie Oct 19, 2012 12:17 pm

El fango había subido por los bajos de mi vestido como una enredadera buscando la preciada luz del sol, con las manos ocupadas no podía expulsármelo adecuadamente, si estaba de aquella guisa a la mansión Asrhan el maestro me gritaría por ser una despistada y desconsiderada con el servicio.
El baúl de tamaño considerable que sostenía entre mis brazos se bamboleaba con cada paso inseguro que daba, apenas veía lo que tenia delante de mis narices, caminaba sonriendo y disculpándome con aquellos transeúntes a los que atropellaba por el camino, las botellas que guardaba en su interior el baúl de madera oscura sonaban como una melodía cuando chocaban entre ellas.
El sonido del fino cristal me hizo recordar algo que por un segundo me borro la sonrisa del rostro, una gran mesa, en una gran sala… con una gran familia. Negué con la cabeza firmemente auto convenciéndome de que recordar solo podía traer más tristeza a este mundo, y ya estaba muy ocupada con mis clases de adivinación a través de la pintura aquella tarde.
El sol empezaba a caer por el horizonte, se había hecho demasiado tarde para una jovencita como yo, los paseos nocturnos estaban destinados a los amantes y los románticos, al menos por aquel barrio, nunca había bajado a la parte oscura de la ciudad, allí no disfrutaban de calles iluminadas con lámparas de gas y contaban las malas lenguas que en cualquier esquina un maleante podía desagraviarte y quitarte además los francos que llevaras encima. Con esos pensamientos tenebrosos apreté el paso, la mansión ya no quedaba muy lejos.
A unos metros de mi oí un grito de mujer “¡Ahora!” le ordenaba a alguna otra persona, con el bulto el las manos apenas veía quien había frente a mi, concentrada en pisar sobre seguro no vi el carruaje majestuoso que se dirigía a toda prisa por la avenida, uno de los corceles se asusto al verme frente a él y me dio una sacudida con su enorme cabeza que me lanzo como un peso muerto contra otro transeúnte, el baúl cayo frente a nosotras dos, abriéndose de par en par mostrando sus tripas.
El golpe que me había propinado el caballo me escocia, no tenia nada roto pero era agudo, por suerte la otra persona que se había visto afectada no había caído al suelo embarrado, solo estaba algo aturdida al igual que yo. La mire con una sonrisa de disculpa, como siempre mi escudo era una amabilidad inmensa que tapara mi verdadera cara, me levante como pude sacudiendo el barro de mi trasero.
-Discúlpeme usted ese endemoniado corcel parece haberla tomado conmigo…
De repente me fije el ella y me quede sin habla, era lo mas hermoso y natural que había visto en mucho tiempo, sus ropas eran nobles de eso no cabía duda, su cabello flotaba alrededor de su rostro suelto y libre, amante del viento. Eyra, la que una vez considere mi madre era hermosa, de una manera oscura y seductora, pero aquella mujer que se paraba frente a mi estaba llena de vida y determinación… Y luz.
Mientras yo me maravillaba sonriendo como una boba el baúl desprendía un humo rosa chillón, algún brebaje alquímico se había roto en la caída, la magia no era bien vista en aquellos tiempos de revolución…

por **Adina Meniuc** Vie Oct 19, 2012 3:52 pm

La casa sin duda era una adquisición muy razonable para mi y mi servicio. Mientras la miraba mis pensamientos volaron hacia mis dos hijos. Dragoş y Răzvan eran dos muchachos revoltosos, guapos e inteligentes. Se parecían tanto a su padre que era casi imposible saber si cuando hablaban lo hacían ellos o el propio difunto. Apreté con un suspiro la tela que se moldeaba al molesto corsé y fruncí el ceño así como los labios. Blaize y mi hijo muerto Camil eran dos puntos en mi vida que dolían, ahí donde ellos habían estado en mi corazón escocia ya que sabia que no iba a volver a verlos hasta la muerte y eso no me provocaba ningún consuelo. Blaize me había prometido que íbamos a estar juntos hasta la muerte y después de ella salvo que al pensar en esas palabras siempre había pensado que iba a ocurrir primero mi muerte y no la suya. Era insoportable a veces levantarse por la mañana y ver el hueco de la cama vacío ahí donde él había estado. Se sentía tanta soledad en mi corazón que no había manera de sustituirla.

Mis ojos estaban a punto de traicionarme con una de esas lagrimas no deseadas hasta que un alboroto en el que me vi implicada sin siquiera darme cuenta llamo mi atención. El cochero de un carro tan lujoso o más que el mio paso por la avenida a una velocidad demasiado mayor como para tener consideración por los transeúntes y lo pero que podría haber sucedido paso. Me quede horrorizada cuando vi a esa niña delante de los corceles y casi eche a correr en su dirección sino fuese porque enseguida la tuve a mis pies. Enfurecida, le hice una señal a mi cochero para que lo siguiese y él se marcho enseguida con nuestro coche detrás mientras yo me inclinaba cobre la pequeña que había musitado una disculpa en un perfecto francés. Se me quedo mirando como si tuviese alguna cosa rara en el rostro pero no le hice caso, solo le acaricie la carita con ternura mientras imperceptiblemente para ella la repasaba con la mirada de los pies a la cabeza. Entonces fue cuando vi su codo sangrando y preocupada saque un pañuelo de mi bolso de mano en el cual solía llevar todos mis francos sueltos para presionarle la herida -Venga aquí- ciertamente mi francés era muy malo pero por lo menos me desenvolvía y me entendía con todas las personas con las que intentaba hablar y sospechaba que esa niña no iba a ser una excepción. Se notaba en sus azulados ojos lo lista y espabilada que era -Déjeme presionar la herida- lo hice a pesar de que ella se distrajo al instante mirando hacia al contenido del baúl del cual no me percate hasta ese momento. Cuando vi todas las botellas en el suelo con algunos líquidos de distintos colores abrí los ojos y me hice una cruz antes de señalarle con la cabeza que se ocupase ella misma de su herida -¡Mon Dieu!- me quede con la boca abierta ante el humo rosa y agradecí a los cielos haber mandado al cochero detrás del otro coche mientras yo me quedaba con la preciosa muchacha.

