AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Otra vuelta de tuerca (Libre)
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Otra vuelta de tuerca (Libre)
Imogen, no era Imogen aquella noche. Cuando entreabrió los párpados despertando en una oscura habitación, los ojos de Imogen se abrieron, pero quien despertó con el canto de las cigarras, fue el ente que se desentumecía dentro de ella y gesticulaba en su rostro una mueca de satisfacción. Dos vidas en un mismo cuerpo. El intruso que manejaba como un titiritero cada una de sus reacciones y de sus pensamientos, se incorporó de su lecho, crujió el cuello de un lado a otro y se acomodó con mayor placidez en el cuerpo prestado de la inexpresiva joven. Todo lo que hiciese aquel extraño, no dependería de ella. Imogen se había desvanecido igual que el agua se transforma en vapor, producto de la calina de un difunto que arde en la hoguera.
El fantasma bajó hasta el primer piso de la casa de los Østergård. Sólo se detuvo al final de la escalera frente a un espejo e inmediatamente después, se lamentó de escoger a un recipiente de tan escaso tamaño. Al mirarse, el camisón de encaje aturquesado le ridiculizaba como varón. Es más, el camisón era una minucia, una jodida mierda comparada con el hecho de ser una niña de 16 años escuálida -Hmmm...- murmuró disgustado con el mismo tono de voz que Imogen emitiría al descubrir sobre la mesa el guiso de la criada, cocinado por una negra con sus manos de negra y que habría de comerse sin queja alguna.
Compartían ciertas similitudes. El extraño inquilino era una sombra que recorría la casa en silencio. Se dirigió a la cocina y abrió uno de los cajones observando la cubertería de plata. No le importaba su valor, si no cuan doloroso fuese utilizarla. Deslizó un dedo por el filo de los tenedores y se cortó sin querer con la punta de un cuchillo. La sangre comenzó a brotar en una burbuja perfecta que hizo desaparecer tras chuparse el dedo y encontrando más productivo el trinchante de la repisa. ¿El trinchante? ¿Estás seguro? Mucho mejor el hacha del jardín. Asintió pasivo cerrando lentamente el cajón tal y como lo encontró. Salió al exterior con los pies descalzos atravesando el huerto de Imogen y dejando un sendero de huellas como prueba del crimen. La joven se enfadaría a la mañana siguiente al descubrirlo así y no descansaría hasta encontrar al culpable que destrozó por completo su cosecha. Sin embargo, lo que nos atañe y acontece es, que empuñando el hacha con la fuerza de tan sólo 16 años, dejó atrás la casa de los Østergård y arrastró el arma por todo el pavimento de la calle. Su caminar era pesado. El sonido del hierro contra las numerosas baldosas se hacía insoportable y cansino. Una perorata eterna sin principio ni fin. El hacha destilaba chispas, rayaba la pizarra y dejaba una línea blanca e imborrable tras los pasos de Imogen. ¿Adonde iría el extraño? No lo sabía, ella no podía saberlo, no era capaz de verlo. Los médicos diagnosticaron 'sonambulismo.' Era la explicación más razonable que habían encontrado.
Cada vez más desfallecido pero sin abandonarse pese a la carga que arrastraba, no sólo por llevar prácticamente a cuestas un hacha, si no por el asunto pendiente que debía zanjar, tiraba del arma cada vez más irritado al entender que aún le quedaba un largo camino. Se preguntaba cómo sostener aquel regalo en alto llegado el momento, su preciado momento, para entregárselo en mano a un viejo amigo. Los callejones se hacían estrechos y las luces sólo alcanzaban a desfigurar una sonrisa indescriptible. La sonrisa de la Gioconda. Pese a la cantidad de años que habían transcurrido, el inquilino reconoció cada esquina y piedra del sendero, cada rata, como si siempre hubiesen sido las mismas correteando entre sus piernas, que no eran las suyas, si no las de Imogen. Y cuando localizó una pequeña mancha junto a una enmohecida puerta cuya madera se la comió el tiempo, aporreó la entrada con el mango del hacha esperando a que el dueño de la casa le dejase entrar.
-¡Quién llama a estas horas!- preguntó sin abrir si quiera la puerta -Estoy buscando a mi madre, monsieur... Temo haberme perdido- respondió preocupada -¿Os importaría dejarme entrar hasta que amanezca, por favor?- levantó el hacha esperando la invitación como agua de Mayo -Está bien, está bien... Pero no armes jaleo- No le prometía nada, más siendo la sangre tan terriblemente escandalosa. -No queremos jaleos...- Y al abrirse la puerta, el hacha se precipitó sin avisar contra el cráneo de aquel desconocido para Imogen, traspasó su córtex cerebral y se quedó clavada en el mismo sitio que había imaginado tantas veces, mientras éste caía de rodillas y la sangre se deslizaba amarga por su rostro. La expresión de pavor congelada en el fondo de un ojo.
El fantasma bajó hasta el primer piso de la casa de los Østergård. Sólo se detuvo al final de la escalera frente a un espejo e inmediatamente después, se lamentó de escoger a un recipiente de tan escaso tamaño. Al mirarse, el camisón de encaje aturquesado le ridiculizaba como varón. Es más, el camisón era una minucia, una jodida mierda comparada con el hecho de ser una niña de 16 años escuálida -Hmmm...- murmuró disgustado con el mismo tono de voz que Imogen emitiría al descubrir sobre la mesa el guiso de la criada, cocinado por una negra con sus manos de negra y que habría de comerse sin queja alguna.
Compartían ciertas similitudes. El extraño inquilino era una sombra que recorría la casa en silencio. Se dirigió a la cocina y abrió uno de los cajones observando la cubertería de plata. No le importaba su valor, si no cuan doloroso fuese utilizarla. Deslizó un dedo por el filo de los tenedores y se cortó sin querer con la punta de un cuchillo. La sangre comenzó a brotar en una burbuja perfecta que hizo desaparecer tras chuparse el dedo y encontrando más productivo el trinchante de la repisa. ¿El trinchante? ¿Estás seguro? Mucho mejor el hacha del jardín. Asintió pasivo cerrando lentamente el cajón tal y como lo encontró. Salió al exterior con los pies descalzos atravesando el huerto de Imogen y dejando un sendero de huellas como prueba del crimen. La joven se enfadaría a la mañana siguiente al descubrirlo así y no descansaría hasta encontrar al culpable que destrozó por completo su cosecha. Sin embargo, lo que nos atañe y acontece es, que empuñando el hacha con la fuerza de tan sólo 16 años, dejó atrás la casa de los Østergård y arrastró el arma por todo el pavimento de la calle. Su caminar era pesado. El sonido del hierro contra las numerosas baldosas se hacía insoportable y cansino. Una perorata eterna sin principio ni fin. El hacha destilaba chispas, rayaba la pizarra y dejaba una línea blanca e imborrable tras los pasos de Imogen. ¿Adonde iría el extraño? No lo sabía, ella no podía saberlo, no era capaz de verlo. Los médicos diagnosticaron 'sonambulismo.' Era la explicación más razonable que habían encontrado.
