Vuelta el mundo de los vivos {Libre}

por **Cleopatra Trifena** Mar Dic 25, 2012 2:31 pm

Mis ojos se posaban con tranquilidad en algún punto de aquel extraño lugar. No sabía cuanto tiempo había pasado desde mi defunción y , siendo sincera, tampoco me importaba realmente. En aquel lugar entre cielo e infierno, no pasaba absulutamente nada. Era como un sitio en el que, por los siglos de los siglos, lo único que que tienes que hacer es recordar lo que fue y pensar en lo que jamás sará. En esos instantes venían a mi mente un sinfin de imagenes que parecían no querer cesar; el rostro de aquel hombre que tenía mi amor, mi esposo, mis hijos, mi hermana antes de envenenarme, el momento en el que me arrancaron el corazón del pecho mientras aun seguía con vida...

Fue en esos instantes de intenso odio y dolor cuando una sensación invadió mi cuerpo, haciéndome cerrar los ojos con fuerza. ¿Qué ocurría? Parecía que todo mi cuerpo cambiaba y se alejaba. El dolor invadía toda mi esencia, pues no podía decir precisamente que mi cuerpo. No pude evitar gritar y retorcerme, tumbándome en el pasto donde sentía con claridad la frescura al tacto. Y auna sí, tardé en darme cuenta de lo que estaba ocurriendo.

Seguía en el suelo, retorciéndome y queríendo huir de allí. Llevaba tiempo tranquila en un lugar aburrido y monótono, ¿por qué ocurría eso tan repentinamente? Respiré hondo, intentando recuperar aquel aire perdido cuando, al terminar toda aquella tortura, abrí los ojos. No podía creerme donde me encontraba, simplemente no podía hacerlo. Me incorporé levemente, sintiendo el tacto del cesped del suelo y mirando todo asombrada. Estaba otra vez en el lugar donde había existido, donde los vivos habitaban la tierra. Me levanté, con la mano en el costado y caminé con lentitud: Estaba en un cementerio... De todos los lugares en los que podía haberme aparecido, tenía que ser un sitio así. Aunque, ¿qué esperar? ¿Acaso no era yo una difunta? Lo que me hizo mirar acercarme a un pequeño estanque y mirar... Un grito de terror salió de mis labios al ver semejante imagen; Mis ojos eran blancos, sin color alguno como antaño, mi piel pálida... Entonces recordé la maldición: Cuando fuera corporea en la noche, todo el mundo vería mi condición... De cadaver.

por Invitado Mar Dic 25, 2012 6:16 pm

Unos ojos que la perseguían en sueños hicieron que Celendrine despertara de golpe, ahogando un grito contra su almohada para que no subieran a verla, tenia presente que si se daban cuenta de que seguía con sus pesadillas tan recurrentes la volverían a internar en el hospital psiquiátrico, la cambiaformas abrazaba a su almohada con fuerza, sofocando cualquier ruido que pudiera salir de sus labios, mientras se hacía con más fuerza ovillo, las lagrimas no dejaban de salir de sus ojos recorriendo el trayecto hasta desaparecer y humedecer las telas que cubrían cama, las voces hacían su trabajo, comenzaban a decirle que cosas debía hacer ese mismo día, había desde voces que la incitaban a levantarse de esa cama y salir huyendo, hasta las que le decían que hiciera cosas malas…

Celendrine cubría sus oídos con las manos, intentando callarlas, pero era inútil, las voces estaban dentro de su cabeza, oía las risas, oía los gritos, y no paraban, la habitación parecía dar vueltas y vueltas.

Hasta que callaron, abrió los ojos y se dio cuentas de que estaba con ella cenicitas (modo en el que se refería a ella misma convertida en zorro ártico), comenzó a correr por el interior de la casa, chocando con el ama de llaves quien al ver al animal intento correrla con una escoba, mientras otra abría la puerta y la dejaba libre, Celendrine que había temido en ese momento, dejo que sus patas le indicaran el camino que tenía que tomar, uno a uno sus pasos la alejaban de la casa, pero a su vez que se alejaba entraba a la ciudad y la gente se asustaba al ver a un animal como ella, tan extraño correr por la ciudad, el corazón de Celendrine latía con fuerza, mientras con los ojos entrecerrados, por no querer ver qué pasaba a su alrededor pero a la vez con miedo a lo que pasaba, su mente estaba llena de contradicciones, siempre en dos mundos, con dos ideas, ninguna conclusa o definitiva.

Sus patas se movían cada vez más rápido hasta que se dio cuenta de que nadie la seguía, entonces paró en seco para respirar y calmar el palpitar de su corazón, que parecía querer salir de su pecho, miraba a su alrededor no sabía dónde estaba, solo veía las tumbas una junto a la otra, gruñía mirando todo lo que la rodeaba sin saber hacia dónde dirigirse, ese lugar le daba miedo, y necesitaba volver a casa, pero no estaba segura hacia donde ir… “tonta Celendrine” canturreaba una voz en su mente, intentaba mostrar valor pero era solo una máscara.

por **Cleopatra Trifena** Miér Ene 23, 2013 11:16 am

Mis pies echaron a correr sin siquiera darme cuenta de mis acciones. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué volvía en esos momentos justo cuando me había acostumbrada a aquella soledad eterna? Tenía pánico por todo lo que podría ocurrirme. No sabía cuanto tiempo había pasado desde mi defunción pero, ¿y si era muchísimo tiempo? ¿Y si todo había cambiado en exceso y no tenía absolutamente ni idea de como contactar con aquellas personas? Aterrada era poco.

Al final me dejé caer al suelo, al lado del mauseleo del que había salido. Mis ojos lo escrutaron con atención mientras me calmaba. Podía notar mi corazón, a km de distancia, latiendo desbocado por todas mis reacciones. Tenía que encontrarlo como fuera, hacer que volviera a mi pecho para así poder descansar en paz. En paz... ¿Con la forma en la que me asesinaron eso era posible? Negué levemente con la cabeza y noté como cambiaba mi expresión otra vez a la frialdad absoluta. Yo ya no estaba viva, no había nada que me ligara a ese mundo y eso estaba mal. No debería permanecer mucho tiempo allí.

Caminé lentamente y entonces me encontré con un pequeño animal que parecía tan asustado como yo. Quizá habían intentado cazarlo y estaba huyendo de algo. Me agaché a su lado y tendí mis brazos hacia él, sin sonreír, sin mostrar absolutamente ninguna expresión en mi rostro.

-Pequeño... Ven aquí, no te haré daño.

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