-Tiene que tener más cuidado pequeña, si la ven con esto por la calle le puede costar el cuello ¡Que el demonio lleve a los católicos que son más paranoicos y peligrosos que los ortodoxos!- cogí el baúl y empecé a meter las botellas teniendo cuidado para que no se rompiesen. La que estaba abierta no sabia lo que hacer con ella así que me quede mirando al pequeño angelito que aun seguía presionando su herida como queriendo pedirle algún consejo. Era mayor eso era cierto pero en esos momentos me sentía como esos bebes que no sabían hacer más que comer y dormir –Mi amigo, él ... él también solía jugar con estas cosas- deje entender con cierto pesar que yo al contrario que él no tenia ni idea de a lo que me enfrentaba pero no por ellos me acobardaba. Había averiguado que Thomas practicaba la magia pocos días después de que Blaize lo metiese en nuestra cama. Al principio había querido tirarle los jarrones a la cabeza pero con el tiempo me fui acostumbrando a sus peculiaridades y por ello sabia sin duda que era la persona adecuada para cuidar de mis hijos mientras yo estaba fuera encontrándome a mi misma.

Al final me quite la pequeña chaqueta de los hombros y la puse obre la botella rota parando el humo rosa antes de volver con la pequeña. Tenia frio pero eso era un mal menor que estaba dispuesta a correr –Te ves echa un desastre pequeña, pero un desastre precioso- le volví a acariciar la frente quitándole todos los mechones sueltos para poder ver otra vez mejor su rostro y luego le sonreí con dulzura antes de presentarme tendiéndole gentilmente la mano -La Baronesa Meniuc pero puedes llamarme Adina- si seguía esforzándome en hablar así al final iba a lograr sacar un buen partido a mi patético francés.

por **May Délvheen** Sáb Oct 20, 2012 8:51 am

La seda del pañuelo se impregnaba lentamente de rojo, era una lastima, se notaba la calidad del tejido y los bordados de hilo de oro que dibujaban unas flores exquisitamente detalladas, tanta riqueza solo se podía encontrar en el barrio alto sin duda. La hermosa mujer hablaba con un extraño acento que me pareció de lo mas encantador, sonreía sin cesar al verla un poco alterada, se giraba primero a atenderme y luego a cerrar el baúl con una velocidad espasmosa que solo una madre preocupada puede alcanzar. Sin duda tenia familia, me alegre por ella, con la cabeza distraída sobre el pasado de la amable dama no me percate del cochero que salia furioso a gritarle al descuidado que me había atropellado, los dos se lanzaron algunos improperios y palabras malsonantes que me enrojecieron el rostro, el cochero de la dama me señalaba y exigía una disculpa mientras el otro individuo no parecía estar conforme. Aparte la mirada de ellos, realmente no me importaba si se disculpaba o no, el destino me había empujado para conocer a aquella mujer, estaba segura.
Mientras me acercaba mi baúl de alquimia me comento que tenia un conocido brujo, y se presentó con elegancia y clase, como si estuviera acostumbrada a reverenciarse ante importantes damas y caballeros de la corte.
¡Baronesa! increíble, no parecía ni de lejos una de aquellas pomposas y refinadas culonas que solían acudir al maestro Zhepyr para conseguir algunas pociones de amor o venenos mortales. Ella era sin duda diferente, me gustaba... pero su actitud maternal me revolvía algo en el interior que intentaba por todos los medios romper mi mascara sonriente, un calor me subía desde los pies intentando forzar las lagrimas que tanto tiempo habían estado encerradas.
-Baronesa Adina, es un honor ¿Es usted del este? lo pregunto por el acento... -incliné la cabeza con respeto a modo de saludo cordial.-Siento ese malentendido, no quería estorbar, gracias por el pañuelo y por... no denunciarme a los inquisidores. Soy May Délvheen, aprendiz del maestro Zhepyr Asrhan.
Una presentación digna de la realeza sin duda, me había salido bordado a pesar que en la mayoría de situaciones no planeadas me ponía nerviosa y tartamudeaba, ella reflejaba tranquilidad y paz. Intente de nuevo sin éxito limpiar mi estropeado vestido, pero era inútil, casi que podría quemarlo allí mismo ya no tenia arreglo.
-Que lastima... de nuevo le pido disculpas por mi aspecto, si puedo hacer algo para compensarla... no vivo muy lejos de aquí, pero entenderé si es un poco tarde, por cierto... si no es indiscreción, ¿que hace una distinguida mujer como usted a estas horas caminando tranquilamente por la calle?
Antes de que me respondiera el carruaje de la Baronesa Adina volvía, al parecer sin éxito con esa disculpa que jamas llegaría a recibir, el cochero se bajó con expresión de odio y furia, empezó a disculparse en una extraña lengua extranjera a lo que únicamente pude responder sonriendo.

por **Adina Meniuc** Sáb Oct 20, 2012 1:54 pm

Cuando empecé a escuchar las palabras malsonantes de Constantin hacia aquel cochero me sonroje hasta las raíces del pelo por culpa de su no tan extenso pero si peor vocabulario. Mi cochero gitano podía ser algo fiero cuando un hombre dañaba a una dama y más si esa dama le caía bien a los ojos. No cabía duda alguna de que May había hechizado su corazón paternal como había hechizado el mio propio. Intente por todos los medios musitar una disculpa pero cuando las palabras malsonantes siguieron llegando a mis oídos rodé los ojos y me di por vencida ¿Para que luchar contra la lengua de un hombre de la cual el mismo era responsable? Me volví hacia la niña y seguí presionando el pañuelo de seda pero ya estaba lo suficientemente empapado con sangre así que desee que Constatin volviese conmigo dado que se veía que el otro hombre no tenia la intención de pedirle disculpas a la pequeña. A veces interiormente me preguntaba porque había traído a aquel grosero cochero conmigo desde mi país pero al echarle una mirada una sonrisa complacida se formo en mis labios. Constantin era el único que me hacia sentir familiar aun estando lejos de casa y su protección siempre venia bien. Era tan ágil con la espada como con los insultos. A pesar de ser un gitano bastardo de mi propio padre también era mi hermanastro y confidente por eso sabia en mi interior que dejarlo en casa no habría sido una buena opción.