Cada vez más desfallecido pero sin abandonarse pese a la carga que arrastraba, no sólo por llevar prácticamente a cuestas un hacha, si no por el asunto pendiente que debía zanjar, tiraba del arma cada vez más irritado al entender que aún le quedaba un largo camino. Se preguntaba cómo sostener aquel regalo en alto llegado el momento, su preciado momento, para entregárselo en mano a un viejo amigo. Los callejones se hacían estrechos y las luces sólo alcanzaban a desfigurar una sonrisa indescriptible. La sonrisa de la Gioconda. Pese a la cantidad de años que habían transcurrido, el inquilino reconoció cada esquina y piedra del sendero, cada rata, como si siempre hubiesen sido las mismas correteando entre sus piernas, que no eran las suyas, si no las de Imogen. Y cuando localizó una pequeña mancha junto a una enmohecida puerta cuya madera se la comió el tiempo, aporreó la entrada con el mango del hacha esperando a que el dueño de la casa le dejase entrar.
-¡Quién llama a estas horas!- preguntó sin abrir si quiera la puerta -Estoy buscando a mi madre, monsieur... Temo haberme perdido- respondió preocupada -¿Os importaría dejarme entrar hasta que amanezca, por favor?- levantó el hacha esperando la invitación como agua de Mayo -Está bien, está bien... Pero no armes jaleo- No le prometía nada, más siendo la sangre tan terriblemente escandalosa. -No queremos jaleos...- Y al abrirse la puerta, el hacha se precipitó sin avisar contra el cráneo de aquel desconocido para Imogen, traspasó su córtex cerebral y se quedó clavada en el mismo sitio que había imaginado tantas veces, mientras éste caía de rodillas y la sangre se deslizaba amarga por su rostro. La expresión de pavor congelada en el fondo de un ojo.
Imogen Østergård2- Humano Clase Alta
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Re: Otra vuelta de tuerca (Libre)
Estaba convencido de que encontraría el vampiro aquella noche rondando por los callejones, pero pareció que su información sobre la ubicación del monstruo era errónea o bien aquella noche había decidido ir a cazar a otro lugar. Iba caminando solitario y en silenció por los callejones oscuros y húmedos de parís, sus pasos eran cortos y pausados para no perder ningún detalle de todo lo que ocurría a su alrededor. Corpulento como era y vestido con sus oscuros ropajes estremecía a cualquiera que se cruzara en su camino y más en aquellas horas. Aquellos que lo conocían nunca llegarían a imaginárselo en aquel lugar y con aquella indumentaria. Llevaba su hacha de plata fuertemente sujetada en su mano derecha y escondida entre las telas de su abrigo largo de cuero negro, preparado para desenfundarla si fuera necesario. Las horas empezaban a pasar lentas y pesadas para el cazador que vagaba entre los callejones esperando alguna pista o señal que lo llevará hacía su víctima u otro vampiro, daba igual cual fuera, no soportaría irse a dormir sin haber dado caza a ninguno de ellos. Aquella situación empezaba a incomodarle, sentía que perdía su tiempo, se le paso por la cabeza de ir a un burdel para calmar su ansiedad si la cosa no se animaba un poco.
Paró de caminar al escuchar el roce de algo pesado contra el suelo, alguien se acercaba lentamente hacía donde se encontraba, y parecía que iba arrastrando algo pesado. Rápidamente se escondió entre las sombras esperando intrigado ver que o quien era que se acercaba y que era lo que arrastraba con tanto pesar. Quedó sin aliento al ver una niña arrastrando un hacha, andaba como si fuera un alma sin rumbo. Paso por delante del cazador sin percatarse de su presencia, parecía ida o incluso sonámbula, con la mirada perdida hacía ninguna parte. Era algo escalofriante y perturbador incluso para él.
Cuando le saco unos metros empezó a seguirla sin intención de despertarla de su ensimismamiento. Estaba intrigado para saber el rumbo de la muchacha, pensó en la posibilidad de que estuviera maldita, en ocasiones había escuchado hablar sobre la existencia de brujas. De pronto la niña se detuvo delante la puerta de un piso y la golpeo hasta que salió un hombre a abrirla. Se le helo la sangre y se le pusieron los pelos de punta al ver lo que paso a continuación. Algo poco habitual en él a pesar de todo lo que se había llegado a encontrar en tantos años. Aquello le pareció realmente horripilante y macabro, una niña abriéndole el cráneo a un hombre con una hacha, sorprendente, enigmático y aterrador a la vez… extraordinario.
El hombre cayó al suelo aún con el hacha clavado a su cráneo y la sangre empezó a correr entre las baldosas como un riachuelo. Entonces los pasos y risas de lo que parecía un grupo de borrachos se acercaba hacía nosotros. La niña no parecía ser consciente de lo que estaba ocurriendo, si la descubrían allí... no quería imaginar lo que harían con ella las fuerzas cristianas del orden. Salí rápidamente de mi escondite y la agarre tapándole la boca con una mano por si chillaba a causa de la sorpresa. Entonces me escondí rápidamente en una calle cerrada arrastrándola conmigo hacía la oscuridad ya que no me daba tiempo de huir mucho mas lejos, estaban demasiado cerca de la escena del crimen y si no cambiaban de dirección pronto podrían ver el cuerpo.
Paró de caminar al escuchar el roce de algo pesado contra el suelo, alguien se acercaba lentamente hacía donde se encontraba, y parecía que iba arrastrando algo pesado. Rápidamente se escondió entre las sombras esperando intrigado ver que o quien era que se acercaba y que era lo que arrastraba con tanto pesar. Quedó sin aliento al ver una niña arrastrando un hacha, andaba como si fuera un alma sin rumbo. Paso por delante del cazador sin percatarse de su presencia, parecía ida o incluso sonámbula, con la mirada perdida hacía ninguna parte. Era algo escalofriante y perturbador incluso para él.
Cuando le saco unos metros empezó a seguirla sin intención de despertarla de su ensimismamiento. Estaba intrigado para saber el rumbo de la muchacha, pensó en la posibilidad de que estuviera maldita, en ocasiones había escuchado hablar sobre la existencia de brujas. De pronto la niña se detuvo delante la puerta de un piso y la golpeo hasta que salió un hombre a abrirla. Se le helo la sangre y se le pusieron los pelos de punta al ver lo que paso a continuación. Algo poco habitual en él a pesar de todo lo que se había llegado a encontrar en tantos años. Aquello le pareció realmente horripilante y macabro, una niña abriéndole el cráneo a un hombre con una hacha, sorprendente, enigmático y aterrador a la vez… extraordinario.
El hombre cayó al suelo aún con el hacha clavado a su cráneo y la sangre empezó a correr entre las baldosas como un riachuelo. Entonces los pasos y risas de lo que parecía un grupo de borrachos se acercaba hacía nosotros. La niña no parecía ser consciente de lo que estaba ocurriendo, si la descubrían allí... no quería imaginar lo que harían con ella las fuerzas cristianas del orden. Salí rápidamente de mi escondite y la agarre tapándole la boca con una mano por si chillaba a causa de la sorpresa. Entonces me escondí rápidamente en una calle cerrada arrastrándola conmigo hacía la oscuridad ya que no me daba tiempo de huir mucho mas lejos, estaban demasiado cerca de la escena del crimen y si no cambiaban de dirección pronto podrían ver el cuerpo.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: Otra vuelta de tuerca (Libre)
El huésped instalado en la espina dorsal de Imogen, se llamaba Steve Toumi, y a Steve, le desagradaba en grado sumo ver fracasadas sus confabulaciones. Muerto en un bosque de París en el verano de 1798, inmiscuido en una vida de corrupción y de traiciones por boca y mano de sus violentos compañeros, los restos del difunto se hacinaban en el fondo de una zanja, entre otros desperdicios. Era propietario de un matadero. Cuando enterraron sus restos en la zanja, también arrojaron junto a éstos, las cabezas sobrantes de los cerdos que fueron descuartizados en el recinto. Y teniendo en cuenta el hedor que alcanza un cerdo en vida, la pestilencia del animal, el olor de su sangre, el cerumen de sus orejas, el corte del cuello cauterizado por una hoja al rojo vivo, el tocino rodeado de moscas... es evidente que un cerdo muerto huele aún peor. La decisión de enterrarle de tales formas se le ocurrió a su mano derecha, el hombre al que se le había caído un hacha encima hacia escasos segundos. Y el día que Steven Toumi desapareció de la tierra, nos hizo un favor todos.
Guardaos de los muertos... les habría aconsejado si sus conocimientos sobre el más allá hubiesen sido enfocados con mayor amplitud, además de considerarle de buena persona, dado el caso, que gasta un mínimo de saliva en advertirles que se preparen. Pero Steve no era una buena persona. Steve era un cabrón sin escrúpulos y sus compañeros, uno tras otro caerían como fichas de dominó. Cada uno de ellos sería testigo de sus brutalidades y no escatimaría en gastos ni en gustos. Si habían cantado victoria como muchachitos en un partido de cricket, no tenían ni la más remota idea de hasta donde alcanzaba a llegar la cólera de un espectro, menos de un espectro como Steve y aún menos eran conscientes de lo que les deparaba. La terrible venganza, no había hecho más que empezar y únicamente dejaría libre el cuerpo de Imogen cuando terminase.
Demasiado perdido en su sed de vendetta, no se le ocurrió pensar que posiblemente los callejones no estaban tan desolados como aparentaban y aún menos reparó en el desconocido que seguía sus pasos. Normalmente era Imogen, quien caminaba tras los demás en completo silencio. Pasaba desapercibida y bien podían confundirla con el florero que adornaba la estancia. Sin embargo, en un callejón, existían pocos elementos con los cuales confundir a la muchacha y el desconocido, actuando por sorpresa y para estupor del huésped, atrapó a la joven y arrastró su cuerpo hasta una nueva calle. Steve, se indignó al verse incapaz de vocalizar palabra. La mano de su captor, le impedía mover los labios y comenzó a respirar agitadamente contra los dedos del extraño y realmente trató de librarse empleando todas sus fuerzas o en su defecto, las escasas fuerzas que le permitía Imogen. Prácticamente hiperventilando, las respiraciones podían haber agotado el oído de cualquiera reproduciendo una partitura respiratoria angustiosa y desesperada, que Steve había escuchado en tiempos pasados de boca de otros.
Incómodo, intentó zafarse y al mover la cabeza, la presión que ejercía el pecho del extraño contra ella, le provocó tirones. Salvaje completamente, le importaba poco quedarse sin un sólo pelo, al fin y al cabo era el precioso cabello de Imogen, y no el suyo. Y mientras sus energías se desgastaban en vano, se preguntó que diantres pretendían secuestrándole. Fue lo primero que pensó al verse apresado al mismo tiempo que maldecía su mala suerte. Si su intención era violar a la joven, a Steve le habría parecido espléndido, incluso le habría aplaudido, pero en el caso de ser un espectador y no la víctima. No sabía cuánto podría aguantar en el interior de la niña y tampoco sabía qué consecuencias acarrearía apropiarse de dicha criatura.
Por si no fuera suficiente, su olfato detectó el hedor nauseabundo de la muerte, un olor que cobraba protagonismo cada vez más cercano. Al principio creyó que emanaba del callejón, después creyó que provenía de los ropajes de su captor, que quizás pisó una rata o un vómito. Pero era tan familiar para él, tan escandalosamente familiar, que terminó dándose cuenta de a quién pertenecía. Eres tú. Giró el rostro olisqueándose los cabellos con la movilidad permitida y el hedor del huésped volvió la piel de Imogen del color de la piedra.
Si no fuera por el grito que escuchó al cabo de unos segundos, un gritó que le hizo entender que alguien había descubierto el cadáver, habría continuado la difícil tarea de librarse de su opresor. Se detuvo y esperó en silencio. Los perfiles oscuros de un puñado de borrachos se perfilaban en uno de los muros. Salieron corriendo, como huyendo de Sombragris.