-Solo Adina pequeña. Me hacen sentir muy vieja las personas al llamarme Baronesa porque además no siempre lo he sido. Soy Baronesa de casamiento y no de sangre- Blaide había sido el autentico barón y hombre al que todos habían deseado. Al recordarlo sonreí casi imperceptiblemente y luego solté un suspiro. A pesar de haber sido deseado y tomado en cuerpo durante nuestro periodo de separación él me había pertenecido y me seguía perteneciendo en alma. Mío y de ningún hombre o mujer más -May Délvheen precioso nombre pero ¿No es francés, no?- intente hacer memoria sobre los nombres franceses y los apellidos pero al no ser capaz negué con la cabeza -Su maestro el señor Asrhan ¿Sabe que esta a estas horas por la calle con este tipo de baúl detrás suyo?- mire hacia el y luego le eche otro vistazo a Coinstantin. Los insultos habían disminuido notablemente pero el odio de la mirada de mi hermanastro no. Monique mi dama de compañía parecía que estaba demasiado a gusto dentro del carruaje como para salir y participar con él y eso me enfureció ¿Pero quien se creía esa dichosa mujer? Tenía unas ganas de retorcerle el pescuezo y eso iba a hacerlo nada más llegar al hotel. Se iba a enterar de que pasta estaba echa una Rumana.

Mi vista se volvió a dirigir hacia la Señorita Délvheen cuando se movió intentando limpiar el estropicio de su vestido. Estaba tan lleno de barro como el mio propio. Con un sonoro suspiro por mi despiste me puse de pie y luego la cogí de las manitas y le ayude a ella también a ponerse de pie -Mi aspecto es tan desastroso como el suyo así que por favor no se disculpe más pequeña señorita preciosa. No soy tan refinada como mis ropas a veces quieren aparentar. De hecho soy más dada a provocar la alta sociedad que a obedecerla pues seguramente si me presento ahora mismo así en él hotel me tomaran por loca pero no dirán nada. El dinero da el poder aunque no evite los rumores. Pesan muchos rumores sobre mi cabeza, la de mi difunto marido y la de mis amigos pero aun así los nobles nos desean entre sus bailes- esa era la pura verdad de mi vida. Me gustaba desafiar mientras que todos los demás se escandalizaban. Thomas, Blaize y yo habíamos disfrutado enormemente de ello y a veces yo por mi propia cuenta lo seguía disfrutando -Estaba buscando una casa para comprar. Un hogar donde vivir con mis pocos sirvientes y aunque encontramos mansiones lujosas de lo más preciosas aquella casa que hay en la colina es la que más me llama la atención. Es tan sencilla que me quita el aliento- la mire fijamente hasta que Constatin volvió a mi lado.

Mi hermanastro rabioso empezó a disculparse en nuestro idioma mientras que la señorita que de mi mano aun seguía no se enteraba de nada -Esta diciendo que lo siente y que ha intentado hacer que el cochero se disculpase pero no quiere aunque sabe a quien pertenece el carruaje- él me agradeció con la cabeza que lo tradujese en mi torpe francés y luego volví a hablar -Constantin, las ropas de la Señorita Délvheen están estropeadas, recuerdo que en el carruaje bajo los asientos aun queda algún vestido de su hija el cual no cogió ¿Puedo prestársela?- Constantin pronuncio un simple "Da" para luego añadir en voz baja y en nuestro idioma la palabra hermanita. Sonreí cariñosamente y cogí a May para subir al carruaje. Eche a Monique sin contemplaciones y luego empecé a rebuscar bajo los asientos -La hija de Constantin es la consentida de nuestra familia como mis propios hijos. Mi difunto marido que en paz descanse le tenia tanto cariño como a mi misma y vivía como una pequeña princesa así que los vestidos serán de tu gusto pues tiene las mismas medidas y por lo que veo los mismos gustos- lo saque el baúl. Era un vestido verde claro bien confeccionado y de un material caro que no todos se podían permitir en Rumania -Si lo desea se lo ofrezco. Así su mentor no se molestara con usted al volver a casa- espere con una sonrisa su respuesta mientras me sentaba en el asiento pues sentía como mis piernas me empezaban a doler debido a los dichosos zapatos franceses que tanto había insistido Monique en que probase.