Guardaos de los muertos... les habría aconsejado si sus conocimientos sobre el más allá hubiesen sido enfocados con mayor amplitud, además de considerarle de buena persona, dado el caso, que gasta un mínimo de saliva en advertirles que se preparen. Pero Steve no era una buena persona. Steve era un cabrón sin escrúpulos y sus compañeros, uno tras otro caerían como fichas de dominó. Cada uno de ellos sería testigo de sus brutalidades y no escatimaría en gastos ni en gustos. Si habían cantado victoria como muchachitos en un partido de cricket, no tenían ni la más remota idea de hasta donde alcanzaba a llegar la cólera de un espectro, menos de un espectro como Steve y aún menos eran conscientes de lo que les deparaba. La terrible venganza, no había hecho más que empezar y únicamente dejaría libre el cuerpo de Imogen cuando terminase.
Demasiado perdido en su sed de vendetta, no se le ocurrió pensar que posiblemente los callejones no estaban tan desolados como aparentaban y aún menos reparó en el desconocido que seguía sus pasos. Normalmente era Imogen, quien caminaba tras los demás en completo silencio. Pasaba desapercibida y bien podían confundirla con el florero que adornaba la estancia. Sin embargo, en un callejón, existían pocos elementos con los cuales confundir a la muchacha y el desconocido, actuando por sorpresa y para estupor del huésped, atrapó a la joven y arrastró su cuerpo hasta una nueva calle. Steve, se indignó al verse incapaz de vocalizar palabra. La mano de su captor, le impedía mover los labios y comenzó a respirar agitadamente contra los dedos del extraño y realmente trató de librarse empleando todas sus fuerzas o en su defecto, las escasas fuerzas que le permitía Imogen. Prácticamente hiperventilando, las respiraciones podían haber agotado el oído de cualquiera reproduciendo una partitura respiratoria angustiosa y desesperada, que Steve había escuchado en tiempos pasados de boca de otros.
Incómodo, intentó zafarse y al mover la cabeza, la presión que ejercía el pecho del extraño contra ella, le provocó tirones. Salvaje completamente, le importaba poco quedarse sin un sólo pelo, al fin y al cabo era el precioso cabello de Imogen, y no el suyo. Y mientras sus energías se desgastaban en vano, se preguntó que diantres pretendían secuestrándole. Fue lo primero que pensó al verse apresado al mismo tiempo que maldecía su mala suerte. Si su intención era violar a la joven, a Steve le habría parecido espléndido, incluso le habría aplaudido, pero en el caso de ser un espectador y no la víctima. No sabía cuánto podría aguantar en el interior de la niña y tampoco sabía qué consecuencias acarrearía apropiarse de dicha criatura.
Por si no fuera suficiente, su olfato detectó el hedor nauseabundo de la muerte, un olor que cobraba protagonismo cada vez más cercano. Al principio creyó que emanaba del callejón, después creyó que provenía de los ropajes de su captor, que quizás pisó una rata o un vómito. Pero era tan familiar para él, tan escandalosamente familiar, que terminó dándose cuenta de a quién pertenecía. Eres tú. Giró el rostro olisqueándose los cabellos con la movilidad permitida y el hedor del huésped volvió la piel de Imogen del color de la piedra.
Si no fuera por el grito que escuchó al cabo de unos segundos, un gritó que le hizo entender que alguien había descubierto el cadáver, habría continuado la difícil tarea de librarse de su opresor. Se detuvo y esperó en silencio. Los perfiles oscuros de un puñado de borrachos se perfilaban en uno de los muros. Salieron corriendo, como huyendo de Sombragris.
- Spoiler:
- Gracias por escribirme :cheers:
Imogen Østergård2- Humano Clase Alta
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Re: Otra vuelta de tuerca (Libre)
Con una mano le bastaba para mantenerla quieta, podía notar como intentaba zafarse de él pero con tan solo emplear un poco más de fuerza le bastó para que no se escapara. Era increíble que hubiera podido levantar aquella hacha ella sola. Su cabeza no paraba de dar vueltas preguntándose qué razones tendría para asesinar a alguien y más siendo una niña. Su pelo olía a champú y sus ropas eran limpias y de buena calidad cosa que le daba a entender que era de buena familia. No se le ocurría que tipo de relación habría llevado con aquel desgraciado para terminar clavándole un hacha en el cráneo. En general nada tenía lógica.
De pronto ella se quedo quieta al escuchar un grito de alguno de los borrachos que habría descubierto el cadáver. Esperó él también en silenció ver cuál sería la reacción de estos, que finalmente se alejaron asustados. Soltó a la joven bruscamente, acto seguido se alejo de ella para asomar la cabeza por el callejón principal y verificar si ya podían irse lejos de la escena del crimen, antes de que se les ocurriera regresar con la compañía de la policía.
Giró medio cuerpo contemplando a la joven que ahora lo observaba con unos ojos que parecían no ser suyos. En otra situación Till ya se abría ido, incluso ni siquiera la abría ayudado, no se caracterizaba por ser un salvador sino todo el contrario. Su locura provocada por el asesinato de su mujer, no le dejaba ver más allá de su particular venganza contra todos aquellos que tuvieran colmillos... y en general también con todo aquel que le molestara de alguna u otra forma. No tenia ningún respeto por la vida, ni siquiera por la suya. La resta del mundo para él solo eran sombras moviéndose a su alrededor que no le despertaban ningún tipo de interés ni sentimiento. Esto le convertía en un desalmado y en un hombre frio sin escrúpulos. Pero aquella inquietante niña le llamo la atención por completo, no tenía ninguna intención de dejarla ir, al menos hasta el momento.
- Yo de ti no me quedaría aquí niña, te recomiendo que vengas conmigo y salgamos de aquí.- Dijo observando a la niña algo inquieto al ver que en su rostro no mostraba tampoco ningún sentinimiento ni si quiera de miedo después de todo...
-¿quien eres?.- preguntó al fin intentando percibir alguna señal de racionalidad en sus ojos
De pronto ella se quedo quieta al escuchar un grito de alguno de los borrachos que habría descubierto el cadáver. Esperó él también en silenció ver cuál sería la reacción de estos, que finalmente se alejaron asustados. Soltó a la joven bruscamente, acto seguido se alejo de ella para asomar la cabeza por el callejón principal y verificar si ya podían irse lejos de la escena del crimen, antes de que se les ocurriera regresar con la compañía de la policía.