por **May Délvheen** Dom Oct 21, 2012 7:06 am

El carruaje de la Baronesa… de Adina era acogedor en su interior, tanto los asientos como el techo estaban forrados de terciopelo rojo rubí, al entrar en el una señora de edad avanzada salió del carruaje quejándose en un perfecto francés, seguramente era la interprete de Adina aunque no parecía muy amable.
El vestido que me ofrecía la baronesa era sencillo pero delicado, el verde brillante y las mangas bordadas relataban una ardua tarea por parte de la costurera que lo confeccionara, lo acepte con agradecimiento y una sonrisa de oreja a oreja, me quite mi estropeado y sucio vestido que deje a un lado, debajo portaba el camisón blanco que hacia de ropa interior, nunca me ponía corsetería, era molesta y apretaba, esperaba que Adina no se molestara por ello. El vestido me quedaba como un guante.
-Gracias de verdad… ¡es muy hermoso! Parece que tiene una gran familia baronesa… quiero decir Adina, debe ser duro estar lejos de ellos.-Con todo el trajín se me había olvidado completamente responder a sus preguntas anteriores.- Y por cierto, no se preocupe por el maestro, él es como yo… no mintamos, es mucho mejor que yo, mis habilidades parecen trucos de feria a su lado, por eso fui enviada a estudiar con el, es tan increíble…
Baje la voz y me calle, en ocasiones sin darme cuenta alagaba de manera exagerada al maestro Zephyr, de alguna manera y a pesar de ser su aprendiz a la fuerza le había tomado un cariño extraño, me atraía tanto físicamente como mágicamente… solo algo que dos brujos tan unidos podían entender.
Aquella mujer era diferente a ninguna que conociera antes, aunque técnicamente hablando solo había conocido a una mujer adulta de alta clase en toda mi vida, Eyra me salvo la vida, me dio un hogar incluso me cuido como a su propia hija… luego me vendió a Zhepyr como si jamás le hubiera importado. Aparte los malos pensamientos de mi mente mientras Adina me contaba algunos retazos de su vida.
-Es increíble lo generosa que eres… normalmente estoy rodeada de adultos fríos, distantes e insensibles, me recuerdas a mi… a Jerarld, el me cuido algún tiempo…- las palabras se me atragantaron de tristeza, tarde unos segundo pero volví a colocarme mi mascara sonriente.- Tu sinceridad me sorprende, todas las damas de alta cuna suelen morirse por ir a esos bailes pomposos… en una ocasión acudí a uno en la corte con el maestro, la primera y ultima vez que me ahogan con ese molesto corsé!
Quise distraer a Adina de alguna manera, además siempre quise encontrar a alguien que no se asustara de mi don, le pedí que mirara fijamente el vestido que permanecía tirado en el suelo del carruaje, puse mis manos extendidas a unos centímetros de él, me concentre en el fuego que hervía en mi interior y lo solté con una palabra murmurada que ardió por mi garganta. El vestido se evaporo envuelto en llamas azules, el fuego fatuo mágico no quemo nada mas, solo su objetivo, era lo especial de aquel hechizo.
-Voilà! Espero no haberla asustado… quiero compensarle por este hermoso presente, por favor venga a la mansión Asrhan cuando pueda para tomar él te - entonces recordé algo sobre la casa de la colina.- Ah! Se me olvidaba, si le gusta esa acogedora mansión conozco al hombre que la construyó y ahora quiere venderá… Monsieur Pierre, será un placer presentároslo.

por **Adina Meniuc** Dom Oct 21, 2012 11:45 am

Cuando la pequeña May se quito el vestido lleno de barro quedándose en un simple y blanco camisón me sorprendí gratamente. Estaba empezando a creer que no era la única mujer de París que desafiaba las leyes del decoro y de la moda. Sonreí sin poder evitarlo ya que aparte de ese pequeño o mejor dicho gran descubrimiento también la vi por primera vez. A pesar de tener una carita dulce que la aniñaba aun más May era toda una mujercita, calculaba que tendría que tener un año o dos menos que los que tenia yo cuando me había casado con Blaize. A mis ojos aun era una niña pero ¿y a los ojos de un hombre? Seguramente al ver su cuerpo ya algo formado ellos pensarían que estaba lista para tomar un hombre. Negué con la cabeza en desacuerdo y cuando acabo de ponerse el vestido verde que le había entregado sonreí de oreja a oreja.

-¡Estas preciosa!- le acaricie suavemente el rostro riendo divertida cuando me recordó a mi familia -Tenía una muy grande May pero mi primer hijo y mi marido fallecieron. Tuve que abandonar mi país y a mis restantes hijos para recuperarme por completo antes de ir con ellos. Muchos dicen que tengo el alma rota pero ¿te cuento un secreto? Si es así ya la recompondré con la ayuda de mi hermanastro Constantin- señale hacia la dirección que debía estar el cochero y sonreí traviesa como si acababa de contarle el mayor secreto de todos. Ciertamente lo era pero la Alta sociedad no se solía preocupar demasiado por la familia de mis padres. La que estaba sin duda en el ojo del huracán era la mía propia. Mis pobres hijos... trague en seco y mis ojos negros se fijaron en los de May. Al parecer no era la única que sufría por la familia. La cara de admiración por su maestro enseguida se convirtió en amarga por sus siguientes palabras. Podía entenderlo, aunque evitaba decir los términos cariñosos se podía ver que esa la que tanto daño le había hecho había sido su familia. El caballero llamado Jerarld probablemente era uno de los que más heridas le había infringido por el simple hecho de haberla querido y luego haberle fallado. Apreté los labios al ver como su rostro cambiaba a una mascara sonriente y negué con la cabeza.

-May, escúchame bien, no reprimas tus sentimientos. Cuanto más lo hagas más odio vas a albergar en tu corazón conforme vayas creciendo. La vida es lo bastante dura por si sola May como para añadirle el odio y el hastió que casi todos sufrimos con una avanzada edad. Yo empecé viviendo muy pronto, me case muy joven, tuve hijos muy joven y estuve resentida con muchas personas hasta que me di cuenta que esa no es una manera de vivir y no lo va a ser nunca. Eres demasiado guapa e inteligente como para echarte a perder- atraje a la pequeña a mis brazos y le di el confort maternal que tanto utilizaba con mis chicos. Mis palabras anteriores me habían salido del alma pues no quería que la vida pasase sobre ella como había pasado sobre mi. Solo en esos momentos empezaba a vivir de nuevo como me habría gustado -Le regalaría mi titulo al primero que pasa por la calle si pudiese para que así participase a esos bailes pomposos aunque ciertamente disfruto cuando voy a ellos sin corsé y todo el mundo se me escandaliza- me aleje de ella acariciándole el rostro antes de soltarla y luego mire fijamente su vestido destrozado del suelo.

Vi lo que hacia con el y mi mirada se ilumino pero no fue suficiente como para distraerme pues aun estaba muy centrada en el tema anterior como para dejarlo correr. -¡Has echo un buen trabajo! Ya desearía yo hacer eso pero desgraciadamente soy solo una humana normal. Thomas mi amigo que controla la [...] brujería me ha dicho que hay muchas más cosas fueras de las que yo quiero ver pero soy algo reticente a la hora de creerlo- Thomas simplemente se había negado a explicarme más aunque mi curiosidad por aquel entonces había sido monumental. Después con el tiempo las preguntas habían cesado por mi parte ¿Para que necesitaba yo saber si habían más cosas ahí fuera sabiendo que tenia a mis seres queridos en un circulo muy reducido? La mirada de Blaize acudió a mis recuerdos y trague en seco. Tenia que ocultar el recuerdo de mi difunto marido así que mire la casita desde donde estaba sentada cuando May me volvió a hablar de ella y asentí -Estaría encantada de conocer a Monsieur Pierre si tu misma me lo presentas pero antes de eso quiero hablar contigo May- puse su mano entre las mías y la mire a los ojos a la hora de hablarle -Cuando haya visto a Monsieur Pierre y compré esa casa preparare una habitación para ti al lado de la mía. Quiero con todo mi corazón que vengas cuando te sientas sola. Le puedes pedir permiso a tú maestro para que te deje en esos momentos y espero que no se negué. Me gustaría cuidar de ti- mi mal francés no ayudaba bastante pero mis ojos expresaban toda la sinceridad que a mis palabras les patinaban. Cuidar de ella sería como cuidar de mis hijos y me permitiría sacar mis sentidos maternales a flote.

por **May Délvheen** Lun Oct 22, 2012 8:38 am

Escuche el discurso de Adina sobre como el odio te destroza por dentro y te arruina la vida, el único inconveniente es que a mi ya me había tomado en sus garras, era difícil que ha esas alturas pudiera liberarme, había sido abandonada en dos ocasiones cuando apenas era una niña, arrojada a un rio, vendida a un hombre que quien sabe si me ama… Cuando Adina me abrazo, un torrente de recuerdos me golpeo, Jerarld tomándome entre sus brazos… Eyra cepillándome el cabello, Néphtys, Biél y Elle alguna vez los llame hermanos… En mi mascara sonriente se abrió una brecha como en una presa que es golpeada por el amor maternal que no me procesaban desde los cinco años de edad.
Una única y solitaria lágrima me recorrió la mejilla, sin perder la sonrisa que se me había congelado en los labios. La borre de mi rostro inmediatamente, justo al tiempo que Adina me separaba de su cálido cuerpo, esperando que no se diera cuenta de la ansiedad y tristeza que en aquel momento golpeaba tras mi muro defensivo lista para salir, me distraje ligeramente sobre su comentario, ese Thomas parecía un brujo precavido y la baronesa hablaba de él con cariño.
-A mi…- carraspeé para aclarar la voz que se me cortaba.- me encantaría enseñarte mas, estoy deseando que alguien aparte del maestro vea lo que puedo hacer… seguro que tu no me castigas si no sale perfecto…
Reí para aliviar la pena, rezando en mi interior como jamás lo había hecho “Dios… si estas en alguna parte, si realmente existes, no me dejes volver a amar a una mujer como a una madre… por favor, otra vez no…” Adina acepto ver a Monsieur Pierre, el viejo casero estaría encantado de vender aquella sencilla mansión, el pobre había sufrido mucho con la muerte de su esposa y la perdida de sus abundantes ingresos.
La baronesa cogió mi mano con delicadeza y cariño, como solo una mujer experta en reconfortar a los jóvenes podría hacer, su piel era suave y cálida, un escalofrió me recorrió la espalda, entonces la buena mujer, con las mejores de sus intenciones… me clavo una daga en el corazón, una daga llena de amor y compasión en forma de palabras, las mas sencillas y dolorosas que había soportado jamás “me gustaría cuidar de ti”
Los minutos que siguieron a esa frase pasaron rápidos y confusos, la mascara sonriente se rompió en mil pedazos, mi respiración se agito de tal manera que sentía los pulmones ardiendo, al intentar coger aire mi tráquea se cerraba negando su entrada, el corazón me latía tan deprisa que se podría oír a millas de distancia… me aferre con toda la fuerza que me quedaba a las manos tendidas de Adina.
-No… no puedo… Adina…- intente mascullar una disculpa, pero apenas podía introducir el aire para murmurar, la visión se me nublo, el dulce rostro lleno de preocupación de la baronesa se esfumo y en su lugar aprecio uno mucho mas familiar, lleno de sombras y traición.- Eyra… Eyra… ¡vete! ¡No me toques!... ¡NO ME TOQUES!!!
Con las ultimas fuerzas de mi debilitado cuerpo intente abrir la puerta del carruaje, solo logre posar mi mano en el pomo plateado cuando las rodillas temblorosas me fallaron, caí sobre el asiento que me recogió con un golpe suave, mientras mis ojos se cerraban involuntariamente el seductor y terrible rostro de Eyra se desvanecía…

Sueño...:

por **Adina Meniuc** Miér Oct 24, 2012 6:30 pm

¿Castigarla? Tome aire y luego me mordí el labio ¿En que mundo vivía esa niña? [...] o tal vez ella no tenia la culpa, era yo la que vivía en un mundo totalmente distinto. No sabía si alguien le había dicho alguna vez lo especial que era pero yo tenía la necesidad de gritárselo aunque al final no me hiciese caso. De hecho al mirarla muchas veces la envidia buena sobrecogía mi afectivo corazón. Resultaba que un nuevo deseo se estaba empezando a materializar en mi pensamiento. Quería ser como ella a pesar de que mis genes no me permitían tal beneficio. -Estaría encantada de verte May y aunque no te puedo prometer que no me asuste, si te puedo prometer que estaré ahí aunque tiemble de miedo- era una de las promesas más sinceras que había echo en toda mi vida. La primera había sido jurarle amor a Blaize, la segunda amar a mis hijos por encima de todos los demás y la tercera cuidar de mi familia que incluía a Thomas y a mi querido hermanastro. Pocas promesas verdaderas pero con mucho sentido y sentimientos puestos en ellas para mi.