Giró medio cuerpo contemplando a la joven que ahora lo observaba con unos ojos que parecían no ser suyos. En otra situación Till ya se abría ido, incluso ni siquiera la abría ayudado, no se caracterizaba por ser un salvador sino todo el contrario. Su locura provocada por el asesinato de su mujer, no le dejaba ver más allá de su particular venganza contra todos aquellos que tuvieran colmillos... y en general también con todo aquel que le molestara de alguna u otra forma. No tenia ningún respeto por la vida, ni siquiera por la suya. La resta del mundo para él solo eran sombras moviéndose a su alrededor que no le despertaban ningún tipo de interés ni sentimiento. Esto le convertía en un desalmado y en un hombre frio sin escrúpulos. Pero aquella inquietante niña le llamo la atención por completo, no tenía ninguna intención de dejarla ir, al menos hasta el momento.
- Yo de ti no me quedaría aquí niña, te recomiendo que vengas conmigo y salgamos de aquí.- Dijo observando a la niña algo inquieto al ver que en su rostro no mostraba tampoco ningún sentinimiento ni si quiera de miedo después de todo...
-¿quien eres?.- preguntó al fin intentando percibir alguna señal de racionalidad en sus ojos
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: Otra vuelta de tuerca (Libre)
Steve no iría a ninguna parte. Debía encontrar a su última víctima para descansar en paz. Intuyó la forma de un arma reluciente bajo el abrigo del caballero en el ínterin. Y aunque el desconocido hizo que perdiese unos minutos preciosos, vio algo en él, algo distinto que sólo un asesino reconoce en los ojos de otro. Era obvio su buen hacer, sus intentos por ayudar a Imogen. Una locura, así decidió describirlo.
Y el olor. Los cuerpos viscosos de los gusanos emularon cerebros, la espiral giraba para Imogen en el fondo de su estómago, parásitos sanguinolentos en un plato de espaguetis y parásitos podridos en el interior de una zanja. Insoportable hedor. Tuvo que retirarse excusándose con un dedo, tan solo fueron unos pasos, lo justo para darse la vuelta. Apoyó una mano en la superficie del muro conteniéndose hasta el final y cuando no pudo más, procedió a vomitar. "Ahora se lo que has cenado..." Pensó Steve recuperando el aliento. Parecía una niña anciana medio encorvada, de mirada siniestra, la edad era lo más aparente porque Steve tenía 40 años, se limpió con el dorso de la muñeca y acercándose pausadamente hacia el desconocido, como si aun arrastrase un hacha, murmuró -Atiende, caballerete- gesticulando únicamente con un extremo del labio, como si la mitad de la cara se hallase despierta y la otra mitad sufriese un rictus interruptus -ni tú ni yo vamos a entendernos ésta noche, y no me apetece iniciar un debate donde no lleguemos a ninguna conclusión, salvo a que tú eres "tal" y yo soy "aquel"- La voz de Imogen siempre había sido más grave de lo habitual y no dulce y melódica como la voz del resto de las niñas, pero ahora, aparte de ser grave, sonaba ronca y cascada -Nada de lo que diga tendrá lógica para ti, lo único que cuadra es el hacha que ocultas bajo el abrigo- Si el caballero se ofrecía a socorrerla, que lo hiciese bien y no simplemente sacándola del callejón, que no le solucionaba nada a Steve -Se parece mucho al mío- Utilizó una única comisura para sonreír de medio lado e inmediatamente después endurece el rostro -Y como no tengo ningún tipo de apego hacia él, si me prestas tu arma y es lo suficientemente afilada, no notaré la diferencia a la hora de empuñarlo. Al fin y al cabo, el efecto será el mismo ¿No crees?
Y el olor. Los cuerpos viscosos de los gusanos emularon cerebros, la espiral giraba para Imogen en el fondo de su estómago, parásitos sanguinolentos en un plato de espaguetis y parásitos podridos en el interior de una zanja. Insoportable hedor. Tuvo que retirarse excusándose con un dedo, tan solo fueron unos pasos, lo justo para darse la vuelta. Apoyó una mano en la superficie del muro conteniéndose hasta el final y cuando no pudo más, procedió a vomitar. "Ahora se lo que has cenado..." Pensó Steve recuperando el aliento. Parecía una niña anciana medio encorvada, de mirada siniestra, la edad era lo más aparente porque Steve tenía 40 años, se limpió con el dorso de la muñeca y acercándose pausadamente hacia el desconocido, como si aun arrastrase un hacha, murmuró -Atiende, caballerete- gesticulando únicamente con un extremo del labio, como si la mitad de la cara se hallase despierta y la otra mitad sufriese un rictus interruptus -ni tú ni yo vamos a entendernos ésta noche, y no me apetece iniciar un debate donde no lleguemos a ninguna conclusión, salvo a que tú eres "tal" y yo soy "aquel"- La voz de Imogen siempre había sido más grave de lo habitual y no dulce y melódica como la voz del resto de las niñas, pero ahora, aparte de ser grave, sonaba ronca y cascada -Nada de lo que diga tendrá lógica para ti, lo único que cuadra es el hacha que ocultas bajo el abrigo- Si el caballero se ofrecía a socorrerla, que lo hiciese bien y no simplemente sacándola del callejón, que no le solucionaba nada a Steve -Se parece mucho al mío- Utilizó una única comisura para sonreír de medio lado e inmediatamente después endurece el rostro -Y como no tengo ningún tipo de apego hacia él, si me prestas tu arma y es lo suficientemente afilada, no notaré la diferencia a la hora de empuñarlo. Al fin y al cabo, el efecto será el mismo ¿No crees?
Imogen Østergård2- Humano Clase Alta
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Re: Otra vuelta de tuerca (Libre)
Aquella niña era completamente perturbadora, parecía como si alguien hablara por ella, su voz y su forma de expresarse no correspondían con su físico ni con su apariencia. Till nunca había visto algo tan inquietante, realmente aquello superaba cualquier fenómeno sobrenatural que hubiera visto des del momento. No sabía quién o que era, de lo único que estaba convencido era que no se trataba de una niña inocente.
Sacó el hacha de su escondite para sostenerla encima su hombro, ya no tenía sentido esconderla y aquella posición le era más cómoda. Escuchó sus palabras con atención intentando encontrar alguna lógica pero al fin concluyo que como mínimo era una demente. Sonrió de lado arqueando las cejas con una expresión de burla cuando le pidió el hacha. Era de color plateado, más grande y mucho más pesada que una estándar, la doble hoja estaba bañada en plata de ley para facilitar el trabajo con los vampiros, el mango estaba decorado con motivos florales en relieve y en la punta sobresalía un pico puntiagudo. En general no era un hacha para prestar al primer loco que uno se encontrara.
- Me temo que mi hacha solo corta las cabezas que yo crea convenientes de no ser así mi negoció no tendría ningún sentido… y sí, te puedo asegurar que notarias la diferencia, ni siquiera creo que puedas empuñarla… ya sabes necesitarías un cuerpo algo más voluminoso ¿no crees? - Dijo mirándola de arriba abajo. Se le hacía de lo más extraño hablar de aquellos temas con una niña. - Pero no te enojes siempre podemos llegar a un acuerdo.- pensó en la opción de que si contrataba sus servicios podría llegar a conocer más sobre aquella pequeña misteriosa. Las voces se escuchaban des de lo lejos como se acercaban de nuevo hacía el callejón esta vez acompañadas.
- La policía nunca sospecharía de que una niña ha partido el cráneo de un hombre como si fuera una sandia, pero sí de alguien como yo. Así que si no le importa y no quiere acompañarme, yo me largo.- Dije ocultando otra vez mi hacha en el abrigo.
Sacó el hacha de su escondite para sostenerla encima su hombro, ya no tenía sentido esconderla y aquella posición le era más cómoda. Escuchó sus palabras con atención intentando encontrar alguna lógica pero al fin concluyo que como mínimo era una demente. Sonrió de lado arqueando las cejas con una expresión de burla cuando le pidió el hacha. Era de color plateado, más grande y mucho más pesada que una estándar, la doble hoja estaba bañada en plata de ley para facilitar el trabajo con los vampiros, el mango estaba decorado con motivos florales en relieve y en la punta sobresalía un pico puntiagudo. En general no era un hacha para prestar al primer loco que uno se encontrara.
- Me temo que mi hacha solo corta las cabezas que yo crea convenientes de no ser así mi negoció no tendría ningún sentido… y sí, te puedo asegurar que notarias la diferencia, ni siquiera creo que puedas empuñarla… ya sabes necesitarías un cuerpo algo más voluminoso ¿no crees? - Dijo mirándola de arriba abajo. Se le hacía de lo más extraño hablar de aquellos temas con una niña. - Pero no te enojes siempre podemos llegar a un acuerdo.- pensó en la opción de que si contrataba sus servicios podría llegar a conocer más sobre aquella pequeña misteriosa. Las voces se escuchaban des de lo lejos como se acercaban de nuevo hacía el callejón esta vez acompañadas.
- La policía nunca sospecharía de que una niña ha partido el cráneo de un hombre como si fuera una sandia, pero sí de alguien como yo. Así que si no le importa y no quiere acompañarme, yo me largo.- Dije ocultando otra vez mi hacha en el abrigo.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: Otra vuelta de tuerca (Libre)
Cuando el desconocido se pavoneó mostrando a la luz el mismo objeto que Steve Toumi había exigido sin rodeos, durante unos breves segundos, contempló el rostro de la joven reflejado sobre la superficie plateada del arma, volviendo a cerciorarse de que era la niña más triste y enferma que había visto nunca. Un cadáver andante que en cierto sentido daba lástima y en sentido opuesto perturbación. Estaba acostumbrado a obtener cualquier cosa que desease al instante, la mayoría de las veces utilizando la fuerza bruta, si de algo era capaz Steve, era de hacer que una población vociferase a grito abierto que la luna era relativamente verde. Imogen, sin embargo, era una enclenque que jamás se replanteó usar sus raquíticos músculos para conseguir los caprichos que la sociedad le otorgaba, puesto que su familia era muy capaz de proporcionárselos y porque con tan sólo un par de buenas palabras y la estrategia perfecta, sabía ingeniárselas con verdadero ingenio, saliéndose con la suya en el momento que quisiese. Como era de prever cuan vaticinio, el desconocido no movió un dedo a favor de Steve. Sin embargo, su forma de dirigirse a él y las alusiones expuestas en referencia a su negocio, le hicieron plantearse la posibilidad de que realmente se encontrase frente a un asesino del mismo nivel al de Steve, de la clase de tipos que contrataría para llevar a cabo sus negocios y las numerosas extorsiones que en su día realizó contra los ciudadanos, presionándoles hasta la súplica más cruel y despiadada que un ser humano fuese capaz de infundir al resto, retirándole de forma inmediata del razonamiento humano. ¿Aquel desconocido estaría tan loco como Steve? Desde luego, el huésped estaba dispuesto a comprobarlo.
-¿Crees acaso que me enorgullece verme con semejante aspecto?- respondió momentáneamente alterado e irónico, igual que un perro rabioso que debe controlarse para no lanzarse a la yugular a la primera de cambio. La frase perfecta -"No te enojes"- Bastó para que provocase un mayor conflicto. El huésped aceptó muy a regañadientes que necesitaba un poderoso brazo para empuñar el hacha y pese a que le costaba enormemente aceptarlo, finalmente y tras una larga pausa, viéndose sin recursos en medio de un callejón y la partida inminente del desconocido, extendió una mano agarrándole del abrigo y pronunció con una lengua afilada -Espera- estaba tan cerca de él, que se negó a tener que alzar la vista para mirarle desde abajo, comprendiendo que era más inferior de lo que se imaginaba, si aún cabían dudas de sus irrebatibles limitaciones -Estoy dispuesta ha hacer un trato, siempre y cuando sea mi rostro lo último que vea ese mal nacido- los fantasmas a menudo se comportaban delante de los demás como si el resto supiese de qué hablaban, anclados entre dos mundos en el límite de la desesperación y la promesa, igual que los locos se escapan del viejo manicomio, saltan el muro y corren como alma que lleva el diablo sin ningún rumbo aparente salvo el de sus propios monstruos.