Espere con paciencia su respuesta a mi propuesta pero poco a poco vi como los gestos de su cara cambiaban. Sabia que la sonrisa no había sido verdadera pero ver como se rompía ante mis ojos dolió tanto o más de lo que me había imaginado. Enseguida me pregunte en mi fuero interior si había echo algo mal y al parecer si, eso había sucedido. Vi ante mis ojos como se quedaba sin aire y como se aferraba luego a mis manos como si estas fueran el salvavidas que pocos tenían la opción de tener. Horrorizada abrí los ojos y la escuche. Pocas palabras me dedico a mi antes de ver como sus ojos se ponían vidriosos y gruesas gotas de sudor corrían por su angelical rostro. Supe que algo le pasaba, algo externo a lo que teníamos, algo que no podía identificar pero que me aterraba más por su bien que por el mío propio -¿May?¿Pequeña?- ¿Eyra?¿Quien era Eyra? Empecé a temblar de miedo sin saber que hacer y quise detener a May antes de que se fuese pero me fue imposible pues se desplomo sobre el asiento en el más ruidoso de los golpes a mi parecer. Caí de rodillas junto a ellas y llame a Constantin a gritos. Mi preocupado hermanastro entro en el carruaje con bastante más rapidez de la que habría esperado y me vio desplomada de rodillas antes el asiento sobre el cual estaba recogida la niña. Mis lágrimas en los ojos tal vez le habían asustado, no estaba del todo segura. Había empezado a llorar en algún punto de aquel momento sin apenas darme cuenta. No quería que nada malo le pasase a May pues me parecía una muchacha demasiado preciosa de carácter y muy triste como para acabar su vida sin haber conocido los placeres que el mundo podía ofrecerle.

-¡Haz algo! ¡Ayúdame!- me estaba empezando a poner histérica. Lo sentía en todo mi ser pero no sabia como evitarlo así que me levante y me eche hacia atrás en el asiento dejando a un preocupado Constantin mirándome como si no me conociese. Me tomo bastante más tiempo del que habría deseado recuperarme pero tras respirar hondo y limpiar mis lagrimas me levante y fui hacia May. La arrastre a mis brazos para que mitad de su cuerpo estuviese apoyado en mi y me senté en la banqueta a la espera -Trae algo de agua fría y si no reacciona en aproximadamente un cuarto de hora por favor hermano ve a buscar a un medico, o a su tutor. No estoy segura que pueda con ello si le pasa algo por mi culpa- aun no estaba del todo segura que era lo que había pasado pero tenia una pesadez sobre mi corazón que no me dejaba respirar tranquila. Sentía en lo más hondo de mi que yo había provocado eso. La mire con dulzura y le acaricie la frente con suavidad mientras empezaba a rezar en mi lengua. Un credo que todos conocían y que pocas veces había salido de mis labios pues no me consideraba la más estricta de las religiosas.

por **May Délvheen** Dom Oct 28, 2012 1:54 pm

Unas gotas frías recorrieron mi frente hasta llegar al cuello, un escalofrió me invadió haciéndome abrir los ojos, Adina y su cochero me miraban desde arriba llenos de preocupación, no conseguía recordar como había acabado tumbada sobre uno de los asientos del carruaje con un paño de agua fría sobre la frente, intente incorporarme pero las fuerzas me fallaron.
Adina movía los labios, pero no podía escuchar nada de lo que decía, intente forzar una sonrisa para tranquilizarla, no me gustaba ver como alguien sufría por mí. En cada pestañeo podía ver el rostro sonriente de Eyra rodeado de fuego y tinieblas, me sentía como cuando de niña me despertaba gritando de mis pesadillas y el maestro me miraba desde la puerta de mi cámara con el rostro plagado de dudas y dolor.
Alcé una mano hacia la baronesa que la recogió inmediatamente, siguió intentando decirme algo pero yo negué con la cabeza, esperaba que entendiese que tenia la cabeza completamente ida, me sentía como si mi alma mirara mi cuerpo desde otro lugar, sin poder oír ni sentir nada.
Entre las brumas que cubrían mis ojos vi como el cochero se apartaba asustado de algún objeto volador que se avanzaba sobre el, ese ser se postro sobre la ventanilla del carruaje mirándome fijamente con unos expectantes ojos de rubí.
-May… ¡levántate!- aquella voz era profunda y masculina… provenía del cuervo que había irrumpido en la escena.
De repente el aire lleno de golpe mis pulmones y le di la bienvenida con un gran suspiro, me incorpore con una sensación de mareo y nauseas, el cuervo aleteo como si quisiera despejarme del entumecimiento que sentían mis músculos, seguía aferrando la mano de Adina como si fuera el ancla que me mantenía en este mundo.
-Adina… ¿que ha pasado?... me siento horriblemente mal, siento haberte asustado, espero no haber causado ningún accidente…
El cuervo grazno con fuerza para que le prestara atención, se posó en mi hombro clavándome con impaciencia las garras, alzo una de sus negras patas y en ella apareció por arte de magia una nota.

-Por todos los demonios… ¡Morise fuera!- empuje al cuervo de mi hombro y me frote la cabeza despeinando mis cabellos.- Adina… es mi maestro, quiere que vuelva de inmediato…
Levantándome como pude puse un pie en la calle, al primer paso tropecé mareada y me agarre de nuevo al carruaje. La vista me nublaba la carretera y apenas veía por donde pisaba, sentía el estomago rugir con ansiedad y unos pinchazos agudos que azotaban mi cabeza.

por **Adina Meniuc** Miér Oct 31, 2012 12:54 pm

Mi gran error había sido creer que podía con aquello yo sola pues cuando las gotas de sudor empezaron a empañar la frente y el rostro de la muchacha una angustia anterior a aquella lleno mi corazón hasta hacerlo rebozar ¿Como no había sido capaz de ver las comparaciones antes? Camil también había muerto entre sueños tormentosos, fiebres y sudores fríos. Mi pobre niño había sufrido sin yo poder hacer nada y parecía que la historia se estaba repitiendo salvo que esta vez en mis brazos tenía a una jovencita crecidita pero no por ello con menos derecho sobre su vida. Me tomo tiempo y otras muchas bocanadas de aire darme cuenta que la historia y el sujeto no eran los mismos, que ella no estaba muriéndose y que yo no iba a actuar otra vez como una mujer rota a pesar de estarlo. Al final empecé a buscar un pañuelo en mis bolsillos mientras ella volví muchas veces y luego caía en la conciencia otras tantas. Al no ser capaz de encontrar lo que buscaba tendí la mano hacia Constantin sin necesidad de expresar mis deseos. Enseguida tuve un pañuelo en mi mano y fui borrando con mucha ternura todos los rastros de sudor de su frente mientras le hablaba al oído como lo que era, una madre cariñosa sin hijos presentes a los que querer -Te vas a poner bien May, deja los sueños atrás, deja las pesadillas y vuelve conmigo- mis susurros de repente se vieron callados por un visitante extranjero, o mejor dicho un cuervo.

Lo mire totalmente estupefacta pues estas no solían ser criaturas sociables y tenerlo al lado me producía mucha inquietud pero en cuanto sus ojos se posaron sobre May supe que no debía de ser un animal normal. Enseguida sentí como la pequeña se agitaba entre mis brazos y cuando quise mirarla ya tenia los ojos muy abiertos y los pulmones llenos de aire -May [...]- quería preguntarle como se encontraba pero mi voz se había perdido en los acontecimientos. Estaba en lo más hondo de mi corazón aterrada aunque mi actitud y mis gestos no expresaban lo mismo. La angustia casi puedo conmigo hasta que la disculpa llego de parte de la pequeña y mi cara demacrada dejo paso a una sonrisa no brillante, sino tímida. -No tienes por qué disculparte May. Todo esto me resulta extraño pero es parte de ti [...]- trague en seco y busque la mano de mi hermano agarrándola fuerte antes de seguir hablando pues necesitaba mi apoyo. La única persona en la que confiaba en las cercanías -Te desmayaste, has estado casi siempre semi consciente. Gritaste el nombre de Eyra y pediste que no te hiriera o algo parecido, la verdad es que no me acuerdo. Luego te desplomaste sobre la banqueta y tuve que cogerte en brazos porque no me fiaba ni de ti misma ni de mi tampoco- gracias a los cielos yo había tenido el apoyo incondicional de aquel cuyo amor era de igual manera, puro.

El cuervo gazno y tanto yo como mi hermano nos fijamos en el. No tardo en posarse en el hombro de May y hacer señales hacia lo que parecía ser una nota. Apreté la mano de mi hermano algo más temerosa y tras su leve apretón supe que estaba a mi lado. A Constantin ese mundo no se le hacia tan desconocido como a mi pero al ser Cristiano Ortodoxo practicante el opinaba que la brujería y todo lo que hacían incluso los gitanos estaba mal. Sabia que el deseaba de algún modo que eso no me tocase pero había tantos seres extraños ahí fuera como mujeres rotas de dolor al igual que yo -Adina… es mi maestro, quiere que vuelva de inmediato…- cuando escuche esas palabras no reaccione de inmediato. Me tomo tiempo y un poco más de fuerza para luego soltar la mano de Constantin y mirar a May seria ¿De verdad quería dejarla con ese hombre? No parecía ser el mejor de todos los hombres, y tampoco parecía que su brujería fuese buena e inofensiva pero no lo exprese en voz alta. De hecho me calle incluso cuando May se bajo pero en cuando tropezó y se agarró al carruaje Constantin la ayudo apoyándola en él como el buen padre que siempre había sido. -Sube al carruaje May, te voy a llevar yo- mi voz ya no tenia el toque tan amable de antes pero mientras la niña subía sopese el peso de mis palabras antes de que Constantin cerrara la puerta del carruaje -La propuesta sigue en pie May. En cuanto tenga la casa habrá una habitación para ti porque me gustaría cuidar de ti aunque tu no te dejes- me pase la mano por el pelo ya revuelto y luego mire sus ojos celestes -¿Es buena persona tu maestro? Porque no me lo parece y sinceramente tengo miedo por ti- no sabia el efecto que podían tener esas simples palabras pero tampoco me pare a pensarlo.