-¿Crees acaso que me enorgullece verme con semejante aspecto?- respondió momentáneamente alterado e irónico, igual que un perro rabioso que debe controlarse para no lanzarse a la yugular a la primera de cambio. La frase perfecta -"No te enojes"- Bastó para que provocase un mayor conflicto. El huésped aceptó muy a regañadientes que necesitaba un poderoso brazo para empuñar el hacha y pese a que le costaba enormemente aceptarlo, finalmente y tras una larga pausa, viéndose sin recursos en medio de un callejón y la partida inminente del desconocido, extendió una mano agarrándole del abrigo y pronunció con una lengua afilada -Espera- estaba tan cerca de él, que se negó a tener que alzar la vista para mirarle desde abajo, comprendiendo que era más inferior de lo que se imaginaba, si aún cabían dudas de sus irrebatibles limitaciones -Estoy dispuesta ha hacer un trato, siempre y cuando sea mi rostro lo último que vea ese mal nacido- los fantasmas a menudo se comportaban delante de los demás como si el resto supiese de qué hablaban, anclados entre dos mundos en el límite de la desesperación y la promesa, igual que los locos se escapan del viejo manicomio, saltan el muro y corren como alma que lleva el diablo sin ningún rumbo aparente salvo el de sus propios monstruos.
Imogen Østergård2- Humano Clase Alta
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Re: Otra vuelta de tuerca (Libre)
"- ¿Crees a caso que me enorgullece verme con semejante aspecto?-" contesto como si el cuerpo no fuera el suyo, después de haber visto vampiros prácticamente inmortales y hombres que se convierten en lobos las noches de luna llena, el hecho de que se pudiera poseer un cuerpo no le pareció tan ficticio. El siguiente interrogante vino después, qué clase de monstruo estaría escondido detrás de aquel cuerpo infantil. Desde el asesinato de su mujer en garras de un vampiro, Till sentía una profunda repulsión y discriminación a todo tipo de criatura que se saliera de lo considerado normal y alguien capaz de poseer un cuerpo humano lo era, además de peligroso. Fuera lo que fuera aquello que manejaba la joven como si fuera una marioneta merecía por lo menos una buena paliza. Pero antes de nada debía saber a qué se enfrentaba, no era algo que se pudiera solucionar con un simple golpe de hacha y para eso debía seguirle su disparatado juego.
Sonrío victorioso de espaldas a la chica cuando lo agarro por el abrigo accediendo a su petición. No era el dinero lo que interesaba, de eso andaba sobrado, solo quería más información para abrevar la intriga que ahora se estaba transformando en ansias de ajusticiar. Quizá aquella noche no cazaría ningún vampiro pero si podía deshacerse de aquella nueva forma de demonio se daría por satisfecho. "Al fin y al cabo todos están hechos por el mismo patrón" pensó.
- De acuerdo.- respondió sin poder ocultar su sonrisa y se volvió hacía ella. - Las damas primero.- dijo haciéndole un gesto con el brazo para que pasara delante de él y le indicara el camino. No sabía que ni quien tenía que liquidar ni por cuales motivos, de hecho no entendía nada de lo que le pasaba por la cabeza en aquél maldito loco. Lo único que necesitaba era hacer tiempo y disimular. - Dime, ¿Que puedes ofrecerme que sea de mi interés?- pregunto mirando a la chica, que ahora estaba delante suyo, de arriba abajo con una sonrisa burleta a causa de aquella situación que le parecía de lo mas cómica.
Sonrío victorioso de espaldas a la chica cuando lo agarro por el abrigo accediendo a su petición. No era el dinero lo que interesaba, de eso andaba sobrado, solo quería más información para abrevar la intriga que ahora se estaba transformando en ansias de ajusticiar. Quizá aquella noche no cazaría ningún vampiro pero si podía deshacerse de aquella nueva forma de demonio se daría por satisfecho. "Al fin y al cabo todos están hechos por el mismo patrón" pensó.
- De acuerdo.- respondió sin poder ocultar su sonrisa y se volvió hacía ella. - Las damas primero.- dijo haciéndole un gesto con el brazo para que pasara delante de él y le indicara el camino. No sabía que ni quien tenía que liquidar ni por cuales motivos, de hecho no entendía nada de lo que le pasaba por la cabeza en aquél maldito loco. Lo único que necesitaba era hacer tiempo y disimular. - Dime, ¿Que puedes ofrecerme que sea de mi interés?- pregunto mirando a la chica, que ahora estaba delante suyo, de arriba abajo con una sonrisa burleta a causa de aquella situación que le parecía de lo mas cómica.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: Otra vuelta de tuerca (Libre)
Soportó infinidad de insultos y burlas a lo largo de sus años, no todos los peces gordos se colocaban en lo más alto del podio desde el inicio, ganarse una posición decente y el respeto de los demás consistía en aprender a obedecer en el momento preciso, y Steve tuvo que hacerlo durante sus primeros años de corrupción y supo aguantar carros y carretas durante ese periodo de tiempo doloroso y denigrante, bajo el yugo de sus jefes, los cuales asesinó posteriormente tras ser nombrado oficialmente como mano derecha por ellos mismos.
Sin embargo y hasta la fecha, jamás llegó a creer que alguien fuese capaz de cederle el paso por ser dama, aún menos después de muerto. Por supuesto que el desconocido no tenía idea, pero pese a ello, y a qué siempre había pensado que después de la muerte no había nada peor, fue un golpe bajo para Steve, que siguió adelante bajo la máscara de la enajenación. Y ya no era tener que lidiar con el olor putrefacto de su propio cadáver o descubrirse que efectivamente poseía busto, también debía conseguir el apoyo del caballero y en un tiempo muy reducido, dependiendo de lo que el cuerpo de la joven Imogen soportase, dominada por su espectro.
Él era un simple espíritu que poco tenía ya que aportar. Si no era capaz ni de sostener un hacha, cómo iba a pagar los servicios de aquel desconocido. En qué juicio cabía semejante disparate. Es de cabeza. pensó al torcer una esquina -Qué te parece mi eterna gratitud y la satisfacción de sentirte realizado contigo mismo- murmuró con sequedad y bajo la mínima expresión posible, tapándose la nariz con el antebrazo al creerse que volvería a vomitar -Dos recompensas por un trabajito de nada, es una ganga que no deberías desaprovechar a la ligera, porque sólo vas a rebanar una cabeza, no te estoy pidiendo veinte- Imogen habría respondido con la misma negrura, aunque utilizando otro tipo de palabras en el caso de encontrarse en una situación similar.