por **May Délvheen** Mar Nov 06, 2012 8:09 am

Morise aleteaba soltando plumas brillantes y negras alrededor del cochero de la baronesa que tan amablemente me había vuelto a sentar en el carruaje, Adina ordeno con tono imperativo por primera vez desde que la había conocido, la preocupación llega de muchas formas distintas.
El cuervo volvió a posarse sobre mi hombro con molesta insistencia, acariciándole la cabeza para tranquilizarle un silencio incomodo se formo dentro del carruaje de seda roja, solo fue interrumpido por el sonido del cochero subiendo a la banqueta de madera desde donde se manejaban los corceles. Mi baúl botánico seguía sobre el suelo, nunca pensé que salir a recoger algunos ingredientes me llevaría a una aventura tan extraña y que una desconocida se convertiría en la persona que mas profundo había llegado en diez años.
Adina insistió en su proposición de querer cuidarse de mi, por un momento sentí que el corazón me daba otro vuelco, pero conseguí controlarme, por aquella noche ya había tenido suficientes sustos.
-No es que no me deje…- me retorcí los pliegues del vestido que me habían prestado con nerviosismo.- es difícil para mi… confiar, sobretodo en una mujer.
En estos diez años de vida solo me había relacionado con el maestro, y el servicio se componía mayormente de hombres y autómatas mágicos que no poseían sentimientos ni vida propia, era todo algo solitario, pero me acostumbre, era la única manera de seguir adelante. Era lo mas lógico, tarde o temprano preguntaría por el maestro, él se guardaba celosamente de los desconocidos y siempre me advertía sobre comentar nada fuera de su circulo privado, como ya era costumbre le desobedecí.
-El maestro Zhepyr… es estricto, duro, exigente y recto. Siempre me ha proporcionado todo lo que necesito, una hermosa mansión en la que vivir, toda la ropa que quisiera, los mas exquisitos manjares, los caprichos que deseara están a mi alcance… pero nada mas lejos que eso…
Esperaba que Adina entendiera a donde quería ir a parar, en todo el tiempo que había estada bajo la protección de Zhepyr jamás me dio lo mas básico en una relación proximidad, confianza, cariño… nada de eso salía del austero brujo.
El carruaje ya se movía desde hacia unos minutos, con un traqueteo rítmico, pasamos algunas grandes mansiones, luego un tramo de jardín sin edificar, a unos metros se alzaba sombría y majestuosa la mansión Asrhan. Le indique a la baronesa que estábamos llegando, ella golpeo dos veces el techo del vehículo y paramos en seco delante del gran portón.

Mansión Asrhan:

-Gracias por todo…- cogí las manos de la mujer con fuerza.- de verdad, espero que nos veamos muy pronto, no te prives de venir cuando quieras, y escríbeme para que concertemos una cita con Monsieur Pierre…

por **Adina Meniuc** Miér Nov 21, 2012 1:11 pm

Cuando aquellas palabras salieron de la boca de la dulce May algo se rompió dentro de mi ¿Por qué dolía tanto? No estaba del todo segura pero no hable, al menos por unos momentos mientras dejaba mi vista perderse entre las ostentosas mansiones de las cuales íbamos pasando con rapidez –En algún momento tendrás que volver a confiar en las personas May. En algún momento una mujer maternal llegara a tu corazón con su cariño como debe ser aunque yo por el momento no sea esa– le susurré antes de volver mi vista hacia ella. Alargue la mano y le quite los mechones de pelo de la cara para luego acariciarle la mejilla y por ultimo levantar su mentón con mi dedo índice –Yo también prometí una vez que no iba a volver a confiar en la palabra de un hombre. Cuando mi padre me encerró en el decoro y los remilgados modales creí que me volvería loca. No soy fina, tampoco soy una verdadera dama, solo soy una mujer deseosa de que la tomen en cuenta. Pero el día en el que conocí a mi difunto marido volví a creer en la palabra de un hombre no como amante sino como amigo y fiel compañero– mi mirada esta vez era más serena que todas las veces anteriores. Por primera vez entendí que no era mi culpa que ella no quisiese acercarse sino que era su desconfianza la que la tenia tan alejada del cariño de las personas. Tenia que pasar por aquello ella sola para luego poder volver a confiar en las personas y estaba segura de que en un futuro no muy lejano lo iba a hacer. Se la veía una chica especialmente brillante.

–Con mis más sinceras disculpas tú maestro parece un tirano May. Estoy segura de que es el típico hombre que tiene que tener todo controlado, hasta la última pizca de su tiempo tiene que estar medida con precisión ¿O me equivoco? ¿A caso no pega gritos cuanto algo no le conviene? ¿No mancha el nombre del señor nuestro “padre” con su ira? ¿O acaso es demasiado despiadado incluso para enseñar un sentimiento de ira? Que los cielos te protejan niña porque he conocido muchos hombres así. He estado toda mi vida rodeada de ellos hasta la llegada de mi marido aunque he sobrevivido. Tú maestro seguramente no te puede dar lo que tu necesitas. Amor, comprensión y consuelo pero a pesar de que no confíes plenamente en mi las ofertas siguen en pie para ti– el discurso salió de mis labios sin yo poderlo evitar. Al final cuando mi mirada se cruzo otra vez con ahora una tormentosa May le cogí la mano y se la bese. Ya habíamos llegado a la mansión que para mi desgracia era preciosa a pesar de que aun no estaba del todo segura de si podía dejar a May e irme tranquila con ello ¿Y si su maestro se enfadaba demasiado? Me mordí el labio y di un toque en la pared del carruaje para que Constantin nos ayudase.

Mi precioso hermano enseguida apareció y abrió la puerta del carruaje con demasiada reverencia. Aunque parecía muy sereno yo sabía que estaba tan inquieto como yo. Al final con toda la fuerza de voluntad tuve que poner mi mano sobre la suya y reconfortarle mientras esperábamos a May –Tú hogar mi querida May aguarda– estaba decidida a dejar correr todo lo que habíamos hablado hasta que me cogió de las dos manos juntas y me dedico unas preciosas palabras. Mis ojos se empeñaron con las lágrimas que no querían rodar sobre mi mejilla y le sonreí con una sincera sonrisa –Gracias a ti pequeña. Eres un soplo de aire fresco entre todo el polvo de París. Te escribiré y encantada quedaré contigo y con ese señor tuyo que conoces. Ve ahora, cena bien, duerme descansa y cuando tengas la cabeza más fresca recibirás una nota mía. Te voy a llamar a mi encuentro porque no pienso perder el precioso contacto que he hecho contigo en tan poco tiempo de mi estancia en Paris– solté sus manos y señale a Constantin que aun estaba en la puerta mirándonos a las dos con un muy mal disimulado interés –Mi cochero te va a acompañar hasta la puerta. Quiere estar seguro de que llegas bien y para decir verdad yo también así que ve con el pequeña– me incline sobre el asiento y pegue mis labios con un beso dulce en la frente antes de que dijese otra cosa o se fuese. Sentía que separarme de ella se me hacia muy duro aunque solo hacia poco nosotras nos conocíamos

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