Existían infinitas posibilidades por las cuales Steve pudo ocupar su cuerpo sin el mayor problema. Quizás se debía a que compartían el mismo grado de empatía, es decir, ningún grado de empatía hacia el resto de las personas, animales o cosas. O puede que se conociesen en vida, en algún lugar que Imogen soliese frecuentar. Pero Steve, no necesitaba saber cual había sido el verdadero motivo, pues poco le importaba, ya que su mayor ambición era la venganza y que aquel caballero siguiese a su lado hasta el final. Pero un trato es un trato. Pensó recapacitando. Era lo propio enmendar sus palabras y se detuvo para dirigirse de nuevo hacia el desconocido, esta vez con menos hostilidad -De todas maneras, no se cómo pretendes que sepa más o menos lo que deseas si, de ante mano, evitas hacerme una breve aunque concisa enumeración de cuáles son tus gustos.- más relajado, a parte de mediar con el caballero, tuvo que hacerle frente al cabello de Imogen, pues cada vez que éste le rozaba, se veía obligado por acto reflejo, a sacudir el brazo pensándose que le aturullaba una mosca -A bote pronto y en frío...- entrecerró los ojos reflexivo -podría ofrecerte mi negocio. ¿Qué sabes sobre mataderos?.-
Sin embargo y hasta la fecha, jamás llegó a creer que alguien fuese capaz de cederle el paso por ser dama, aún menos después de muerto. Por supuesto que el desconocido no tenía idea, pero pese a ello, y a qué siempre había pensado que después de la muerte no había nada peor, fue un golpe bajo para Steve, que siguió adelante bajo la máscara de la enajenación. Y ya no era tener que lidiar con el olor putrefacto de su propio cadáver o descubrirse que efectivamente poseía busto, también debía conseguir el apoyo del caballero y en un tiempo muy reducido, dependiendo de lo que el cuerpo de la joven Imogen soportase, dominada por su espectro.
Él era un simple espíritu que poco tenía ya que aportar. Si no era capaz ni de sostener un hacha, cómo iba a pagar los servicios de aquel desconocido. En qué juicio cabía semejante disparate. Es de cabeza. pensó al torcer una esquina -Qué te parece mi eterna gratitud y la satisfacción de sentirte realizado contigo mismo- murmuró con sequedad y bajo la mínima expresión posible, tapándose la nariz con el antebrazo al creerse que volvería a vomitar -Dos recompensas por un trabajito de nada, es una ganga que no deberías desaprovechar a la ligera, porque sólo vas a rebanar una cabeza, no te estoy pidiendo veinte- Imogen habría respondido con la misma negrura, aunque utilizando otro tipo de palabras en el caso de encontrarse en una situación similar.
Existían infinitas posibilidades por las cuales Steve pudo ocupar su cuerpo sin el mayor problema. Quizás se debía a que compartían el mismo grado de empatía, es decir, ningún grado de empatía hacia el resto de las personas, animales o cosas. O puede que se conociesen en vida, en algún lugar que Imogen soliese frecuentar. Pero Steve, no necesitaba saber cual había sido el verdadero motivo, pues poco le importaba, ya que su mayor ambición era la venganza y que aquel caballero siguiese a su lado hasta el final. Pero un trato es un trato. Pensó recapacitando. Era lo propio enmendar sus palabras y se detuvo para dirigirse de nuevo hacia el desconocido, esta vez con menos hostilidad -De todas maneras, no se cómo pretendes que sepa más o menos lo que deseas si, de ante mano, evitas hacerme una breve aunque concisa enumeración de cuáles son tus gustos.- más relajado, a parte de mediar con el caballero, tuvo que hacerle frente al cabello de Imogen, pues cada vez que éste le rozaba, se veía obligado por acto reflejo, a sacudir el brazo pensándose que le aturullaba una mosca -A bote pronto y en frío...- entrecerró los ojos reflexivo -podría ofrecerte mi negocio. ¿Qué sabes sobre mataderos?.-
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Re: Otra vuelta de tuerca (Libre)
Miró a la chica con un brazo en la cintura mientras levantaba una ceja con una tenue sonrisa dibujada en sus labios ante lo que parecía ser una broma. ¿Le ofrecía su eterna gratitud? Aquello seguía pareciéndole de lo más cómico, le estaba vacilando una mocosa que no levantaba ni un palmo del suelo, de haber sido de alguien de su tamaño le abría pegado una buena hostia, pero por norma personal a su decencia no se metía con alguien inferior a él aunque no fuera una niña la que estaba hablando realmente. Aquella chica parecía no encontrarse bien, ya que ahogo una arcada que Till dio gracias a dios que no hubiera vuelto a vomitar otra vez, sus movimientos parecían de una retrasada mental con un problema de incontinencia ante sus movimientos físicos, en general empezaba a asquearle.
- Ahora mismo la única recompensa que me llenaría plenamente seria cortarte la cabeza, si se puede llamar recompensa de eso o si se puede decir que esa cabeza es la tuya.- dijo sin dejar de sonreír sarcásticamente. Entonces pareció cambiar su oferta a lo que era el ofrecimiento de un matadero, algo que no le interesaba en absoluto poseer pero si investigar para saber que carajos hace una niña con un matadero en su propiedad.
- Creo que lo primero que deberías decirme es tu verdadero nombre, por norma general no suelo trabajar para desconocidos y menos para niñitas que dicen tener un matadero. Puedes llamarme maniático si quieres pero es que a parte de asco transmites desconfianza así que para empezar si te identificas podremos iniciar con buen pie la negociación.
- Ahora mismo la única recompensa que me llenaría plenamente seria cortarte la cabeza, si se puede llamar recompensa de eso o si se puede decir que esa cabeza es la tuya.- dijo sin dejar de sonreír sarcásticamente. Entonces pareció cambiar su oferta a lo que era el ofrecimiento de un matadero, algo que no le interesaba en absoluto poseer pero si investigar para saber que carajos hace una niña con un matadero en su propiedad.
- Creo que lo primero que deberías decirme es tu verdadero nombre, por norma general no suelo trabajar para desconocidos y menos para niñitas que dicen tener un matadero. Puedes llamarme maniático si quieres pero es que a parte de asco transmites desconfianza así que para empezar si te identificas podremos iniciar con buen pie la negociación.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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